- Hola don Pepe.
- Hola don José.
- Como le fue por el Botxo, supongo que lo pasaría divinamente.
- Ya se ha aprendido la palabreja… pero usted la dice finamente.
- Pues si, ya sabe de mi curiosidad, me interesé por el vocablo y tengo que decirle que usted tenía razón, pero ahora se escribe con “tx” en vez de con “ch”, y se pronuncia…
- Ya, ya… déjese de exquisiteces que ya nos entendemos… el Bocho.
- No se moleste don Pepe, era una puntualización. ¿Cómo lo pasó?
- Estupendamente don José, son buena gente los bilbainos… y lo cambiada que está Bilbao, no se lo puede ni imaginar…
- Claro que me lo imagino, don Pepe, no hace mucho que estuve con la familia visitando el museo Guggenheim…
- Si señor, menudo edificio, el Gungengein…
- Guggenheim, don Pepe, se dice…
- Ya, ya… ya nos entendemos. Mire usted que es raro ese edificio, y lo bien que queda junto a la ría, y la gente que lo visita… ¡ah!, y también me hice una foto junto al chucho de flores que hay en la entrada.
- No me diga…
- Claro don José, como todo el mundo.
- ¿Y de los toros qué me dice? ¿Fueron de su gusto?
- Pues… que quiere que le diga, don José. Me habían dicho que los toros que salían en Bilbao daban miedo cuando saltaban al ruedo, pero yo los vi muy normalitos.
- Pero es que usted es la monda, hasta los toros de Bilbao, que dicen que son los más grandes de todos los que se torean durante la temporada, le parecen pequeños. ¿Pero qué quiere usted?
- Es la verdad, y no es que lo diga yo, es una opinión extendida entre abonados y asiduos a la feria, el toro de Bilbao ha perdido tamaño y cuernos. Sólo le puedo decir que, los que yo he visto, estaban bien presentados pero no asustaban a nadie.
- Tampoco hace falta el toro mastodonte, ni exageradamente grande, si están bien presentados y tienen fuerza…
- Eso es lo que les faltó… fuerza… ninguno tomó tres varas, a lo sumo una y un picotazo…
- Tampoco hace falta más, eso de las tres varas esta anticuado, con lo que, hoy en día, se exige a los toros en la muleta, no pueden soportar un tercio de varas muy fuerte, y el público quiere faenas de las figuras y no picadores.
- Pues que quiten la suerte de varas, que la eliminen del programa, si tan sólo es un simulacro, si el toro sale ya disminuido de los chiqueros, que se ahorren los picadores y tan amigos.
- Tampoco es eso, don Pepe… los picadores hacen falta para…
- Si, si… para eso, por si sale uno con poder y bravo de verdad… para entonces asesinarlo…
- ¡No sea bruto!…
- Es la pura verdad, don José. Salen por si acaso… y cuando se tienen que emplear de verdad, cuando el matador demanda destrucción, dejan al toro hecho fosfatina… aunque, esto es cada vez menos frecuente puesto que casi todos los toros salen ya inválidos de los chiqueros.
- Si que ha venido usted guerrero del Botxo, don Pepe. Yo creía que vendría más sosegado después de estar en una plaza de la importancia de la bilbaína, con toros grandes y una afición seria y exigente…
- Para… pare el carro, don José… de afición exigente nada de nada, más bien le diría yo que complaciente. Quédese con la anécdota que le voy a contar. En una plaza que presume de toro grande, al que se supone hay que medir la bravura en varas, en una localidad próxima a la mía, cuando el toro iba renqueante hacía el caballo, se alzó una voz como un trueno que gritó: ¡NO LO PIQUES! Eso es seriedad… Eso es exigencia… ¿Cómo puede un aficionado serio y exigente pedir que no se pique al toro?
- Bueno, bueno, don Pepe… tampoco es para tanto… un grano no hace granero.
- Pero es que a la mayoría del público le importa un pito lo que sucede en el ruedo, como en todos los sitios, aplauden a los picadores por no picar, les da igual donde caigan las banderillas, y ni le cuento de la colocación de la espada… si no fuera por el gran presidente que tienen, un tal Matías, que impone seriedad desde el palco, sería la plaza más orejista de…
- No le digo que viene guerrero… ¿Y de las corridas qué me dice?
- En la de Cebada hubo tres toros que me gustaron; un sardo, un cárdeno y otro negro; y un castaño, el segundo, con malas intenciones. La terna, que tuvo un toro por cabeza para destacar, estuvo por debajo de los toros. La de Victorino floja, noble y buena para la muleta. “El Cid” estuvo bien.
- ¿Bien a secas? Porque la prensa cuenta y no acaba… Aunque sé que para usted bien ya es mucho.
- Bien a secas.
“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
viernes, 31 de agosto de 2007
Dijo una voz popular: ¡¡¡NO LO PIQUES!!!
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