En el último párrafo de la noticia publicada recientemente en la Web de Radio Huesca, dando cuenta de la sentencia en firme por afeitado de dos toros lidiados en la Feria de Huesca de 2006 -los días 9 y 10 de agosto- correspondientes a las ganaderías de González Sánchez Dalp y María José Barral, y que -¡vaya casualidad!- les tocaron en suerte, y en el sorteo, a dos toreros de los considerados “figuras”, Julián López “El Juli” y Francisco Rivera Ordóñez, aparece una frase, atribuida al Presidente de la Plaza de Toros de Huesca, don Antonio Riva, demoledora, una de esas frases que, por la autoridad de quién la dice y la contundencia con que la dice, se acerca mucho, pero muy mucho, a la verdad, a la realidad de lo que ocurre cotidianamente con el fraude del afeitado, nos dice el usía: “Además, como quiera que los toros tienen que ser sorteados, es práctica habitual el que estén afeitadas todas las reses de esos dos días, aunque eso es algo que a día de hoy es imposible demostrar”.
Esta frase nos pone ante la lógica de los taurinos profesionales en este asunto del afeitado, ellos lo llaman, no sin cierta sorna, “humanizar la corrida”, y su forma de pensar no se debe apartar mucho de lo que nos podemos imaginar: Ante la duda, y como existe la impunidad más absoluta, “café para todos”, así no hay problema en el sorteo y todos contentos, y aún existe otra razón, esta de tipo estético, no menos importante, pues si es de buen ganadero presentar las corridas igualadas y rematadas, que así sea, no van a salir unos afeitados y otros sin afeitar, afearían el conjunto y se notaría demasiado, así que, todos bien igualados, todos bien afeitados, al fin y al cabo, al público de Feria, borracho y a figurar como va, poco le importa la presentación del ganado, con un par de alardes y un montón de orejas que concederá el presidente para no complicarse la vida, todo el mundo contento.
Para mantener la impunidad con la que cuentan, para cometer todas las tropelías que cometen sin ser sancionados, para que ese sistema del fraude siga funcionando en el planeta taurino, muchos tienen que trabajar en la dirección marcada por los profesionales del toro, cada uno desde su puesto debe servir a los intereses del negocio, negocio del que, seguramente, también sacan beneficios; unos, en los despachos, subastando las plazas al mejor postor, sin preocuparse por el contenido ni las condiciones de los pliegos; otros, en la plaza, haciendo la vista gorda, tanto en los reconocimientos, como en el desarrollo de la lidia; y otros más, justificando lo injustificable y poniendo sus medios de comunicación, en vez de al servicio de la información, al servicio de la propaganda. En estos pilares, ajenos, en principio, al negocio taurino y que, por sus particularidades, deberían defender unos intereses bien distintos de los que defienden, se asienta el poder de los taurinos, en ellos tienen enredadas las raíces que los mantienen vivos, que les suministran sabia nueva y les facilitan sus negocios.
Para sanear esta Fiesta es preciso que esas raíces que corrompen sus cimientos, y que amenazan con destruir todo el edificio de la Tauromaquia, sean cortadas y erradicadas de forma contundente. De los periodistas no pido nada porque ellos sabrán lo que hacen con sus medios, al fin y al cabo no deja de ser un negocio privado y su política empresarial puede ir enfocada a la información o la propaganda, los lectores serán los que darán credibilidad o no a sus noticias. Pero de los políticos, y de los que de ellos dependen en los despachos y en la plaza, si que puedo, y debo pedir como votante, consumidor y aficionado, su compromiso de que el espectáculo que se ofrezca sea íntegro y auténtico, y para que así ocurra, que se tomen las medidas oportunas con antelación, que para eso han sido elegidos y colocados en esos puestos: que se elaboren los pliegos con cabeza y proyección de futuro, que se extremen las medidas de control para su cumplimiento, que se vigile el fraude en los reconocimientos veterinarios, que se desarrolle la lidia ordenadamente y de forma reglamentaria. Con esto bastaría para que el futuro de la Fiesta comenzara a cambiar, y está en la mano de los políticos poder hacerlo… si tienen voluntad.
Si se quiere se puede, aunque solo sea un pequeño paso, mínimo, casi insignificante, como el dado por la Delegación Territorial de la DGA en Huesca, en el pleito por afeitado que ha ganado en los tribunales. Lo de menos son las sanciones, que son ridículas, y la clara sospecha de que los ganaderos no afeitaron por iniciativa propia, que no es poco, pero queda algo más, queda una sentencia en firme y, como dice el comunicado suministrado por Radio Huesca en otro de sus párrafos: “La sentencia puede marcar jurisprudencia, ya que la mayoría de estos casos son echados abajo por defecto de forma”. Ojalá que así sea y que a partir de ahora sea más fácil condenar, con todas la de la ley, a los defraudadores.
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