“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

domingo, 28 de febrero de 2010

LUÍS FRANCISCO ESPLÁ, EL TORERO

El torero Luís Francisco Esplá ha sido condecorado con una de las Medallas de Oro de las Bellas Artes del pasado año 2009. El torero alicantino, que está en proceso de retirada de la profesión en la que lleva en activo desde el año 1974, cuando debutó como novillero en la ya desaparecida plaza de toros de Santa Cruz de Tenerife, y que se supone que cerrará de forma definitiva con el doctorado como matador de toros de su primogénito Alejandro, bien se merece esta condecoración por todo lo aportado a lo largo de su dilatada carrera al arte de lidiar toros bravos.

Es de destacar que las Medallas que se han concedido hasta el momento han recaído en su totalidad en los que podríamos denominar como “toreros artistas” (dejando a un lado la que en 2008 se le regaló a Rivera Ordóñez y que provocó, además de una gran polémica entre los aficionados, la devolución del galardón por parte de Paco Camino y José Tomás, dos de los anteriormente premiados) y Luís Francisco Esplá nunca ha sido catalogado como tal ni por la crítica, ni por gran parte de los aficionados. Se le reconocían conocimiento de los fundamentos de la lidia, clasicismo en las formas, conocimiento de los terrenos, capacidad para entender a sus toros, variedad y gusto en la interpretación de las suertes, recursos sobrados para andar desahogado ante todo tipo de encastes, un portentoso tercio de banderillas que levantaba a la gente de sus asientos o la reinterpretación de viejas suertes en desuso. Nunca su capacidad artística, ese “ángel” que han tenido otros toreros y que, en condiciones favorables, eran capaces de destapar “el tarro de las esencias”. Por eso esta Medalla concedida al torero alicantino es diferente de las otras, con ella se premia el dominio y el conocimiento, en otras palabras, se condecora el arte de lidiar toros.

En esta época por la que atraviesa la Fiesta, repleta de consumados “pegapases” a unos animalejos parecidos en la forma a los toros de lidia pero que en el contenido nada tienen que ver con ellos, que no tienen ni idea de lo que es “el arte de la lidia” porque no necesitan saber sus reglas para andar con estos sucedáneos de toros que imponen en sus actuaciones, donde de nada valen los méritos conseguidos en el ruedo y ante el toro, que nos está llevando aun espectáculo monótono, previsible, aburrido y carente de emoción que, no lo olvidemos, es el principal fundamento de la Fiesta de los Toros, la Medalla concedida a Luís Francisco Esplá tiene doble valor. Porque, además, los méritos acumulados han sido cosechados ante toros con toda la barba, los que no querían ver ninguna de las figuras que a lo largo de los años han compartido escalafón, que no corridas, con el diestro alicantino. Lo que para unos, muy de vez en cuando, era una gesta para Esplá era lo cotidiano. Esto le hizo ganarse el favor de los aficionados poco a poco, a fuego lento, pero al final de su carrera ha obtenido el reconocimiento de todos.

Quizás el éxito más rotundo y bonito de su carrera, que no el único, tuvo lugar el pasado año en su plaza de Madrid, el 5 de junio de 2009. En su actuación ante el toro “Beato” -un señor toro- consiguió volver locos y poner de acuerdo a los más de 24.000 espectadores que abarrotaban la Plaza de “Las Ventas”. Al finalizar la corrida ocurrió algo que no es habitual en estos tiempos que corren, los aficionados se arrojaron al ruedo y pasearon y sacaron sobre sus hombros a Luís Francisco por la Puerta Grande. ¿Qué había pasado? ¿A qué venía esa locura colectiva? Pues que habían visto “torear” de verdad a un toro “de verdad”. Una vez más había producido el milagro del “arte del toreo”, eso tan escaso y difícil de que se produzca hoy en día porque, ni salen toros por los chiqueros, ni los “pegapases” que copan los carteles saben torear y mucho menos lidiar. Muchos de los que ese día se volvieron locos en “Las Ventas” nunca habían visto una cosa así, y los aficionados que todavía quedan en la plaza madrileña ni se acordaban de otra como esa. Eso explica esa reacción enfervorizada del público. Hubo un toro y un torero que lo toreó y, dejándose de detalles y exquisiteces, esa es la auténtica fuerza de la Fiesta de los Toros y por ahí debería seguir su curso si quiere recuperar su esplendor. Fue la última gran lección del maestro alicantino.

Pero antes de terminar esta entrada, y para escarnio de los “plumillas” del taurineo, quiero hacer referencia a lo que cuenta Carlos Abella en el apartado referido a Esplá, en su libro “De Manolete a José Tomás”, en cuanto a las reticencias de los jóvenes críticos y revisteros taurinos con el diestro alicantino al que reprochaban que “todo lo hace bien menos torear”. Sobre esta opinión que, en un principio, el propio autor catalán dice compartir, escribe: “Creo que detrás de tan negativo juicio, late el hecho de que Joaquín Vidal, el desaparecido crítico de El País, hiciera de él el torero que por excelencia encarnaba la torería y la maestría”. Sin comentario.

Para complementar este artículo, copio íntegramente una crónica de Joaquín Vidal, la que apareció en “El País” el 1 de junio de 1984, referida a la corrida del día anterior en la que toreó Luís Francisco Esplá junto a “El Niño de la Capea” y José Cubero “Yiyo” ante toros de Dionisio Rodríguez. Al final de la misma enlazo un vídeo cargado por “LcbTV” en su canal de “DailyMotion” con la faena al último toro de esta corrida, un sobrero de nombre “Tabacoso”, en donde el diestro alicantino perdió los trofeos por el mal uso de la espada, aunque dio un triunfal vuelta al ruedo.

El torero
Joaquín Vidal

"Saber estar en el ruedo, lidiar; este es Luís Francisco Esplá, este es el torero. El momento torerista es de penuria, pero aquí hay un alicantino de escuela, vocacional y valiente, que invita a renacer la propia mística de la torería. Suya fue la tarde. Con él estoconazo del Niño de la Capea -que resultó cogido-, cuanto hizo ayer Esplá alcanzó el protagonismo de la corrida. Tuvo tres toros completamente distintos entre sí, ninguno fácil, y a los tres dio lidias distintas, lidias de maestro, adecuadas a las características de las reses. La faena que instrumentó a su primero tuvo un mérito enorme. Faena de análisis y estudio, para aficionados, en la que el torero pisaba terrenos comprometidos, con el fin de dar la exacta distancia que requería el toro reservón; consentía, aguantaba la embestida áspera, obligaba, se ceñía en la suerte, mandaba.

Ya dominado el toro, reposó su toreo, instrumentó una serie de ayudados por alto y, en ligazón, el afarolado y el pase de pecho. Así quiere la tauromaquia pura que sea una faena clásica, de torero enterado y valiente: exponer, hacerse con el toro, adornarse. Para aquellos espectadores que tienen por iguales todos los toros, debió ser una más. La afición, en cambio, sabía que había sido una labor importante, la cual muy pocos diestros serían capaces de repetir.

El cuarto era un torazo alto de agujas, largo y muy serio, pero principalmente era bronco, de los que desarrollan sentido. No cabía más que aliñar, y es lo que intentó Esplá. Pero este muleteo de recurso también tenía peligro. Doblaba por bajo el torero y cuando iba a tomar su terreno para el siguiente ayudado, ya lo ocupaba el toro, que lo defendía engallado, en alto y desafiantes las astas. Fue un trasteo de poder a poder, complicado, pues siempre es complicado y conlleva muchos riesgos pretender el dominio sobre un toro que desparrama la vista, es tan ágil de cuello como siniestro de intenciones y derrota al bulto. Cuando consiguió cuadrarlo, lo mató con habilidad.

El sobrero, lidiado en sexto lugar, resultó ser un pavo impresionante, cuajado y hondo, cornalón aparatoso y astifino, de llamativa capa cárdena. El respeto que imponía el toro dio mayor mérito a la actuación del torero, que fue completísima y brillante en todos los tercios. El de banderillas encendió el entusiasmo del público, pues Esplá lo hizo espectacular y emocionante. Y aún prendió un cuarto par de propina, arriesgadísimo, por los terrenos de dentro. Sombreros y flores caían a su alrededor, mientras correspondía a la ovación clamorosa del público puesto en pie.

La faena se presumía de apoteosis cuando Esplá brindaba al público, pero nadie había contado con la casta del cárdeno apabullante, que estaba crecido. El animal punteaba en los muletazos iniciales, no se entregaba, y el torero hubo de consentir otra vez, hasta que logró centrar la embestida, y entonces la embarcó por ambas manos, con naturalidad y temple. Los pases de pecho, exquisitamente ligados, aún mejoraban la calidad de su toreo, e incrustó un precioso molinete girando entre las astas. Citó a recibir. La ejecución de la suerte, con técnica precisa y arrebatadora decisión, puso al público de nuevo en pie, aunque la espada quedó baja. El desacierto con el descabello le privó de la oreja, que ten ía ganada. Pero poco importan orejas. Esplá revalorizó ayer su cartel en Madrid, donde la afición sabe que es torero; el torero.

Hubo en la tarde dos toros de extraordinaria boyantía, que fueron primero y tercero. Al primero, le hizo el Niño de la Capea su faena acostumbrada, bullidora, desigual, a trompicones, valiente y honesta. Se volcó en el volapié y salió enganchado malamente por la pechera. La estocada valió la oreja y luego se retiró a la enfermería.

Al tercero le hizo Yiyo una faena muy ligada y ahí estuvo su mayor mérito. Naturales y derechazos, en ajustadas series de tres, cargando la suerte y abrochados con los de pecho, se sucedían bien interpretados, dentro de un trasteo uniforme y correctamente concebido. Con la espada deslució Yiyo su labor. El quinto era un inválido y le dio pases incoloros. Continúa este torero en su andadura ascendente, que inició el año anterior, y así lo reconoció el público.

Pero en la tarde estaba Esplá, y luego todos los demás. Hizo oportunos quites, por su impecable colocación; manejó el capote con eficacia, variedad y gusto; lidió toros de casta, serios y difíciles; los dominó con la muleta. Este es el torero. Tiene maestría y quizá vaya a ser torero de época."

martes, 16 de febrero de 2010

COMPETENCIA Y VERDAD

- Hola don Pepe.
- Hola don José.
- ¡Qué sorpresa! ¿Cuánto tiempo hace que no nos veíamos?
- Pues bastante… al menos desde el año pasado…
- Tiene usted razón, por lo menos desde la Feria de Pilar.
- Pues ya han pasado días… ¿eh?... Y hablando de la feria… ¡vaya petardo!
- Pues tampoco es para ponerse tan negativo… Se vieron cosas, detalles… ya sabe usted, don Pepe, el toreo y los toros de ahora.
- Pero eso es muy poco para una feria que tendría que ser de las cuatro o cinco más rematadas de España, don José… demasiado poco.
- La gente se divirtió, que es lo importante ahora, y los días señalados hubo llenazo. Ahora hay otras diversiones y el publico se dispersa más. El que va a las plazas de toros va con la idea de distraerse y pasar el rato.
- No puede usted justificarme el desastre que soportamos durante toda la feria con esos argumentos tan estúpidos. A los espectadores que acuden a los toros, sea el día que sea del ferial, tengan más o menos conocimiento de la fiesta, o vayan con más o menos ganas de divertirse, hay que ofrecerles el espectáculo íntegro y la autoridad debe mantenerse en su sitio, manteniendo un pulso al populismo para defender la categoría de la plaza.
- ¡Pues no viene usted fuerte este año, don Pepe! Menudo mitin me ha soltado, como si no supiera yo de lo que estamos hablando. Un poco de tranquilidad y no tergiverses mis palabras.
- ¡Como que no tergiverse!... Usted, como aficionado que es, nunca puede decir eso ni justificar el fraude…
- No confunda las cosas porque yo nunca pronuncié esa palabra y le tengo que reconocer que la Feria del pasado año no fue brillante, como las de tantos otros años, pero algunas cosas quedaron para el recuerdo, como esa faena del hijo del fino torero alicantino ya retirado que, sin duda, fue una de las mejores de la temporada.
- Menos lobos, don José… que no fue para tanto… además mató mal y el propio torero lo reconoció
- Los que realmente fracasaron fueron esos hierros duros con los que se le llena la boca, eso si que fue un petardo.
- ¡Y gordo, don José! Venir con un pedigrí y pisotearlo de esa manera… Eso ya fue, como dicen en mi pueblo, la rematadera.
- Que le vamos ha hacer, don Pepe, otro año será… esperemos que sea este.
- Ojala, aunque por las trazas y las prisas que se están dando…
- Pues se oyen rumores, en cuanto al primer ciclo, que igual no le desagradan a usted…
- A mi déjeme de rumores, que no me creo nada ni quiero crearme falsas expectativas, pronto o tarde harán públicos los carteles y entonces ya hablaremos…
- Pues cambiemos de tema porque además le quiero trasladar una pregunta para sondear su opinión sobre un asunto que considero de interés.
- Usted dirá, don José.
- Pues… partiendo de que el momento por el que atraviesa la fiesta en la actualidad no es el mejor de los últimos años, creo que sería un gesto importante que los máximos figuras del escalafón tomaran cartas en el asunto y se comprometieran con su presente y con su futuro. Es preciso crear afición en los espectadores ocasionales de las ferias y los que en el futuro puedan sentirse atraídos por esta fiesta y para ello que mejor que organizar varias corridas en las que…
- … Toreen mano a mano Tomás y Ponce.
- En efecto, esa era la cuestión que le quería plantear, pero ¿cómo lo…?
- Se le venia venir, don José.. que ya son muchos años y lo voy conociendo a usted.
- Yo pienso, don Pepe, que sería muy bueno para la fiesta si dejaran a un lado sus propias estrategias taurino-económicas y arrimasen el hombro para darle un empujón hacia el futuro. El compromiso de su posición en el escalafón y las preferencias de los públicos, a los que se deben, se lo demanda.
- Sin tanto rollo, don José, que siempre se han enfrentado, cuando han coincidido en la época, los figuras de la tauromaquia en el ruedo y la fiesta es, precisamente en esos momentos de competencia, cuando mejor salud ha tenido. Si no lo hacen es porque tienen más de negociantes que de toreros.
- Yo no quiero llegar tan lejos como usted, don Pepe. Como toreros los respeto y admiro a los dos, porque ambos han dejado su impronta en el ruedo y han firmado faenas inolvidables. Pero como dos de los más importantes diestros que son, si no los que más en estos momentos, y puesto que se deben a su profesión y al público que los mantiene, deberían llevar aparejado el compromiso de poner lo mejor de sí mismos para favorecer y engrandecer este espectáculo del que viven.
- Le entiendo y estoy con usted, don José. Debería de ser así pero, por lo que parece en base a lo que dice uno y otro, no creo que llegue a serlo, priman más sus propias estrategias particulares que la fiesta en sí… y están en el derecho de hacerlo… pero con la profesión que les ha dado todo lo que tienen y lo que son deberían tener un mayor compromiso, algo mas de torería.
- Bien dicho, don Pepe.
- Pero también le digo que, más importante aún que el mano a mano por el que usted me preguntaba, es conseguir que las corridas de toros, sean en la plaza que sean, se den como deben de darse, con toros en plenitud de facultades, toreros dispuestos a torearlos y la autoridad vigilante del cumplimiento del reglamento. Es el mayor gancho de la fiesta de los toros, la emoción que se genera cuando eso ocurre en el ruedo, y si además se produce algún pasaje artístico pues miel sobre hojuelas… La única manera de que se aficionen de verdad los que van ocasionalmente a los toros en los periodos feriales de sus localidades es que tuvieran la posibilidad de contemplar la fiesta, con su grandezas y sus miserias, en toda su dimensión siempre que acudieran a una corrida. Para eso se necesitaría el compromiso de todos los sectores: toreros, empresarios, ganaderos, medios de comuni…
- ¡Usted sueña…! Eso es imposible. Yo me conformo con ver…
- …¡Muerte al conformismo, don José!... Debemos exigir que…
- … Hoy, mire por donde, voy a ser yo el que le proponga tomar un vinito.
- Pues por mi parte no va ha quedar.
- Ok, don Pepe…
- ¡Toma que palabreja!
- ¿Por donde ha estado usted para no verlo en tanto tiempo?
- ¿Y usted?
- Pregunte yo primero.
- ¡Venga ya…!

sábado, 6 de febrero de 2010

LOS AFICIONADOS DE ENTONCES

A estas alturas del invierno, donde los días se desperezan y se alargan descaradamente, es cuando suelo despertar de mi letargo y, junto a los recuerdos que el calor de los primeros rayos de sol avivan en mi memoria, surge la impaciencia por saber qué nuevos acontecimientos y emociones nos traerá el nuevo curso taurino. La temporada sigue todos los años las mismas pautas y los ritmos se repiten con machaconería. Cuando, por San Blas, el día alarga una hora y más, la cuenta atrás hacia un nuevo año taurino empieza para todos. Dando por zanjada la pasada temporada, se establecen las conversaciones con la mirada puesta en el futuro, pues se anuncian los carteles de las primeras ferias del año y entre los aficionados empieza el run-run… Aquí, en Zaragoza, todavía no se sabe nada de los festejos que piensan programar para este año y algunos aficionados se impacientan por ello, los oigo rumiar por mis alrededores sus razones y argumentos… También he oído comentar que este año dos viejos conocidos, Rodolfo Cruz Pando y José Manuel de la Cruz Velasco, abonados desde hace muchos años y aficionados a carta cabal, no volverán a venir más a los toros… pero no por falta de afición… Ha Rodolfo ya lo eché en falta durante la pasada Feria del Pilar… Del “Doctor”, que había fallado durante todo el primer ciclo, lo volví a ver durante la Feria, me alegré y pensaba que la cosa iba bien, pero… Os tendré presentes en mi memoria por vuestra fidelidad y demostrada afición. Ojala que vuestra ausencia se vea recompensada con una temporada como la que hubierais querido presenciar y por lo cual luchasteis, sería la mejor muestra de la salud de la Fiesta y de que vuestra partida se viese recompensada con la llegada de muchos otros más para comprobar y ser participes de la emoción de los festejos que se celebran en edificios como el que me alberga.

Pero como decía anteriormente, mi memoria se aviva con la luz del día que se alarga perezosamente y el calor de los primeros rayos solares que anuncian el final del invierno. Soy proclive en esta época a rememorar sucesos y acontecimientos que por unas u otras razones se grabaron en mi memoria con mayor fuerza y nitidez. Hoy, quizás influenciado por la calidad de los aficionados que me abandonan para siempre y preocupada por el futuro que nos espera -a la Fiesta y a mí- si no ocupan su sitio muchos otros aficionados con el mismo grado de compromiso y exigencia, me han venido a la memoria algunos acontecimientos que sucedieron hace más de 100 años y que nos muestra como eran, y como se tomaban las cosas, los aficionados de entonces.

Era en el año 1906, a finales de septiembre, o si lo queremos mirar de otra forma, pocos días antes de la tradicional Feria del Pilar, que se celebraba en honor de la Virgen que le da nombre, y Nicanor Villa “Villita”, que era el gestor de la plaza en aquellos momentos, todavía no había concretado los carteles de la Feria. La afición exigía la presencia de “Bombita” y “Machaquito”, los máximos figuras del momento, pero por unas u otras causas, la empresa no contaba con ellos, en su lugar contrató a “Quinito” y “Cocherito de Bilbao”. Lo del “Bomba” era lógico porque, a causa de haber recibido una grave cornada en el pecho recientemente en la plaza de Madrid, declinó su compromiso, en el que iba a cobrar nada menos que 5.000 reales. “Machaquito” debió de tener su tira y afloja con la empresa y también declinó su presencia. La afición se calmó algo cuando se anunció a “Pepete” como sustituto del de Tomares, pero sufrió un percance en la plaza de Lisboa, y aunque mandó un telegrama confirmando su presencia cuatro días antes de su compromiso, al final tampoco estuvo presente. “Mazantinito” es otro de los diestro que se caen del cartel por un percance de consideración sufrido en la plaza de Madrid. Entre la afición reina la incertidumbre. Por fin se anuncian los carteles que quedaron compuestos de la siguiente forma: Día 13, ante toros de Carriquiri, Fuentes y “Cocherito de Bilbao”; día 14, toros del Marqués de Guadalest (antes de Cámara) para “Quinito” y Fuentes; y el día 15, para cerrar la Feria, toros de Miura para “Quinito”, Fuentes y “Pepete”. Las aguas se van calmando, llegan los toros a los corrales con la antelación necesaria y todo discurre en orden. La primera corrida, la de Carriquiri, se desarrolló en la más absoluta normalidad, e incluso la empresa regaló un toro que se encargo de lidiar “Calerito”.

Pero las cosas se iban a torcer al día siguiente… ¡¡¡Y de que manera!!!. El día se presentó nublado y amenazando lluvia. Si a eso unimos que por la mañana no había mucha demandas de entradas y la corrida también amenazaba pedregada en las taquillas, el empresario, ni corto ni perezoso, tiró por la calle del medio y se dirigió hasta la sede del Gobierno Civil para proponerle al Gobernador la suspensión de la corrida. Así fue acordado en el despacho del Usía. Pero en esos momentos, en el exterior hacía un sol radiante, cosa que ellos, encerrados como estaban en un despacho, no podían ver. Mientras esto sucedía en el Gobierno Civil, las puertas de mis dependencias, siguiendo la costumbre y los horarios habituales, ya se habían abierto y numerosos aficionados estaban acomodados en tendidos y graderías esperando el comienzo de la corrida. No vean ustedes, queridos lectores, la reacción del Presidente del festejo, y Teniente de Alcalde del consistorio municipal, Sr. Vilella, cuando se enteró de la noticia. ¡Como podía ser que se tomase una decisión como esa sin consultarle a él! Salió disparado de la plaza a entrevistarse con el Sr. Llamas, que era el Gobernador y quién había tomado aquella decisión. Se cuenta que tuvieron más que palabras en la sede gubernamental.

Mientras los dos políticos dirimían sus razones encerrados en el despacho del Gobernador, el público, los damnificados de semejante decisión, se había ido agrupando en la plaza de la Constitución hasta tomarla por completo y proferían gritos ensordecedores pidiendo que se celebrase la corrida. La situación empezó a ponerse preocupante y, ante la insistente presión de los aficionados, el Gobernador aceptó recibir una comisión de los espectadores para aclarar las cosas. Acabada la reunión con la inevitable suspensión del festejo, se dispuso, a petición de los delegados de los aficionados, que se procediera a la devolución del importe de las entradas desde ese mismo momento, a lo que accedió la autoridad haciendo público un aviso y disponiendo que empezase el trámite de devolución de las entradas inmediatamente en las taquillas de la plaza,. Pensando que tras esa disposición ya se abrían calmado los ánimos de los aficionados que se habían desplazado hasta allí, el presidente de la corrida, Sr. Vilella, decidió lavase las manos, abandonar el Gobierno Civil y dejarle la tostada al Gobernador. No se le ocurrió otra cosa que hacerlo por la puerta principal y cuando salia encaminándose hacia su carruaje, los que allí estaban, desconocedores en su mayoría de lo acordado, la emprendieron contra el Teniente de Alcalde que tuvo que volver a refugiarse a toda prisa en el Gobierno Civil. En esos momentos una sección de la Guardia Civil a caballo hacía su aparición en las puertas de la Diputación.

La confusión aumentaba en el despacho de Llamas. A eso de las tres menos cuarto alguien le sugirió al Gobernador que revocara la orden de suspensión y ordenara la celebración de la corrida. Más confusión. Se mando buscar, y acudieron, a empresario y gerente de la plaza, Crespo y “Villita” respectivamente. Se mandó buscar a “Quinito”,  pero ha "Quinito” no lo encontraron ni debajo de las piedras… Se dio la orden de buscar a Fuentes, del que se rumoreaba que estaba aquejado de un golpe y se ponía en entredicho su participación en la corrida… Mientras tanto los aficionados reunidos en la plaza de la Constitución ponían rumbo de nuevo hacia la plaza continuando su protesta. Pero a su llegada se encontraron con una desagradable sorpresa. Una fuerte dotación de la Guardia Civil con cara de pocos amigos, custodiaba las taquillas en previsión de cualquier alboroto. Los sables desenfundados brillaban radiantes en sus manos con ademán amenazador… De esta forma, ante mis muros custodiados por las fuerzas del orden, se calmaron por fin los ánimos de los aficionados… Se había decidido aplazar la corrida para el próximo día. Llegó la mañana siguiente y la Empresa había colgado un aviso en las taquillas que decía: “La corrida del Marqués de Guadalest (antes de Cámara) suspendida ayer por causa del mal tiempo, se celebrará hoy a las tres de la tarde, con los mismos espadas “Quinito” y Fuentes. Los que no estén conformes, pueden devolver las entradas en casa de Rivera, de nueve a doce de hoy. Zaragoza 15 de octubre 1906. La empresa.” La corrida se celebro con normalidad y Fuentes cortó una oreja. La Feria, a causa de este asunto, se cerró un día más tarde de lo previsto, el 16 de octubre con la corrida de Miura.

En esta época, un siglo después, una reacción de los aficionados como esta es impensable que pueda darse, para empezar porque cada día, y por desgracia, son menos. Vienen muchos que solo les interesa dejarse ver. Las cosas han cambiado desde entonces e imperan otros modos de comportamiento, pero aquellos que se manifestaron ante el Gobierno Civil en aquél lejano 1906, disconformes con la suspensión de la corrida de manera arbitraria o por razones oscuras, lo hacían por defender una Fiesta de la que eran clientes asiduos... aficionados... cosa que para mi -como plaza de toros que soy- es indispensable para seguir existiendo. Ya no se montan esa broncas monumentales de entonces, ni las de hace no muchos años, broncas que rebasaba mi recinto y se oían desde la plaza del Portillo y la Estación. Será cosa de la educación moderna y de las normas de urbanidad actuales. Aunque, como escucho de los que además de los toros son aficionados al deporte rey actual, el fútbol, cuando las cosas ruedan mal para el equipo -y en Zaragoza no es que vayamos muy bien esta temporada- los aficionados se manifiestan en los estadios pidiendo cabezas, o se reúnen en los alrededores de los campos en actitud agresiva contra jugadores, entrenadores y directivos. Y, al igual que los guardias civiles que me acordonaron en aquel 14 de octubre para evitar una trifulca, las actuales fuerzas del orden tienen que proteger, escoltar y cuidar de la integridad de los equipos. O sea… que las cosas no han cambiado tanto. Lo que si a cambiado, y eso me pone muy triste, es la afluencia de público a mis asientos, quitando los tres o cuatro días grandes de las Fiestas mis tendidos se quedan a medio llenar o semivacíos. Será cosa de los tiempos. Con más de doscientos años de historia, emociones y hazañas en mi ruedo… quizás ya no me quede tanto de vida… Bueno, bueno… Miremos hacia delante… Comienza una nueva temporada... Que sea como la que soñaban esos viejos conocidos y buenos aficionados, José Manuel y Rodolfo, que ya nunca volverán a su localidad y a los que tanto echaré en falta.