“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

miércoles, 9 de enero de 2008

Comportamiento del toro en el caballo

Según el profesor Antonio Purroy Unanua: “Un toro bravo debe acudir rápidamente una vez que le cita el picador, debe embestir humillando y empujar mientras sienta el hierro en los costillares. Se debe picar en la parte final del morrillo, que es una almohadilla de músculo y grasa de unos 30-40 cm de profundidad. Si embiste con la cara arriba, si cabecea y hace sonar el estribo, si quiere quitarse la puya, si no empuja, si se acuesta y se repucha estaremos ante un animal potencialmente manso.

Es necesario volver a ponerlo en suerte ya que a partir de la segunda vara
(¡con un solo puyazo no se puede ver la bravura de un toro!) se puede empezar a catalogar con fundamento un animal, pues sabe con qué se va a encontrar en cada encuentro con el caballo. Si aun con todo acude con prontitud y galopando, empuja con fuerza, humilla y le cuesta salir del embroque, el toro puede considerarse como bravo. Si repite un tercer encuentro con las mismas características que el anterior, es decir, galopando y con ansias de embestir, creciéndose incluso, entonces se puede considerar como muy bravo, aspecto que lamentablemente no es muy común hoy en día.

Por tanto, el toro en la suerte de varas debe mantener la fijeza y la prontitud
en las embestidas, aunque se le siga llamando en contra de la querencia natural de la puerta de chiqueros. Cada vez acudirá desde una distancia más larga, al galope, (¡qué gran belleza supone!), no se saldrá suelto o huido de la suerte y mantendrá la boca cerrada mientras dure la pelea, sin mugir ni escarbar antes de arrancarse al caballo, ni cocear durante el castigo. Sobre todo, no hay que dejarse engañar por esos toros broncos y violentos, que arrollan más que embisten, que hacen cosas de mansos con la apariencia de bravos.

Si el toro se resiste a acudir al encuentro habrá que ir acercando el caballo hacia la querencia de salida para acabar picándolo incluso con el caballo de reserva, el que se encuentra en la puerta de chiqueros.”


Extracto del capitulo del mismo título incluido en el libro “Comportamiento del toro de lidia -en el campo, en el ruedo-” del profesor Antonio Purroy Unanua, Ingeniero Agrónomo y Catedrático de Producción Animal de la Universidad Pública de Navarra. Interesante libro, que no dudo en recomendar a todos los que estén interesados en el tema, y al que estaremos abocados a referirnos en el futuro en este o en cualquiera de los otros temas que aborda.


Pero no era objeto de esta entrada hablar de este libro, en un principio lo que pretendía, preocupado por la situación que atraviesa el tercio de picar en la actualidad,
era mostrar la interesante, y autorizada, opinión del profesor Purroy sobre como debería ser el comportamiento del toro en el caballo en un tercio tan deteriorado, y tan decisivo, como es el de la suerte de varas. Decir, puesto que el libro ha impuesto irremediablemente su presencia, que está editado por la Universidad Pública de Navarra en el año 2003. Profusamente ilustrado en páginas interiores por los dibujos, como el que se incluye arriba, de don José María de Andrés que van reflejando las diferentes etapas de la vida del toro que, desde su nacimiento en el campo hasta su muerte en el ruedo, nos describe y explica el autor.

Y ya que el final de esta entrada gira, sin remedio, sobre el libro, no me resisto a desaprovechar la oportunidad de mostrarles la maravillosa portada, quizás la que más me gusta de cuantas conozco en libros de toros, que le da cobertura. El autor de esta ilustración, junto con la que cierra el libro en la contraportada, es don Ignacio Cía.

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