“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

lunes, 28 de enero de 2008

El Relicario

El nacimiento y estreno de esta canción, uno de los primeros y mayores éxitos, si no el que más, de las canciones taurinas, fue rocambolesco y curioso. La compusieron, en el año 1914, José Padilla, la música, y Armando Oliveros en compañía de José Castellví, la letra. Su génesis se debe a una curiosa apuesta.

Ese año había sido pródigo para el almeriense José Padilla, reconocido aficionado a los toros, pues había estrenado “La Violetera”, su mayor y más internacional. Estando en Barcelona, en compañía de los mencionados autores de la letra, amigos y aficionados igualmente, y soportando las bromas que recibía sobre el tiempo que invertía en componer un pasodoble, se le ocurrió retarlos a que si ellos le entregaban una letra en unas pocas horas, él le pondría la música adecuada a la mayor brevedad. Ganó la apuesta, la canción que surgió de este reto fue de la que se ocupa esta entrada, “El Relicario”.

Pero no acabo aquí su atribulado nacimiento. Una vez creada la composición había que estrenarla. Por aquella época existía la costumbre de que los autores de reconocido prestigio cedieran la exclusiva del estreno de sus obras a los interpretes que pagaran una cantidad estipulada, solía ser de quinientas pesetas, de las de entonces, unos tres euros de hoy en día. La cupletista que tuvo el honor de estrenar esta canción, después de pasar por taquilla, se llamaba Mary Foncela, la presento en el “Edén Concert” de Barcelona, pero no produjo ni frío ni calor. Días después, no tuvo reparos el maestro Padilla en ofrecerle el estreno a otra cupletista, por supuesto, tras satisfacer la cifra acordada, Carmen Flores, a la que ya conocía por haber sido quien estrenó “La Violetera”, pero tampoco caló en el respetable su interpretación de la extremeña. Aún tuvo lugar un tercer estreno, con la consiguiente retribución al autor, por parte de Blanquita Suárez, donostiarra de nacimiento, que había debutado con quince años en “Eldorado”, situado en la plaza de Cataluña de la Ciudad Condal, pero “El Relicario” seguía sin encontrar su intérprete.

Pero ocurrió una coincidencia, cosas de la vida, que significaría para esta canción su consagración definitiva. En el escenario del mencionado “Eldorado” barcelonés, una cantante lírica, Conchita Ulía, cantó “El Relicario”, aquella noche, entre los asistentes al espectáculo se encontraba Raquel Meller, le gustó la canción, pero no la interpretación, mostraba su disgusto y aducía que la pieza había sido cantada con demasiada frivolidad. Habló con el maestro Padilla e ideo una puesta en escena totalmente diferente. Vestida de negro, con traje de encaje, mantilla sobre los hombros y un ramo de claveles en el pecho, dramatizó la letra y enfatizo el momento del estribillo en que se produce la muerte del torero. Fue un éxito arrollador, grabó la canción y el disco fue récord de ventas en España y otros países, en la época del fonógrafo, no lo olvidemos. Tan sólo en Francia se vendieron más de cien mil copias.

Desde entonces, ha sido muy grande la repercusión de esta canción en todo el mundo, y muchas las versiones que se han hecho, a destacar, por su popularidad y dramatismo, la que interpreta Sara Montiel en la película “El último culpé”, en donde sale a escena con ropas similares a las utilizadas por la Meller en su creación primera.

Raquel Meller, cuyo nombre verdadero era Francisca Marqués López, era natural de Tarazona de Aragón, en donde había nacido el 9 de marzo de 1888. Hija de Telesforo Marqués, herrero de profesión y apodado “El Cojo de la Venta”, y de Isabel López. Acuciados por las estrecheces económicas, la familia emigró a Barcelona, ciudad en pleno crecimiento hacia finales del siglo XIX. Estuvo al cuidado de una tía monja, pero no gustándole el porvenir que se le presentaba si seguía los consejos de su tía, volvió con su familia, en donde ya eran siete hermanos, y se puso a trabajar de modistilla.

Trabajaba en un taller del centro de Barcelona y no paraba de cantar mientras realizaba su trabajo, por allí solía pasar una artista de varietés, Marta Oliver, que la había oído cantar, admiraba su belleza y sabia de sus penurias económicas. Le propuso debutar en el cabaret “La gran peña”, y eso ocurrió en 1907 con el nombre de “La Bella Raquel”. A partir de ese momento empezaba una carrera que la llevaría hasta la cúspide de su profesión, pronto cambio su nombre por el de Raquel Meller, cuando su notoriedad fue creciendo, de las varietés se pasó al cuplé, más decente y adecuado para todos los públicos, que en aquella época era el género de moda. Se presento en septiembre de 1911 en el “Arnau” y se convirtió en la cupletista más admirada del país. Su fama se fue acrecentando sin parar, incluso fuera de nuestras fronteras, en 1919 decidió marcharse a París, capital del mundo en esa época, y allí, en el “Teatro Olympia”, se consagró y comenzó su imparable éxito internacional que la llevó a ser considera la cantante más famosa de su tiempo.

El auge de este género musical se marchitó, y la estrella de nuestra cantante también, con el comienzo de la IIª Guerra Mundial, pero, porque además se haría interminable esta entrada, no vamos a entrar en el detalle de la vida y milagros de la, posiblemente, española más internacional de todos los tiempos, incluso el “Time” neoyorquino le dedicó una portada en 1926. Para eso ya existe el libro “Raquel Meller y su tiempo”, escrito por Javier Barreiro y editado en Zaragoza por el Gobierno de Aragón en 1992, o el disco-libro “Siete cupletistas de Aragón”, de donde he sacado parte de la información de este artículo, editado por “Prames”, en la que el mismo autor se ocupa de la parte literaria. Tan sólo, como somera orientación, anotar algunos de los hombres y mujeres, de todo tipo de clase y condición, la flor y nata de aquellos locos años veinte, con los que se codeaba, de tú a tú, la cupletista aragonesa: Carlos Gardel, Maurice Chevalier, Josephine Baker, Charles Chaplin, que la quiso fichar para el cine, el Príncipe de Gales, los reyes de Suecia, Benlliure, Galdós, los Álvarez Quintero, María Guerrero, Rodolfo Valentino, Manuel Machado, el conde de Romanones, Cecil B. de Mille, Sarah Bernhardt, Benavente, Huxley, Joaquín Sorolla se enamoró de ella y le hizo un retrato, tuvo palacios en París, viajó con vías ferroviarias libres, tres cocineros y cientos de baúles, visito personalmente al Papa Pío XI, le cocinó una paella a Alfonso XIII, decoraban su casa cuadros de Picasso, Rendir, Matisse, Toulouse-Lautrec, Carrère, Rodin, tuvo un piano que había sido de Mozart… Casi todo lo perdió con la IIª Guerra Mundial. Aún entonces, y ya con 52 años, contrajo matrimonio con el empresario del casino de Montecarlo, el judio-francés Edmond Sayac. No le duro mucho este matrimonio, pero le serviría, seguro, para salir de la bancarrota a la que le había llevado la Guerra.

Desde entonces, y ya en franco declive, participo en diferentes espectáculos de segunda fila, en galas benéficas o prestigiando con su nombre diferentes revistas, como la de “Melodías del Danubio”, de los vieneses Arthur Kaps, Franz Joham y Hertha Frankel, que tan populares llegaron a ser en nuestro país y en los primeros años de nuestra TVE. En esta revista que acabo de citar, se da la paradoja de que Raquel Meller tuvo la oportunidad de estrenar un pasodoble taurino que alcanzaría gran popularidad, años después, en la voz de otras cantantes, se trataba del conocido “Tengo miedo torero”, música original de Augusto Algueró, padre, y letra del austriaco Arthur Kaps. La última vez que actuó, ya muy mermada de facultades, en público fue en Barcelona, en el año 1961. Murió, aquejada de una afección cardíaca, en Barcelona el 26 de julio de 1962. Y ya vale…

El Relicario
José Padilla - Armando Oliveros - José Castellví

El día de San Eugenio
yendo hacia El Pardo lo conocí;
era el torero de más tronío
y el más castizo de ‘to’ Madrid.

Iba en calesa pidiendo guerra
y yo al mirarle me estremecí.

Él al notarlo saltó del coche
y muy garboso vino hacía mí,
tiró la capa con gesto altivo
y descubriéndose me dijo así:

Pisa morena, pisa con garbo,
que un relicario, que un relicario me voy hacer,
con el trocito de mi capote,
que haya pisado, que haya pisado tan lindo pie.

Un lunes abrileño
él toreaba y a verle fui,
nunca lo hiciera que aquella tarde,
de sentimientos creí morir.

Al dar un lance cayó en la arena,
se sintió herido miró hacia mí.

Y un relicario sacó del pecho
que yo enseguida reconocí,
cuando el torero caía inerte,
en su delirio decía así:

Pisa morena, pisa con garbo,
que un relicario, que un relicario me voy hacer,
con el trocito de mi capote,
que haya pisado, que haya pisado tan lindo pie.



Para completar la entrada y enriquecer la escucha, también incluyo el vídeo de la versión que Sara Montiel hizo de "El Relicario" en la película "El último culpé".


domingo, 27 de enero de 2008

El arte del toreo

“… Decíamos anteriormente que quizá lo bueno sería ver las suertes de la fiesta en un aspecto exclusivamente visual; pero esto no es suficiente, porque tenemos delante de nosotros a un animal al que hay que someter y reducir, y, por tanto, es necesario ir a una fórmula, no sólo de estética personal del artista, sino también de estética con relación a la eficacia sobre el animal. Porque no hay que olvidar que no se trata de un ballet, en que, conseguida la estética visual, está logrado todo, sino que el toreo tiene un fin determinado, y una estética visual, en su caso, si no lleva consigo la eficacia que produce hacer el arte, será negativa, aun cuando cuente con el aplauso de muchos de los espectadores”.

“Ustedes, aficionados, a poco que recuerden, habrán visto muchas veces en las corridas de toros faenas de veinte, treinta, cuarenta pases y el toro cada vez está más entero… ¿Cómo es posible que con esa cantidad de pases que fueron aparentemente bellos para gran parte del público, el toro no se haya sometido? La respuesta es muy sencilla: Lo que ha ocurrido es que el torero ha estado dando pases, y dar pases no es lo mismo que torear...”


“En los años cuarenta y tantos, un crítico de toros, buen aficionado y amigo, me dijo:
“Esta tarde toreas en Madrid, y ya sabes cómo está el toreo moderno; no le eches a los toros el capote y la muleta delante; porte al perfil, dale medio pase, y verás qué fácil te es el éxito”. Yo le conteste: “Creo que están equivocados todos lo que tal piensan. Las normas clásicas son eternas; la fiesta en sí es más fuerte que todos los toreros juntos; el que se salga de ellas estará a merced de los toros, y estando a merced de ellos, a la larga se apoderarán de él. Me comentó: “Querido, eso lo sabemos cuatro”. Le contesté: A mí me basta con saberlo yo, y el tiempo me dará la razón”.

Nota: Fragmentos de la Conferencia “El arte del toreo”, dada en el “Ateneo de Madrid”, 29 de marzo de 1950, por Domingo Ortega.

viernes, 25 de enero de 2008

Los trastos de torear

Conocí a Pepito a finales de la década de los ochenta, cuando tendría tres o cuatro años de edad, venía acompañando a su madre, que se llevaba faena para hacerla en casa, a la fábrica en la que yo trabajaba. Me cayó bien y, poco a poco, me fui haciendo amigo suyo. Un día le pregunté lo que le gustaría ser de mayor, sin dudarlo me contestó que seria “torero”.

Se me ocurrió hacerle un regalo y éste consistió en un par de banderillas, de unas medidas acordes con su estatura, eso sí, los colores eran muy “patrióticos”, unos clavos doblados en un extremo servían para que el que hiciera de toro las llevara colgadas en el jersey. A la madre de Pepito mi regalo le costó algún jersey roto y me dijo que no le regalara más banderillas.

También le hice, de una pieza de tela roja que había en el almacén de la fábrica, una muleta, el día que se la di, con estaquillador y estoque incluido, Pepito se fue a casa más contento que una castañuelas. En su casa practicó el volapié con sillas y sofás, pinchando y agujereando todo hasta que su madre le quitó los “trastos” de su alcance. Cada vez que esto ocurría, como había muchos metros de tela roja en el almacén, yo le volvía a preparar otra muleta, sucedió varias veces.

Un día -según me contó Pilar, su madre- después de presenciar la retransmisión de una corrida en televisión en la que vio como el “maestro” de turno paseaba por el ruedo los máximos trofeos, decidió no esperar más para desorejar a sus “oponentes”. Aprovechando un despiste de ésta, cogió unas tijeras y salió al pasillo, al rato volvió al cuarto de estar e inicio una vuelta triunfal, al igual que el torero que había visto en la televisión, llevaba dos orejas en una mano y, en la otra, el rabo… Eran de un zorro disecado que tenían de adorno en casa.

Pasaron unos cuantos años, era una tarde de octubre del año noventa y dos, fiestas mayores en el pueblo, iba a “torearse” un toro en la plaza, pero yo preferí bajar al bar de Manolo para ver una corrida que ofrecían por televisión de la feria del Pilar, un chaval apodado “El Tato” iba a tomar la alternativa. Pasados unos minutos hubo un revuelo en el bar, arriba, en la plaza, el toro había corneado a Jesús de gravedad en el pecho. Pepito estaba muy cerca y vio el pecho abierto por donde salía mucha sangre.

Su madre me dijo, días después, que Pepito había llegado muy asustado a casa. A mi se me había olvidado decirle al chaval que en el mundo de los toros los percances y la sangre son de verdad.

Pasadas unas semanas Pilar me contó que su hijo ya ni se acordaba de donde estaban los “trastos de torear”. A los pocos meses, cuando volví a ver a Pepito, estaba jugando al balón.

miércoles, 23 de enero de 2008

Envidia, tengo envidia...

A veces tengo envidia, sana envidia, de Francia en lo referente a la Fiesta de los Toros. Sobre todo tengo envidia de los aficionados franceses, por su compromiso, por su dedicación, por su defensa, por su exigencia, por su “entendimiento” de esta Fiesta tan nuestra.

En Francia son los aficionados los que sustentan, los que organizan, los que mantienen viva la Fiesta. Asisten a las corridas dispuestos a comprender los diferentes estados de la lidia, exigiendo de los profesionales la autenticidad de las suertes, y aplaudiendo o censurando, con criterios de "entendidos", la realización de las mismas. De entre todas las que componen la corrida es de destacar la atención que prestan, la importancia que le dan, al desarrollo de la suerte de varas, eje de la lidia, en donde se comprueba la bravura del toro, que no debemos olvidar, y en Francia no lo olvidan, es el protagonista principal de este espectáculo.

En Francia, a diferencia de España en donde la mayoría de los festejos, salvo contadísimas excepciones, viven de la subvención administrativa, el derecho a organizar festejos taurinos se gana o se pierde dependiendo de la continuidad en el tiempo de dichos eventos, por eso mismo se cuidan de que la Fiesta se desarrolle con integridad y, como en el caso del reciente positivo por afeitado de varios toros de Juan Pedro Domecq en la feria de Nimes del pasado año, se sanciona a los que defraudan y se les castiga con el destierro de sus plazas por un tiempo.

En Francia, a diferencia de España en donde la Fiesta esta reglamentada desde las administración, o administraciones, como ocurre ahora, no existe reglamento, son los aficionados los que, de acuerdo con lo que presencian en el ruedo, sancionan, premian o castigan. Es la fuerza de la afición la que mantiene en regla el cumplimiento de los principios fundamentales de la lidia.

En Francia, al contrario de los que sucede en nuestro país, en donde muchos buenos aficionados han dejado de asistir a las corridas aburridos por el deterioro del espectáculo, la afición va en aumento, crece, se consolida y, como consecuencia de esto, la afluencia a los festejos cada vez es mayor y las programaciones son cada vez más serias y abundantes.

En Francia se escriben libros, se editan revistas, se crean espacios en Internet, se rodean los festejos de espectáculos culturales relacionados con los toros, incluso recientemente, -¡cuanto hace que esto no ocurre en España!, y de aquí viene esta reflexión- se ha estrenado una película protagonizada por Salvador Castella, su torero estrella en estos momentos, que se exhibirá en nuestro país dentro de algunos meses.

Quizás dentro de no mucho tiempo, dado el camino que llevamos en nuestra querida “piel de toro”, la referencia de la Fiesta sea Francia. Se lo habrán ganado a pulso, porque siempre se ha dicho que la Fiesta de los Toros es, en cada sitio, lo que quieren que sea los aficionados, en España, arrinconados por el público de feria y vilipendiados por los taurinos y sus voceros, somos una especie en extinción, sin embargo, en Francia están en auge, en periodo de crecimiento.

Por eso, como dice el bolero que me ha estado dando vueltas por la cabeza, como si de una banda sonora se tratase, mientras escribía esta entrada: “envidia, tengo envidia…”

viernes, 18 de enero de 2008

El toro 'a modo'

Cada día los taurinos se esmeran más en la definición de sus deseos, la frase que da título a esta entrada salió de los labios de un torero, Pepe Luís Vázquez Silva, dispuesto a volver a los ruedos esta temporada, y no es que tenga nada contra este torero, lo considero mucho más honrado y sincero que otros, máximas figuras, que llevan muchos años imponiendo un tipo de toro ‘a modo’ que se adecue, dicen, a las características de su toreo.

Para un aficionado esto es el mundo al revés, en vez de utilizar los fundamentos de la lidia para domeñar las dificultades que cada toro oponga durante su estancia en el ruedo, y a partir de ahí tratar de ejecutar el toreo de acuerdo con su estilo, que esa y no otra es la grandeza de esta Fiesta, se exige justamente lo contrario, que el toro sea un colaborador que facilite la labor del diestro para su lucimiento sin que ofrezca ningún peligro.

En ese intento llevan muchos años los taurinos y durante todo este tiempo han venido realizando todo tipo de fraudes, con el tiempo y los avances de la genética, si no se pone freno a este sin sentido, no dudo en que tarde o temprano lo conseguirán y eso será el final irremediable de esta Fiesta, porque con un toro dócil y domesticado que atienda solícito a los requerimientos de los artistas del toreo la emoción desaparecerá y solo quedará el ballet como argumento.

Pero en esta ocasión no voy a entrar a detallar ni los fraudes ni las corruptelas habituales de los taurinos porque no es este el objeto de esta entrada, ni tampoco quiero extenderme más en la noticia porque es otra la intención que me guía. Abundantes artículos en otros espacios de la red se han ocupado, se ocupan y se ocuparan de ello, porque los que amamos esta Fiesta sabemos que sin toro nada tiene importancia y, mientras tengamos un hilo de esperanza, vamos a seguir en esta lucha.

Lo que quiero es ilustrar cinematográficamente este asunto del toro ‘a modo’ y para ello recoger unas secuencias de la película Calabuch, filmada por Luís García Berlanga en 1956. En esta extraordinaria película José Luís Ozores interpreta a un estrafalario torero que recorre los pueblos con su camión y su toro, Bocanegra, metido en un cajón. La escena se produce en la playa de Peñíscola, con el castillo del Papa Luna al fondo, en donde se ha montado una plaza de carros y barcas.

Esta parodia grabada hace más de cincuenta años profetiza y refleja, en clave de humor negro, lo que ocurre en la actualidad. Son noticias habituales del invierno taurino las excursiones de los figuras, sus veedores y poderdantes a las ganaderías elegidas para seleccionar los toros ‘a modo’ a los que se enfrentaran en las corridas en las que tomarán parte, no se llevan literalmente el toro debajo del brazo, como ocurre en la película con Bocanegra, porque una parodia es una extrapolación burlesca y exagerada de la realidad pero, al fin y al cabo, viene a ser lo mismo.

       

martes, 15 de enero de 2008

Las escuelas taurinas

- Feliz año, don Pepe.
- Feliz año, don José.
- ¿Cómo hemos pasado las fiestas?

- Hemos sobrevivido…
- ¿Qué me dice usted? ¿Acaso no le gustan las fiestas navideñas?

- No es que no me gusten, es que son excesivas…
- Tampoco es para tanto, don Pepe, son unos días familiares, entrañables, de celebraciones, encuentros y recogimiento…

- No se enrolle, don José, que ya se a donde quiere ir a parar… ¡Y no se engañe usted! Estas fiestas navideñas, que tan entrañables le parecen, se han convertido en un mercado persa y todo se mide por los índices de consumo.
- Pues si que viene usted fuerte este año, don Pepe…

- ¡Es la verdad!
- Bueno, bueno… vayamos a lo nuestro. Aprovechando una de esas celebraciones navideñas que a usted tan poco le gustan…

- Pues usted también viene dando, don José… yo no he dicho eso…
- Vale, vale, don Pepe… dejémonos de fiestas y vayamos a lo nuestro. Como le decía, en una de esas celebraciones navideñas mi nieto me busco una noticia que publicaban en la página web de “La Cabaña Brava”, hablaba de las primeras gestiones para la creación de una Escuela Taurina en Aragón y, créame usted, me pareció una información muy interesante, ya era hora de plantearse este tema en serio de una vez.

- Si enseñan bien el oficio.
- Se supone ¿no?... Los profesores tendrán que ser profesionales de reconocido prestigio.

- ¿Y?... Porque eso no garantiza nada, depende de lo que enseñen.
- ¡Es usted la monda! Siempre desconfiando de todo… En algún sitio tendrán que aprender el oficio los chavales. Ahora ya no es como antes que los aspirantes a toreros se curtían en las capeas, los tiempos han cambiado y hay que adaptarse a los tiempos.

- Yo no le digo que no, pero en las escuelas taurinas tienen que enseñar a lidiar, que no es otra cosa que aprender los recursos para solventar los problemas que plantea cada toro en el ruedo, porque cada toro plantea una ecuación diferente y necesita una lidia adecuada a sus condiciones, y aún le digo más, los toros cambian a lo largo de su estancia en el ruedo y hay que saber leer esos cambios de comportamiento para ajustarse a ellos y darles solución.
- ¡Pero si hoy se torea mejor que nunca, don Pepe!

- Pero solo a una misma clase de toro, el pastueño, el bobalicón, el colaborador, el artista, el carretón…
- ¡Ya estamos con el toro!… Parece usted un disco rayado.

- No debe olvidarse usted que el toro es la materia prima de esta fiesta, por eso mismo lleva su nombre, Fiesta de los Toros.
- Pero hay toros que no se pueden torear, que son alimañas…

- Y para eso se creo la ciencia de la lidia, eso es lo primero que deben aprender en las escuelas los aspirantes a toreros, luego ya vendrá lo de ponerse bonito y realizar las suertes con majeza.
- Pero don Pepe, la labor de las escuelas…

- Debe ser enseñar a torear toda clase de toros y hoy en día vemos, tarde tras tarde, que en el momento que un toro crea un mínimo de dificultades, que no se ajusta al guión, los matadores pierden los papeles y no saben lo que hacer. ¿Y sabe usted porque pasa eso, don José? Porque no tienen recursos, porque no han aprendido, o no les han enseñado, bien el oficio. Me viene a la memoria una escena de la serie "Juncal" que resume en una frase todo cuanto le digo, el momento en el que el maestro, entrenando a su hijo Manolo para la alternativa en la Maestranza sevillana, le grita impaciente a su amigo el limpiabotas, que le hace un toro pastueño al aspirante a matador: “¡El pregonao, Búfalo, el pregonao! ¡Búscale los tobillos como si estuvieras toreao!”.

sábado, 12 de enero de 2008

ENTRADA 100: Decálogo del buen aficionado

La Entrada 100 bien se merece un detalle, un pequeño ornamento, un mínimo comentario. Es como llegar a una meta, alcanzar un punto que al principio, cuando abres esta ventana cibernética, ves a lo lejos, remoto, difuso en el horizonte. La Entrada 100 es una estancia a la que se llega paso a paso, día a día, palabra tras palabra, entrada tras entrada... y en la que no puedes permanecer detenido por mucho tiempo, simplemente, lo justo para mirar atrás y ver lo lejana que queda aquella primera Entrada 001 en la que exponías, tímidamente, allá por mayo de 2007, las razones que te guiaban para crear este Blog, los impulsos que te empujaban para lanzarte a este ruedo desconocido... pero el viaje debe continuar, porque lo importante de esta aventura, lo que realmente merece la pena, es precisamente eso... el viaje.

Esta cota en la que se encuentra la Entrada 100 es, a la vez, el comienzo de una nueva etapa, un nuevo tramo que no sabemos por que sendas discurrirá, es un camino es desconocido que iremos descubriendo poco a poco y, como los toreros buenos que deben de estar estudiando el comportamiento del toro desde que sale al ruedo hasta el momento en que deben darle muerte, debemos estudiar el terreno, andar con tiento, saber hacia donde avanzamos y mantener el compromiso de un aficionado comprometido con su afición.

En esta Entrada 100, reafirmando ese compromiso del que hablo en el párrafo anterior, y la senda por la que voy a seguir transitando hacia ese punto remoto, quizás inalcanzable, en el que se encuentra la Entrada 200, le cedo la palabra a R. Abarquero Durango para que, más de cincuenta años después de su publicación, nos exponga su "Decálogo del buen aficionado", tan actual hoy como entonces, del que deberíamos tomar muy buena nota:



DECÁLOGO DEL BUEN AFICIONADO

Por bien de
la Fiesta Nacional y de sus destinos históricos no olvides que:


1.
El Toro de lidia es un ejemplar único en la escala zoológica que vive en el suelo español, y es el principal intérprete de la Fiesta Nacional.

2.
El Torero, es un ciudadano español (salvo excepciones) que, con su inteligencia, su destreza y su arrojo ha creado la Tauromaquia, orgullo de nuestra patria.

3.
La Tauromaquia se compone de las suertes siguientes: capa, puya, banderillas, muleta y estoque. Por lo cual no debes consentir saboteos ni mutilaciones.


4.
El respetable Público es el que debe mandar en la fiesta, administrando su afición, su dinero y su tiempo, como si fuera un torero de categoría especial, para su buena conservación.


5.
No se podrá hablar de Fiesta de
Toros mientras no haya toro íntegro, torero valiente y que sepa el oficio y público que, como Arbitro, lleve su control con arreglo a los usos y costumbres de bien lidiar, para defenderla de sus enemigos.

6.
Has de exigir el toro íntegro y la formación del torero; pero sin obligarle al suicidio estéril.


7.
No
has de hacer estrellas luminosas que se apaguen pronto ni aplaudir demasiado a los principiantes, porque luego te cobran la luz y las palmas con intereses acumulados.

8.
No has de consentir mojigangas en serio.


9.
Al acercarte a la taquilla (que trabajo y dinero te costará), ten en cuenta que lo que aquí pagas es fruto de tu trabajo, y muchas veces ha sido ganado con más riesgo que se gana el dinero en el ruedo.


10.
No te has de dejar convencer, deslumbrar por la propaganda ni la pagues, porque no entra en el programa y mucho menos cuando no coincida con los hechos.


Resumiendo:
Todo aficionado debe aspirar a ser el número UNO de la categoría especial en la afición; de otra manera no se puede defender la Fiesta, el tiempo y el dinero.

miércoles, 9 de enero de 2008

Comportamiento del toro en el caballo

Según el profesor Antonio Purroy Unanua: “Un toro bravo debe acudir rápidamente una vez que le cita el picador, debe embestir humillando y empujar mientras sienta el hierro en los costillares. Se debe picar en la parte final del morrillo, que es una almohadilla de músculo y grasa de unos 30-40 cm de profundidad. Si embiste con la cara arriba, si cabecea y hace sonar el estribo, si quiere quitarse la puya, si no empuja, si se acuesta y se repucha estaremos ante un animal potencialmente manso.

Es necesario volver a ponerlo en suerte ya que a partir de la segunda vara
(¡con un solo puyazo no se puede ver la bravura de un toro!) se puede empezar a catalogar con fundamento un animal, pues sabe con qué se va a encontrar en cada encuentro con el caballo. Si aun con todo acude con prontitud y galopando, empuja con fuerza, humilla y le cuesta salir del embroque, el toro puede considerarse como bravo. Si repite un tercer encuentro con las mismas características que el anterior, es decir, galopando y con ansias de embestir, creciéndose incluso, entonces se puede considerar como muy bravo, aspecto que lamentablemente no es muy común hoy en día.

Por tanto, el toro en la suerte de varas debe mantener la fijeza y la prontitud
en las embestidas, aunque se le siga llamando en contra de la querencia natural de la puerta de chiqueros. Cada vez acudirá desde una distancia más larga, al galope, (¡qué gran belleza supone!), no se saldrá suelto o huido de la suerte y mantendrá la boca cerrada mientras dure la pelea, sin mugir ni escarbar antes de arrancarse al caballo, ni cocear durante el castigo. Sobre todo, no hay que dejarse engañar por esos toros broncos y violentos, que arrollan más que embisten, que hacen cosas de mansos con la apariencia de bravos.

Si el toro se resiste a acudir al encuentro habrá que ir acercando el caballo hacia la querencia de salida para acabar picándolo incluso con el caballo de reserva, el que se encuentra en la puerta de chiqueros.”


Extracto del capitulo del mismo título incluido en el libro “Comportamiento del toro de lidia -en el campo, en el ruedo-” del profesor Antonio Purroy Unanua, Ingeniero Agrónomo y Catedrático de Producción Animal de la Universidad Pública de Navarra. Interesante libro, que no dudo en recomendar a todos los que estén interesados en el tema, y al que estaremos abocados a referirnos en el futuro en este o en cualquiera de los otros temas que aborda.


Pero no era objeto de esta entrada hablar de este libro, en un principio lo que pretendía, preocupado por la situación que atraviesa el tercio de picar en la actualidad,
era mostrar la interesante, y autorizada, opinión del profesor Purroy sobre como debería ser el comportamiento del toro en el caballo en un tercio tan deteriorado, y tan decisivo, como es el de la suerte de varas. Decir, puesto que el libro ha impuesto irremediablemente su presencia, que está editado por la Universidad Pública de Navarra en el año 2003. Profusamente ilustrado en páginas interiores por los dibujos, como el que se incluye arriba, de don José María de Andrés que van reflejando las diferentes etapas de la vida del toro que, desde su nacimiento en el campo hasta su muerte en el ruedo, nos describe y explica el autor.

Y ya que el final de esta entrada gira, sin remedio, sobre el libro, no me resisto a desaprovechar la oportunidad de mostrarles la maravillosa portada, quizás la que más me gusta de cuantas conozco en libros de toros, que le da cobertura. El autor de esta ilustración, junto con la que cierra el libro en la contraportada, es don Ignacio Cía.

miércoles, 2 de enero de 2008

El tercio de varas es el eje de la lidia

Sostiene Joaquín Vidal, en el primer párrafo del capítulo VII de su libro "El toreo es grandeza", que "el tercio de varas es el eje de la lidia" y, a continuación, da las razones que le llevan a mantener esta afirmación, con las cuales estoy plenamente de acuerdo, y denuncia la forma en que la "acorazada de picar" -como llamaba al conjunto de caballo y caballero en muchas de sus crónicas- realiza esta suerte que, en vez de ahormar el toro para su correcta lidia, lo destroza, lo inutiliza, lo lesiona, lo deja… para el arrastre.

¿Cuántas veces vemos toros que de salida parecen boyantes y al salir del primer encuentro brutal con el caballo se derrumban como si fueran de mantequilla? ¿Son inválidos desde que salen de los chiqueros o esa invalidez se produce después del primer puyazo asesino que le administra el picador de turno? ¿Y quién es el responsable de esa actuación? ¿El propio picador, por su incapacidad para realizar su trabajo correctamente o el matador, que le pide que lo haga de esa forma tan destructiva?

Lo cierto es que un toro que después de la primera vara sale lisiado ya no tiene arreglo, ya es una piltrafa para el resto de la lidia, no es lo mismo que un par de banderillas trasero, delantero o caído, que puede molestar para la lidia pero no lesiona de forma tan determinante. Una vara mal puesta, barrenando, metiendo las cuerdas una y otra vez, interminable, arruina el toro, lo inutiliza para la lidia, pero eso parece no importarle al matador, es más, por la actitud que mantiene en el ruedo ante tan brutal castigo, podemos deducir que es eso lo que le pide a su picador.

Este es uno de los grandes problemas, si no el que más, que tiene la Fiesta en la actualidad. Pero no sólo es un problema para los aficionados que exigimos integridad en los toros y autenticidad en la ejecución de las suertes. Es también un problema para los espectadores ocasionales que se aburren porque el toro, inutilizado después de su encuentro de los montados, no da juego para el lucimiento de los matadores. Es también un problema, y gordo, para los ganaderos que no pueden calibrar la bravura de sus toros al extenderse la practica del monopuyazo asesino, tras el cual no queda más remedio que cambiar el tercio o, si como se exige en las plazas de primera una segunda vara, hacen de esta segunda entrada un simulacro y, además, el toro llega a la muleta parado y defendiéndose imposibilitando la faena que, por desgracia, es lo que en la actualidad más se valora. Para los empresarios también es un problema considerable porque, después de ese tercio destructor, la lidia se ralentiza y se hace plomiza, los aficionados protestan y los espectadores se aburren, y no deben ni pueden obviar que eso es lo peor que les puede ocurrir para el mantenimiento de la clientela que sostiene su negocio, además, si un toro es devuelto a los corrales y sustituido por otro el coste de la corrida aumenta. Y para la autoridad, igualmente, es un serio problema, pues se ven abocados a tomar decisiones que, de realizarse la suerte de varas correctamente, no tendrían que tomar y el festejo se desarrollaría de una forma muy distinta y más ágil.

¿A quién beneficia, pues, este abuso en que se ha convertido esta suerte fundamental? A los toreros, más concretamente a los que mandan en el escalafón, a los figuras, a sus cuadrillas y a sus representantes que, desgraciadamente, en la actualidad son los que mandan, los que imponen, los que exigen y los que tienen la capacidad para boicotear cualquier iniciativa que se tome desde la administración o desde otros estamentos taurinos para corregir el rumbo que ha tomado la Fiesta de los Toros.

La ausencia cada vez mayor de aficionados, que se han ido alejando de las plazas hastiados de tanta mentira; la ignorancia de los espectadores de feria que acuden, más que a una corrida de toros, a un acto social; y el asentimiento de empresarios, ganaderos y autoridades a las exigencias de los mandones del escalafón están consiguiendo la implantación de una nueva tauromaquia, o lo que sea, que nos está conduciendo hacía una Fiesta descafeinada que lleva en su propia evolución el germen de su destrucción.

Si no se corrige la forma en que se realiza la suerte de varas actualmente, si se sigue con esa práctica aberrante del monopuyazo asesino, si los figuras siguen imponiendo sus criterios en contra de lo que los fundamentos de la lidia aconsejan, estamos abocados al desastre. ¿Por qué no toman cartas en el asunto ganaderos, empresarios y autoridades en vez de tirar piedras contra su propio tejado? ¿De qué nos sirve a los aficionados exigir toros íntegros si son masacrados impunemente en su primer encuentro con la inexpugnable "acorazada de picar"?