“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

jueves, 27 de mayo de 2010

EN LA PREHISTORIA DEL CLUB COCHERITO DE BILBAO

"Aburrida por el tedio del último festejo celebrado en mis dependencias, una novillada que no dijo nada, presté atención a la conversación de unos aficionados que pasaban por trance parecido al mío, hablar del Centenario del Club Cocherito de Bilbao, efemérides que se estaba celebrando este mismo fin de semana en la capital vizcaína. Entonces me vino a la memoria un suceso que, por lo escuchado, tuvo lugar precisamente hace cien años… todo un siglo. De golpe me ha venido el recuerdo de los acontecimientos que, por lo oído, tienen mucho que ver con la celebración de dicha efemérides. 

Ocurrió durante la feria del Pilar de 1910. Como era habitual en aquella época, las corridas de toros comenzaban después del día de nuestra patrona, la Virgen del Pilar, fiesta de la Hispanidad, que como todo el mundo sabe se celebra el 12 de octubre. Así, pues, las corridas de toros comenzaron el 13 de octubre. Entre los diestros contratados aquel año destacaba uno que desde que tomó la alternativa, en 1904, se había abierto un hueco entre los principales espadas del momento, se anunciaba en los carteles como “Cocherito de Bilbao”, aunque su nombre, mas concretamente su apellido, era como un trabalenguas: Castor Jaureguibeitia Ibarra. Este personaje, ídolo de toda la afición vizcaína, es el protagonista principal de esta historia que fue el primer paso en firme para la creación de un Club en su honor de tan larga vida que ya se encuentra próximo a cumplir 100 años.

Pero vayamos al grano. Resulta que en aquella feria irrumpieron en mis tendidos un grupo de aficionados que decían que venían de Bilbao y que, aprovechando la presencia del torero vizcaíno en Zaragoza para participar en la Feria del Pilar de ese año 1910, querían plantearle, y pedirle la autorización, para poner su nombre al club taurino que querían fundar en su honor. Se entrevistaron con el diestro el día 13 de octubre y, como era de suponer, su petición fue atendida por Castor. Yo me enteré cuando, contentos por el logro de su objetivo, lo comentaron alborozados en el tendido. Los aficionados bilbaínos, después de ver a su torero en las dos corridas que tenía contratadas aquel año -y a buen seguro que no se perderían la ocasión de disfrutar de unos buenos días de fiestas en Zaragoza- partieron hacia Bilbao con el empujón definitivo para poner en marcha su idea. Poco tiempo después, el 20 de noviembre de 1910, se inauguraba este legendario Club. Su primera sede estuvo situada en el Arenal que en aquellos primeros años del siglo XX era el epicentro de una ciudad en pleno progreso como entonces era Bilbao. Se da la circunstancia que a la inauguración no pudo asistir el titular por estar toreando en aquellos días en América. De los cien años de su existencia, anclada como estoy en los terrenos del “Campo del toro” zaragozano desde hace más de 200 años, yo, poco sé, pero no faltaran los libros y documentos que recojan su historia, solo se me ocurre decir que si ha llegado a ser un Club tan longevos es porque lo habrán hecho bien y su labor en pro de esta fiesta habrá sido buena. Que sigan así. 

Pero antes de acabar con el relato de esta pequeña anécdota situada en la prehistoria del “Club Cocherito de Bilbao”, y ya que la memoria me ha llevado a tan lejana fecha, recordemos, aunque sea brevemente, lo acontecido en aquella feria en el terrero taurino, que es de lo que yo puedo hablar. “Cocherito” participó en la primera corrida ante toros de Julio Laffite, junto a él se anunciaron el madrileño Vicente Pastor, que cortó una oreja, y
Rafael Gómez “El Gallo”, que desparramó algunas gotas de su particular arte por mi albero y dio sendas vueltas al ruedo. El bilbaino no tuvo su día, aunque dejó claras muestras de su gallardía y firmeza con la espada. Aunque “Cocherito” era un consumado especialista con los toros de Miura, no participó en la del 14 con toros de esta legendaria ganadería. Lo más destacable de ese día fue el doctorado de “Calerito”, con Vicente Pastor de padrino y la presencia de “El Gallo” como testigo. Ese día Rafael sufrió una coz en el brazo derecho que le produjo un hematoma, cosa que no le impidió participar, y contar una oreja, en la corrida que cerró la feria el día 16. Es último festejo fue de ocho toros, cosa habitual entonces, cuatro de la ganadería navarra de “Zalduendo”, y otros tantos de la de “Villalón”. Vicente Pastor no tuvo su tarde y fue avisado -cuando un aviso era una deshonra- en sus dos toros, “Calerito” también se fue de vacío en su segunda corrida de toros. “Cocherito” estuvo brillante esa tarde y cortó una oreja, con lo que sus paisanos marcharon para Bilbao la mar de contentos. Fue una feria entretenida y, a diferencia de ahora que brillan por su ausencia, con toros de verdad como los que se lidiaban en aquella época que, según muchos historiadores, es cuando se han matado los toros más grandes e impresionantes de toda la historia del toreo. Doy fe, yo que llevo más de doscientos años en esto, de que así era... Y más teniendo en cuenta lo exigente que era la afición zaragozana de entonces... Ahora la cosa es distinta… campa el aburrimiento en mis tendidos, y cuando eso pasa, yo, que he pasado por épocas buenas y malas, sé que es para preocuparse... es la peor enfermedad... pero, en fin... doctores tiene la iglesia..."

martes, 25 de mayo de 2010

LA CRISIS DE LOS TOREROS

En estos momentos en que la crisis lo trastoca todo no podía quedarse al margen el mundo del toro. En este planeta tan particular la crisis se ha manifestado de forma alarmante en los toreros. Una profunda crisis de toreros amenaza el presente y futuro de la fiesta de los toros. No es algo nuevo, es un proceso que viene fraguándose desde años atrás y que en el presente se esta poniendo de manifiesto más nítidamente. Tan solo es preciso mirar lo ocurrido desde el comienzo de esta temporada en todas las ferias importantes: toros escogidos por los propios toreros para su lucimiento que, o se quedan parados a las primeras de cambio y se desmorona la ilusión, o se mueven algo y desbordan a la totalidad de la actual torería andante. Al final, nada de nada, aburrimiento. Y eso en tardes de expectación con los “figuras” en el cartel y los tendidos llenos. Pocas excepciones violan esta norma en lo que llevamos de temporada, algunos momentos de “El Juli” en Valencia y Sevilla, algo exagerados por sus propagandista, muletazos con empaque, pero sueltos, de Manzanares en “La Maestranza”, y poco más…

Pero es en la presente Feria de San Isidro donde se está manifestando de forma muy cruda la realidad del actual escalafón de matadores y novilleros. Crisis total. Y todavía es más crítico el panorama si nos centramos en los que llevan la etiqueta de “figura”. Los que deberían dar ejemplo y mantener el nivel por encima de la media son lo que más estrepitosamente fracasan en los momentos decisivos. Lo estamos viendo cada tarde en “Las Ventas” madrileñas. Luego vienen las excusas, que si me miraba o me dejaba de mirar. Lo cierto es que cada tarde que han salido toros con algo de movilidad y casta la tropa de los toreros, con sus capitanes al frente, ha sido desbordada totalmente. Luego se tratara de justificar el fracaso desde los altavoces mediáticos que sustentan este montaje, pero la realidad, contemplada por miles de testigos en directo y por televisión, es tozuda y ahí queda. Han salido toros y novillos para triunfan y se han ido sin torear. En el tiempo en el que se proclama a diestro y siniestro que “se torea mejor que nunca”, resulta que el fracaso y el aburrimiento son la nota predominante. Si torear mejor que nunca es deambular y contonearse delante de un toro parado, ejecutar una colección de pases monótonos y descargados a un torito “colaborador” y moribundo durante diez minutos, o tirar los trastos y correr a tomar el olivo en cuanto el toro se mueve… apañados vamos.

Este es el problema más profundo con el que se enfrenta la fiesta en estos momentos. Se ha llegado a un punto en que se les consiente todo a los “figuras”. Si antes existían unas normas que debían ser respetadas, ahora ya no. En lo que llevamos de temporada son varios los casos que se han dado de que los propios toreros eligen los toros de sus corridas. Ha ocurrido en Valencia, plaza de primera, en la corrida que cerró la feria, y va ha ocurrir esta tarde en la corrida de la Prensa de Madrid, la que se supone primera plaza del mundo, en donde cada diestro se lleva sus toros y no se realizara el tradicional sorteo del ganado. Eso sin contar con el ganado que lidian en cada corrida y que es escogido por ese nuevo personajillo de la fiesta que es el “veedor” y que, parece ser, manda más en las ganaderías que el propio ganadero. Las empresas, que son un coto privado, faltas de interés por la fiesta y solo pendientes de la recaudación, se ponen en manos de los propios toreros y sus representantes que son los que confeccionan finalmente los carteles. ¿Como se entiende sino la actitud claudicante de la empresa de Madrid ante el capricho de un torero recién llegado, como Manzanares, accediendo a poner un rejoneador por delante para que el alicantino no abriera cartel? Son los “figuras” y sus gestores los que controlan el negocio en todos sus extremos y son ellos, por lo tanto, los que deben responder y asumir la responsabilidad de la profunda crisis por la que atraviesa el toreo en la actualidad y que amenaza ruina total.

Aunque también puede que sea esta la estrategia, ahora que mandan de verdad y que, incluso, la autoridad que exigía cumplir con el reglamento taurino se muestra complaciente con ciertas prácticas de los taurinos, quizás sea el momento decisivo para lanzarse a la carga y romper con todas las rémoras. Liquidar de una vez la vieja torería y las ganaderías que molestan, echar definitivamente de los tendidos a los pocos aficionados que quedan y tratar de seguir manteniendo en la inopia a los espectadores que llenan las plazas en las ferias y que solo van a los toros a pavonearse y ha dejarse su dinerito en la taquilla. El riesgo de esta estrategia es grande porque el simulacro de fiesta que pretender imponer morirá por si misma al carece del ingrediente principal que la puede mantener viva, la emoción. Podrá sobrevivir como una actividad artística lindante con el ballet, y hasta podrá tener su público, pero yo no seré de los que formen parte de ese colectivo.

martes, 18 de mayo de 2010

SALE UN TORO ENCASTADO Y DESCOMPONE EL CUADRO

- Hola don Pepe. 
- Hola don José.
- ¿Supongo que vería usted la novillada de ayer en Madrid? 
- Pues sí, claro que la vi.
- ¡No hay derecho! Es una vergüenza que les hagan esos a esos pobres chavales que van con toda la ilusión del mundo. Ponerlos ante semejante ganado. 
- Eran novillos, utreros que por su presencia no deberían asustar a nadie.
- Pedro sus intenciones no eran, precisamente, buenas… 
- Casta, don José, solamente casta, que es lo que deberían tener todas las reses de lidia que saltan a un ruedo. Lo que pasa es que ahora, los toreros, no están acostumbrados a eso… todos quieren el toro “chochón”.
- Y menos esos aspirantes que ni tan siquiera torean una o dos novilladas al año. 
- Pues que no vengan a Madrid, que lo hagan cuando estén rodados, que aprendan el oficio antes de anunciarse en plaza de tanta responsabilidad… Eso es lo auténticamente vergonzoso, pero no sólo en el escalafón de novilleros, también en el de los “figurones” de todo este montaje vacío de contenido con el que están suplantando la verdadera fiesta de los toros.
- No me venga con rollos y vayamos al grano, don Pepe, porque los novillos de ayer eran intoreables. 
- ¿Dónde he oído yo antes estos mismos argumentos?... Son los que repiten incansablemente -en prensa, radio y televisión- teóricos de tres al cuarto que viven de esto y tienen que decir lo que les dictan los que pagan. ¿Por qué no se pueden torear esos novillos? ¿Explíquemelo usted si puede…?
- Son toros a contraestilo que no se prestan al lucimiento, que no dejan ponerse bonitos a los toreros, que hay que estar más pendiente de quitarse de en medio que en inspirarse para interpretar el toreo de arte. 
- El arte del toreo, que es algo muy distinto de torear con arte, se fundamenta precisamente en eso, en el dominio del toro, en primer lugar, y una vez conseguido eso y si se tiene la inspiración necesaria, hacerlo con arte.
- Pero, don Pepe, los “saltillos” de Moreno Silva eran mucha tela para aprendices tan poco placeados… 
- Y para el escalafón entero de matadores, don José, y si no, vea usted las ganaderías que matan los que torean en todas las ferias, y si es preciso borrarse de alguna feria importante para no ver el toro -como Manzanares y Morante en Pamplona este año- pues se borra uno que no pasa nada. Cada "torerito" con su "torito", es el modelo que quieren imponer los que manda en la fiesta y el público a tragar y a pedir orejas, que es su obligación.
- No exagere usted. 
- No exagero nada. Es difícil establecer comparaciones porque los que tienen vitola de “figura” no ven un toro encastado en su vida si no es por equivocación. Recuerde usted lo que hablamos la última vez que nos vimos de como las pasó este año en su tierra, precisamente el día su veinte aniversario de alternativa, el que es considerado máxima “figura” del momento, su adorado Ponce… Por poco no lo mata… acuérdese que era un sobrero que salió en el lugar de una birria de toro escogido por él para tan magno acontecimiento. Y así, todos.
- Se aparta usted del tema, don Pepe, yo quiero hablarle de la novillada de ayer en “Las Ventas”… Es que esos bichos no se podían torear. 
- Me aparto de lo concreto de ayer conscientemente. Lo de ayer es un festejo que van a desprestigiar sin piedad todos los que cobran por hablar de esto, de este simulacro de fiesta que pretenden imponer y que no tiene nada que ver con la auténtica. Eso, lo de ayer, es la fiesta de verdad, con todo lo malo y todo lo bueno que acarrea. Toros, o novillos, con movilidad, poder y sangre encastada que imponen la emoción en cuanto saltan al ruedo. Eso es a lo que no están acostumbrados, ni preparados, el escalafón entero de toreros, y de ahí vienen todos los problemas y esta lucha descarada por liquidar los encastes que molestan. ¡Que se prepare don Joaquín Moreno Silva por haber cumplido con su obligación de presentar una novilla encastada en la Feria de “San Isidro”! Lo que está en juego es eso, el modelo de fiesta, y el modelo se diferencia en el tipo de toro. La “torería” andante lo tiene muy claro, quieren el toro bobo, colaborador, parado, que se deje, que sirva… dicen.
- Pero es que los tiempos cambian y el público… 
- Ese es otro de los problemas… el público, don José. Mientras siga acudiendo a las plazas hay negocio y pueden seguir viviendo del cuento los que mangonean el mundo del toro. Pero surge una profunda contradicción en su discurso al vender algo que es muy distinto de lo que anuncian. Según se ha podido ver en los festejos importantes de lo que llevamos de año, el tedio producido por la borreguez de los toros recomendados por los propios toreros ha sido la nota predominante de la mayoría de ellos. Eso, al público que va en son festivo de forma ocasional a disfrutar, en vez de aficionarle, le aburre y puede hacerle desertar la próxima vez que tenga ocasión de ir a los toros. Y eso es lo peor que puede ocurrirle a la fiesta, que se vacíen los tendidos, y los alicientes para frenar esta cuesta abajo, según venimos comprobando, son bien pocos. Estos días, en plena Feria de “San Isidro”, se ve mucho más cemento en la plaza que en años anteriores, y ese es un mal síntoma. En esa cuerda floja se debate la fiesta en estos momentos, en mantener embaucado a ese público ferial que todavía hace que esto sea un negocio. Aunque puede ser que esta sea la única solución para que esto se arregle o se muera del todo, porque…
- … Usted, tan optimista como siempre, don Pepe… 
- … Es la pura verdad, don José, y los “profesionales” del toro lo tienen muy claro. Es preciso enterrar todo lo que tenga que ver con el toro, o el novillo, encastado porque crea problemas a los toreros y descompone la faena que trae preparada de antemano. Para poner en práctica el toreo moderno se necesita el toro moderno, el que solemos ver en todos los festejos de “figuras”. Pero es que… ni aún así. Los propios toros que eligen en el campo sus veedores, si pasan el reconocimiento veterinario, les crean problemas a los “artistas” y son incapaces de resolverlos. Así vemos el desorden total en todos los tercios de la lidia, la incapacidad para salir del guión de los dos pases, la descomposición de la figura, el salir corriendo, el arrimón ante un marmolillo … nada de nada… aburrimiento y desolación.
- Pero la novillada de ayer, don Pepe…
- … Es un reflejo, don José, de cómo esta el patio: sale un toro, o novillo, encastado y descompone el cuadro.

viernes, 7 de mayo de 2010

LOS VERDADEROS HÉROES

Antes de juzgar a los novilleros que se anunciaron con la novillada de “Prieto de la Cal” en Zaragoza, el pasado 2 de mayo, es preciso hacer alguna consideración. La primera y principal es tener en cuenta la dificultad de lidiar un ganado al que no están acostumbrados ni estos, ni ninguno de los novilleros ni toreros del escalafón porque no quieren ni verles la cara a los animales de este encaste histórico. Pero esto no sólo sucede con los toros veragüeños que se crían en “La Ruiza”, ocurre con otros muchos encastes que están desaparecidos o condenados a su desaparición por la negativa de los matadores de uno y otro escalafón a anunciarse con ellos. Todos quieren el "toro bobo" que no moleste y que se deje. De esta forma se va perdiendo, a pasos agigantados, la riqueza de encastes que daban un juego diferente y hacían de la lidia una ecuación completamente distinta si se trababa de una u otra ganadería la anunciada.

En las escasas veces que se anuncian toros distintos de los “domecq” o sucedáneos habituales, porque todavía quedan algunos aficionados “románticos” -como los denomina de forma despectiva el primer empresario del orbe taurino que atiende al nombre de Manuel Martínez Erice y que, junto a su padre, es la cabeza visible de la que se supone primera plaza del mundo, Madrid- que los exigen, los que consienten anunciarse con ellos para matarlos son los que menos torean, los más inexpertos, los que no tienen otra alternativa si todavía siguen soñando con ser toreros y vivir de esto. Es, justamente, lo contrario de lo que debería ser, pues los diestros más cotizados, los catalogados como “figuras”, los que más torean y, por lo tanto, más experiencia y recursos deberían tener, tendrían que ser los que, para mantener su cotización y su puesto de privilegio, matasen los toros más difíciles y complicados. Pero no, es el mundo al revés. Es, y vuelvo a utilizar un símil deportivo, como si para ganar la liga del fútbol los rivales del Madrid y el Barcelona, los dos equipos más poderosos de nuestro país, se enfrentaran con equipos de tercera división. ¿Qué mérito tendría esto?

Pues en el extraño planeta de los toros ocurre esto. Hay “figuras” que no han visto, ni verán, un toro que no sea de la especie del “toro colaborador” en toda su carrera. Pero es que hasta los novilleros modestos, como el francés Thomas Joubert que, según leo en la web de los Aficionados de Parentis en Born, después de ver el juego de la novillada de Prieto de la Cal en Zaragoza celebrada el pasado 2 de mayo, se borra del cartel con novillos de esta ganadería que se celebrará en esta localidad francesa en su próxima feria de agosto. No es que sea un hecho aislado, otros que van con vitola y proyección de “figurilla”, como Juan del Álamo, lo vienen haciendo con asiduidad. Así, mal vamos y peor futuro le espera a la Fiesta. Es el modelo que quieren imponer los taurinos y lo mejor es ahogar a las ganaderías que todavía mantienen encastes que, porque todavía conservan sangre brava en su dehesas, pueden crear problemas a los que las toreen.

Llegados a este punto, reconocer en primer lugar el gesto de los toreros que se ponen delante de estos toros porque ellos son los que mantienen viva la llama de la tauromaquia de siempre, la de la lidia y la emoción. Ellos son los verdaderos héroes de la Fiesta, aunque por la injusticia del sistema taurino del momento, de poco les sirva. ¿Qué se les puede exigir a un novillero como Alejandro Lalana que en toda su trayectoria de novillero con picadores no ha toreado ni media docena de novilladas? A pesar de ello se batió el cobre con uno que le dio más facilidades, el segundo de la tarde, y otro, el quinto, que hubiera llevado por la calle de la amargura a todos los novilleros punteros del momento con mucho más oficio que él. El primero de la terna, Javier Herrero, también estuvo digno con su lote y lo intentó con ambos, uno más fácil, el primero, y otro más exigente, el cuarto. Al tercero, Antonio Rosales, le correspondió un inválido que debió ser devuelto, y otro, el sexto bis, que fue el que menos opciones dio. En general pobre balance porque hubo novillos que merecieron mejor lidia, pero el mérito de anunciarse con esta novillada exigente y distinta a las demás requiere, tal y como está el sistema taurino, el reconocimiento y el aplauso de los aficionados.

Lo que fue irreprochable fue la presentación de los novillos. Si en juego y poder, en mi opinión, fue más completa la que este mismo ganadero lidió el año pasado en Zaragoza, en presentación ganó la de este año. Novillos cuajados y con más presencia que muchos toros que se lidian en plazas de segunda y en alguna de primera. Esta es, sin duda, una de las razones de los que no quieren anunciarse con esta ganadería, aunque el mayor problema que le deben encontrar es el comportamiento distinto y exigente que tiene y la casta que todavía conserva en sus venas, muy diferente de la docilidad de los “domecq” a los que están acostumbrados, y que puede conducirlos al fracaso, desbaratando un negocio seguro y dejándolos con el culo al aire.