“Con divisa verde y oro” era un número que formaba parte del espectáculo presentado por Concha Piquer, en 1953, “Salero de España” y, desde ese mismo momento, se convirtió en una de las canciones emblemáticas de su repertorio. Lo habían compuesto esa maravillosa “cuadrilla de la copla”, ese triunvirato de compositores de “canción española” que tantos y tan grandes éxitos cosecharon y que respondían a los nombres de: Antonio Quintero, comediógrafo, guionista y autor de sainetes costumbristas; Rafael de León, poeta y letrista; y Manuel López-Quiroga, músico, con más de cinco mil composiciones en su haber. Este equipo comenzó a cuajarse hacia mitad de la década de los treinta, pero fue después de
El encuentro entre el trío de compositores y Concha Piquer fue definitivo para ambas partes; los unos encontraron a una gran cantante que, sumaba a las cualidades de su voz, grandes dotes de interpretación, lo que se ajustaba como anillo al dedo a lo que pretendían conseguir con sus canciones, pequeñas obras de teatro en tres actos; la otra consiguió centrar y enfocar definitivamente su carrera, abandonando toda influencia americana en sus espectáculos y el tono afrancesado que amarilleaba alguna de sus interpretaciones y evolucionó hacia una forma de concebir y de hacer más española. Durante los años treinta, después de su regreso de Estados Unidos, en donde durante más de cinco años recorrió el país y aprendió la profesión, había sido una de las preferidas del público, pero a partir de su encuentro con Quintero, León y Quiroga, habría de ser, hasta su imprevista retirada en 1958, la auténtica número uno, la indiscutible reina de la copla.
Sobre todo fue importante, fundamental, su relación con Rafael de León, tanto en lo artístico como en lo personal. En el terreno profesional fue una simbiosis perfecta pues; si Conchita descubrió la fuerza y el dramatismo de las letras de Rafael, algo que andaba buscando desde hacía tiempo y que le abrió las puertas de su consagración; Rafael encontró, en la voz y la capacidad interpretativa de Conchita, lo que necesitaba para que las historias de sus letras cobraran vida. En lo personal fueron amigos entrañables, llegaron a ser… como dos hermanas. Es curiosa la forma en que se conocieron, según nos lo cuenta la propia Conchita:
“Fue el 13 de julio de no recuerdo muy bien que año, pero si recuerdo que era en plena Guerra Civil. Estaba actuando en el “Teatro Exposición”, de Sevilla. En aquel momento estaba en el camerino maquillándome, cuando llamaron a la puerta.
- ¿Se puede?
- Adelante.
Al abrirse la puerta aparece mi buen Rafael vestido de soldado.
- ¿Qué desea?
- Usted es Concha Piquer, ¿verdad?
- Sí. Y usted un maricón, ¿verdad?
-Verdad. Pero ¿en qué lo ha notado?
- En la gorra…
Ambos nos echamos a reír.”
Cuando en 1953 se presentó en público el pasodoble que nos ocupa, “Con divisa verde y oro”, su interprete ya no era ni Concha, ni Conchita, el pueblo había familiarizado su nombre y era, simplemente,
CON DIVISA VERDE Y ORO
(Quintero - León - Quiroga)
Vino en un rayo de luna,
de luna del mes de enero;
era un chiquillo de Osuna
que quería ser torero.
“Ganadera salmantina,
yo la nombro por madrina,
que er dinero y er carté,
si argún día los consigo,
pongo ar sielo por testigo
que me caso con usté.”
Un ¡ole! en la tienta
por su valentía
y un duende en mis venas
que así me decía:
Ganadera con divisa verde y oro,
ten cuidado,
que el amor no te sorprenda como un toro
desmandado.
Por tu hacienda y tu apellido
se te guarda devoción
y un clavel en tu vestido
llamaría la atención.
En tus ojos se adivina
la locura de un "te adoro",
y has de ser como una encina,
ganadera salmantina
con divisa verde y oro.
Ya es un torero de fama,
dinero y categoría;
ya es su pasión una llama
que me ronda noche y día.
Por tres veces me ha pedido
que le tome por marido,
por tres veces dije ¡no!
Y la causa está en Osuna,
morenita de aceituna
que por mí se le olvidó.
Y son en mis noches
de penas mortales,
cuchillos las coplas
de mis mayorales:
Ganadera con divisa verde y oro,
dueña mía,
cuánto diera por salvarte de ese toro
de agonía.
Con tu hacienda y tu apellido
ya te sobra en qué pensar
y hasta el luto del vestido
te lo debes de quitar.
Porque así no se adivina
que enterraste un "te adoro"
bajo el tronco de una encina,
ganadera salmantina
con divisa verde y oro.
Siempre ha sido una de las personas a las que más he admirado. Por su belleza, por su sabiduría, por todo... Siempre en mi recuerdo la gran Pilarín.
ResponderEliminarVaya trabajo completo,…un DIEZ, entre tu articulo, los de Tony de El Chofre y el montaje videográfico…, bestial, alucinante…, no tengo adjetivos….
ResponderEliminarSigue así, adelante.
Salud y suerte.
Maravilloso el artículo...
ResponderEliminarmaravillosa la historia...
Maravillosa Doña Concha...
maravilloso D. Rafael
y maravilloso el Maestro Quiroga...
Saludos.
enhorabuena!