Y si eso no es así, necesariamente tendremos que pensar que las dos decisiones -la prohibición de una y el blindaje de la otra- son de carácter político e identitario, lo que nos conduce a una peligrosa pendiente hacia una sociedad dirigida, controlada y con un serio recorte de libertades que se sitúa en la senda de regímenes del pasado que no quisiera recordar. Aunque no creo que llegue tan lejos la cosa y se quede en simple oportunismo político. No hay que olvidar que en las comarcas en donde se celebran “correbous” ambas fuerzas nacionalistas tienen un buen granero de votos que no es cosa de perder. El problema es que este oportunismo político también conlleva graves contradicciones, pues si se declara a los toros en la calle de interés catalán porque forma parte de sus tradiciones, no se entiende porque se niega esta condición a las corridas de toros, tradición que se remonta en Cataluña al siglo XII, como se puede comprobar en uno de los más viejos documentos conservados con referencia a los toros fechado, concretamente, en el año 1128, cuando el Conde Barcelona, Ramón Berenguer III, encargó una corrida de toros para celebrar la boda de su hija Berenguela con el rey de Castilla y León, Alfonso VII. Pero es que además, cuando las corridas a pie se reglamentaron a finales del siglo XVII, Barcelona fue una de las plazas fuertes, llegando a tener, a comienzos del siglo XX, hasta tres plazas de toros en funcionamiento. No se puede negar, con la frivolidad e hipocresía con que lo hacen los dirigentes nacionalistas catalanes, que Cataluña no tiene una tradición taurina tan profunda, o incluso más, que el resto de comunidades españolas.
Lo que queda meridianamente claro, después del blindaje de los “correbous” por el Parlamento catalán, es que la prohibición de las corridas de toros en Cataluña poco tiene que ver con las tesis animalistas que ardorosamente defendieron los nacionalistas en julio, y sí con el oportunismo político a corto y medio plazo. No debemos olvidar, entre otras cosas, que las próximas elecciones catalanas se celebraran dentro de dos meses. Lo grave de estos políticos nacionalistas, su corteza de miras, es que no les importa renegar de su propia historia y de sus propias tradiciones cuando pueden ser lesivas para sus intereses electorales. La Fiesta de los Toros no tiene patria, es internacional, y desprenderse de la misma como una forma de alejarse de España es un error que, con el tiempo, los historiadores tendrán que subsanar. Es una paradoja que los catalanes del norte, los que viven al otro lado de los Pirineos, reclaman su catalanidad, entre otras cosas, por la tradición taurina que defienden. ¿Quién lo entiende? Si cuando adoptaron la decisión de prohibir las corridas de toros en Cataluña, hace dos meses, no estaba suficientemente clara la intención política de la medida, ahora, después del blindaje de los "correbous", no caben dudas de ello. En resumidas cuentas, como reza el título de esta entrada: A los políticos nacionalistas catalanes se les ve el plumero.
to una berguensa de lo politicuchio ezon de la fri catalonian que no zaven casé pa que lo fisionao tengan la livertá de hí a la plasa pa bé la suvrimen faena de jozé tomá y larsante de la puevra,,,que hagco de paí!!!de dirtadore y canaya!!
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