“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

martes, 1 de diciembre de 2009

NOVILLADAS

El número de novilladas ha descendido en los dos últimos años de forma drástica, tanto es así que el número de festejos acumulados este año por quién ha encabezado el escalafón novilleril no ha pasado de las cuarenta tardes, y el que lo hizo el año pasado no pasó de las cincuenta novilladas, muy poco comparándolo con los números de este tipo de festejos hace no muchos años. Se puede aducir que hay que tener en cuenta la crisis económica y como ha afectado a la Fiesta y, sobre todo, a los festejos menores; se puede argumentar que lo que han desaparecido, fundamentalmente, han sido los montajes de ponedores y que eso no es malo; se puede apuntar que no hay novilleros que interesen como en otras épocas; se puede decir lo que se quiera, pero lo cierto es que el número de novilladas ha caído en picado y esa caída puede conducir a la Fiesta de los Toros a su mayor y más profunda crisis.

Pero no es algo que se ha producido de pronto en estos dos últimos años. Es una tendencia que viene de lejos y que se ha visto agravada por la actitud de todos los estamentos de los taurinos, incluidos los medios de comunicación que se ocupan de los toros, con respecto a este tipo de festejos menores. Podría extenderme en los porqués de esta situación y como se ha llegado hasta la crítica situación actual, y quizás en otro momento lo haga, pero prefiero dedicar estas reflexiones a las consecuencias negativas que puede acarrear esta situación al futuro de la Fiesta. Al contrario de lo que sucede en todas las profesiones artísticas, deportivas o culturales, en los toros son muchos más los que están arriba, en el escalafón de matadores, y muy pocos los que están abajo, en la base de la pirámide. Tomando el ejemplo del fútbol, el espectáculo de masas más seguido en esta época en donde, para que vayan surgiendo futuros fenómenos que tomen el relevo de las actuales figuras, hay que mantener una amplísima red de equipos de base en donde aprender el oficio, desarrollar la personalidad y ganar la experiencia necesaria para, en su momento, cuajar como uno de los elegidos y seguir alimentado las plantillas de los mejores equipos. La del fútbol es una pirámide normal, con una base muy amplia y una élite muy selecta; la de los toros, en cambio, es una pirámide invertida en donde el peso de los que están arriba, que son muchos y en su inmensa mayoría vulgares, puede aplastar el futuro.

No nos falta razón a los aficionados cuando decimos que el protagonista principal de la Fiesta es el toro: el toro íntegro, con edad, trapío y poder. Pero cuando este toro sale al ruedo, el torero de turno, normalmente, no está a la altura de las circunstancia. ¡Cuantas tardes hemos visto repetirse esta historia! Por desconocimiento de los fundamentos de la lidia, por la falta de experiencia, por que se sale del guión de lo aprendido en la escuela, o por lo que sea… cuando sale un toro que pide el carné de torero, casi ninguno de los que pueblan el escalafón de maestros lo puede presentar. El toro se va sin torear y los aficionados y espectadores, una vez más, perdemos la oportunidad de contemplar en toda su dimensión la emoción del toreo. Los toreros de hoy en día llegan al escalafón de matadores crudos y, si no tienen padrinos, antecedentes o repercusión social, los pocos que lo consiguen, tienen que cuajarse en toreros y aprender el oficio a sangre y fuego. Este es un déficit que arrastra la Fiesta desde hace tiempo y sería preciso subsanarlo con el consentimiento y la colaboración de todos los estamentos que se benefician de ella, es algo que ellos mismos deberían contemplar, pero por lo visto no es así. Como siempre, el mundo de los toros gira al revés que el resto de los mundos… y así nos va.

Lo lógico seria que los que accedieran a la élite lo hicieran con la lección bien aprendida, la experiencia de muchos festejos toreados y como consecuencia de una selección estricta y rigurosa. Las corridas de toros deberían salir de la vulgaridad actual en base al conocimiento de las técnicas de la lidia y la calidad artística de los toreros y eso solo se consigue si hay mucho material para seleccionar. En la actualidad sobran corridas de toros y faltan novilladas, de la misma forma que sobran matadores y faltan novilleros. Es preciso que los novilleros se forjen toreando novilladas, ante la realidad que significa verse en un ruedo encerrado con un animal al que debes dominar y matar con solvencia. Lo aprendido en las Escuelas Taurinas debe ponerse en practica delante de toro y allí, en ese preciso momento, solventar los problemas y sacarle el máximo partido, y eso no se aprende con teoría sino con practica. Solo toreando muchos festejos pueden los aspirantes desarrollar su personalidad en base a los conocimientos adquiridos y conocer el cambiante comportamiento de las reses durante la lidia. Solo enfrentándose, in situ, a los diferentes encastes de la cabaña brava se puede conocer sus características y la técnica adecuada para hacerles frente. Solo toreando se puede adquirir la experiencia necesaria para poder circular con solvencia por el escalafón de los elegidos, y cuando salga un toro con poder, plantarle cara y, como mínimo, estar a su altura.

Y lo mismo que ocurre con los novilleros pasa con las ganaderías. Muchos de los toros que se lidian como tales no deberían pasar de novillos. Igual que la vulgaridad invade el escalafón de matadores, los ganaderos ofrecen una mercancía vulgar que poca emoción puede brindar al espectador. De la misma forma que los toreros deberían pasar por un estricto control de calidad, las ganaderías deberían ganarse su derecho a lidiar corridas de toros según los méritos conseguidos en novilladas. Esto mismo debería servir a los ganaderos para ser más exigentes con su ganadería y extremar los criterios de selección. ¿Qué mejor tienta para un ganadero que las novilladas? Es la mejor forma de afinar su ganadería y saber lo que se lleva entre manos, viendo el resultado de sus astados en una lidia de verdad y con tiempo para corregir o acentuar lo malo o lo bueno.

Lo lógico sería poner las cosas en su sitio, que de una vez por todas el planeta de los toros girara en el mismo sentido que todos los planetas y hacer las cosas con cabeza, lo primera, darle la vuelta a la pirámide y colocarla en su posición normal. En este cometido tendrían que comprometerse todos los estamentos que viven de la Fiesta de los Toros, desde la administración que legisla y reglamenta, pasando por los empresarios a los que habría que exigir visión de futuro, continuando por los ganaderos que deben criar el toro de lidia encastado y con poder, siguiendo por los toreros que deberian llegar a la élite con los fundamentos de la lidia bien aprendidos en base a la experiencia que da torear y, como no, los periodistas y medios de comunicación taurinos que deberían velar, como en otros campos deportivos y artísticos, por la verdad, la pureza y la difusión de la Fiesta auténtica y en todas sus esferas. Si esto fuera así, sin duda, habría muchas más novilladas que corridas de toros, pero estas -el espectáculo rey para los aficionados y espectadores- serían de mucha más calidad y, lo que es más importante, ante la Fiesta de los Toros se abriría un horizonte de esperanza.