De este dato me enteré después, a lo largo de su actuación. Nunca antes había oído hablar de él, ni sabía de su existencia. Yo me esperaba lo típico, un joven atenazado por la responsabilidad que intentaría no quedar mal en situación de tanto compromiso, pero quién se estaba preparando para recibir al octavo novillo de la tarde era todo un señor, un señor perfectamente vestido de negro, con pronunciadas entradas en la frente y con un rostro que denunciaba máxima tranquilidad. En esos momentos, casi tres horas después del comienzo, el frío ya era intenso, algunos se habían marchado hacía rato y el resto, los que quedábamos, estábamos de pie, con una especie de baile da San Vito, o apurando el último rayo de sol que se colaba por la cubierta. Pero faltaba por venir lo mejor, y como si de una recompensa por nuestra resistencia al frío se tratara, íbamos a ser premiados con el milagro del toreo.
Entre unas cosas y otras, cuando nos quisimos dimos cuenta, habían pasado primer y segundo tercio y Pepe Mayor requería la presencia de Raúl Aranda en el ruedo para brindarle la muerte del último novillo de la mañana. El utrero, de la ganadería navarra de "Santa Fe Martón", era bravo, noble, pronto y claro por la derecha y algo incierto por la izquierda. El novillero lo tenía claro desde el primer momento. Despacio, parsimoniosamente, fue acercándose hacia el novillo, lo citó de largo, acudió y Pepe Mayor empezó a torear. Fueron cuatro o cinco tandas por la derecha de categoría: Citando largo en el prime pase, cargando la suerte cuando el novillo ya había comenzado el viaje, llevándolo largo y atrás para poder ligar cuatro o cinco pases sin agobios y rematar con el de pecho, y siempre limpios, templados, sin dejarse tocar el engaño, y ligados. Fueron varias tandas de ensueño, seguramente como las que tantas veces habrá soñado nuestro protagonista, o las que tantos aficionados añoran por la escasez con que se producen estos eventos en la actualidad. Entre serie y serie el torero andaba relajado, tranquilo, despacio, gustándose y avanzando lentamente, buscando la distancia adecuada para citar a su oponente para una nueva tanda de muletazos. Fueron cuatro o cinco series buenas, de las de verdad.
Lo intentó por la izquierda y, sin dudarlo, desistió rápidamente, el novillo se quedaba corto y buscaba. Volvió a la mano derecha pero el novillo ya había cambiado, la faena ya estaba terminada y el novillero desbordado por la emoción. Doblones de calidad y un adorno gracioso para salir airoso de un momento de apuro. En el momento de entrar a matar el novillo se le arrancó de improviso, dudo... pero aguantó y cogió una estocada al encuentro en buen sitio que hizo rodar al novillo sin puntilla. Dos orejas, que se guardo para sí mismo, fueron el premio que consiguió, pero seguro que para él, para Pepe Mayor, el mayor premio consistió en haber hecho realidad un sueño. Su cara, durante la vuelta al ruedo, así lo revelaba.
Nota: Este vídeo, grabado y producido por "LcbTV", recoge la gran faena realizada por el novillero Pepe Mayor al último utrero del Festival celebrado en la Plaza de Toros de "La Misericordia", de Zaragoza, el pasado 14 de diciembre de 2008.
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