“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

viernes, 5 de septiembre de 2008

LA DESVERGÜENZA DEL AFEITADO

Por su interés y claridad, reproduzco íntegramente un artículo publicado en la revista del “Club Cocherito de Bilbao” en el pasado mes de agosto, la firma el periodista Juan Miguel Núñez, corresponsal para asuntos taurinos de la “Agencia EFE”. El título del artículo en cuestión es es mismo con el que titulo esta entrada:

La desvergüenza del “afeitado”

“Si el ganadero corta los pitones a los toros, no es ganadero de toros de lidia, es un proveedor sin afición y sin escrúpulos. El que torea toros con los cuernos cortados no es un torero” (Gregorio Corrochano)

Es un tema tan viejo como “la Fiesta” misma. La mayor lacra del espectáculo taurino. Despreciable en todas las épocas. Una práctica denunciada a lo largo del tiempo con más o menos insistencia y contundencia, que lamentablemente no pierde vigencia. Es el fraude y la desvergüenza de lo que comúnmente se conoce por “afeitado”, o manipulación fraudulenta de las astas de los toros que se lidian en las plazas.

La gente acude a las corridas de toros atraída por su esencia de emoción, expresada ésta en el arte y el riesgo que conlleva la lidia de un bravo animal. Arte que surge de la destreza e inspiración del torero, y riesgo que es lo que conlleva la posibilidad real de que el hombre pueda ser herido por la fiera.

Espectáculo desnaturalizado

Pero resulta que no. Que se ha desnaturalizado el espectáculo hasta límites insospechados. Ahora más que nunca. Es riesgo es menor, infinitamente menor, y no sólo para las figuras según la creencia que se tiene. Porque “se afeita” prácticamente para todos.

El desmoche es generalizado, como lo prueba el ejemplo de una corrida en cuyo cartel se anunciaron los tres toreros locales y modestos en la mismísima Valencia, plaza de primera categoría, Feria de San Jaime que ahora llaman “de julio”, Toro que tocó los maderos, abierto el pitón como una brocha, incluido un ligero hilo de sangre. Algo muy lamentable.

No se diga en Burgos, donde sangraban a borbotones con uno de los toreros mediáticos pavoneándose no se de qué.

En Algeciras se lidió como corrida lo que se dice “un festival” con el hierro de una de las más cotizadas ganaderías de la modernidad. Un despropósito, o fraude (ya esta bien de eufemismos), que nace en la estrategia puramente comercial de “no limpiar” las camadas en los tres primeros años, dejando así todos los machos para cuatreños, que es como más dinero dan (ojo, dinero para el ganadero que vende el toro más caro que el novillo, y dinero para el empresario que compra el toro de una divisa de renombre a precio de saldo).

En Alicante y sobre todo en Castellón, el medio toro en todo, y notablemente quebrantado por las más que hipotética previa visita al “mueco”.

La debacle ganadera con triplete de un cotizado hierro entre las figuras marcó también en lo negativo la feria de Sevilla.

Y penúltima -de momento-, en Pamplona. Nada menos que en la pomposamente llamada “Feria del Toro”. En corrida de tres figuras en el cartel, toros bajo sospecha de afeitado. ¿Se puede más?

Interior no da listas

Hoy ejemplos sangrantes, y no son pura coincidencia las palabras, mientras la administración no sabe por donde se anda, la central y las autonómicas. Con el desbarajuste de reglamentos y competencias trasferidas o pendientes de llevar a efecto, la falta de medios o concreción de los mismos. El Laboratorio de Análisis de Astas del Ministerio del Interior, en Madrid, no conoce en la mayoría de los casos si sus informes son vinculantes para aplicar las pertinentes sanciones o simplemente tienen carácter meramente “estadístico”. De risa, vamos. O de pena.

¿Donde están las listas del Ministerio de posibles afeitadores?

Hace unos días (mediados de julio) se ha confirmado sentencias por el afeitado de dos toros en la feria de Huesca del año 2006. Parece ridículo el número, sólo dos toros, pero lo importante en este caso, como aseguró la delegación del Gobierno aragonés en Huesca al hacer pública la sentencia, es que esta decisión judicial “va a sentar precedente”, ya que la práctica totalidad de los expedientes sancionadores son rechazados por los tribunales por “defectos de forma”.

Una noticia que apenas ha tenido repercusión en la prensa. Como aquella del Corpus en Granada, allá por mayo, cuando los veterinarios echaron para atrás una corrida completa, y el ganadero se negó a sustituirla, y las figuras de turno decidieron no actuar como medida de presión.

Casi siempre los mismos. Menos Madrid, y quizás tampoco se podría hablar en términos absolutos, afeitan casi todos (ganaderos) para todos (toreros).


Las excepciones, ganaderías incorruptas

Aunque no vale hacer tabla rasa, pues afortunadamente hay también excepciones. Las ganaderías que todavía se mantienen incorruptas. Están en la mente de todos, santo y seña de la afición. Son esas divisas a las que llaman toristas, y a las que los profesionales del timo taurino tratan de descalificar adjetivándolas con los términos más crueles.

Ganaderías que en la mayoría de las figuras infundadas provocan “el síndrome de las puntas”, el miedo a la casta y a la movilidad, el pánico al toro bravo. Ganaderías que precipitan a los figurones, que no figuras, al abismo de la impotencia taurina.

La prensa también

Y por último, algo muy preocupante que incide directamente en este progresivo deterioro de lo taurino: los medios de comunicación, que han (hemos) bajado la guardia de la denuncia, facilitándoles el camino a los trasgresores. Si vivieran unos cuantos que en su día lucharon por la causa...

Repito: la culpa es de todos. Del ganadero que, en competencia desleal, quiere vender mejor que el vecino aunque éste tenga mejores toros. Del torero, que al disminuir el riesgo de su actividad está pisoteando la hombría y profesionalidad de los compañeros que torean en puntas. Del empresario que con su silencio cómplice estafa a su clientela, el público. De la Administración, que no se moja, impasible ante tanto desmán, sin llegar a buscar los culpables aplicándoles sanciones ejemplares, pues al fin y al cabo de sus organismos competentes depende la defensa de la integridad del espectáculo y de los derechos del público. Y como no, de la prensa, que no termina de comprometerse con la denuncia.

No se avanza en atajar la cuestión. Como decía al principio, “el afeitado” esta siempre de actualidad, y ahora, -aunque no se hable tanto de ello- más que nunca.

Coda: Es un artículo que podría firmar cualquier aficionado comprometido con la integridad de “la Fiesta”, pero adquiere mayor valor al ser su autor un profesional de la información taurina en ejercicio -nada menos que en la más importante agencia de noticias de nuestro país- que dispone de muchos más datos, dedicación exclusiva y un medio para expresarse diariamente. Reconociendo su valor para hablar con tanta claridad y contundencia de un tema tan espinoso como "el afeitado", y valorando positivamente la autocrítica que hace de si mismo y de sus compañeros de profesión, seguro que los aficionados agradeceríamos que, él mismo, que lo tiene tan claro, y sus compañeros de profesión, que disponen de importantes medios de comunicación en los que expresarse, en vez de bajar "la guardia de la denuncia, facilitándoles el camino a los trasgresores", los utilizaran para combatir, para denunciar, para atajar este fraude, como hicieron sus compañeros de profesión ya desaparecidos “que en su día lucharon por la causa...”. Ellos, con su poder mediático, deberían de ser la punta de lanza de esta lucha, si así fuera, los aficionados, sin dudarlo un momento, estaríamos a su lado y quizás fuera posible “avanzar en atajar la cuestión”.

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