- Hola don Pepe.
- Hola don José.
- Un poco entristecido y decepcionado vengo.
- ¡Y bien moreno! pero… ¿De dónde viene, y a qué se debe su estado de ánimo?
- Pues verá usted. Junto con unos amigos decidimos marchar, antes de que lleguen las aglomeraciones y los ingleses, a pasar una semanita a Mallorca, a la playa… y de ahí el moreno... Pero aprovechando que el domingo había toros en Muro, y que no estábamos muy lejos de allí, más el aliciente de que se anunciaba el maestro Ortega Cano… allá que nos fuimos… ya me conoce, yo iba ilusionado… como siempre…
- Y que les hizo el bueno de "Jóse".
- Se descompuso… nunca había visto a un torero tan desencajado, tan falto de facultades, sin recursos… tan a la deriva. El público enervado, el ruedo lleno de objetos… se montó la mundial… me daba pena.
- Pero ¿qué se cree usted, don José? Los años no pasan en balde para nadie. Ya en la reaparición anterior lo pudimos comprobar claramente. Incluso en su última época, antes de sus retiradas, ya apuntaba un giro hacia un toreo más efectista que profundo, más para el espectador que para el aficionado, cada vez más alejado de la pureza y el clasicismo que había caracterizado su toreo desde un principio y que lo llevó hasta los primeros puesto del escalafón y del gusto de los aficionados.
- Sorprendido me tiene usted con el lenguaje tan refinado y educado que esta utilizando para hablarme de Ortega Cano.
- ¡Porque le tengo un respeto!… Y ese respeto se lo tengo porque lo he visto torear de verdad. En la memoria tengo el recuerdo de alguna de sus actuaciones que me han tocado la fibra sensible…
- Recuerdo aquel 12 de octubre, día del Pilar, de 1974 -de blanco y oro vestía- en que tomó la alternativa en nuestra plaza de "La Misericordia". El toro de Osborne, “Pedillero”, que le cedió José María Manzanares en presencia de Paco Bautista.
- Dejó ver buenas maneras, luego le costó hacerse un hueco, tardó cuatro años en confirmarla en Madrid. Recuerdo cuando formó aquella terna, a finales de los setenta, de buenos toreros modestos con nuestro paisano Miguel Peropadre “Cinco Villas” y Gregorio Tebar “El Inclusero”. Estaban dispuestos a matar lo que les echaran y en donde se lo echaran… ¡ni aún así!…
- Los últimos años de esa década fueron difíciles para los que empezaban, había muchos gallitos que no se dejaban ganar la pelea...
- Menos… menos gallitos. Lo que había era muy poco toro y muy poca gente en los tendidos. Los viejos aficionados se habían ido marchando de las plazas aburridos por la degradación y el fraude. La Fiesta atravesaba los peores momentos de su historia. Tuvo que ser el toro… una vez más el toro, quien pusiera las cosas en su sitio.
- ¡El toro!… ¡el toro!… no piensa usted más que en el toro…
- ¡Y es la verdad, don José!… el toro. Uno de Victorino, "Belador", fue el que lanzó a Ortega Cano al estrellato.
- Tiene usted razón, don Pepe, pero algún mérito tendrá el que se pone delante… ¿No?
- Claro que tiene mérito, y más un torero como Ortega Cano que basaba su toreo en la pureza y la verdad… pero acuérdese don José, ¡con toros-toros fueron sus grandes competencias en Las Ventas de Madrid con Julio Robles y Cesar Rincón!
- Y lo bien que lo hemos visto torear muchas veces en Zaragoza…
- ¡Y usted que lo diga, don José!… Que cogida más impresionante la de aquella tarde del 13 de octubre 1987. ¿Se acuerda?... Se le coló el toro de Baltasar Ibán en un quite junto al tendido 4… es como si lo estuviera viendo en estos momentos… lo empitonó por el vientre, lo levantó del suelo verticalmente más de un metro, lo mantuvo unas décimas de segundo interminables en vilo... como un pelele… y lo dejó caer desvencijado y desvanecido al ruedo… era el quinto de la tarde… en el segundo había cortado dos orejas.
- Así mismo lo recuerdo yo, don Pepe. Ya sabe que mi abono está en dicho tendido... aún se me erizan los pelos cuando lo recuerdo… Por eso le dije que vengo entristecido, decepcionado de ver el bochornoso espectáculo que este torero, tan querido para mí, ha dado el pasado domingo…
- ¡Pues si no puede, que no se anuncie!… Si lo hace para ofrecer espectáculos como el que usted presenció el pasado domingo… esta engañando… estafando a la gente, que como usted, paga su entrada y acude cargada de ilusión…
- Si no es por el dinero, don Pepe…
- Ya sé que no le duele el dinero, don José… A usted, como a mí, lo que le duele es el corazón…
- ¡Más claro no se puede decir!
- Allá Ortega si quiere emborronar su nombre, su historial y el buen recuerdo que los aficionados podamos conservar de él, esta en su pleno derecho, pero a lo que no tiene derecho es a pisotear una Fiesta a la que se lo debe todo.
“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
miércoles, 27 de junio de 2007
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