“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

martes, 7 de junio de 2011

EL BAREMO DE LAS PIPAS

En la última tertulia “En el Café de Chinitas”, hablando de la pasada Feria de “San Isidro” y de los días en que el aburrimiento -por el juego de los toros y la labor de los toreros- se apoderaba de los espectadores, Rafa sostenía que cuando esto sucede los vendedores de pipas hacen su agosto y los trabajadores del servicio de limpieza ven multiplicado su trabajo por la cantidad de cáscaras que se acumulan en los tendidos. Es algo que no ocurre, continuaba diciendo, en los días en que la emoción -por el juego de los toros y la labor de los toreros- predomina pues, entonces, con la atención y la mirada puesta en lo que sucede en el ruedo nadie se acuerda de los vendedores de pipas y demás productos de consumo que llevan en sus cestillos.

El tema venía a cuento por lo que mantenía David sobre las “dos fiestas” que conviven en las plazas de toros en la actualidad; las corridas mal llamadas "toristas", que por su dureza y complicaciones, cuando los toros sacan a relucir su casta y con ella sus problemas y actitudes cambiantes a lo largo de la lidia -ante los cuales la mayoría del escalafón actual se encuentra a la deriva por falta de conocimientos para resolver los problemas que presenta dicho ganado- y los espectadores, por el peligro y la emoción que conlleva enfrentarse a un enemigo poderoso, concentran su atención en lo que sucede en el ruedo; y las "otras", las también mal llamadas "comerciales", las que con un ganado descastado, flojo, previsible y colaborador, prefieren los toreros para realizar la faena que se traen preparada desde el hotel, siempre la misma, y que suele traer consigo, salvo contadísimas excepciones, el aburrimiento.

En el pasado “San Isidro” hemos tenido ejemplos de “ambas fiestas”. En la inmensa mayoría de las corridas, salvo momentos muy puntuales, con el “ganado de garantía” que reclaman los toreros, cundió el aburrimiento entre los espectadores y, con ello, el consumo de pipas y productos similares se multiplicó, y en las corridas denominadas duras, de las que tan solo se han lidiado dos en todo el ciclo ferial madrileño -la de Escolar y la de Cuadri- nadie se aburrió y, por consiguiente, los vendedores de pipas hicieron un mal negocio y el servicio de limpieza tuvo mucho menos trabajo.

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