“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

lunes, 19 de noviembre de 2007

Día de capea en Tudela

Hacía frío cuando salimos de casa camino de la parada del autobús, las nueve de la mañana era la hora de partida. Íbamos todos, don Pepe, don José y la familia al completo. Todo rodó según lo previsto. El autobús casi estaba lleno, si a estos sumamos los que iban por su cuenta, un éxito. A las diez llegamos al Complejo Taurino “Santa Ana”, situado en las afueras, al noreste de Tudela. Un impresionante toro de Osborne nos esperaba a la entrada. Mirando hacia el sur se alzaba, majestuoso y solitario, el Moncayo, más de 2300 metros de altura, resplandeciendo en esta soleada mañana de noviembre.

Migas, chistorra, panceta y la bota de vino nos esperaban a nuestra llegada. Una buena toma de contacto, “¡qué bueno está todo!”, se oía decir entre la concurrencia. El ganado, de Juan José Laparte, se mueve inquieto en el camión. “¡Grande!”, dicen, para desánimo de los que dudan, los que han visto la operación de desembarco. Se preparan los trebejos, algunos cogen en sus manos, por primera vez, capotes y muletas, “¡cómo pesa!”, dicen, otros reverdecen sueños de chiquillo dibujando una verónica.

Sale el primer añojo, la cosa se pone seria, los toreros se disponen, se disputan el sitio, intentan el pase, la faena soñada. Emociones, risas, pitos, ovaciones, voces de ánimo, chanzas… “¡crúzate!”¡baja tú!”. No recuerdo cuantos añojos salieron al ruedo hasta la hora de la comida, cuatro, cinco… el tiempo pasó raudo. Unas pochas, típicas de la tierra y de la época, y un sabroso estofado de ternera nos esperaban, no faltó el vino, el café, la copa, el puro y hasta jotas se cantaron. De pronto una voz se alzó diciendo, “¡vamos a ver unas vacas!”, nos despertamos del letargo de la sobremesa. Dicho y hecho. Todos a la plaza.

La tarde empezaba a refrescar, el sol avanzaba en su viaje taciturno hacia el Moncayo. Aún teníamos una hora de luz y todavía faltaba lo mejor, el debut y alternativa de Felipe, natural de Brea de Aragón. Causó sensación, hasta hubo un revolcón que afortunadamente no tuvo consecuencias. El que si sufrió un varetazo fue Fernando, “mañana lo llevaré todo negro”, decía. Estuvo con entrega, queriendo, gustándose, como todos, como José Mari y Julio, como Eladio, que puso la primera anilla desde su retirada hace un par de años, y como todos los que estuvieron en el ruedo. Una ovación para todos, nos dieron una buena tarde. Cuando el sol desparramaba sus últimos rayos, medio oculto tras el gran Moncayo, Felipe, que sin proponérselo había borrado del mapa a sus compañeros de terna, era sacado en hombros, lo nunca visto, por el propio ganadero.

Antes de partir, los últimos tragos en el bar, comentarios, recuerdos, risas, abrazos... incluso los más rítmicos y bailongos se marcaron unos pasos a ritmo de sevillanas y pasodoble. La noche era cerrada cuando el autobús tomaba rumbo a Zaragoza. Había sido un buen día. Hacía frío cuando regresábamos hacia casa.

El vídeo que enlazo a continuación, producido por "La Cabaña Brava" y alojado en la página de YouTube "Va de toros", trata de reflejar lo que fue este "Día de capea en Tudela". La música que le da cobertura corre a cargo de Dolores Vargas "La Terremoto", hermana del insigne cancionero Enrique Vargas "El Príncipe Gitano", interpretando una versión alegre, desenfadada y muy racial de "Chirpy, chirpy, cheep, cheep", un éxito del pop inglés de finales de los años sesenta que también alcanzó gran popularidad en nuestro país. Es el contrapunto ideal para acompañar este día de fiesta.

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