La cosa está muy clarita, y a los datos me remito. Y no quiero ser pesado enumerando una lista interminable, tan sólo recordar, por ejemplo, lo ocurrido recientemente en la plaza de “La Glorieta” de Salamanca. Todos, los tres espadas y el mayoral, a hombros… rotundo éxito… y el personal que asistió al festejo, tan contento. En algunas crónicas del día, las más críticas, se resaltaba que la suerte de varas había sido inexistente, en otras, ni lo mencionaban, como casi siempre ocurre… por eso, desengáñense los aficionados nostálgicos, la suerte de varas es algo trasnochado que en estos momentos no cumple la función para la que fue creada, es algo de otros tiempos y de otros toros.
Porque aquí esta el quid de la cuestión. No trata esta perorata de justificar la supresión de esta suerte por simple capricho o por razones de estética o refinamiento, sino porque el toro que sale al ruedo en estos momentos ya no necesita del tercio de varas para ahormar su embestida, ya sale ahormado, acondicionado a las necesidades del toreo moderno desde los chiqueros, es más, ya vienen así de fábrica. Y no vean en estas palabras crítica alguna a las condiciones y características del toro actual sino todo lo contrario (ya escribí en este mismo Blog, gracias a la generosidad de don Pepe y don José, un artículo muchos más atrevido sobre esta temática bajo el título de "El toro clonado").
En mi condición de científico jubilado puedo afirmar que los avances de la ingeniería genética han sido enormes en las últimas décadas y están posibilitando la selección del ganado, científicamente, desde el momento mismo de la inseminación de las vacas. Es un paso de gigante que nos llevará, como todos los avances de la ciencia, a un nuevo estadio, a una nueva época de la tauromaquia, seguramente a una nueva edad de oro, aunque los viejos aficionados se lleven las manos a la cabeza y se resistan a aceptar los avances de la ciencia, pero la ciencia, en su avance, es implacable y, tarde o temprano, se impondrán sus razones y sus frutos.
Los nuevos aficionados van a las plazas de toros con otros objetivos, con otras miras, con una sensibilidad mucho más acusada y selecta que el aficionado tradicional. Desarraigados del medio rural en el que vivían sus antepasados, alejados, por tanto, del contacto diario con los animales que tenían sus ancestros, están mucho más preparados para saborear el arte de una faena que las cualidades del animal para la lidia. No comprenden la inutilidad de someter al toro a un castigo innecesario pues ya sale acondicionado de los chiqueros. Antes, cuando los toros tenían poder, podría estar justificada esta suerte, pero en la actualidad no tiene sentido, es más, por su imposición reglamentaria, para lo único que sirve es para inutilizar a los toros para el resto de los tercios, con lo cual, la mayoría de las veces, es contraproducente para el espectáculo, va en contra del nuevo sentido que esta cobrando la Fiesta. La nueva época que se abre para la tauromaquia, con el nuevo toro que nos trae la ciencia, puede elevar el arte del toreo a sus más altas cimas, pero en ese camino, inevitablemente, se ira quedando lo accesorio, y unos de los primeros perjudicados serán, ya lo verán ustedes, los hombres del castoreño.
Desengáñense los aficionados antiguos, la Fiesta está cambiando al ritmo que impone el toro, los que ahora se crían llegan a la plaza con la dosis de fuerza y nobleza justas para la interpretación del toreo moderno. Los picadores quizás sean necesarios para limar las asperezas que la ciencia todavía no ha resuelto, pero la mayoría de las veces su concurso no es pertinente, quizás, como un primer paso hacía su total desaparición, y mientras la ciencia ajusta sus pequeños desajustes, pudieran estar presentes en la función pero sin la obligatoriedad de intervenir, que tan sólo lo hicieran a requerimiento de su matador. Podría ser un primer paso que nos habituara a la nueva situación y nos acercara hacia el objetivo que se vislumbra a medio plazo en el horizonte de la nueva tauromaquia.
No hay que tener miedo al futuro, la evolución de la tauromaquia, desde que hace más de doscientos años se empezó a seleccionar ganado para las corridas de a pie, ha girado en torno a la forma de hacer la selección del toro y los medios utilizados para ello. Todo avance fue contestado, en su momento, por los viejos aficionados que se oponían a las nuevas formas. Si Joselito y Belmonte fueron declarados herejes por los viejos aficionados de hace un siglo, ahora son considerados modelo para los que se oponen a la lógica evolución del toreo del siglo XXI, pero el tiempo seguirá implacable su camino y, dentro de un siglo, los que ahora son declarados herejes serán modelo. Así de caprichosa es la rueda del tiempo, por lo tanto, y centrándonos en lo concreto de este artículo: ¿Por qué no ser sinceros con nosotros mismos y reconocer la inutilidad de mantener en el ruedo, con el alargamiento de tiempo que supone para el espectáculo, además del aumento de los gastos que conlleva, a los picadores? ¿Por qué mantener en activo un elemento que la mayoría de las veces sólo sirve para inutilizar y estropear el toro para el momento artístico de la faena muleta? ¿No es lógico que si ya no se necesita su concurso desaparezcan de las cuadrillas?
Nota: Agradecer de nuevo a don Pepe y don José la cesión de una parte de su espacio taurino en la red para poder expresar libremente mis pensamientos. Sé que no estarán muy de acuerdo con mis teorías, sobre todo don Pepe, mucho más anclado en el pasado que don José, ni tampoco muchos de los lectores habituales de este Blog, pero también sé que son partidarios de la libre expresión y que no se molestarán con mis palabras, están escritas con la sana intención de hacerles recapacitar, de ayudarles a que abran los ojos y se sitúen ante la fría realidad de los hechos.
Leandro Gado Más
Científico jubilado y Futurólogo taurino.
Científico jubilado y Futurólogo taurino.
Muy buenas.
ResponderEliminarMe ha gustado el comienzo, pero no el final. Por cierto, el artículo está muy bien escrito y fenomenalmente argumentado, a pesar de que no coincidamos.
Bien, yo soy aficionado, y periodista, de treinta y un años -más o menos joven-, y no creo sentirme anclado al pasado. Entiendo que la tauromaquia evolucione, pero no comparto la idea de que se suprima algo tan importante como la suerte de varas, solo porque unos cuantos ganaduros estén criando un toro tontorrón que terminará cargándose las ganaderías. Y me remito a un dato: hay infinidad de ganaderías que antes eran lidiadas por las figuras, pero que por este mismo motivo han desaparecido del mapa. Es decir, aguaron el vino de la bravura y se esfumaron. Son decenas.
A mí me están echando de las plazas por la velada supresión del tercio de varas, esa es la verdad. Me indigna, no lo puedo remediar.
Y como aficionado me apena que los taurinos corrijan la crueldad inherente a la fiesta quitando de en medio a los varilargueros. A esa hipotética corrida de toros que usted presagia yo no iré; me habrán echado.
No le digo que no sea posible, por tanto, su predicción. Lo que no comparto es su resignación y el que hable de aficionados anclados en el pasado y aficionados que miran al futuro. Creo, sinceramente, que quien se sienta aficionado de verdad sabe que hay ciertas reglas y esencias que han de respetarse, más allá de que puedan cambiar elementos accesorios, el aspecto y comodidad de las plazas, la informatización del espectáculo, etc.
Una de las cosas más interesantes del toreo es su anacronismo. Debemos sentirnos orgullosos por ello.
Un saludo,
Alberto Gutiérrez
Tengo 29 años, no soy ya un juvenzuelo pero no puedo considerarme un aficionado anacrónico. Veo toros desde que tengo uso de razón, eso sí.
ResponderEliminarEl toro es y ha de ser, si queremos mantener vivo este Arte el eje de la Fiesta. Al toro bravo se le ve de verdad en el tercio de varas. No hay otra, todo lo demás es mentira.
Los aficionados hemos de luchar porque se mantenga este ritual, hemos de pedir que salga el toro de verdad a la plaza y no el borrego actual.
Hemos de pedir un tercio de varas digno y reglamentario. El peso y tamaño de los caballos de picar esta estipulado y no hay NINGUNA plaza del mundo que lo respete y ningún presidente, desde lo que pasó con Montoliu, que lo sancione...
No podemos ser cómplices de la perversión que los taurinos están llevando a la fiesta si no nosotros estaremos siendo cómplices de su final.
Http://terciodevaras.blogspot.com
La cuestión, no es que estemos de acuerdo en la supresión de la suerte de varas. Eso es una completa aberración, y deduzco que el autor del artículo no está en esta sintonía. Hoy estamos viendo los frutos de la selección del toro de lidia basándose no en el comportamiento de las vacas en el caballo sino en la muleta. Pero el autor del artículo expone un "futurible" cuyos inicios estamos viendo. ¿En qué se ha convertido el primer tercio? Pues, las más de las veces en una pantomima o en una infame e impune masacre. Esa es la realidad, y los defensores de la "fiesta posmoderna" no solo quieren suprimir al picador (saben que hay intentos de suplantarlo por algo parecido al rejoneo, al menos un "ilustre juntapalabras" , de gran audiencia, andaluz así lo ha manifestado y defendido en público). En NINGUN reglamento vigente se ha hecho la más mínima reforma de la suerte de varas para dignificarla y devolverle su importancia. Y lo más grave es que también andan con la idea de suprimir la suerte suprema, en la que se basa la ética de las corridas de toros. Quieren otra cosa (recuerdo la corrida de Távora y otros inventos similares). Esta es la realidad y ¿cuantos aficionados somos para impedirlo? El público que acude a las plazas se lo tragará todo, pues no posee el conocimiento suficiente y, por tanto, no tiene criterio para exigir e impedir el que acaben imponiéndose estas "modernidades". Y, al final, lo que digamos nosotros se la refanfinfla al taurineo y a los políticos que son los que mandan y se aprovechan de la Fiesta. Solo nos queda denunciar e informar estos "cambios" que en realidad constituyen una pavana para una Fiesta difunta.
ResponderEliminarSaludos a todos