- ¡Pero, por Dios! Buenas tardes, don Pepe… ¿Qué hace usted por Pamplona…?
- Buenas tardes, don José… ¿Y usted…?
- Estamos en casa de unos primos segundos de mi señora que viven aquí. Mantenemos una buena relación y, aprovechando San Fermín, solemos venir a pasar unos días de las fiestas. Desde hace unos años lo tenemos establecido por costumbre, para El Pilar nos hacen devolución de la visita. Pero… y usted, ¿cómo es qué se ha dejado caer por aquí?
- Cogí plaza, y entrada, en un viaje con los amigos. Siempre me han gustado estas fiestas, por la parte de mi pueblo siempre ha existido una relación muy estrecha con San Fermín y muchos hemos sido los que hemos venido a pasar unos días de jarana en nuestra juventud, recuerdo que en aquellos años…
- Déjese usted de nostalgias y viva el presente, don Pepe. Sea positivo. Además, y fíjese usted que casualidad, en estos momentos me estaba acordando de usted.
- Y… a que fin.
- Al salir de los toros le estaba comentando a mi primo que si un amigo mío, refiriéndome a usted, hubiera presenciado la corrida de hoy habría salido echando chispas… ¿Tengo razón o no…? Porque supongo que habrá ido usted a los toros.
- Por supuesto, don José. ¡Claro que he ido a los toros! Era una cartel que me gustaba y esa ha sido una de las razones del viaje y, por supuesto también, que tiene usted más razón que un santo para suponer que he salido algo contrariado, por decirlo de una manera suave y educada en respeto a la compañía, de la corrida. ¡Vaya corrida de m…!
- Don Pepe, no lo estropee ahora.
- Porque no me negará usted, don José, que la corrida de Fuente Ymbro ha sido decepcionante. Ninguno de los toros ha tenido ni pizca de fuerza, han rallado la invalidez y, lo que es más preocupante, han dado claras muestras de descastamiento. No han empujado ninguno en el caballo, han salido de la suerte sueltos, desentendiéndose de la pelea, y han llegado a la muleta, los que han tenido un soplo más de fuerza, nobles, sosos y aborregados.
- No sea exagerado, hoy ha habido toros que, cuidándolos y llevándolos a media altura, han servido para la muleta. Tres por lo menos, la mitad, han dado un juego noblón muy apropiado para el arte de los tres toreros, tres figuras, que hoy estaban acartelados. No ha sido una tarde redonda, lo reconozco, pero ha habido detalles más que suficientes para salir contento…
- ¡De ver esta moruchada…!
- ¡Y dale que te pego! Sea usted objetivo, don Pepe. El Cid ha estado bien en su primero, le han concedido una oreja, y voluntarioso en el segundo; Castella ha dejado detalles a lo largo de toda la tarde; y Perera… ¡Perera ha estado cumbre con el sexto!
- Cumbre en el arte de comer bombones, que es lo que era el sexto toro, un bombón.
- No diga tonterías, don Pepe, y quítese la venda de los ojos. La faena de Perera al sexto toro ha sido rotunda. Hacía mucho tiempo que no veía torear tan bien y plantear una faena de forma tan maciza y con tanto fundamento, y la estocada hasta la bola, como se rematan las buenas faenas.
- Aunque un poco, demasiado, trasera y baja. Como se rematan las buenas faenas actualmente… hasta la bola, trasera y baja.
- Es usted la monda…
- Y si hablamos de toros, de los que usted ni se acuerda, y no debería de olvidar que son la materia prima necesaria e insustituible de esta fiesta, le tengo que decir que en esta corrida, de una ganadería tan prestigiosa como Fuente Ymbro, de la que esperamos toros con poder, bravura y casta; ni tuvieron ni de lo primero, pues todos fueron flojos, demasiado flojos, rayando la invalidez; ni de lo segundo, pues no vimos ninguna pelea en varas digna de mención, más bien al contrario, la tónica de toda la corrida fue una vara sin empujar mucho y un picotazo de trámite; ni de lo tercero, pues los toros que llegaron a la muleta con algo de fuerza ofrecieron un comportamiento mucho más cercano al del toro comercial, aborregado y dócil, que tanta demanda tiene en la actualidad y que no era, precisamente, el comportamiento que esperábamos de esta ganadería. Como le decía anteriormente, una corrida decepcionante.
- Bueno, bueno… dejémonos de debates, que ya nos conocemos, y si ustedes quieren, don Pepe y la compañía, tomamos un vinito juntos y brindamos por San Fermín.
- Sea.
- Y hablando de otras cosas, don Pepe. ¿Se acuerda usted de ese pasodoble-jota, que fue tan famoso en nuestros tiempos mozos, y que hace poco hemos publicado en nuestra sección CANCIONERO?
- Ahora es a usted al que le ataca la nostalgia, don José...
- Quite, quite... no diga sandeces... ¿Cómo empezaba?
- Era un 7 de julio cuando la vi.
- Le brillaban los ojos como el carbón.
- Pues claro que me acuerdo, don José. Anda que no la he cantado veces ni nada. "No te vayas de Navarra"... Buena... buena canción.
- ¡Si señor!
- Venga ese vino.
- ¡Viva San Fermín!
- ¡Viva!
- ¡Gora San Fermín!
- ¡Gora!
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