“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
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viernes, 11 de marzo de 2011

LOS MANDAMIENTOS DE LAS CORRIDAS DE TOROS

Comienza la temporada grande española, la temporada de la plazas de primera. Valencia y su Feria de Fallas abre el fuego, el 12 de marzo, con un cartel de tronío en el día que se "reinaugura", después de su remodelación, su plaza de toros. Los aficionados ya andan ansiosos de ver toros y toreros, la muestra es los muchos que se desplazaron con la esperanza de ver torear a "Morante" en el espacio multiusos de "Vista Alegre", también conocido como el "Palacio de la Cabras", y dicen que lo vieron torear, pero también dicen que los toros eran "cabras". Es una plaza de segunda, dicen los "profesionales del toro" y sus voceros... Lo cierto es que estamos a comienzo de la temporada 2011 y los aficionados ya tenemos ganas de ver toros pero, por lo que apunta en la pretemporada, me temo que lo que van a ofrecernos "la gente del toro" para el 2011 es más de los mismo: poco toro, el mínimo que se pueda, monotonía en el toreo, como lo muestra el aburrido y previsible repertorio de lances de los que se compone la lidia del toro en la actualidad y derroche de triunfalismo. Pensando en estas cosas me ha venido a la memoria un artículo que, el 16 de junio de 1955,  publicó en ABC don Gregorio Corrochano con el título de "MANDAMIENTOS DE LAS CORRIDAS DE TOROS". Me parece oportuno volver a sacar este documento a la luz y que cada uno extraiga sus conclusiones:

"Por las amplias puertas de la plaza va entrando la muchedumbre, que luego, en los pasillos, se dispersa en corrientes precipitadas en busca de los asientos. Las bocas de los tendidos parecen un manantial humano. Antes que los toreros, pisan el ruedo los encargados de retirar unos anuncios, que están caídos en la arena y que no sé si alguien lee. No es éste un decorado muy artístico y entonado, pero debe ser un alivio económico para la pobre empresa de Madrid. La música toca un pasodoble torero y salen las cuadrillas.

Levanta esa cara, muchacho, no mires tristemente al suelo, que hay muchas mujeres en la plaza que han venido para verte. Un poquito más de garbo en ese andar cansino. Que no parezca que eres torero a la fuerza. No las entristezcas, que traen ramos de flores para ti, y alguna, más torera o más atrevida, te echará al ruedo un zapato como una zapatilla de torear, que está muy de moda. Anda con ese andar alegre y juvenil de pasodoble. Sale el toro. El que quiera ver bien una corrida, que no pierda de vista al toro. Donde está el toro, está la corrida. Que no se distraiga por mirar a un torero. Siguiendo al toro, ya se encontrará con el torero. Fíjate cómo corre el peón el toro, porque no es lo mismo que el peón corra al toro, que el toro corra al peón. Cuando éste se mete precipitadamente en el burladero, y no le da tiempo a esconder el capote, el toro se estrella en el burladero y se lastima, es que el toro corre al peón. No le aplaudas los recortes. Cuanto más bravo es el toro, cuanto más fuerte se arranca, más daño sufre en los cuartos traseros, principalmente, con el recorte que le obliga a frenar y cambiar rápidamente de dirección. Sabed, que estos recortes están prohibidos y multados en ese reglamento que no se cumple. No incurras en aplaudir lo que está sancionado. Si los recortes se multaran, y se publicaran las multas como se publican otras, el que aplaude se daría cuenta de que su afición también ha incurrido en multa.

Cuando el picador barrena y mete el palo, aparta la vista del picador y mira al matador, que tiene un capote de brega y un turno para entrar al quite. (Entrar, ir a sacar al toro, ir a quitar al toro del picador, no esperar a que salga el toro cuando pueda del enredo del peto sin salida). No le pidas al picador que saque el palo. El picador, ni puede, ni debe sacar el palo. Es su defensa y la del caballo. Si saca el palo en el centro de la suerte, le estrella el toro. Aunque este picando muy mal no puede sacar el palo. Es como si a un torero, porque está toreando mal, se le obligara a tirar el capote. Las suertes del toreo son buenas o malas, pero no admiten enmienda hasta que terminan. Lo que tiene que hacer el matador es precipitar el quite. Si quieres bien al toro, no te conformes con verle en dos puyazos de muerte, sino en varios puyazos de castigo.

Si un matador entra en su quite, y el toro le pasa, y otro entretiene el suyo en no torear, es que éste no sabe torear de capa; quítale puntos. Si abusa en el quite del capote a la espalda, sigue desconfiando de que sepa torear.

No pidáis que banderilleen los matadores. No saben ni los que parece que saben. ¿Quiebra alguno un par en los medios, como hacían antes los matadores para diferenciarse de sus banderilleros? No; lo que hacen es cuartear más o menos espectacularmente, sin cuadrar ni parar en la cabeza del toro. Todo rápido, precipitado, confuso. No interesa. Prefiero al “Vito” y “Almensilla”.

La distancia de la muleta al toro, no hay que medirla antes del pase, sino en el centro del pase y después del pase. Antes del pase, el terreno depende de la bravura, de los pies y del estado del toro por el exceso o la falta de castigo. Se puede citar distanciado o muy cerca, del toro depende más que del torero; en la lidia de hoy depende del picador. Ni tan distante que el toro no acuda al cite, ni tan cerca que no se pueda adelantar la muleta, que es como se deben empezar los pases para ser completos. Cada toro tiene su sitio, como cada torero. Lo que hay que mirar son los pies del torero en el centro del pase cuando se está pasando al toro, la distancia a que le pasa, y la distancia a que se lo deja o remata el pase. Esa distancia, despegada o ceñida, y la quietud de pies en ese instante es lo verdaderamente importante del pase; más, mucho más que la distancia a que se coloca para dar el pase. Porque la quietud y la distancia en el centro de la suerte revelan que el toro va muy bien toreado, a su temple, muy embarcado en la muleta, que el que manda es el torero. El pase hay que rematarle, sin dejarse enganchar la muleta –temple- y llevarle, hasta dejarle a una distancia, que el torero no tenga que irse, ni dar un salto atrás, para ligar la faena sin interrupción, sin que pueda servir de pretexto salirse para saludar. Ya saludará después.

El toreo debe fluir con naturalidad, sin violencias y espontáneamente. Todo lo preparado es artificioso, incluso los pases de pecho, que no deben porfiarse, sino ligarlos en los remates naturales, como una consecuencia, que es lo que son. Los pases obligados de pecho, que es lo contrario de los preparados, porque supone pararse y echarse por delante un toro, con serenidad, sin enmendarse, cuando se le revuelve para cogerle. Estos fueron siempre los pases más destacados. Si esto decimos de los pases preparados de pecho, que aunque preparados tienen calidad, ¿qué diremos de esos pases que se preparan retorciéndose, y se amplían echando el brazo a las ancas del toro, como en un coleo, que acaban en el pase del “tío vivo”?

En los mandamientos de la estocada, no queremos entrar, hasta que un premio Nobel de Medicina descubra el tratamiento de la enfermedad del estoque de madera, y los matadores, ya curados, puedan practicarla, sin las deficiencias que hay que achacar a la lesión de una mano".

viernes, 1 de agosto de 2008

Sobre la salida del toro al ruedo

“Cuando el toro aparece por la puerta de toriles su primera impresión es de deslumbramiento, ya que viene de un chiquero individual, donde ha permanecido en absoluta obscuridad y aislamiento durante las 6-8 horas anteriores a la lidia, una vez realizado el sorteo y el apartado de la mañana. La colocación de la divisa en el morrillo aviva las reacciones del toro en el momento de saltar al ruedo. No obstante, puede sentirse aturdido de salida, dar tumbos e incluso estrellarse contra las tablas...

... Si desde el principio el animal se dispone a galopar porque cree que ha recobrado la libertad pronto se da cuenta de que el ruedo es redondo, y después de dar una o dos vueltas comprueba que no existe ninguna salida que le lleve a la tan ansiada libertad. Algunos toros intentan saltar la barrera por estar convencidos de que tiene que haber una puerta de salida. Es hecho, que es signo de mansedumbre, no es grave si se hace al poco de saltar al ruedo. Lo que sí es grave es que lo siga intentando durante la lidia...

... Muchos toros, sin embargo, se ponen a embestir desde el principio, derrotando en los burladeros y acudiendo allí donde algo se mueve. Esta acción es muy frecuente en el encaste Santa Coloma. Una actitud más reposada, más tranquila, es propia del encaste Parladé. Incluso hay toros que salen muy parados, tanto que llegan a exasperar a los espectadores y piden su devolución a los corrales por mansos. Son toros poco codiciosos...

... Lo cierto es que cuanto más rematen los toros en los burladeros y lo hagan con más fuerza y acudan a cuantas citas se les soliciten, más bravos serán de salida. Un animal en el ruedo tiene como objetivo fundamental quitarse de encima todo lo que le moleta, liberarse de cualquier agobio, aunque sólo sea el simple movimiento de los subalternos en el ruedo.

Una vez que el toro ha inspeccionado el nuevo recinto, llega el momento de emplearse con el capote. Hay que tener en cuenta que los toros de salida sólo saben, o deben saber, acometer. El toro trae la bravura del campo, el comportamiento y el estilo lo adquiere en el ruedo. Es el torero quien debe enseñarle a embestir de manera repetida y sostenida. El animal debe repetir la embestida cuantas veces se le cite, es conveniente que humille, que tenga fijeza, que galope en cada encuentro, que pase largo.

El toro de salida, toro levantado, tiene menos peligro porque pasa rápido, no se para y, si coge al torero, apenas se entretiene con él.

El torero no debe recortarle demasiado el final de cada pase, aunque es muy interesante que la cargue la suerte y le gane terreno en cada pase, para que por una parte lo llefve embebido en el capote y por otro produzca belleza, ya que de ese modo el toro se ciñe al cuerpo del torero produciendo emoción y arte.

Esto es lo que han hecho verdaderos maestros de la tauromaquia como Antonio Bienvenida, Curro Romero, Antoñete... que, a una edad avanzada, han conseguido torear muy bien con el capote porque después de cada lance daban 2 o 3 pasos hacia adelante hacia las afueras, obligando al toro a realizar un semicírculo alrededor del torero en cada pase. Hay que tener cuidado, sin embargo, de no quebrantar demasiado la fortaleza del toro.

A veces los toros se emplazan de salida en los medios y les cuesta abandonarlos, buscan la querencia lejos de los hombres de a pie y de las tablas. Si una vez citado sigue sin responder al estímulo es sinónimo de falta de lucha y de mansedumbre, de cobardía. Este toro no es bravo por mucho que se encampane desafiante en el centro del ruedo.

Hay toros que después del primer encuentro con el espada buscan el refugio de las tablas o el de su mayor querencia, que no es otra que la puerta de chiqueros, de donde no es fácil sacarlos. Es otro signo claro de mansedumbre.

En este primer momento se da mucho en la actualidad un tipo de calambres musculares, especialmente en los cuartos traseros, que hacen que el toro cojee e incluso se caiga, lo que es motivo de gran escándalo y de petición de devolución del toro.

Como ha sido ampliamente descrito en un capítulo anterior, el estrés que padece el toro en los primeros lances de la lidia es tan acusado que, mientras busca en su organismo la respuesta adecuada, se produce un desmorone muscular que le provoca falta de fuerza y caídas subsiguientes. Si la falta de fuerza no es excesiva y el toro posee suficiente casta y fiereza conseguirá superar el estrés de salida y recomponer la masa muscular ligeramente dañada. De lo contrario, se producirá un desfondamiento general y caídas prolongadas.

Una prueba fehaciente de falta de fuerza es que el toro, al pasar por el capote, eche las manos por delante, se frene y arquee de forma cóncava la línea dorso-lumbar, dejando ligeramente retrasados e incluso arrastrando los cuartos traseros.”

Nota: Extractos del capítulo referente al comportamiento del toro a su salida al ruedo del libro: “Comportamiento del toro de lidia. En el campo, en el ruedo”. Su autor, el Dr. Antonio Purroy Unanua, Ingeniero Agrónomo, Catedrático de Producción Animal y Vicerrector de la Universidad Pública de Navarra, une, a sus conocimientos científicos y profesionales, su afición y su pasión por el toro de lidia. Un libro sumamente recomendable.

martes, 8 de julio de 2008

Una buena estocada

Los seguidores de este Blog saben, por las veces que trato de ello y la atención que le suelo prestar, de la importancia que tiene para mí el momento de la estocada. Pienso, en contra de casi todos los profesionales del escalafón y multitud de público y aficionados que no opinan como yo, que es el instante crucial de la lidia, “el momento de la verdad”, como señala la tradición.

La mayoría de las veces que mi atención se centra en ese instante crucial de la lidia suele ser para señalar lo mal que se mata en la actualidad, denunciar los abusos y ventajas de los más veteranos, y el total desconocimiento de sus reglas por parte de los noveles. En la estrategia de las faenas actuales la suerte de matar ha pasado ha ser algo secundario, un mal menor que hay que pasar de la forma más decorosa posible para no perder lo conseguido en la faena de muleta. Este planteamiento estratégico condena a tan vibrante momento a mero trámite y, por eso mismo; no se le presta la debida atención en su enseñanza, ni se hace el hincapié necesario en su aprendizaje, por parte de los profesionales; y, como consecuencia, tampoco se informa en la prensa, ni se enseña a los aficionados y, sobre todo, al público en general, la forma correcta de realizar la suerte.

Pero hoy la cosa es distinta, vengo a hablar bien de la estocada, a rescatar un momento que puede servir de enseñanza, tanto a los aficionados jóvenes, como a los aprendices de la profesión. Se trata de una estocada bien ejecutada, toreando con la mano izquierda -“la que mata los toros”, decían los toreros antiguos-, tirando del toro, encelado en la muleta, para aprovechar el momento en que descubre la muerte y, haciendo la cruz -“quien no hace la cruz se lo lleva el diablo", dice otra sentencia legendaria-, clavar el estoque en todo lo alto y salir airosa y limpiamente por el costillar.

Este momento tuvo lugar en el tercero de la Corrida Goyesca de Zaragoza, el pasado 28 de julio de 2008. El toro se había aquerenciado cerca de la puerta de chiqueros, no había forma de hacerle cuadrar, su matador, Salvador Vega, optó por tirar de él hacia el centro del ruedo, allí el toro se cuadró solo, el matador montó la espada, se perfiló y recetó la estocada que pueden ver ustedes en el vídeo publicado por LcbTV. El único pero que hay objetar es que la espada cayó un poco baja y algo traserilla, pero en su ejecución fue una buena estocada.


Estocada
Cargado por LcbTV

martes, 17 de junio de 2008

Las reglas del toreo según “Desperdicios”


1- El cobarde no es hombre y para el toreo se necesitan hombres.


2- Más cogidas da el miedo que los toros.

3- La honra del matador se encuentra en no huir ni correr jamás delante de los toros teniendo muleta y espada en las manos.

4- El espada no debe nunca saltar la barrera después de presentarse el toro, porque esto es ya caso vergonzoso.

5- Arrimarse bien y esperar tranquilamente la cabezada, que el toro ciega al embestir y con un nada se evita el derrote.

6- El torero no debe contar con sus pies, sino con sus manos, y en la cara de los toros debe matar o morir antes que volver la espalda o achicarse.

7- Parar los pies y dejarse coger: éste es el modo en que los toros se asientan y se descubren para matarlos.

8- Más se hace en la plaza con una arroba de valor y una libra de inteligencia que al revés.


Nota: Manuel Domínguez Desperdicios nació en Gelves, Sevilla, el 27 de febrero de 1816. Comenzó su aprendizaje en el matadero de Sevilla y fue alumno de la Escuela de Tauromaquia. En 1835, actuando de media espada, tuvo un enfrentamiento con Juan León que le perjudicó en su incipiente carrera taurina, este incidente motivó su marcha a Montevideo. Después de 16 años, en 1852, regresa a España y reanuda su antigua profesión. Toma la alternativa, en Madrid, el 10 de octubre de 1953, en donde Julián Casas El Salamanquino le cedió el toro Balleno, de don Vicente Martínez, completando la terna Cayetano Sanz y Lavi. Su carrera se vio truncada el 1 de junio de 1857, cuando toreaba, alternando con El Tato, en la plaza de El Puerto de Santa María, Cádiz, en donde el toro Barrabás, de la ganadería de Concha y Sierra, le dio una cornada que le vació el ojo derecho. El globo ocular le quedó colgando fuera de la órbita, pero él entró por su pie a la enfermería, tapándose la cuenca del ojo con un pañuelo. Se dice, y de ahí su apodo, que al entrar a la enfermería les dijo a los doctores: “Esto no son más que desperdicios”. A los tres meses estaba repuesto y reapareció, tuerto, en Málaga, para la ocasión exigió que el ganado fuera de Concha y Sierra, obtuvo un clamoroso éxito, pero su carrera ya no remontaría el vuelo. Siguió toreando pero cada vez eran menos los contratos y, aunque nunca anunció su retirada oficial de los ruedos, dejó de torear cuando no tuvo ninguno compromiso que cumplir. Falleció en Sevilla el 6 de abril de 1886.

viernes, 9 de mayo de 2008

El Credo del arte de torear de F. Bleu

"Factor principal de las fiestas de toros: el toro. Lo demás es secundario. Con ganado bueno y toreros malos, hay corrida posible y hasta interesante; con los elementos invertidos, no la concibo.

Fin inmediato de las corridas por parte de los lidiadores: la buena muerte del toro. A ella deben coadyuvar como accesorias las suertes de vara y banderillas, y todos lo incidentes y pormenores que forman parte de la lidia, o sobrevengan en ella.

Tanto mejor es un quite cuanto menos estropea o quebranta a un toro. El torero de conciencia falta a su misión, si al quitar, no deja colocado al toro en suerte yen los tercios.

El toreo de capa a dos manos, y en particular el de verónica, solo debe emplearse con toros abantos, levantados y sobrados de patas. Lo contrario, es querer acabar con el enemigo antes de tiempo.

Los adornos del primer tercio y el tomar las banderillas, han de reservarlos los espadas para las tardes que estén afortunados como matadores, para que no se diga que pretenden excusar errores de maestro con habilidades de aprendiz.

Con toros de buena o regular condición, el pase de tanteo debe ejecutarse siempre de poder a poder y con la mano izquierda sola, sin vacilar ante el desafío de la res, sin retroceder para rehacerse, sin llamadas o avisos de los capotes.

El pase con la derecha, es en toda ocasión pase de recurso o de defensa.

La brillantez de las faenas está en razón inversa del número de pases de que se compongan, siempre que todos sean eficaces y lucidos.

El toreo de muleta es suerte de brazos y nunca de muñecas. Durante toda su ejecución, ha de ser el toro el que gire alrededor del diestro, y no el diestro alrededor del toro. Lo de pegarse al costillar y esconderse en las paletillas, quédese sin proveer hasta que nos enteremos en que paran esas misas.

Pase de muleta que no obliga al toro a ocupar el terreno que el matador tenía a su espalda antes de engendrarlo, no es tal pase. O el animal traspasa la línea del diestro, o éste queda convertido en una especie de trinchera humana. Ya sabemos a lo que conduce este último extremo: a abanicar al toro y a verle siempre por delante dando cabezadas de cansancio y recibiendo manotazos en el testuz.

Torero que al trastear y al matar abre el compás, encorva el cuerpo y ataca con pasos atrás, torero del siglo XX.

En este mi Credo taurino, la suerte de matar figura como la más difícil y arriesgada. Un tal Francisco Montes opinaba lo mismo. Sus mandamientos son diez, a saber:

Colócate todo lo cerca que permita tu valor.

No te desvíes de la recta.

Entra al volapié, que es estocada de recurso, con todos los pies.

Fuera del volapié, para mucho, mira el morrillo, apunta, baja la mano izquierda, haz que los toros te vean y se te descubran.

Hiere con el cuerpo más que con el brazo.

Recibe siempre que puedas, y aprende si no sabes.

No entregues los toros vivos al puntillero, después de medias estocadas hondas y de pinchazos un poco caídos.

No te niegues a matar reses de determinadas ganaderías, ni prepares corridas a tu gusto.

No te retires a la enfermería con arañazos.

No huyas más que de una cosa: del paso atrás."

Nota: Del libro "Antes y después del Guerra (Medio siglo del toreo)", de F. Bleu, seudónimo del aficionado madrileño Félix Borrel Vidal, editado en "Selecciones Austral" de Espasa y Calpe.

sábado, 19 de abril de 2008

Palabra de picador

"La mayoría de los picadores de hoy se figuran que picar es barrenar. Y que para dar castigo a un toro se precisa hacerle la “carioca”. Y no es así. Picando por derecho se les puede hacer a los toros cuanto daño se quiera. Lo que hace falta es saber “agarrarse” en los altos y picar como las reglas mandan. Yo tuve a mi lado muchos que así lo hicieron: “Agujetas”, “Badila”, “Zurito”…"

De esta forma, tan clara y concisa, se explicaba el picador Rafael Márquez “Mazzantini” ante la pregunta que le formulaba el periodista José Luis de Córdoba sobre la forma en que se realizaba la suerte de varas en la época en que lo entrevistó, allá por el año 1956. Más de cincuenta años después la respuesta tiene la misma, o incluso más, vigencia que entonces, porque los problemas de la suerte de varas, la forma en que los picadores la realizan -con el consentimiento de sus jefes de cuadrilla- no solo no se ha rectificado, sino que se han agravado todavía más con la práctica del monopuyazo destructor que deja a la mayoría de los toros para el arrastre.

En el momento de la entrevista referida Rafael Márquez “Mazzantini” contaba casi 90 años, pues había nacido en Córdoba, el 21 de febrero de 1867. Con quince años, en 1882, entró al servicio de la ganadería de Rafael Molina “Lagartijo”, en calidad de vaquero. Recuerda que el primer califa cordobés “fue padrino de mi boda, celebrada en la parroquial de Santa Marina el 28 de mayo de 1888. Aquello se festejó a lo grande, porque ya sabe usted lo que era el maestro de rumboso… Después de hacer frente a todos los gastos, me regaló un billete de quinientas pesetas”.


Estuvo en la ganadería de “Lagartijo” hasta 1894, año en el que pasó a la ganadería del Marqués de los Castellones como ayuda de conocedor, poco tiempo después ascendió a mayoral. En esos momentos no tenía pensado ser picador, pero no se le daba mal cuando lo hacía en los tentaderos. Eso hizo que algunos aficionados se fijaran en él. Uno de ellos, el empresario de Córdoba Pepe Guerra, le ofreció la posibilidad de probarse en las corridas de la Feria de Mayo de 1885. Aceptó y salió en calidad de reserva. Durante un tiempo alternó su trabajo de mayoral con el de picador. En el invierno de 1906, con motivo de un viaje a México enrolado en la cuadrilla de Fermín Muñoz “Corchaito”, se despidió de la ganadería y se dedicó profesionalmente a picar toros.


La trayectoria de sus 33 años como picador profesional nos la resume el propio “Mazzantini”: “Con “Manolete”, padre, naturalmente, fui colocado tres temporadas. Mi compañero era esa tontería de picador que se llamó el señor Manuel de la Haba “Zurito”. También he actuado con Francisco Posadas, Manuel Torres “Bombita”, “Machaquito”, “Algabeño”, Paco Madrid, Isidro Marti Flores, Curro Martín Vázquez, Rafael “El Gallo”, Juan Belmonte… Y de éste para acá, ¿a qué citar nombres? Ponga usted muchos, los principales, hasta 1939, en que me retiré, cuando contaba la edad de 72 años”. En esa última temporada de actividad profesional formó parte de la cuadrilla de Florentino Ballesteros (hijo).

Ojalá que la sabias palabras pronunciadas por Rafael Márquez "Mazzantini" sirvieran de ejemplo y acicate a los picadores de nos ha trocado sufrir en esta época. Dudo que así sea, pero no debemos olvidar que la obligación de los varilargueros modernos, como las de todos sus predecesores, es y ha sido "picar como las reglas mandan" y si así no lo hacen, o están actuando fraudulentamente, o no están capacitados para desempeñar esta profesión.

viernes, 4 de abril de 2008

Dice Pepe Luis...

- No podía ser torero pensando que iba a hacer un molinete, un kikirikí o cualquier cosa del repertorio sevillano; tenía que estar en otra cosa más importante, que era estudiar al toro para poderle. Al toro no se le puede más que con la cabeza, y metiéndoselo en la cabeza.

- Lo que uno pretende, al empezar la faena, e
s poder con el toro. Poderle es estar siempre por encima de él. Esto es lo que se debe tener bien claro. Después, cada uno discurre a su manera, haciendo lo que le vaya apeteciendo con el toro. Pero antes hay que ir compenetrándose con el toro, hay que ir estudiándolo, porque no se acaba de estudiarlo cuando se coge la espada y la muleta. Los toros cambian en el transcurso de la faena… Es un estudio continuo hasta que el toro muere.

- Al principio es el toro
el que marca la pauta, y le da al torero la velocidad. Pero poco a poco el torero, si es bueno, va reduciendo la velocidad del toro, y éste termina por acoplarse al temple del torero. Ese temple de verdad lo tiene muy poca gente. En él está metida la inteligencia, la sabiduría y la historia del toreo. El que es incapaz de reducir la velocidad del toro, y torea rápido, deja muy pocos recuerdos. El temple es el toreo puesto en pie. Todo lo que se haga con un toro despacio es lo que tiene verdadera importancia, y queda en el recuerdo del que lo ve. Antes, cuando salían los toros con esa velocidad y esa fiereza, el torero que iba reduciendo esa agresividad, y en el cuarto muletazo ponía al toro a su temple, era un prodigio. Ese milagro se podía considerar como la verdadera esencia del arte de torear.
- La emoción del toro siempre tiene que darse; yo no estoy muy de acuerdo en que el torero haga desaparecer el peligro del toro. Cuando los toreros se entregan de verdad, por muy bueno que sea el toro, se tiene que poner en el sitio donde el toro pueda coger. Y eso no cabe duda de que da una gran emoción al público, porque se da cuenta de que, como se equivoque el toro, o el torero, sobreviene la cogida. No se puede estar bien sin dar esa sensación de que te pueda coger el toro, y para dar esa emoción hay que ponerse en el sitio donde el toro es capaz de coger.

- La gracia no está reñida con la profundidad.
No es una gracia cascabelera, sino que parece que es un don sobrenatural. Es saber interpretar, en un momento en que nadie, ni el mismo torero, sabe lo que va a hacer. Se dice que esta basada en los adornos. La gracia de estos adornos consiste, a mi juicio, en la sorpresa. Es una cosa que se le ocurre a uno en una milésima de segundo… Esa sorpresa es la que hace que digan que algún torero sevillano está tocado de la gracia.

- El hombre que e
s torero no tiene otra forma de expresividad que con el toro delante. Allí desenvuelve todo su sentimiento y su sabiduría. Lo que quiere es poderle al toro para poder desarrollar su interioridad, su manera de pasar por la vida. Esa es la meta del torero, el decirse: “¡A ver si esto llega! Aunque sea una cosa en el aire, que se va, y que desaparece, que por lo menos quede en el pensamiento de alguien y en su cabeza”.

-
Siempre nos ha gustado torear, y que el toro se venga, que se mueva, que es lo bonito. Desde que hemos ido alas tientas hemos procurado, en vez de hacer un toreo encimista, despegarnos un poco del toro para que se venga. Sí, posiblemente hemos tenido el sentido de darle al toro espacio para que se crezca y se alegre creyendo que puede alcanzar aquello. Hay que decir que el toro, en aquella época también se movía más. Esa es la verdad.

- Puede ser el toro el que haya puesto el toreo así de monótono,
pero no cabe duda de que surge muy poca sorpresa. Hay poca imaginación. Los toreros se acoplan a una faena muy igual. Pero el toro es el que trasmite y te sorprende. Es el principal protagonista, y cuando vuelve de distinta manera de una a otra vez, y tiene alguna agresividad, alguna dificultad, pone a la gente muy pendiente, y el torero, naturalmente, mucho más pendiente. Antes esa compenetración necesaria entre el toro y el torero, para trasmitir al público, no producía faenas monótonas, por muy deslucidas que fueran.


Las palabras puestas en boca de Pepe Luis están entresacadas de la entrevista que aparece en el libro "El torero y su sombra" de François Zumbiehl. El vídeo es una producción de "La Cabaña Brava" y está alojado en su contenedor de YouTube "La Cabaña Brava Va de Toros".

jueves, 14 de febrero de 2008

Donde está el toro, está la corrida

"Para ver una corrida de toros, es condición indispensable no perder de vista al toro. Es muy importante lo que hace el toro. Donde está el toro, está la corrida. El que sólo mira al torero, ve la mitad. Hay que mirar al toro y al torero, pero primero al toro. Todo gira en el ruedo alrededor del toro. Por él dictó la experiencia de los grandes maestros las reglas de la Tauromaquia, que son las leyes de la gravitación del toreo. El toro, no solamente es el protagonista, es el objeto del espectáculo. El espectador que distrae su vista del toro, en aquel instante deja de ver la corrida. Al mirar al toro, no solamente vemos lo que hace el toro, sino lo que hacen con él los toreros. Y relacionando lo que hace el toro y la intervención del torero, que esto es la corrida, juzgamos. Acabamos de definir la lidia. La posibilidad del toreo, la da el toro. Y de esto, depende el conocimiento del espectador. No olvidemos esta premisa:
el toreo es función del toro."

Con este párrafo comienza el capítulo 1, "de cómo se deben ver las corridas de toros", del libro "Cuando suena el clarín", escrito por don Gregorio Corrochano, en 1961, en respuesta completa y adecuada, técnica y literaria al libro de Ernest Hemigway, "El verano sangriento", en el que el escritor norteamericano relata la ¿competencia? entre Antonio Ordónez y Luis Miguel Dominguín en aquel verano del cincuenta y nueve.

Ahora, cuando ya ha comenzado la temporada española y estamos cerca del comienzo de las primeras grandes ferias del año, traigo este párrafo a escena porque en el se encierra, ni más ni menos, la teoría completa de la lidia, y lo traigo, como dice la canción:
"para que no te olvides, ni siquiera un momento..."

domingo, 27 de enero de 2008

El arte del toreo

“… Decíamos anteriormente que quizá lo bueno sería ver las suertes de la fiesta en un aspecto exclusivamente visual; pero esto no es suficiente, porque tenemos delante de nosotros a un animal al que hay que someter y reducir, y, por tanto, es necesario ir a una fórmula, no sólo de estética personal del artista, sino también de estética con relación a la eficacia sobre el animal. Porque no hay que olvidar que no se trata de un ballet, en que, conseguida la estética visual, está logrado todo, sino que el toreo tiene un fin determinado, y una estética visual, en su caso, si no lleva consigo la eficacia que produce hacer el arte, será negativa, aun cuando cuente con el aplauso de muchos de los espectadores”.

“Ustedes, aficionados, a poco que recuerden, habrán visto muchas veces en las corridas de toros faenas de veinte, treinta, cuarenta pases y el toro cada vez está más entero… ¿Cómo es posible que con esa cantidad de pases que fueron aparentemente bellos para gran parte del público, el toro no se haya sometido? La respuesta es muy sencilla: Lo que ha ocurrido es que el torero ha estado dando pases, y dar pases no es lo mismo que torear...”


“En los años cuarenta y tantos, un crítico de toros, buen aficionado y amigo, me dijo:
“Esta tarde toreas en Madrid, y ya sabes cómo está el toreo moderno; no le eches a los toros el capote y la muleta delante; porte al perfil, dale medio pase, y verás qué fácil te es el éxito”. Yo le conteste: “Creo que están equivocados todos lo que tal piensan. Las normas clásicas son eternas; la fiesta en sí es más fuerte que todos los toreros juntos; el que se salga de ellas estará a merced de los toros, y estando a merced de ellos, a la larga se apoderarán de él. Me comentó: “Querido, eso lo sabemos cuatro”. Le contesté: A mí me basta con saberlo yo, y el tiempo me dará la razón”.

Nota: Fragmentos de la Conferencia “El arte del toreo”, dada en el “Ateneo de Madrid”, 29 de marzo de 1950, por Domingo Ortega.

sábado, 12 de enero de 2008

ENTRADA 100: Decálogo del buen aficionado

La Entrada 100 bien se merece un detalle, un pequeño ornamento, un mínimo comentario. Es como llegar a una meta, alcanzar un punto que al principio, cuando abres esta ventana cibernética, ves a lo lejos, remoto, difuso en el horizonte. La Entrada 100 es una estancia a la que se llega paso a paso, día a día, palabra tras palabra, entrada tras entrada... y en la que no puedes permanecer detenido por mucho tiempo, simplemente, lo justo para mirar atrás y ver lo lejana que queda aquella primera Entrada 001 en la que exponías, tímidamente, allá por mayo de 2007, las razones que te guiaban para crear este Blog, los impulsos que te empujaban para lanzarte a este ruedo desconocido... pero el viaje debe continuar, porque lo importante de esta aventura, lo que realmente merece la pena, es precisamente eso... el viaje.

Esta cota en la que se encuentra la Entrada 100 es, a la vez, el comienzo de una nueva etapa, un nuevo tramo que no sabemos por que sendas discurrirá, es un camino es desconocido que iremos descubriendo poco a poco y, como los toreros buenos que deben de estar estudiando el comportamiento del toro desde que sale al ruedo hasta el momento en que deben darle muerte, debemos estudiar el terreno, andar con tiento, saber hacia donde avanzamos y mantener el compromiso de un aficionado comprometido con su afición.

En esta Entrada 100, reafirmando ese compromiso del que hablo en el párrafo anterior, y la senda por la que voy a seguir transitando hacia ese punto remoto, quizás inalcanzable, en el que se encuentra la Entrada 200, le cedo la palabra a R. Abarquero Durango para que, más de cincuenta años después de su publicación, nos exponga su "Decálogo del buen aficionado", tan actual hoy como entonces, del que deberíamos tomar muy buena nota:



DECÁLOGO DEL BUEN AFICIONADO

Por bien de
la Fiesta Nacional y de sus destinos históricos no olvides que:


1.
El Toro de lidia es un ejemplar único en la escala zoológica que vive en el suelo español, y es el principal intérprete de la Fiesta Nacional.

2.
El Torero, es un ciudadano español (salvo excepciones) que, con su inteligencia, su destreza y su arrojo ha creado la Tauromaquia, orgullo de nuestra patria.

3.
La Tauromaquia se compone de las suertes siguientes: capa, puya, banderillas, muleta y estoque. Por lo cual no debes consentir saboteos ni mutilaciones.


4.
El respetable Público es el que debe mandar en la fiesta, administrando su afición, su dinero y su tiempo, como si fuera un torero de categoría especial, para su buena conservación.


5.
No se podrá hablar de Fiesta de
Toros mientras no haya toro íntegro, torero valiente y que sepa el oficio y público que, como Arbitro, lleve su control con arreglo a los usos y costumbres de bien lidiar, para defenderla de sus enemigos.

6.
Has de exigir el toro íntegro y la formación del torero; pero sin obligarle al suicidio estéril.


7.
No
has de hacer estrellas luminosas que se apaguen pronto ni aplaudir demasiado a los principiantes, porque luego te cobran la luz y las palmas con intereses acumulados.

8.
No has de consentir mojigangas en serio.


9.
Al acercarte a la taquilla (que trabajo y dinero te costará), ten en cuenta que lo que aquí pagas es fruto de tu trabajo, y muchas veces ha sido ganado con más riesgo que se gana el dinero en el ruedo.


10.
No te has de dejar convencer, deslumbrar por la propaganda ni la pagues, porque no entra en el programa y mucho menos cuando no coincida con los hechos.


Resumiendo:
Todo aficionado debe aspirar a ser el número UNO de la categoría especial en la afición; de otra manera no se puede defender la Fiesta, el tiempo y el dinero.

miércoles, 9 de enero de 2008

Comportamiento del toro en el caballo

Según el profesor Antonio Purroy Unanua: “Un toro bravo debe acudir rápidamente una vez que le cita el picador, debe embestir humillando y empujar mientras sienta el hierro en los costillares. Se debe picar en la parte final del morrillo, que es una almohadilla de músculo y grasa de unos 30-40 cm de profundidad. Si embiste con la cara arriba, si cabecea y hace sonar el estribo, si quiere quitarse la puya, si no empuja, si se acuesta y se repucha estaremos ante un animal potencialmente manso.

Es necesario volver a ponerlo en suerte ya que a partir de la segunda vara
(¡con un solo puyazo no se puede ver la bravura de un toro!) se puede empezar a catalogar con fundamento un animal, pues sabe con qué se va a encontrar en cada encuentro con el caballo. Si aun con todo acude con prontitud y galopando, empuja con fuerza, humilla y le cuesta salir del embroque, el toro puede considerarse como bravo. Si repite un tercer encuentro con las mismas características que el anterior, es decir, galopando y con ansias de embestir, creciéndose incluso, entonces se puede considerar como muy bravo, aspecto que lamentablemente no es muy común hoy en día.

Por tanto, el toro en la suerte de varas debe mantener la fijeza y la prontitud
en las embestidas, aunque se le siga llamando en contra de la querencia natural de la puerta de chiqueros. Cada vez acudirá desde una distancia más larga, al galope, (¡qué gran belleza supone!), no se saldrá suelto o huido de la suerte y mantendrá la boca cerrada mientras dure la pelea, sin mugir ni escarbar antes de arrancarse al caballo, ni cocear durante el castigo. Sobre todo, no hay que dejarse engañar por esos toros broncos y violentos, que arrollan más que embisten, que hacen cosas de mansos con la apariencia de bravos.

Si el toro se resiste a acudir al encuentro habrá que ir acercando el caballo hacia la querencia de salida para acabar picándolo incluso con el caballo de reserva, el que se encuentra en la puerta de chiqueros.”


Extracto del capitulo del mismo título incluido en el libro “Comportamiento del toro de lidia -en el campo, en el ruedo-” del profesor Antonio Purroy Unanua, Ingeniero Agrónomo y Catedrático de Producción Animal de la Universidad Pública de Navarra. Interesante libro, que no dudo en recomendar a todos los que estén interesados en el tema, y al que estaremos abocados a referirnos en el futuro en este o en cualquiera de los otros temas que aborda.


Pero no era objeto de esta entrada hablar de este libro, en un principio lo que pretendía, preocupado por la situación que atraviesa el tercio de picar en la actualidad,
era mostrar la interesante, y autorizada, opinión del profesor Purroy sobre como debería ser el comportamiento del toro en el caballo en un tercio tan deteriorado, y tan decisivo, como es el de la suerte de varas. Decir, puesto que el libro ha impuesto irremediablemente su presencia, que está editado por la Universidad Pública de Navarra en el año 2003. Profusamente ilustrado en páginas interiores por los dibujos, como el que se incluye arriba, de don José María de Andrés que van reflejando las diferentes etapas de la vida del toro que, desde su nacimiento en el campo hasta su muerte en el ruedo, nos describe y explica el autor.

Y ya que el final de esta entrada gira, sin remedio, sobre el libro, no me resisto a desaprovechar la oportunidad de mostrarles la maravillosa portada, quizás la que más me gusta de cuantas conozco en libros de toros, que le da cobertura. El autor de esta ilustración, junto con la que cierra el libro en la contraportada, es don Ignacio Cía.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Según Tierno Galván

“Los toros son una constante en la historia de España y en algunos períodos de la misma el acontecimiento en que mejor se expresaba la remota unidad de sus distintos pueblos. Ser indiferente ante un acontecimiento de tal índole supone la total extrañeza respecto del subsuelo psicológico común. A mi juicio, cuando el acontecimiento taurino llegue a ser para los españoles simple espectáculo, los fundamentos de España en cuanto nación se habrán trasformado. Se trata de un espectáculo que exige de suyo la intervención colectiva del público. En efecto, el espectador de los toros se está continuamente ejercitando en la apreciación de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, de lo bello y de lo feo. El que va a los toros es lo contrario de aquel aficionado a los espectáculos de quien dice Platón que no tolera que le hablen de la belleza en sí, de la justicia en sí y de otras cosas semejantes. A mi juicio, los toros son un acto colectivo de fe. La afición a los toros implica la participación en una creencia. Pero ¿creencia en qué? ¿Fe en qué? En el hombre. El espectáculo taurino cree en ciertas cualidades inherentes al hombre que constituyen la hombría, y precisamente porque cree en ellas va a los toros. El torero se presenta como portaestandarte de la hombría y ratifica en cada momento de la lidia que la fe en un determinado tipo de hombre, en que cree el público, tiene pleno sentido y actualidad. Este tipo humano expresa, a su vez, el punto de vista de una determinada concepción del mundo predominante. Por esta razón, el torero es un símbolo.

Enrique Tierno Galván. "Los toros, acontecimiento nacional" (1961). Editorial "Taurus".

viernes, 16 de noviembre de 2007

El toro

"El toro debe tener edad y trapío cuando sale por la puerta del chiquero. Después, en el ruedo, le pediremos la bravura.
El toro está en periodo de crecimiento hasta los cinco años.
A los cinco años es toro.
Se le puede admitir como toro (el reglamento lo admite) a los cuatro años y cinco hierbas. Esto de las cinco hierbas es muy importante porque es lo que garantiza los cuatro años bien cumplidos.
A los tres años, no. El utrero no es toro; aunque esté muy bien criado y dé el peso; aunque se lidie en corridas de toros.
Cuando el utrero se lidia como toro, se le hacen honores de toro; al matador que está lidiando el novillo se le hacen honores de matador de toros; al ganadero se le hacen honores y honorarios de criador de toros.
Si el ganadero corta los pitones a los toros, no es un ganadero de toros de lidia, es un proveedor sin afición y sin escrúpulos.
El que torea toros con los cuernos cortados no es un torero, aunque se vista de torero, aunque toree muy bien, aunque haga muchas monerías con el toro "afeitado"; también la mona se vistió de seda y no pasó de mona."
Gregorio Corrochano. "Articulado del toro", del libro "Teoría de las corridas de toros", capítulo "Borrador de un reglamento".