Vergonzoso ha sido el ganado de “La Campana” que ha deambulado por el Coso de “La Misericordia” en la primera corrida de ¿toros? de la Feria del Pilar 2009. Anovillados y con la edad en el límite de lo permitido (casi todos los lidiados en la novillada que abría feria tenían más cuajo, mucho más poder y una edad similar, pues tan solo existía una diferencia de un par de meses entre los novillos de ayer y los toros de hoy); inválidos hasta el punto de querer embestir y no poder mover el escaso esqueleto que lucían, a pesar de que a cuatro de los titulares no les han hecho sangre los picadores, como vulgarmente se dice, ni para una análisis, cosa de la que hablaremos más adelante; y bobalicones en las pocas arrancadas que han tenido, y más si tenemos en cuenta que a ninguno se le ha obligado en la lidia por parte de los matadores de turno, pues esa es otra de las características de esta nueva tauromaquia del toreo hacia fuera y por alto que, según algunos críticos del momento, es el nuevo clasicismo. De los toros poco más se puede decir, acaso que tal era su invalidez y falta de fuerzas que no han “servido” -abonimable palabra del taurinismo andante- ni para realizar el nuevo toreo de acompañamiento que pretenden imponernos como norma clásica en este principio del siglo XXI. Tan sólo decir que, cuando ya la paciencia del público estaba a punto de terminarse, y uno de los febles toros ha rodado por los suelos después de tropezarse con el caballo -el 5º- y el presidente, del que hablaremos más adelante, ha considerado oportuno su devolución, ha salido como sobrero un TORO (lo pongo con mayúsculas para diferenciarlo de los otros) de Abilio Hernández y… lo han matado en el caballo.
Vergonzoso es el papel que juegan los picadores en esta nueva tauromaquia, porque hoy en Zaragoza hemos podido comprobar la inutilidad y la utilidad de los picadores en las corridas modernas. Inutilidad en cuatro de los cinco del hierro titular pues, como apuntábamos anteriormente, no han sido picados. Han entrado al caballo pero no han sido castigados, incluso ha habido dos -y eso que tenían capas claras en donde resalta más la sangre- que no les han atravesado ni la piel y han sangrado más con las banderillas que con la pica. Lo normal ha sido un ligero picotazo en el primer encuentro levantando rápidamente la puya y dejando al toro romanear en el peto del caballo, y un segundo inexistente, simulando la suerte pero sin apretar nada. Para esto más valdría eliminar definitivamente la suerte de picar, se ahorraría tiempo y dinero. Los toros salen tan débiles e inválidos de los chiqueros que esta suerte es algo superfluo y sin sentido. Pero también hablábamos al comienzo de este párrafo de utilidad, y eso ha quedado demostrado en el sobrero que se ha corrido como 5º bis. Un toro con cara de toro y cinco años y medio que no ha querido ni ver su matador, Matías Tejela, que ha consentido que su picador lo dejara para el arrastre en una primera vara demoledora, barrenando e interminable, en la paletilla izquierda. Por si fuera poco, en la segunda, con el toro ya renqueante, ha vuelto a machacar en el mismo lugar. El toro, que ha empujado con fijeza y metiendola cara, ha quedado para el arrastre. Por si eso fuera poco, el torero -pues en este caso el matador ha sido el picador- ha obligado al animal por bajo y lo ha tirado unas cuantas veces antes de finiquitarlo del todo. Este es el triste y doble cometido de la suerte de varas en la actualidad: fingirla cuando el toro no puede, o aplicarla en toda su brutalidad cuando el toro tiene poder. Pero no debemos olvidar que los picadores son unos simples empleados a las ordenes de sus matadores y, por tanto, la responsabilidad del vergonzoso trabajo que desempeñan debe recaer sobre ellos... pues para ellos trabajan.
Vergonzoso es también, -y mucho, pues su obligación es evitar el fraude y garantizar la autenticidad del espectáculo- el papel que han jugado en el día de hoy el presidente, Sr. Bentué, y los veterinarios antes y durante toda corrida. Para empezar porque al menos cuatro toros de los que han saltado al ruedo de “La Misericordia” nunca debieron haberlo hecho. Es más, cuando he llegado a la plaza me han comentado aficionados -acreditados con la autorización que posibilita el reglamento aragonés- que han estado presentes en el reconocimiento de la mañana, que cuatro de los toros presentados han sido rechazados y luego, por esas cosas de los taurinos y bajo responsabilidad del presidente, repescados. Pero es que luego, en el ruedo, al menos tres debieron de ser devueltos pues, aunque de cabezas pudieron pasar, quedó demostrado que eran totalmente inválidos y, aún sin picar y sin obligarles los matadores a lo largo del simulacro de lidia, se pararon por falta de fuerzas para mover su escuálido esqueleto a las primeras de cambio, quedándose la faena en un aburrido e interminable “quiero y no puedo”. Si la vergonzosa actitud que han demostrado hoy los veterinarios y, fundamentalmente, el presidente sigue a lo largo de toda la feria... apañados vamos.
“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
sábado, 10 de octubre de 2009
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