Un toro, un torero y una cuadrilla comprometida con la lidia. Esos son los ingredientes fundamentales e imprescindibles para que se dé la lidia completa. Esos tres ingredientes se conjugaron ayer, 15 de octubre, en la Plaza de “La Misericordia” de Zaragoza. Fue en el 4º toro de la corrida de don Fernando Cuadri que cerraba la Feria del Pilar 2011: El toro “Remendón”, hermano de padre y madre del que el pasado año se llevó el premio al mejor toro de la Feria y que, en mi opinión, debe ser el ganador este año; el torero Javier Castaño que, al contrario de lo que dicta la ¿torería? moderna, en vez de cuidar a su oponente para que le durara en la faena de muleta, optó por lucir al toro en todos los tercios; y su cuadrilla, con mención especial para Tito Sandoval, toreando a caballo en las tres varas, aunque en la segunda marrara en el encuentro, y David Aladid con las banderillas, gustándose y haciéndose gustar, clavando dos pares cuadrado en la cara de su oponente y en todo lo alto. La plaza era una fiesta. Si se había despedido al picador puestos en pie y con una estruendosa ovación que lo acompañó hasta que desapareció por la puerta de corrales, no menor fue el tributo rendido a los banderilleros, de nuevo la plaza en pie y la ovación atronadora, quizás las más fuerte y rotundas ovaciones de cuantas se han escuchado en la Feria de este año.
Cuando Javier Castaño se disponía a comenzar la faena de muleta, en los rostros del público y de los aficionados se dibujaba la felicidad. En unos por la magia del momento vivido, en los otros, además, por haber encontrado y sentido lo que van buscando. El torero, con la montera calada hasta las cejas, salía dispuesto a completar el cuadro. No fue posible, alargó en demasía la faena y falló con la espada. Lástima, porque tenía en la mano un triunfo muy grande. El toro, bravo y noble, que se entregó con todo su alma y todo su corpachón en cada lance de la lidia, se agotó pronto. Aunque lo deseable hubiera sido cuajar una buena faena y matarlo de una estocada por todo lo alto, ya daba lo mismo. Javier Castaño recibió una fuerte ovación desde los medios y “Remendón” despedido con una rotunda ovación.
Lo importante de la tarde, y de muchas tardes, es lo que ocurrió en ese cuarto de hora mágico en que, en la Plaza de “La Misericordia” de Zaragoza, se encontraron un toro bravo y noble, un torero con torería y una cuadrilla comprometida con la lidia. Se vivió la lidia completa en los tres tercios, y todos los presentes nos emocionamos de verdad y con la verdad del toreo en los tres tercios. Lo triste es que esto, que tendría que ser, o al menos intentarse, seis veces cada tarde, lo vivamos como una rara excepción muy de vez en cuando. Parece ser que no lo entienden o -más bien- no lo quieren entender los que mandan y dictan las leyes del "toreo moderno" y así le va a la Fiesta de los Toros. Pero, por más peros que puedan ponerle, ahí está y esa es la grandeza del toreo, como quedó demostrado en la tarde de ayer, 15 de octubre de 2011, en "La Misericordia" zaragozana. Así lo refrendó el público puesto en pie y rompiéndose las manos de aplaudir en cada uno de los tres tercios de la lidia.
“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
domingo, 16 de octubre de 2011
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