“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

martes, 1 de junio de 2010

EL PULSO

Cuando el 5º novillo fue conducido por las mulillas al desolladero se produjo un curioso pulso en los tendidos, por un lado los que ovacionaban al presidente porque, a pesar de la estruendosa petición de sus seguidores, no había concedido ningún trofeo al novillero que había concluido su labor con más pena que gloria y un bajonazo infame, y los partidarios del novillero que abroncaban al usía por todo lo contrario, por no conceder las orejas a su torero. Fue un momento curioso, una pequeña anécdota pero que revela una contradicción que subyace desde siempre entre los que acuden a las corridas de toros: los que van a tratar de entender lo que sucede en el ruedo y los que van a la plaza tan sólo a divertirse. No es la primera vez que ocurre esto en la plaza de “La Misericordia” zaragozana, es más, ocurre habitualmente. Lo diferente, en esta ocasión, es el resultado de la confrontación pues, el pasado domingo 30 de mayo, el pulso lo ganaron los que ovacionaban al presidente por haberse mostrado inflexible y, de esta forma, evitar un mayor deterioro en la seriedad de una plaza que, como la de Zaragoza, no lo debemos olvidar, es de 1ª categoría.

De la novillada, en general, poco se puede decir que no se haya dicho en otros artículos que se han ocupado de ello. Por más dócil que salga el toro -novillo en esta ocasión aunque, por su apariencia, bien podían haber pasado por toros-, los toreros -novilleros en esta ocasión-, no saben que hacer con él. Vienen con un faena estructurada desde el hotel y en el momento que su oponente, que no es un animal racional- se aparta del guión previamente establecido pierden los papeles y quedan a merced de lo que les depare la suerte. Eso pasó con los dos que venían más aprendidos, Patrick Olivier y Alberto López Simón, que no entendieron a sus novillos y, en diferente grado, pues estuvo mejor el madrileño que el francés, no dijeron nada, y con el tercero, Imanol Sánchez, de la tierra, con valor pero más verde que una lechuga y que si no salió por la puerta de la enfermería fue porque sus dos novillos, de la especie bodeguera noble y colaboradora habitual, eran dos hermanitas de la caridad. La novillada de Torres Gallego: gorda, floja, sosa... y como las desgracias nunca vienen solas, el único que parecía potable, "Jamaicano" de nombre, que acudió al caballo con alegría, lo machacaron sin piedad en una primera vara demoledora y, por si eso no fuera poco, una banderilla se introdujo hasta más de la mitad de su longitud en el agujero dejado por la pica, los subalternos tardaron el quitársela y, cuando comenzó la faena, el novillo, que llevaba una media estocada en todo lo alto algo contraria, empezó a morirse, cosa que ocurrió mediada la faena, cuando el novillero tuvo que montar rápidamente la espada antes de que el novillo se derrumbase del todo.

Como digo en el primer párrafo de este artículo, en mi opinión, lo más interesante fue el pulso que se produjo a la muerte del 5º de la tarde en los tendidos. Además, pienso que otorgar triunfos baratos y sin contenido lo único que puede hacer es equivocar al aspirante a torero, jugar con una ilusión que no tiene una base real y que solo puede conducir a un desenlace malo, engañar con falsas promesas y caducos cuentos de “La lechera” a jóvenes con valor y, seguramente, con dinero que invertir en un proyecto de incierto futuro para el ponedor y pingües beneficios para los que trafican con la ilusión del neófito. Lo que sí, en cambio, debería hacerse, para subsanar la absoluta carencia de conocimientos de la técnica de la lidia de los novilleros actuales -y de gran parte del escalafón de matadores- y para que adquirieran un mínimo imprescindible de torería, es organizar muchas más novilladas, con picadores y sin ellos, es la única forma de que los aprendices aprendan. Es algo que como, de motu propio, los empresarios no lo hacen, debería estar regulado por la diferentes administraciones que tienen responsabilidades en la cosa de los toros, según la categoría de las plazas, estar obligados a organizar un determinado número de festejos menores en cada ciclo taurino, pero esto, como casi todo lo que tienen que ver con el mundo de los toros, es pedir peras al olmo…

... Pero, al menos, en la última novillada del primer ciclo zaragozano, la cordura y la sensatez se impusieron en el palco presidencial -en este aspecto, no en cuanto a la negativa de devolver el primer inválido de la tarde incapaz de dar dos pasos sin caerse- y en los tendidos. Por más que alborotaron los partidarios de Imanol Sánchez exigiendo trofeos sin ningún fundamento para su paisano, las palmas de los que ovacionaban al presidente se crecieron, acallaron la bronca y ganaron el pulso. Visto lo sucedido en tardes recientes, que se han regalado las orejas, es fácil hacerse una idea de como estuvo el novillero en cuestión... quizás, hasta haya sido un favor... Y “La Misericordia” mantuvo su nivel y su dignidad.

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