Una opción totalmente válida en las Corridas Concurso de Ganaderías es declarar los premios desiertos. No es necesario premiar obligatoriamente a uno de los toros concursantes, ni a un picador o lidiador de los que participen, si no se lo merecen. Es más, cuando se premian toros o toreros como mal menor para no dejar los premios desiertos, lo que se está haciendo es restar importancia a los que en ediciones anteriores sí se lo merecieron. No se puede comparar la categoría del premio que se llevó “Farolero”, de Prieto de la Cal, hace dos años, o incluso el que ganó “Cacerolito”, de Ana Romero, en la pasada edición, con los merecimientos de “Corbeta”, ganador este año, también procedente de la ganadería de Ana Romero.
La Corrida Concurso de Zaragoza de este año no ha alcanzado las cotas de las celebradas en las pasadas ediciones -2008 y 2009- en donde hubo dura pugna entre dos toros para adjudicarse el premio y polémica entre los aficionados que se extendió durante mucho tiempo más que las propias corridas. Sí hubo detalles destacables en algunos de los toros pero ninguno, según mi opinión, se hizo merecedor al triunfo. Personalmente, el que más me gustó fue el de “Partido de Resina”, de nombre “Quesero”, un toro que se llevó un fuerte ovación a su salida al ruedo por su presentación y que, para no perder la costumbre de años anteriores, también se partió un cuerno al derrotar en un burladero. En varas cumplió en cuatro encuentros y se vino arriba en la faena de muleta pero, en conjunto, no merecía llevarse el premio. El ganador, “Corbeta”, de Ana Romero, también recibido con aplausos, tomó tres varas sin emplearse, fue noble y repetidor en la muleta, sobre todo por la izquierda, pero su matador, “Serranito”, no acabó de entender al santacolomeño y cuando, a mitad de la faena, se percató de la calidad del toro ya era demasiado tarde. El de Cuadri, “Misterioso”, fuera del tipo de la casa, empujó con fijeza en varas y fue duramente castigado por su picador, sangrando abundantemente, lo que mermó sus facultades para la lidia. El de Prieto de la Cal, “Dormilón”, no estuvo a la altura del comportamiento de sus hermanos lidiados en las dos ediciones anteriores, que habían dejado el pabellón muy alto y difícil de igualar. El de Adolfo Martín, “Tomatillo”, mostró falta de fuerzas, tomo tres picotazos y desarrolló sentido en la muleta. El de Palha, “Saltillo”, que sólo tomó dos varas reglamentarias, ofreció poco juego y cogió de gravedad al subalterno Francisco Javier Rodríguez. En resumidas cuentas, corrida interesante en donde hubo cosas dignas de destacar pero que no llegó a la altura de las celebradas en las ediciones de 2008 y 2009.
El asunto de los toreros y subalternos es otro cantar. Su forma de actuar en este tipo de corridas es el mayor enemigo de las mismas. El colmo de la tarde fue la forma de colocar al 4º toro en el tercio de varas. Le correspondió a Juan José Padilla que -para su costumbre y teniendo en cuento lo visto en otras corridas concurso en las que ha tomado parte- anduvo comedido, pero en este toro hizo las cosas totalmente al revés. En la primera vara colocó al toro más allá del centro del ruedo, en la segunda lo acercó un poco y lo dejó, poco más o menos, en el tercio, y en la tercera lo casi lo metió debajo del peto del caballo. Totalmente al revés de lo aconsejable para medir la bravura del toro que es el objeto de este tipo de festejos. Quizás le pasaron los apuntes y se le traspapeló el orden de las páginas leyéndolas al revés. Un despropósito. Durante toda la tarde se fueron sucediendo detalles que mostraban la poca disposición de los diestros actuantes para hacer las cosas bien. Lo grave es que, si los que tienen que poner orden no tienen ningún interés en hacerlo, nunca pueden funcionar y el concurso está abocado al fracaso.
Pero esta actitud viene sostenida por el escaso interés que tienen los taurinos ante este tipo de festejos. Las corridas concurso es un modelo contrario al que ellos controlan y hacia el que quieren encaminar la Fiesta en donde el toro, en vez de protagonista principal, es mero comparsa del espectáculo. Y no digamos en la actualidad que, como hemos podido ver en esta temporada, pretenden imponer un tipo de corrida en donde los propios matadores llevan los toros que quieren torear. Ha pasado en Olivenza al comienzo de la temporada; en Valencia, en plena feria de Fallas, con la corrida de los siete toros para siete toreros; y está previsto que pase en la que es considerada primera plaza del mundo, en “Las Ventas” de Madrid, en la corrida de la “Asociación de la Prensa”. Es el modelo de la “autorregulación” que plantearon hace una quincena de años llevado a la práctica de la forma más descarada. Pero este es un tema de más largo recorrido en el que no voy a entrar ahora, seguro que en otro momento tendrá el espacio adecuado. Lo que está claro es que a la totalidad de los taurinos -salvo a un escaso número de ganaderos que muestran cierto interés por este tipo de corridas- no sólo les importan un rábano este tipo de festejos, sino que los torpedean porque son contrarios a sus intereses pues no les gusta que se puede ver la otra cara de la fiesta, la del toro bravo y la emoción que impone en el ruedo.
La Corrida Concurso de Zaragoza de este año no ha resultado buena, no ha sido como la de los dos años anteriores pero, a pesar de ello, ha habido cosas interesantes, la primera y principal, que el toro ha sido el protagonista y se han visto cosas que no suelen verse en las corridas normales. Es una obligación de la empresa, puesto que figura en el pliego como de obligado cumplimiento, que se corrijan los errores, se organice con el mimo necesarios, se comprometan ganaderos, toreros y subalternos, y se potencie su difusión entre los aficionados de uno y otro lado de la frontera. Todo esto no ha ocurrido este año y es causa importante de su peor funcionamiento. Ya para finalizar, y como reza el título de esta entrada, no es obligatorio repartir todos los premios que se convocan, declarar los premios desiertos si no hay merecimientos suficientes para otorgarlos da más prestigio y seriedad al festejo que si se otorgan arbitrariamente para cubrir el expediente.
“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
martes, 27 de abril de 2010
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