Antes de juzgar a los novilleros que se anunciaron con la novillada de “Prieto de la Cal” en Zaragoza, el pasado 2 de mayo, es preciso hacer alguna consideración. La primera y principal es tener en cuenta la dificultad de lidiar un ganado al que no están acostumbrados ni estos, ni ninguno de los novilleros ni toreros del escalafón porque no quieren ni verles la cara a los animales de este encaste histórico. Pero esto no sólo sucede con los toros veragüeños que se crían en “La Ruiza”, ocurre con otros muchos encastes que están desaparecidos o condenados a su desaparición por la negativa de los matadores de uno y otro escalafón a anunciarse con ellos. Todos quieren el "toro bobo" que no moleste y que se deje. De esta forma se va perdiendo, a pasos agigantados, la riqueza de encastes que daban un juego diferente y hacían de la lidia una ecuación completamente distinta si se trababa de una u otra ganadería la anunciada.
En las escasas veces que se anuncian toros distintos de los “domecq” o sucedáneos habituales, porque todavía quedan algunos aficionados “románticos” -como los denomina de forma despectiva el primer empresario del orbe taurino que atiende al nombre de Manuel Martínez Erice y que, junto a su padre, es la cabeza visible de la que se supone primera plaza del mundo, Madrid- que los exigen, los que consienten anunciarse con ellos para matarlos son los que menos torean, los más inexpertos, los que no tienen otra alternativa si todavía siguen soñando con ser toreros y vivir de esto. Es, justamente, lo contrario de lo que debería ser, pues los diestros más cotizados, los catalogados como “figuras”, los que más torean y, por lo tanto, más experiencia y recursos deberían tener, tendrían que ser los que, para mantener su cotización y su puesto de privilegio, matasen los toros más difíciles y complicados. Pero no, es el mundo al revés. Es, y vuelvo a utilizar un símil deportivo, como si para ganar la liga del fútbol los rivales del Madrid y el Barcelona, los dos equipos más poderosos de nuestro país, se enfrentaran con equipos de tercera división. ¿Qué mérito tendría esto?
Pues en el extraño planeta de los toros ocurre esto. Hay “figuras” que no han visto, ni verán, un toro que no sea de la especie del “toro colaborador” en toda su carrera. Pero es que hasta los novilleros modestos, como el francés Thomas Joubert que, según leo en la web de los Aficionados de Parentis en Born, después de ver el juego de la novillada de Prieto de la Cal en Zaragoza celebrada el pasado 2 de mayo, se borra del cartel con novillos de esta ganadería que se celebrará en esta localidad francesa en su próxima feria de agosto. No es que sea un hecho aislado, otros que van con vitola y proyección de “figurilla”, como Juan del Álamo, lo vienen haciendo con asiduidad. Así, mal vamos y peor futuro le espera a la Fiesta. Es el modelo que quieren imponer los taurinos y lo mejor es ahogar a las ganaderías que todavía mantienen encastes que, porque todavía conservan sangre brava en su dehesas, pueden crear problemas a los que las toreen.
Llegados a este punto, reconocer en primer lugar el gesto de los toreros que se ponen delante de estos toros porque ellos son los que mantienen viva la llama de la tauromaquia de siempre, la de la lidia y la emoción. Ellos son los verdaderos héroes de la Fiesta, aunque por la injusticia del sistema taurino del momento, de poco les sirva. ¿Qué se les puede exigir a un novillero como Alejandro Lalana que en toda su trayectoria de novillero con picadores no ha toreado ni media docena de novilladas? A pesar de ello se batió el cobre con uno que le dio más facilidades, el segundo de la tarde, y otro, el quinto, que hubiera llevado por la calle de la amargura a todos los novilleros punteros del momento con mucho más oficio que él. El primero de la terna, Javier Herrero, también estuvo digno con su lote y lo intentó con ambos, uno más fácil, el primero, y otro más exigente, el cuarto. Al tercero, Antonio Rosales, le correspondió un inválido que debió ser devuelto, y otro, el sexto bis, que fue el que menos opciones dio. En general pobre balance porque hubo novillos que merecieron mejor lidia, pero el mérito de anunciarse con esta novillada exigente y distinta a las demás requiere, tal y como está el sistema taurino, el reconocimiento y el aplauso de los aficionados.
Lo que fue irreprochable fue la presentación de los novillos. Si en juego y poder, en mi opinión, fue más completa la que este mismo ganadero lidió el año pasado en Zaragoza, en presentación ganó la de este año. Novillos cuajados y con más presencia que muchos toros que se lidian en plazas de segunda y en alguna de primera. Esta es, sin duda, una de las razones de los que no quieren anunciarse con esta ganadería, aunque el mayor problema que le deben encontrar es el comportamiento distinto y exigente que tiene y la casta que todavía conserva en sus venas, muy diferente de la docilidad de los “domecq” a los que están acostumbrados, y que puede conducirlos al fracaso, desbaratando un negocio seguro y dejándolos con el culo al aire.
“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
viernes, 7 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario