“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

jueves, 23 de julio de 2009

COPLAS DE ANTONIO ORDÓÑEZ - LOLA FLORES

Cuando Lola Flores grabó estas "Coplas de Antonio Ordóñez”, en el año 1962, no sabía que el diestro rondeño estaba a punto de cortarse, por primera vez, la coleta. Esto ocurrió el 18 de noviembre en la limeña plaza de Acho, con el toro Andamucho de la ganadería de Las Salinas, negro, bien armado y con 480 kilos de peso. Ese día compartió cartel con Gregorio Sánchez, Curro Girón, Pepe Cáceres, José Martínez Limeño y Andrés Vázquez. Participó en todas las corridas del ciclo limeño y ganó el Escapulario de Oro del Señor de los Milagros, que fue el broche de oro a la primera parte de su carrera. Ese año, antes de su viaje a Lima, había sido muy castigado por los toros. La mala racha comenzó en Málaga, en un festival benéfico celebrado en el mes de diciembre, al entrar a matar un novillo de su mujer, Carmen González, sufriría una fractura de peroné de la que le costó recuperarse. Grave fue la que sufrió en Tijuana, México, el 29 de abril, en donde fue cogido por su primer toro, de la ganadería de Llaguno, y de la que tuvo que ser operado de nuevo a su vuelta a España. Reapareció en corrida ordinaria en Barcelona, el 17 de junio, pero diez días antes había participado, en el Coliseo de Nimes, en una función teatral nocturna (la representación de la Zarzuela Andalucía) estoqueando un toro de su propia ganadería. El último percance de ese año lo sufriría en Salamanca, el 14 de septiembre, en donde una res de Francisco Galache le infirió dos cornadas en el muslo derecho. Aún con todo, esa temporada cumplimentó cincuenta y dos contratos. Quizás por esa mala racha de infortunios había decidido retirarse de los ruedos, y así se lo comunicó a su mujer desde la capital peruana, de esa forma, en una de las plazas de toros más cargadas de historia, y después de doce años de alternativa en los que había estado en lo más alto del escalafón taurino, ponía fin a su primera etapa como matador de toros el maestro rondeño.

Antonio Ordóñez Araujo había nacido en Ronda, Málaga, el 16 de febrero de 1932. Era uno de los cinco hijos varones de Cayetano Ordóñez Aguilera Niño de la Palma, aquel al que un titular de don Gregorio Corrochano, “Es de Ronda y se llama Cayetano”, en el diario ABC, había colocado en el disparadero de la expectación. Tomó la alternativa en Madrid, un 28 de junio de 1951, de manos de Julio Aparicio, quién le cedió la muerte del toro Bravío, de la ganadería de la viuda de Galache, en presencia de Miguel Báez Litri. Esa temporada toreó cuarenta corridas en las plazas más importantes de la geografía del toro y, desde el primer momento, se colocó entre los diestros preferidos del público y de los aficionados que veían reflejados en el toreo del diestro rondeño el más puro clasicismo del arte de torear. Antonio Ordóñez ralentizó el toreo, con su capote y muleta fue capaz de frenar la velocidad del toro y hacer realidad lo que decía el maestro Domingo Ortega, que la tempestad de la embestida del toro se convierta en suave brisa a la salida de la suerte. Volvió a los ruedos en 1965 y se mantuvo en activo hasta 1972 en donde, un 12 de agosto, en el transcurso de la Semana Grande donostiarra mató último toro, Colombiano, del hierro de Pablo Romero. Alternaba ese día con Paco Camino y Curro Rivera. Aunque no se retiró del todo porque todos los años, mientras la salud se lo permitió, toreaba la Corrida Goyesca de Ronda que él mismo organizaba.

Cuando Lola Flores grabó estas “Coplas de Antonio Ordóñez” se encontraba en un momento de consolidación de lo que podríamos denominar su segunda época. Dolores Flores Ruiz había nacido en Jerez de la Frontera, un 21 de enero de 1923. Empezó a cantar en su ciudad natal en 1939 anunciada como Lolita Flores Imperio de Jerez. En 1942 obtuvo su primer y, a la postre, mayor éxito con “El Lerele”, una canción que figuraba en el repertorio del espectáculo “Cabalgata”, que estrenó en el madrileño teatro Fontalba, y que la hizo famosa en toda España. En esa época comienza su relación con Manolo Caracol, tanto en los escenarios como fuera de ellos, y hasta 1951 triunfaron como pareja artística en el cine y la canción y mantuvieron una turbulenta historia pasional fuera de ellos. A mediados de los años cincuenta, por mediación del propio Caracol, conoció al guitarrista Antonio González El Pescailla, un gitano catalán del barrio de Gracia, pionero de lo que, con el tiempo, pasó a denominarse rumba catalana. Al poco tiempo de conocerse El Pescailla abandonó a su mujer, Dolores Amaya, con la que se había casado por el rito gitano, y a su hija Toñi, nacida en 1955, para casarse con Lola, embarazada de tres meses, en la Basílica de la Cruz de los Caídos, el 27 de octubre de 1957. A partir de ese momento comenzaron una carrera artística conjunta que nos sitúa en la época de la canción objeto de este artículo. Fueron años felices para el matrimonio González-Flores, tanto en lo familiar, en donde tuvieron tres hijos, como en lo artístico, pues Lola, rotos los lazos de su turbulenta relación artística y personal con Manolo Caracol, sacó lo mejor de sí misma y afloró en escena su auténtica personalidad que la mantuvo en candelero hasta el día de su muerte, que le sobrevino en la casa que bautizó con el nombre de su primer gran éxito, “El Lerele”, el 16 de mayo de 1995, cuando contaba 72 años de edad.

Lola Flores era gran aficionada a los toros, asidua a las corridas siempre que su profesión se lo permitía y muy amiga de los toreros más importantes del momento, con los que compartía ferias y fiestas de muchas ciudades españolas. Esta afición queda reflejada en el amplio repertorio de números taurino que dejó grabados. El que hoy presentamos, estas “Coplas de Antonio Ordóñez”, son unas burlerías compuestas por Antonio Gallardo y Nicolás Sánchez Ortega. Fueron publicadas por el sello discográfico Columbia en un EP (disco con cuatro canciones, dos por cada cara) en el año que Antonio Ordóñez se retiró por primera vez de los toros, en 1962. El acompañamiento y los arreglos musicales corren a cargo de la Orquesta de Maestro Tejada con la colaboración, como guitarrista, de su marido Antonio González El Pescailla.

Coplas de Antonio Ordóñez
Antonio Gallardo - Nicolás Sánchez Ortega

La plaza es un pandero
de sol y oro,
de sol y oro.
Cuando se abre el chiquero
y sale el toro,
y sale el toro.
Negro bragado
con to’el poder
y un torero espigado
se abre de capa frente al burel.

Que quieras o que no quieras
hará la fiera lo que le manden,
no hay torito de bandera
que a Antonio Ordóñez se le desmande.
Ronda moruna,
rosa de olor,
morena de aceituna
tú eres la cuna que le arrulló.

No hay guapo que le iguale
sobre la arena,
sobre la arena.
Mira que naturales,
vaya faena,
vaya faena.
Brilla su nombre
sobre el cartel,
no nace ya otro hombre
que haga en el ruedo
lo que hace él.


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