“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

miércoles, 8 de abril de 2009

MIKAELA - CHUFLILLAS DEL NIÑO DE LA PALMA

Mikaela, “con k de kilo”, como ella misma recalcaba en sus primeros tiempos, era el nombre artístico de Micaela Rodríguez Cuesta. Nació en el sevillano barrio de Triana en 1936, en la calle Castilla, en “Chapina”, cerca de donde vivían toreros como Belmonte o Gitanillo de Triana, y artistas de la canción como Gracia de Triana y, como demuestra su amplio repertorio de coplas taurinas, era muy aficionada a los toros.

Debutó en la compañía del Príncipe Gitano con el nombre artístico de Rocío del Carmen recorriendo toda Andalucía. Después de este periplo por tierras andaluzas dio el salto a Madrid, en donde actuó durante 32 semanas seguidas en el programa radiofónico “Cabalgata de fin de semana”, en donde alcanzo gran popularidad y cosechó sus primeros éxitos. Fue el presentador de este programa, Bobby Deglané, quién la bautizó con su nombre artístico definitivo: Mikaela. Por esa época también debutó en el teatro con el espectáculo musical: “El pleito del último cuplé”. Durante tres meses ininterrumpidos actuó, como primera figura, en el Teatro Goya de Madrid. A raíz de este éxito fue contratada para viajar a México, en donde permaneció seis semanas en el Teatro Afro. Y allí, en el país azteca, se le abrieron las puertas del cine. En 1960 fue contratada para una película sobre la vida del gran compositor Agustín Lara. En total fueron trece las películas en las que participó. Pero dejemos a un lado sus andanzas cinematográficas y centrémonos en su vertiente musical, y con más detenimiento en su repertorio taurino, que es el que nos interesa en este Blog.

A lo largo de su carrera grabó alrededor de trescientas canciones de los principales compositores de la copla española. En un disco grabado y editado en EEUU a comienzos de los años sesenta, con un exquisito acompañamiento instrumental a cargo de la Orquesta Montilla bajo la dirección del maestro Manuel García Matos, se incluyen varios cortes de ambiente taurino: Unas “Coplas a Paquiro”, de García Padilla y García Matos, dedicadas al legendario Francisco Montes; el pasodoble “¡Eh, toro!”, de Camilo Murillo y A. Segovia, que cuenta la historia de una ganadera; y “El ganadero”, pasodoble de Segovia y San Julián, que relata las peripecias del hijo de un ganadero que no quería ser torero, como su padre pretendía, y acaba muriendo en un tentadero en presencia de su arrepentido progenitor. En sucesivos trabajos siguió grabando canciones de tema taurino, como la copla dedicada a Manolete “Córdoba tuvo un torero”; el popular tema “La luna y el toro”, de Sarmiento y Castellanos, del que tantas versiones se han realizado; o el curioso “Tengo miedo torero”, original de Augusto Algueró padre, la música, y del austriaco afincado en España en los años cuarenta Arthur Kaps, la letra, y que en 1946 estrenara la gran cantante aragonesa Raquel Meller.

Pero merece la pena detenerse en dos producciones muy concretas que tienen relación con dos grandes poetas españoles olvidados por el régimen surgido de la guerra civil y que demuestran la valentía de esta cantante trianera en una época en que hablar de estos dos personajes era considerado delito. Según confesó la propia Mikaela en una entrevista en TVE en 1988, estos dos trabajos fueron los más interesantes de toda su carrera. El primero de ellos, grabado en 1966, eran las “Canciones populares españolas” recogidas por Federico García Lorca y grabadas en los primeros años treinta por Encarnación López La Argentinita y el propio Federico al piano, con la financiación del torero Ignacio Sánchez Mejías. En esta ocasión lo hace con los arreglos y la dirección de Rafael Ibarbia. El otro es al Lp publicado en 1970 bajo el título “Mikaela canta poesías de Rafael Alberti” y en donde se recoge la canción que es el objeto de esta entrada, las “Chufillas de El Niño de la Palma”.

En ese año el poeta gaditano aún se hallaba exiliado, desde el final de la guerra civil, en Roma. Hasta allí viajaron Mikaela y su representante para convencer a Rafael Alberti de que le autorizara la grabación de alguno de sus poemas. Entre la doce de poemas escogidos figuraban cuatro de temática taurina: “El toro azul de Picasso”, que abría el disco; “Joselito en su gloria”, que Alberti escribió a instancias del cuñado de José, Sánchez Mejías, cuando éste lo invitó a Sevilla y lo encerró en la habitación de un hotel hasta que el poeta terminó el trabajo requerido; “Verte y no verte”, una elegía dedicada al propio Ignacio al poco tiempo de morir en Madrid a causa de la cogida de Manzanares; y estas “Chuflillas de El Niño de la Palma” que nos ocupan. Estos y el resto de poemas incluidos en el citado Lp fueron musicados por el excelente compositor Antón García Abril y grabados con el soporte de una Orquesta Sinfónica que él mismo dirigió.

Mikaela era una mujer de gran personalidad, guapa, con unos grandes y profundos ojos negros, alta, mucho más que la media de las mujeres españolas de aquella época, y valiente. Estuvo en activo hasta finales de los años 80. La causa de su retiro se debió a que le fue diagnosticada una leucemia. Se sometió a un autotrasplante de médula ósea y hasta el final mantuvo un mano a mano con la muerte con la entereza, la valentía y la sonrisa que le caracterizaron durante toda su vida. Murió, con cincuenta y cinco años, en la mañana de Viernes Santo de 1991, en Madrid.

Chuflillas de “El Niño de la Palma”
(Rafael Alberti - Antón García Abril)

¡Qué revuelo!

¡Aire, que al toro torillo
lo pica el pájaro pillo
que no pone el pie en el suelo!

¡Qué alegría!
¡Qué revuelo!

Ángeles con cascabeles
arman la marimorena,
plumas nevando en la arena
rubí de los redondeles.
La Virgen de los Caireles
baja una palma del cielo.

¡Qué revuelo!
¡Qué alegría!
¡Qué salero!

Vengas o no en busca mía,
torillo mala persona,
dos cirios y una corona
tendrás en la enfermería.

¡Qué alegría!
¡Cógeme, torillo fiero!
¡Qué salero!

De la gloria, a tus pitones,
bajé, gorrión de oro,
a jugar contigo al toro,
no a pedirte explicaciones.
¡A ver si te las compones
y vuelves vivo al chiquero!

¡Qué alegría!
¡Cógeme, torillo fiero!
¡Qué salero!

Alas en las zapatillas,
céfiros en las hombreras,
canario de las barreras
vuelas con las banderillas.
Campanillas, campanillas
que nacen en las chorreras.

¡Qué alegría!
¡Cógeme, torillo fiero!
¡Qué salero!

Te digo y te lo repito,
para no comprometerte,
que tenga cuernos la muerte
a mí se me importa un pito.
Da, toro torillo, un grito
y ¡a la gloria en angarillas!

¡Qué salero!
¡Que te arrastran las mulillas!
¡Qué revuelo!
¡Cógeme, torillo fiero!




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