El pasado domingo, en la entrevista que le hicieron en el programa "Clarín", de Radio 5, Tomás Prieto de la Cal venía a decir que sus toros, muchas veces, se iban al desolladero sin que el torero de turno hubiera sabido sacarles todo su partido, se quejaba, sobre todo, del escalafón novilleril, pues la poca experiencia de los novilleros -y el tipo de enseñanza que reciben en las escuelas taurinas, digo yo- hacía que no entendieran el comportamiento de sus astados.
Esto es una realidad palpable. Los aficionados pedimos toros íntegros y variedad de encastes, y si alguna vez lo conseguimos, o cuando hay en la plaza un toro que requiere un contrincante que lo entienda, nos damos de bruces contra el muro de la incapacidad de los toreros, que son los que tienen que hacerles frente y resolver los problemas que presentan, teniendo en cuenta las características de su encaste y el comportamiento -y no olvidemos que esto es lo más importante- que cada toro desarrolla en el ruedo en el momento de su lidia.
De esta forma se marchan hacía el desolladero muchos toros que en manos de un torero que los hubiera entendido y les hubiera dado la lidia adecuada -y aquí aparece una palabra fundamental en la ciencia del toreo, lidia- hubiesen posibilitado la aparición de la magia del toreo, eso que buscamos todos cuando vamos a la plaza, cuando un toro dominado, es toreado. Esto es la teoría.
Pero es tan solo la teoría, porque el buen aficionado, veterinario y, sobre todo, amigo, José María Cruz, tiene acuñada la frase apropiada, que repite con machaconería casi todas las tardes al salir de la plaza: “Sobra toro”. Tiene razón, siempre tiene razón. Por más chochona que haya sido la corrida, tiene razón, siempre sobra toro, y más si no son del mono-encaste bodegero que predomina en la actualidad, o si los de ese mismo encaste tienen movilidad y están encastados, como ocurrió con la corrida de FuenteYmbro este año en Zaragoza.
Esto genera una contradicción y varias preguntas, porque toros de encastes casi extinguidos y en recuperación, como los veragüenses que posee Tomás Prieto de la Cal que, por su procedencia y características, necesitan una lidia acorde con sus condiciones, pueden estrellarse ante la incompetencia de los diestros acostumbrados, en base a las enseñanzas que reciben, al toro dócil, obediente y bobalicón, y no tienen recursos -conocimientos de la lidia- para sacarles partido. De esa forma, esos toros pasan desapercibidos o, lo que es peor para el ganadero, pasan como toros malos, ilidiables, y toda la caterva de adjetivos que utilizan los taurinos interesados para descalificarlos. ¿Cómo se puede recuperar un encaste histórico si no es posible evaluar el auténtico comportamiento de los toros mediante una lidia correcta y adecuada? ¿Alguno de los profesionales del escalafón actual está capacitado para ello? ¿Alguno quiere hacerlo? En estas circunstancias, ¿qué puede sacar en claro el ganadero para afilar las características que necesita corregir, potenciar, o eliminar en su ganadería?
La única forma de resolver positivamente esta contradicción sería valorando correctamente lo que ocurre en el ruedo, dándole la categoría que se merece, tanto en el prestigio para los protagonistas -toro y torero- del suceso, como en lo económico, con una remuneración acorde con el mérito de lo realizado, pero esto, hoy por hoy, es pura utopía.
Es utopía porque avanzar en esa dirección supone un cambio tan radical en los esquemas del mundo taurino, se removerían de tal forma los cimientos sobre los que se sustenta actualmente, serían tal el terremoto, que poco del entramado que sustenta actualmente el mundo de la tauromaquia quedaría en pie. Pero nuestra obligación, como aficionados de este arte en proceso de extinción, es reivindicar su valor y autenticidad, y como si de un edifico en ruinas, declarado patrimonio de la humanidad, se tratase, debemos alentar, por muy utópico que sea, su recuperación y conservación con la mayor pureza posible.
La utopía esta para soñar, y por soñar que no quede. Si los que pueden -los políticos- rectificaran su rumbo y se comprometieran con la verdad y la riqueza de esta manifestación de nuestra cultura; si los que saben -periodistas, comunicadores y eruditos- cuentan la verdad y enseñaran; si los espectadores -aficionados y público en general- entienden y saben valorar; si en las escuelas -como en cualquier universidad- se explicara, y se exigiese, el conocimiento de los fundamentos de la lidia; si los ganaderos -premiando y reconociendo su labor- se comprometieran; si los toreros -como los ganaderos- vieran recompensados sus conocimientos y esfuerzos; si… ¿utopía?...
A veces los aficionados nos llenamos la boca pidiendo el toro íntegro, pero eso solo no basta, debemos exigir de los toreros y sus mentores compromiso con la Fiesta, y ese compromiso debe pasar por aprender bien su oficio y estar preparados para resolver la ecuación que cada toro -sea del encaste que sea- plantea en la plaza con suficiencia y conocimientos. El problema del toro es serio, pero el de los toreros no le va a la zaga.
Gran artículo, llevas toda la razón, igual que tu amigo: "sobra toro" y habría que añadir: "y faltan toreros y AFICIÓN"
ResponderEliminarUn Saludo!!!
www.rincon-taurino.blogspot.com
DILES A ESOS GANADEROS QUE TIENEN LAS COSAS TAN CLARAS,DE ENCASTES HISTORICOS,QUE CEDAN GRATUITAMENTE 10 ERALES TODOS LOS AÑOS A CADA ESCUELA TAURINA,QUE INVITEN A TODAS LAS TIENTAS A LOS ALUMNOS,Y A LO MEJOR DE ESTA FORMA ENTENDERAN MEJOR A SUS TOROS.
ResponderEliminarSeguramente lo haría encantado, si no es por que en esa casa se tientan Utreras y no eralas.No sería la primera vez que los alumnos van a sus tentaderos....
ResponderEliminar