“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

jueves, 4 de octubre de 2007

La Plataforma y la Feria Taurina de Zaragoza

Este año la Feria Taurina de Zaragoza tiene un interés especial para los aficionados zaragozanos, sobre todos para los agrupados en la Plataforma.
Pero antes de seguir es preciso echar la vista atrás, aunque sea una breve ojeada, y recordar de donde venimos. Zaragoza siempre ha sido una plaza "torista" y, según cuentan muchos de los toreros protagonistas en entrevistas y memorias, una de las más duras y con afición más exigente. Pasó el tiempo y, como en el resto de plazas españolas, la crisis de los años setenta nos sumió en un socavón, con la afición diezmada por los abandonos, y la fiesta en manos de unos profesionales que, por vez primera en la historia, controlaban casi todos los resortes y hacían y deshacían a su antojo.
Fue a principios de los años noventa cuando unos cuantos aficionados empezaron a tomar conciencia de la situación; se creó la Unión de Abonados de Zaragoza, que aglutinaba a buena parte de los aficionados comprometidos y cuya sede, el maravilloso Museo Taurino de Enrique Asín, del que algún día habrá que escribir, fue una universidad de tauromaquia para muchos de los que lo frecuentábamos.
A mediados de la década se puso en marcha la Asociación CulturalLa Cabaña Brava con su fanzine El Aficionado, del que en estos días se publicará el nº 26, y la defensa de la integridad del toro como guía. Una idea muy clara acompañaba este principio, la necesaria unidad de los aficionados para exigir, con la mayor fuerza posible, una fiesta íntegra y estar vigilantes en su desarrollo.
Diez años más tarde empezó a cuajar esta idea en nuestra ciudad, se creó la Plataforma de Aficionados de la Plaza de Toros de Zaragoza con la finalidad de situar a la plaza de La Misericordia en la categoría que nunca debió perder. Unas cuantas asociaciones y peñas se pusieron de acuerdo en una serie de puntos básicos y empezaron a trabajar. Se presentaron ante las instituciones, aportaron ideas a los pliegos, se asistió a plenos que trataban sobre la plaza de toros, se mantuvo una actitud vigilante y de denuncia de los incumplimientos, se entabló contacto con los empresarios, se les comentaron nuestras inquietudes, se les hicieron sugerencias, todo ello con la educación debida pero sin renunciar a nada.
La simple idea que barajaba la Plataforma, en una feria que había llegado al deterioro tan profundo como la de Zaragoza, era la de hacer unos carteles equitativos, una mitad de “corridas comerciales”, y otra mitad de las mal denominadas “corridas toristas”. Así se le planteó al empresario y, después de muchos dimes y diretes, así ha quedado la cosa.
Han existido tensiones para formalizar los carteles, toreros que no querían ir con una determinada ganadería, los que querían estar dos tardes si se traían ellos los toros, los que en ningún momento han querido estar en ninguna de las combinaciones, los que cortaron la temporada antes de la feria…. y no se crean que los problemas para cerrar los carteles han sido en los de ganaderías supuestamente duras, a los que les tocan esos toros no tienen duda, no tienen derecho a elegir, eso o nada.
También han existido tensiones, envidias y rencores entre el mundillo taurino zaragozano, periodistas, apegaos, amigos y conocidos, incluso entre algunos sectores de aficionados. Si sale al ruedo el toro íntegro y al final podemos hacer un balance positivo todo esto no tendrá ninguna importancia, lo importante es dar un paso más hacía la consolidación de una feria seria y acorde con la categoría de la plaza, que es el principal motivo por el que se creo la herramienta de la Plataforma. Pero si la feria no alcanza las expectativas creadas, la Plataforma, como es su obligación, no debe permanecer callada, ni justificar nada, porque ninguno es el compromiso adquirido ni con la empresa, ni con las instituciones.
Lo que si es cierto, y esto ya es un paso importante, es que muchos aficionados que otros años acudían con desgana por el desolador panorama que anunciaban los carteles, están ilusionados con esta feria y acuden a ella con el ánimo redoblado.

Ojalá su ilusión se vea recompensada con la emoción.

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