En ambos casos lo que puso de acuerdo y enloqueció a todos los presentes fue el toreo clásico y el conocimiento de la lidia que desplegaron sus intérpretes, así como la capacidad para ejecutarlo con naturalidad y habilidad. Quizás porque ambos están de vuelta -el uno, Esplá, era la tarde de su despedida de la plaza madrileña, y el otro, Mora, olvidado por las empresas, apenas si torea en los últimos años- se dejaron llevar de su inspiración y dictaron dos lecciones que deberían servir de ejemplo y ser de estudio obligado para todos los nuevos aspirantes a ser alguien en esta profesión. Estos son los espejos en los que deberían mirarse y no en los de los modernos “pegapases” que, a pesar de sus difundidos triunfos, solo consiguen aburrir a la concurrencia y, al paso que llevan, acabaran echándola de las plazas de toros.
Ahí está la diferencia, unos triunfan arrolladoramente tarde tras tarde, según proclaman sus publicistas, y son sacados a hombros a lomos de “capitalistas”, pero su triunfo se difumina, se olvida al poco de terminar la función. Esplá y Mora fueron acartelados como dos toreros de relleno, para abrir la tarde, puesto menospreciado en la actualidad, pero eclipsaron a sus compañeros de cartel y salieron de la plaza en volandas de los aficionados que, como antaño, se lanzaron al ruedo para izarlos en hombros y, como a los héroes, llevárselos por la puerta grande. Ha diferencia del triunfo efímero de los “figuras” del momento, el de estos dos toreros veteranos queda grabado en la memoria de los aficionados para siempre.
Es por lo que me pregunto porqué los nuevos toreros, y sus profesores y mentores, no se fijan en estos ejemplos. Esta Fiesta es para emocionar y está demostrado que el “toreo moderno”, y el toro que hace falta para ejecutarlo, no emociona, al contrario, aburre y aleja al público y a los aficionados de los festejos taurinos, como queda demostrado por la escasa asistencia de público que acude a los toros, aunque se acartelen los nombres más importantes del escalafón actual, en la gran mayoría de las corridas. En cambio, cuando se torea como lo hicieron Luís Francisco Esplá y Juan Mora en Madrid este y el pasado año, público y aficionados salen de su modorra, se emocionan, se ponen de acuerdo rápidamente sobre lo que esta sucediendo en el ruedo y, ni cortos ni perezosos, bajan al ruedo al final de la corrida para tocar a sus héroes, para llevarse en hombros a los toreros y, seguramente, las emociones vividas habrán renovado su afición y su ilusión por la Fiesta de los Toros para unos cuantos años más. Ahí esta la diferencia.
Ahí está la diferencia, unos triunfan arrolladoramente tarde tras tarde, según proclaman sus publicistas, y son sacados a hombros a lomos de “capitalistas”, pero su triunfo se difumina, se olvida al poco de terminar la función. Esplá y Mora fueron acartelados como dos toreros de relleno, para abrir la tarde, puesto menospreciado en la actualidad, pero eclipsaron a sus compañeros de cartel y salieron de la plaza en volandas de los aficionados que, como antaño, se lanzaron al ruedo para izarlos en hombros y, como a los héroes, llevárselos por la puerta grande. Ha diferencia del triunfo efímero de los “figuras” del momento, el de estos dos toreros veteranos queda grabado en la memoria de los aficionados para siempre.
Es por lo que me pregunto porqué los nuevos toreros, y sus profesores y mentores, no se fijan en estos ejemplos. Esta Fiesta es para emocionar y está demostrado que el “toreo moderno”, y el toro que hace falta para ejecutarlo, no emociona, al contrario, aburre y aleja al público y a los aficionados de los festejos taurinos, como queda demostrado por la escasa asistencia de público que acude a los toros, aunque se acartelen los nombres más importantes del escalafón actual, en la gran mayoría de las corridas. En cambio, cuando se torea como lo hicieron Luís Francisco Esplá y Juan Mora en Madrid este y el pasado año, público y aficionados salen de su modorra, se emocionan, se ponen de acuerdo rápidamente sobre lo que esta sucediendo en el ruedo y, ni cortos ni perezosos, bajan al ruedo al final de la corrida para tocar a sus héroes, para llevarse en hombros a los toreros y, seguramente, las emociones vividas habrán renovado su afición y su ilusión por la Fiesta de los Toros para unos cuantos años más. Ahí esta la diferencia.
Muy buen articulo, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)
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