“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
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viernes, 31 de mayo de 2013

UNA TARDE DE TOROS

Ni más, ni menos. Una tarde de toros. Eso es lo que se vivió ayer, 30 de mayo de 2013, en la Plaza de "Las Ventas" de Madrid. Conviene tomar buena nota porque no son muchas las veces que eso ocurre. Emoción durante toda la tarde, interés en cada toro que saltaba al ruedo, compromiso de los toreros en cada lance... En total, más de dos horas de corrida y nadie se aburrió ni viéndola por televisión, como es mi caso. Así debe ser una corrida de toros.

Datos de interés. En primer lugar, los toros. Buena corrida de Adolfo Martín con dos toros de nota. Clara mejoría en relación con las lidiadas en años anteriores es esta y otras plazas. Ojalá sea el comienzo de la recuperación de este encaste y -en particular- de esta ganadería, pues buena falta le hace a la Fiesta. En segundo lugar, el compromiso de los toreros. La apuesta de Javier Castaño por la lidia completa de sus toros, con gran protagonismo de su cuadrilla, es algo  muy bueno en estos tiempos tan raquíticos en torería. Sus banderilleros David Adalid y Fernando Sánchez han demostrado que no sólo es posible sino necesario -obligatorio, diría yo- realizar el tercio de banderillas con majeza y torería. Un óle por ellos. Igual reconocimiento para Tito Sandoval que, como es su obligación, ha picado su toro por derecho, como tiene que ser. Este comportamiento se les debería exigir a las cuadrillas de todos los matadores y, de forma especial, a las de los que están considerados "grandes figuras" de esta profesión. Antonio Ferrera y Alberto Aguilar , con mejor o peor suerte, han estado a la altura de las circunstancias. Sobre todo el primero que, en su estilo, ha estado serio y sobrio en sus dos toros.

En resumen, una tarde de toros. Ni más, ni menos que eso, algo que para los aficionados, dado como está el patio, es muchísimo. Tardes como esta son las que necesita la Fiesta para salir a flote. Dejarse de marear la perdiz y apostar por la verdad de este espectáculo. Algo que viene a ser muy parecido a lo que se vivió ayer, 30 de mayo de 2013 -conviene recordarlo-, en la Plaza de Las Ventas de Madrid.

viernes, 27 de enero de 2012

Y NADIE SE PREGUNTA PORQUÉ LA GENTE ESTÁ DEJANDO DE IR A LOS TOROS

El invierno taurino siempre es una época de balance de lo pasado y conjeturas de lo por venir. El tema estrella de este año, que arrancó a finales de la pasada temporada, es el de los derechos de imagen de un grupo de toreros que, ante la retransmisión de las ferias más importantes por un canal privado, no estaban conformes con el reparto de los derechos generados por esa circunstancia. Los mandamases del escalafón, conocidos como el “G10”, decidieron que debían poner su imagen y sus intereses bajo el control de una agencia profesional dedicada a gestionársela. A raíz de esa decisión los cimientos del actual entramado taurino temblaron. Era un directo al estómago de los empresarios que, parece ser, eran los máximos beneficiarios de esas retransmisiones. Ello les suponían unos ingresos extraordinarios que, ante la cada vez menor asistencia de espectadores a los festejos taurinos, les servían para obtener un saldo positivo al final de la temporada. Pero sobre todo para el canal de televisión privado que, en vez de entenderse con el empresario, deberá hacerlo, además, con los toreros. Imagino que los colectivos de ganaderos y subalternos también llamaran a esa puerta lo que, sin duda, complicará todavía más las cosas. Pues eso, que el tema estrella de este invierno taurino ha sido este -como repartirse el pastel de los beneficios generados por las retransmisiones televisivas- y nadie ha pensado en el auténtico problema que aqueja a la Fiesta que es bien distinto y de un calado mucho más profundo.

Porque el gran problema que amenaza a la Fiesta de los Toros, visto lo visto la pasada temporada, es la escasez de público que asiste a los festejos, cada día más alarmante, y la reducción de los mismos pues, el pasado año, han sido más de mil los que han dejado de celebrarse. Ese es el auténtico debate que deberían emprender los que son máximos beneficiarios de este espectáculo: Los toreros del “G10”, la inmensa mayoría que no están en este selecto grupo, los subalternos, los ganaderos, los empresarios y, puesto que son los propietarios de la mayor parte de las plazas, los poderes públicos. Y no creo que no se lo planteen por desconocimiento, pues son los que los sufren en sus propias carnes y, de seguir así las cosas, esto conduce hacia la desaparición, más pronto que tarde, de la propia Fiesta. Más me parece una huida hacia adelante tratando de recoger las últimas migajas de un negocio que, por su propia desidia y en aras de la comodidad, se está agotando.

El auténtico debate de este tiempo de invierno debiera haber sido ese. ¿Porqué la gente está dejando de ir a los toros? Esa es la principal pregunta que hay que hacerse, pues si los festejos se reducen y la gente no acude a los que se programan, no hay derechos de imagen ni negocios que valgan nada. Pero parece ser que a nadie de los del negocio taurino les interesa hacerse esa pregunta y tratar de buscar la solución. Cada vez son más los aficionados que toman conciencia de que la Fiesta, tal como se produce en la actualidad, ha perdido su principal valor, la emoción, y se ha convertido en algo monótono, previsible y aburrido, justamente lo contrario de lo que debería ser. Pero si esto no preocupa a los taurinos pues, desde hace mucho tiempo, les da igual lo que digan sus principales clientes, tampoco son capaces de llenar los tendidos con público de aluvión y festivo. Esta gente, que generalmente acude a los toros con motivo de las fiesta patronales de su ciudad, aunque no son entendidos y solo buscan la fiesta y el reparto de trofeos a porrillo, se encuentran con un espectáculo tan descafeinado y vacío que tal como van saliendo de la plaza se van olvidado de los visto.

Hay excepciones. Recuerdo corridas de toros en que, a la salida, aficionados y espectadores, seguimos hablando de lo acontecido en la plaza. Suele ocurrir cuando, con más o menos trofeos concedidos, la emoción ronda por el ruedo. Es lo que tiene la emoción, que no deja indiferentes ni a unos ni a otros, pues la alteración del ánimo que produce en cada individuo, aficionado o profano, hace que sigas con interés y expectación todo cuanto acontece en el albero. Y la emoción en una corrida de toros solo puede venir de la mano de su protagonista principal, el toro. Para bien o para mal, solo el toro puede hacer que la lidia sea emocionante. Pero en los estamentos taurinos no quieren sacar las conclusiones que de esto se derivan, no les interesa, prefieren seguir tirando para adelante con el borrego al uso aún a sabiendas de que esa es la única solución para que la Fiesta de los Toros recupere su verdad y salga del profundo bache en el que se encuentra metida.

lunes, 25 de julio de 2011

EL PODER PERDIDO DEL TORO DE LIDIA

La característica más destacable en cuantas corridas de toros y novilladas se dan en los últimos años es la total falta de poder del ganado bravo, tanto entre los toros, como entre lo novillos que se lidian en plazas de primera, segunda o tercera. "Cuidar" es la palabra más usada en los tiempos actuales, tanto en boca de críticos especializados y locutores, como entre los aficionados. "Cuidar" al toro para que no se derrumbe si se le obliga demasiado en las faenas de la lidia y que "dure" -otra palabreja de moda- en la faena de muleta. Es la obsesión de los taurinos (matador, subalternos, picadores, apoderado, ayudas y demás gente que pulula cerca de la cuadrilla) en todos los festejos: "cuidar al toro para que dure", pues, con el tipo de toro que han dispuesto para esta fiesta que tratan de imponer, es lo único que se puede hacer: "cuidarlo para que dure". El poder del toro de lidia es el principal sacrificado por parte de los profesionales de este negocio, y ese poder se puede minar de muchas formas. Todas las defensas que pueda tener un toro, por más aparatosas que sean, o las malas intenciones que pueda desarrollar a lo largo de la lidia, no tienen demasiada importancia si el motor que hace que el toro se mueva, se defienda y las utilice en su ataque, no funciona. Sin poder el toro no es nada y su juego, en vez de emoción, produce pena. Siempre se ha dicho que las cornadas fuertes se dan con los cuartos traseros, en donde radica la fuerza y el poder de un toro sano. Si al toro hay que cuidarlo, en vez de cuidarse de él, la Fiesta se convierte en otra cosa que se aleja cada vez de su sentido principal. Esto, por desgracia, ya esta ocurriendo desde hace muchos años. Viendo el resultado de los festejos que se llevan celebrados hasta el momento, cuando ya nos encontramos a mitad de temporada y han tenido lugar las ferias más importantes, en donde se puede deducir que, en su inmensa mayoría, la invalidez y la falta de fuerzas, en definitiva, la falta de poder de los toros y novillos que se han lidiado en todas las plazas ha sido la característica más destacada. Reflexionando sobre estas cosas del "poder" perdido del toro de lidia, me ha venido a la memoria algo de lo escrito por R. Abarquero Durango, hacia mitad del pasado siglo, en su libro "EL TORO INVÁLIDO - AFEITADO Y CAÍDA DE LOS TOROS", que habla de algunas de las posibles causas por las que los toros, cuando salen al ruedo, no dispongan de todo su poder. El capítulo que habla de esto lleva por título:

EL TORO INVALIDO EN LA PLAZA Y SUS CAUSAS 

"El toro vive en el campo pisando una alfombra de pasto y mantillo (como merece tal señor). Las defensas auténticas no están en las defensas visibles. Las primeras son el motor impulsivo del animal, con su complicada combustión sanguínea, que aporta la potencia que ha de servir a las segundas para que, por su contacto violento, se produzcan las lesiones en el objeto que acometa el toro.
Las corridas se celebran ahora en el tránsito de la tarde a la noche y terminan hasta con  luz artificial. Es decir, en la PENUMBRA.
De esto, cualquier aficionado se da cuenta; pero de lo que no se da cuenta es que la lidia del toro se celebra también en la PENUMBRA de lo FISIOLOGICO y de lo PATOLOGICO por la disminución de las defensas auténticas. Por eso vamos a dar un repaso, en relación con la presentación de los toros y sus condiciones, pues de esta manera se verá cómo no es lo mismo torear lo que se cría en los prados que lo que sale de los chiqueros. Muchos de los toros, cuando salen a la plaza, lo hacen con sus defensas menguadas, limitando sus facultades, que es tanto como limitar su bravura.
MANIOBRAS FISICA
EXTREMIDADES SENSIBLES.- De todos es sabido que el toro vive en el prado pisando en una alfombra de pasto y mantillo (como merece tal señor), pero cuando ha llegado su hora (su hora de calvario), antes era llevado poco a poco por las veredas, con sus descansaderos, que le servían de entrenamiento, ya que su martirio no empezaba hasta la salida al ruedo.
Pero un día se le ocurrió a un ingenioso mayoral de la plaza de Madrid hacer un cajón para su transporte. La idea fue buena, pero luego se ha convertido en una CHECA de martirio, empezando su calvario desde el momento que le meten.
No voy a describir muchas cosas de las que ustedes conocen. Sólo diré que la alfombra de la CHECA no tiene el piso igualado, ni tampoco nivelado, por cuyo motivo el toro no sabe dónde apoyarse.
Los cuadrúpedos, dada su estabilidad, descansan cómodamente sobre sus extremidades, ya que suelen echarse pocas veces y lo hacen en posición externo-costal, casi únicamente para rumiar.
¿Qué tiempo descansará y rumiará un toro que se pasa varios días de viaje en el cajón preparado para todo, menos para descansar y rumiar?
EXTREMIDADES SEMIANQUILOSADAS.- Articulación que no funciona se anquilosa. Los toros, después de varios días de viaje en el cajón, sin modificar su estabilidad, tienen gran dificultad en el movimiento de sus extremidades.
Si su lidia se aplaza unos días, aún puede recuperarse, pero si van del cajón al callejón y de éste a la plaza, la recuperación no tiene lugar.
Cualquier aficionado que haya presenciado el desencajonamiento en la plaza de
Valencia, por los movimientos de los toros se podía dar idea del tiempo que llevaban unos y otros encajonados.
GOLPE DE CALOR.- Los animales encajonados no están ajenos a los efectos del calor, por el espacio tan reducido y por la época en que se celebran las corridas.
Si a esto agregamos que no se les suministra el agua y que las jaulas permanecen al sol (algunas veces), los efectos dejan sus huellas en el animal.
Bastaría ver la frecuencia respiratoria y del pulso para comprobar cuanto digo, que, con la sed y el hambre, dan lugar a un agotamiento fisiológico digno de tenerlo en cuenta.
MANIOBRAS FISIOLÓGICAS
El ayuno, o sea, la privación de alimento, incluso del agua, mengua las facultades del toro, y si se prolonga conduce a la muerte.
No hace falta tanto, con que queden en la PENUMBRA de lo fisiológico y de lo patológico nos valen.
Los carnívoros resisten mejor el ayuno que los herbívoros Los primeros tienen que buscar la presa y los segundos, salvo condiciones especiales, siempre la tienen. La Naturaleza lo prevée todo.
SED, HAMBRE DE AGUA: HAMBRE DE SAL
Nada más ver los títulos, cualquier aficionado, no sólo por lo que ha oído, sino porque él también las ha padecido, se da una idea clara de los resultados, combinando hábilmente en exceso una y otra de las dos necesidades que tiene el organismo animal.
Al dar la sal a un animal se le provoca un hambre de agua.
De todos es sabido que la sed es peor tolerada que el hambre, con sus consiguientes molestias; pero las más interesantes son: la angustia y la ansiedad, que también limitan las facultades del toro.
Supongamos que le dan agua en cantidad como para matarle la sed.
A primera vista, todo arreglado. Sí, sí. Arreglado para descansar, pues con la cantidad de agua injerida no recupera todas sus facultades al momento.
PURGA. Aquí sí que estamos todos fuertes por experiencia propia y todos hemos quedado para el arrastre. Eso le pasa al toro antes de lidiarle.
MANIOBRAS TRAUMATICAS
SACO.- El lanzamiento del saco es una maniobra contundente que tiene la ventaja dé producir lesiones más arriba de las extremidades, por lo cual se caen los toros sin saber de qué pata cojean.
DE LA BRAVURA A LA TIMIDEZ, CON SOLO UN TRAUMATISMO ATENUADO: LA SUJECION DEL TORO
Es tal vez lo más interesante de cuanto vamos a decir :
Antes, el toro iba del ganadero a la Empresa, sin haberlo visto muchas veces ésta y rara vez el apoderado o el torero. Pero... ¡ahora te quiero yo ver! Nos ha salido este último de intermediario y de enlace, ¡que ya te puedes preparar!
¡Dichosos intermediarios! En todos los sitios nos los encontramos con sus dos caras corrosivas. Una para el toro y la otra para el público (a quien afeita el bolsillo).
¡Señores! ¿Será una enfermedad social y mundial la INTERMEDIOCRACIA? ¡Pchsss!... Lo será.
De todos es sabido que el toro no pasa por la domesticidad para ser lidiado. Lo hace del estado salvaje a la plaza.
Si este animal ha conservado su personalidad psíquica en estado natural, sin contacto con nadie, cabe también suponer que no consentirá que nadie le pise el terreno, y cuando algún intruso (apoderado) lo haga será a costa de deshacer su unidad físico-psicológica: unidad indispensable para mantener en alto el pabellón de la bravura.
A poco contacto que se haya tenido con los animales, aunque no sea el toro de lidia habrá podido observar que, con sólo sujetar a un animal (por personas, trabones, sogas, etc.), se produce UN COMPLEJO DE INFERIORIDAD, con lo cual el animal, después de forcejear varias veces y verse vencido, queda sumido en la inmovilidad más sorprendente. Algunas veces el animal se deja hacer toda clase de maniobras, incluso operaciones quirúrgicas, fuego con fines terapéuticos o de marcaje, sin intentar el forcejeo siquiera.
Este traumatismo psíquico, producido sólo por la SUJECION, deja una huella tan grande en su voluntad que habrás que empujarle para levantarse. No tengo qué decirles cómo habrá quedado el toro después de las lesiones en las articulaciones, músculos y ligamentos, acompañado de la desintegración de su personalidad salvaje. Después de esto se habrán dado cuenta de lo que es un afeitado sin sierra y sin lima."

jueves, 30 de junio de 2011

LOS MARGINADOS DEL G-10, LA GRAN MAYORÍA... CALLAN

La temporada va como se suponía. Los taurinos, con lo que se ha dado en denominar el G-10 a la cabeza, que no son otros que los que cortan el bacalao y se lo llevan crudo -los “figuras” del momento y sus mentores- decidieron al final de la pasada temporada, con la excusa y el acicate del traspaso de los toros al Ministerio de Cultura, que la fiesta debía resurgir en base a la propaganda y el triunfalismo más desaforando. Conscientes de que los aficionados, aburridos, cada vez son menos en los tendidos y, por lo tanto, es menor su influencia, e imbuidos por la convicción de que los que acuden a las corridas de toros son espectadores ocasionales que ni entienden ni les interesa comprender la riqueza de la fiesta de los toros y juzgan lo sucedido en el ruedo por los resultados -orejas cortadas, salidas a hombros e indultos de toros a porrillo- decidieron que había que dar una vuelta más a la tuerca y rebajar todavía más la condición del toro. En esas estamos. Solo hace falta echar a una ojeada a las fotos que circulan por Internet de los animales -porque ya no se les puede llamar toros- que les sueltan por todas las plazas, que son casi todas, por las que pasan. La crisis de público en los tendidos, que empieza a ser alarmante y más que preocupante, debían pensar que se solucionaría con esos ingredientes, publicidad y triunfalismo, pero parece ser que ese diagnostico no fue el correcto y su estrategia esta cosechando el más grande de los fracasos porque cada vez es más el cemento que se ve en las plazas de toros.

No se hasta cuando seguirán manteniendo esta estrategia que se ha mostrado totalmente equivocada, pero no puede ser por mucho tiempo pues no se puede aguantar demasiado perdiendo dinero. El espectáculo que se ofrece es pobre, monótono, aburrido y con fundadas sospechas de manipulación fraudulenta. Ha sido despojado de su mayor valor, el de la emoción, como consecuencia de la desvirtualización que ha sufrido el toro de lidia y, sin el toro en toda su integridad, con poder y con todo su peligro, poco de lo que se haga ante el sucedáneo que hacen pasar por toro, tiene importancia y, en consecuencia, no tiene sentido ni valor el triunfalismo que se pretende propagar. Es mentira, y hasta los profanos que pueblan los tendidos, cada vez menos, se dan cuenta. Los espectadores ocasionales, que acuden a las plazas porque son las fiestas de su localidad, no le dan importancia a lo que sucede en el ruedo, porque no la tiene, y se olvidan de los visto nada más que salen de las mismas, de esa forma los triunfos conseguidos de poco valen. Por lo tanto, si no se rectifica esta estrategia y se vuelve a la verdad, poco es el futuro que le queda a esta fiesta que nada tiene que ver con la auténtica Fiesta de los Toros.

Pero lo que no entiendo es que, en estos tiempos de revueltas populares, los marginados del negocio; que son todos los toreros menos los 10 que cortan el bacalao; los empresarios modestos, que se tienen que plegar a las condiciones de los 10 y que, irremediablemente, tienen que perder dinero o mangonear para sobrevivir; y los ganaderos que ven como sus toros se los tienen que comer con patatas porque los 10, salvo los de las ganaderías que exigen, no quieren verlos ni en pintura; están condenados sin remedio -toreros, empresarios y ganaderos ajenos al circulo de los 10- a la bancarrota más absoluta si las cosas siguen por el curso que llevan. En esta situación no entiendo porque no muestren su indignación, porque no se revelan contra este sistema controlado por tan pocos que tan poco les dejan para repartir y que están convirtiendo esta fiesta, de la que siempre han vivido muchos, en un coto privado y exclusivo. Ellos, los marginados, son los más perjudicados. Ellos, si no se conforman con las migajas que les dan, tienen la palabra y el poder de dar un vuelco a la situación o, al menos, intentarlo. Los aficionados, aparte de predicar en el desierto, poco podemos hacer. Necesitamos un gesto, alguna iniciativa por parte del colectivo de marginados, que son mayoría apabullante en la profesión, una disposición para recuperar la verdad de la Fiesta, una decisión que nos de argumentos y razones para seguir en la lucha. Puede parecer una quimera embarcarse en una cruzada contra el sistema establecido, puede ser un camino duro, largo y difícil, pero no imposible si se va con la verdad por delante… torres más altas han caído.

miércoles, 11 de mayo de 2011

LAS CLAVES DEL TOREO MODERNO

En Sevilla, en su recién terminada Feria Taurina de Abril, han quedado establecidas las bases del toreo del siglo XXI. Era preciso establecer las leyes del toreo moderno, el nuevo patrón en el que basarse para juzgar lo que sucede en el ruedo, y Sevilla era el sitio ideal. El beneplácito de una “catedral” del toreo, como lo es la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, ha significado la pontificación de unas nuevas normas sobre las que se pretender atraer un nuevo público a las plazas y la posibilidad de que la Fiesta de los Toros se consolide y retome el vuelo y el favor del público. Si una de las estrategias establecidas por el “taurinismo” para afrontar la crisis de público en las plazas es la del triunfalismo, de lo que ya escribí en su día en este mismo Blog, en Sevilla, en su recién terminada Feria Taurina de Abril, se han dado un par de circunstancias que han venido a consolidar esta estrategia y han servido para consagrar las formas de la tauromaquia del nuevo siglo, tanto en el tipo de toro requerido como en la forma de torearlo.

Resumiendo lo ocurrido en Sevilla, en su recién terminada Feria Taurina de Abril, en donde se prima el “toro bonito” antes que el trapío, tenemos que sacar la conclusión de que los toros que se han prestado al lucimiento estaban todos en la edad de novillo, cuatro años recién cumplidos, por lo que podemos deducir que el toro necesario para que se produzca el “nuevo arte del toreo” debe ser un novillo que parezca un toro. Casualmente este tipo de toro sale al ruedo con unos pitones que al primer roce con el peto del caballo ser convierten en auténticas brochas -si no es que pierde parte de un pitón y el comentarista televisivo, con fina ironía, dice que “ahora el pitón queda más corto pero más astifino”-. Otra de las conclusiones con respecto al toro, después de ver los momentos más brillantes de la recién termina Feria Taurina de Abril de Sevilla, es la necesidad de “cuidarlo”, como aseguraba el “sumo pontífice” de la tauromaquia moderna, don Enrique Ponce, tras matar uno de sus toros: “he tenido que cuidarlo desde el principio”. Lo mismo decía, con las mismas o parecidas palabras, el beatificado J. M. Manzanares, al comentar su famosa faena del indulto a un “cuvillo”. En esta nueva tauromaquia del siglo XXI, todo lo que se le hace al toro desde que salta al ruedo, debe estar en función de la faena de muleta.

Estas nuevas formas de la tauromaquia moderna conllevan la desaparición de la suerte de varas, antaño piedra angular para calibrar la bravura del toro. Todos los toros que han posibilitado el triunfo en la recién terminada Feria Taurina de Abril han pasado por el caballo con dos “puyacitos” de puro trámite. El toro moderno ya sale listo para la lidia desde que salta al ruedo, la suerte de varas es innecesaria salvo -por eso todavía no ha desaparecido del todo- en los toros que aún conservan algo de poder y, por su movilidad, ofrecen dificultades a los toreros, entonces se utiliza para aniquilarlos. La función que desempeñaba antiguamente, en que era considerada el “eje de la lidia”, para calibrar la bravura y el poder del toro y, a partir de ahí, valorar la forma de resolver la ecuación por parte de su lidiador, ya no es la norma. Del toro ya no se busca que sea bravo, la bravura conlleva numerosos problemas que resolver, se busca que aguante el tiempo suficiente sin derrumbarse y colabore en la faena de muleta, que pase de un lado a otro acudiendo al cite dócilmente cuando se lo solicite el “artista” encargado de lucirse con él.

Pero el toro siempre ha estado en función del toreo imperante en cada época, en esta de principios del siglo XXI nos esta tocando vivir la de la “estética”. El nuevo toreo se basa en componer la figura y una vez compuesta esperar que el toro atienda el requerimiento del cite y acuda solícito y con rectitud al encuentro. El último gran descubrimiento de los “figuras” del momento es que descargando la suerte -echando la pata atrás- se alarga el recorrido del animal, aunque no se le somete. Un animal que se presta a este juego del “voy y vengo” es algo muy distinto a un toro que defiende su vida en el ruedo. Aunque sean animales parecidos en la forma, en el fondo son muy distintos. Un toro bravo que lucha por su vida en el ruedo y no se entrega hasta el final, y un torero que le planta cara y se juega la suya para dominarlo y, si es posible, torearlo con arte, propicia la “emoción” en los espectadores. El tipo de toro actual, dócil y previsible, a la medida de los nuevos “pontífices” del toreo moderno, ha erradicado el fuego de la “emoción” de las plazas de toros, que era el valor más seguro de la Fiesta, sustituyéndolo por la frialdad de la “estética” y el aburrimiento. No creo que sea bueno el cambio ni que el triunfalismo desmedido lo remedie, porque la gente que se emociona en un espectáculo vuelve, la que tan solo se entretiene un día, quizás no vuelva jamás. En la recién terminada Feria Taurina de Abril ha pasado, aun a pesar de haber vivido momentos que deberán quedar grabados con letras de oro en la historia de la Real Maestranza de Caballería, el público se aburrió muchas tardes... y eso es mala cosa. 

viernes, 22 de abril de 2011

EL PROBLEMA DE LA ESCASEZ DE PÚBLICO ES LA FIESTA MISMA

A raíz del comienzo de la temporada en Zaragoza el pasado fin de semana, con una Corrida Concurso de Ganaderías, que se celebró el día 16 de abril, con resultados más que aceptables, y con otra de Parladé, el día 17, en la que participaron Juan Mora, triunfador de la temporada madrileña del 2010, Morenito de Aranda, una firme promesa con proyección de futuro, y Daniel Luque que, según dicen los taurinos, es uno los jóvenes que ya es una realidad, y viendo el desolador estado de los tendidos de la plaza de “La Misericordia”, que no pasaron en ninguno de los dos días de los 2000 espectadores, varios han sido los aficionados que han mostrado su preocupación por el futuro del primer ciclo zaragozano. Sus reflexiones han ido encaminadas hacía la falta de promoción del espectáculo, la falta de imaginación por parte de la empresa, el alto precio de las entradas o, entre otras cuestiones, la anticuada forma de gestionar la adquisición de entradas que posibilitan los nuevos medios.

No digo que todas estas razones tengan su importancia y, en muchas ocasiones, sean determinantes para el buen fin del espectáculo taurino pero, en mi opinión, estos no son los factores determinantes. Aunque para un aficionado sea duro reconocerlo, la razón es otra y de más difícil solución que la imaginación, las modernas formas de gestión, o el aprovechamiento de los cauces que nos posibilitan las nuevas tecnologías. Tampoco es un problema que se circunscriba solamente a Zaragoza, ni siquiera a su primer ciclo taurino de primavera. Lo mismo ocurre en la que se conoce como “primera plaza del mundo” cuando no es la Feria de San Isidro, con unas entradas paupérrimas, o en la taurinísima Sevilla, si no es en la que se denomina “feria de farolillos”, cosa que podremos comprobar durante los festejos de la primera parte de la Feria de Abril a partir del próximo lunes y durante el resto de la temporada, como lo hemos podido ver en la recién terminada feria de Fallas, que salvando un par de días, se han registrado entradas más cercanas del cuarto o la media plaza que del lleno, así como en la Magdalena de Castellón. Y lo mismo veremos en todas las ferias que se programen en plazas de primera, de segunda o de tercera a lo largo de todo el año, un par de buenas entradas en los días señalados y mucho cemento el resto. Ni el empresario de Zaragoza, ni el de Madrid, ni el de Sevilla, ni el de Valencia tienen, o quieren, la solución. Tampoco los empresarios más modestos o nuevos que se encuentran con los mismos o más graves problemas. No es una cosa de este año, ni del pasado, ni de hace diez, es algo que desde hace mucho tiempo ya viene incubándose.

Si la gente no va a los toros tiene que ser por otras causas. O porque es un espectáculo desfasado que no va con los tiempos actuales; o porque ha dejado de lado su esencia y ya no interesa más que a unos pocos, insuficientes para mantenerlo vivo, y tan sólo en días festivos señalados se mantiene todavía, más como una costumbre que como una afición, la tradición de ir a los toros; o porque es demasiado evidente el engaño que pretende hacer pasar gato por liebre… Es esto realmente lo que hay que platearse. Porqué la Fiesta de los Toros, santo y seña de este país durante siglos, ha dejado de serlo y se está convirtiendo en algo periférico o anecdótico. Ahí esta el quid de la cuestión, lo que los taurinos -toreros, empresarios, ganaderos y todos los que viven de la Fiesta-, por miedo a enfrentarse con la cruda realidad cara a cara, no quieren ver y tratan de ir parcheando el asunto para seguir llevándose lo que puedan antes de que este negocio sea totalmente ruinoso. Ellos, en general, son los máximos culpables de haber arruinado esta Fiesta de la Emoción por un espectáculo monótono, repetitivo, aburrido y previsible que está perdiendo clientes a pasos agigantados.

La Fiesta de los Toros lleva un estocada en todo lo alto y los que somos sus mayores defensores, los aficionados, no tenemos argumentos para defenderla, porque nos los han robado en pos de la maldita comodidad que quieren los taurinos. ¿Cómo puede ser cómoda una Fiesta en la que se debería poner en juego la vida? Es una mentira y las mentiras no tienen justificación alguna. ¿Con qué argumentos podemos defender y promocionar una farsa tan burda? La gente no es tonta, y los aficionados incondicionales somos cada vez menos, insuficientes para mantener rentabilidad de la Fiesta, y lo que es más grave, los que se van desencantados jamás vuelven, son pérdidas irremediables. En la actualidad, las plazas de temporada, las que realizan festejos fuera de los periodos feriales, son una ruina que se salva por lo que se gana, o se ganaba, durante la Feria. Si hay que regirse por la cuenta de resultados, las plazas de temporada están condenadas, sin remedio, a la desaparición.

El tema tiene mala solución y, aunque se diese un giro a favor del toro íntegro, de los toreros que no le hagan ascos, del riesgo y de la emoción, el resurgir de la Fiesta, si es que no es ya demasiado tarde para que se produzca, tardaría muchos años en dar resultados porque, son tantas cosas las que se han perdido que su recuperación parece una tarea de gigantes y de mucho tiempo. El último dato alentador que tenemos cercano, y que nos puede traer un rayo de esperanza, es el de José Tomás que, después de su última reaparición, consiguió llenar las plazas que visitaba y crear expectación en el ruedo y en la sociedad en general. A la vera del tirón del torero de Galapagar, varios empresarios consiguieron capear sus temporadas y vender más abonos de los habituales en sus plazas, pero no supieron sacar las conclusiones necesarias para cambiar el rumbo de la Fiesta. José Tomás llevaba público a la plaza porque su presencia, con más toro o con menos, conllevaba la emoción y, al reclamo de la misma, la gente se congregaba en la plaza. Después de un año de baja, a raíz de la cogida de Aguascalientes, todos esperan que sea la panacea de nuevo, pero durante su ausencia, nadie ha movido un dedo para corregir el rumbo que lleva a la Fiesta hacia la indiferencia de la gente. Aunque la imaginación, la adaptación a los tiempos y los medios modernos, el trabajo publicitario y todos esos asuntos sean capitales para el buen funcionamiento de la Fiesta en la actualidad, el problema es más profundo y mucho más grave que todo eso. Si tienen solución los problemas que aquejan a la Fiesta, lo primero que deben de hacer los que tienen la manija de la misma es quitarse la venda de los ojos -si es que lo que les impide ver es una venda- y coger el toro por los cuernos, porque si no es así y pretenden seguir por el mismo camino, esto no tiene arreglo. La Fiesta, aquejada de una anemia galopante, irá adelgazando hasta que se consuma del todo.

viernes, 18 de marzo de 2011

LA CONTRADICCIÓN DE LOS “FIGURAS DEL TOREO”

Cuando los “figuras del toreo” se lamentan de su mala suerte al final de una faena arruinada por la falta de toro, y piden animales que se muevan para poder realizar su toreo, caen en una profunda contracción pues, ya que eligen las corridas que torean en cada feria, tienen la oportunidad de apuntarse a las que se mueven, y seguro que “ellos” y sus “veedores” saben perfectamente cuales son las ganaderías que se mueven y están en buen momento, sin embargo, invariablemente se apuntan a las que se paran. No es cosa de mala suerte ni nada parecido, ellos son los que imponen los toros y luego no valen lamentaciones.

Esto viene a cuento porque ayer, en la mayoría de la prensa escrita y la blogosfera taurina, se hablaba de cómo fueron desaprovechados, en Valencia, los toros de Fuente Ymbro por la terna de turno, toreros que, sin menosprecio alguno, podemos catalogar como de segunda fila. No pudieron con una corrida que ofreció claras posibilidades de triunfo a los tres y ninguno supo aprovecharlo. Fue una gran pena para todos -aficionados, espectadores y televidentes- que lo presenciaron, para los toreros en liza y para la Fiesta en general. Pero esto no nos puede coger por sorpresa porque, desde hace unos cuantos años, los toros de Fuente Ymbro no los quieren ni ver los “figuras del toreo”, como ha denunciado una y otra vez el ganadero en los medios de comunicación. Es una realidad palpable que para confeccionar los carteles en donde se anuncia esta ganadería hay problemas -por la negativa de la “torería andante” ha ponerse frente a ellos- para cerrarlos. Y no es que los toros de Fuente Ymbro sean “fieras corrupias”, pues provienen del mismo encaste ganadero que la casi la totalidad de la cabaña brava española actual, pero se mueven, y cuando el toro se mueve, no hay más remedio que torear y, a veces, jugársela. Ese es el problema ganaderías como esta, o la de Alcurrucén, que están siendo arrinconadas injustamente en el apartado de “toristas”, y ya sabemos lo que eso significa, por los “taurinos profesionales” y los medios de comunicación a su servicio.

Los que están arriba, los “figuras del toreo”, los que tendrían que tirar del carro por la simple razón de que son los que se llevan la mayor parte del pastel, quieren la comodidad, y eso se traduce en la actualidad -como se ha podido comprobar en la corrida de Núñez del Cuvillo que siguió a la de Fuente Ymbro en las Fallas del 2011- en que el toro sea “agradable” de cara, “bonito” de hechuras, y que se mueva lo mínimo, lentamente, de forma cansina, con esa embestida bobalicona, con alma de carretón, que lucen los pocos toros “boyantes” que les salen a los figuras de ahora para desarrollar su tauromaquia. Pero esos son los menos porque, la mayoría de las veces, esa masa de carne semoviente que es el toro actual, se derrumba en los primeros compases de la faena y da al traste con cualquier posibilidad de lucimiento por más “figura” que sea el que se ponga delante. Luego vienen las lamentaciones, las excusas y la justificación de lo injustificable. La labor de los diestros, en los días buenos, que son pocos, se resume en pequeños detalles, pues en esta época nos ha tocado vivir la “tauromaquia del detalle”, no hay para más, y el publico, los aficionados y los televidentes, con razón, se aburren de tan escaso contenido.

Pero así los “figuras del toreo” viven cómodamente y, por lo visto en este comienzo de temporada, así pretender seguir viviendo, exprimiendo la gallina de los huevos de oro de la Fiesta o lo que quede de ella. A fin de cuentas, es mejor excusarse echándole la culpa al animal -no lo debemos olvidar, impuesto por ellos mismos- que dar cuenta de un fracaso ante un toro que te ha pedido los papeles de torero y no los tienes. Por mejores condiciones que demostraron los “fuenteymbros” para el triunfo, ninguno de los toreros que han estado con los “cuvillos” hubieran cambiado su puesto, ni siquiera el que decía que para hacer su toreo necesitaba un toro que se moviera. Esa es la gran contradicción de la Fiesta de ahora y de siempre. No en vano, de ahí viene ese viejo refrán taurino que, a día de hoy, sigue cumpliéndose a rajatabla: “cuando hay toreros no hay toros, y cuando hay toros no hay toreros”. La crisis de la Fiesta la pueden resolver los “figuras del toreo” si resuelven esta contradicción: los mejores toros con los mejores toreros. Me temo que no vaya a ser así y esto durará hasta que tenga que durar porque -como ya escribí en otra entrada de este Blog que un año después sigue teniendo la misma vigencia-, por razones de comodidad o de incapacidad, la autentica crisis de la Fiesta es “la crisis de los toreros”.

lunes, 14 de febrero de 2011

DE LA TOREABILIDAD Y LA BANALIZACIÓN

La nueva palabra de moda entre los “taurinos profesionales”, cuando ser refieren a la condición que deben tener los toros, es “toreabilidad”, palabra que ni siquiera existe en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, por lo tanto, si queremos desentrañar lo que quieren decir cuando la pronuncian, deberemos aventurarnos en la búsqueda de una interpretación del mensaje que encierra cuando sale de su boca, porque, en principio, todos lo toros son toreables, todos tienen su lidia dependiendo de su condición. Tratados llevan escribiéndose desde que existe la tauromaquia que estudian, definen y dictan normas aplicables a los diferentes comportamientos de cada toro en la plaza porque, y esta es una de las grandezas del arte de la lidia, cada toro, como cada persona, es diferente y precisa de una lidia distinta.

Por lo tanto, ¿qué quieren decir los “taurinos profesionales” cuando hablan de “toreabilidad”? Debemos suponer que hablan de un toro que pase una y otra vez acudiendo obedientemente al cite del torero, que lo haga de forma uniforme en todas las ocasiones, siempre igual, como si de un robot programado a tal efecto se tratase, quitándole la condición imprescindible que debe tener un toro de lidia que no es otra que la de coger a su oponente como forma de defensa y subsistencia. En una palabra, descastarlo, convertirlo en una animal previsible y colaborador con los requerimientos del torero de turno para realizar una faena que, por regla general, es siempre la misma. Pero de esa forma se cargan la esencia misma de la Fiesta de los Toros, de la lidia, que es la ciencia de resolver los problemas que cada toro, desde su propia individualidad, manifiesta y que, conforme va avanzando la misma, va cambiando de comportamiento desde que salta al ruedo hasta su muerte.

Eso nos lleva al otro concepto que figura en el título de este artículo, a la “banalización” del toreo, a convertirlo en algo trivial, insustancial, desprovisto de la emoción que supone ver como resuelve el diestro de turno los problemas que se le van presentando como consecuencia del cambio de comportamiento del toro conforme va avanzando la lidia. En la resolución de esa ecuación cambiante es donde reside la magia de esta Fiesta, y más si una vez entendido y dominado el toro surge la chispa del arte que arrebata los sentidos y convierte ese arte efímero en recuerdo imperecedero de quién lo contempla. Si eso desaparece, lo que sucede en el ruedo se convierte en algo banal, muy distinto de lo que debería ser y que, siendo posible que haya espectadores que gusten de ese espectáculo, los que han sentido alguna vez la emoción en sus carnes viendo la lidia de un toro se alejen de este espectáculo trivial e insustancial que nada o muy poco les interesa.

Si los “taurinos profesionales” quieren seguir por ese camino y, de paso, llenar las plazas, porque no tiene sentido hacer un espectáculo para nadie, tendrán que buscar nuevos clientes para el mismo porque, mucho me temo, como cada vez es más de manifiesto viendo la pobres entradas que se registran en los cosos, de los viejos pocos seguirán acudiendo a ver algo que, si bien en la forma se parece a la vieja Fiesta de los Toros, en el fondo no tiene nada que ver con ella. Los “taurinos profesionales” son los que tienen la manija y, como siempre, dictarán el camino a seguir, pero sustituir una Fiesta en donde la emoción es su seña de identidad, por algo anodino, superficial, previsible y reiterativo es correr un riesgo que quizás no tenga vuelta atrás.

lunes, 31 de enero de 2011

LA VIDA SIGUE IGUAL

Una nueva temporada comienza y nada parece cambiar en el planeta taurino. Aferrados al inmovilismo más absoluto, los taurinos no se mueven, no vaya a ser que, si lo hacen, alguien les mueva la silla. Parece que, como decía aquella legendaria canción de Julio Iglesias, “la vida sigue igual” y todo seguirá discurriendo como siempre. Por lo visto hasta el momento, lo de la crisis parece no inquietarles, después de tantos años, más de doscientos, en los que este espectáculo de los toros ha seguido dándose -¡y mira tú que han habidos crisis en España en todo este tiempo!- sin interrupción, poco les debe preocupar esta de la que, además, los expertos dicen que ya se está empezando a salir. De hecho, se están anunciando los primeros carteles de las primeras feria y, como la canción, nada parece cambiar: los mismos nombres, las mismas ganaderías, los mismos tejemanejes de siempre…

Ellos, los que manejan el cotarro, siguen a lo suyo. Repitiendo ganaderías que una y otra vez han demostrado que están podridas pero que -¡mire usted por donde!- son las que les reclaman los mandones del escalafón para apuntarse a los carteles; condenando al ostracismo a las que aún mantienen algo de casta y, por lo tanto, crean los problemas lógicos de esa condición a los que se ponen delante de ellas; cerrando la puertas a toreros que se han ganado, por méritos contraídos en la plaza, el derecho a torear porque -dicen- piden mucho dinero, o por no estar bajo el control de los que a principio de cada temporada se reparten todas las partes del pastel taurino. Y porque, además, es preferible que determinados toreros se queden en casa no sea que, si saben torear, pongan en aprietos a los pretendidos figuras que ellos apoderan y con lo que se llevan una buena parte del dinero que se embolsan cada temporada.

En esas estamos y, mientras tanto, siguen desapareciendo encastes legendarios que daban variedad a las corridas de toros sin que nadie mueva un dedo, sigue la monotonía y el aburrimiento campando por las plazas a sus anchas, siguen los pretendidos figuras imponiendo sus condiciones que, lógicamente, redunda en la comodidad y docilidad del ganado que exigen para su presencia en los ruedos y, en consecuencia, los aficionados y los espectadores desertando de las plazas de toros ante la falta de emoción y seriedad de ese simulacro de corrida de toros que pretenden imponernos y que nada tiene que ver con la Fiesta auténtica.

Parece ser que los taurinos viven en un planeta situado en otra órbita y no son conscientes de una realidad que cada vez es más evidente. Una especie de tortícolis los incapacitara para mirar hacia arriba y darse cuenta de que cada vez hay menos gente en los tendidos, y que los que hay, como muestra el gesto adusto de sus caras, cada vez se aburren más presenciando el espectáculo que les ofrecen y se plantean, cada día con razones de más peso, si merece la pena perder el tiempo y el dinero en un espectáculo anodino, aburrido y previsible. Seguramente, cuando vayan a recolectar la recaudación, se preguntaran el porqué de su escasez y eso le hará reflexionar, pero como no habrán mirado la cara de aburrimiento de espectadores y aficionados en los tendidos, lo achacaran a razones que poco tienen que ver con la realidad.

Si, como dice la canción, “la vida sigue igual” en el planeta taurino y no recobra los valores que la han mantenido en candelero durante tantos años, la Fiesta está irremediablemente herida de muerte y no hará falta que nadie la prohíba porque, en no mucho tiempo, habrá dejado de interesar a los pocos que todavía seguimos manteniendo algo de ilusión por ella y a los cada vez menos que, a caballo de una tradición ancestral, siguen acudiendo a las plazas en los días señalados de la ferias de sus pueblos y ciudades.

martes, 18 de enero de 2011

TOROS Y TELEVISIÓN

El pasado domingo, cuando conecté con el programa “Clarín” de Radio 5, estaba hablando el empresario de Madrid y, en ese momento, estaba diciendo algo parecido a que si la Feria de San Isidro no se televisaba por el canal de pago que lo hace ahora sería la ruina, que aunque para esta temporada tenían firmado el contrato con el citado canal, no podía asegurar lo que ocurriría en el futuro con el cambio de propietarios de un buen puñado de acciones y que, si decidían no televisar la Feria en el futuro, podía significar el desastre total. Por estas mismas fechas, ante la decisión de TVE de incluir en su “libro de estilo” la prohibición de retransmitir corridas de toros, al considerarlas como un acto de violencia contra los animales que puede herir la sensibilidad de los niños, buen número de profesionales y aficionados han ido manifestado su oposición ante este decisión desde sus respectivos puntos de vista. Este debate de los toros televisados me provoca alguna reflexión pues, estando de acuerdo con la necesidad de la retransmisión de corridas en televisión, sería necesario plantearse que tipo de corridas y como hacerlo.

En esta época de crisis, no solo económica -que si bien influye no lo considero como factor exclusivo- por la que atraviesa la Fiesta de los Toros, pienso que mucha culpa la tienen las retransmisiones televisivas que se han hecho desde comienzos de los años noventa, así como los profesionales y toreros retirados que se han dedicado a comentarlas. Lo que debería ser un ejercicio crítico, a la vez que aleccionador, de lo que sucede en el ruedo, se ha convertido en alegoría y justificación de todo lo que hacen, bien o mal, toreros y subalternos en el ruedo, relegando a un papel secundario al actor principal de la corrida que no es otro que el toro. Esto a hecho mucho daño a la Fiesta pues, durante casi dos décadas, han ido influyendo en la opinión de los telespectadores y creando un tipo de aficionados asépticos y a la medida de las figuras de turno. No cabe duda de que han ocurrido cosas buenas en las corridas televisadas, pues cuando toro y torero se conjuntan, como ha ocurrido en los dos últimos años con Luís Francisco Esplá y Juan Mora en la plaza de “Las Ventas”, la fuerza, la magia del toreo se imponen y los comentarios pasan a segundo plano pero, en general, creo que han hecho mucho más daño que bien.

Por eso, pensando en la conveniencia de la retransmisión de corridas de toros por televisión, creo que debería hacerse de otra forma. En primer lugar, seleccionar qué tipo de corridas y desde qué plazas, y en segundo, que se haga desde la crítica constructiva y aleccionadora de locutores y comentaristas. No me sirve que se retransmita cualquier corrida desde cualquier plaza, ni que los locutores y comentaristas lo hagan -antes que desde la imparcialidad y la crítica rigurosa que sirva para que los telespectadores aprendan a valorar la importancia de lo que sucede en el ruedo- desde el intereses de las figuras y sus cuadrillas, menospreciando al toro y, como ha ocurrido tantas veces, insultando a los aficionados que en la plaza se muestran críticos ante lo que habitualmente sucede en el ruedo. Las corridas televisadas no deben de ser un flotador para que los empresarios salven los ingresos de una feria ni para que los toreros y su cuadrilla se lleven un sobresueldo. La promoción de la Fiesta por televisión, que sin duda es necesaria, requiere verdad y compromiso, si no es así más vale que no se televise ninguna corrida.

martes, 30 de noviembre de 2010

¿PORQUÉ LOS TOREROS NUEVOS NO SE FIJAN EN ESTOS EJEMPLOS?

En las dos últimas temporadas han quedado escritas con letras de oro en la historia de la Plaza de “Las Ventas” de Madrid, y en la memoria de todos los que lo vieron, las actuaciones de Luís Francisco Esplá, el 5 de junio del pasado año, y la de Juan Mora, el 2 de octubre de este. Fueron dos triunfos rotundos, de verdad, de los que levantan a público y aficionados de sus asientos y hacen brotar el “olé” de forma espontánea de sus gargantas. Queda corroborada la excepcionalidad de estos dos triunfos porque los toreros, en ambas ocasiones, fueron paseados y sacados de la plaza en hombros de aficionados, no de los “capitalistas”, como es lo habitual en los triunfos normales que se dan en esta y en todas las demás plazas de toros.

En ambos casos lo que puso de acuerdo y enloqueció a todos los presentes fue el toreo clásico y el conocimiento de la lidia que desplegaron sus intérpretes, así como la capacidad para ejecutarlo con naturalidad y habilidad. Quizás porque ambos están de vuelta -el uno, Esplá, era la tarde de su despedida de la plaza madrileña, y el otro, Mora, olvidado por las empresas, apenas si torea en los últimos años- se dejaron llevar de su inspiración y dictaron dos lecciones que deberían servir de ejemplo y ser de estudio obligado para todos los nuevos aspirantes a ser alguien en esta profesión. Estos son los espejos en los que deberían mirarse y no en los de los modernos “pegapases” que, a pesar de sus difundidos triunfos, solo consiguen aburrir a la concurrencia y, al paso que llevan, acabaran echándola de las plazas de toros.

Ahí está la diferencia, unos triunfan arrolladoramente tarde tras tarde, según proclaman sus publicistas, y son sacados a hombros a lomos de “capitalistas”, pero su triunfo se difumina, se olvida al poco de terminar la función. Esplá y Mora fueron acartelados como dos toreros de relleno, para abrir la tarde, puesto menospreciado en la actualidad, pero eclipsaron a sus compañeros de cartel y salieron de la plaza en volandas de los aficionados que, como antaño, se lanzaron al ruedo para izarlos en hombros y, como a los héroes, llevárselos por la puerta grande. Ha diferencia del triunfo efímero de los “figuras” del momento, el de estos dos toreros veteranos queda grabado en la memoria de los aficionados para siempre.

Es por lo que me pregunto porqué los nuevos toreros, y sus profesores y mentores, no se fijan en estos ejemplos. Esta Fiesta es para emocionar y está demostrado que el “toreo moderno”, y el toro que hace falta para ejecutarlo, no emociona, al contrario, aburre y aleja al público y a los aficionados de los festejos taurinos, como queda demostrado por la escasa asistencia de público que acude a los toros, aunque se acartelen los nombres más importantes del escalafón actual, en la gran mayoría de las corridas. En cambio, cuando se torea como lo hicieron Luís Francisco Esplá y Juan Mora en Madrid este y el pasado año, público y aficionados salen de su modorra, se emocionan, se ponen de acuerdo rápidamente sobre lo que esta sucediendo en el ruedo y, ni cortos ni perezosos, bajan al ruedo al final de la corrida para tocar a sus héroes, para llevarse en hombros a los toreros y, seguramente, las emociones vividas habrán renovado su afición y su ilusión por la Fiesta de los Toros para unos cuantos años más. Ahí esta la diferencia.

lunes, 18 de octubre de 2010

POR UNA REGENERACIÓN MORAL DEL TOREO

Cada vez se escuchan más voces autorizadas que apuntan hacia dentro del sistema taurino como el mayor problema que tiene la Fiesta de los Toros en la actualidad. El último, el filósofo Fernando Savater que lo manifestó claramente y sin tapujos en la presentación de su último libro, “TAUROETICA”. Es una opinión que hasta hace muy poco tiempo solo mantenían los aficionados tachados por el sistema de “radicales” y “reventadores” por el simple hecho de decir la verdad. Ahora son muchos más los que sostienen esta opinión que apunta directamente hacia quienes controlan los hilos del negocio taurino, los “figuras” y el equipo que lo rodea, que son los máximos responsables del funcionamiento fraudulento que cada vez es más visible tanto para destacados personajes de la cultura y el pensamiento que, hasta ahora, con su silencio parecian apoyar el mantenimiento del sistema, como para el público ignorante que, ante la evidencia, empieza a sospechar del engaño del que está siendo víctima.

Ha llegado tan lejos la adulteración del espectáculo taurino, tal ha sido su deterioro, que se enfrenta a otras consecuencias con las que seguramente no contaban los “profesionales”, como es el descastamiento generalizado al que se han sometido las ganaderías que no querían quedarse sin una parte del pastel. Ahora los toros que matan los figuras son unos ejemplares enfermos y sin poder que facilitan el trabajo de los toreros al disminuir el riesgo, pero por contra, se quedan parados más pronto que tarde, lo que imposibilita una labor de lucimiento, con lo que el aburrimiento, el peor enemigo de la fiesta, se apodera del público que, en muchas ocasiones, no vuelve jamás a una plaza de toros.

La oferta del espectáculo taurino actual, después de ver los resultados, queda muy por debajo de lo que el público exige de un espectáculo de masas que no es, precisamente, barato. Si para ser el campeón en cualquier deporte de élite se requieren, además de las condiciones físicas precisas, el esfuerzo y la entrega para competir al más alto nivel, lo que conlleva largas horas de entrenamiento y muchos sacrificios. Los toreros actuales, cuando consiguen un triunfo, no dan esa sensación de competir al máximo nivel enfrentándose a un riesgo claro y definido, como es un toro con trapío y poder, sino de comodidad cuando se enfrentan a unos animales mínimos, despitorrados e incapaces de moverse. Ocurre lo contrario lo que tendría que ser, los pocos toros de verdad que se lidian en la actualidad no los ven los que mandan en el negocio ni en pintura. El toro bobo y casi domesticado que imponen los “figuras” no trasmite sensación de peligro o riesgo, ni a los aficionados, ni al público ocasional. Como en los deportes, el campeón -el héroe- debe de salir del enfrentamiento con los mejores: los toros más serios que existan en el campo. 

Es por ello urgente una regeneración moral del toreo, derribar los falsos iconos levantados a golpe de propaganda y talonarios y volver a los orígenes, al toro que inspire miedo a entendidos y profanos en los tendidos, y el torero que con su saber lidiador y su valor se enfrente a él, le gane la pelea y, si es posible y tiene el duende preciso, lo haga con arte. El torero debe recuperar su condición de héroe popular, no por los líos de faldas o campañas publicitarias, sino en la plaza y frente al toro de verdad.

Pero regenerar moralmente el toreo, si no imposible, puede ser un proceso largo y tortuoso que requiere la colaboración de todos. La sociedad ha cambiado y los gusto de la gente también han ido cambiando con el paso del tiempo, pero de lo que no ha renegado el género humano es de la emoción. En busca de la emoción se hacen miles de kilómetros para asistir a un gran campeonato. Lo mismo ocurre con los verdaderos aficionados a los que no les importan las distancias cuando se desplazan a presenciar una corrida de toros que pueda resultar interesante. La emoción no ha perdido vigencia y el gran caudal de la Fiesta de los Toros es, precisamente, ese, generar emoción. Para ello hay que volver a poner las cosas en su sitio y devolverle a la Fiesta su verdad. Que el ganadero críe los toros bravos y fuertes, y que los toreros se ganen la condición de “figuras” matando los mejores toros. Difícil tarea que requiere el sacrificio de la comodidad de los toreros, pero, posiblemente, sea la única solución para que la Fiesta de los Toros sobreviva.

Nota: Artículo aparecido en el número 32 del Fanzine Taurino que publica "La Cabaña Brava" y que ya se puede descargar, en formato PDF, desde su página web picando aquí.

jueves, 2 de septiembre de 2010

CORRIDA SUSPENDIDA POR FALTA DE CLIENTES

La noticia de la suspensión de la corrida de toros que debería de haberse lidiado en Calahorra el pasado 31 de agosto, día grande de sus fiestas patronales, ha pasado prácticamente desapercibida en los medios de comunicación taurinos. Tan solo en la comarca ha tenido cierta repercusión y los medios de La Rioja se han ocupado de ella. El empresario, Fermín Vioque, dio una rueda de prensa en donde adujo, como razón primordial para la suspensión, la ruina económica que iba a suponer la celebración del festejo por las pocas entradas vendidas. Al no verse apoyado por el Ayuntamiento para hacerse cargo del roto que iba a producirse en la taquilla, tiró por la calle del medio y suspendió la corrida. Como dijo en su comparecencia ante los medios de comunicación: «...cierra su negocio como se cierran cafeterías porque no entran clientes. En este caso, la gente no ha querido ir a los toros».

No quiero entrar en las consecuencias de esta decisión ni en sus derivaciones legales o penales ni, ante la gravedad del problema que pone a la luz esta suspensión, me importa mucho lo que pase. Si la empresa “Taurosur” y su representante, Fermín Vioque, han incumplido el pliego o han cometido delito, que paguen por ello, y la justicia, se supone, hará su trabajo. Pero lo realmente importante de esta noticia, y lo grave, son las razones aducidas para cerrar el garito: “…porque no entran clientes”. Es la primera vez que se dicen las cosas tan claramente, no hay toros porque no va la gente. Es la cruda realidad de lo que esta pasando en todas las plazas, la gente esta dejando de ir a los toros tanto en plazas de primera como en las de capitales de provincia y en las de pueblo. Este año ha bajado considerablemente el numero de asistentes en todas las plazas de toros.

Los taurinos, que son los que realmente viven de esto, perspicaces y pícaros como son para imponer sus marrullerías, deberían plantearse seriamente este problema que es mucho más grave que todos los demás que puedan aquejar a la Fiesta porque afecta directamente a su fuente de ingresos, que provienen del dinero que dejan en taquilla el público que asiste a los festejos. Sería preciso preguntarse porque ocurre esto, si es a causa de una tendencia social que esta desplazando la Fiesta de los Toros hacia una esfera minoritaria o, por el contrario, si ha sido tanto el descafeinamiento a que ha sido sometida por los propios taurinos que la han convertido en una pantomima previsible y aburrida que esta dejando de interesar a los públicos. Ese es el quid de la cuestión y ahí está el nudo del debate. Combatir la realidad de los tendidos semivacíos con el triunfalismo de los propagandistas del taurinismo actual, como va quedando claro conforme pasan las ferias, no sirve. Llevan años haciéndolo y las plazas siguen vaciándose. Sería preciso plantearse el problema seriamente. No se trata de si toros en Cultura o en Interior. Los taurinos llevan años mangoneando en la Fiesta sin oposición de nadie y vamos de mal en peor. Tampoco se trata de eso.

Lo único que falta, el único camino que queda para comprobar que la Fiesta de los Toros tiene aún vigencia y que todavía no ha sido arrinconada por el cambio de los gustos y las modas de la sociedad actual, es devolverle su verdad, su autenticidad, su grandeza, que no es otra que la del toro en su total integridad y fiereza como componente fundamental de este rito. Hay indicios que señalan este camino porque, cuando la gente espera encontrarse con la emoción y el riesgo, o con la belleza y el arte, las plazas se llenan. Aunque escasos, hay ejemplos recientes. Ya sea en feria, o en cualquier otra fecha del calendario, los aficionados se tragan los kilómetros que hagan falta para estar en la cita, los lugareños se pelean por una entrada, los reventas hacen su agosto… ¿No se les habrá ocurrido a los taurinos, tan perspicaces para otras cosas, plantearse esta ecuación? Los toros no tienen ningún sentido, y dejan de ser un negocio, si no va nadie a las corridas. ¿Serán tan torpes los que controlan este negocio que amenaza ruina si sigue por estos derroteros de llegar hasta la bancarrota? En sus manos está.

lunes, 28 de junio de 2010

MADRE MíA COMO ESTÁ EL PATIO

Escuchado, ayer domingo, los programas taurinos de la radio, un par de asuntos, que son altamente preocupantes para la Fiesta de los Toros, me hicieron reflexionar. De un lado, que en todas las ferias de las capitales de provincia y pueblos que se celebran en estos días, y son bastantes, se anunciaban los mismos toreros -los considerados actualmente como "figuras" por sus propagandistas- y, prácticamente, las mismas ganadería o sus sucedáneos de encaste bodeguero. Por otro, y esto es mucho más grave, la escasa presencia de público en los tendidos, una constante que se viene dando este año en todos los sitios, en donde predomina un descenso en la venta de localidades, aún estando acartelados los mandones del escalafón, que amenaza seriamente -por ruinosa- la continuidad de la Fiesta misma.

No son más de una docena los nombres que se repiten en todos los carteles, tanto en plazas de segunda como de tercera, siempre los mismos, rellenando alguna de las combinaciones con algún torero local. De esta forma se cierra la puerta a la gran mayoría de los profesionales que quedan condenados al ostracismo y que, por regla general, torean uno o ningún festejo a lo largo de toda la temporada. Los más afortunados de este pelotón de toreros en paro, como mucho, pueden ser anunciados alguna tarde en la plaza de Madrid para que se estrellen contra un ganado imposible y ante la mirada de muy pocos espectadores y mucho cemento en los tendidos. Si antes podían foguearse toreando varias corridas en plazas de segunda y tercera, ahora ya no pueden hacerlo porque la docena de elegidos por las empresas copan todos los carteles. Por supuesto con toros impresentables, anovillados y afeitados que, escuchando a los diferentes corresponsales de las distintas emisoras, es otra de las características de este verano taurino. Eso sí, las orejas, los indultos y el triunfalismo -una vez pasado el trago de San Isidro, al que acuden, si no pueden evitarlo, a salvar el compromiso- van que vuelan.

Aunque lo verdaderamente preocupante, para la Fiesta y para los propios “figuras”, es las escasas entradas que se registran en los cosos. Preocupante para la Fiesta porque sin dinero en la taquilla poco tiempo de vida le queda a esto. Y para los “figuras”, al darse cuenta de lo insignificante que es su condición al no ser capaces de llevar gente a las plazas. Aunque este es un problema que viene de lejos ya que, desde hace mucho tiempo -y al contrario de lo que sucedía en otras épocas en la que los mandamases se anunciaban en las tardes más flojas de las Ferias Taurinas para llevar más gente a la plaza- exigen figurar en los carteles de los días del santo que, normalmente, va más público a los toros por tradición. Los más optimistas pueden pensar que esto es cosa de la crisis económica y que cuando todo vuelva a su cauce las cosas se arreglaran por sí mismas. No digo que no, que algo tiene que influir, pero me temo que la auténtica crisis que afecta a la Fiesta es la de la mentira y el engaño que la rodea. Los aficionados, cansados de tanta falsedad, están dejando de acudir a las plazas de toros, y los espectadores, que acuden con la sola pretensión de divertirse, se aburren con el espectáculo anodino que tarde tras tardes les ofrecen los pretendidos “figuras” y sus toros de pitiminí.

viernes, 4 de junio de 2010

ESPLÁ Y BEATO - HACE UN AÑO

Mañana, 5 de junio, se cumple el aniversario de la despedida de Luís Francisco Esplá de “Las Ventas” madrileñas. Aquel día dio una lección de toreo que puso de acuerdo, y volvió locos, a todos los presentes en el coso venteño. ¿Qué es lo que había hecho Esplá para conseguir tan súbitamente convencer y rendir a todos ante su labor con el toro “Beato”? Torear. Ni más, ni menos. Simplemente torear. Lo que no había hecho nadie a lo largo de todo aquel ciclo de “San Isidro” que agonizaba y lo que, en la actualidad, no hace ninguno de los pegapases del escalafón. De ahí la importancia de aquel momento. De los presentes entonces en la plaza madrileña, una mayoría apabullante no había visto torear de verdad en su vida, lo que habían visto era una novedad absoluta para ellos y debieron sentir en su cuerpo una sensación que jamás habían sentido. Esto es lo único que los diferenciaba de los aficionados veteranos que, aún a pesar de la degradación del espectáculo y el tostón de todos los días, seguían acudiendo a la plaza con la ilusión de sentir lo que se siente cuando se ve torear así, con un toro y sin trampa ni cartón. El alicantino, más dominador que artista, y con un conocimiento total de los secretos de la lidia, no se ha distinguido nunca por el pellizco artístico ni por la plasticidad, y ese día también fue fiel a su estilo, pero explicó en unas pocas tandas de muletazos como se domina y torea a un toro bravo. La explosión de júbilo que se produjo en los tendidos solo se explica si para la mayoría, acostumbrada al encimismo y los pases de uno en uno de la torería moderna, era nuevo y sorprendente lo que veían. Ambos, aficionados veteranos y espectadores de feria, normalmente enfrentados, se pusieron de acuerdo ese día y declararon triunfador a Esplá por el simple hecho de torear como se debe torear.

       

Pero este artículo no estaba pensado para hablar de aquella faena a un año vista, ya se ha hablado mucho y más que se hablará, sino para recomendar la visión del vídeo que lo acompaña, que recoge la actuación del maestro alicantino aquel día con el toro "Beato", y plasmar las reflexiones que me produce la letra de la canción que lo acompaña. El tema es una ranchera interpretada por Cuco Sánchez que lleva por título “Hace un año”:

Hace un año que yo tuve una ilusión,
hace un año que hoy se cumple en éste día, 
recordando que en tus brazos me dormía
que yo inocente, muy confiado, te entregué mi corazón.

Porque la faena de Esplá al toro “Beato” significó para los aficionados un reencuentro con el toreo puro y les devolvió la ilusión después de un ciclo nefasto en donde, salvo aislados detalles de "Morante", nada se había visto. Después de una sobredosis de pegapasismo sin otro fundamento que estar diez minutos delante de la cara del toro durante más de un mes de toros, ver a un torero que hace lo que tiene que hacer: parar al toro, templar su embestida y ligarle varias tandas de muletazos, fue un regalo que ya no esperaban a esas alturas del ciclo madrileño. Sirvió para recargar las pilas de la ilusión por la Fiesta y la justificación para volver a los toros una temporada más.

Ese tiempo tan feliz no volverá,
mi cariño lo pagaste con traiciones,
me has dejado sólo crueles decepciones
pero anda ingrata, como pagas otro así te pagará.

Pero la Fiesta, traicionera como la protagonista de la canción, ha seguido el curso impuesto por los apologistas y propagandistas del “toreo moderno” y lo de Esplá y “Beato” ha quedado en un mero espejismo, en una tarde que fue afortunada porque ese día, un torero que se retiraba después de más de 30 años de profesión se cruzó con un toro que le permitió dictar su última lección de toreo. Pura casualidad. Después, más de lo mismo: ponerse al hilo del pitón, citar con la muleta retrasada, descargar la suerte -dicen- para alargar la embestida, dar los pases de uno en uno, el arrimón… y el toro parado, inválido, a ser posible sin cuernos y, como mucho, chochón… porque en el momento que se mueve con algo de casta cunde el pánico. En lo que ahora es considerado como el momento principal de la lidia, la faena de muleta, se ha reducido el repertorio de pases hasta quedarse tan solo en dos… y de ligar ni hablamos. Aunque todavía es más preocupante el empobrecimiento de la técnica de la lidia porque los jóvenes matadores, y no digamos los novilleros, son incapaces de resolver el mínimo problema que les presentan sus oponentes. Todo esto es fruto del nuevo toreo y nos lleva a un espectáculo soporífero en donde, incluso con los toros que eligen los “figuras” para lucirse, fracasan estrepitosamente y aburren tanto a los aficionados -cosa que no les preocupa y ojala que no volvieran más- como a los espectadores de feria que van a divertirse y pedir orejas… y ese ya es otro cantar.

El recuerdo de tu amor quiero olvidar,
me quisiera emborrachar de sentimiento,
te quisiera yo borrar del pensamiento
pero es inútil, que borracho más y más me he de acordar.

Ha pasado un año entero y estamos peor que el pasado. Este año, todavía menos. Solo se puede salvar una faena de “El Cid”, atornillado por la responsabilidad, y un tercio de quites, en la última del ciclo, que resultó ser la de Beneficencia, en donde "Morante de la Puebla" no solo cuajo muy buenos pases con el capote, y una media verónica llevando el toro hasta donde la espalda pierde su casto nombre, sino que también hizo despertar del letargo a sus compañeros que le respondieron con orgullo y torería en los quites. Pasado ese momento volvieron a la vulgaridad y el aburrimiento al respetable. Ahí esta la diferencia entre el uno y los otros. Morante de la Puebla, posiblemente sea el único torero con vitola de “figura” que conserva la torería clásica que ha sido condenada por el “toreo moderno” a desaparecer. Algunos pocos más quedan, es el caso de Juan Mora, toreros veteranos a los que se les cierran las puertas no sea que vayan a destapar, en una tarde cualquiera, las carencias de los nuevos fenómenos. Craso error. ¿No se dan cuenta los taurinos modernos que lo que emociona, engancha, y hace enloquecer de verdad a la gente es el toreo clásico? ¿No son claros los ejemplos de Esplá hace un año, “El Cid” hace unos días, o "Morante" en el tercio de quites del último día? Nada. Como Paco Martínez Soria en la película “Don Erre que Erre”, los que controlan el cotarro taurino, están manoseando y corrompiendo los valores que han mantenido viva a la Fiesta durante siglos y, como un amor descarriado, la están encaminando hacia la pendiente de su propia destrucción.

Pero el tiempo es justiciero y vengador,
y a pesar de tu hermosura placentera,
si hoy te sobran muchos hombres que te quieran,
verás más tarde, no habrá nadie que se acuerde de tu amor.

Hace un año que yo tuve una ilusión.

Ojala que estas reflexiones solo sean una ensoñación metafórica producida por el letargo de tantas tardes soporíferas soportadas y que la Fiesta de los Toros tome un nuevo rumbo ilusionante para todos los aficionados recuperando y fortaleciendo sus señas de identidad. Mientras tanto, siempre se puede volver a ver el vídeo.

martes, 25 de mayo de 2010

LA CRISIS DE LOS TOREROS

En estos momentos en que la crisis lo trastoca todo no podía quedarse al margen el mundo del toro. En este planeta tan particular la crisis se ha manifestado de forma alarmante en los toreros. Una profunda crisis de toreros amenaza el presente y futuro de la fiesta de los toros. No es algo nuevo, es un proceso que viene fraguándose desde años atrás y que en el presente se esta poniendo de manifiesto más nítidamente. Tan solo es preciso mirar lo ocurrido desde el comienzo de esta temporada en todas las ferias importantes: toros escogidos por los propios toreros para su lucimiento que, o se quedan parados a las primeras de cambio y se desmorona la ilusión, o se mueven algo y desbordan a la totalidad de la actual torería andante. Al final, nada de nada, aburrimiento. Y eso en tardes de expectación con los “figuras” en el cartel y los tendidos llenos. Pocas excepciones violan esta norma en lo que llevamos de temporada, algunos momentos de “El Juli” en Valencia y Sevilla, algo exagerados por sus propagandista, muletazos con empaque, pero sueltos, de Manzanares en “La Maestranza”, y poco más…

Pero es en la presente Feria de San Isidro donde se está manifestando de forma muy cruda la realidad del actual escalafón de matadores y novilleros. Crisis total. Y todavía es más crítico el panorama si nos centramos en los que llevan la etiqueta de “figura”. Los que deberían dar ejemplo y mantener el nivel por encima de la media son lo que más estrepitosamente fracasan en los momentos decisivos. Lo estamos viendo cada tarde en “Las Ventas” madrileñas. Luego vienen las excusas, que si me miraba o me dejaba de mirar. Lo cierto es que cada tarde que han salido toros con algo de movilidad y casta la tropa de los toreros, con sus capitanes al frente, ha sido desbordada totalmente. Luego se tratara de justificar el fracaso desde los altavoces mediáticos que sustentan este montaje, pero la realidad, contemplada por miles de testigos en directo y por televisión, es tozuda y ahí queda. Han salido toros y novillos para triunfan y se han ido sin torear. En el tiempo en el que se proclama a diestro y siniestro que “se torea mejor que nunca”, resulta que el fracaso y el aburrimiento son la nota predominante. Si torear mejor que nunca es deambular y contonearse delante de un toro parado, ejecutar una colección de pases monótonos y descargados a un torito “colaborador” y moribundo durante diez minutos, o tirar los trastos y correr a tomar el olivo en cuanto el toro se mueve… apañados vamos.

Este es el problema más profundo con el que se enfrenta la fiesta en estos momentos. Se ha llegado a un punto en que se les consiente todo a los “figuras”. Si antes existían unas normas que debían ser respetadas, ahora ya no. En lo que llevamos de temporada son varios los casos que se han dado de que los propios toreros eligen los toros de sus corridas. Ha ocurrido en Valencia, plaza de primera, en la corrida que cerró la feria, y va ha ocurrir esta tarde en la corrida de la Prensa de Madrid, la que se supone primera plaza del mundo, en donde cada diestro se lleva sus toros y no se realizara el tradicional sorteo del ganado. Eso sin contar con el ganado que lidian en cada corrida y que es escogido por ese nuevo personajillo de la fiesta que es el “veedor” y que, parece ser, manda más en las ganaderías que el propio ganadero. Las empresas, que son un coto privado, faltas de interés por la fiesta y solo pendientes de la recaudación, se ponen en manos de los propios toreros y sus representantes que son los que confeccionan finalmente los carteles. ¿Como se entiende sino la actitud claudicante de la empresa de Madrid ante el capricho de un torero recién llegado, como Manzanares, accediendo a poner un rejoneador por delante para que el alicantino no abriera cartel? Son los “figuras” y sus gestores los que controlan el negocio en todos sus extremos y son ellos, por lo tanto, los que deben responder y asumir la responsabilidad de la profunda crisis por la que atraviesa el toreo en la actualidad y que amenaza ruina total.

Aunque también puede que sea esta la estrategia, ahora que mandan de verdad y que, incluso, la autoridad que exigía cumplir con el reglamento taurino se muestra complaciente con ciertas prácticas de los taurinos, quizás sea el momento decisivo para lanzarse a la carga y romper con todas las rémoras. Liquidar de una vez la vieja torería y las ganaderías que molestan, echar definitivamente de los tendidos a los pocos aficionados que quedan y tratar de seguir manteniendo en la inopia a los espectadores que llenan las plazas en las ferias y que solo van a los toros a pavonearse y ha dejarse su dinerito en la taquilla. El riesgo de esta estrategia es grande porque el simulacro de fiesta que pretender imponer morirá por si misma al carece del ingrediente principal que la puede mantener viva, la emoción. Podrá sobrevivir como una actividad artística lindante con el ballet, y hasta podrá tener su público, pero yo no seré de los que formen parte de ese colectivo.

martes, 27 de abril de 2010

EN LA CONCURSO, NO ES OBLIGATORIO DAR LOS PREMIOS

Una opción totalmente válida en las Corridas Concurso de Ganaderías es declarar los premios desiertos. No es necesario premiar obligatoriamente a uno de los toros concursantes, ni a un picador o lidiador de los que participen, si no se lo merecen. Es más, cuando se premian toros o toreros como mal menor para no dejar los premios desiertos, lo que se está haciendo es restar importancia a los que en ediciones anteriores sí se lo merecieron. No se puede comparar la categoría del premio que se llevó “Farolero”, de Prieto de la Cal, hace dos años, o incluso el que ganó “Cacerolito”, de Ana Romero, en la pasada edición, con los merecimientos de “Corbeta”, ganador este año, también procedente de la ganadería de Ana Romero.

La Corrida Concurso de Zaragoza de este año no ha alcanzado las cotas de las celebradas en las pasadas ediciones -2008 y 2009- en donde hubo dura pugna entre dos toros para adjudicarse el premio y polémica entre los aficionados que se extendió durante mucho tiempo más que las propias corridas. Sí hubo detalles destacables en algunos de los toros pero ninguno, según mi opinión, se hizo merecedor al triunfo. Personalmente, el que más me gustó fue el de “Partido de Resina”, de nombre “Quesero”, un toro que se llevó un fuerte ovación a su salida al ruedo por su presentación y que, para no perder la costumbre de años anteriores, también se partió un cuerno al derrotar en un burladero. En varas cumplió en cuatro encuentros y se vino arriba en la faena de muleta pero, en conjunto, no merecía llevarse el premio. El ganador, “Corbeta”, de Ana Romero, también recibido con aplausos, tomó tres varas sin emplearse, fue noble y repetidor en la muleta, sobre todo por la izquierda, pero su matador, “Serranito”, no acabó de entender al santacolomeño y cuando, a mitad de la faena, se percató de la calidad del toro ya era demasiado tarde. El de Cuadri, “Misterioso”, fuera del tipo de la casa, empujó con fijeza en varas y fue duramente castigado por su picador, sangrando abundantemente, lo que mermó sus facultades para la lidia. El de Prieto de la Cal, “Dormilón”, no estuvo a la altura del comportamiento de sus hermanos lidiados en las dos ediciones anteriores, que habían dejado el pabellón muy alto y difícil de igualar. El de Adolfo Martín, “Tomatillo”, mostró falta de fuerzas, tomo tres picotazos y desarrolló sentido en la muleta. El de Palha, “Saltillo”, que sólo tomó dos varas reglamentarias, ofreció poco juego y cogió de gravedad al subalterno Francisco Javier Rodríguez. En resumidas cuentas, corrida interesante en donde hubo cosas dignas de destacar pero que no llegó a la altura de las celebradas en las ediciones de 2008 y 2009.

El asunto de los toreros y subalternos es otro cantar. Su forma de actuar en este tipo de corridas es el mayor enemigo de las mismas. El colmo de la tarde fue la forma de colocar al 4º toro en el tercio de varas. Le correspondió a Juan José Padilla que -para su costumbre y teniendo en cuento lo visto en otras corridas concurso en las que ha tomado parte- anduvo comedido, pero en este toro hizo las cosas totalmente al revés. En la primera vara colocó al toro más allá del centro del ruedo, en la segunda lo acercó un poco y lo dejó, poco más o menos, en el tercio, y en la tercera lo casi lo metió debajo del peto del caballo. Totalmente al revés de lo aconsejable para medir la bravura del toro que es el objeto de este tipo de festejos. Quizás le pasaron los apuntes y se le traspapeló el orden de las páginas leyéndolas al revés. Un despropósito. Durante toda la tarde se fueron sucediendo detalles que mostraban la poca disposición de los diestros actuantes para hacer las cosas bien. Lo grave es que, si los que tienen que poner orden no tienen ningún interés en hacerlo, nunca pueden funcionar y el concurso está abocado al fracaso.

Pero esta actitud viene sostenida por el escaso interés que tienen los taurinos ante este tipo de festejos. Las corridas concurso es un modelo contrario al que ellos controlan y hacia el que quieren encaminar la Fiesta en donde el toro, en vez de protagonista principal, es mero comparsa del espectáculo. Y no digamos en la actualidad que, como hemos podido ver en esta temporada, pretenden imponer un tipo de corrida en donde los propios matadores llevan los toros que quieren torear. Ha pasado en Olivenza al comienzo de la temporada; en Valencia, en plena feria de Fallas, con la corrida de los siete toros para siete toreros; y está previsto que pase en la que es considerada primera plaza del mundo, en “Las Ventas” de Madrid, en la corrida de la “Asociación de la Prensa”. Es el modelo de la “autorregulación” que plantearon hace una quincena de años llevado a la práctica de la forma más descarada. Pero este es un tema de más largo recorrido en el que no voy a entrar ahora, seguro que en otro momento tendrá el espacio adecuado. Lo que está claro es que a la totalidad de los taurinos -salvo a un escaso número de ganaderos que muestran cierto interés por este tipo de corridas- no sólo les importan un rábano este tipo de festejos, sino que los torpedean porque son contrarios a sus intereses pues no les gusta que se puede ver la otra cara de la fiesta, la del toro bravo y la emoción que impone en el ruedo.

La Corrida Concurso de Zaragoza de este año no ha resultado buena, no ha sido como la de los dos años anteriores pero, a pesar de ello, ha habido cosas interesantes, la primera y principal, que el toro ha sido el protagonista y se han visto cosas que no suelen verse en las corridas normales. Es una obligación de la empresa, puesto que figura en el pliego como de obligado cumplimiento, que se corrijan los errores, se organice con el mimo necesarios, se comprometan ganaderos, toreros y subalternos, y se potencie su difusión entre los aficionados de uno y otro lado de la frontera. Todo esto no ha ocurrido este año y es causa importante de su peor funcionamiento. Ya para finalizar, y como reza el título de esta entrada, no es obligatorio repartir todos los premios que se convocan, declarar los premios desiertos si no hay merecimientos suficientes para otorgarlos da más prestigio y seriedad al festejo que si se otorgan arbitrariamente para cubrir el expediente.

domingo, 14 de marzo de 2010

VALDEFRESNO, POR MOSTRAR INDICIOS DE RECUPERACIÓN, EN LA PICOTA

En la pasada Feria del Pilar de Zaragoza hubo serios problemas con una corrida de Valdefresno que venía a sustituir a otra rechazada de Domingo Hernández, de los 29 toros que pasaron por los corrales para completar la corrida, 9 eran de los ganaderos salmantinos, al final de tan ajetreada mañana, con un incesante ir y venir de camiones en los corrales de “La Misericordia”, tan sólo uno de Valdefresno se lidió, otro de los Hermanos Fraile Mazas y cuatro de Salvador Domecq completaron la corrida. El problema era que no les gustaban a los toreros -tres de las denominadas figuras del momento, El Juli, El Fandi y Manzanares- el material presentado por la ganadería salmantina. Llovía sobre mojado porque ya la pasada temporada los mandones del escalafón nada querían saber de los toros de Valdefresno. El problema era que se movían, que una ganadería pastueña en años anteriores había empezado a recuperar la casta y eso crea problemas porque para imponerse ante un toro encastado hace falta exponerse y torear, algo que parece que no encaja con la “comodidad” que buscan y exigen, los que pueden exigir, para anunciarse en los distintos festejos que se dan en los pueblos y ciudades de nuestro país.

La corrida celebrada el pasado sábado13 de marzo, en la Feria de Fallas valenciana, no es que fuera para tirar cohetes pero alguno de los toros, como el primero, fue bravo y se vino arriba en el transcurso de la lidia, y otros fueron encastados y tuvieron movilidad, cosa a la que no están acostumbrados la mayoría de los toreros del escalafón actual acostumbrados al toro "colaborador", como le llaman ahora, por lo que ese problema se agrava considerablemente al ir dos de los toreros que hicieron el paseíllo al “hule”. Según informan los partes facultativos -gracias a Dios- nada grave para lo que podía haber sido tal y como fueron las cogidas y el ensañamiento de los toros con sus víctimas. Si la ganadería de Valdefresno tuvo problemas el pasado año para colocar sus toros en los carteles importantes, cosa que había venido sucediendo desde hace años en donde los denominados “figuras” se la disputaban, a partir de ahora va ha ser mucho más difícil, de hecho su comparecencia en las Fallas valencianas ha sido en un cartel menor y fuero de la semana de fiestas propiamente dichas.

En resumidas cuentas, lo interesante de este festejo valenciano ha sido ver como los toros de Valdefresno han recuperado algo de movilidad y casta, lo que es una evolución positiva que agradecemos los aficionados. Lo malo para los ganaderos -y para la fiesta y la afición en general- son las dificultades cada vez mayores que encontraran los ganaderos salmantinos para colocar sus toros en los festejos de postín con las “figuras” en liza, lo que redundara, por una parte, en su menor cotización, y por otra, en que muchos de sus toros se los tendrán que comer con patatas, pendiente esta que, si los ganaderos no rectifican y no transigen en su intención de recuperar la casta, los llevará, más pronto que tarde, a que su ganadería quede relegada, como tantas otras, en el olvido. Son tantos los ejemplos que ilustran esta apreciación que sobran las palabras.

viernes, 12 de marzo de 2010

EN CUESTION DE TOROS: FRANCIA SUBE Y ESPAÑA BAJA

Una de las formas de medir la repercusión social de un espectáculo es por las publicaciones y manifestaciones culturales que sobre él se producen. El caso de la Fiesta de los Toros no se diferencia del resto. Los libros publicados, las revistas especializadas, la presencia en la prensa diaria, las películas o documentales videográficos que se producen, la música que inspira… todos ellos son datos para medir la salud de dicho espectáculo. Ha día de hoy, y según la cantidad de productos se ofrecen sobre el tema taurino en uno y otro sitio: Francia sube y España baja.

En lo que llevamos de siglo XXI, y atendiendo a los datos de libros y revistas publicados, la Fiesta de los Toros goza de mucha mejor salud al norte de los Pirineos que al sur. Muestra de ello es que en los últimos años la mayoría de las publicaciones que se ocupan del “planeta de los toros” vienen de tierras francesas, tanto en cuanto a los libros, como a las revistas taurinas, una de las cuales, “Terres Taurines”, ha empezado a publicase esta misma semana en nuestro país traducida a nuestro idioma, algo absolutamente novedoso en el territorio taurino español. Esta proliferación de publicaciones es una muestra del interés que despiertan entre los aficionados del país vecino el tema de los toros, las ganas de saber, aprender, de entender la fiesta y dar importancia al principal protagonista de la misma que no es otro que el toro. Un ejemplo es la gran cantidad de plazas en las que se asiste a las corridas con a un rito: Se estudia el toro, la lidia que se le da, la capacidad de los toreros para desarrollarla de forma correcta, la forma de ejecutar la suerte de varas por parte de los picadores, el trabajo de los subalternos y los defectos o virtudes de las faenas de muleta. Muchos aficionados franceses acuden a los toros con la intención de entender lo que ocurre en el ruedo antes que ha divertirse. Este interés por la Fiesta de los Toros en Francia se refuerza con la cantidad de actos que se organizan alrededor de los festejos taurinos y con la disposición de las autoridades y los aficionados para involucrarse en el montaje y desarrollo de los festejos y todo lo que los rodean.

En España, en la década de los ochenta, ocurrió algo parecido. Después de los estragos producidos por “El Cordobés” y sus formas, que dejaron el mundo del toro -y al toro mismo- por los suelos, y que fueron la causa por la que muchos aficionados dejasen de ir a las plazas de toros, hubo un resurgir de la afición: Se recuperó algo el trapío y la presencia del toro en las plazas; viejos maestros volvieron y dictaron lecciones de torería que no pasaron desapercibidas ni para los críticos, ni para los viejos o nuevos aficionados; una nueva generación de toreros trajeron interés y clasicismo a un escalafón viciado y amanerado; y algo muy importante y que ahora no ocurre, una serie de críticos taurinos de influyentes diarios ejercieron su profesión con independencia y compromiso. Esta leve recuperación del espectáculo taurino ilusionó a los aficionados que resistieron la debacle de las dos décadas anteriores y atrajo la atención de nuevas hornadas de aficionados que se acercaban a la Fiesta con ganas de aprender, de conocer, de entender el significado de la lidia y disfrutar con la emoción y el arte, si se da, en una tarde de toros. Esto dinamizó el mercado editorial, nuevas colecciones de libros taurinos aparecieron y otras remozaron su contenido, a la vez se produjeron obras en otras disciplinas artísticas y el alicaído mundo de los toros tomo aire.

Pero la situación de esos años ochenta, por desgracia, está muy lejana de la que se da hoy en nuestro país, en donde se aprecia una creciente falta de interés por la Fiesta de los Toros en todas las esferas sociales que amenaza seriamente su futuro. Salvo días contados relacionados con las fiestas patronales, el público no acude a las plazas, no interesan los toros ni siquiera a los aficionados aburridos por el “camelo” que pretenden vendernos nuestros taurinos de cabecera. Esta falta de afición y el desinterés del publico en general, que solo acude a los toros a divertirse y pavonearse en los tendidos en periodos feriales y fechas señaladas de su localidad, hace que no sea rentable las publicaciones taurinas, en consecuencia, la oferta editorial desaparece y la cultura taurina adelgaza. El ejemplo más claro en los años que llevamos de siglo XXI en nuestro país lo tenemos con José Tomás. El único torero que ha merecido la atención de los escritores, articulistas o músicos españoles en estos años es el diestro de Galapagar. Dicho sea de paso: es el único torero que despierta interés entre los aficionados y público en general, prueba de ello es que es el único que agota las entradas en todas las plazas en donde actúa. El resto de los toreros del escalafón, salvo alguna excepción puntual, no interesan ni a los aficionados, ni al público, ni al mundo de la cultura.

Ojala que este auge de la Fiesta de los Toros en Francia se sepa aprovechar para fortalecer la Fiesta y no se despilfarre, como ocurrió en España en los años ochenta -con nuevos aficionados en los tendidos y el interés por los toros de una buena parte de la sociedad española- por no saber, o no querer, utilizar el auge de los Toros para revitalizar la Fiesta seriamente dentro de los cauces de la integridad y poner freno a las pretensiones “humanizadoras” y fraudulentas de los taurinos que, apoyados por gran parte de la crítica taurina -escrita, hablada o televisada- y con el consentimiento, en contra de sus obligaciones, de las autoridades encargadas de controlar y velar por la pureza de la Fiesta, dieron al traste con esa oportunidad. El momento de vitalidad por el que parece atravesar la Fiesta de los Toros en Francia quizás sea una de las últimas esperanzas que nos quedan a los aficionados de hoy en día, que no se malgaste la oportunidad y que sirva de ejemplo.

miércoles, 20 de enero de 2010

"BASTONITO", LA CRUZ DE "BALTASAR IBÁN"

Sin duda alguna “Bastonito” fue un gran toro. Digno ejemplar que engrandece el nombre de su especie por su comportamiento en el ruedo. Para eso se crían los toros de lidia, para que peleen en el ruedo hasta su muerte creciéndose al castigo y vendiendo cara su derrota. Esa es su razón de ser. Este ejemplar de la ganadería de “Baltasar Ibán”, lidiado en Madrid en la Feria de San Isidro de 1994, cumplió con creces su cometido derrochando casta y llevando la emoción a los tendidos y, como tal, recibió la recompensa del reconocimiento del respetable en una vuelta al ruedo apoteósica con la totalidad del público, que abarrotaba ese día la plaza de “Las Ventas”, puesto en pie y ovacionando unánimemente su arrastre. Tal fue la impresión que causó en la totalidad de los espectadores que, todavía hoy, más de quince años después, los aficionados que lo presenciaron siguen recordándolo con emoción, y los que no lo vieron en su día - a pesar de la frialdad del vídeo y del tiempo transcurrido- se emocionan ahora con su contemplación.

Lógicamente, como ocurre en todas las disciplinas y campos del espectáculo y las artes, el éxito cosechado por este toro, el buen sabor de boca que dejó en aficionados y espectadores en general, debiera de haber colmado de satisfacción a los propietarios de la ganadería y situado a la misma en lo más alto de la cotización ganadera. Pero, y aunque parezca un disparate, no ocurrió así. Al finalizar el festejo, la representante de la ganadería declaró que en la suya nunca volvería a salir un toro como ese. Y así fue. Era consciente de que un toro como "Bastonito" situaba a su ganadería en la lista negra de los toreros y que, a partir de ese momento, los mandamases del escalafón iban a poner todo tipo de trabas para lidiar sus toros, como así fue, aún ha pesar del cuidado de la propietaria para eliminar las reatas que pudieran ser conflictivas y declararlo públicamente. A partir de ese momento la ganadería de “Baltasar Ibán” empezó una cuesta abajo de la que, a día de hoy, todavía no se ha recuperado.

Estas cosas sólo ocurren en este particular mundo de los toros. Si los ganaderos, guiados tan sólo por la óptica del negocio, se someten a las exigencias de los toreros, en vez de mantener su propia personalidad y demostrarlo en la selección de su ganado, mal vamos, y eso, por desgracia, viene ocurriendo desde hace demasiados años en este extraño planeta de los toros que parece girar al revés que todos los demás. De nada vale que los toros sean del agrado de los consumidores de los espectáculos taurinos y cumplan con la obligación de llevar la emoción a las plazas, como hizo este gran toro, si todos los que mandan en este negocio, y los que publicitan y justifican sus intereses, imponen sus criterios tendentes a la comodidad y lo fácil. La grandeza de esta fiesta de los toros esta precisamente en lo contrario, porque los que han visto, y se han emocionado, con peleas como la que tuvo lugar entre “Bastonito” y César Rincón ese día en la plaza de “Las Ventas”, nunca lo olvidaran y si, además, se produce el arte del toreo, pues… ni te digo.

Últimamente se habla mucho de crisis de la fiesta, de la escasa asistencia del público -salvo contadas excepciones en determinadas ferias y días festivos- a los toros. O de las amenazas que se ciernen por parte de los que son contrarios a la fiesta y pretenden su abolición, que siempre han existido. No nos engañemos, la auténtica enfermad está en su propio interior, en los que viven y se benefician de ella y pretenden darnos gato por liebre, falsear la auténtica grandeza que encierra en sí misma y que no está muy alejada del espectáculo que tuvo lugar ese ya lejano 7 de junio de 1994 en la plaza de Madrid. Si en vez de potenciar lo bueno nos dedicamos a erradicarlo y sustituirlo por una pantomima sin ninguna emotividad, estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado, porque la fuerza de la fiesta de los toros está, precisamente, en lo que se pretende sustituir por una pantomima repetitiva y absurda. Si un gran toro como “Bastonito” significa la decadencia de su ganadería, apañados vamos, y esto no es un hecho aislado, es práctica común a los largo de los últimos años en todas las ganaderías en las que, de vez en cuando, sale un toro encastado, salvo honrosas y cada vez menos excepciones.