“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

viernes, 31 de agosto de 2007

Dijo una voz popular: ¡¡¡NO LO PIQUES!!!

- Hola don Pepe.
- Hola don José.
- Como le fue por el Botxo, supongo que lo pasaría divinamente.
- Ya se ha aprendido la palabreja… pero usted la dice finamente.
- Pues si, ya sabe de mi curiosidad, me interesé por el vocablo y tengo que decirle que usted tenía razón, pero ahora se escribe con “tx” en vez de con “ch”, y se pronuncia…
- Ya, ya… déjese de exquisiteces que ya nos entendemos… el Bocho.
- No se moleste don Pepe, era una puntualización. ¿Cómo lo pasó?
- Estupendamente don José, son buena gente los bilbainos… y lo cambiada que está Bilbao, no se lo puede ni imaginar…
- Claro que me lo imagino, don Pepe, no hace mucho que estuve con la familia visitando el museo Guggenheim…
- Si señor, menudo edificio, el Gungengein…
- Guggenheim, don Pepe, se dice…
- Ya, ya… ya nos entendemos. Mire usted que es raro ese edificio, y lo bien que queda junto a la ría, y la gente que lo visita… ¡ah!, y también me hice una foto junto al chucho de flores que hay en la entrada.
- No me diga…
- Claro don José, como todo el mundo.
- ¿Y de los toros qué me dice? ¿Fueron de su gusto?
- Pues… que quiere que le diga, don José. Me habían dicho que los toros que salían en Bilbao daban miedo cuando saltaban al ruedo, pero yo los vi muy normalitos.
- Pero es que usted es la monda, hasta los toros de Bilbao, que dicen que son los más grandes de todos los que se torean durante la temporada, le parecen pequeños. ¿Pero qué quiere usted?
- Es la verdad, y no es que lo diga yo, es una opinión extendida entre abonados y asiduos a la feria, el toro de Bilbao ha perdido tamaño y cuernos. Sólo le puedo decir que, los que yo he visto, estaban bien presentados pero no asustaban a nadie.
- Tampoco hace falta el toro mastodonte, ni exageradamente grande, si están bien presentados y tienen fuerza…
- Eso es lo que les faltó… fuerza… ninguno tomó tres varas, a lo sumo una y un picotazo…
- Tampoco hace falta más, eso de las tres varas esta anticuado, con lo que, hoy en día, se exige a los toros en la muleta, no pueden soportar un tercio de varas muy fuerte, y el público quiere faenas de las figuras y no picadores.
- Pues que quiten la suerte de varas, que la eliminen del programa, si tan sólo es un simulacro, si el toro sale ya disminuido de los chiqueros, que se ahorren los picadores y tan amigos.
- Tampoco es eso, don Pepe… los picadores hacen falta para…
- Si, si… para eso, por si sale uno con poder y bravo de verdad… para entonces asesinarlo…
- ¡No sea bruto!…
- Es la pura verdad, don José. Salen por si acaso… y cuando se tienen que emplear de verdad, cuando el matador demanda destrucción, dejan al toro hecho fosfatina… aunque, esto es cada vez menos frecuente puesto que casi todos los toros salen ya inválidos de los chiqueros.
- Si que ha venido usted guerrero del Botxo, don Pepe. Yo creía que vendría más sosegado después de estar en una plaza de la importancia de la bilbaína, con toros grandes y una afición seria y exigente…
- Para… pare el carro, don José… de afición exigente nada de nada, más bien le diría yo que complaciente. Quédese con la anécdota que le voy a contar. En una plaza que presume de toro grande, al que se supone hay que medir la bravura en varas, en una localidad próxima a la mía, cuando el toro iba renqueante hacía el caballo, se alzó una voz como un trueno que gritó: ¡NO LO PIQUES! Eso es seriedad… Eso es exigencia… ¿Cómo puede un aficionado serio y exigente pedir que no se pique al toro?
- Bueno, bueno, don Pepe… tampoco es para tanto… un grano no hace granero.
- Pero es que a la mayoría del público le importa un pito lo que sucede en el ruedo, como en todos los sitios, aplauden a los picadores por no picar, les da igual donde caigan las banderillas, y ni le cuento de la colocación de la espada… si no fuera por el gran presidente que tienen, un tal Matías, que impone seriedad desde el palco, sería la plaza más orejista de…
- No le digo que viene guerrero… ¿Y de las corridas qué me dice?
- En la de Cebada hubo tres toros que me gustaron; un sardo, un cárdeno y otro negro; y un castaño, el segundo, con malas intenciones. La terna, que tuvo un toro por cabeza para destacar, estuvo por debajo de los toros. La de Victorino floja, noble y buena para la muleta. “El Cid” estuvo bien.
- ¿Bien a secas? Porque la prensa cuenta y no acaba… Aunque sé que para usted bien ya es mucho.
- Bien a secas.

jueves, 30 de agosto de 2007

Vídeo de "Pena de Juan y José"

Ya está disponible el vídeo de Pena de Juan y José. Esta canción, homenaje a Joselito y Belmonte, es una creación de Juanito Valderrama y la firman, como autores, Solano, Martínez y Remis. No la he encontrado en ninguna discografía del cantante, ni he conseguido referencias de ella en libros o revistas, tampoco sé cuando fue estrenada ni dónde, es una canción perdida, olvidada, sin documentos. La he rescatado de una vieja cinta de carretera desvencijada, rota, que conservaba su integridad gracias a una tira de papel de celofán que la mantenía unida, viva y audible. Pueden observar que ni en la carátula de la cinta se refleja el nombre de la pieza, para encontrarlo hay que fijarse en la solapa posterior en donde aparece en penúltimo lugar.
No sé como llegó a mi poder, ni cuando, esta grabación, pero si les puedo asegurar que desde el primer momento que la escuché pasó a formar parte de mi repertorio personal de canciones toreras. El paso del tiempo, y el enorme desarrollo de las nuevas tecnologías, han hecho posible su recuperación en formato digital.
El vídeo, realizado con fotografías de esos dos ases de la "edad de oro del toreo", sirve de excusa para poder escuchar la base musical que lo sustenta. El homenaje va por Juanito Valderrama y su maravillosa interpretación de esta Pena de Juan y José, tan desconocida y tan torera, que recuerda la competencia en los ruedos de Joselito y Belmonte y el caprichoso desenlace que el destino les tenía preparado. Es una gran canción que, creo, se merece un lugar más destacado en el escalafón de las canciones toreras.
Para escuchar la canción y ver el vídeo piquen sobre el subrayado que los llevará hasta la entrada, publicada el 16 de mayo de este año, en recuerdo de la muerte de Joselito, que contiene la letra y, a partir de ahora, también, el vídeo.

martes, 28 de agosto de 2007

Capote de grana y oro

Tal día como hoy, 28 de agosto, festividad de San Agustín, pero de hace 70 años, estaba anunciado Manolete en la plaza de Linares ante una corrida de Miura, eran compañeros de cartel Gitanillo de Triana y Luís Miguel Dominguín. La foto de la izquierda nos muestra el saludo del Monstruo a la afición de Linares antes del comienzo de la corrida, eran poco más de las cinco de la tarde. En los chiqueros ya estaba encerrado Islero, el toro que debía saltar al ruedo en quinto lugar y que iba a ser el último que estoqueara el diestro cordobés. Doce horas más tarde del saludo que refleja la fotografía, a las cinco y siete minutos de la madrugada, expiraba, en la enfermería de la plaza de Linares, Manuel Rodríguez Manolete.

Sobre la muerte de
Manolete ya está todo escrito, no voy a extenderme en ese punto, sólo quiero recoger, para dar fe, los recuerdos de un testigo presencial y compañero de cartel, Luís Miguel, que nos explica cómo fue la cogida: “El toro era manso; tenía una marcada querencia hacia los chiqueros, que fue donde él tuvo que hacer toda la faena. Cuando iba para los chiqueros pasaba bien, pero allí termino por atrincherarse, y Manolete, en lugar de terminar pronto con él, esperó una barbaridad y le llevó muy toreado, hasta el punto que después que había hecho una faena muy buena con la derecha, con muletazos, yo, viendo el peligro que corría en aquel sitio, sin poder contenerme, le grité: “Manolo, ¡a matar!”. Como este gran torero era tan noblemente soberbio, me miró con su habitual altanería, y entonces en lugar de terminar la faena, la alargó un poco más. Después igualó al toro y se tiró a matar irreprochablemente. El toro, en esta suerte, no lo hubiera cogido, porque consiguió pasarlo; es decir, que él ya había dejado atrás el peligro de los cuernos, pero se detuvo unos segundos más de lo debió, y, ya fuera de la suerte, el miura giró y alargó la cabeza y lo enganchó por la pierna. Eso es todo.”

Muchas son las canciones que se han dedicado a Manolete, seguramente es el diestro que encabeza el escalafón de composiciones dedicadas a su persona, tiempo habrá de hablar de ellas, pero hoy quiero centrar mi atención en una que, seguramente, muchos de ustedes ignoren que está dedicada a él. Se trata del pasodoble Capote de grana y oro; composición de la gran cuadrilla de la copla, como yo los llamo, Quintero, León y Quiroga. Estrenada por Juanita Reina, el 15 de noviembre de 1951, en el Teatro Calderón, de Valladolid, dentro del espectáculo La niña valiente; grabada en disco por Juanita en 1952, también formó parte de la banda sonora de la película Gloria Mairena que protagonizó la Reina. Fue un gran éxito desde el momento de su lanzamiento. De todas las versiones que se han realizado de este pasodoble, yo me quedo, sin lugar a dudas, con la de Juanita Reina.

La letra de la copla es poesía pura, -¡óle a Rafael de León!-, huye de los tópicos de este tipo de composiciones y no nombra en ningún momento a los protagonistas del drama, ni se cita a Manolete, ni a Islero, ni a Miura, ni a Linares, y, además, por la fecha de publicación de la misma, casi cinco años después de la tragedia, algo nada habitual para homenajear a un torero muerto a resultas de una cornada, hace de esta copla algo más que un simple homenaje oportunista. No cabe duda de que está dedicada al torero de Córdoba, y por si alguna queda, la propia Juanita Reina lo confirmó en entrevista recogida en cinta magnetofónica. La músi
ca del maestro Quiroga es majestuosa, ajustada a la solemnidad del tema y al espíritu de la letra, y da pie para el lucimiento de Juanita Reina en una interpretación que pone de manifiesto su grandeza.

Ante la imposibilidad de encontrar un vídeo que recoja esta interpretación, quiero presentar una versión de la joven cantante malagueña Eva Román. Nacida en 1977, cursó estudios de
canto y solfeo y debutó en la Feria de Málaga en 1992. En la ocasión que recoge este vídeo actúa en Aranjuez, acompañada por la Banda Joaquín Rodrigo, el 26 de noviembre de 2006. La calidad de la grabación no es la óptima, sobre todo en lo referente a la mezcla de la voz con la Banda, pero la interpretación es buena, sentida y con personalidad (debemos entender que una grabación en directo con el micrófono de una simple cámara de vídeo nunca puede ser óptima). Vaya cómo contrapartida que la interpretación de este gran pasodoble torero con acompañamiento de Banda de Música lo acerca mucho más a la plaza de toros, al lugar del drama, a la arena donde se dirime esa lucha contra la muerte que en esta ocasión se saldó con la vida del torero.

En este día de San Agustín de 2007, un poco más tarde de las cinco, a la misma hora en que Manolete, setenta años antes, saludaba a la afición de Linares antes del comienzo de su última corrida, la que iba a conducirle al negro túnel de la muerte, doy curso a esta entrada. Sirva para que los lectores y oyentes ofrezcan su homenaje, no con el silencio, sino con la escucha, y aún con el canto el que se atreva, de este gran pasodoble dedicado en su honor.

Capote de grana y oro
Quintero – León – Quiroga

Que le pongan un crespón a la Mezquita,
a la Torre y sus campanas, a la reja y a la cruz,
y que vistan negro luto las mocitas
por la muerte de un torero caballero y andaluz.
De luto todos los cantes
y las mujeres flamencas con negras batas de cola,
De luto los maestrantes
y la moña deslumbrante de la guitarra española.

Capote de grana y oro
alegre como una rosa
que te abrías ante en toro
igual que una mariposa.
Capote de valentía
de su vergüenza torera,
que a su cuerpo te ceñía
lo mismo que una bandera.
Como reliquia y tesoro
te llevo en el alma mía
capote de grana y oro.

Que le pongan lazo negro a la Giralda
a la Torre de la Vela y a la Alhambra de Graná
y también a la bandera roja y gualda
y un silencio en los clarines de la fiesta nacional.
Que lloren los bandoleros
en los picachos mas alto de la Sierra cordobesa.
Que llore Madrid entero
las majas y los chisperos, los reyes y las princesas.

Capote de grana y oro
alegre como una rosa

que te abrías ante en toro

igual que una mariposa.

Capote de valentía
de su vergüenza torera,
que a su cuerpo te ceñía

lo mismo que una bandera.

Como reliquia y tesoro

te llevo en el alma mía
capote de grana y oro.

lunes, 27 de agosto de 2007

Yo no estuve en Bilbao

Yo no he estado en Bilbao el pasado 25 de agosto de 2007. No, lo juro, seguro que no he estado en la plaza de Vista Alegre el día en que ha sido coronado emperador de la tauromaquia, por aclamación general y unánime de todo -todo- el orbe taurino, Manuel Jesús “El Cid”. He debido de estar en otra ciudad, en otra plaza, en otra corrida… no lo sé, pero puedo asegurarles que no he contemplado las maravillas que nos cuentan los que aseguran que las vieron.
Yo he presenciado una corrida de Victorino Martín noble y con poca fuerza, y digo noble porque de los toros, cuatro (1º, 3º, 4º y 5º), embistieron con el morro por el suelo, sumisos a los cites, obedientes hasta donde dictara el vuelo de la muleta, nobles y colaboradores, y de los dos restantes, el 2º, que presentaba algún problema por el pitón derecho, apunto buenas maneras por el izquierdo que el matador no supo o no quiso ver, y
el 6º, manso, al que había que porfiarle el primer muletazo pero que una vez enganchado y dejándole la muleta en la cara soportaba cuatro o cinco repitiendo y con la transmisión del manso encastado. Y digo que he presenciado una corrida floja, muy justa de fuerzas, sin correas, como dice mi amigo Chema, porque todos los toros, salvo el 4º que sólo tomó una y del que me ocupare más adelante, tomaron una vara y un picotazo, y a todos les sobró el picotazo, y ha alguno, hasta la vara. Las alimañas no aparecieron por ningún lado, fueron todos nobles, y todos tuvieron faena. Se cortaron cuatro orejas pero podrían haber sido el doble, porque a Victorino le salió una corrida para figuras, toreable y sin complicaciones, y si sigue en esa línea, y rebaja el puntito de casta que todavía les queda a sus toros sin que se le paren como en Madrid, pronto, muy pronto se pelearan las figuras por matarla en las ferias y apuntarse el tanto del “gesto” con garantías bien fundadas.
Y digo que he debido estar en otra plaza, o acas
o arrebatado por algún brujo o ser maligno que ha utilizado sus poderes para que mis ojos contemplaran como real el espejismo ante el que me situaban, porque lo que yo he contemplado han sido buenos pases sueltos, eso sí, los fundamentales, el derechazo -más-, y el natural -menos-, y buenos pases obligados de pecho, pero no he visto en toda la tarde una faena maciza, construida en base a un plan y una estrategia, con su desarrollo, su nudo y su desenlace, lo que se dice una faena rotunda, o redonda, (el pasado año 2006, el día 12, día grande de las fiestas de Zaragoza, ante un toro-novillo de Valdefresno -4 años y 1 mes- tuve la suerte de contemplar una faena de Manuel Jesús “El Cid” de estas característica, una faena maciza a la que puso rubrica con una buena estocada). Pienso que sobre la arena negra del coso bilbaino de Vista Alegre hubo varios toros que ofrecieron posibilidades de hacer, al menos, una faena, y más si nos encontramos, como asegura la inmensa mayoría de aficionados y la unanimidad de la prensa taurina, ante el nuevo rey del toreo clásico. Un ser dotado de esas capacidades pienso que debería haber aprovechado, al menos, una de las oportunidades que se le presentaron. En cuanto a las estocadas, una, después del pinchazo en todo lo alto al 5º toro, fue buena, una muy buena estocada de la que el toro salió muerto. Ese fue el toro de las dos orejas.
No quiero detenerme en un análisis pormenorizado toro por toro, pero si quiero fijar algunos detalles de lo que yo vi, o creí ver, vaya usted a saber, porque es tan abrumadora la mayoría contraría a mi opinión que lo más razonable serí
a considerar estas palabras son producto de un sueño más que una realidad y que tan sólo las tengan en cuenta como un mero ejercicio de ficción. Tengo que decir que a “El Cid”, y al público que lo recibió con una ovación, le gusto el primer toro, para mi el de más trapío del encierro, lo intentó y sacó buenos pases sueltos, pero el toro era demasiado flojo y no llegó a transmitir emoción en el tendido. La estocada cayó baja y trasera. Del segundo ya he dicho que, según mi modesto entender, tenía un buen pitón izquierdo, fue el más destartalado el encierro y escurrido de los cuartos traseros, no le gusto al respetable ni a “El Cid”. El tercero era noble hasta decir basta, tan noble que no parecía ni Victorino, por las condiciones del toro este era uno de los de faena redonda, la cosa se quedo en buenos pases sueltos, una estocada trasera y oreja.

El cuarto merece punto y aparte. El cuarto, (“Embolado”, nº 259, de enero de 2003, negro entrepelado y con 544 Kgrs.) fue pronto al caballo en el primer encuentro, cuando el matador se disponía a colocarlo en suerte para la segunda vara se arrancó de improviso y acometió al caballo por “salva sea la parte”, no llegó a recibir ni un picotazo, yo lo vi porque sucedió debajo de mi localidad, y “El Cid” se aprestó a pedir el cambio porque, supongo que pensaría, le aquejaba, igual que a sus hermanos, la enfermedad de la flojedad. Pienso que se equivocó, tenia que haber sacado el toro y ponerlo en suerte debidamente, pienso que el toro, como ocurrió más tarde en banderillas cuando acudió como un tren al cite de “El Alcalareño” posibilitando dos de los momentos más importantes de la tarde, rubricados con estruendosa ovación y desmonteramiento, hubiera acudido a un segundo encuentro con el caballo raudo y al galope y nos hubiera brindado uno de los momentos importantes de la tarde y la feria, no fue así. El toro llegó a la muleta con más fuerza que sus hermanos y con ganas de embestir, era el más Victorino de todos y había que dominarlo y bajarle la mano, era noble pero listo, “El Cid” se confió demasiado, creo que le perdió el respeto y el toro le dio un revolcón. Tengo que decir que después del revolcón el torero no se arrugó y saco más pases buenos, algunos muy buenos, pero sueltos, no mató bien, trasera y baja, aunque enterró todo el estoque, oreja y una accidente con una banderilla que casi le revienta un ojo. Me quedo con la duda de que hubiera pasado con esa segunda vara, e incluso pudieran haber sido tres, esa duda me queda sin resolver, y de la falta de resolución de este interrogante tiene toda la responsabilidad su matador.
El quinto fue el que toreó con más convicción y ligazón, y la estocada que dio muerte al toro, merece la pena repetirlo, fue la mejor, la única, de toda la tarde. De las dos orejas, con una estoy conforme. El sexto fue manso y, mire usted por donde, en ese toro se esforzaron por ponerlo en suerte desde lejos y, claro, el toro no iba, y cuando fue, después de mucho insistir el picador, el picotazo de rigor y salió suelto. Y en este toro, con todo ya ganado, “El Cid” se empeño en redondear lo que para entonces, en las mentes de aficionados y periodistas, era ya una hazaña de la tauromaquia del siglo XXI. Estuvo porfiando y sacando buenos muletazos e, incluso, alguna serie más que aceptable. Fue el momento en que más me llegó la labor de Manuel Jesús, cuando ya se lo creía y después de estar sentado en el estribo, con la cara entre las manos, dicen que emocionado, al serle concedidas las dos orejas del quinto.
En resumidas cuentas, la corrida, en su conjunto, estuvo bien presentada y
me pareció floja -muy floja-, y noble -muy noble-, apta para ejecutar el toreo que se practica hoy en día, pero me preocupó su comportamiento, y más tratándose de una corrida de Victorino. Manuel Jesús “El Cid” dio buenos pases, bien ejecutados, como mandan los cánones, pero sueltos, repartidos en varios toros y en diferentes momentos, pero no cuajó una faena completa. Si pudiéramos agrupar el ramillete de pases que dio a lo largo de toda la tarde en una sólo faena, más la estocada en su sitio y hasta la bola del 5º toro, sí que podríamos estar hablando de algo grande, de una de esas faenas que se recuerdan para toda la vida, pero no fue así, y si lo fue yo no lo vi, ya digo que, seguramente, arrebatado por algún pesado sueño que me transporta a una dimensión alejada de la realidad.
Quizá sea muy exigente, no lo sé. Quizá mi concepto de lo que es torear este anticuado, es posible, pero desde siempre he pensado que dar pases, por muy buenos que sean, no es torear, y en el coso de Vista Alegre, según mi opinión, hubo mucho de lo primero y nada o casi nada de lo segundo. Quizá sea necesario revisar mi concepto de faena (conjunto de acciones que deben llevar a dominar el toro, hacer arte con él y matarlo de una buena estocada), puedo asegurarles que me esforzaré en ese cometido y repasare mis fundamentos, pero, según mi criterio, no hubo una faena completa, de las que arrebatan, de las que no se olvidan, en toda la tarde.
Quizá otros factores, ajenos a la tarde del 25 de agosto, ha llevado al ensalzamiento excesivo de la actuación de “El Cid” en Bilbao. Quizás, hartos de la propaganda de los que han creído ver redimido al “Mesías” en la figura de otro torero, ha conducido a una reacción en sentido contrario en apoyo de este “Campeador” que, al menos, utiliza las armas del clasicismo para enfrentarse a los toros. Yo, si tuviera que elegir entre los dos, no lo dudaría, entre Domingo Ortega y Manolete hubiera sido del primero.
Una última cosa, aún a riesgo de parecer pesado. Repasen la corrida de hace 25 años en Madrid, la que muchos consideran “corrida del siglo”, hubo toros de Victorino de todas las condiciones, alimañas y toreables, pero con fuerza. Y hubo, al menos, tres faenas de peso y con argumento (la del 1º y 4º, a cargo de Ruiz Miguel, y la del 3º, quizá la mejor de todas, que realizó José Luís Palomar). En Bilbao no hubo nada de eso, o yo, al menos, no lo vi o no supe apreciarlo.

Aunque ya les digo, no hagan mucho caso a mis impresiones porque quizá no estuve en Bilbao en dicha tarde, o quizá un ser maligno, o un brujo, o una pesada digestión, obnubilaron mis sentidos y no fui capaz de apreciar el renacimiento del toreo clásico que casi todos vieron. Si no estuvieron y han de creer ha alguien, no lo duden, quédense con lo que dice la abrumadora mayoría y consideren este escrito un mero ejercicio de ficción. Y a los que hayan llegado hasta el final, gracias por haberlo hecho, me ha salido demasiado largo, lo que quería decir con muy pocas palabras lo podría haber dicho, pero ha sido tal el aluvión de opiniones ensalzadoras y rotundas que he creído oportuno extenderme un poco más para explicar mis reparos. La corrida fue buena, “El Cid” estuvo bien, pero tanto, tanto…

viernes, 24 de agosto de 2007

Al "Bocho"

- Hola don Pepe.
- Hola don José.
- ¿Qué de bueno le pasa? Lo veo contento, sonriente, bien arreglado y con la maleta preparada. ¿A dónde va usted?
- Al Bocho, don José.
- ¿A dónde dice…?
- Al Bocho le he dicho, es el apelativo cariñoso con el que se conoce popularmente la ciudad de Bilbao en el mundo entero. Parece mentira que usted, tan sabiondo en tantos temas, no lo supiera…
- Yo es que no domino ese lenguaje popular. ¿Sabe usted…?
- Pues para que se entere usted, hasta don Miguel de Unamuno utilizaba dicho término para referirse a Bilbao hace ya más de cien años y, precisamente, ese personaje no era un ignorante. Yo pienso que la cultura y el saber no están reñidos con lo popular, y usted se cree que…
- Bueno, bueno, don Pepe... déjelo, déjelo ya... no podemos hablar de nada que no acabe con alguna reprimenda por su parte…
- Pero es que, a veces, dice usted unas cosas, don José…
- Ya, ya… y, ¿a qué va al Bocho, si puede saberse?
- ¿A qué voy a ir…? ¡A los toros! A las Corridas Generales.
- ¿De propio?... ¿Usted sólo?
- Voy en compañía de unos amigos de la Asociación Taurina a la que pertenezco. Aprovechando que la familia está en la playa con los nietos, y que aquí pocas obligaciones tengo… pues a Bilbao a los toros, además, tenemos una buena relación con un grupo de aficionados de allí.
- Lo pasaran bien. Bilbao lleva fama de exigir los toros grandes, los más grandes y cornalones del campo bravo, vamos…como a usted y a sus amigos les gustan.
- Como tiene que ser en una plaza de la categoría de primera como es la de Bilbao, toros con el trapío exigido en esos cosos, ni más ni menos, y el que se quiera anunciar que se anuncie.
- Pero esos toros preparados para Bilbao, con unos pitones de aúpa y pasados de kilos, imponen respeto, crean dificultades y no facilitan el triunfo de los toreros…
- ¿Y para qué están los diestros? Su obligación es hacer frente a las dificultades que les presente el astado y, en base a la técnica de la lidia aprendida, solucionar la papeleta, sí así lo hacen el triunfo vendrá por añadidura.
- Pero los toreros de arte no pueden lucirse con ese ganado, don Pepe... y los espectadores que van a divertirse, a pasar una tarde de feria en los toros, se aburren.
- Los toreros de arte, don José, si consiguen imponerse a las dificultades del toro y al respeto que impone su trapío, pueden triunfar con mucha más fuerza que cualquier otro diestro que no posea ese don, porque, además de la calidad artística de su faena, la habrá realizado ante un toro que, por su misma presencia, impone respeto y emoción, y eso revalorizará su triunfo mucho más.
- Eso no ocurre todas las tardes. La experiencia de haber visto muchas corridas me dice que, con ese ganado, para divertirse un día te aburres un ciento.
- No se trata de divertirse o aburrirse, don José, los toros son otra cosa, requieren entendimiento, análisis, conocimiento…
- ¡Ya está usted con la filosofía! Los espectadores no va a los toros para pensar, están en fiestas, van con los amigos, muchas veces como prolongación de una comida de empresa, con su puro, su copa, entre risas y chascarrillos…
- Y luego pasa lo que pasa, que no se enteran, que no entienden ni papa, que se fijan en lo anecdótico y pasan por alto lo fundamental, que no les importa que el torero -utilizando las herramientas más propias de un albañil- tire del toro con el pico, en la pala y hacia fuera, que les da lo mismo en donde caiga la espada con tal de que entre entera… Todo les da igual hasta que llega el momento de sacar el pañuelo para solicitar el triunfo, y si así no lo consiguen, tornan su espíritu festivo en insultante para espetar a los ocupantes del palco, sin razón, los improperios más groseros que imaginarse puedan.
- No será para tanto, don Pepe. Las fiestas, una copa de más, ya se sabe… ¿Y ese ambiente de feria se respira en el Bocho?
- No lo sé, es la primera vez que voy a estar en el coso de Vista Alegre.
- Al menos, toros bien presentados verán, dicen que allí siempre van las cabeceras de camada de las ganaderías.
- Eso dicen.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Video de "Huapango Torero"

Buceando por YouTube he encontrado un estupendo vídeo de doña Lola Beltrán interpretando "Huapango Torero" desde el escenario del Palacio de Bellas Artes de México D.F.
Picando sobre el título de la canción podrán acceder a la entrada que publicamos en este Blog hace algún tiempo que contiene la historia, la letra y, ahora también, el vídeo. Disfruten.

martes, 21 de agosto de 2007

Fotos y Mafiosos

Después de un tiempo alejado del ordenador, y de los toros, por motivos profesionales, me encuentro con un par de asuntos que me llaman la atención, por un lado la polémica suscitada, entre aficionados cabales, en “Toro, Torero y Afición” en torno a las fotos de José Tomás realizadas y publicadas por Tony en “El Chofre”; y por otro, la denuncia que hace Ghosty en su blog Políticamente Incorrecto, bajo el titular de “Mafiosos taurinos S.A.”, de las presiones sufridas, en primera persona, por parte del empresario de Roa, Burgos, cuando fue a recoger las acreditaciones que en calidad de corresponsal del Diario de Burgos le correspondían.
Dos cuestiones distintas pero que tienen un fondo en común que las hace comunicantes, ambas tienen que ver con los medios de comunicación y la información que se transmite a los lectores, oyentes o televidentes.
La primera, las fotos de Tony, me parece una cuestión anecdótica que refleja el rechazo a una realidad que se presenta cruda y desnuda. (No puede imaginarme a Tony acudir raudo a su ordenador tras el festejo para manipular las fotos, con una perfección y rapidez que parece sobrenatural, para difamar al que algunos llaman el nuevo Mesías. Demasiado esfuerzo para tan poco beneficio, además, imagino que a la salida, como muchos de nosotros, preferirá tomarse unos potes con los amigos y hablar de toros o de cualquier otra cosa). Encuentro más razonable pensar que, guiados por el deseo de que se hagan realidad, en el ruedo y ante el toro de verdad, los sueños y las ilusiones forjadas en torno a la vuelta de un torero que nos dejó prendados, en una época de tan raquítica torería como la presente, somos incapaces de mirar con la objetividad debida y nos imaginamos ver lo que nuestro subconsciente desea. Para muestra de lo que algunas mentes son capaces de forjar en su interior, para ver hasta donde los puede llevar su imaginación, basta leer el artículo publicado en ABC el pasado 20 de agosto, escrito por Rosario Pérez, bajo el titular de “José Tomás, el mito que asusta el miedo”.
La segunda cuestión me parece más sería, mucho más seria; grave, muy grave. Es coacción, es un atentado a la libertad de expresión y de información, una práctica que supongo debe de ser habitual y que está extendida a lo largo y ancho de los lugares en donde se dan funciones de toros en razón de las crónicas de los festejos que podemos leer en muchas publicaciones nacionales o locales.
La valentía de Ghosty al denunciar esta forma de actuar puede que le cueste el puesto, ojalá que no sea así y el Diario de Burgos defienda, junto a su trabajadora, la independencia en la información en vez de otros intereses. Pero esa valentía también sirve para que muchos aficionados visionemos claramente lo que sucede entre bambalinas, y que, aunque podamos imaginarlo, no deja de provocarnos indignación la constatación del hecho.
La manipulación en la información taurina, el control de los informadores y los medios, las presiones a los que se muestran reticentes y las amenazas a los que no comulgan con sus intereses y defienden una Fiesta íntegra es una práctica habitual que se ha dado a lo largo de la historia y que hoy en día, por lo que vemos, sigue produciéndose con total naturalidad.
Este es uno de los cánceres de la Fiesta, una práctica que hay que desterrar, un tumor que una vez conocido hay que extirpar. Si esta denuncia sirviese para que los propietarios de la plaza de Roa rescindieran el contrato de los actuales empresarios y los denunciaran por sus prácticas mafiosas harían un buen servicio por el bien de la Fiesta. Si, además, sirviera para que los poderes públicos que tienen competencia con todo lo relacionado con los festejos taurinos tomaran cartas en el asunto, mejor que mejor.
Mucho me temo que no sea así, que prefieran seguir ciegos y complacientes con los mafiosos, de todas formas y ante todo, ¡muchas gracias, Ghosty!

domingo, 12 de agosto de 2007

La alternativa del “Papa Negro”

Cuando el Papa Negro tomó la alternativa mi aspecto exterior era el que muestra la fotografía de cabecera. Fue 14 de octubre de 1905, durante la Feria del Pilar y, ese día, se vivió una jornada inolvidable, de esas que no se borran de la historia, con un lleno hasta la bandera y una expectación desbordante.
La expectación tenía razón de ser por la memorable actuación que el 30 de abril de ese mismo año había tenido Manuel Mejías Rapela
Bienvenida III, que era el nombre del que luego sería conocido como Papa Negro, en mis dependencias. Se había anunciado, junto a Campitos, para dar muerte a cuatro novillos de Arribas con muchas arrobas y desarrollada cornamenta que resultaron mansos. Dejaron sobre la arena cinco caballos muertos de doce tumbos que dieron y tomaron veintiún picotazos. Bienvenida fue el héroe de la tarde, tuvo que matar tres, por resultar cogido su compañero, y obtuvo un gran triunfo. Los aficionados se quedaron gratamente satisfechos y, por mis alrededores, salían dando pases y pronunciándose, a voz en grito, sobre el triunfo presenciado.
A finales del verano empezó a circular el rumor de que Bienvenida podía doctorarse en mi ruedo, se decía que unas desavenencias con el empresario de Madrid le llevaban a plantearse esta decisión, la expectación entre la afición zaragozana era enorme, cuando se confirmó la noticia fue la locura.
El cartel de la alternativa estaba compuesto por
Algabeño, Lagartijo Chico y el toricantano Manuel Mejías Bienvenida, vestido de carmín y oro para tan señalada ocasión. El toro que le cedió Algabeño para su doctorado era de la ganadería de los Herederos de Benjumea y se llamaba Huidor, con el número 28, colorado, bragado, ojo de perdiz, cornicorto y muy gordo. Bienvenida hizo una lucidísima faena que empezó con un gran pase a muleta plegada, siguió con doces pases altos, seis ayudados con mucho mando y dos de pecho, remató su trabajo con un molinete y dos naturales. Ejecutó la suerte de matar con gran decisión y dejó una gran estocada en todo lo alto de la que salió el toro rodado, escuchó una estruendosa ovación y tras petición unánime se le concedió una oreja.
Fue un acontecimiento del que disfrutaron de lo lindo los exigentes aficionados zaragozanos y muchos otros que habían llegado, ex profeso, desde otras latitudes presenciar la corrida. Fue un gran día.
Pero antes de acaba
r esta historia, y para darle fin, quiero contar una conversación que escuché muchos años después, en boca del propio Papa Negro, en el patio de cuadrillas la tarde del 30 de junio de 1929, fecha en la que tomó la alternativa en mis dependencias su primogénito y continuador de la saga Manolito Bienvenida IV, acontecimiento del que hablaremos en otra ocasión más extensamente porque también marco un hito en el curso de mí historia y se merece un espacio propio. Como les decía, don Manuel les contaba a unos viejos aficionados que habían presenciado la corrida de su alternativa veinticuatro años antes el siguiente sucedido: “Mi padre viejo y achacoso, no pudo acompañarme a Zaragoza. Dos encargos me hizo: uno, que depositara mil pesetas al píe del camarín de la Virgen antes de empezar la corrida; otro, que al concluir aquella gastara otras tantas en un juego de azar, para que, propicia o adversa que fuera mi fortuna no volviera a pisar una casa de juego. Ya en la ciudad de los Sitios, cumplí los encargos. Puse a una carta la misma cantidad que había entregado en la santa capilla y gané. Repartí su importe entre mi cuadrilla y nunca más volví a una sala de juego”.
Muchas gracias, don M
anuel Mejías Rapela Bienvenida III, investido posteriormente como Papa Negro del toreo por Don Modesto, por escribir tan brillante página de mí historia.

jueves, 9 de agosto de 2007

Público de feria

Acudir a los toros durante las fiestas patronales de cada ciudad, villa o pueblo es una tradición arraigada en nuestro país, las plazas se llenan de bulliciosos peñistas en son festivo y un buen número de espectadores que asisten a las corridas como a cualquier otro acto del programa de fiestas. Los menos son los aficionados, los entendidos, los que asisten a las corridas como a una liturgia, los que desde meses antes de su feria están expectantes antes las combinaciones de toros y toreros que se anuncian y haciendo cábalas sobre el posible resultado de los festejos.
Desde siempre se ha dicho que el público es soberano, que, en la plaza, su opinión es la que cuenta y en base a este principio se ha construido todo el entramado de la fiesta. Las corridas de toros son un negocio montado para beneficiarse de la venta de entradas que adquiere el público para asistir a las mismas. El público tiene la potestad de conceder trofeos con su petición y de rechazar toros y toreros con su protesta.
Pero en la actualidad, por desgracia, el público con criterio, los entendidos, son minoría en las plazas de toros y sus voces son acalladas por el bullicio de las peñas y la actitud triunfalista de los que acuden a las corridas de feria a presenciar -ese día que van ellos- la corrida del siglo. De esta forma la soberanía del público queda marcada por el criterio de una mayoría que para nada se plantea los fundamentos de este espectáculo que no son otros que el toro y la lidia.
A partir de esta realidad, y con el apoyo de la inmensa mayoría de los medios de comunicación que se ocupan de los toros -no olvidemos que viven de esto-, y la complacencia de los políticos encargados de los asuntos taurinos en sus respectivas administraciones, los taurinos tienen la puerta abierta para colarnos todo lo que sea de su antojo.
Mientras no se invierta esa pirámide y el público que acude en son festivo tome conciencia de la auténtica grandeza, de la verdad de la fiesta de los toros y, en vez de acallar, escuche la opinión de los aficionados, mal lo tenemos. En esta tarea deberían ayudar los políticos, con una labor vigilante y en defensa de los consumidores, y los medios de comunicación, con la denuncia de las corruptelas de los taurinos y la explicación de los fundamentos y la esencia de la fiesta -porque la fiesta de los toros requiere entendimiento-, pero esto, me temo, es “pedir peras al olmo”, porque la trayectoria de ambos estamentos así lo atestigua.
Desde el reducido ámbito de influencia de este Blog quiero poner mi granito de arena y copiar una parte del prólogo del libro “La pierna del Tato (Historias de toros)”, del periodista William Lyon, escrito por don Joaquín Vidal:
“La corrida de toros requiere, en primer lugar, entendimiento. ¡Ay de aquél que vaya a los toros simplemente a divertirse! Ese, lo más probable es que se aburra de muerte. La fiesta de los toros, que indudablemente tiene música, bullicio, color, pasión y rito, no es música, ni bullicio, ni color, ni pasión, ni rito (abalorios, arrequives, vestiduras de sus valores esenciales).
Sus valores esenciales son otros: la lidia, el toro. Para entender la lidia hay que entender primero al toro. El que va a la corrida tras mucho comer precisamente porque va a la corrida, el puro que no falte aunque no acostumbre a fumarlo y durante el festejo se pega lamparazos venga a empinar la bota, no está en disposición de entender el toro -ni casi nada-. El toro es un animal fiero, claro está que intuitivo, de reacciones teóricamente previsibles en función de su casta, que no rara vez son imprevistas. La propia evolución de la fiesta, durante generaciones, ha definido una vasta técnica para dominarlo, y de la aplicación de esa técnica a las cambiantes características del toro surge el argumento de la lidia. Desde que el toro salta a la arena ya lo esta estudiando el aficionado: su trapío, su bravura, la calidad de su embestida. Música, bullicio, color, pasión y rito aderezan el espectáculo, pero sólo la lidia en su estricto ejercicio es, en la corrida, el verdadero espectáculo.
Los que no han visto nunca una corrida suelen creer que se trata de un ballet donde gente castiza vestida de luces compone posturas y baladronadas ante el toro. Ahora bien, si cuando la ven por primera vez adoptan una actitud inteligente, el prejuicio desaparece de inmediato: es obvio que en el ruedo no valen posturas; hay un animal de impresionante arboladura cuya casta brava intenta dominar un torero, con riesgo físico, sirviéndose de una técnica de complejas concordancias y difícil ejecución. Quienes descubren en la corrida un juego insólito y lo estudian para desentrañar su significado, acaban aficionados hasta la médula, así hayan nacido en Nueva York.”

La única esperanza que nos queda, lo quiero creer, es que el veneno de la fiesta auténtica prenda en los espectadores que acuden a las plazas, la fuerza potencial de este espectáculo, en la época de competitividad que nos ha tocado vivir, puede hacerlo regenerarse fácilmente si se consigue que todos los que tratan de adulterarlo pierdan su influencia. Si los espectadores de feria ven con sus propios ojos la grandeza de la fiesta verdadera, si sienten la emoción -recuerdo la emoción y el agrado de muchos de estos espectadores a la salida de alguna corrida, cada vez menos, que ha salido buena para los aficionados-, si entienden de que va este juego, si se dejan llevar por su magia, si comprenden el engaño de los taurinos, no creo que tengan duda.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Los maletillas

- Hola don Pepe.
- Hola don José.
- ¿Cuánto tiempo hace que no lo veía?
- A usted es al que no le he visto el pelo desde hace un montón de días. ¿Dónde se ha metido?
- Vengo de la playa, hemos pasado unos días con la familia…
- ¡Toma ya!… Ustedes los ricos a lo grande.
- No se cachondee, don Pepe… que no es para tanto. Todos los años pasamos un par de semanitas en el apartamento con los chicos y los nietos, ellos se quedan todo el mes y nosotros, mi santa y yo, nos vamos al balneario…
- No le decía yo…
- Nos va bien cambiar de aguas… Y usted, ¿se ha ido a algún sitio este verano?
- Al pueblo… Como siempre… Hemos bajado para hacer unos recados y dentro de un par de días nos volvemos hasta que pasen las fiestas.
- ¿Y cuándo son las fiestas de su pueblo?
- Ahora… para la Virgen y San Roque.
- Supongo que tendrán algún festejo taurino en la programación.
- Vacas… Vacas y más vacas. En la calle por la mañana, sesión en la plaza por la tarde y, por si le parece poco, más vacas por la noche… Vacas a todas horas.
- No se quejará usted… estará es su salsa.
- No crea, don José… tanta cantidad cansa, además la gente no sale… los mismos de siempre… No es como antes cuando venían los maletillas y trataban de dar algunos pases, y había, por cierto, algunos que lo hacían bien… Por aquella época incluso traían un novillo que, una vez toreado por estos aspirantes a toreros, se mataba, se subastaban sus despojos públicamente y se distribuía su carne entre todos los vecinos.
- Pero eso es cosa de otra época… eso ya no se estila en estos tiempos…
- ¿Cómo qué no? Ahora se hace lo mismo que antes, pero en vez de un novillo se mata una vaca y su carne la guisa un grupo de voluntarios organizado por la Comisión de Fiestas y se distribuye igualmente entre todos los vecinos.
- No me refería a eso, don Pepe… Yo hacia alusión a lo de los maletillas…
- ¡Y así nos va!... Ahora con las malditas escuelas taurinas a todos les enseñan lo mismo, son cómo autómatas…
- ¿No me querrá decir usted que no le parecen bien las escuelas taurinas?
- ¡Pues sí! Eso mismo le quiero decir… lo ha entendido perfectamente.
- Pues tendrá que reconocer usted que han salido grandes toreros de esas escuelas.
- No le digo que no, pero todos están cortados con el mismo patrón, y en el momento que un toro presenta dificultades, esos que llama usted “grandes toreros”, van a la deriva, no saben lo que hacer y naufragan…
- ¡Ya se ha pasado usted otra vez, don Pepe…!
- Es la pura verdad, y si no… ¿Por qué exigen torear tan sólo el ganado que ellos y sus veedores eligen en el campo? Si son tan “grandes toreros” como usted dice… ¿No deberían de ser capaces de resolver los problemas que les presente cualquier tipo de ganado? Y si quieren ocupar los puestos de privilegio que pretenden como “grandes toreros” que usted dice que son ¿No sería conveniente que sobre los toros que les tocasen en suerte no recayese ninguna sospecha de afeitado ni cualquier otra forma de manipulación?
- Pero es que las cosas no son…
- Así son las cosas, don José… En las escuelas taurinas les enseñan a dar pases, a componer la figura y poco más, para eso necesitan un toro que colabore, que sea como el carretón con el que han aprendido la técnica que les han enseñado, si les sale ese toro, depende de la gracia y la soltura con la que se desenvuelva el matador para conseguir el triunfo. En los pueblos no había carretón, el toro era de verdad, y la técnica y los recursos se aprendía pagando con sangre las equivocaciones, y además, delante de un público exigente y muchas veces cruel. Los maletillas se la jugaban todos los días y no sólo en las plazas de carros, muchas veces la vida era más dura con ellos que los marrajos a los que se tenían que intentar dar algún pase para conseguir un poco de dinero pasando la capa. Eso si que era una escuela de tauromaquia y de la vida.