- Hola don Pepe.
- Hola don José. ¿Cómo andamos?
- Fenomenal, me siento rejuvenecido don Pepe, como con cuarenta años menos.
- Pues no vaya muy rápido don José, por que la ciática…
- Que no le habló de eso don Pepe, me siento rejuvenecido anímicamente, como si viviera una época pasada.
- ¿Y eso a qué se debe, si puede saberse, don José?
- Pues a los nombres de los toreros que funcionan en estos momentos don Pepe. Escuche usted: Ángel Teruel, Palomo Linares, el Capea, Manzanares, Benítez… No le recuerdan otros tiempos.
- Si, claro que me suenan… ¿Y…?
- Cómo qué ¿Y...? ¿No le dicen nada esos nombres? ¿No le parece cómo si la “máquina del tiempo” nos hubiera transportado cuarenta años atrás? Tengo la ilusión por las nubes... las grandes tardes que nos hicieron pasar sus padres... ¿Pero no se acuerda usted?
- Sí, sí... ya me acuerdo de las “babosas” que mataban... fue a partir de esos años cuando esto de los toros entro en “picao”, sin remedio…
- ¿Cómo qué babosas? ¿Cómo qué en “picao”? No empiece, no empiece usted… aquella fue una época gloriosa... y espero que los hijos sigan la estela de los padres… y los superen... son Toreros de Dinastía, no lo olvide…
- Y eso es lo malo….
- ¿Y por qué eso es malo? Sus padres saben mejor que nadie como se manejan los hilos del toreo, no en vano ellos han estado muchos años a la cabeza del escalafón, conocen a empresarios, ganaderos, periodistas que seguro que están dispuestos a echarle una mano.
- Y eso es todavía peor don José, porque en vez de enseñarles los secretos de la lidia, que es la base sobre la que se sustenta la torería, les enseñan la pinturería, el andar garboso, el arabesco, el truco y la chirigota… porque tiene la esperanza de que sus hijos no vean un toro íntegro en su vida, y….
- Pero no siga diciendo tontadas don Pepe… esos “niños” vendrán bien aprendidos, o dejaría usted a un hijo suyo conducir un coche sin saber… y si tienen el valor de sus padres serán capaces de hacerle frente a cualquier bicho que salga por los chiqueros…
- Ya veremos lo que sale por los chiqueros, don José, porque los toreros de dinastía, como usted los llama, suelen venir muy “cuidaditos” y con mucha propaganda desde que empiezan. Si el ganado es del que los taurinos llaman “de garantías”, ya podemos ponernos a temblar… ya me conozco yo esas garantías… Pero no seré yo el que les niegue el triunfo si es ante un toro de verdad, y desarrollan los conocimientos que usted les atribuye por el simple hecho de ser toreros de dinastía… y si eso ocurre, yo seré el primero que me ponga de pie y les diga… ¡¡¡ óle !!!
“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
viernes, 18 de mayo de 2007
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Que razón tiene Don Pepe…, y el tiempo nos lo confirma.
ResponderEliminar“Nada tiene importancia si no hay Toro”
Salud y suerte.
Cárdeno.