“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
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martes, 14 de septiembre de 2010

LA CUADRILLA GALÁCTICA

El toreo, como todo en la vida, tiene que evolucionar al ritmo que le marcan los tiempos. Es una ley de vida que deja en fuera de juego al que no la cumple. El toreo, uno de los espectáculos de masas más viejo y arraigado de entre los que se ofrecen en la actualidad, si ha resistido el paso del tiempo para mantenerse vigente, es debido a su capacidad para adaptarse a los gustos y las modas de cada época. Muchos avatares ha tenido que afrontar a lo largo de su historia la fiesta de los toros y, hasta el momento, de todos ha salido victorioso. Pero en la actualidad, a comienzos del siglo XXI, presiento que estamos en un momento importante, crucial para el arte del toreo -parecido al que tuvo lugar con la irrupción de “Joselito” y Belmonte hace, precisamente, un siglo y que ha pasado a la historia como la “edad de oro del toreo”- en el que se avecinan importantes cambios que deben situar esta vieja manifestación artística, de nuevo, en condiciones de seguir compitiendo por un lugar de privilegio entre las preferencias del gran público en este siglo que, recién, acaba de comenzar.

Las exigencias de las masas de espectadores que llenan estadios y campos de fútbol para ser testigos de un acontecimiento único son claras: demandan espectáculo, emoción, suspense, arte, sorpresas... A eso guión se deben ceñir cualquier espectáculo que pretendan ser centro de la atención del gran público y, por tanto, hay que adaptarse a estas exigencias pues no debemos olvidar el viejo refrán que sigue teniendo total vigencia de que “el cliente siempre tiene razón”. Este esquema de espectáculo funciona tanto en los eventos musicales como deportivos aquí, en Europa, allá, en América, y en muchos otros países de los cinco continentes. La fiesta de los toros tiene el potencial suficiente para convertirse en un espectáculo de masas moderno, de esta época y, si se vende convenientemente -que para eso existe una ciencia llamada marketing y profesionales que la dominan- no tiene que envidiar a ninguna otra disciplina artística o deportiva, si acaso no supera a las dos. Es por lo que viene mi reflexión en estos momentos de zozobra en el mundo del toro, de un lado, por el rechazo del que son objeto por parte de amplios sectores de una sociedad más civilizada que la de hace un siglo, y por el otro, mucho más grave, por el escaso interés que despierta y la escasa asistencia de público, salvo cada vez menos excepciones, a la mayoría de los festejos.

El espectáculo taurino, tal y como se ofrece ahora, está caduco y anquilosado. No responde a los paramentos modernos de los grandes eventos de masas. Es lento y atravesado por demasiados momentos aburridos que el publico de ahora no entiende ni tiene paciencia para soportar. Esos pasajes de dominio que antes eran necesarios para ahormar los toros y encontrar alguna posibilidad de lucimiento en la faena, y que tanto valoraban los viejos aficionados, ahora no son precisos porque los toros, gracias a la genética y el sabio tratamiento que de ella hacen los ganaderos, son más bravos que nunca y ya salen convenientemente ahormados de los chiqueros. Con el toro moderno es posible empezar el lucimiento desde el momento en que sale al ruedo. Espectáculo desde el primer minuto. Es preciso estrujarse la imaginación para sustituir los tiempos muertos y los poco lucidos por otros que capten la atención del público y lo mantengan enganchado desde el comienzo de la función. Es por lo que no hay que tener miedo ha romper los corsés del clasicismo que maniatan a la fiesta y que con tanto ahínco defienden los aficionados puristas, y dar un paso decidido y sin complejos hacia el porvenir. Sin duda, debido al gran retraso con que se acomete, será un proceso complejo pero no dudo que dentro del mundo del toro, acuciados como están por una situación cada vez más asfixiante, tomaran cartas en el asunto porque en ello les va su futuro. No voy ha entrar en esos terrenos de la organización y comercialización del espectáculo porque ni entiendo, ni me incumbe, ni quiero, … pero si dejar escritas algunas ideas -ya que como aficionado a los toros si que tengo una opinión personal y subjetiva sobre los que se ofrece en el ruedo- de como podría desarrollarse la corrida de toros en un futuro no muy lejano.

Para empezar hay que partir de la base de que la cuadrilla actual no es la formación más apropiada para fijar el interés del público desde el primer momento. En el alto nivel de profesionalización y exigencias en los que se mueven los grandes eventos de masas hay que fichar a los mejores para cada fase de la lidia. Es la forma de conseguir captar la atención del publico a lo largo de todo el festejo, como ocurre en los grandes conciertos de artistas consagrados o en las competiciones deportivas de élite mundial. Para eso no sirven las cuadrillas actuales. Ahora lo que se impone es formar un equipo equilibrado y capaz de brillar en todos los tercios. Desde el momento que salta el toro al ruedo es preciso aprovechar todas sus embestidas, de eso se debe ocupar un especialista en el manejo de la capa que domine un amplio repertorio de lances. Los picadores y sus jamelgos forrados de guata sobran en la fiesta del futuro, su función debe ser sustituida por caballeros montados en bonitos caballos que claven los rejones de castigo necesarios para ahormar al toro con precisión y elegancia. Para clavar las banderillas, la suerte que más condiciones físicas necesita, se precisa un banderillero que, además de entender al toro, los sepa correr y recortar con solvencia y facultades físicas. La faena, momento cumbre de la lidia actual, debe de estar en manos de los grandes muleteros, los que consiguen parar el tiempo y dibujar ese trazo en el aire que se queda grabado para siempre en la memoria de los espectadores. Y de la estocada, que es la suerte suprema, la que da y quita trofeos, se debe ocupar un gran estoqueador que, además, sea seguro en su ejecución. Toda la lidia del toro, desde su salida al ruedo hasta su muerte, debe ser un espectáculo y mantener en vilo la atención del público. Para ello hace falta una cuadrilla -un equipo- de artistas para cada uno de los tercios de la lidia, una “cuadrilla galáctica”.

Para finalizar, me voy a permitir un pequeño juego que los lectores que lleguen hasta aquí también pueden jugar si lo desean. Seguro que, como ocurre con la selección de fútbol, que cada hincha tenemos un equipo diferente, no coincide con los toreros que selecciona un servidor para esta “cuadrilla galáctica”. Mi alineación sería: Para recibir el toro y dejar un ramillete de verónicas esparcidas por el ruedo, Morante de la Puebla; para clavar los rejones de castigo, la elegancia y el señorío de Pablo Hermoso de Mendoza; para convertir el tercio de banderillas en un juego emocionante y atlético, David Fandila “El Fandi”; para la faena de muleta, con ese empaque y esa hondura que no se recuerda desde que Antonio Ordóñez abandonara la profesión de torero, José María Manzanares II; y para la estocada, suerte suprema y decisiva para la consecución del triunfo, un matador seguro, Julián López “El Juli”… y su “julipie”… ¡Qué!... ¿Buen equipo, no?... ¡Para ganar la "Champions League" del toreo!

Antes de colocar el punto final de este artículo, porque ya se ha alargado más de lo que debía, agradecer a don José, gran amigo y compañero desde los tiempos de la escuela, y a su compadre don Pepe, la amabilidad de prestarme un espacio, en este su Blog, para poder manifestar, con total libertad y sinceridad, mis proyecciones de futuro y mis opiniones, muchas veces contrarias y divergentes de las de los titulares del mismo, sobre todo de don Pepe, buena persona pero uno de esos aficionados anclados en el pasado, defensores de un clasicismo aburrido y trasnochado que se resisten ha aceptar con naturalidad el inexorable paso del tiempo. Espero que algún día lo entiendan, don José es más receptivo y abierto de mente que su amigo, que sepan adaptarse a los nuevos tiempos que vienen y que miren con ilusión el porvenir. 

Leandro Gado Más 
Científico jubilado y Futurólogo taurino.

sábado, 31 de octubre de 2009

¡¡¡VIVA LAS VEGAS!!!

Sí, han acertado ustedes. El título de este artículo es el mismo que el de aquel rock&roll que popularizó, hace unos 50 años, el gran Elvis Presley, “Viva Las Vegas”. Este mismo título era el de una película protagonizada por el “rey del rock&roll”, en el año1963, una de las más exitosas de su carrera, y de cuya banda sonora forma parte este tema dedicado a la capital del estado de Nevada, la que es considerada capital del juego, de los matrimonios rápidos y de los super espectáculos musicales. A mi, este ritmo que venía de Norteamérica y que supondría un cambio absoluto en los gustos musicales del mundo occidental, me cogió en la flor de la juventud y, abierto como he sido siempre con todo tipo de aportaciones e innovaciones que enriquecieran mi bagaje cultural, lo acogí con entusiasmo y, por momentos, con demasiada dedicación. En particular este tema, con su estribillo repetitivo y pegadizo -un compañero de universidad había conseguido el disco por medio de un oficial de la base militar de Zaragoza que era vecino suyo- sonaba sin parar en el tocadiscos de su casa cuando, en ausencia de sus padres, organizábamos algún guateque… Han pasado tantos años y tantas cosas desde entonces… Pero hoy, deambulando por uno de los numerosos Blog que se ocupan en Internet de la fiesta de los toros, me he dado de bruces con unos vídeos de corridas de toros grabados en esa ciudad norteamericana y me han devuelto a la memoria ese viejo rock&roll y una época muy lejana de mi vida a él asociada. Pero no piensen los lectores de este espacio dedicado al mundo de los toros -y que tan gentilmente ponen a mi disposición don José y don Pepe-, que voy a seguir por estos derroteros musicales a lo largo de todo el artículo pues, como no podría ser de otra forma, después de este comienzo traído por la coincidencia entre el nombre de "Las Vegas" y aquel legendario rock&roll que hablaba de ella, quiero escribir de toros.

Centrémonos, pues, en el tema y en pocas palabras, como acostumbro en mis exposiciones, dejar claras las bases y razones en las que se asienta mi tesis. En el Blog “VideoNoticiasTaurinas de LcbTV”, he podido visionar dos pequeños reportajes de las “corridas sin sangre” celebradas en Las Vegas, los pasados 24 y 25 de octubre, con la participación de destacados toreros españoles, lo que supone un buen espaldarazo para este tipo de festejos incruentos que han empezado a realizarse en tierras norteamericanas. Quedó demostrado que la fiesta tiene la misma emoción y el mismo peligro, e incluso más, pues no olvidemos que los toros no se pican y las banderillas son un simple simulacro que no causa herida alguna, de esa forma los animales conservan mayor energía a lo largo de toda la lidia y, como todo toro de lidia que se precie, tiene peligro. Esto se puede comprobar viendo los serios revolcones que toreros tan avezados como Juan José Padilla y Javier Conde sufrieron en sus intervenciones. Pero lo más importante es que algo que se veía, desde los sectores más integristas y conservadores de los aficionados, como un disparate, se ha convertido en una realidad: Se puede ejercer el arte del toreo sin necesidad de hacer sangre a los toros. Para los aficionados anclados en el pasado quizás sea una aberración, pero para los nuevos espectadores del siglo XXI, mucho más sensibles ante el maltrato de los animales y la visión de la sangre, que parten de cero y no saben de cánones ni de reglas eternas, puede ser el comienzo de una nueva y duradera afición.

A lo largo de la historia del toreo muchas han sido las veces que se ha pronosticado, por parte de los aficionados de la época anterior, que de no cambiar las cosas la fiesta estaba abocada a su desaparición, y hasta se apostaba y se hacían cálculos sobre los años que le quedan de vida. Pero las predicciones siempre han fallado y la fiesta siempre ha resurgido. Y esto sucede porque hay un factor que no valoran los aficionados viejos y que es fundamental en el constante resurgir de la fiesta de los toros. Ese factor es la permanente renovación del público que asiste a los espectáculos taurinos. El tiempo pasa y no perdona y, conforme vamos haciéndonos viejos, defendemos como clásica la tauromaquia que nos ha tocado vivir en nuestro tiempo que, nunca sabremos, si ha sido mejor o peor que la de épocas anteriores porque no lo hemos visto. La iniciativa de “corridas sin sangre” que se ha puesto en marcha en “Las Vegas”, por mucho que les duela a los aficionados más intransigentes de ahora, es una apuesta de futuro adaptada a la sensibilidad social del siglo XXI. Dentro de cincuenta años, o ha comienzos del siglo XXII, los conservadores más intransigentes quizás sean los que se aficionaron a este modelo de fiesta incruenta y, como ahora ocurre con los aficionados actuales, la defiendan contra lo que consideren nuevos peligros que pueden acabar con ella y que vienen de la mano de las generaciones de aficionados nuevas. Es ley de vida, el público pasa y con él también se van los gustos, las costumbres, las normas y los cánones. Siempre ocurre lo mismo, antes de que la fiesta se muera desaparecen todos los aficionados que habían pronosticado su muerte.

Pero dejémonos de generalidades y centrémonos un poco más en las diferencias y los detalles de lo acontecido en “Las Vegas” con respecto a una corrida normal española. La mayor diferencia es la desaparición de la suerte de picar. No hay caballo ni picador. Si nos fijamos en lo que sucede en casi todas las corridas que se celebran en España, en donde la mayoría de las veces tan sólo se simula la suerte ante la manifiesta invalidez y falta de fuerza del toro tras las primeras carreras por el ruedo, es muy poca la diferencia. Una suerte violenta que no es del agrado de la mayoría del público que asiste a los toros en la actualidad y que, además, ya no cumple la función que tenía encomendada porque los toros no lo necesitan y encima encarece el espectáculo, es un sin sentido y lo mejor que se puede hacer es suprimirla. Las banderillas, que es una suerte vistosa y que gusta al público, no tienen porque clavarse en la anatomía del animal, lo bonito de la suerte es cuadrar en la cara del toro y poner un par de palos en un sitio determinado. El velcro es la solución, no se nota mucho en el lomo y permite una mayor precisión, con lo que la suerte, a la larga, puede salir ganando. La suerte de matar, que antiguamente era la razón de ser de este espectáculo, ha perdido todo su protagonismo y su importancia en la actualidad. A las nuevas generaciones de aficionados les da igual donde caiga el estoque con tal de que el toro muera rápidamente y, a ser posible, de forma espectacular. Antes era requisito imprescindible para la concesión de un trofeo y ahora es una rutina no muy agradable y que, además, puede dar al traste con los méritos artísticos de la faena de muleta. Se puede simular con una banderilla e incluso, siendo algo más exigentes, puntuar por la ejecución de la suerte y la puntería en dejar los más cerca de la diana el estoque simulado. Por lo tanto, y siendo realistas, la estocada también se puede eliminar del ritual taurino. Quitadas o modificadas estas tres cosas, que cada vez tienen menos importancia en las corridas españolas actuales, la fiesta sale igual o incluso mejor parada, pues toda la atención se puede poner en lo auténticamente importante y artístico de la tauromaquia actual: la faena de muleta.

Como verán ustedes, no son tantas las diferencias. Es lógico que los amantes de esta fiesta observemos con reticencias cambios que afectan al ritual de un espectáculo que tan bien conocemos, pero en vez de cerrarnos en la defensa numantina de formas decimonónicas, mantengamos los ojos abiertos y examinemos con amplitud de miras los cambios y nuevas formas que empiezan a abrirse paso, quizás a nosotros nos parezcan exageradas, pero a los aficionados que nos sustituyan en las plazas de toros en el futuro quizás no les parezcan tanto. La fiesta, para seguir viva, tiene que modernizarse y ponerse a la altura de las circunstancias de cada época y, quizás, con estos festejos de “Las Vegas” estamos asistiendo al principio de un cambio que sirva para que la fiesta de los toros se mantenga en candelero un par de siglos más. Yo, valorando lo poco visto en los reportajes que he comentado, y que sugiero a don Pepe y don José que adjunten con esta entrada para conocimiento de todos sus lectores, considero la iniciativa acertada y, aunque debe cuidarse al máximo su presentación, y más teniendo lugar en el centro mundial del espectáculo, como es la ciudad de “Las Vegas”, y dada la relativa buena acogida por parte de un público novato, creo que puede tener futuro. Un futuro que los que ya somos viejos, atrapados por los recuerdos del pasado, quizás no podemos vislumbrar.

Antes de acabar, dejar constancia de los nombres de los pioneros que, aún a riesgo de jugarse su prestigio entre los aficionados españoles de esta época, han participado en esta valiente incursión hacia la fiesta del siglo XXI: José Ortega Cano, Juan José Padilla, Javier Conde, Antonio Barrera, “El Niño de la Capea” y el mexicano Federico Pizarro. Es interesante escuchar en el vídeo a un artista tan veterano y bregado como el cartagenero rectificar su opinión contraria al evento después de haber participado en él. El siguiente paso anunciado en este novedoso ciclo taurino de “Las Vegas”, y que sin duda redundará en su consolidación, es la presencia de una de las más grandes figuras, si no la que más, de la torería actual, el valenciano Enrique Ponce que esta anunciado para las dos próximas corridas que tendrán lugar los días 20 y 21 de noviembre, en la primera acompañado por los mexicanos Federico Pizarro y Alejandro Amaya, y en la segunda por el portugués “Pedrito de Portugal” y el colombiano Luís Bolivar. Y ya en la recta final, agradecer a mi amigo don José y a su compadre don Pepe, el espacio que me brindan para poder exponer mis razones. Sé que muchas de mis ideas chocan frontalmente con las de don Pepe, aunque don José, de mente más abierta, hace un esfuerzo para comprenderme, por eso es doble mi agradecimiento, aunque también estoy convencido que con mis aportaciones este blog se hace más completo. Y por último, volver sobre esa canción que ocupó un espacio en mi vida -y en la de muchos de mis contemporáneos- y me abrió las puertas del entendimiento hacia un nuevo estilo musical que venía de Estados Unidos y que, con el tiempo, ha llegado ha ser el más importante cambio musical del siglo, esa canción que habla de la misma ciudad que puede, actualmente, ser el origen de un nuevo recorrido de la fiesta de los toros hacia el futuro, hacia el siglo XXII… así que: ¡¡¡Viva Las Vegas!!!

Leandro Gado Más 
Científico jubilado y futurólogo taurino


Nota de don Pepe: Quede claro que las opiniones vertidas en este artículo nada tienen que ver con mi opinión sobre este asunto. Don Leandro Gado, amigo de don José, y al que no tengo el gusto de conocer porque vive a caballo entre Alemania y Las Canarias, como ha dejado escrito en otros artículos en este Blog, tiene unas ideas muy raritas sobre los toros. Ahí quedan expuestas.

domingo, 21 de septiembre de 2008

FUERA LOS PICADORES

A lo largo de toda la temporada está quedando claramente demostrado que, en la Fiesta de los Toros del siglo XXI, sobran los picadores. Ahora mismo son un estorbo, un problema que no saben como quitarse de encima los taurinos. Además de ser una fuente inagotable de argumentos para los anti-taurinos, su pervivencia alarga innecesariamente el espectáculo y encarece en demasía sus costes, hagan cuentas: mantenimiento y transporte de caballos, medicinas, petos, puyas, los propios picadores, mozos de ayuda… en total, si se elimina su participación, que cada día es más innecesaria, habrá menos personal movilizado y, por lo tanto, menos gastos de trasporte, dietas y alojamientos… Los picadores en la actualidad son un gasto innecesario para los matadores y como tal, tarde o temprano, serán eliminados de las cuadrillas, solo hace falta que alguno de los mandones del escalafón se decida y de el primer paso.

La cosa está muy clarita, y a los datos me remito. Y no quiero ser pesado enumerando una lista interminable, tan sólo recordar, por ejemplo, lo ocurrido recientemente en la plaza de “La Glorieta” de Salamanca. Todos, los tres espadas y el mayoral, a hombros… rotundo éxito… y el personal que asistió al festejo, tan contento. En algunas crónicas del día, las más críticas, se resaltaba que la suerte de varas había sido inexistente, en otras, ni lo mencionaban, como casi siempre ocurre… por eso, desengáñense los aficionados nostálgicos, la suerte de varas es algo trasnochado que en estos momentos no cumple la función para la que fue creada, es algo de otros tiempos y de otros toros.

Porque aquí esta el quid de la cuestión. No trata esta perorata de justificar la supresión de esta suerte por simple capricho o por razones de estética o refinamiento, sino porque el toro que sale al ruedo en estos momentos ya no necesita del tercio de varas para ahormar su embestida, ya sale ahormado, acondicionado a las necesidades del toreo moderno desde los chiqueros, es más, ya vienen así de fábrica. Y no vean en estas palabras crítica alguna a las condiciones y características del toro actual sino todo lo contrario (ya escribí en este mismo Blog, gracias a la generosidad de don Pepe y don José, un artículo muchos más atrevido sobre esta temática bajo el título de "El toro clonado").

En mi condición de científico jubilado puedo afirmar que los avances de la ingeniería genética han sido enormes en las últimas décadas y están posibilitando la selección del ganado, científicamente, desde el momento mismo de la inseminación de las vacas. Es un paso de gigante que nos llevará, como todos los avances de la ciencia, a un nuevo estadio, a una nueva época de la tauromaquia, seguramente a una nueva edad de oro, aunque los viejos aficionados se lleven las manos a la cabeza y se resistan a aceptar los avances de la ciencia, pero la ciencia, en su avance, es implacable y, tarde o temprano, se impondrán sus razones y sus frutos.

Los nuevos aficionados van a las plazas de toros con otros objetivos, con otras miras, con una sensibilidad mucho más acusada y selecta que el aficionado tradicional. Desarraigados del medio rural en el que vivían sus antepasados, alejados, por tanto, del contacto diario con los animales que tenían sus ancestros, están mucho más preparados para saborear el arte de una faena que las cualidades del animal para la lidia. No comprenden la inutilidad de someter al toro a un castigo innecesario pues ya sale acondicionado de los chiqueros. Antes, cuando los toros tenían poder, podría estar justificada esta suerte, pero en la actualidad no tiene sentido, es más, por su imposición reglamentaria, para lo único que sirve es para inutilizar a los toros para el resto de los tercios, con lo cual, la mayoría de las veces, es contraproducente para el espectáculo, va en contra del nuevo sentido que esta cobrando la Fiesta. La nueva época que se abre para la tauromaquia, con el nuevo toro que nos trae la ciencia, puede elevar el arte del toreo a sus más altas cimas, pero en ese camino, inevitablemente, se ira quedando lo accesorio, y unos de los primeros perjudicados serán, ya lo verán ustedes, los hombres del castoreño.

Desengáñense los aficionados antiguos, la Fiesta está cambiando al ritmo que impone el toro, los que ahora se crían llegan a la plaza con la dosis de fuerza y nobleza justas para la interpretación del toreo moderno. Los picadores quizás sean necesarios para limar las asperezas que la ciencia todavía no ha resuelto, pero la mayoría de las veces su concurso no es pertinente, quizás, como un primer paso hacía su total desaparición, y mientras la ciencia ajusta sus pequeños desajustes, pudieran estar presentes en la función pero sin la obligatoriedad de intervenir, que tan sólo lo hicieran a requerimiento de su matador. Podría ser un primer paso que nos habituara a la nueva situación y nos acercara hacia el objetivo que se vislumbra a medio plazo en el horizonte de la nueva tauromaquia.

No hay que tener miedo al futuro, la evolución de la tauromaquia, desde que hace más de doscientos años se empezó a seleccionar ganado para las corridas de a pie, ha girado en torno a la forma de hacer la selección del toro y los medios utilizados para ello. Todo avance fue contestado, en su momento, por los viejos aficionados que se oponían a las nuevas formas. Si Joselito y Belmonte fueron declarados herejes por los viejos aficionados de hace un siglo, ahora son considerados modelo para los que se oponen a la lógica evolución del toreo del siglo XXI, pero el tiempo seguirá implacable su camino y, dentro de un siglo, los que ahora son declarados herejes serán modelo. Así de caprichosa es la rueda del tiempo, por lo tanto, y centrándonos en lo concreto de este artículo: ¿Por qué no ser sinceros con nosotros mismos y reconocer la inutilidad de mantener en el ruedo, con el alargamiento de tiempo que supone para el espectáculo, además del aumento de los gastos que conlleva, a los picadores? ¿Por qué mantener en activo un elemento que la mayoría de las veces sólo sirve para inutilizar y estropear el toro para el momento artístico de la faena muleta? ¿No es lógico que si ya no se necesita su concurso desaparezcan de las cuadrillas?

Nota: Agradecer de nuevo a don Pepe y don José la cesión de una parte de su espacio taurino en la red para poder expresar libremente mis pensamientos. Sé que no estarán muy de acuerdo con mis teorías, sobre todo don Pepe, mucho más anclado en el pasado que don José, ni tampoco muchos de los lectores habituales de este Blog, pero también sé que son partidarios de la libre expresión y que no se molestarán con mis palabras, están escritas con la sana intención de hacerles recapacitar, de ayudarles a que abran los ojos y se sitúen ante la fría realidad de los hechos.

Leandro Gado Más
Científico jubilado y Futurólogo taurino.

domingo, 24 de febrero de 2008

El toro clonado

¡Albricias! Ya viene, ya está aquí, a la vuelta de la esquina, el toro del futuro, el toro del siglo XXI, el toro clonado.

Eso es lo que podemos deducir de las noticias aparecidas recientemente en la prensa, algunos ganaderos se han quitado la venda de los ojos, han roto con la tradición y se han decidido por un paso de gigante hacia el futuro. Apoyándose en los avances de la ciencia quieren proseguir en esa búsqueda en la que llevan empeñados más de dos siglos, ese toro colaborador que minimice los riesgos y ayude a los toreros a desempeñar su trabajo con la mayor garantía posible y, así, puedan mostrarnos su arte con la máxima regularidad cada tarde en la que actúen.

El sistema de selección que se ha venido practicando hasta el momento ha quedado obsoleto y es preciso modernizarse y, puesto que los avances de la ciencia lo posibilitan, es posible hacer un trabajo de selección en el laboratorio, en vez de en el campo o en la plaza de tientas que, además de resultar más barato, ofrecerá muchas más garantía y fiabilidad que los métodos tradicionales. Todo serán ventajas, con la clonación el toro dejara de ser un problema, las corridas estarán absolutamente igualadas, con hechuras perfectas y comportamientos similares, se podrán eliminar los sorteos, porque todos los toros serán iguales y los toreros tendrán todos el mismo material, estaran en igualdad de condiciones, para desarrollar su obra, cosa que redundará en beneficio del espectáculo y del espectador y, además, se pondrá fin a ese axioma popular que tantas veces hemos escuchado en los tendidos y que sostiene que “cuando hay toreros no hay toros”, con el toro clonado se acabará la incertidumbre y ganaremos en seguridad y regularidad.

Pero la ciencia no se detiene y, en este y en otros campos, avanza a pasos agigantados, es preciso seguir por esta senda, profundizar en la aplicación de los adelantos científicos en la cría del toro bravo y, utilizando los modernos métodos de la cirugía para incluir microchips en los organismos vivos que regulan determinadas actividades del cerebro, tratar de conseguir el modelo de toro definitivo, el que asegure, al cien por cien, un comportamiento de las reses acorde con las necesidades del momento y de los diestros actuantes, sería, sin duda alguna, el mayor avance de la historia de la tauromaquia... el toro programado.

¡Sería la repanocha! No me pueden negar que no significaría un avance definitivo y trascendental, el toro dejaría de ser el animal irracional que es, variable en su comportamiento a lo largo de la lidia y capaz, merced a esa irracionalidad, de desbaratar el programa que los diestros puedan llevar preparados para su actuación, y pasaría a convertirse en el colaborador necesario para levantar la obra de arte del toreo tarde tras tarde. Se podrían programar los toros para que respondieran, mediante distintos estímulos, a los estilos y personalidad de cada torero, adecuarlos a lo que su repertorio de faenas demande, de esa forma podríamos contemplar en una misma tarde varios modelos de toros que responderían a las diferentes faenas previamente programadas por los intérpretes de este arte. La variedad en el comportamiento de los toros se garantizaría y enriquecería la tauromaquia del futuro, podría haber tantos programas informáticos para los toros como los que demandaran los diferentes diestros que, de esa forma, podrían abrir los horizontes hacia nuevas suertes y faenas. Piénsenlo señores ganaderos, sean valientes y no cierren los ojos al futuro, con la ciencia al servicio de la tauromaquia todo serán ventajas.

Antes de poner el punto y final a estas reflexiones quiero agradecer la oportunidad que me han brindado don Pepe y don José cediéndome un espacio en este su Blog para que pueda exponer mis ideas, atrevidas ideas, sin duda, sin cortapisas y con absoluta libertad, ante la docta afición que se da cita en la lectura del mismo, y también agradecer su ofrecimiento y disposición para que en el futuro pueda disponer de una sección propia en esta página, invitación que no dejaré de aprovechar, pues nuevas ideas se abren paso por mi mente y en este espacio pueden ir desarrollándose, por ejemplo, la posibilidad de atajar las críticas de los antitaurinos que se oponen a esta fiesta por el derramamiento de sangre que conlleva la muerte del animal mediante un dispositivo colocado en el morrillo del toro, un botón, que al tocarlo con la mano, o con un simulacro de espada, se active y desencadene la muerte instantánea del bóvido sin derramamiento de sangre, pero esa es otra historia y, amparado en la generosidad de don Pepe y don José al poner a mi servicio una parte de este Blog, en otro momento lo podremos desarrollar con más amplitud y detenimiento.


Leandro Gado Más
Científico jubilado y Futurólogo taurino.