- Feliz año, don Pepe.
- Feliz año, don José.
- ¿Cómo hemos pasado las fiestas?
- Hemos sobrevivido…
- ¿Qué me dice usted? ¿Acaso no le gustan las fiestas navideñas?
- No es que no me gusten, es que son excesivas…
- Tampoco es para tanto, don Pepe, son unos días familiares, entrañables, de celebraciones, encuentros y recogimiento…
- No se enrolle, don José, que ya se a donde quiere ir a parar… ¡Y no se engañe usted! Estas fiestas navideñas, que tan entrañables le parecen, se han convertido en un mercado persa y todo se mide por los índices de consumo.
- Pues si que viene usted fuerte este año, don Pepe…
- ¡Es la verdad!
- Bueno, bueno… vayamos a lo nuestro. Aprovechando una de esas celebraciones navideñas que a usted tan poco le gustan…
- Pues usted también viene dando, don José… yo no he dicho eso…
- Vale, vale, don Pepe… dejémonos de fiestas y vayamos a lo nuestro. Como le decía, en una de esas celebraciones navideñas mi nieto me busco una noticia que publicaban en la página web de “
- Si enseñan bien el oficio.
- Se supone ¿no?... Los profesores tendrán que ser profesionales de reconocido prestigio.
- ¿Y?... Porque eso no garantiza nada, depende de lo que enseñen.
- ¡Es usted la monda! Siempre desconfiando de todo… En algún sitio tendrán que aprender el oficio los chavales. Ahora ya no es como antes que los aspirantes a toreros se curtían en las capeas, los tiempos han cambiado y hay que adaptarse a los tiempos.
- Yo no le digo que no, pero en las escuelas taurinas tienen que enseñar a lidiar, que no es otra cosa que aprender los recursos para solventar los problemas que plantea cada toro en el ruedo, porque cada toro plantea una ecuación diferente y necesita una lidia adecuada a sus condiciones, y aún le digo más, los toros cambian a lo largo de su estancia en el ruedo y hay que saber leer esos cambios de comportamiento para ajustarse a ellos y darles solución.
- ¡Pero si hoy se torea mejor que nunca, don Pepe!
- Pero solo a una misma clase de toro, el pastueño, el bobalicón, el colaborador, el artista, el carretón…
- ¡Ya estamos con el toro!… Parece usted un disco rayado.
- No debe olvidarse usted que el toro es la materia prima de esta fiesta, por eso mismo lleva su nombre, Fiesta de los Toros.
- Pero hay toros que no se pueden torear, que son alimañas…
- Y para eso se creo la ciencia de la lidia, eso es lo primero que deben aprender en las escuelas los aspirantes a toreros, luego ya vendrá lo de ponerse bonito y realizar las suertes con majeza.
- Pero don Pepe, la labor de las escuelas…
- Debe ser enseñar a torear toda clase de toros y hoy en día vemos, tarde tras tarde, que en el momento que un toro crea un mínimo de dificultades, que no se ajusta al guión, los matadores pierden los papeles y no saben lo que hacer. ¿Y sabe usted porque pasa eso, don José? Porque no tienen recursos, porque no han aprendido, o no les han enseñado, bien el oficio. Me viene a la memoria una escena de la serie "Juncal" que resume en una frase todo cuanto le digo, el momento en el que el maestro, entrenando a su hijo Manolo para la alternativa en
“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
martes, 15 de enero de 2008
Las escuelas taurinas
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