Sostiene Joaquín Vidal, en el primer párrafo del capítulo VII de su libro "El toreo es grandeza", que "el tercio de varas es el eje de la lidia" y, a continuación, da las razones que le llevan a mantener esta afirmación, con las cuales estoy plenamente de acuerdo, y denuncia la forma en que la "acorazada de picar" -como llamaba al conjunto de caballo y caballero en muchas de sus crónicas- realiza esta suerte que, en vez de ahormar el toro para su correcta lidia, lo destroza, lo inutiliza, lo lesiona, lo deja… para el arrastre.
¿Cuántas veces vemos toros que de salida parecen boyantes y al salir del primer encuentro brutal con el caballo se derrumban como si fueran de mantequilla? ¿Son inválidos desde que salen de los chiqueros o esa invalidez se produce después del primer puyazo asesino que le administra el picador de turno? ¿Y quién es el responsable de esa actuación? ¿El propio picador, por su incapacidad para realizar su trabajo correctamente o el matador, que le pide que lo haga de esa forma tan destructiva?
Lo cierto es que un toro que después de la primera vara sale lisiado ya no tiene arreglo, ya es una piltrafa para el resto de la lidia, no es lo mismo que un par de banderillas trasero, delantero o caído, que puede molestar para la lidia pero no lesiona de forma tan determinante. Una vara mal puesta, barrenando, metiendo las cuerdas una y otra vez, interminable, arruina el toro, lo inutiliza para la lidia, pero eso parece no importarle al matador, es más, por la actitud que mantiene en el ruedo ante tan brutal castigo, podemos deducir que es eso lo que le pide a su picador.
Este es uno de los grandes problemas, si no el que más, que tiene la Fiesta en la actualidad. Pero no sólo es un problema para los aficionados que exigimos integridad en los toros y autenticidad en la ejecución de las suertes. Es también un problema para los espectadores ocasionales que se aburren porque el toro, inutilizado después de su encuentro de los montados, no da juego para el lucimiento de los matadores. Es también un problema, y gordo, para los ganaderos que no pueden calibrar la bravura de sus toros al extenderse la practica del monopuyazo asesino, tras el cual no queda más remedio que cambiar el tercio o, si como se exige en las plazas de primera una segunda vara, hacen de esta segunda entrada un simulacro y, además, el toro llega a la muleta parado y defendiéndose imposibilitando la faena que, por desgracia, es lo que en la actualidad más se valora. Para los empresarios también es un problema considerable porque, después de ese tercio destructor, la lidia se ralentiza y se hace plomiza, los aficionados protestan y los espectadores se aburren, y no deben ni pueden obviar que eso es lo peor que les puede ocurrir para el mantenimiento de la clientela que sostiene su negocio, además, si un toro es devuelto a los corrales y sustituido por otro el coste de la corrida aumenta. Y para la autoridad, igualmente, es un serio problema, pues se ven abocados a tomar decisiones que, de realizarse la suerte de varas correctamente, no tendrían que tomar y el festejo se desarrollaría de una forma muy distinta y más ágil.
¿A quién beneficia, pues, este abuso en que se ha convertido esta suerte fundamental? A los toreros, más concretamente a los que mandan en el escalafón, a los figuras, a sus cuadrillas y a sus representantes que, desgraciadamente, en la actualidad son los que mandan, los que imponen, los que exigen y los que tienen la capacidad para boicotear cualquier iniciativa que se tome desde la administración o desde otros estamentos taurinos para corregir el rumbo que ha tomado la Fiesta de los Toros.
La ausencia cada vez mayor de aficionados, que se han ido alejando de las plazas hastiados de tanta mentira; la ignorancia de los espectadores de feria que acuden, más que a una corrida de toros, a un acto social; y el asentimiento de empresarios, ganaderos y autoridades a las exigencias de los mandones del escalafón están consiguiendo la implantación de una nueva tauromaquia, o lo que sea, que nos está conduciendo hacía una Fiesta descafeinada que lleva en su propia evolución el germen de su destrucción.
Si no se corrige la forma en que se realiza la suerte de varas actualmente, si se sigue con esa práctica aberrante del monopuyazo asesino, si los figuras siguen imponiendo sus criterios en contra de lo que los fundamentos de la lidia aconsejan, estamos abocados al desastre. ¿Por qué no toman cartas en el asunto ganaderos, empresarios y autoridades en vez de tirar piedras contra su propio tejado? ¿De qué nos sirve a los aficionados exigir toros íntegros si son masacrados impunemente en su primer encuentro con la inexpugnable "acorazada de picar"?
Para mi el mayor fraude que existe en la actualidad, dentro del ruedo es la DESGRACIA DE VARAS, mayor incluso que el AFEITADO.
ResponderEliminarLa DESGRACIA DE VARAS se ha llevado del toreo muchas cosas.Y creo que dentro del ruedo es lo mas importante que hay que cambiar en la LIDIA. Y es URGENTE.
Tenéis mas razón que un “santo”, …los aficionados “cabales” tendríamos que levantarnos de nuestros asientos y manifestar nuestro desacuerdo…, como ya lo hacen en algunas Plazas Francesas.
ResponderEliminarSalud ysuerte.
Bien por la lectura, muy bueno seria dufundirla y de esa forma terminar con los mitos de que la suerte de varas es para evitar ataques cardiacos al toro.
ResponderEliminarEducacion al VILLAMELON, para evitar aplausos al destoreo.