Rabosillo -negro bragado, falso girón- de la ganadería de Palha, nacido en febrero del 2003, marcado con el número 941 y con 543 kilos de peso, se lidió en primer lugar el pasado 31 de mayo de 2007 en la Plaza de Las Ventas de Madrid. Su lidia y muerte le correspondió al matador de toros Sánchez Vara y fue picado por Juan Gutier Román.
Salió codicioso y remató en tablas, embistió con clase y largura en los primeros capotazos por ambos pitones. En el primer encuentro con los montados empujó con fuerza y fijeza en una larga vara al final de la cuál derribó -hay quién dice que si tropezó el caballo- y salió suelto. En la segunda vara lo colocaron más allá del tercio y se arrancó al galope hacia la montura, una ovación atronadora acompaño su embestida, las veintitantas mil almas que poblaban el graderío de las Ventas se habían puesto de acuerdo en una milésima de segundo, el picador, atento, colocó una buena vara, la ovación fue unánime. Cuando nos disponíamos a saborear una tercera vara de apoteosis, el presidente, D. Julio Martínez Moreno, incomprensiblemente, cambio el tercio y nos cortó el rollo a todos; al matador, que no se lo había pedido; al picador, que seguramente, y si le hubiera acompañado la suerte, podía haber puesto la mejor vara de la feria; al público, que estábamos frotándonos los ojos por lo que habíamos visto y expectantes por el espectáculo que sin duda se nos avecinaba; y al toro, que se hubiera consagrado como el toro de la feria sin discusión alguna, porque es seguro que se hubiera arrancado al caballo desde el centro del ruedo, o desde donde lo hubieran puesto, tal y como venía demostrando desde su salida al ruedo y corroboró después a lo largo de toda su lidia. Podía haber sido algo maravilloso, el espectáculo de veintitantas mil personas incorporándose a la vez de sus asientos impulsados por el resorte de la casta de un toro, podía haber sido algo grandioso.
¡Qué tercera vara nos perdimos por su culpa, D. Julio!
¡Qué espectáculo nos escamoteo!
¡Vaya desgracia la nuestra!
En la muleta fue pronto y noble, de embestidas largas y continuadas, sin dar respiro al matador, el cual se vio desbordado y a merced del toro en todo momento. Fue boyante y claro - haciendo el “avión”- por ambos pitones. Era el toro ideal, el que sueñan los toreros, el que puede consagrar y encumbrar a su matador a lo más alto del escalafón.
Sánchez Vara no estuvo a la altura de las circunstancias.
¡Qué pena más grande!
Rabosillo fue despedido con una ovación cerrada y unánime en el arrastre. Si esa tercera vara que tanto echamos de menos hubiese sido ejecutada, quizás hubiéramos tenido que escribir en este lugar que Rabosillo fue premiado con la vuelta al ruedo, y que su nombre pasaba a los anales de los grandes toros lidiados en Las Ventas.
¡Vaya tercera vara que nos perdimos, D. Julio!
Salió codicioso y remató en tablas, embistió con clase y largura en los primeros capotazos por ambos pitones. En el primer encuentro con los montados empujó con fuerza y fijeza en una larga vara al final de la cuál derribó -hay quién dice que si tropezó el caballo- y salió suelto. En la segunda vara lo colocaron más allá del tercio y se arrancó al galope hacia la montura, una ovación atronadora acompaño su embestida, las veintitantas mil almas que poblaban el graderío de las Ventas se habían puesto de acuerdo en una milésima de segundo, el picador, atento, colocó una buena vara, la ovación fue unánime. Cuando nos disponíamos a saborear una tercera vara de apoteosis, el presidente, D. Julio Martínez Moreno, incomprensiblemente, cambio el tercio y nos cortó el rollo a todos; al matador, que no se lo había pedido; al picador, que seguramente, y si le hubiera acompañado la suerte, podía haber puesto la mejor vara de la feria; al público, que estábamos frotándonos los ojos por lo que habíamos visto y expectantes por el espectáculo que sin duda se nos avecinaba; y al toro, que se hubiera consagrado como el toro de la feria sin discusión alguna, porque es seguro que se hubiera arrancado al caballo desde el centro del ruedo, o desde donde lo hubieran puesto, tal y como venía demostrando desde su salida al ruedo y corroboró después a lo largo de toda su lidia. Podía haber sido algo maravilloso, el espectáculo de veintitantas mil personas incorporándose a la vez de sus asientos impulsados por el resorte de la casta de un toro, podía haber sido algo grandioso.
¡Qué tercera vara nos perdimos por su culpa, D. Julio!
¡Qué espectáculo nos escamoteo!
¡Vaya desgracia la nuestra!
En la muleta fue pronto y noble, de embestidas largas y continuadas, sin dar respiro al matador, el cual se vio desbordado y a merced del toro en todo momento. Fue boyante y claro - haciendo el “avión”- por ambos pitones. Era el toro ideal, el que sueñan los toreros, el que puede consagrar y encumbrar a su matador a lo más alto del escalafón.
Sánchez Vara no estuvo a la altura de las circunstancias.
¡Qué pena más grande!
Rabosillo fue despedido con una ovación cerrada y unánime en el arrastre. Si esa tercera vara que tanto echamos de menos hubiese sido ejecutada, quizás hubiéramos tenido que escribir en este lugar que Rabosillo fue premiado con la vuelta al ruedo, y que su nombre pasaba a los anales de los grandes toros lidiados en Las Ventas.
¡Vaya tercera vara que nos perdimos, D. Julio!
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