El tema venía a cuento por lo que mantenía David sobre las “dos fiestas” que conviven en las plazas de toros en la actualidad; las corridas mal llamadas "toristas", que por su dureza y complicaciones, cuando los toros sacan a relucir su casta y con ella sus problemas y actitudes cambiantes a lo largo de la lidia -ante los cuales la mayoría del escalafón actual se encuentra a la deriva por falta de conocimientos para resolver los problemas que presenta dicho ganado- y los espectadores, por el peligro y la emoción que conlleva enfrentarse a un enemigo poderoso, concentran su atención en lo que sucede en el ruedo; y las "otras", las también mal llamadas "comerciales", las que con un ganado descastado, flojo, previsible y colaborador, prefieren los toreros para realizar la faena que se traen preparada desde el hotel, siempre la misma, y que suele traer consigo, salvo contadísimas excepciones, el aburrimiento.
En el pasado “San Isidro” hemos tenido ejemplos de “ambas fiestas”. En la inmensa mayoría de las corridas, salvo momentos muy puntuales, con el “ganado de garantía” que reclaman los toreros, cundió el aburrimiento entre los espectadores y, con ello, el consumo de pipas y productos similares se multiplicó, y en las corridas denominadas duras, de las que tan solo se han lidiado dos en todo el ciclo ferial madrileño -la de Escolar y la de Cuadri- nadie se aburrió y, por consiguiente, los vendedores de pipas hicieron un mal negocio y el servicio de limpieza tuvo mucho menos trabajo.
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