“Pues señor, que en cuanto me fui ayer tarde a mi puesto ya estaba allí la señá Pascuala, más colorá que el engaño de los matadores y con una sofocación que era lo que había que ver. Aun antes que me sentara a su lado empezó a gritar y a manotear, echando chispas su cara y las diez y nueve sortijas que rodeaban sus diez dedos.
- Ésta es una mala vergüenza, tío Jilena, y si usté, que escribe en los papeles, tiene un poco de crianza, ahora mismo va usté a sacar los avíos y pegar un tute, pero de lo bueno, a la empresa, ¿estamos? Ponga usté al ditao lo que yo diga, y aquí está Pascuala Liendres pa dar la cara a tos los empresarios nacidos y por nacer. Primero: que en esta plaza ha habío siempre espás de cartel. Segundo…”.
Así comienza Peña y Goñi, escribiendo bajo el seudónimo de El Tío Jilena, la crónica que publicó en El Imparcial de la corrida celebrada en Madrid, bajo el título de “Un tute a la empresa”, el día 1 de junio de 1874. A partir de los puntos suspensivos les canta las cuarenta a la empresa reclamando una programación acorde con la categoría de la plaza.
Viene esta introducción a cuento de plantearnos el papel que juegan, hoy en día, los medios de comunicación dedicados a la crítica taurina.
Si echamos la vista atrás podemos observar que las épocas de crisis por las que a pasado la Fiesta de los Toros han coincidido con la ausencia de una crítica taurina independiente. Centrándonos en un ejemplo no muy lejano en el tiempo, del que todavía quedan muchos testigos, la época que va desde "Manolete" hasta "El Cordobés", caracterizada por el afeitado, el sobre y la consiguiente complicidad de la crítica, supuso un retroceso muy serio en la presencia del toro y muchos aficionados se alejaron de la Fiesta y nunca más volvieron. Esto generó, una vez acabado el boom cordobesista, una profunda crisis que costó mucho tiempo superar, durante la década de los setenta hubo un bajón de asistencia de público a las plazas que estuvo a punto de dar al traste con el espectáculo de los toros.
La lenta recuperación tuvo que ver con la irrupción, a caballo entre la década de los sesenta y los setenta, de un grupo de periodistas aficionados, serios e independientes que desde los periódicos, la radio y la televisión pública empezaron una cruzada en contra del fraude y los propagandistas que hasta entonces copaban importantes puestos en los diferentes medios de la crítica taurina.
Díaz-Cañabate y su sucesor Vicente Zabala, hasta su muerte en accidente de aviación en 1995, en ABC, que siempre mantuvo una línea de compromiso con la Fiesta; Alfonso Navalón, una vez destituido el corrupto Gonzalo Carvajal en 1968, en Pueblo; Joaquín Vidal, primero en el semanario humorístico La Codorniz, y posteriormente en El País desde su fundación en 1976 hasta su muerte en el año 2002; Paco Apaolaza, que pasó del Diario de Navarra a la agencia Colpisa, en la que se mantuvo hasta su muerte, en plena Feria de Sevilla, en 1997; Mariví Romero, en TVE y en la radio; más un buen número de periodistas en medios locales y provinciales, formaban un frente de información y defensa de la Fiesta que dieron sus frutos con el resurgir que se produjo en la década de los ochenta.
En la actualidad, y desde hace unos cuantos años, volvemos a estar en un profundo bache, un nuevo intento de imponer el toro disminuido y la torería superficial de los últimos fenómenos, pero con el agravante de que no se vislumbra ningún compromiso por parte de diarios y medios de comunicación para defender los valores que hacen que la Fiesta de los Toros un espectáculo único. Tan sólo Javier Villán, en El Mundo, desde su particular óptica de ver las corridas, mantiene algún tipo de compromiso con la autenticidad; y Rafael Cabrera, en la radio, desde que está al frente del programa El Albero, en la COPE. El resto, y salvo contadísimas excepciones en periódicos y radios locales, es un erial. El País, santo y seña durante los años de Joaquín Vidal, no sólo de aficionados, ha dejado, prácticamente, de interesarse por La Lidia, como se denomina su sección taurina, sólo se ocupa de las grandes ferias y con una extensión más reducida de lo que acostumbraba; y Vicente Zabala de la Serna, sustituto de su padre en ABC, manteniendo una dudosa posición que enturbia la tradicional apuesta de este periódico por la Fiesta, son dos medios perdidos para la lucha contra el fraude y la exigencia de la integridad.
De las revistas especializadas ni hablo porque sus contenidos son claramente publicitarios y, por lo tanto, defensores de los intereses de quién los sostienen con su publicidad y contrarios a los de los aficionados.
La televisión es otro asunto y se merece un análisis más detallado, porque el medio televisivo, con el poder de información y adoctrinamiento que alberga, sí que es un arma que puede ayudar salvar o a hundir la Fiesta definitivamente.
De momento, y salvo contadísimas excepciones, los aficionados, como dice Marcelo Fortín en su artículo en El Chofre, estamos solos. La única esperanza que nos queda es tratar de ser nosotros mismos los que realicemos la crítica que nos niegan los profesionales. Afortunadamente, y no se por cuanto tiempo, disponemos de unos medios que en otras épocas no tenían los aficionados, hoy en día, los Ordenadores e Internet nos posibilitan realizar modestamente esta función, al facilitarnos la edición de publicaciones impresas o electrónicas, con las que podemos llegar a un sector del público asiduo de las corridas de toros.
Es poca cosa, y más si tenemos en cuenta que nos enfrentamos a una apisonadora que cuenta con muchos más medios que nosotros, dedicación exclusiva y que, si puede, nos aplastará... Pero nosotros somos más y nos guía, antes que el beneficio, el amor a esta Fiesta, y si no son los periodistas, como El Tío Jilena haciéndose eco de las protestas de la Señá Pascuala, los que les peguen un tute a los taurinos, debemos de ser nosotros mismos los que lo hagamos.
“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
martes, 31 de julio de 2007
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Y que razón tienes, mañico…, pero resistiremos y seguiremos trabajando en pro de una Fiesta Justa.
ResponderEliminar¿No creéis que los “verdaderos” aficionados estamos mas unidos que hace unos años?
Salud y suerte.
Cárdeno.
No se si los aficionados estamos más o menos unidos que hace unos años, lo que está claro es que hace falta esa unión, somos pocos y no podemos perdernos en debates superficiales, lo importante es exigir la presencia del toro íntegro en la plaza porque sólo el toro puede regenerar esta situación y poner a cada cuál en su sitio, en base a eso sólo punto tiene que generarse esa unión. Lo que pretenden los taurinos es precisamente lo contrario, la disminución del toro. ¿Cuántas de las que figuras que hoy copan los primeros puestos del escalafón seguirían en activo si el toro de verdad saliera al ruedo? La experiencia de otras épocas nos dice que muchos de ellos se retirarían.
ResponderEliminarLa verdad es tan cruda como la cuentas: En general la prensa está entregada al sistema taurino y es incapaz de ejercer su labor crítica.El caso más sangrante lo acabamos de tener con la pantomima del Juli y José Tomás en Avila.
ResponderEliminarTan sólolos espacios escritos por aficionados en Internet han sido capaces de denunciar el fraude de una corrida mutilada e invalida.