- Hola don José.
- Que raro se me hace el que ya esté usted aquí...
- ¿Raro?... ¿Por qué?
- Porque la puntualidad y usted están reñidos desde que le conozco. Es la primera vez que ocurre... y ya hace unos cuantos añitos que...
- Es que hoy, don José, por primera vez desde que le conozco, el autobús a llegado a su hora...
- Menos guasa, don Pepe... ¿Y qué hace usted enfrascado con la lista de la lotería? ¿Le ha tocado algo?
- Nada de nada, ni una mísera pedrea... y con tantos números, y tan minúsculos, no hay quién los encuentre.
- Bueno... lo importante es que no falte la salud. A mi tampoco me ha tocado nada este año... nada de nada... Pero esa forma de mirar los números premiados ya ha pasado a la historia, don Pepe, a mí me pasaba lo mismo, pero con Internet es muy fácil, se escribe el número en una casilla y los euros que...
- Ya está usted con Internet, ahora todo se hace con Internet, Internet arriba, Internet...
- No sea cerril, don Pepe, los tiempos avanzan a velocidad de crucero y no podemos quedarnos anclados en el pasado, debemos ir con ellos, y utilizar las bondades de los adelantos técnicos y sus aplicaciones para poder llevar una vida más cómoda y acceder a la información de forma instantánea .
- ¡No le digo, don José! Cualquier día me viene usted con una gorra ladeada en la cabeza, unos cascos en las orejas y una mochila en la espalda con el ordenador portatil, la PDA y el Mp3.
- ¡Venga ya, don Pepe!... Y dígame qué quiere tomar usted.
- Que nos pongan una botellita de ese vinito blanco que ya sabe el camarero... y unas gambas.
- ¿No será mucho una botella para los dos solos?
- ¡Qué va a ser mucho, don José!... Bebamos... que un día es un día.
- Me acuerdo del año pasado, don Pepe. Llegué a casa un poco mareado y a mi hija no le sentó nada bien y, para mi costumbre, no quise ni cenar.
- Es que usted, el año pasado, iba un poco más que mareado, iba tan borr...
- ¡Yo nunca he llegado a tal extremo!... Bueno, antes... alguna vez, cuando era más joven, si que... pero borracho no. Iba contento, alegre... lo normal en estas fechas.
- Pues eso, que nos pongan la botella, un par de vasos... y unas gambas.
- ¡Sea!... que un día es un día.
- ¿Y que me dice de lo visto en "La Misericordia" el pasado domingo, don José? ¿Supongo que le gustaría Pepe Mayor?
- Por poco me congelo, don Pepe... ¡Qué frío! Pero mereció la pena. Como toreó el de "Turiaso".
- ¿El de dónde?
- Turiaso, es el nombre antiguo de Tarazona, así la llamaban los romanos, larga es su historia historia, ya...
- Déjelo, déjelo... No se canse con tanta historia, don José... a lo que estábamos. ¡Sí! Me gustó el de Tarazona, toreo como se debe de torear: presentándole la muleta plana, citando desde lejos, cargando la suerte cuando el novillo ya había comenzado su viaje, templando la embestida sin dejarse enganchar el engaño, rematando atrás y quedándose dispuesto para ligar el siguiente pase... De esa forma ejecutó varias tandas y en todo momento estuvo por encima de su enemigo. Pocos toreros han toreado con esa pureza este año en "La Misericordia", el único pero es que el novillo, de la clase bobo y colaborador, que le correspondió era...
- ¡Era un Festival, don Pepe! ¿Qué quiere usted? El turiasonense, según se dijo por cerca de mi localidad, torea una o ninguna vez al año y vino a Zaragoza dispuesto a triunfar. Tuvo la serenidad, a pesar de sus escasos festejos, de ver la nobleza del novillo y torear según mandan los cánones.
- Y eso es algo de agradecer, ya lo he reconocido. Y otra cosa le voy a decir, don José, demostró más ilusión que muchos de los jóvenes que aspiran a ser toreros. Lo que quiero es verlo en una novillada de verdad en el primer ciclo. Se lo ha ganado, y es de justicia.
- En eso estoy con usted, don Pepe. Yo no tenía ninguna referencia, ni conocía su historia, y me dejó impactado y, como usted dice, me quedo con las ganas de verlo en una novillada picada en la primavera zaragozana, espero que así sea y que lo anuncien en los carteles.
- ¿Y que me dice de Raúl Aranda?
- Estuvo colosal, como en los mejores tiempos, sobre todo en el recibo con el capote, llevándose el novillo hasta los medios y rematando con esa media verónica tan personal. Además está en muy buena forma, como para volver a los toros, como le soltó un espectador cercano a mi localidad después de una tanda más que aceptable con la muleta.
- Pero la chota que le tocó en suerte... sin fuerza, ni cuernos.
- ¡Era un utrero!.
- ¿Utrero? Anda ya... Debía de llevar usted puestas unas lentes de aumento... Aunque debo de reconocer que, pasando por alto lo del ganado, estuvo bien y dejó gotas de la torería que siempre tuvo. Estuvo más que digno.
- Que estamos en Navidad, don Pepe... Bebamos tranquilos y en paz que ya tendremos tiempo, en la temporada que se avecina, para debatir sobre nuestras discrepancias, además, después de la temporada tan decepcionante de las ganaderías de su predilección, espero que no tarde en darse cuenta de su error, porque esos toros, los que a usted le gustan, no sirven para hacer el toreo artístico, espero que...
- Pare el carro, don José, que solicita la paz navideña y me lanza un directo al mentón con esa diatriba sobre los toros ilidiables que me gustan. En primer lugar, no son ilidiables, sólo que para torearlos se necesitan toreros que hagan honor al nombre de su profesión y, además de conocimientos, tengan vergüenza torera y honradez profesional, y de esos cada vez quedan menos en el escalafón. La pantomima que a usted le pirra, sera más o menos bonita y estará mejor o peor ejecutada, pero nunca tendrá la importancia de lo que se le hace a un toro íntegro y de verdad. Y en...
- No pretendía yo una reacción así de su parte, pero...
- Pero es que usted, tan educado como parece, siempre está tocándome las p...
- Vale, vale. Bebamos en paz. Que nos saquen otra botellita... y unas gambas.
- Y que dirá su hija cuando lo vea entrar por la puerta en condiciones poco...
- Deje a mi hija en paz, que ya me las arreglaré yo con ella. Lo que deberíamos hacer, don Pepe, como el año pasado por estas fechas, es felicitar, en estas entrañables fiestas, a nuestros lectores.
- Tiene razón, don José: felices fiestas, que el 2009 sea venturoso para todos y que, si un año más, no nos toca la lotería, hayamos tenido la suerte de llegar a ese día con salud.
- Me adhiero íntegramente a sus palabras, don Pepe. Felicidad y salud para todos.
- Se acuerda usted de aquel villancico... ¿Cómo decía?... algo del chocolate, el molinillo y su anafre...
- ¡Sí! Ya me acuerdo. ¿Cómo empezaba? Lo interpretamos con la Coral del Club... ¡Ya! Ya lo recuerdo, don Pepe. Cante conmigo que seguro que en cuanto empiece se acuerda de tirón...
Hacia Belén va una burra, rin rin,
yo me remendaba, yo me remendé,
yo me eche un remiendo, yo me lo quite,
cargada de chocolate...
yo me remendaba, yo me remendé,
yo me eche un remiendo, yo me lo quite,
cargada de chocolate...
Feliz Navidad, Mariano :)
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