El primer fin de semana se lidiaron erales de ganaderías aragonesas, la del sábado 25, de los Hnos. Marcén, de procedencia Baltasar Ibán, en donde destacó un bravo novillo que permitió ver detalles de un valiente novillero colombiano, Luis Miguel Castrillón, que mereció su paso a la final. El domingo 26, una más que interesante novillada de “Los Maños”, de procedencia santacolomeña, vía Pablo Mayoral, en donde cuatro erales ofrecieron buen juego y posibilidades a los novilleros, destacando de entre todos un novillero vallisoletano, Ricardo Maldonado, que demostró cabeza y conocimiento para aplicar a sus dos oponentes, de características diferentes, dos lidias distintas, y mostrando un toreo de corte clásico, tan difícil de ver hoy en día en medio de la invasión de pegapases que nos inunda, y de otro aspirante, Juan Bellido “Chocolate”, al que podríamos encuadrar dentro del nuevo toreo que se esta implantando, despegado, citando con el pico, pasándoselo muy lejos, de abajo arriba y de dentro a fuera y cuya máxima fundamental, teorizada recientemente por los figuras del momento, de descargar la suerte para, dicen, alargar más la embestida del toro. En resumen, podemos decir que no nos aburrimos en ninguno de los dos festejos, sobre todo en el de “Los Maños” que, después de dos años lidiando buenas novilladas sin caballos en “La Misericordia”, se merecen que los podamos ver con caballos para valorar con más certeza su progresión.
Estos tres novilleros citados fueron los que se acartelaron en la final ante novillos de Mari Carmen Camacho. Imagino que los tres vendrían con ganas de dar un paso más en su carrera y demostrar que lo apuntado en su primera cita tenía continuación en la segunda. De la misma forma, los aficionados íbamos a la plaza con la ilusión prendida de ratificar lo visto. Yo, personalmente, por ver de nuevo a Ricardo Maldonado, un novillero en la línea del toreo que me gusta, el clásico, el de siempre, el de mantener los pies firmes en la arena, citar con la muleta planchada, pasarse a su oponente lo más cerca posible y llevarlo lo más atrás posible, hasta el culo, como decían los viejos revisteros.
Pues bien, nuestro gozo en un pozo. ¿Y por qué?, se preguntaran ustedes. Pues, como casi siempre, por culpa del ganado, principalmente por la invalidez de cinco de los seis que saltaron al ruedo, y por la mansedumbre y el descastamiento de todos. ¿Cómo puede ser que unos erales, casi utreros, se derrumben a las primeras de cambio? Se preguntaba acalorado un compañero de localidad. Pues así fue. Tan solo Castrillón, en el de la jota, pudo hacer algo, y a fe que lo logró al principio de la faena cuando consiguió dominar al eral que cerraba la tarde, el único que se mantenía en pie, y que en cuanto se vio podido se rajó y derivó en peligroso.
Al final, nada de nada. Las ilusiones de novilleros y aficionados por los suelos. Y yo me pregunto: ¿Tan difícil era buscar una eralada que ofreciera un mínimo juego? El año pasado así ocurrió, hasta uno de los erales de entonces fue premiado con la vuelta al ruedo y, en general, la novillada de José Vázquez mereció la aprobación de aficionados y espectadores y posibilitó el triunfo de los noveles que la torearon. ¿No podían haber traído una del mismo hierro que tan buen resultado ofreció? Hubiera sido lo justo, aunque, en el corrompido mundillo de los toros, la justicia hace mucho tiempo que anda desaparecida. En resumen, como reza el titulo, nuestro gozo en un pozo y la fiesta de mal en peor, seguramente por los intereses creados que se anteponen a la razón, la dedicación y la afición -aunque con ello se tiren piedras sobre su tejado- que se les debería exigir a todos los que se dedican a organizar funciones de toros.
Pues bien, nuestro gozo en un pozo. ¿Y por qué?, se preguntaran ustedes. Pues, como casi siempre, por culpa del ganado, principalmente por la invalidez de cinco de los seis que saltaron al ruedo, y por la mansedumbre y el descastamiento de todos. ¿Cómo puede ser que unos erales, casi utreros, se derrumben a las primeras de cambio? Se preguntaba acalorado un compañero de localidad. Pues así fue. Tan solo Castrillón, en el de la jota, pudo hacer algo, y a fe que lo logró al principio de la faena cuando consiguió dominar al eral que cerraba la tarde, el único que se mantenía en pie, y que en cuanto se vio podido se rajó y derivó en peligroso.
Al final, nada de nada. Las ilusiones de novilleros y aficionados por los suelos. Y yo me pregunto: ¿Tan difícil era buscar una eralada que ofreciera un mínimo juego? El año pasado así ocurrió, hasta uno de los erales de entonces fue premiado con la vuelta al ruedo y, en general, la novillada de José Vázquez mereció la aprobación de aficionados y espectadores y posibilitó el triunfo de los noveles que la torearon. ¿No podían haber traído una del mismo hierro que tan buen resultado ofreció? Hubiera sido lo justo, aunque, en el corrompido mundillo de los toros, la justicia hace mucho tiempo que anda desaparecida. En resumen, como reza el titulo, nuestro gozo en un pozo y la fiesta de mal en peor, seguramente por los intereses creados que se anteponen a la razón, la dedicación y la afición -aunque con ello se tiren piedras sobre su tejado- que se les debería exigir a todos los que se dedican a organizar funciones de toros.
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