“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

martes, 13 de noviembre de 2007

Toro en la plaza de Brea de Aragón en el año 1935

En 1935, momento en el que se tomó esta fotografía, todavía faltaban muchos años para hacerme presente en este mundo, pero, seguramente, mi abuelo Bernardino, rozando la cincuentena en esa época, debería de estar en la plaza, y mi padre, Justo, que en aquel año debía de contar dieciséis, también tenía que ser testigo de este momento. No puedo asegurarlo, porque nadie me lo ha confirmado, pero no tengo duda de que ambos, mi padre y mi abuelo, conocida su afición, estaban presentes, a pie de plaza o en alguno de los tablaos que la cercaban, y pudieron contemplar este toro serio y cuajado, emplazado y desafiante en la plaza mayor de Brea de Aragón hace más de setenta y dos años.

Es de suponer que sería lunes, el día siguiente al de la patrona, la Virgen del Rosario, que se celebra el primer domingo de octubre. Ese día era tradición, que todavía perdura, perder la noche, pasar la noche en vela, y esperar a que, con el alba, se corriera el encierro del ganado. En ese primer lunes de octubre se celebraba el primer festejo taurino en el que se daba muerte a un toro, era el día grande de los festejos profanos. Ese lunes acudían los vecinos, los amigos, los familiares de los pueblos cercanos, los breanos se convertían en anfitriones de los que en su día, y en sus pueblos, eran huéspedes.

En la plaza no podía haber cualquier toro, el prestigio del pueblo y de sus fiestas, en toda la comarca y durante un largo año, se jugaba, se medía y dependía del animal que se había de sacrificar esa tarde. El toro era escogido teniendo presente este importante punto, entre los pueblos aledaños se entablaba una fuerte competencia para ver quien llevaba el mejor y, ese día, que venían los forasteros, no se podía fallar, el toro que debía de saltar a la plaza no podía ser una birria, tenía que dar miedo, tenía que asustar.

La fotografía, una fotocopia de otra fotocopia, de cuya calidad no se puede alardear, pero que posee un gran valor como documento, me ha sido proporcionada por el buen aficionado breano, al que también le faltaban bastantes años para nacer en el momento en el que se tomó, Antonio Benedí. Este personaje, zapatero de profesión, como la mayoría de los breanos, y aficionado a los toros, conserva en su memoria infinidad de recuerdos de su pueblo y de los festejos taurinos que allí se han ido celebrando a lo largo de los últimos cincuenta años, esperemos que, de una u otra forma, los vaya sacando a la luz y los comparta con todos nosotros. Don Pepe y don José le brindan esa oportunidad. Seguro que esas historias nos servirán de enseñanza y entretenimiento.

2 comentarios:

  1. Hola, soy Erika Martínez, como breana me ha parecido interesante esta entrada del blog. Estoy comenzando a hacer un blog sobre brea y me gustaría poder hacerle un vínculo a este documento desde allí si no le importa. Concretamente no sé a quien me refiero, si es vecino del pueblo... de todas formas gracias por facilitarme su información.

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  2. Hola Erika, soy de Brea aunque ahora no voy mucho por allí, el pasado sábado estuve pasando el día con la familia y los amigos. Como se puede deducir viendo este Blog soy aficionado a los toros y me traje esta fotografía, me la pasó José Antonio Benedí, no sé si lo conocerás.
    Por supuesto que puedes hacer un vínculo a este documento, es más, me sentiré alagado si lo haces. Si me dejas la dirección de tu Blog lo visitaré con mucho gusto.
    Salud.
    Mariano

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