“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

martes, 26 de enero de 2010

ANTOÑITA PEÑUELA - TARDE DE TOROS

Antoñita Peñuela nació tarde para la copla y murió demasiado pronto. Tan sólo contaba 28 años cuando un desgraciado accidente de coche acabó con su vida pero, a pesar de ello, dejó grabadas un puñado de canciones que dan muestra de su talla y proyección como cantante de la canción española. Entre ellas un par de ambiente taurino, que es de lo que se ocupa este blog, pues aunque en su familia no había antecedentes en el mundillo del toro, era aficionada y se casó con un novillero valenciano con el cual tuvo un hijo que contaba poco más de un año cuando falleció y una hija que había nacido 14 días antes del fatal accidente. Por este motivo no es muy extensa su biografía, ni demasiado conocida entre las intérpretes de la copla, por lo que es de justicia dedicarle esta entrada contando lo que sé de su vida y su trayectoria artística.

Antonia Peñuela Castañeda nació, en Lorca, el 19 de abril de 1947. Su padre, Antonio, era carnicero de profesión y se le conocía popularmente como “El Mataor” y a su madre, Emilia, a la que llamaban “La Castañeda”. En la ciudad murciana, a la que habían emigrado sus padres en busca de trabajo, vivió hasta los 3 años. En 1950 volvieron al pueblo jienense de donde procedía su familia, Torreperogil, en donde pasó su niñez y adolescencia. En el ambiente del pueblo, heredando el mote de su padre, se la conocía como “La mataora” y desde muy joven, y aunque en su familia no había antecedentes musicales, se aficionó al cante. Conocida esta afición y sus buenas cualidades para ello, la clientela de la carnicería de su familia, si Antoñita andaba por la tienda, le pedían que les cantase algo y ella, ni corta ni perezosa, salía del mostrador y los complacía cantando alguna que otra canción. Como si de un espontáneo que se lanza al ruedo para torear se tratara, la primera vez que actuó en público fue colándose en el tablao en el que actuaba en el pueblo “Juanito Maravillas”. Un año después, durante una actuación de la “Niña de Antequera” en el cercano pueblo de Sabiote, volvió a repetir la misma operación y dejó sorprendidos a los presentes. Cuando contaba 18 años, allá por el año 1965, la familia volvió a emigrar y esta vez fueron a instalarse en Torrente, provincia de Valencia.

A partir de ese momento comienza su carrera artística. En 1966 se presentó en el programa “Tertulia de Artistas” que se emitía en Radio Popular y ganó el primer premio. Paco Vila, que dirigía el programa, apostó por ella y se convirtió en su manager pagándole la nada despreciable cifra, para aquellos tiempos, de 500 pesetas por actuación, y eso sin tener carné de artista que era obligatorio entonces para poder actuar en público de manera profesional. Al año siguiente ya era conocida por los pueblos de Valencia y entró en el estudio para grabar su primer disco. Mientras estuvo con Paco Vila grabó este y otro más para la casa “Sesión”. Con el que sería su manager para el resto de su carrera, Emilio Lamany, firmó con una discográfica más importante y establecida a nivel nacional, la casa “Belter” y, hasta que la muerte se cruzó en su camino, grabó seis.

Antoñita era una cantante muy completa y dominaba todos los estilos de la copla y el flamenco: pasodobles, rumbas, fandangos, tanguillos, alegrías, tientos, saetas… Su éxito más grande fue “La espalibá”, un tanguillo de J. Girbés en donde se presentaba como una mujer moderna, de su tiempo, ye-yé y que tenía que interpretar en todas sus actuaciones. Otra canción emblemática de su repertorio era “El ganadero”, un pasodoble de Segovia y Sanjulián que cuenta la historia del hijo de un ganadero que, por falta de valor, no quería seguir los consejos de su padre para convertirse en torero hasta que un día se decide a serlo y en una corrida muere de una cornada llenando al padre de remordimiento. En su repertorio, junto a canciones más personales y compuestas para ella figuraban otras del repertorio clásico coplero y las interpretaba con su sello personal. Sus guitarrista habituales eran Juan Andujar y Paco Arias, aunque a veces también fue acompañada por la guitarrista Palmira.

Compartió escenario con los grandes artistas de su género del momento como: Antonio Molina, Angelillo, Antonio Machín, “Marifé de Triana”, “El Príncipe Gitano”, Rafael Conde “El Titi”, Manolo Escobar, Paco Reyes “Paquiro”… Con “La Chunga” hizo una gira por diversos países del extranjero. Pero a pesar de sus obligaciones artísticas y su creciente fama no olvidaba sus orígenes y cada año volvía por Semana Santa a cantar una saeta al titular de la cofradía de Jesús del Nazareno desde el balcón del Ayuntamiento de Torrente, pues en el año 1966 había solicitado permiso al alcalde para ello y, desde entonces, se había convertido en una tradición que cada año repetía.

El 26 de mayo de 1973 contrajo matrimonio con el novillero Manuel Ladrón de Guevara Dávila, cumpliéndose de esta forma, una vez más, la unión entre una coplera y un torero. En ese acto Antoñita vestía de negro por acudir a la ceremonia embarazada y fue el padrino de su boda su representante Emilio Lamany. De ese matrimonio nacería, en Lorca, su primer hijo, Víctor Manuel, y en Valencia, el 8 de mayo de 1975, Eva María. De la actividad taurina de su marido pocas noticias hay. Según el diccionario “Tauromaquia” de Espasa, tuvo pocos contratos como novillero y poco nombre entre los aficionados pero, por sorpresa, decidió tomar la alternativa en la plaza de Valencia. Eso ocurrió el 27 de abril de 1987 en el coso de la calle de Játiva en una corrida en la que intervinieron seis espadas. Ejerció de padrino Julián García y de testigo Sebastián Rodríguez, completaban el cartel Manuel Sales, José Hernández “El Melenas” y Curro Valencia. El toro de la alternativa pertenecía al hierro de doña Concha Navarro y respondía al nombre de “Granjero”. Hasta 1991, fecha de edición de la fuente consultada, solo se vistió de luces una vez más, en 1989, y todavía no había confirmado la alternativa en Madrid.

Pero cuando la vida y la carrera artística de Antoñita empezaba a dar sus frutos llegó el desgraciado accidente que truncó su vida y su carrera. El 22 de mayo, cuando regresaba de Madrid acompañada de su marido en un “Renault 8”, sufrió un terrible accidente que le ocasionó la muerte a los pocos días, el 5 de junio de 1975, cuando acababa de cumplir 28 años de edad.Su representante acababa de cerrar un contrato para ella de seis meses, por el que cobraría 15.000 pesetas diarias, para actuar como artista principal en el “Teatro Portátil”. Dejaba un niño de 16 meses y una niña con 14 días. La misa corpore insepulto tuvo lugar en la misma parroquia en la que se había casado dos años antes. Fue enterrada en el cementerio de Torrente el 8 de junio de 1975.

El tema que enlazo a continuación como homenaje a esta malograda cantante de copla es un pasodoble titulado “Tarde de Toros”, original de A. Cintas y F. Lapardi, grabado para la casa "Belter" en el año 1974. Lo que más me ha llamado la atención al escuchar su letra es que refleja en sus estrofas, en corto y por derecho, lo fundamental del arte del toreo, tan sólo hay que leer su letra y, por supuesto, escucharla en la voz de Antoñita Peñuela, para entenderlo.

Tarde de toros 
A. Cintas - F. Lapardi

Se anuncia una corría en los carteles,
un hombre solamente va a torear,
huele en las esquinas como laureles,
al nombre del torero van de verdad.

Los que saben de toros no quieren perderse
una tarde segura que no han de olvidar,
pues torea quien sabe parar y crecerse
y pisar el terreno, templar y mandar

ESTRIBILLO:
Tarde de toros en cualquier plaza de España,
tarde de toros y clamores en el alma.
Donde vaya ese torero ha de verse algún detalle
de maestro de verdad,
no es lo mismo ser el genio
que tener cosas geniales
sin saber de lo que va.
Tarde de toros en cualquier plaza de España,
tarde de toros y clamores en el alma

Vestio va el torero, tabaco y oro,
y aumenta la belleza de que es rubí,
y frena la embestida que tiene el toro,
abriendo su capote na más salir.

Siete lances lo doblan clavao en la arena
con el pecho adelante y abierto el compás,
y después su muleta peinando la arena
se levanta y recibe entrando a matar.

(ESTRIBILLO)

       

sábado, 23 de enero de 2010

HA MUERTO JOSÉ MANUEL DE LA CRUZ, AFICIONADO A LOS TOROS

Un gran aficionado a la fiesta de los toros y estudioso de todo lo relacionado con ella, José Manuel de la Cruz Velasco, falleció en el día de ayer. Sin duda, por toda la labor que realizaba relacionada con el mundo de los toros, es una gran pérdida para la afición de Zaragoza. Asiduo del tendido 2 de la plaza de “La Misericordia” zaragozana, desde donde tomaba notas en una pequeña libreta de todo lo que sucedía en la plaza, tanto en el ruedo como en sus aledaños, y que luego reflejaba en sus completos informes de la temporada zaragozana.

Pero su compromiso de aficionado con la Fiesta no se no se limitaba a su labor de prolijo notario de cuantos festejos que se celebraban en la plaza de “La Misericordia” a lo largo de todo el año. También era el organizador de la “Tertulia Martincho”, reunión de aficionados que, una vez al mes, se reunía en el “Ateneo de Zaragoza”; miembro y portavoz, durante el último año, de la “Plataforma de Aficionados de Zaragoza”; miembro de la “Unión de Abonados de Zaragoza” desde su fundación; colaborador habitual e imprescindible de las tertulias que, en los últimos años, tanto después del reconocimiento mañanero, como al finalizar los festejos, se realizaban en los alrededores de la plaza; representante de la afición en los reconocimientos del ganado antes de su enchiqueramiento y colaborador habitual del fanzine “El Aficionado”.

Conocí a José Manuel, el “doctor”, como familiarmente le llamábamos, en las tertulias que por entonces se realizaban todos los viernes en el “Museo Taurino” de Enrique Asín. De esto hará ya más de 15 años. Era una fuente inagotable de conocimientos en todo lo relacionado con la Fiesta de los Toros. A partir de ese momento era de obligado cumplimiento, antes y después de los festejos, hablar con él. Pero la gran aportación de este buen aficionado a la historia de nuestra plaza son los minuciosos informes que realizaba cada temporada y que abarcan desde el año 2000 hasta el 2008 -puesto que este año, aquejado de la enfermedad que ha terminado con él, no ha podido realizarlos- y que merecerían ser publicados por parte de la Diputación Provincial de Zaragoza, institución propietaria de la plaza de “La Misericordia”, porque son la memoria de nuestra plaza durante este periodo de tiempo. Esto, sin duda, sería el mejor homenaje que se le de podría hacer. Para los que estén interesados en conocerlos, informar que pueden ser descargados, en formato PDF, desde la página web de “La Cabaña Brava”.

Desde este Blog, a modo de modesto homenaje y en su memoria, quiero traer el primer artículo suyo que fue publicado en el nº 4 del fanzine “El Aficionado”, en junio de 1997, y que da una idea de su manera de ver la Fiesta que tanto amó y a la que dedicó todo el tiempo que le dejaba libre su profesión.

Público, espectador, aficionado
José Manuel de la Cruz Velasco

"La presencia de las personas que concurren a una plaza de toros es tan fundamental que nada sería posible sin ellas. Por un lado crean un ambiente indispensable y apropiado para la celebración del festejo, y por otro, muy importante, lo sufragan adquiriendo y pagando las localidades.

La totalidad de personas que acuden a este lugar se pueden dividir en tres grupos, bien definidos desde el punto de vista de los conocimientos que poseen del festejo: público, espectador y aficionado.

Público.- Integrado por el conjunto de personas que asisten a un determinado lugar, en este caso a la fiesta de los toros. Se incluye a todo aquel que asiste a un espectáculo taurino, a una plaza de toros. Grupo variado, heterogéneo, dispar, que acude a la plaza de toros en una determinada fecha, día del patrón o de la patrona de su ciudad o pueblo. Representado por los habitantes de ese lugar y forasteros, gente llana toda ella, con escasos conocimientos, en general, de lo que van a presenciar. También se incluyen a esas personas “snobs” que por imperativo político, social, comercial u otros intereses se ven en la “obligación” de acudir a la plaza de toros.

El público, suele ser benevolente, bullicioso, sin criterio. Acude por inercia, por costumbre, junto con los “obligados por sus circunstancias”, no importándole lo que sale por chiqueros, le da igual, “apechuga” con todo, observa lo que ocurre en el ruedo con especial “dulzura”, siente predilección por aquellos toreros de “cuello muy largo”, de sonrisa permanente, gestudos, que ponen banderillas, se colocan de hinojos, que prodigan los adornos, es decir; de los que practican un toreo muy superficial que causa una histeria colectiva llevando a la petición de trofeos sin “oste ni moste”. Con gran frecuencia, el paso de estas personas por una plaza de toros es efímero, de año en año, cuando es la feria lugareña. La única huella que les deja aquello que han presenciado, si es que les deja alguna, son los “trofeos” cortados. Público que tendría que ser respetado y hacerse respetar, pero, por desgracia, es “víctima” de su propio “jolgorio”. Es el preferido de algunos “profesionales taurinos”.

Espectador.- Persona que asiste a un espectáculo, a una diversión o función celebrada en un lugar, en este caso a una plaza de toros, donde se congrega para presenciar la Fiesta, causándole deleite, asombro, etc.; es decir, un impacto a favor o en contra. En el caso de la fiesta de los toros es un grado más de público, generalmente asiste a los toros por el poder de la atracción que estos le han causado en funciones anteriores. Suele tener algún conocimiento, aunque no profundo de la Fiesta, distingue la forma de actuación de los toreros, es más exigente con el ganado, con los diestros y a la hora de sancionar la labor de estos. Los espectadores pueden acudir de vez en cuando, ser asiduos e incluso los hay que se abonan a una temporada o a una parte de ella, profundizando en las facetas que definen la Tauromaquia. Algunos espectadores pueden pasar a la condición de aficionados.

Aficionado.- Es el entusiasta de la fiesta de los toros, que conoce, comprende, valora y profundiza la técnica de la lidia, o que la practica, así como la riqueza cultural, histórica, científica, sociológica y demás facetas a que da lugar la fiesta de los toros. Es responsabilidad del aficionado consciente proteger la pureza, tradición, acerbo cultural e histórico de esta Fiesta tan singular, tan única. El aficionado, en la actualidad, intenta abrirse camino entre una maraña de apariencias e intereses contrapuestos, expone o intenta exponer sus ideas, sus experiencias que luego la “realidad”, el “mundillo”, se encarga tenaz e inexplicablemente de desbaratar, convirtiéndolo o intentando convertirlo en un ser ciego, mudo y sordo. De forma general sabe, en mayor o menor grado, los “secretos” que conoce el “profesional” del toreo. Error de estos “profesionales” es el despreciarlo, orillarlo, no dándose cuenta que el aficionado mantiene encendido el fuego de la Fiesta y que es el mejor propagandista de la misma, a través de sus comentarios allá donde se encuentre.

No todos los aficionados están cortados por el mismo patrón a la hora de enjuiciar un espectáculo taurino:


- Algunos son estudiosos, objetivos, ven la Fiesta con un interés casi científico, van a la plaza sin tomar partido, ni por el toro ni por el torero, reparten sus gustos entre los dos, les gusta el toreo, la conjunción, el acoplamiento que emana del encuentro entre el toro y el torero, se pueden llamar toreístas.

- Otros tienen sus pasiones a flor de piel, algo consustancial con la Fiesta, orientando su comportamiento de distinta manera:
Tomando partido por el toro, serían los toristas.
Tomando partido por el torero, todo lo que hace el torero está bien hecho, serían los toreristas.

- Otro grupo quiere una Fiesta perfecta, quieren un toro-toro, (huyo de un término tan subjetivo como es el trapío), armónico en su morfología, íntegro, con poder, sin debilidades ni otras “circunstancias”, con comportamiento de bravo, aspecto de la conducta expresada por una fiereza contrarrestada por la nobleza. Desean el cumplimiento del reglamento y un torero que vaya siempre de “frente”, sin una sola concesión al ventajismo, seria el aficionado exigente, lo cual no significa intransigente.

- Grupo mas radical es aquel que busca siempre el fraude, el que persigue y denuncia las “trampas”, el que aplica la máxima de “todo es estafa”, es el grupo de los acusadores permanentes. Si bien hay que estar alerta, sobre todo en los tiempos actuales, no es menos cierto que hay que manifestarse, actuar cuando se debe, no cuando se quiere por capricho; es de sentido común el manifestarse a tiempo y con argumentos.

Considero que el aficionado debe participar de las ideas de cada grupo y así manifestarse con pasión, rigor y criterio ante una Fiesta caracterizada de siempre por la autenticidad, el riesgo, el valor y la emoción."

miércoles, 20 de enero de 2010

"BASTONITO", LA CRUZ DE "BALTASAR IBÁN"

Sin duda alguna “Bastonito” fue un gran toro. Digno ejemplar que engrandece el nombre de su especie por su comportamiento en el ruedo. Para eso se crían los toros de lidia, para que peleen en el ruedo hasta su muerte creciéndose al castigo y vendiendo cara su derrota. Esa es su razón de ser. Este ejemplar de la ganadería de “Baltasar Ibán”, lidiado en Madrid en la Feria de San Isidro de 1994, cumplió con creces su cometido derrochando casta y llevando la emoción a los tendidos y, como tal, recibió la recompensa del reconocimiento del respetable en una vuelta al ruedo apoteósica con la totalidad del público, que abarrotaba ese día la plaza de “Las Ventas”, puesto en pie y ovacionando unánimemente su arrastre. Tal fue la impresión que causó en la totalidad de los espectadores que, todavía hoy, más de quince años después, los aficionados que lo presenciaron siguen recordándolo con emoción, y los que no lo vieron en su día - a pesar de la frialdad del vídeo y del tiempo transcurrido- se emocionan ahora con su contemplación.

Lógicamente, como ocurre en todas las disciplinas y campos del espectáculo y las artes, el éxito cosechado por este toro, el buen sabor de boca que dejó en aficionados y espectadores en general, debiera de haber colmado de satisfacción a los propietarios de la ganadería y situado a la misma en lo más alto de la cotización ganadera. Pero, y aunque parezca un disparate, no ocurrió así. Al finalizar el festejo, la representante de la ganadería declaró que en la suya nunca volvería a salir un toro como ese. Y así fue. Era consciente de que un toro como "Bastonito" situaba a su ganadería en la lista negra de los toreros y que, a partir de ese momento, los mandamases del escalafón iban a poner todo tipo de trabas para lidiar sus toros, como así fue, aún ha pesar del cuidado de la propietaria para eliminar las reatas que pudieran ser conflictivas y declararlo públicamente. A partir de ese momento la ganadería de “Baltasar Ibán” empezó una cuesta abajo de la que, a día de hoy, todavía no se ha recuperado.

Estas cosas sólo ocurren en este particular mundo de los toros. Si los ganaderos, guiados tan sólo por la óptica del negocio, se someten a las exigencias de los toreros, en vez de mantener su propia personalidad y demostrarlo en la selección de su ganado, mal vamos, y eso, por desgracia, viene ocurriendo desde hace demasiados años en este extraño planeta de los toros que parece girar al revés que todos los demás. De nada vale que los toros sean del agrado de los consumidores de los espectáculos taurinos y cumplan con la obligación de llevar la emoción a las plazas, como hizo este gran toro, si todos los que mandan en este negocio, y los que publicitan y justifican sus intereses, imponen sus criterios tendentes a la comodidad y lo fácil. La grandeza de esta fiesta de los toros esta precisamente en lo contrario, porque los que han visto, y se han emocionado, con peleas como la que tuvo lugar entre “Bastonito” y César Rincón ese día en la plaza de “Las Ventas”, nunca lo olvidaran y si, además, se produce el arte del toreo, pues… ni te digo.

Últimamente se habla mucho de crisis de la fiesta, de la escasa asistencia del público -salvo contadas excepciones en determinadas ferias y días festivos- a los toros. O de las amenazas que se ciernen por parte de los que son contrarios a la fiesta y pretenden su abolición, que siempre han existido. No nos engañemos, la auténtica enfermad está en su propio interior, en los que viven y se benefician de ella y pretenden darnos gato por liebre, falsear la auténtica grandeza que encierra en sí misma y que no está muy alejada del espectáculo que tuvo lugar ese ya lejano 7 de junio de 1994 en la plaza de Madrid. Si en vez de potenciar lo bueno nos dedicamos a erradicarlo y sustituirlo por una pantomima sin ninguna emotividad, estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado, porque la fuerza de la fiesta de los toros está, precisamente, en lo que se pretende sustituir por una pantomima repetitiva y absurda. Si un gran toro como “Bastonito” significa la decadencia de su ganadería, apañados vamos, y esto no es un hecho aislado, es práctica común a los largo de los últimos años en todas las ganaderías en las que, de vez en cuando, sale un toro encastado, salvo honrosas y cada vez menos excepciones.