“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
jueves, 22 de noviembre de 2007
Fernando Fernán Gómez
Hace años, a mitad de la década de los años setenta, en una aburrida tarde de domingo, creo que en el UHF de televisión española, pude ver la primera entrega de un programa, en formato de tertulia, que conducía Fernando Fernán Gómez. No recuerdo ni el nombre del programa, ni la fecha, y tampoco si volví a verlo alguna otra vez. Era una tertulia para hablar sosegadamente de espectáculos populares como el cine, el teatro, la música, el fútbol o los toros… Tampoco recuerdo quienes eran los contertulios, pero en ese programa ocurrió algo que no se me ha olvidado jamás y que hoy, al calor de la noticia de la muerte de esta personalidad de la cultura española, me ha saltado a la memoria como un resorte. Es una anécdota mínima, insignificante, sin importancia, que en la extensa y prolífica vida del personaje que nos ocupa no significará nada, pero que a mí, después de tantos años, no se me ha olvidado.
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Que pena que a FFG no le gustase el flamenco. Lo sé por conversación personal con el recientemente fallecido Pedro Beltrán, ese sí gran aficionado al cante y a los toros, guionista de varias películas de FFG, como "El extraño viaje", y también de "EL monosabio", de Ray Rivas.
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