“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

jueves, 11 de octubre de 2007

Miguel Peropadre "Cinco Villas"

Tal día como hoy, pero de hace 35 años, fue, seguramente, el día más feliz en la vida de Miguel Peropadre Gracia Cinco Villas. Ese día veía cumplidos sus sueños y se doctoraba en la plaza de toros de la Misericordia de Zaragoza como matador de toros. Francisco Rivera Paquirri fue su padrino y le cedió los trastos para estoquear un toro de Diego Puertas, Dámaso González hizo de testigo de la ceremonia.

Miguel había nacido en Ejea de los Caballeros, capital de la comarca de las Cinco Villas, de ahí su apodo, el 6 de junio de 1948. Se vistió por vez primera de luces en Zaragoza el 6 de abril de 1965, pero fue a partir de su participación en un festival celebrado en la plaza madrileña de Las Ventas, el 12 de octubre de 1968, organizado por la Casa de Aragón en la capital para conmemorar el día de su patrona, cuando su nombre empezó a circular por los ambientes taurinos.

Se presentó en Madrid vestido de luces el día de su confirmación, el 7 de julio de 1974, con toros de Charco Blanco. Marcelino Librero El Marcelino, en presencia de Raúl Sánchez, le cedió el toro Tinojillo, nº 10, negro zaíno y con 565 kilos de peso. No tuvo suerte, el encierro fue duro y Miguel no estuvo acertado con los aceros, escuchó un aviso en su primero y dos en el que cerró el festejo.

La tarde del 13 de octubre de 1982 fue la última vez que Cinco Villas actuó vestido de luces en la plaza de la Misericordia, los toros fueron de Luís Albarrán y compartió cartel con el portugués Victor Mendes y el turolense, de Utrillas, Justo Benítez. Ese día su labor fue aplaudida en los dos toros que lidió.

La mala suerte que le acompañó en su vida taurina le tenía reservada una fatal jugada en el cruce de N II de Bujaraloz. Era el 9 de agosto de 1983 y volvía, en su automóvil, de la localidad zaragozana de Maella, en donde había participado en un festival.

Tiempo habrá de hablar más de Cinco Villas en sucesivas entradas, pero aquí, a vuela pluma, en recuerdo de ese día que debió de ser uno de los más felices de su vida, quiero dejar constancia de su honradez en los ruedos y fuera de ellos y que, tanto ante el toro, como ante la vida, no sabía mentir. Fue un torero modesto si lo analizamos desde las cifras y los triunfos, pero cuando se presentaba la ocasión toreaba de verdad y toreaba bien, yo lo he visto y puedo dar fe de ello, pero cuando las cosas venían mal dadas no sabía disimular.

Para finalizar este modesto recuerdo quiero dejar escrito que Miguel Peropadre Gracia Cinco Villas, al que conocía personalmente, fue, ante todo, una persona buena.

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