“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
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sábado, 16 de mayo de 2009

JOSELITO: "SILENCIO POR UN TORERO", POR JUANITA REINA

Cuando sucedió la desgracia de Talavera se decía que Joselito se quería retirar de los toros. Cansado de sostener sobre sus hombros la pasión taurina de media España, hastiado de tantos viajes, tantas plaza, tantas tardes de responsabilidad, harto de las exigencias y la incomprensión de los aficionados madrileños, su plaza preferida y en donde había entregado lo mejor de sí mismo, empezaba ha abrirse paso en su cabeza un sueño que venía acariciado desde niño para el momento en el que le faltasen las ganas, como declaró en una entrevista concedida a El Caballero Audaz, seudónimo con el que firmaba sus trabajos el periodista José María Carretero: “... Dentro de unos pocos años, si he perdido facultades y vienen detrás empujando, entonces sí... A pesar de mis pocos años, yo siento dentro de mí la emoción de la vida del hogar... Una vida en el campo..., labrando una dehesa, de ganado manso, por supuesto, y sin perder una corrida de toros como espectador... Ésa es la idea que, como suprema dicha de mi vida, acaricio para lo por venir.”

Cuando sucedió la tragedia de Talavera eran noticias habituales en periódicos y revistas, y tema de conversación popular, la vida privada de Joselito. Corrían como la pólvora algunos de los escarceos amorosos que, como personaje público y famoso que era en la sociedad de la época, se le atribuyeron con algunas de las más famosas cupletistas. Se decía que si Consuelito Hidalgo, si Adelita Lulú, que si la actriz Irene López Heredia... Y también era sabido que al menor de los Gallos le gustaban las mujeres, como le confesó en alguna ocasión: “Las mujeres me gustan más que nada: eso por sabido se calla; como que si yo no torease más que para hombres, ya me habría cortado la coleta... Algunas veces, en esas tardes fatales que tiene uno, cuando casi con las lágrimas saltadas se dejan los trastos de matar y se refugia uno en la barrera..., al volver la cara al tendido, en medio de la hostilidad de los que gritan, se tropiezan nuestros ojos con los ojos bonitos de una gachí que, con la caricia de su mirada compasiva, quiere consolarnos... A mí me ha ocurrido algunas veces esto, y entonces me he ido al toro, como un jabato, con el capote, y animado por el calor de los ojos de la desconocida y he levantado al público haciendo todo lo que sabía y algo más. Mandan mucho fluido unos ojos gitanos.” Pero, por propia experiencia, tenía muy claro el peligro que encerraba distraerse pensando en una mujer estando delante del toro, por eso decía: “En cuanto empiezo la temporada, ni acercarme a unas faldas... La cosa es mortal... La cogida que tuve en Barcelona, que me partí la clavícula, fue por causa de unos ojos negros... había pasado toda la noche anterior mirándome en ellos... Hay veces que se prefiere una cornada ha desperdiciar ciertas cosas...”.

Cuando sucedió la desgracia de Talavera se decía que una pena muy grande le reconcomía por dentro, una pena que no le dejaba vivir. Se comentaba que una muchachita sevillana algo más joven que él era el centro de su pasión y que José era correspondido en ese sentimiento. Una pared se alzaba en el camino de ambos pretendientes, los padres de la novia, familia de la alta sociedad sevillana y perteneciente a una importante dinastía ganadera, no toleraban el casamiento de su hija con un personaje que no se correspondía con su clase social. Al cabo de muchos años se pudo saber que aquella muchacha era Guadalupe, hija de Pablo Romero. Se sabe que Guadalupe Romero lloró amargamente la muerte de Joselito y siempre se negó ha contar públicamente sus penas. Murió en la década de los ochenta siendo ya octogenaria y nunca se casó ni se le conoció pretendiente. Quizás, cuando le sorprendió Bailador en la plaza de Talavera estuviera pensando en ella, en dejarlo todo y, aún en contra de la negativa paterna, casarse con su prometida en el momento en que ésta llegara a la mayoría de edad... Quizás ese sueño que lo perseguía desde niño, ese hogar alejado de mundanal ruido en el que “muchas veces quisiera pasar inadvertido”, como confesaba el propio José. Quizás ese sueño, el recuerdo de los ojos de Guadalupe, el anhelo de un hogar y una vida familiar, y más después de la desagradable situación que había tenido que soportar en Madrid el día anterior, en donde rechazaban su presencia, empezaba a tomar cuerpo en su mente y lo veía como algo cada vez más cercano y real. Quizás eso nublase su entendimiento y distrajese su atención en el preciso instante en que Bailador, quinto de la tarde, hirió de muerte a Joselito en la plaza que un día inaugurara su propio padre.

Cuando sucedió la tragedia de Talavera, aquel 16 de mayo de 1920, no se podía imaginar José Gómez Ortega Joselito, que 89 años después del triste suceso que conmocionó -aficionados o no, partidarios o contrarios- a todo el país, seguiría vigente su memoria. Desde entonces existe la costumbre de recordar este día en todas las plazas de toros en las que se dan festejos taurinos y, en señal de respeto, los matadores y sus cuadrillas lucen lazos negros en sus chaquetillas. Desde este Blog nos sumamos a este homenaje y lo hacemos aportando un pasodoble compuesto en su memoria, “Silencio para un torero”, de Quintero, León y Quiroga, e interpretado en su honor por su creadora, la gran artísta sevillana Juanita Reina. Lo estrenó el día que presentó su espectáculo “Olé con olé”, en el teatro Cervantes, de Málaga, el día11 de octubre de 1962. Completamos la entrada con un vídeo en el que la música del pasodoble, interpretado magistralmente por la cantante sevillana, sirve de soporte musical a imágenes de Joselito y de su multitudinario entierro.

Silencio por un torero
(Quintero-León-Quiroga)

Aquella tarde Sevilla
se puso toda amarilla
quebraíta de color.
Y por el aire caliente
su voz clamó de repente
hay que pena y qué dolor.
Silencio en Andalucía,
rezadle un Ave María
y quitarse los sombreros.
Silencio el patio y la fuente,
que está de cuerpo presente
el mejor de los toreros.

"¡Parece que está dormío, Dios mío,
en su capote de brega!"
Y por Gelves viene el río, teñío,
con sangre de los Ortega.
Suspira bajo su velo
la Virgen de la Esperanza
y arría en señal de duelo
banderas la Maestranza.
Y Sevilla, enloquecida,
repetía a voz en grito:
"¡Pá que quiero mi alegría!
¡Pá que quiero mi alegría,
si se ha muerto Joselito!"

Silencio por un minuto,
pintad los campos de luto
el ciprés y el olivar.
De luto las amapolas
de luto Carmen y Lola
Concha, Pepa y Soledad.
Silencio guarda el romero
silencio el torito fiero
y los bravos mayorales.
Crespones en las divisas
silencio pide la brisa
al pasar por los trigales.

"¡Parece que está dormío, Dios mío,
en su capote de brega!"
Y por Gelves viene el río, teñío,
con sangre de los Ortega.
Suspira bajo su velo
la Virgen de la Esperanza
y arría en señal de duelo
banderas la Maestranza.
Y Sevilla, enloquecida
repetía a voz en grito:
"¡Pá que quiero mi alegría!
¡Pá que quiero mi alegría,
si se ha muerto Joselito!"


lunes, 12 de enero de 2009

LOS NIÑOS DE LA GABRIELA - LOLA FLORES

Lola Flores estrenó estas bulerías en 1947. Formaban parte de la banda sonora de la película "Embrujo", una de las dos que grabó junto a Manolo Caracol, dirigida por Carlos Serrano de Osma y que, además de este tema, original de Quintero, León y Quiroga, recogía los mayores éxitos de la pareja que formaban estos dos monstruos de la escena que entonces estaban en lo más alto de su popularidad y de su pasión.

Pero antes de entrar en materia es preciso relatar una curiosa anécdota, ocurrida ayer, que tiene que ver con la elaboración y los contenidos de esta entrada. La idea original era dedicar el mayor espacio de la misma a la protagonista de la canción, Gabriela Ortega Feria, nacida en Cádiz en 1862, bailaora de tronío, que casó con el torero Fernando Gómez "El Gallo" y abandonó la profesión para ser la madre de tres toreros y la suegra de otros tres. Cuando ya había recabado la información necesaria y me disponía a escribir sobre ello vi que lo que pretendía hacer ya estaba hecho. "Juan Pasmo", en el Blog "El rincón de Ordóñez", se habían ocupado de ello y la historia de la "señá Gabriela" ya estaba contada. Esto significó un cambio de los contenidos de este artículo que, en vez de centrarse en la madre de "los Gallo", se va a ocupar de la interprete de la copla, Lola Flores, no de su biografía, harto conocida de la mayoría, sino del amplio repertorio taurino de "La Faraona". Así esta entrada servirá de complemento de la otra o viceversa.

Dolores Flores Ruiz nació, en Jerez de la Frontera, el 21 de enero de 1923. Empezó a cantar en 1939 en su ciudad natal anunciándose como Lolita Flores "Imperio de Jerez". Pronto obtuvo su primer triunfo, y quizás el mayor de carrera, pues no en vano la casa que se construyó cuando ya era una figura consagrada, lleva el nombre de su primer gran éxito: "El lerele". Este número, que la puso de golpe en el primer plano de la actualidad, estaba incluido en el espectáculo "Cabalgata", que se representaba el el madrileño Teatro Fontalba. Pero como decía en el párrafo anterior, dejemos su biografía aparte y centrémonos en su rico repertorio taurino, uno de los más extensos entre todos los interpretes de la copla, y de alguna de sus relaciones con los profesionales del toreo.

Lola Flores, que era una gran aficionada a la Fiesta de los Toros, conoció a muchos toreros a lo largo de su carrera, de muchos fue amiga y compartió fiestas y juergas con ellos, y de uno se enamoró perdidamente, según confiesa ella misma en su memorias. Este no era otro que Rafael Gómez "Gallito", nieto de la "seña Gabriela", que en los primeros años de la década de los cuarenta era una firme promesa y la esperanza para la continuación de la legendaria saga torera de "los Gallo". Al cabo del tiempo, Lola lo recuerda con el cariño y y la fuerza que dejan los primeros amores: "Me enamoré de él, nada más verle, como una loca, como no me había enamorado nunca. De una forma feroz, con un amor juvenil fuerte, que casi, casi daba un poco de susto". La historia acabó bruscamente, el torero no quería comprometerse con ella para nada serio y la jerezana, con dieciocho añitos y una carrera artística en ciernes, tampoco quería continuar una relación sin futuro. "Gallito" se despidió a la jerezana, diciéndole que tenía a la puerta a una señora mayor que ella, dentro de un cochazo impresionante, con chófer, con abrigo de pieles y luciendo unos llamativos brillantes... Y Lola se quedó compuesta y sin novio.

Pero su relación con el mundo de los toros no se acaba aquí. Se da la circunstancia que el representante de la jerezana en sus primeros años de carrera era un antiguo banderillero, "Palmita", que había ido en las cuadrillas Domingo Ortega y Antonio Márquez que, curiosamente, también ejerció de representante artístico de su esposa, Concha Piquer, tras retirarse de los ruedos. Pero esa es otra historia y en su momento tendrá su sitio.

Además de la copla que nos ocupa Lola Flores cantó muchas otras de temática taurina. "Abanico de toros", un cha-cha-cha flamenco de León y Solano, en cuya letra se menciona a Salvador Sánchez "Frascuelo", a Rafael Molina "Lagartijo" y a los toros de "Miura", los más cantados en la copla de tema taurino. En 1952 estrena la creación "Ole, mi torero", bulerías de Quintero, León y Quiroga, en donde se nombran los toros del Duque de Veragua. "Conchita Cintrón" es un pasodoble dedicado a la excelente rejoneadora, y torera de a pie, chilena del mismo nombre. En él, además de glosar las excelentes cualidades de la amazona, se nombra a Álvaro Domecq y Díaz y a Juan Belmonte en su faceta de rejoneador. En "Coplas a Antonio Ordóñez", le canta al poderío del torero rondeño, y en "Venga pronto el volapié", bulerías a "Pepe-Hillo", ambos temas son de A. Gallardo y N. Sánchez. Lola Flores también tuvo una excelente relación con los venezolanos hermanos Girón, y a cada uno, César, Curro y Rafael, les cantó un pasodoble, todos fueron compuestos por el poeta, y letrista de muchas de las coplas que cantó "La Faraona", Luis Gómez. "A Gitanillo", original de Felipe Campuzano y Ruiz Venegas, era el título de una copla dedicada a Rafael Vega de los Reyes, yerno de "Pastora Imperio", empresario artístico después de su retirada de los ruedos, que regentó, entre otros, el conocido tablao "El Duende", punto de cita de los flamencos que llegaban a Madrid durante muchos años, y que falleció en accidente de tráfico, en 1969, cuando regresaba de una fiesta en la finca que tenía Luis Miguel Dominguín en Saelices. "Noches de toritos negros" y "Sevillanas del burladero", de P. Flores y García Tejero; "Tengo miedo, torero", pasodoble de A. Kaps y A. Algueró; fueron otras coplas taurinas interpretadas por "La Faraona".

Pero hay uno, el más cantado de entre todos los toreros, al que no le cantó ninguna copla, a Manuel Rodríguez "Manolete", con el que tuvo gran amistad, porque la tragedia de Linares supuso para Lola un duro golpe. Pocos días antes de la fatídica corrida había participado, junto con Manolo Caracol, en una sonada juerga, que Rafael Sánchez "Pipo" cuenta en un libro biográfico con todo lujo de detalles sobre la mala vida del torero cordobés. Quizás por eso nunca puso su voz en ninguna copla dedicada a su memoria. Pero si le cantó a su madre, con la que mantuvo una gran amistad, "Angustias Sánchez" es el título del pasodoble dedicado a ella, original de J. Guardalón y R. Báez... Con el tiempo, alguna de estas coplas tendrá cabida en este Cancionero y, de momento... ya vale.

Como decía en un párrafo anterior, para complementar este artículo y enterarse de los detalles de la vida de la "seña Gabriela", enlazar con el Blog "El rincón de Ordóñez" y leer la entrada publicada en el día de ayer: "Los niños de la Gabriela". Y para que no falte de nada y completar esta entrega, enlazar tres vídeos, ¡¡¡tres!!!, de la copla que nos ocupa:

1º - Extraído de la película "Embrujo", en donde Lola Flores canta la segunda parte de la canción.
2º - Un montaje de "Juan Pasmo", con fotografías de la familia Gómez-Ortega y la canción interpretada íntegramente por "La Faraona".

martes, 25 de noviembre de 2008

CUATRO PUNTALES - JUANITO VALDERRAMA

En 1947 Juanito Valderrama ya se había ganado un puesto importante entre los artistas preferidos del público y recorría, como los toreros, España entera de feria en feria. Aficionado a los toros, siempre que se lo permitía el horario de sus galas, acudía a las corridas. Muchas veces, sobre todo en sus años jóvenes, vestía traje corto en sus actuaciones y ese mismo año había estrenado un espectáculo de ambiente taurino, “Redondel”, en el que simulaba ser torero, un libreto de Antonio Quintero, con letras de Rafael de León y música del maestro Quiroga.

Ese año de 1947, y estando actuando en Córdoba, ocurrió la muerte de Manolete en la Plaza de Linares. Fue cuando un recitador de la compañía, Agustín Rivero, a instancias del empresario del teatro, le ofreció a Valderrama una letra que años antes había dedicado a Joselito. De ese germen, años más tarde, nacería esta canción que se convertiría en un auténtico homenaje a esos cuatro toreros andaluces que llenaron con su presencia la primera mitad del siglo pasado, a esos “Cuatro puntales” que sostienen la catedral del toreo: "Juan Belmonte, Joselito, Rafael Gallo hechicero, y un Manuel, Manuel Rodríguez Manolete, ¡que torero!".
En la historia de Juanito Valderrama no vamos a entrar, además es seguro que muchos de ustedes sepan más que nosotros de la vida y obra de este gran artista, triunfador de la copla fácil y dominador de todos los palos del cante, pero si queremos reflejar un suceso que tiene relación con su habitual asistencia a las corridas de toros de los pueblos y ciudades en los que actuaba. Ocurrió el 26 de septiembre de 1984, en Pozoblanco, Córdoba. Junto con su compañera Dolores Abril habían coincidido y departido cordialmente con Francisco Rivera Paquirri antes de la fatídica corrida, pocas horas después fueron testigos de la tragedia y presenciaron su muerte en directo. Seguramente Juanito Valderrama no olvidó jamás, durante los 20 años en los que siguió cantando en los escenarios, esos momentos. A los 88 años de edad, el 12 de abril de 2004, murió en su casa de Espartinas, Sevilla.


CUATRO PUNTALES
(Marcos Manuel - Valderrama)

Cuatro puntales sostienen la catedral del toreo,
cuatro torres andaluzas esculpidas por el genio:
Juan Belmonte, Joselito, Rafael Gallo hechicero,
y un Manuel, Manuel Rodríguez “Manolete”, ¡qué torero!
Los cuatro grandes del toro, ¡ay que pena de no verlos!
Cartel de feria exclusivo del empresario del cielo.

El que quiera ver toritos que suba al cielo,
que se han juntado lo mejor y más puro de los toreros.

Apoderado del llanto, ven a firmar el recuerdo,
que Juan, ciclón de Triana, el terremoto torero,
ha desdeñado la carne para hacerse monumento.

Apoderado del llanto, ven a firmar el recuerdo,
que José, aquel Joselito catedrático torero,
olvidó una asignatura y se hizo cartel eterno.

La afición ha perdido cuatro toreros, cuatro toreros,
de luto esta la tierra, de fiesta el cielo.
De fiesta el cielo, ¡madre!, porque en la gloria, porque en la gloria,
se juntó lo mas puro que dio la historia.

Apoderado del llanto, ven a firmar el recuerdo,
que se ha quitado la luna las nubes con un sombrero
para hacerle a Rafael un brujo quite flamenco.

No me firmes el recuerdo, ¡no me firmes el recuerdo!
que aquello que vi en Linares yo no concibo creerlo.

Dame por espada el rayo,
dame por muleta el trueno,
que quiero ver si consigo
matar la sombra de Islero.

“Torera”, José dijo a Rafael,
“Dale una larga torera”,
Y Juan le dijo a Manuel:
“En nuestra fuente hay solera
para el que quiera aprender".



Nota: Otra canción de Juanito Valderrama de temática taurina, ignorada por las recopilaciones discográficas, casi perdida en el baúl del olvido y que, en mi opinión, es una autentica joya, no sólo del repertorio del cantante jienense, sino de todo el repertorio de música de toros y toreros, es "Pena de Juan y José", en ella habla de dos de los toreros que aparecen en esta que hoy nos ocupa. Para los interesados en su escucha, y picando sobre el título, se enlaza con una de las primeras entradas de este Blog en la que se recoge el vídeo con la música y las imágenes de estos dos grandes toreros que fueron los actores principales de la denominada "edad de oro del toreo".

lunes, 11 de agosto de 2008

FIESTA BRAVA - BIENVENIDO GRANDA Y LA SONORA MATANCERA

En estos días veraniegos y de fiestas patronales en la mayor parte de las localidades de la geografía española, en donde el toro está presente en primer plano en casi todas ellas, quiero contribuir al ambiente festivo general poniendo en el escaparate una canción de carácter taurino, pero esta vez, y saliéndome de los cauces clásicos de la música de toros, nos vamos hasta tierras cubanas para escuchar una rareza musical. Una rareza, entre otros, por tres motivos: porque pocas son las canciones dedicadas a la Fiesta de los Toros en las islas caribeñas; porque rara vez se utilizan ritmos y formas musicales salseros para contar sucesos taurinos; y porque en el repertorio de la formación que lo interpreta, La Sonora Matancera, con más de 80 años de historia a sus espaldas y 1.057 grabaciones discográficas, es el único tema dedicado a nuestra Fiesta. La canción está dedicada al recuerdo de Manolete, la voz la pone Bienvenido Granda y se grabó en 1948, un año después de la muerte del torero cordobés.

Los orígenes de La Sonora Matancera se remontan hasta el año 1924. En ese año se formó La Tuna Liberal compuesta por estudiantes y con la finalidad de amenizar fiestas familiares, guateques , serenatas y reuniones políticas del partido que originó su nombre primigenio. En 1927, a los tres años exactos de su fundación y con el nuevo nombre de Estudiantina Sonora Matancera, se trasladan a probar suerte en el competido ambiente musical de La Habana. La década del treinta es la época de la expansión de la radio y el tiempo propicio para el son, el danzón, el danzonete, la rumba, la conga y la guaracha. Los artistas matanceros, consumados interpretes de la guaracha, tienen acceso a este medio, en la emisora El progreso Cubano y, con una formación ya estabilizada, se presentan con un nuevo nombre, el que los ha acompañado hasta la actualidad: La Sonora Matancera.

La época dorada de este conjunto comienza a mediados de los años cuarenta y se alargá durante más de 20 años, durante esas dos décadas que estuvieron en lo más alto del escalafón musical cubano, y en el que hicieron 29 giras internacionales, pasaron por sus filas las mejores voces que ha dado la que algunos han denominado “la isla de las músicas”, ha sido vivero de muchos cantantes que luego han triunfado en solitario, por citar a media docena de los 46 cantantes que han pasado por esta formación: Celia Cruz, Daniel Santos, Celio González, Carlos Argentino, Nelson Pinedo o Bienvenido Granda, que es el intérprete del tema que hoy presentamos.

Bienvenido Granda se llamaba realmente Bienvenido Rosendo Granda Aguilera. Nació el lunes 30 agosto de 1915 en el barrio de Jesús María, en La Habana, Cuba. Fue conocido como El bigote que canta, por el descomunal bigote que siempre le acompañó, y era una de esas gustosas voces del bolero cubano, un poco nasal, con un fraseo muy especial, pero inconfundible y relajante, como para bailar suavemente un bolero o una caliente guaracha. Entró a formar parte de La Sonora Matancera en 1944 y se convirtió en una de las voces más cotizadas de Cuba, durante 10 años estuvo en el conjunto matancero. Su salida estuvo relacionada con una suculenta oferta que recibió desde Colombia, según las palabras de su compañero Nelson Pinedo: “Lo cierto es que le iban a pagar mil quinientos dólares a la semana, una cantidad que Bienvenido no había oído nunca, y desde ese momento, ya no regresó más a la Sonora”.

Fiesta brava es una conga cubana compuesta por otra de las voces emblemáticas de La Sonora Matancera, Daniel Santos, apodado por sus compañeros El Jefe, por su carácter y su éxito con las mujeres, en la que puso la voz de Bienvenido Granda. No es que sea una de las composiciones más famosas del conjunto matancero, pero para nosotros, amantes de la Fiesta Brava, es todo un documento. Un documento por lo exótico y alejado de lo habitual, y por la amplitud del fenómeno manoletista, cuyas noticias llegaron hasta Cuba y muestra de ello es esta composición popular.

De Manolete que puedo decir que no conozcan ustedes, mis queridos lectores, sería alargar la entrada y retrasar la escucha, tan solo recordar que dentro de pocos días será el aniversario de su muerte en la Plaza de Linares, 61 años hace ya. Vaya esta canción como un recuerdo anticipado de esa efemérides.

Fiesta brava
(Daniel Santos)

Esta es la comparsa del torero cordobés,
el torero que hizo gloria y a la gloria se nos fue.
Esta es la comparsa del torero cordobés,
el torero que hizo gloria y a la gloria se nos fue.

Torero. Torero
Olé. Olé. Olé.
Torero. Torero
Olé. Olé.

No te apures mujercita que nada va a suceder,
ya pedí a mi virgencita la suerte para vencer.
No te apures mujercita que nada va a suceder,
ya pedí a mi virgencita la suerte para vencer.

Torero. Torero
Olé. Olé. Olé.
Torero. Torero
Olé. Olé.

Fiesta brava.
Fiesta de fiestas olé.



miércoles, 9 de julio de 2008

La cara de Aparicio

Como muestra el vídeo que cargamos al final de este artículo, la cara de Julio Aparicio, a lo largo de su actuación en la Plaza de “La Misericordia” , en la Corrida Goyesca del pasado 28 de junio, es todo un poema, habla por sí sola. Los primeros planos de su cara, que pudieron verse en la retransmisión del festejo por televisión, revelan un estado de ánimo revuelto, una inquietud extrema, una desazón continua, pero no quiero entrar en describir sus gestos crispados, ni sus miradas perdidas, ni la sequedad de la boca, ni el copioso sudor que le corre por el rostro… Dejo a su propio juicio la interpretación de las escenas. En esta entrada prefiero centrarme en un suceso que ocurrió durante la lidia de su segundo toro, el cuarto (bis) de la tarde, y que marcó el rumbo de la faena.

El toro se llamaba “Decano”, de la ganadería de “La Campana”. Aparicio no consiguió centrarse en el saludo con la capa. Vicente Yesteras, su lidiador, lo entendió perfectamente, lo llevó al caballo obligándole y enseñándole a embestir. El primer encuentro con el picador fue demoledor, el toro empujó metiendo los riñones y el picador lo masacró. En el vídeo, y en primer plano, se ve la forma asesina en que se le administró esta primera vara. Julio intentó el quite, no le salió, desistió y dejó que, nuevamente, su lidiador lo pusiera en suerte. Esta vez el toro se fue al relance del primer capotazo hacia el caballo, y más de lo mismo, al final el toro, desengañado y mutilado, se repuchó. Aparicio cogió la muleta y, por alto y con desahogo, sacó el toro hasta el tercio. La primera tanda con la derecha estaba transcurriendo entre aliviada y despegada cuando una voz le hizo volverse hacia el tendido con cara de desagrado, prosiguió y remató la tanda mejor de lo que la había comenzado. Entonces se encaró hacía el sitio de donde había partido la voz y dijo algo de forma acalorada, se volvió de nuevo hacia el toro y lo citó, con la izquierda, de forma mucho más decidida que al principio. La cara le cambio de golpe, ahora la tenia relajada, la barbilla encajada en el pecho, la mirada concentrada en la embestida y las manos, y el cuerpo entero, tirando del toro. Fueron dos tandas, una por cada pitón, en la segunda, con la derecha, dejó las mejores gotas de toreo de la tarde. Acabó la serie sonriente y mirando con orgullo a los tendidos, por primera vez en toda la tarde Julio sonreía. Se alejó del toro, lo citó con la izquierda, tiró la espada, que llevaba en la mano derecha, allá lejos... el toro se le vino de largo, en el segundo pase se quedó descubierto y el toro se lo llevó por delante… Por suerte no pasó nada. Una estocada demasiado baja acabó con la vida de “Decano”.

Julio Aparicio, que en su primero había recibido una de las broncas más sonoras de los últimos años en “La Misericordia”, seguramente se sintió herido por el grito que le llegó desde el tendido, probablemente el mensaje recibido le desbloqueo el miedo, o lo que fuera que le atenazaba, y dejó que fluyera su clase torera. Todo ello se vio reflejado en el cambio que experimentó su cara, al final, a pesar de la cogida y la paliza recibida, Julio Aparicio tenía otra cara.

La cara de Aparicio
by LcbTV

Nota: La pieza musical que acompaña el vídeo es "La oración del torero", del compositor sevillano Joaquín Turina.

domingo, 6 de julio de 2008

No te vayas de Navarra - Marifé de Triana

Un año más, tal día como hoy, comienzan las Fiestas de San Fermín, famosas en toda España y en el mundo entero. Para festejar este acontecimiento, que mejor que hacerlo recordando los orígenes, los autores y algunos de los interpretes de esta canción que desde su nacimiento, hace ya más de cuarenta años, forma parte de la música popular y que, seguro, todos ustedes guardan en la memoria.

"No te vayas de Navarra" es un pasodoble-jota compuesto por Ignacio Román y Rafael Jaén, en 1967, para los Hermanos Anoz, grandes y populares joteros navarro, que grabaron ese mismo año. El éxito de la canción fue arrollador y significó la consolidación de la carrera de estos dos hermanos, Jesús y Raúl, nacidos en Milagro, que comenzó en los primeros años de la década de los sesenta cuando participaron, y ganaron, el concurso de TVE "Imitando Estrellas" y fueron fichados por Discos Belter, compañía en la que grabaron los dos primeros de sus 42 discos. Recorrieron casi toda Europa actuando en los festivales para emigrantes españoles y programas de televisión de cada país que visitaban, viajaron varias veces a los países hispanoamericanos y su carrera, con se prolonga hasta nuestros días. Pero la popularidad de la composición no se quedó tan sólo en un éxito particular sus creadores, sino que se ha convertido en casi un himno de la Comunidad Foral de Navarra y no hay ferias o fiestas patronales en que no se interprete, tanto en la tierra a la que hace alusión como fuera de ella y, aunque fue publicada por la Editorial Quiroga y sus derechos estén protegidos, es considerada por el gran público como una tema tradicional o popular.

La versión que presentamos, ante la imposibilidad de encontrar la original, como hubiera sido nuestro deseo, es la de Marifé de Triana, que grabó para Discos Columbia el mismo año de su edición. María Felisa Martínez López, que era el nombre de pila de Marifé, nació el 13 de septiembre de 1936 en el pueblo sevillano de Burguillos. Al poco tiempo de su nacimiento se trasladó con su familia al barrio de Triana, y al fallecer su padre, cuando tan sólo contaba 9 años, marchó con su madre y sus hermanos a Madrid. No fue fácil su vida en la capital, pero el azar quiso que conociera a David Cubedo, conocido locutor de Radio Nacional, quien la presentó en un programa para artista noveles y la anunció con el nombre artístico que la que la acompaña desde entonces, tenía 13 años. Trato de sacar el carné sindical para poder actuar en público que era necesario en aquella época y, a pesar de sacar la mejor puntuación de los más de trescientos aspirantes, le fue negado el documento porque la edad mínima requerida eran 16 años, lo que no fue óbice para que siguieran actuando falsificando la edad. Actuó durante todo aquel verano en el Cine Pizarro; la contrataron para una gira por Galicia Los Astur, familia norteña que actuaban por pueblos acompañados de acordeón y batería; emprendió con su madre, viajando en vagones de tercera, otra aventura por pueblos de La Mancha y Extremadura, no cobraban entrada, pasaban el platillo después de cada actuación y hacían alguna rifa; se curtió en el Teatro Chino de Manolita Chen, verdadera institución ambulante del teatro de variedades, al cual se incorporó en 1950, hacia hasta ocho sesiones diarias, estuvo hasta los 16 años; volvió a Madrid y se embarcó con el Maestro Gordillo, quien le compuso algunas canciones, y Pepe Mairena, en una gira por los pueblos de Madrid y del Levante, fue un completo fracaso, llegaron a Valencia sin un duro en la caja, pero en esa ruinosa gira nació la canción que la daría a conocer al público y la lanzaría al estrellato, "Torre de arena". A partir de ese momento comenzaron los éxitos. En marzo de 1955 se presentó en el Teatro Victoria de Barcelona; en julio en el Circo Price madrileño, en donde fue contratada para siete días y le prorrogaron el contrato hasta el mes de octubre; ese mismo año el Maestro Gordillo le consigue su primer contrato discográfico; en enero de 1956, en el Teatro Calderón de Madrid, presenta su primer espectáculo propio, que como no podía ser de otra forma lleva el título de su primer gran éxito, "Torre de Arena", se mantuvo más de un año en el cartel.

Pero no es el objeto de esta entrada extendernos en la biografía de esta maravillosa artista de la canción española, tiempo y ocasión habrá para ello, por ahora, baste con unas pinceladas de sus comienzos. Aunque si están interesados en su historia, en contemplar miles de fotos suyas, de las carátulas de sus discos, de sus actuaciones, de su vida y de muchos más asuntos relacionados con ella, les recomiendo visitar la completa Web dedicada a “Marifé de Triana” y, en este artículo, seguir por el camino que nos habíamos trazado que, no debemos olvidar, no era otro que hablar de la canción "No te vayas de Navarra".

Como decíamos al principio, aunque muchos piensan que se trata de un tema del folklore tradicional navarro, tiene sus autores y de ellos vamos a tratar someramente. El autor de la letra es el compositor malagueño Ignacio Román Jiménez, nacido en el barrio de Capuchinos el 8 de agosto de 1925. En su larga carrera, que se alarga hasta nuestros días, ha compuesto más de 1.500 canciones, musicadas por los más famosos compositores españoles y, aunque no era su especialidad, por el mismo. Sería muy largo y pesado relatar los cantantes que han interpretado sus canciones, baste decir que entre ellos se encuentran todos los grandes de la canción española desde los años cincuenta hasta nuestros días. El autor de la música es Rafael Jaén, nacido en La Línea de la Concepción, Cádiz, el 13 de diciembre de 1915. Su consolidación como autor llegó en 1960, al ganar el primer premio en el Festival de la Canción Andaluza, celebrado en Jerez de la Frontera, con el tema "Nardo con bata de cola" y, a partir de entonces gana numerosos concursos musicales celebrados en diversas ciudades españolas. Quizás su éxito más destacado fuera, junto al tema que nos ocupa, la célebre canción "Mi carro", interpretada por Manolo Escobar. Murió en su pueblo natal el 19 de julio de 1984. Y ya vale de literatura… pasemos a la letra del pasodoble-jota objeto de esta entrada y ha escucharlo, en el vídeo-montaje que lo acompaña, en la versión que nos ofrece la gran Marifé de Triana.

No te vayas de Navarra
Ignacio Román - Rafael Jaén

Era un siete de julio cuando lo vi,
me quemaron sus ojos como el carbón,
y sentí por mis venas un San Fermín
con los siete toritos de la pasión.

Boina roja en la cabeza
la camisa y pantalón como la cal,
y esa estampa de nobleza
que es la misma de Tudela hasta el Roncal.

Al son de guitarras
la jota navarra
que me hizo soñar.

No te vayas de Navarra.
Si no quieres que me muera,
flamencona,
no te vayas de Pamplona.

No te vayas de Navarra,
que por tí pondré banderas
si lo manda tu persona,
flor morena.
No te vayas de Navarra.

Nunca más en la vida lo he vuelto a ver,
porque un siete de julio lo conocí,
y cayó bajo el toro como un clavel
en la fiesta navarra de San Fermín.

A la Virgen Macarena
le pedí que mandara otra pasión,
pero esclava de la pena
su recuerdo me requema el corazón.

Y un llanto de amores
deshoja mis flores
con esta canción:

No te vayas de Navarra.
Si no quieres que me muera,
flamencona,
no te vayas de Pamplona.

No te vayas de Navarra,
que por ti pondré banderas
si lo manda tu persona,
flor morena.
No te vayas de Navarra.

miércoles, 25 de junio de 2008

Concurso de sartenazos

El auténtico concurso en la corrida de Barcelona fue el de sartenazos con la espada. Ni aun a propósito podríamos haber visto concurso tan bien surtido de tan infame manera de matar. A lo largo del festejo pudimos ver dos estocadas haciendo guardia, un metisaca en los bajos y varios bajonazos descarados. Más no podíamos pedir.

¿Y a que se debió tal profusión y variedad de sablazos?, se preguntaran ustedes. Pues a la forma de ejecutar la suerte por parte de los tres matadores, aunque se llevaron la palma Sánchez Vara, autor del metisaca infame en el quinto, y Javier Valverde, que firmó sus dos faenas con dos estocadas en los sótanos haciendo guardia. Si se ponen fuera cacho, apuntando a los bajos y pensando en salir de naja… pasa lo que tiene que pasar.

Para corroborar lo dicho, y aun a sabiendas de la baja calidad de las imágenes, les traigo el vídeo que ha publicado “LcbTV” en su contenedor de vídeos de YouTube. Para una información más detallada de la Corrida Concurso, enlazo con la crónica publicada en la Web de “La Cabaña Brava”-en donde también podrán ver los vídeos de la suerte de varas de los seis toros concursantes- bajo el titular: “¿Para qué se hace una corrida concurso en Barcelona?”.




Nota: Apuntar, puesto que no lo dice el cronista de "La Cabaña Brava", que todos los premios fueron declarados desiertos.

martes, 10 de junio de 2008

Mala Suerte

Desde mi Andanada de “La Misericordia”, situada sobre la puerta de chiqueros, suelo contemplar la suerte de varas a lo lejos, justo enfrente, al otro lado de la plaza, pero en la novillada del pasado domingo, aperreados por un novillo bravucón al que no supieron meter mano ni novillero ni subalternos, vinieron justamente hasta debajo de mi posición y pude ver, en primer plano, la brutal forma de ejecutar la suerte.

El novillo era el 4º de la tarde, "Cupletisto", de la ganadería de "Yerbabuena", con buena presencia, nacido en noviembre de 2004 y con 519 Kgrs. Era un torito que desde saltó al ruedo sembró el desconcierto. En ningún momento pudieron con él, ni Dámaso González -decían que con una cincuentena de novilladas a sus espaldas-, ni Javier Palomeque, el encargado de su lidia, en todo momento fue donde quiso e impuso su ley. En cuanto vio al caballo colocado en su posición habitual, el tendido 4, se arrancó por su cuenta y el picador, Ricardo Romero, cogido por sorpresa, marró en el intento y casi es descabalgado por el empuje de la embestida, salió suelto y casi arrolla a un monosabio. Cuando, después de larga porfía, consiguieron acercarlo de nuevo al caballo, se arrancó otra vez, por iniciativa propia, violentamente y empujó con fuerza, metiendo los riñones, desplazando a caballo y caballero bastantes metros, hasta los dominios del tendido 3, cuarenta segundos de fiera pelea. Salió suelto y, a sus anchas, se instaló cerca de los terrenos de chiqueros sin que hubiera nadie en el ruedo que pusiera orden. Como no podían llevar el novillo hasta el caballo, trasladaron el caballo hasta el novillo, justamente, hasta la vertical de mi posición en la plaza. Volvió a la carga y otra vez estuvo a punto de descabalgar al montado, que marró de nuevo. Aun entró una cuarta vez y fue la definitiva. El picador lo cogió bien cogido y bien trasero, lo enredó en las redes de la carioca y empezó su demolición, metiendo, barrenando, sacando, metiendo, barrenando, sacando, metiendo, barrenando, sacando, metiendo, barrenando, sacando… Cuando levantó el palo... el toro estaba listo.

Todo esto puede verse en el vídeo, realizado por “La Cabaña Brava”, que acompaña esta entrada.



Para más y mejor información de la novillada, enlazo con la Crónica de Corrochanito. El vídeo está alojado en el contenedor en YouTube de la Asociación, “La Cabaña BraVa de Toros”. La foto es de Josemi.

jueves, 29 de mayo de 2008

Con divisa verde y oro - Concha Piquer

Hace muy pocos días, el 23 de mayo, se cumplió el tercer aniversario de la muerte de la "ganadera salmantina" a la que está dedicado este magnífico pasodoble. Pilar Sánchez Hernández, que había nacido en 1907, era hija de uno de los ganaderos más importantes del campo charro de mediados del pasado siglo, Paco Coquilla, por eso, en los ambientes taurinos de Salamanca y de España entera se la conocía como Pilarín Coquilla. Fue una mujer moderna, de ideas liberales y costumbres avanzadas para su época, montaba a caballo, participaba en las tientas, toreaba, fumaba, conducía coches y, además, era guapa. Fue tal su personalidad, y tanto su prestigio entre ganaderos, toreros, artistas y aficionados, que su popularidad trascendió al pueblo y su memoria, no sólo quedó inmortalizada en esta maravillosa copla, creación de Concha Piquer, y original de Quintero, León y Quiroga, sino también en un retrato de Daniel Vázquez Díaz, para quién posó, en 1949, como modelo de un cartel de toros, en esto también fue pionera. Los toreros que acudían a tentar a su finca ponderaban sus encantos y más de alguno bebió los vientos por ella. Nadie supo entonces, cuando se estrenó la copla, que la "ganadera salmantina" de la que hablaba era Pilarín Coquilla, ni tampoco que ese “chiquillo de Osuna que quería ser torero” pudiera ser Joaquín Rodríguez Cagancho, el torero gitano del que dicen que quiso conquistarla para siempre y que a punto estuvo de conseguirlo. Pero para profundizar sobre este tema y hacerse una idea más clara de lo que representó esta mujer en aquella España de mediados del siglo pasado, de sus opiniones y vivencias, o de la la historia de su ganadería, enlazo un interesante artículo que fue publicado en la Web "El Chofre", bajo el titulo “Pilar Sánchez Hernández, Pilarín Coquilla, con motivo de su muerte. Esto, además, me permitirá alargarme en otros aspectos relacionados con este pasodoble y sus creadores.

“Con divisa verde y oro”
era un número que formaba parte del espectáculo presentado por Concha Piquer, en 1953, “Salero de España” y, desde ese mismo momento, se convirtió en una de las canciones emblemáticas de su repertorio. Lo habían compuesto esa maravillosa “cuadrilla de la copla”, ese triunvirato de compositores de “canción española” que tantos y tan grandes éxitos cosecharon y que respondían a los nombres de: Antonio Quintero, comediógrafo, guionista y autor de sainetes costumbristas; Rafael de León, poeta y letrista; y Manuel López-Quiroga, músico, con más de cinco mil composiciones en su haber. Este equipo comenzó a cuajarse hacia mitad de la década de los treinta, pero fue después de la Guerra Civil, concretamente en 1940, cuando se consagraron, y en esto tuvo mucho que ver Conchita Piquer, pues a partir de esa fecha, y a raíz de esta colaboración, se convirtió, a su vez, en la indiscutible reina del género. Recién comenzado el año, el 2 de enero, presentaron en el “Teatro Calderón”, de Madrid, el espectáculo “Las calles de Cádiz”, fue un bombazo, un éxito apoteósico. En el repertorio de dicho espectáculo había un puñado de excelentes canciones, la sola mención de sus nombres les traerán sus melodías a la memoria: La Parrala, A la lima y al limón, No te mires en el río, Ojos verdes, Coplas del burrero, Doña Sol, Triniá o Antonio Vargas Heredia… por nombrar algunas de las que recuerdo a bote pronto.

El encuentro entre el trío de compositores y Concha Piquer fue definitivo para ambas partes; los unos encontraron a un
a gran cantante que, sumaba a las cualidades de su voz, grandes dotes de interpretación, lo que se ajustaba como anillo al dedo a lo que pretendían conseguir con sus canciones, pequeñas obras de teatro en tres actos; la otra consiguió centrar y enfocar definitivamente su carrera, abandonando toda influencia americana en sus espectáculos y el tono afrancesado que amarilleaba alguna de sus interpretaciones y evolucionó hacia una forma de concebir y de hacer más española. Durante los años treinta, después de su regreso de Estados Unidos, en donde durante más de cinco años recorrió el país y aprendió la profesión, había sido una de las preferidas del público, pero a partir de su encuentro con Quintero, León y Quiroga, habría de ser, hasta su imprevista retirada en 1958, la auténtica número uno, la indiscutible reina de la copla.

Sobre todo fue importante, fundamental, su relación con Rafael de León, tanto en lo artístico como en lo personal. En el terreno profesional fue una simbiosis perfecta pues; si Conchita descubrió la fuerza y el dramatismo de las letras de Rafael, algo que andaba buscando desde hacía tiempo y que le abrió las puertas de su consagración; Rafael encontró, en la voz y la capacidad interpretativa de Conchita, lo que necesitaba para que las historias de sus letras cobraran vida. En lo personal fueron amigos entrañables, llegaron a ser… como dos hermanas. Es curiosa la forma en que se conocieron, según nos lo cuenta la propia Conchita:
“Fue el 13 de julio de no recuerdo muy bien que año, pero si recuerdo que era en plena Guerra Civil. Estaba actuando en el “Teatro Exposición”, de Sevilla. En aquel momento estaba en el camerino maquillándome, cuando llamaron a la puerta.
- ¿Se puede?
- Adelante.
Al abrirse la puerta aparece mi buen Rafael vestido de soldado.
- ¿Qué desea?
- Usted es Concha Piquer, ¿verdad?
- Sí. Y usted un maricón, ¿verdad?
-Verdad. Pero ¿en qué lo ha notado?

- En la gorra…
Ambos nos echamos a reír.”


Cuando en 1953 se presentó en público el pasodoble que nos ocupa, “Con divisa verde y oro”, su interprete ya no era ni Concha, ni Conchita, el pueblo había familiarizado su nombre y era, simplemente, "La Piquer". Entre sus amistades personales estaba Pilarín Coquilla, la protagonista de esta historia. Eran de la misma edad, La Piquer había nacido en 1908, y Pilarín un año antes. Cuando la "ganadera salmantina" estaba en la flor de la edad, y los Coquillas en la cresta de la ola -de 1920 hasta 1936-, nuestra intérprete estaba forjando el estilo que la llevaría a ser la indiscutible número uno de la copla. Y cuando ya hacía mucho tiempo que los Coquillas no pertenecían a la familia de Pilarín, cuando el paso del tiempo ya estaba borrando los recuerdos, “vino en un rayo de luna” esta canción, esta historia a ritmo de pasodoble, compuesta por Quintero, León y Quiroga y de la cual hizo una creación magistral "La Piquer". Quizás, en alguna ocasión, fuese testigo de alguno de los sucesos que se cuentan, o quizás de alguna confidencia de amiga o, simplemente, oyente de lo que contaban “las lenguas de doble filo”… ¿A quién se le ocurriría la idea de esta historia?... ¡Vaya usted a saber! Lo cierto es que, entre unos y otros, nos dejaron este pedazo de copla que no es otra cosa que una triste historia de amor.


CON DIVISA VERDE Y ORO

(Quintero - León - Quiroga)

Vino en un rayo de luna,
de luna del mes de enero;
era un chiquillo de Osuna
que quería ser torero.

“Ganadera salmantina,
yo la nombro por madrina,
que er dinero y er carté,
si argún día los consigo,
pongo ar sielo por testigo
que me caso con usté.”

Un ¡ole! en la tienta
por su valentía
y un duende en mis venas
que así me decía:

Ganadera con divisa verde y oro,
ten cuidado,
que el amor no te sorprenda como un toro
desmandado.
Por tu hacienda y tu apellido
se te guarda devoción
y un clavel en tu vestido
llamaría la atención.
En tus ojos se adivina
la locura de un "te adoro",
y has de ser como una encina,
ganadera salmantina
con divisa verde y oro.

Ya es un torero de fama,
dinero y categoría;
ya es su pasión una llama
que me ronda noche y día.

Por tres veces me ha pedido
que le tome por marido,
por tres veces dije ¡no!
Y la causa está en Osuna,
morenita de aceituna
que por mí se le olvidó.

Y son en mis noches
de penas mortales,
cuchillos las coplas
de mis mayorales:

Ganadera con divisa verde y oro,
dueña mía,
cuánto diera por salvarte de ese toro
de agonía.
Con tu hacienda y tu apellido
ya te sobra en qué pensar
y hasta el luto del vestido
te lo debes de quitar.
Porque así no se adivina
que enterraste un "te adoro"
bajo el tronco de una encina,
ganadera salmantina
con divisa verde y oro.



Nota: El vídeo-montaje que presentamos, y que no deja de ser una escusa para poder escuchar la interpretación del pasodoble, con el acompañamiento de la Orquesta del Maestro Quiroga, esta ilustrado con fotografías de Conchita Piquer entresacadas de libros, revistas o discos. Las que corresponden a Pilarín Coquilla, me las suministró Tony, de "El Chofre". Las de relleno son de cosecha propia.

jueves, 10 de abril de 2008

Miguel de Molina - Sevillanas del Espartero

Quizás este sea uno de los días más apropiados para recordar a Miguel de Molina porque, tal día como hoy, pero de hace 100 años, nació en Málaga, el 10 de abril de 1908, Miguel Frías de Molina. Con el tiempo llegó a ser una primera figura de la copla y rivalizó, en la época de oro de este género, con los dos nombres de mayor peso y enjundia que ha dado la canción española, Conchita Piquer y Juanita Reina. La rivalidad con la primera traspasó los límites de los escenarios y se alargó en el tiempo, porque Miguel pensaba que la “Piquer”, celosa de sus éxitos, había instigado “para que lo echaran de España”. Pasó mucho tiempo hasta que se convenció de la falsedad de los rumores que, con evidente mala fe, alguien había propalado. En los últimos años de su vida reconoció públicamente, en una entrevista emitida en Canal Sur, su error y eximía a la valenciana de aquellas maledicencias. La artista valenciana, cuando escuchó tales declaraciones, dicen que comentó: “¡A buenas horas, mangas verdes, cuando ya tenemos los dos permiso del sepulturero…!”.

Miguel tuvo una infancia alborotada y creció sin disciplina paterna, pues su padre, zapatero de profesión, adolecía de epilepsia y pasaba largo tiempo convaleciente. Fue expulsado de varios colegios, pasó por el reformatorio, se escapó de casa con trece años, se ganaba la vida haciendo los recados de “la madame” de una casa de citas y, desde hacia ya tiempo, había aflorado su homosexualidad. Vivió en Sevilla los últimos años de los veinte y llegó a Madrid en 1930.

Trabajó de camarero en el colmado “Los Claveles”, en la zona de Sol, y de madrugada frecuentaba el “Villa Rosa”, donde se reunían toreros, “cantaores” y gentes del espectáculo. La gracia y la espontaneidad que lo acompañaban, junto con su afición al baile y al cante, le hacían granjearse la simpatía de la concurrencia en aquellas fiestas en la que Miguel bailaba, cantaba, era gracioso, divertido y descarado cuando respondía a las burlas que provocaba su afeminamiento. Cuando desde el público le gritaban: “¡Marica…!”. Él, desafiante desde el centro del escenario, solía contestar: “¡Mejor maricón, que suena a bóveda”. Miguel de Molina nace para el mundo artístico en 1931. Formó pareja con Soledad Miralles, “bailaora” que había abandonado los escenarios tras su boda con Bernardo Ruiz Carnicerito de Málaga, y a los que volvió tras separarse de éste. Formaron pareja de cante y baile y debutaron en el Romea, pasando después al Coliseum. En el Liceo barcelonés fue el “Carmelo” de “El amor brujo” en unas cuantas representaciones. En sus comienzos compartió pareja y cartel con otras artistas como Adelita Durán, Pilar Calvo o Amalia de Isaura y, a partir de ahí, su carrera empezó a tomar vuelo, y su historia a convertirse en leyenda… Pero eso es harina de otro costal y en otro momento le meteremos mano, ahora, para que no se haga interminable esta entrada, centrémonos en un par de aspectos concretos.

Las “Sevillanas del Espartero” fueron incluidas en la película “Pepe Conde”, rodada en 1941, y se convirtió en uno de los mayores éxitos de su repertorio. Miguel de Molina hizo una creación inmejorable, pues salía a escena vestido como un torero, aunque de guardarropía, y adornaba su interpretación con cimbreantes pasos de baile y barrocos pases toreros. La canción, como tantas otras de esa época, es original de esa maravillosa cuadrilla de compositores de copla que fueron Valverde, León y Quiroga.

Manuel García Cuesta El Espartero, nacido en Sevilla el 18 de enero de 1865, fue uno de los toreros con más presencia en el repertorio coplero y, además, fue un ídolo entre las mujeres. Maoliyo, como familiarmente lo llamaba la gente, dejó para la historia del anecdotario taurino, en respuesta a la pregunta de porque se dedicaba a una profesión de riesgo como los toros, la celebre frase: “Más cornás da el hambre”. Tomó la alternativa el 13 de septiembre de 1885, de manos de Antonio Carmona El Gordito, y alternó con los más grandes toreros de su época. El 27 de mayo de 1894, cuando iba camino de la plaza de toros de Madrid para tomar parte en la corrida en la que estaba anunciado, se cruzó con una comitiva fúnebre. Tocó madera y miró de soslayo a su cuadrilla. En el coso de la calle de Alcalá le esperaba el toro Perdigón, de la ganadería de Miura que, ya herido de muerte, lo empitonó por el vientre. Veinte minutos después, en la enfermería de la plaza, El Espartero expiraba. Eran las cinco y cinco minutos de la tarde.

En memoria del intérprete, Miguel de Molina, en el centenario de su nacimiento; en mitad de esta semana de farolillos de la Feria de Abril, en donde las sevillanas reinan, y en recuerdo del protagonista de la canción, El Espartero, uno de los héroes legendarios de la historia de la Tauromaquia, vayan estas:

Sevillanas del Espartero
(Valverde - León - Quiroga)

Las mujeres de Sevilla
merece que se compongan.

Merece que se compongan
las mujeres de Sevilla,
ole, ole, ole, ole,
las mujeres de Sevilla
merece que se compongan.

Merece que se compongan
que se ha muerto El Espartero,
ay, ay, ay, ay,
que se ha muerto El Espartero
para que la quiera ella más.

Vaya una pena que ha muerto
el rey de los toreros de luz,
toca Sevilla entera y se han
teñido los pañuelos de negro
todas las cigarreras.

Al hijo de El Espartero
lo quieren meter a fraile.

Lo quieren meter a fraile
al hijo de El Espartero,
ole, ole, ole, ole,
al hijo de El Espartero
lo quieren meter a fraile.

Lo quieren meter a fraile
y la cuadrilla le dice,
ole, ole, ole y ole,
y la cuadrilla le dice
torero como su padre.

La Maestranza ya ha puesto
luto en sus balcones
y las banderas a media asta
y hasta mandó poner crespones
en los chiqueros de la plaza.

Los toritos de Miura
ya no tienen miedo a nada.

Ya no tienen miedo a nada
los toritos de Miura,
ole, ole, ole, ole
los toritos de Miura
ya no tienen miedo a nada.

Ya no tienen miedo a nada
que se ha muerto El Espartero,
ay, ay, ay, ay,
que se ha muerto El Espartero
y el mejor que los mataba.

Y arsa la guasa que te
metiste en la cocina que te
llenaste telarañas que te
pusiste unos botines que con
los tacones de caña.

viernes, 4 de abril de 2008

Dice Pepe Luis...

- No podía ser torero pensando que iba a hacer un molinete, un kikirikí o cualquier cosa del repertorio sevillano; tenía que estar en otra cosa más importante, que era estudiar al toro para poderle. Al toro no se le puede más que con la cabeza, y metiéndoselo en la cabeza.

- Lo que uno pretende, al empezar la faena, e
s poder con el toro. Poderle es estar siempre por encima de él. Esto es lo que se debe tener bien claro. Después, cada uno discurre a su manera, haciendo lo que le vaya apeteciendo con el toro. Pero antes hay que ir compenetrándose con el toro, hay que ir estudiándolo, porque no se acaba de estudiarlo cuando se coge la espada y la muleta. Los toros cambian en el transcurso de la faena… Es un estudio continuo hasta que el toro muere.

- Al principio es el toro
el que marca la pauta, y le da al torero la velocidad. Pero poco a poco el torero, si es bueno, va reduciendo la velocidad del toro, y éste termina por acoplarse al temple del torero. Ese temple de verdad lo tiene muy poca gente. En él está metida la inteligencia, la sabiduría y la historia del toreo. El que es incapaz de reducir la velocidad del toro, y torea rápido, deja muy pocos recuerdos. El temple es el toreo puesto en pie. Todo lo que se haga con un toro despacio es lo que tiene verdadera importancia, y queda en el recuerdo del que lo ve. Antes, cuando salían los toros con esa velocidad y esa fiereza, el torero que iba reduciendo esa agresividad, y en el cuarto muletazo ponía al toro a su temple, era un prodigio. Ese milagro se podía considerar como la verdadera esencia del arte de torear.
- La emoción del toro siempre tiene que darse; yo no estoy muy de acuerdo en que el torero haga desaparecer el peligro del toro. Cuando los toreros se entregan de verdad, por muy bueno que sea el toro, se tiene que poner en el sitio donde el toro pueda coger. Y eso no cabe duda de que da una gran emoción al público, porque se da cuenta de que, como se equivoque el toro, o el torero, sobreviene la cogida. No se puede estar bien sin dar esa sensación de que te pueda coger el toro, y para dar esa emoción hay que ponerse en el sitio donde el toro es capaz de coger.

- La gracia no está reñida con la profundidad.
No es una gracia cascabelera, sino que parece que es un don sobrenatural. Es saber interpretar, en un momento en que nadie, ni el mismo torero, sabe lo que va a hacer. Se dice que esta basada en los adornos. La gracia de estos adornos consiste, a mi juicio, en la sorpresa. Es una cosa que se le ocurre a uno en una milésima de segundo… Esa sorpresa es la que hace que digan que algún torero sevillano está tocado de la gracia.

- El hombre que e
s torero no tiene otra forma de expresividad que con el toro delante. Allí desenvuelve todo su sentimiento y su sabiduría. Lo que quiere es poderle al toro para poder desarrollar su interioridad, su manera de pasar por la vida. Esa es la meta del torero, el decirse: “¡A ver si esto llega! Aunque sea una cosa en el aire, que se va, y que desaparece, que por lo menos quede en el pensamiento de alguien y en su cabeza”.

-
Siempre nos ha gustado torear, y que el toro se venga, que se mueva, que es lo bonito. Desde que hemos ido alas tientas hemos procurado, en vez de hacer un toreo encimista, despegarnos un poco del toro para que se venga. Sí, posiblemente hemos tenido el sentido de darle al toro espacio para que se crezca y se alegre creyendo que puede alcanzar aquello. Hay que decir que el toro, en aquella época también se movía más. Esa es la verdad.

- Puede ser el toro el que haya puesto el toreo así de monótono,
pero no cabe duda de que surge muy poca sorpresa. Hay poca imaginación. Los toreros se acoplan a una faena muy igual. Pero el toro es el que trasmite y te sorprende. Es el principal protagonista, y cuando vuelve de distinta manera de una a otra vez, y tiene alguna agresividad, alguna dificultad, pone a la gente muy pendiente, y el torero, naturalmente, mucho más pendiente. Antes esa compenetración necesaria entre el toro y el torero, para trasmitir al público, no producía faenas monótonas, por muy deslucidas que fueran.


Las palabras puestas en boca de Pepe Luis están entresacadas de la entrevista que aparece en el libro "El torero y su sombra" de François Zumbiehl. El vídeo es una producción de "La Cabaña Brava" y está alojado en su contenedor de YouTube "La Cabaña Brava Va de Toros".

jueves, 13 de marzo de 2008

Un nudo en la garganta

Me propongo explicar lo que siento cada vez que visiono el vídeo que enlazo al final de esta entrada y no encuentro las palabras. Lo he visto varias veces y todas, todas sin excepción, me produce un nudo en la garganta y, a la vez, una ráfaga de emoción, como un escalofrío, me recorre todo el cuerpo, me retuerce el estómago y me conmueve.

Quizás sea la entrega, la ofrenda de la vida, el desinteresado ofrecimiento del cuerpo propio para defender al compañero caído, al indefenso que se encuentra abatido e inconsciente a merced de las embestidas del toro. Ver esos ojos que vigilan la siguiente acometida, esas caras tensionadas por la cercana presencia de la muerte, los gestos y la decisión para, como manta protectora, cubrir, con los suyos, el cuerpo rendido del amigo…


Quizás, para tratar de explicar esa sensación que no acierto a describir, sea más acertado acudir a un fragmento de unos versos de Konstantino Kavafis que me salieron al paso:

En medio del terror y de la sospecha,
con la mente agitada y los ojos asustados,
buscamos soluciones y planeamos qué hacer
para escapar de la segura
amenaza que tan espantosamente nos acecha.

Aunque quizás sea preferible que ustedes mismos lo vean y saquen sus propias conclusiones. De lo que sí estoy plenamente convencido es de que se trata de una auténtica lección de compañerismo.

lunes, 28 de enero de 2008

El Relicario

El nacimiento y estreno de esta canción, uno de los primeros y mayores éxitos, si no el que más, de las canciones taurinas, fue rocambolesco y curioso. La compusieron, en el año 1914, José Padilla, la música, y Armando Oliveros en compañía de José Castellví, la letra. Su génesis se debe a una curiosa apuesta.

Ese año había sido pródigo para el almeriense José Padilla, reconocido aficionado a los toros, pues había estrenado “La Violetera”, su mayor y más internacional. Estando en Barcelona, en compañía de los mencionados autores de la letra, amigos y aficionados igualmente, y soportando las bromas que recibía sobre el tiempo que invertía en componer un pasodoble, se le ocurrió retarlos a que si ellos le entregaban una letra en unas pocas horas, él le pondría la música adecuada a la mayor brevedad. Ganó la apuesta, la canción que surgió de este reto fue de la que se ocupa esta entrada, “El Relicario”.

Pero no acabo aquí su atribulado nacimiento. Una vez creada la composición había que estrenarla. Por aquella época existía la costumbre de que los autores de reconocido prestigio cedieran la exclusiva del estreno de sus obras a los interpretes que pagaran una cantidad estipulada, solía ser de quinientas pesetas, de las de entonces, unos tres euros de hoy en día. La cupletista que tuvo el honor de estrenar esta canción, después de pasar por taquilla, se llamaba Mary Foncela, la presento en el “Edén Concert” de Barcelona, pero no produjo ni frío ni calor. Días después, no tuvo reparos el maestro Padilla en ofrecerle el estreno a otra cupletista, por supuesto, tras satisfacer la cifra acordada, Carmen Flores, a la que ya conocía por haber sido quien estrenó “La Violetera”, pero tampoco caló en el respetable su interpretación de la extremeña. Aún tuvo lugar un tercer estreno, con la consiguiente retribución al autor, por parte de Blanquita Suárez, donostiarra de nacimiento, que había debutado con quince años en “Eldorado”, situado en la plaza de Cataluña de la Ciudad Condal, pero “El Relicario” seguía sin encontrar su intérprete.

Pero ocurrió una coincidencia, cosas de la vida, que significaría para esta canción su consagración definitiva. En el escenario del mencionado “Eldorado” barcelonés, una cantante lírica, Conchita Ulía, cantó “El Relicario”, aquella noche, entre los asistentes al espectáculo se encontraba Raquel Meller, le gustó la canción, pero no la interpretación, mostraba su disgusto y aducía que la pieza había sido cantada con demasiada frivolidad. Habló con el maestro Padilla e ideo una puesta en escena totalmente diferente. Vestida de negro, con traje de encaje, mantilla sobre los hombros y un ramo de claveles en el pecho, dramatizó la letra y enfatizo el momento del estribillo en que se produce la muerte del torero. Fue un éxito arrollador, grabó la canción y el disco fue récord de ventas en España y otros países, en la época del fonógrafo, no lo olvidemos. Tan sólo en Francia se vendieron más de cien mil copias.

Desde entonces, ha sido muy grande la repercusión de esta canción en todo el mundo, y muchas las versiones que se han hecho, a destacar, por su popularidad y dramatismo, la que interpreta Sara Montiel en la película “El último culpé”, en donde sale a escena con ropas similares a las utilizadas por la Meller en su creación primera.

Raquel Meller, cuyo nombre verdadero era Francisca Marqués López, era natural de Tarazona de Aragón, en donde había nacido el 9 de marzo de 1888. Hija de Telesforo Marqués, herrero de profesión y apodado “El Cojo de la Venta”, y de Isabel López. Acuciados por las estrecheces económicas, la familia emigró a Barcelona, ciudad en pleno crecimiento hacia finales del siglo XIX. Estuvo al cuidado de una tía monja, pero no gustándole el porvenir que se le presentaba si seguía los consejos de su tía, volvió con su familia, en donde ya eran siete hermanos, y se puso a trabajar de modistilla.

Trabajaba en un taller del centro de Barcelona y no paraba de cantar mientras realizaba su trabajo, por allí solía pasar una artista de varietés, Marta Oliver, que la había oído cantar, admiraba su belleza y sabia de sus penurias económicas. Le propuso debutar en el cabaret “La gran peña”, y eso ocurrió en 1907 con el nombre de “La Bella Raquel”. A partir de ese momento empezaba una carrera que la llevaría hasta la cúspide de su profesión, pronto cambio su nombre por el de Raquel Meller, cuando su notoriedad fue creciendo, de las varietés se pasó al cuplé, más decente y adecuado para todos los públicos, que en aquella época era el género de moda. Se presento en septiembre de 1911 en el “Arnau” y se convirtió en la cupletista más admirada del país. Su fama se fue acrecentando sin parar, incluso fuera de nuestras fronteras, en 1919 decidió marcharse a París, capital del mundo en esa época, y allí, en el “Teatro Olympia”, se consagró y comenzó su imparable éxito internacional que la llevó a ser considera la cantante más famosa de su tiempo.

El auge de este género musical se marchitó, y la estrella de nuestra cantante también, con el comienzo de la IIª Guerra Mundial, pero, porque además se haría interminable esta entrada, no vamos a entrar en el detalle de la vida y milagros de la, posiblemente, española más internacional de todos los tiempos, incluso el “Time” neoyorquino le dedicó una portada en 1926. Para eso ya existe el libro “Raquel Meller y su tiempo”, escrito por Javier Barreiro y editado en Zaragoza por el Gobierno de Aragón en 1992, o el disco-libro “Siete cupletistas de Aragón”, de donde he sacado parte de la información de este artículo, editado por “Prames”, en la que el mismo autor se ocupa de la parte literaria. Tan sólo, como somera orientación, anotar algunos de los hombres y mujeres, de todo tipo de clase y condición, la flor y nata de aquellos locos años veinte, con los que se codeaba, de tú a tú, la cupletista aragonesa: Carlos Gardel, Maurice Chevalier, Josephine Baker, Charles Chaplin, que la quiso fichar para el cine, el Príncipe de Gales, los reyes de Suecia, Benlliure, Galdós, los Álvarez Quintero, María Guerrero, Rodolfo Valentino, Manuel Machado, el conde de Romanones, Cecil B. de Mille, Sarah Bernhardt, Benavente, Huxley, Joaquín Sorolla se enamoró de ella y le hizo un retrato, tuvo palacios en París, viajó con vías ferroviarias libres, tres cocineros y cientos de baúles, visito personalmente al Papa Pío XI, le cocinó una paella a Alfonso XIII, decoraban su casa cuadros de Picasso, Rendir, Matisse, Toulouse-Lautrec, Carrère, Rodin, tuvo un piano que había sido de Mozart… Casi todo lo perdió con la IIª Guerra Mundial. Aún entonces, y ya con 52 años, contrajo matrimonio con el empresario del casino de Montecarlo, el judio-francés Edmond Sayac. No le duro mucho este matrimonio, pero le serviría, seguro, para salir de la bancarrota a la que le había llevado la Guerra.

Desde entonces, y ya en franco declive, participo en diferentes espectáculos de segunda fila, en galas benéficas o prestigiando con su nombre diferentes revistas, como la de “Melodías del Danubio”, de los vieneses Arthur Kaps, Franz Joham y Hertha Frankel, que tan populares llegaron a ser en nuestro país y en los primeros años de nuestra TVE. En esta revista que acabo de citar, se da la paradoja de que Raquel Meller tuvo la oportunidad de estrenar un pasodoble taurino que alcanzaría gran popularidad, años después, en la voz de otras cantantes, se trataba del conocido “Tengo miedo torero”, música original de Augusto Algueró, padre, y letra del austriaco Arthur Kaps. La última vez que actuó, ya muy mermada de facultades, en público fue en Barcelona, en el año 1961. Murió, aquejada de una afección cardíaca, en Barcelona el 26 de julio de 1962. Y ya vale…

El Relicario
José Padilla - Armando Oliveros - José Castellví

El día de San Eugenio
yendo hacia El Pardo lo conocí;
era el torero de más tronío
y el más castizo de ‘to’ Madrid.

Iba en calesa pidiendo guerra
y yo al mirarle me estremecí.

Él al notarlo saltó del coche
y muy garboso vino hacía mí,
tiró la capa con gesto altivo
y descubriéndose me dijo así:

Pisa morena, pisa con garbo,
que un relicario, que un relicario me voy hacer,
con el trocito de mi capote,
que haya pisado, que haya pisado tan lindo pie.

Un lunes abrileño
él toreaba y a verle fui,
nunca lo hiciera que aquella tarde,
de sentimientos creí morir.

Al dar un lance cayó en la arena,
se sintió herido miró hacia mí.

Y un relicario sacó del pecho
que yo enseguida reconocí,
cuando el torero caía inerte,
en su delirio decía así:

Pisa morena, pisa con garbo,
que un relicario, que un relicario me voy hacer,
con el trocito de mi capote,
que haya pisado, que haya pisado tan lindo pie.



Para completar la entrada y enriquecer la escucha, también incluyo el vídeo de la versión que Sara Montiel hizo de "El Relicario" en la película "El último culpé".