
El toro había tomado una primera vara demoledora e interminable. Empujando con fijeza, llevó a caballo y caballero hasta las tablas, desmontó al piquero y siguió fijo con el jamelgo, empujando con los riñones. Volvió a encaramarse el picador en lo alto de su montura, metió de nuevo las cuerdas -ante las protestas del público- y siguió dándole fuerte durante un tiempo interminable…un minuto… dos…. El toro, encelado con el caballo, seguía empujando con fijeza, al final, al relance de un capote, deshizo la reunión con el penco y salió de su jurisdicción. Para la segunda vara fue puesto de largo, bastante más lejos de las dos rayas que delimitan los terrenos, tras una breve vacilación se arrancó de nuevo al cite del picador con clase y la cara abajo, empujando, derrochando bravura. El público, expectante ya, reclama a los lidiadores que lo dejen largo para la tercera vara, largo queda, a una distancia similar o mayor que la del anterior encuentro. El toro se arrancó esta vez sin dudarlo, jaleado por los espectadores de la “Maestranza” puestos en pie, raudo y con alegría, y volvió a meter la cara en el peto y, con las mermadas fuerzas que le quedaban después de emplearse a fondo en las dos varas anteriores, volvió a empujar con codicia y fijeza mientras el público rompía en una unánime ovación para el bravo toro. Ese fue el momento en que empezó a sonar la Banda de Música dirigida por el Maestro Tristán: Música para un toro bravo: “Cartujano”. ¡¡¡Ole!!!
La suerte de varas en todo su esplendor. Un toro bravo y con poder entregándose en el caballo; el público, puesto en pie por el resorte de la emoción, jaleando ese derroche de bravura; la Banda de Música subrayando con sus notas esos momentos de excepción… ¿Quién puede negar la grandeza de la suerte de varas? ¿Cómo puede ser que una suerte de la belleza de ésta esté en proceso de desaparición? ¿Por qué no poner todo el empeño en su recuperación como parte fundamental de la lidia que es?...
Pero dejemos a un lado las palabras y las lamentaciones (están sordos los oídos de los que podrían arreglarlo) y pasemos a las imágenes que, a fin de cuentas, eran el objeto de esta entrada. Al final de este párrafo enlazo el vídeo subido por el Canal de “DailyMotion” de LcbTV, en donde se puede ver la lidia completa de este toro, “Cartujano”, el último de la última corrida de la feria sevillana de 1983. El toro puso a prueba a Pepe Luís Vargas y su cuadrilla y salieron airosos, que no es poco. Julio Burgos Expósito, a pesar de un primer puyazo demoledor acogido con pitos del respetable, mantuvo el tipo y midió el castigo en el segundo y tercer encuentro; José Castilla cumplió con dos grandes pares; el malogrado Ramón Soto Vargas lidió con conocimiento; y el matador, Pepe Luís Vargas, no se arredró en ningún momento ante el poder, la exigencia y complicaciones de su oponente que se lo quería comer durante la faena de muleta. A destacar la gran estocada, tras un primer pinchazo en lo alto, con la que el matador ecijano puso colofón a la lidia de este bravo toro. Le fue concedida, con todo merecimiento, una oreja. Pero el protagonista indiscutible de ese último acto de la Feria sevillana de ese año fue “Cartujano”, un toro bravo de la ganadería de María Luisa Domínguez Pérez de Vargas, premiado con la vuelta al ruedo y música en su honor. ¡¡¡Casi nada!!!