“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

martes, 30 de noviembre de 2010

¿PORQUÉ LOS TOREROS NUEVOS NO SE FIJAN EN ESTOS EJEMPLOS?

En las dos últimas temporadas han quedado escritas con letras de oro en la historia de la Plaza de “Las Ventas” de Madrid, y en la memoria de todos los que lo vieron, las actuaciones de Luís Francisco Esplá, el 5 de junio del pasado año, y la de Juan Mora, el 2 de octubre de este. Fueron dos triunfos rotundos, de verdad, de los que levantan a público y aficionados de sus asientos y hacen brotar el “olé” de forma espontánea de sus gargantas. Queda corroborada la excepcionalidad de estos dos triunfos porque los toreros, en ambas ocasiones, fueron paseados y sacados de la plaza en hombros de aficionados, no de los “capitalistas”, como es lo habitual en los triunfos normales que se dan en esta y en todas las demás plazas de toros.

En ambos casos lo que puso de acuerdo y enloqueció a todos los presentes fue el toreo clásico y el conocimiento de la lidia que desplegaron sus intérpretes, así como la capacidad para ejecutarlo con naturalidad y habilidad. Quizás porque ambos están de vuelta -el uno, Esplá, era la tarde de su despedida de la plaza madrileña, y el otro, Mora, olvidado por las empresas, apenas si torea en los últimos años- se dejaron llevar de su inspiración y dictaron dos lecciones que deberían servir de ejemplo y ser de estudio obligado para todos los nuevos aspirantes a ser alguien en esta profesión. Estos son los espejos en los que deberían mirarse y no en los de los modernos “pegapases” que, a pesar de sus difundidos triunfos, solo consiguen aburrir a la concurrencia y, al paso que llevan, acabaran echándola de las plazas de toros.

Ahí está la diferencia, unos triunfan arrolladoramente tarde tras tarde, según proclaman sus publicistas, y son sacados a hombros a lomos de “capitalistas”, pero su triunfo se difumina, se olvida al poco de terminar la función. Esplá y Mora fueron acartelados como dos toreros de relleno, para abrir la tarde, puesto menospreciado en la actualidad, pero eclipsaron a sus compañeros de cartel y salieron de la plaza en volandas de los aficionados que, como antaño, se lanzaron al ruedo para izarlos en hombros y, como a los héroes, llevárselos por la puerta grande. Ha diferencia del triunfo efímero de los “figuras” del momento, el de estos dos toreros veteranos queda grabado en la memoria de los aficionados para siempre.

Es por lo que me pregunto porqué los nuevos toreros, y sus profesores y mentores, no se fijan en estos ejemplos. Esta Fiesta es para emocionar y está demostrado que el “toreo moderno”, y el toro que hace falta para ejecutarlo, no emociona, al contrario, aburre y aleja al público y a los aficionados de los festejos taurinos, como queda demostrado por la escasa asistencia de público que acude a los toros, aunque se acartelen los nombres más importantes del escalafón actual, en la gran mayoría de las corridas. En cambio, cuando se torea como lo hicieron Luís Francisco Esplá y Juan Mora en Madrid este y el pasado año, público y aficionados salen de su modorra, se emocionan, se ponen de acuerdo rápidamente sobre lo que esta sucediendo en el ruedo y, ni cortos ni perezosos, bajan al ruedo al final de la corrida para tocar a sus héroes, para llevarse en hombros a los toreros y, seguramente, las emociones vividas habrán renovado su afición y su ilusión por la Fiesta de los Toros para unos cuantos años más. Ahí esta la diferencia.

martes, 2 de noviembre de 2010

MIKAELA CANTA: ¡EH! TORO, REY DE LA FIESTA ESPAÑOLA

Este pasodoble es un canto al auténtico protagonista de la Fiesta que lleva su nombre: El toro. Es la historia de una ganadera que ve crecer sus toros en el campo y que, con pena, asiste a su muerte en la plaza. El tema está firmado por C. Murillo y A. Segovia. Mikaela lo interpreta en los momentos álgidos de su carrera, en los primeros años sesenta, cuando tenía gran cartel en México, donde por esa época grabó numerosas películas y era una reconocida interprete de la canción española. Está incluido en un disco de larga duración, grabado en los Estados Unidos, con el acompañamiento de la prestigiosa “Orquesta Montilla”, dirigida por Manuel García Matos. En dicho LP, además de este, se incluyen otros temas de contenido taurino, lo que demuestra la afición de Mikaela por la Fiesta de los Toros, interés que se irá incrementado a lo largo de su carrera, sobre todo con el disco que grabó con poemas de Rafael Alberti, musicados por Antón García Abril, en el que se incluyen nada menos que cuatro temas taurinos. Uno de estos cuatro, “Chuflillas del Niño de la Palma”, fue objeto de una entrada anterior en este blog, y por ello, sobre este disco, publicado en 1970, y sobre la propia interprete, ya se escribió entonces. Si el lector está interesado en este asunto, lo remito a dicho lugar para aquí tomar otros derroteros.

Tras finalizar la temporada se ha producido, no sé si espoleados por la “situación catalana“, una contraofensiva de las “gentes del toro”, como se autodenominan los que comen de este pastel, para sentar las bases, dicen, de la tauromaquia del futuro. Está clara la situación de crisis por la que atraviesa de Fiesta, y no precisamente por la “situación catalana”, que se refleja de forma drástica en la escasa asistencia de público a los festejos en el resto de comunidades. Es para estar más que preocupados. Es para plantearse seriamente que es lo que ocurre y por qué ese desapego social hacia las corridas de toros que se produce en España, algo que cada día es más notorio. No ocurre lo mismo con los festejos populares que año tras año tienen más adeptos. Es para planteárselo, no está en crisis ni la cultura, ni las fiestas del toro en nuestro país, lo que está en una profunda crisis son las corridas de toros. Pero tampoco es este el camino por el que pensaba continuar, es demasiado serio el tema y tiempo habrá a lo largo del invierno para ocuparse de ello.

Para lo que quería aprovechar esta entrada es para hablar del protagonista de este pasodoble que, como dice su estribillo, es el “rey de la fiesta española”, del toro. Cada vez surgen más voces, incluso entre profesionales retirados, que ponen el dedo en la llaga, el toro actual no aporta la emoción que necesita la Fiesta para seguir viva. Curiosamente, en todos los conciliábulos de los profesionales - de los que mandan- que están proliferando estos días, el toro es el gran olvidado. Y si hablan, no lo manifiestan públicamente. Aunque yo creo que del toro, seguro que hablaran, y no poco… pero en privado y, visto lo visto, nos podemos imaginar de lo que hablan cuando los que mandan hablan del toro. Pongámonos a temblar.

Al único profesional que he oído hablar alto y claro sobre la situación del toro en la Fiesta actual ha sido Tomás Prieto de la Cal que -en un foro mucho más modesto que el Congreso celebrado en las Islas Azores, o las reuniones con los ministros, o la de los empresarios y los toreros, que es donde el toro tendría que haber sido defendido con ardor como el eje de la Fiesta que lleva su nombre y de la cual todos ellos viven- mantuvo con firmeza que, desgraciadamente, el toro ya no ocupa ese lugar de privilegio que nunca debería de haber perdido. Es la auténtica realidad y el primero de los problemas que le aquejan a la Fiesta, mucho más que el de la escasez de público, pues lo único que puede devolver a la gente a las plazas es el toro que ponga emoción en el ruedo. La gente ha cambiado, los ciudadanos de ahora no son como paisanos de antaño que acudían a las Ferias a trapichear y a los toros, pero lo que no ha cambiado, lo que sigue llevando a la gente a ver un espectáculo, lo que la mueve de su casa y de su butaca es la búsqueda de emociones fuertes, y el toro, por fortuna, si se presenta en las condiciones óptimas para la lidia, la trae a raudales, es más, es su mayor caudal.

Este pasodoble, en esta época en la que el toro es un actor secundario de su propia fiesta, quiere reivindicar al verdadero protagonista de la misma, el toro, y a los ganaderos que todavía los crían pensando en el honor de su profesión. Mikaela, acompañada por la "Orquesta Montilla", dirigida por don Manuel García Matos, en una interpretación magistral cargada de fuerza y temperamento, le canta al "rey de la fiesta española": El Toro.

¡Eh! Toro 
(C. Murillo - A. Segovia) 

Tus finas manos de ganaera 
al toro dio de comer, 
y se sentía casi torera 
al ver que llegó a crecer. 

En la dehesa los mayorales 
se entusiasmaban jalandole. 
Y era un ensueño pa los erales 
porque soñaba con su poder 

¡Toro!
¡Toro!
Toro bonito y bravío,
toro color de noche oscura,
estampa de bravura, 
ciclón de poderío. 
Tu vivirás en mis sentíos 
como un volar de banderolas. 
¡Toro!
¡Toro!
Rey de la fiesta española. 

Entre clarines se abrió el chiquero 
y el ruedo de alrededor. 
Y fue su toro pa aquel torero 
bandera de triunfador. 

Cubrió sus ojos con el pañuelo 
viendo el orgullo con que cobró. 
Y como un grito cayó del cielo 
el ¡ay! de angustia de su dolor.

¡Toro!
¡Toro!
Toro bonito y bravío. 
Toro color de noche oscura. 
Estampa de bravura, 
ciclón de poderío. 
Tu vivirás en mis sentío 
cuando la plaza ya este sola 
¡Toro!
¡Toro!
Rey de la fiesta española.