“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

miércoles, 21 de diciembre de 2011

FELICIDADES, PEPE LUIS

Pepe Luis Vázquez, el "Sócrates del Toreo", como se le apodó en su juventud por su sabiduría, cumple hoy 90 años. En su día ya publicamos en este Blog un par de artículos que recogían declaraciones suyas: "Pepe Luis dice... sobre la gente y los aficionados", en el que habla de las diferencia que existe entre el público que asiste a las corridas de toros y los aficionados, y "Pepe Luis dice...", en el que en unas pocas frases explica su tauromaquia. También quiero enlazar un extenso dossier subido por la web "Taurología" que bajo el título de: "Pepe Luis, 'armonía, belleza y gloria' del Arte del Toreo" recoge una selección de textos y entrevistas que abarcan desde el año 1972 hasta nuestros días. Por último, enlazamos un pequeño vídeo en donde puede verse a Pepe Luis vistiéndose para salir camino de la Plaza de "Las Ventas" y unos breves pasajes de su actuación ese mismo día. ¡¡¡Va por usted, maestro!!!


miércoles, 30 de noviembre de 2011

DIEGO PUERTA, UN TORERO VALIENTE Y HONRADO

Cuando de niño iba a buscar a mi padre a la salida de los toros y le preguntaba cómo había resultado la corrida, si había toreado Diego Puerta, y eran muchas las veces que toreaba en Zaragoza en aquellos años sesenta, siempre hablaba bien del torero sevillano: de su honradez, de su pundonor, de su entrega, de su coraje y, por encima de todo, de su valor. Tan reconocida era esta cualidad que un revistero de la época de sus primeros años le puso el acertado apodo de “Diego Valor”, que era el nombre de un personaje y de una serie de tebeos muy popular a finales de los años cincuenta. Yo no pude verlo de matador de toros porque se retiró pronto, en 1974, y nunca más volvió a vestir el traje de luces. Sí que lo vi en algún festival de Atades, que se celebraba todos los años a principios de la temporada en Zaragoza, o en alguno de los que se celebraban en la cercana localidad de Ricla. También, aunque no sea los mismo, en vídeo. Sin ser un torero profundo y de corte clásico, me gustaba su disposición y sus formas y alegría sevillana.

De novillero, según me han contado viejos aficionados zaragozanos, toreo mucho en Zaragoza, incluso pasaba aquí largas temporadas en compañía de su inseparable Paco Camino. Luego, una vez ya matador, tuvo y mantuvo un gran cartel y no faltaba ningún año a su cita con los aficionados de “La Misericordia” hasta su retirada. Como torero valiente tuvo que pagar el triunfo muchas veces con su sangre. Prueba de ello son las más de 50 cornadas que adornaban su cuerpo, la última de las cuales, tres días antes de su retirada en “La Maestranza” sevillana tuvo lugar, precisamente, en su querida Zaragoza. Cuando se cortó la coleta prometió no volver y no volvió. Se dedicó a cuidar de su ganadería, que había adquirido en 1963, y a torear festivales benéficos hasta que en 1989 colgó definitivamente los trastos. Casualmente, hace pocos días, viendo vídeos viejos de programas taurinos, aparecía en el callejón de la Plaza de Castellón de la que fue empresario allá por el año 1987, fecha del reportaje en cuestión. Hoy me he enterado que ayer por la noche falleció. En su memoria quiero enlazar un par de vídeos.

Este primer vídeo es una breve semblanza biográfica con imágenes de uno de sus triunfos en la madrileña plaza de “Las Ventas” de sus primeros años.


Este segundo recoge pasajes de su actuación en Pamplona, ante un toro del “Conde de la Corte”, el que hacía 4º de la tarde, el día 9 de julio de los Sanfermines del año 1968.


Nota: Pasados un par de días del fallecimiento de Diego Puerta leo unas declaraciones de Paco Camino, su gran rival en los ruedos y a la vez su mejor amigo fuera de ellos, que quiero que sean el colofón de este pequeño homenaje al torero del Barrio de San Bernardo:

“Un ejemplo de torero, un torero único. Tenía un valor como la copa de un pino, pero no todo se resumía en su valentía, pues aunaba todas las cualidades de los grandes. Empezamos juntos desde chicos y hemos compar­tido más de 360 paseíllos. En el toreo, con muchísima diferencia, ha sido mi mejor amigo. Pero en el ruedo eso se olvidaba. Había mucha rivalidad, salíamos a cara de perro, incluso hacíamos apuestas. Cuando toreaba con Diego pasaba más miedo por él que por mí. ¡Qué manera de arrimarse y entregarse! A veces llegaba a arrollar la razón y le cogían muchos toros. Pero tenía una gran inteligencia; era un fenómeno, como persona y como torero. En esa terna famosa entre Puerta, El Viti y yo, Diego no era el tercer hombre, sino el primero. Lástima que no se hayan enterado de lo que ha sido los que otorgan la Medalla de las Bellas Artes. ¿Dónde está su Medalla? Qué injusticia más grande... Él la merecía más que ninguno, bastante más que yo, que la devolví porque no quiero premios de golfos. En la vida no cuentan los homenajes ni los trofeos. En la vida cuentan los hechos. Y Diego Puerta, mi gran amigo, ha sido un auténtico fuera de serie, una parte inolvidable de la Historia del Toreo.”

lunes, 28 de noviembre de 2011

CASUALIDAD O MALDICIÓN

Al buscar información sobre la canción que hemos enlazado hoy en el CANCIONERO TORERO -"Pepete, mátelo usted", interpretada por Gracia de Triana- nos hemos encontrado con tres historias de tres toreros que utilizaban el mismo apodo, Pepete, y que tuvieron el mismo trágico final, la muerte del protagonista a consecuencia de las cornadas recibidas en el ruedo: José Dámaso Rodríguez, de Córdoba, José Rodríguez Davie, de San Fernando, Cádiz; y José Claro, de Sevilla. Los tres Pepetes murieron de cornadas tan severas que su agonía duró muy poco tiempo. En el primer caso, sólo tres minutos, tras una lesión en el corazón; en el segundo, unas horas, con herida en el muslo que le causó tremendos dolores; y en el tercero, luego de fugaces minutos, con plena conciencia del torero que por ese hoyo que hizo el pitón destrozando la femoral. Tres historias distintas con idéntico final que no sabríamos calificar como casualidad o maldición.

El primero, José Dámaso Rodríguez Pepete, nació en Córdoba, en 1824, y desde pequeño quiso ser torero. Se cuenta que cuando el novelista francés Alejandro Dumas visitó Córdoba, Pepete actuó como guía en una excursión por la Sierra Morena. Pronto consiguió fama por sus condiciones y valentía en las cuadrillas de José Redondo El Chiclanero y Antonio Luque Camará. Se doctoró en Madrid, de manos de Cayetano Sanz, matando al toro “Lagartijo” , de Gaviria. Su fama creció rápidamente y los públicos lo exigían en los carteles de más fuste. Alcanzó triunfos en Madrid, sobre todo en 1858, su año cumbre. Fue en 1862, cuando la empresa de Madrid lo contrató para torear el 20 de abril. En segundo lugar salió un berrendo en negro alunarado botinero y capirote y de cuerna corta, de la ganadería de Miura. El toro embistió al picador Antonio Calderón dándole un tumbo. Pepete saltó de inmediato la barrera para hacerle el quite al varilarguero. Para su mala suerte, el toro “Jocinero” lo enganchó por la cadera, causándole un puntazo sin importancia, pero quedó a su merced y el burel le lanzó dos asesinos derrotes, causándole una profunda herida en el pecho que le partió el corazón. El torero aún tuvo fortaleza para levantarse, llegar a la barrera  y, pocos minutos antes de morir en la enfermería, preguntarle al médico de la plaza: "Doctor ¿Es algo?".

Cinco años después, nació en San Fernando, Cádiz, José Rodríguez Davie, Pepete, el 14 de mayo de 1867. Su trayectoria, como la de su antecesor, también fue vertiginosa. Su fama comenzó a despuntar en 1887 en la cuadrilla de Joaquín Rodríguez Punteret. Antes de tomar la alternativa toreo en Montevideo, Uruguay, y retornó a España para doctorarse en el Puerto de Santa María, el 30 de agosto de 1891, de manos de Luis Mazzantini. Estampa de torero presumía este Rodríguez Davie, de elegantes trazos, con valor y personalidad. Reunía empaque y con ese toreo de alta escuela lidió los años siguientes, realizando viajes a Sudamérica, hasta que llegó el trágico día del 12 de septiembre de 1899, en la plaza de Fitero, Navarra. El tercero de la tarde, “Cantinero”, de la ganadería navarra de Zalduendo. Al finalizar el segundo tercio persiguió a Pepete y al saltar la barrera, en el callejón, lo enganchó el toro, lo zarandeó como un muñeco de trapo y lo lanzó de nuevo al ruedo, dándole entonces una cornada grande en el muslo derecho, de dieciocho centímetros de profundidad y seis de anchura, a consecuencia de la cual murió al día siguiente.

Unos años antes había nacido en Sevilla, el 19 de marzo de 1883, José Claro, Pepete. En 1904 debutó en Sevilla y en Madrid. Ese mismo año, tomó la alternativa en la Real Maestranza de manos de Bonarillo, doctorado que confirmó dos años después en Madrid, el 27 de mayo de 1906. Se presentó en México, en la segunda corrida de la temporada en el coso del “El Toreo”, el 10 de noviembre de 1907, causando una buena impresión por sus hechuras de torero elegante y de calidad, lo que le valió para torear tres corridas más, dos de Piedras Negras y otra de Tepeyahualco. Su mejor temporada española fue la de 1908. Retornó a México en la campaña 1909-1910 y sumó seis corridas con buenos resultados. La tragedia le sobrevino el 7 de septiembre de 1910 en la plaza de Murcia. Toreaba mano a mano con Rafael González Machaquito, toros de Parladé. El primero de la tarde, “Estudiante” dio un tumbo al picador Majito y al acudir Pepete para hacerle el quite, el burel lo arrolló y le infirió un cornada en la ingle derecha con ruptura de la femoral. Minutos después moría en la enfermería, consciente de que por la herida se le escapaba la vida, y escuchando el gran triunfo que consiguió Machaquito con los buenos toros de Parladé que se habían lidiado en esa tarde tan negra para él.

domingo, 20 de noviembre de 2011

ANTOÑETE, EL TOREO PURO

Cuando "Antoñete" volvió a los ruedos, al comienzo de la década de los ochenta, trajo consigo el toreo puro. Fue un momento clave para el resurgimiento que experimentó la Fiesta de los Toros, casi arrasada por el fenómeno de “El Cordobés” en la década de los sesenta, que expulsó de los ruedos a buena parte de la afición. Los años setenta fueron un duro periodo de transición, los figuras de entonces, toreros que sabían torear, no consiguieron que los que habían abandonado volvieran, ni tampoco arrastrar a nuevos aficionados a los cosos taurinos y los tremendistas e imitadores del de Córdoba, no pasaron de eso, de simples imitadores. Los que seguían acudiendo a las plazas de toros, un mínimo cupo de aficionados cabales que no tenían la fuerza suficiente para imponer el criterio y la cordura del toreo clásico a los restos del aluvión de espectadores aportados por el cordobesísmo y sus formas heterodoxas que seguían buscando en las corridas el tremendismo y la excentricidad del de Córdoba. Fue una década difícil, de resaca, en donde el cemento de los tendidos era el invitado que más espacio ocupaba. En eso llego “Antoñete” con el toreo de siempre por bandera y explicó, ante el toro, lo que es torear.

Muchos no lo habían visto jamás, era la primera vez que veían que torear era eso tan fácil que hacía el veterano maestro madrileño, un hombre ya mayor y no muy sobrado de facultades físicas: encontrar la distancia del toro, citarlo, adelantar la muleta para embarcarlo, cargar la suerte y rematar el pase allá donde la espalda pierde su casto nombre y abajo. Y descubrieron que esa manera de torear, la clásica, la que interpretaba el maestro Chenel, llevaba implícita la bellaza más excelsa y la emoción más intensa. Durante esos gloriosos años de la década de los ochenta, hasta su primera retirada, tuvo la ocasión de explicar varias veces la lección y consiguió que los aficionados veteranos se reconciliaran con el arte del toreo, y que una buena parte de los espectadores que acudían a las corridas en las que se presentaban las condiciones para desarrollar su tauromaquia, y que nunca habían visto torear de esa forma, se aficionaran. Ese fue el gran mérito de “Antoñete”, como los artistas del Renacimiento, que descubrieron en las formas clásicas de la antigüedad el modelo ideal de belleza, y con ello abrieron un nuevo curso para la historia de la humanidad, su torería significó un renacimiento del arte clásico del toreo que se hallaba sepultado bajo los escombros del terremoto que supuso para la Fiesta el fenómeno cordobesista.

Eso queda demostrado en el vídeo enlazado en el apartado "LcbTV", en la columna situada a la izquierda de este artículo. Aunque es opinión generalizada que cuando se visiona una faena en el vídeo pierde intensidad y se ven los defectos, en este caso, y dada la perfección y grandiosidad de los momentos escogidos, los defectos no lo parecen tanto y la belleza de los lances hace que la intensidad siga estando presente. El reportaje, que recoge algunos de los momentos más brillantes de esa época en la que “Antoñete” bordó el toreo en su plaza de “Las Ventas“, está subrayando por la banda sonora de las opiniones de varios escritores y periodistas que explican lo que para ellos significó la irrupción del torero madrileño en el panorama taurino de la década de los ochenta en la que, por un corto espacio de tiempo, el arte de torear remontó el vuelo y muchos vieron por primera vez lo que es torear.

lunes, 24 de octubre de 2011

EN MEMORIA DE ANTONIO CHENEL “ANTOÑETE”

Antoñete ha muerto. Con él desaparece una de las últimas referencias del toreo puro. Las lecciones que fue desparramando por los diversos ruedos en los que actuó después de su reaparición en los años ochenta, sirvieron para que no se olvidara ese arte, el del toreo clásico, arrinconado por los “pegapases” que mandaban entonces en el escalafón, y para que los aficionados nuevos, que empezaban a llenar otra vez las plazas después de la desbandada de aficionados que supuso el boom “cordobesista”, tuvieran referencias directa de lo que era “torear”, algo muy distinto que dar pases. No se trataba de estar diez minutos delante de la cara del toro haciendo que este pasara de un lado para otro sin ton ni son. No, eso no era toreo. Torear es otra cosa y “Antoñete”, con más de cincuenta años de edad y unas condiciones físicas limitadas, lo explicó claramente cuantas las condiciones y los toros se lo permitían. Explicó la teoría de las distancias, cada toro tiene la suya y, el deber y saber del torero es encontrarlas. La teoría de las medidas, cada toro dura lo que dura y el torero, por más a gusto que esté, tiene que saber cuando el toro le pide la muerte. La teoría de los terrenos, porque cada toro tiene un sitio en la plaza para ser toreado y el torero debe saber cuál es ese sitio. En la plaza, como en el campo de fútbol el balón -madridista acérrimo que era-, el que debe correr es el toro, por eso las condiciones físicas, si se sabe torear, pasan a segundo plano. Eso le permitió seguir toreando hasta más de los setenta años y continuar desgranando el repertorio de suertes fundamentales del toreo en su máxima pureza durante tanto tiempo.

El hombre ha muerto pero queda su obra. En su memoria, ¿qué mejor que recuperarla y mostrarla, pues los tiempos y las técnicas a nuestro alcance nos permiten hacerlo, para que el “Maestro Antoñete” siga dando lecciones después de muerto? Va aquí un primer vídeo. En su memoria, en la del gran torero que fue, las imágenes de una actuación en la Feria de Sevilla de 1985. Ese día, el 22 de mayo, no lo tenía fácil el torero madrileño, toreaba con el “Faraón” de Sevilla, con Curro Romero, y con Rafael de Paula. ¡Casi na! Chenel no se arredró, salió al albero de “La Maestranza” y explicó su lección. Gustó tanto su explicación, clara y escueta, que casi se lo llevan en volandas por la Puerta del Príncipe. No era un toro de triunfo, no era claro, no era de los bordar la filigrana del toreo, que tanto gusta por aquellos lares. El toro, como toda la corrida de Carlos Núñez, presentaba problemas que había que resolver, “Antoñete”, en ese cuarto toro los resolvió y dejó explicado, claramente, con concisión castellana, donde, como y cuanto. Pero par ser justos no debemos olvidarnos de los subalternos que acompañaban por entonces al maestro madrileño. Una cuadrilla es un equipo para la lidia de toros que debe funcionar compenetrado y con conocimiento de lo que se lleva entre manos. “Antoñete”, consciente de la importancia del equipo, supo rodearse de una cuadrilla que se sabía de memoria las técnicas y los recursos de la lidia y, ese día, sobre el albero maestrante, lo demostraron una vez más. En el vídeo puede verse a Martín Recio poniendo al toro en suerte, y a Manolo Montoliu -muerto años después en este mismo coso- en dos pares de aquellos que sólo el sabía poner. Tanto el uno como el otro, justo es reconocerlo, contribuyeron y dieron lustre a la explicación.

Pero cedamos la palabra a otro maestro, este de la palabra, del periodismo taurino comprometido con la verdad y la pureza del toreo, otra especie en extinción en el planeta taurino, don Joaquín Vidal -por desgracia, también muerto-. Que nos lo explique él que estuvo presente y lo contó, de la forma como sabía hacerlo, en su tribuna “La lidia” del diario “El País”, el 23 de abril de 1985.

Lección magistral de Antoñete 

“La Maestranza fue ayer cátedra para recibir una lección magistral de toreo puro. El catedrático, Antoñete. Mientras el torero de Madrid dictaba pausadamente los capítulos fundamentales de la tauromaquia, frente a aquel cuarto toro reservón que parecía inútil para el toreo de arte, la puerta del Príncipe se entreabría, una y otra vez se entreabría, e incluso estuvo de par en par, porque por allí tenía que salir a hombros el maestro, no podía ser de otra manera. Un pinchazo, sólo un pinchazo, cerró el portalón y fue también poquito a poco, con un lejano chirrido de pena.

Pocos toreros habrán tenido abierta la puerta del Príncipe con tanto derecho. El toro, ya se ha apuntado, era reservón, como toda la corrida; costó muchísimo llevarlo al caballo, esperaba en banderillas, buscaba tablas en la muleta. Mejoró porque lo lidia ron muy bien. No Antoñete, que no está para sudar la brega, sino un peón de la cuadrilla, Martín Recio que en cada intervención levantaba oleadas de ovaciones y, al término del primer tercio, el público, puesto en pie, pidió que saludara montera en mano. Y eso que en la brega Martín Recio no se pone bonito, sino feo, en corvado, se da un aire con Cuasimodo. Pero la eficacia de su capote, siempre abajo y templando la embestida, es de un valor que todo el mundo reconoce y hasta entusiasma, como ayer en la Maestranza. No saludó montera en mano y quien lo hizo fue, minutos más tarde, su compañero Bonichón. La Maestranza también era cátedra de banderilleros. Bonichón alborotó el tendido con dos pares de banderillas asombrosos; que de asombro era verle llegar a la cara del toro cobardón, despacito, relajado, bajos los palos, pisándole a la fiera los terrenos, y cuando ésta metía la cabezada, reuniendo entre los pitones y prendiendo el par en todo lo alto. Sabor de lo auténtico.

Y después, la lección magistral. También hubo de consentir Antoñete para encelar al toro tardo y reservón. Empezó con las dobladas, siguió con los redondos, ligaba con el pase de pecho. Todo tenía el sabor de lo auténtico y el ambiente era el de las grandes solemnidades. Pero todo quedó en pálido apunte cuando se echó la muleta a la izquierda y desgranó el joyel de los naturales, en tres tandas perfectas de ligazón y temple, abrochadas con el de pecho y con el ayudado. Abierta estaba para entonces la puerta del Príncipe, pañuelos flameaban en los tendidos y sólo faltaba el volapié para completar el monumento al arte de torear. No fue posible. Pero la lección magistral había empezado ya a enriquecer la añeja historia de la Maestranza.”


domingo, 16 de octubre de 2011

LA LIDIA COMPLETA

Un toro, un torero y una cuadrilla comprometida con la lidia. Esos son los ingredientes fundamentales e imprescindibles para que se dé la lidia completa. Esos tres ingredientes se conjugaron ayer, 15 de octubre, en la Plaza de “La Misericordia” de Zaragoza. Fue en el 4º toro de la corrida de don Fernando Cuadri que cerraba la Feria del Pilar 2011: El toro “Remendón”, hermano de padre y madre del que el pasado año se llevó el premio al mejor toro de la Feria y que, en mi opinión, debe ser el ganador este año; el torero Javier Castaño que, al contrario de lo que dicta la ¿torería? moderna, en vez de cuidar a su oponente para que le durara en la faena de muleta, optó por lucir al toro en todos los tercios; y su cuadrilla, con mención especial para Tito Sandoval, toreando a caballo en las tres varas, aunque en la segunda marrara en el encuentro, y David Aladid con las banderillas, gustándose y haciéndose gustar, clavando dos pares cuadrado en la cara de su oponente y en todo lo alto. La plaza era una fiesta. Si se había despedido al picador puestos en pie y con una estruendosa ovación que lo acompañó hasta que desapareció por la puerta de corrales, no menor fue el tributo rendido a los banderilleros, de nuevo la plaza en pie y la ovación atronadora, quizás las más fuerte y rotundas ovaciones de cuantas se han escuchado en la Feria de este año.

Cuando Javier Castaño se disponía a comenzar la faena de muleta, en los rostros del público y de los aficionados se dibujaba la felicidad. En unos por la magia del momento vivido, en los otros, además, por haber encontrado y sentido lo que van buscando. El torero, con la montera calada hasta las cejas, salía dispuesto a completar el cuadro. No fue posible, alargó en demasía la faena y falló con la espada. Lástima, porque tenía en la mano un triunfo muy grande. El toro, bravo y noble, que se entregó con todo su alma y todo su corpachón en cada lance de la lidia, se agotó pronto. Aunque lo deseable hubiera sido cuajar una buena faena y matarlo de una estocada por todo lo alto, ya daba lo mismo. Javier Castaño recibió una fuerte ovación desde los medios y “Remendón” despedido con una rotunda ovación.

Lo importante de la tarde, y de muchas tardes, es lo que ocurrió en ese cuarto de hora mágico en que, en la Plaza de “La Misericordia” de Zaragoza, se encontraron un toro bravo y noble, un torero con torería y una cuadrilla comprometida con la lidia. Se vivió la lidia completa en los tres tercios, y todos los presentes nos emocionamos de verdad y con la verdad del toreo en los tres tercios. Lo triste es que esto, que tendría que ser, o al menos intentarse, seis veces cada tarde, lo vivamos como una rara excepción muy de vez en cuando. Parece ser que no lo entienden o -más bien- no lo quieren entender los que mandan y dictan las leyes del "toreo moderno" y así le va a la Fiesta de los Toros. Pero, por más peros que puedan ponerle, ahí está y esa es la grandeza del toreo, como quedó demostrado en la tarde de ayer, 15 de octubre de 2011, en "La Misericordia" zaragozana. Así lo refrendó el público puesto en pie y rompiéndose las manos de aplaudir en cada uno de los tres tercios de la lidia.

jueves, 13 de octubre de 2011

¿QUIÉN ES EL SUBNORMAL?

Zabala de la Serna, comienza su crónica de la corrida de Parladé y otros hierros que sufrimos ayer, día grande de las Fiestas del Pilar de Zaragoza, en “El Mundo” diciendo: “El presidente Pasamontes, que suena a alias de contrabandista, le dio por cargarse la corrida desde el minuto uno siguiendo los parámetros de un energúmeno que desde el tendido 4 protestaba todo lo que salía por toriles con el hierro de Parladé (Juan Pedro).
Pura y puta demagogia para devolver un primero con muchos menos motivos que otros en esta feria. Dobló una vez las manos y el usía se apresuró a sacar el pañuelo verde buscándole la ruina al festejo. Pero es que el energúmeno del "4" siguió llamando becerro a un cinqueño sobrero de cortas manos y amplia testa, y eso ya no es un aficionado, es un chufla. Incluso el toro llegó a tener cierto brío que se evaporó. Pero no había ni un motivo inicial de protesta más que la subnormalidad.
Desde entonces, el usía Pasamontes había marcado una línea de devolución tan alta que también el segundo fue para atrás. Y un sobrero de San Mateo con más razón. Y al tercer suplente, quemado ya tan pronto, lo sostuvo por no meterse en una espiral mayor.”


Carlos Ilián, en Marca, dice: “Casi todos inválidos y mansos, en un baile de corrales con sobreros de toda condición, menos la fuerza y la casta. Todo un muestrario ruinoso de cuatro hierros distintos y tres ganaderías verdaderas, pues San Pelayo y San Mateo son la misma cosa. Un espectáculo deplorable de dos horas y media.
Entre tanta ruina ganadera apenas dos toros mantuvieron la vertical, aunque a duras penas, en concreto el tercero y el cuarto.”


Y Andrés Amorós, en ABC, escribe: "El surrealista belga Magritte provocó al personal al titular una de sus pinturas: «Esto no es un cuadro». Lo mío es mucho más simple. Esto no es una crónica de una corrida de toros por la sencillísima razón de que no ha habido toros: animales con fuerza, con casta, con alegría... Numéricamente, sí ha habido toros; demasiados, incluso: seis de la ganadería titular y cuatro sobreros. Y eso que en Zaragoza no está el tendido «7»... Al revés: el público maño se ha comportado con benevolencia, para mí, excesiva. No hace mucho, hubieran «quemado la Plaza», metafóricamente hablando.
Anotemos hechos: una hora después del comienzo, sólo habíamos visto lidiar un toro. Cuando el sexto flaqueaba, después de casi tres horas, una espectadora clamaba, horrorizada: «¡Por Dios, no! ¡Que no devuelvan otro más!» Algunos sociólogos han acuñado la fórmula «la generación ni... ni...», para los jóvenes que ni estudian ni trabajan. Los que hemos sufrido esta tarde podrían ser «toros ni... ni...»: ni molestan al torero ni emocionan al personal, que se indigna o se aburre como una ostra.
Hemos visto reses claudicantes, que dan lástima, en vez de dar miedo, como es su obligación. Todos son nobles pero flaquean; algunos se derrumban. Todos se quedan sin picar. Ni admiten quites ni toreo de capa. A todos se les acaba muy pronto el depósito de la casta y se paran...
Conclusión evidente de esta no crónica: así, no vamos a ninguna parte.”


Después de contrastar la opinión de Zabala de la Serna, corresponsal taurino de “El Mundo”, que incluso se contradice en su propia crónica, con la de otros dos colegas de profesión y viajes por las distintas ferias españolas, como son Carlos Illán, en “Marca” y Andrés Amorós”, en “ABC”, que en las suyas le vienen a dar la razón a quien Zabala de la Serna llama “chufla” y “subnormal”, solo me queda plantear una pregunta y juzguen ustedes mismos: ¿Quién es el subnormal?

viernes, 7 de octubre de 2011

EL "CANCIONERO TORERO" CUMPLE UN AÑO

Hasta hace un año, una parte de las entradas de este Blog estaban etiquetadas bajo el epígrafe de CANCIONERO, allí se enlazaban vídeos de canciones de toros con alguna historia relacionadas con ellas, sus autores o los destinatarios de las mismas, pero siendo tanto y tan variado el material existente en la red pensamos que el cancionero taurino merecía un espacio propio. Así nació el Blog CANCIONERO TORERO, un archivo de canciones de toros y toreros interactivo en donde se van almacenado vídeos con alguna explicación sobre las canciones que contienen y enlaces que conducen a otras páginas con la finalidad de ampliar la información sobre las mismas. Desde entonces más de setenta vídeos de canciones están enlazados cubriendo los más diversos estilos en el CANCIONERO TORERO. Si los pasodobles ocupan la mayor parte del espacio, pues es la música taurina por excelencia y suenan en todos los festejos, no le van a la zaga la coplas o el flamenco en sus diferentes palos que, en un tiempo no muy lejano, se ocupaban frecuentemente del tema de los toros. Pero no solo a estos estilos se circunscribe la música taurina: la canción mexicana en sus diferentes formas, el vals peruano, el fado, la jota, el folk, el rock, el pop, la música clásica, la ópera o el jazz -como en la entrada más reciente del mismo, con el tema "El Viti, the matador", que Duke Ellington dedicó a Santiago Martín "El Viti" y que interpreta con su Orquesta- se han ocupado de mundo de los toros y por ello tienen cabida en este espacio dedicado a la música taurina. La cosecha de este año no ha sido mala y, poco a poco, seguirá creciendo la lista de títulos archivados. Así que, a todos los aficionados que les guste la música taurina y tengan curiosidad en saber algo sobre las piezas que se van enlazando, les invito a que se pasen por este CANCIONERO TORERO.

martes, 27 de septiembre de 2011

BRAVÍO

Toro de la ganadería del excelentísimo señor conde de Santa Coloma, lidiado en la tercera corrida de abono celebrada en Madrid, el 11 de mayo de 1919. “Bravío”, con el número 70 marcado en los costillares, salió al ruedo en segundo lugar. Era negro, con el pelo muy rizoso en la cara, cabeza y cuello. Un poco levantado y abierto de cuerna. No era de gran tamaño, tanto, que en el reconocimiento los veterinarios se opusieron a su lidia. Por casualidad, y contra su costumbre, había acudido el ganadero al reconocimiento y se opuso tan enérgicamente a la determinación de los veterinarios, que amenazó con retirar todos los toros, conforme a los derechos de su contrato, si prevalecía el criterio de los técnicos. Transigieron éstos y se lidió la corrida.

Cuentan que desde su salida mostró “Bravío” una gran bravura, arrancándose en los cinco puyazos que tomó con una alegría y con una voluntad, que entusiasmaban al público, que le ovacionaba en cada una, viéndole recargar, llevando el caballo hasta la misma barrera, apretándole contra ella y no cediendo hasta que, ya caído el picador, no sentía sobre sí clavada la garrocha, y algún capote se le llevaba engañado.

Dicen que le manaba la sangre y le corría por toda la espalda hasta la pezuña y, pronto, se disponía nuevamente al ataque en cuanto le citaban. Siguió con la misma bravura y acometividad en los dos tercios siguientes. Saleri II, su matador, torero hábil y con muchos recursos en su arte, no tuvo los suficientes para dominar a “Bravío” y evitar las protestas del público. Entre ovaciones delirantes se dió la vuelta al ruedo yendo las mulillas al paso, teniendo que saludar repetidas veces el conde de Santa Coloma, que presenciaba la corrida y que fue aclamado.

Pero acudamos a un testigo presencial de la corrida, nada menos que a don Gregorio Corrochano, que estuvo en la vieja plaza de la calle de Alcalá aquel día y en su crónica, aparecida en ABC al día siguiente, escribió:

“… Bravío le llamaba el conocedor. Con el número 70 le marcaron en el herradero. Su piel es lustrosa y negra, con una mancha blanca que le hace bragado. Cabeza y cuello rizados, de un rizado tan simétrico como el astracán. Larga y sedosa cola. Fino de remos. Ni grande ni chico. Desde que sale desafía. Persigue a los toreros hasta que se esconden en la barrera y descarga su furia contra las tablas. Apenas ve avanzar a un picador se arranca sobre él y hombre y caballo ruedan por la arena. Pero en la arrancada hay algo característico de la bravura, de la fiereza. No es lo que vemos frecuentemente, aún tratándose de toros bravos que parece que arremeten por quitarse aquello que se les pone delante y apenas si salen del trote en la acometida. Este toro de Santa Coloma se recrea en su víctima, mira avanzar el caballo y va levantando la cabeza, clava su mirada en el picador, como si distinguiera cuál es el enemigo y así espera, cada vez más altanero, cada vez más orgulloso, seguro de su empuje y de su victoria. Se afirma en los cuartos traseros y se precipita rápido, imponente, soberbio. Y en un pequeño sector de la plaza, entre los tercios del 2 y del 3, el toro hace toda la pelea: entra las cinco veces que le citan, las cinco derriba con fiereza y mata cuatro caballos. Ni una vez le pican en el rizoso morrillo. Acaso los picadores no quieran manchar de sangre aquella parte tan bonita. Pero los cinco puyazos, traseros y bajos, no bastan para acobardar ni descomponer a tan bravo animal.
     Hasta última hora, hasta que cayó muerto en medio del ruedo, se mantuvo el toro sin dar señales de agotamiento, siempre bravo, siempre noble, siempre franco. Era todo un carácter. He dicho que murió en el medio del ruedo. No lo he dicho solamente como detalle descriptivo, sino porque expresa de una manera precisa y gráfica lo que fué el toro. Llegó a las tablas en los primeros capotazos, cuando su codicia buscaba al torero que se escondía, pero ni una sola vez busco las tablas para defenderse; peleó siempre en el tercio o en los medios, y allí murió. Un toro de este estilo, de esta alegría, tan bravo y tan completo, sale uno cada temporada, y ahí muchas temporadas que no salen. 
     El público, que aplaudió la manera de arrancarse el toro en cada puyazo, y que siguió con entusiasmo toda la lidia y hasta cuidó que no lo marearan a capotazos -¡si hicieran esto siempre!- obligó a los mulilleros a que dieran la vuelta al ruedo, como homenaje póstumo a aquél toro de bandera.
     Bravío, el conocedor que te puso este nombre, bien te conocía...”

lunes, 25 de julio de 2011

EL PODER PERDIDO DEL TORO DE LIDIA

La característica más destacable en cuantas corridas de toros y novilladas se dan en los últimos años es la total falta de poder del ganado bravo, tanto entre los toros, como entre lo novillos que se lidian en plazas de primera, segunda o tercera. "Cuidar" es la palabra más usada en los tiempos actuales, tanto en boca de críticos especializados y locutores, como entre los aficionados. "Cuidar" al toro para que no se derrumbe si se le obliga demasiado en las faenas de la lidia y que "dure" -otra palabreja de moda- en la faena de muleta. Es la obsesión de los taurinos (matador, subalternos, picadores, apoderado, ayudas y demás gente que pulula cerca de la cuadrilla) en todos los festejos: "cuidar al toro para que dure", pues, con el tipo de toro que han dispuesto para esta fiesta que tratan de imponer, es lo único que se puede hacer: "cuidarlo para que dure". El poder del toro de lidia es el principal sacrificado por parte de los profesionales de este negocio, y ese poder se puede minar de muchas formas. Todas las defensas que pueda tener un toro, por más aparatosas que sean, o las malas intenciones que pueda desarrollar a lo largo de la lidia, no tienen demasiada importancia si el motor que hace que el toro se mueva, se defienda y las utilice en su ataque, no funciona. Sin poder el toro no es nada y su juego, en vez de emoción, produce pena. Siempre se ha dicho que las cornadas fuertes se dan con los cuartos traseros, en donde radica la fuerza y el poder de un toro sano. Si al toro hay que cuidarlo, en vez de cuidarse de él, la Fiesta se convierte en otra cosa que se aleja cada vez de su sentido principal. Esto, por desgracia, ya esta ocurriendo desde hace muchos años. Viendo el resultado de los festejos que se llevan celebrados hasta el momento, cuando ya nos encontramos a mitad de temporada y han tenido lugar las ferias más importantes, en donde se puede deducir que, en su inmensa mayoría, la invalidez y la falta de fuerzas, en definitiva, la falta de poder de los toros y novillos que se han lidiado en todas las plazas ha sido la característica más destacada. Reflexionando sobre estas cosas del "poder" perdido del toro de lidia, me ha venido a la memoria algo de lo escrito por R. Abarquero Durango, hacia mitad del pasado siglo, en su libro "EL TORO INVÁLIDO - AFEITADO Y CAÍDA DE LOS TOROS", que habla de algunas de las posibles causas por las que los toros, cuando salen al ruedo, no dispongan de todo su poder. El capítulo que habla de esto lleva por título:

EL TORO INVALIDO EN LA PLAZA Y SUS CAUSAS 

"El toro vive en el campo pisando una alfombra de pasto y mantillo (como merece tal señor). Las defensas auténticas no están en las defensas visibles. Las primeras son el motor impulsivo del animal, con su complicada combustión sanguínea, que aporta la potencia que ha de servir a las segundas para que, por su contacto violento, se produzcan las lesiones en el objeto que acometa el toro.
Las corridas se celebran ahora en el tránsito de la tarde a la noche y terminan hasta con  luz artificial. Es decir, en la PENUMBRA.
De esto, cualquier aficionado se da cuenta; pero de lo que no se da cuenta es que la lidia del toro se celebra también en la PENUMBRA de lo FISIOLOGICO y de lo PATOLOGICO por la disminución de las defensas auténticas. Por eso vamos a dar un repaso, en relación con la presentación de los toros y sus condiciones, pues de esta manera se verá cómo no es lo mismo torear lo que se cría en los prados que lo que sale de los chiqueros. Muchos de los toros, cuando salen a la plaza, lo hacen con sus defensas menguadas, limitando sus facultades, que es tanto como limitar su bravura.
MANIOBRAS FISICA
EXTREMIDADES SENSIBLES.- De todos es sabido que el toro vive en el prado pisando en una alfombra de pasto y mantillo (como merece tal señor), pero cuando ha llegado su hora (su hora de calvario), antes era llevado poco a poco por las veredas, con sus descansaderos, que le servían de entrenamiento, ya que su martirio no empezaba hasta la salida al ruedo.
Pero un día se le ocurrió a un ingenioso mayoral de la plaza de Madrid hacer un cajón para su transporte. La idea fue buena, pero luego se ha convertido en una CHECA de martirio, empezando su calvario desde el momento que le meten.
No voy a describir muchas cosas de las que ustedes conocen. Sólo diré que la alfombra de la CHECA no tiene el piso igualado, ni tampoco nivelado, por cuyo motivo el toro no sabe dónde apoyarse.
Los cuadrúpedos, dada su estabilidad, descansan cómodamente sobre sus extremidades, ya que suelen echarse pocas veces y lo hacen en posición externo-costal, casi únicamente para rumiar.
¿Qué tiempo descansará y rumiará un toro que se pasa varios días de viaje en el cajón preparado para todo, menos para descansar y rumiar?
EXTREMIDADES SEMIANQUILOSADAS.- Articulación que no funciona se anquilosa. Los toros, después de varios días de viaje en el cajón, sin modificar su estabilidad, tienen gran dificultad en el movimiento de sus extremidades.
Si su lidia se aplaza unos días, aún puede recuperarse, pero si van del cajón al callejón y de éste a la plaza, la recuperación no tiene lugar.
Cualquier aficionado que haya presenciado el desencajonamiento en la plaza de
Valencia, por los movimientos de los toros se podía dar idea del tiempo que llevaban unos y otros encajonados.
GOLPE DE CALOR.- Los animales encajonados no están ajenos a los efectos del calor, por el espacio tan reducido y por la época en que se celebran las corridas.
Si a esto agregamos que no se les suministra el agua y que las jaulas permanecen al sol (algunas veces), los efectos dejan sus huellas en el animal.
Bastaría ver la frecuencia respiratoria y del pulso para comprobar cuanto digo, que, con la sed y el hambre, dan lugar a un agotamiento fisiológico digno de tenerlo en cuenta.
MANIOBRAS FISIOLÓGICAS
El ayuno, o sea, la privación de alimento, incluso del agua, mengua las facultades del toro, y si se prolonga conduce a la muerte.
No hace falta tanto, con que queden en la PENUMBRA de lo fisiológico y de lo patológico nos valen.
Los carnívoros resisten mejor el ayuno que los herbívoros Los primeros tienen que buscar la presa y los segundos, salvo condiciones especiales, siempre la tienen. La Naturaleza lo prevée todo.
SED, HAMBRE DE AGUA: HAMBRE DE SAL
Nada más ver los títulos, cualquier aficionado, no sólo por lo que ha oído, sino porque él también las ha padecido, se da una idea clara de los resultados, combinando hábilmente en exceso una y otra de las dos necesidades que tiene el organismo animal.
Al dar la sal a un animal se le provoca un hambre de agua.
De todos es sabido que la sed es peor tolerada que el hambre, con sus consiguientes molestias; pero las más interesantes son: la angustia y la ansiedad, que también limitan las facultades del toro.
Supongamos que le dan agua en cantidad como para matarle la sed.
A primera vista, todo arreglado. Sí, sí. Arreglado para descansar, pues con la cantidad de agua injerida no recupera todas sus facultades al momento.
PURGA. Aquí sí que estamos todos fuertes por experiencia propia y todos hemos quedado para el arrastre. Eso le pasa al toro antes de lidiarle.
MANIOBRAS TRAUMATICAS
SACO.- El lanzamiento del saco es una maniobra contundente que tiene la ventaja dé producir lesiones más arriba de las extremidades, por lo cual se caen los toros sin saber de qué pata cojean.
DE LA BRAVURA A LA TIMIDEZ, CON SOLO UN TRAUMATISMO ATENUADO: LA SUJECION DEL TORO
Es tal vez lo más interesante de cuanto vamos a decir :
Antes, el toro iba del ganadero a la Empresa, sin haberlo visto muchas veces ésta y rara vez el apoderado o el torero. Pero... ¡ahora te quiero yo ver! Nos ha salido este último de intermediario y de enlace, ¡que ya te puedes preparar!
¡Dichosos intermediarios! En todos los sitios nos los encontramos con sus dos caras corrosivas. Una para el toro y la otra para el público (a quien afeita el bolsillo).
¡Señores! ¿Será una enfermedad social y mundial la INTERMEDIOCRACIA? ¡Pchsss!... Lo será.
De todos es sabido que el toro no pasa por la domesticidad para ser lidiado. Lo hace del estado salvaje a la plaza.
Si este animal ha conservado su personalidad psíquica en estado natural, sin contacto con nadie, cabe también suponer que no consentirá que nadie le pise el terreno, y cuando algún intruso (apoderado) lo haga será a costa de deshacer su unidad físico-psicológica: unidad indispensable para mantener en alto el pabellón de la bravura.
A poco contacto que se haya tenido con los animales, aunque no sea el toro de lidia habrá podido observar que, con sólo sujetar a un animal (por personas, trabones, sogas, etc.), se produce UN COMPLEJO DE INFERIORIDAD, con lo cual el animal, después de forcejear varias veces y verse vencido, queda sumido en la inmovilidad más sorprendente. Algunas veces el animal se deja hacer toda clase de maniobras, incluso operaciones quirúrgicas, fuego con fines terapéuticos o de marcaje, sin intentar el forcejeo siquiera.
Este traumatismo psíquico, producido sólo por la SUJECION, deja una huella tan grande en su voluntad que habrás que empujarle para levantarse. No tengo qué decirles cómo habrá quedado el toro después de las lesiones en las articulaciones, músculos y ligamentos, acompañado de la desintegración de su personalidad salvaje. Después de esto se habrán dado cuenta de lo que es un afeitado sin sierra y sin lima."

viernes, 1 de julio de 2011

GILA TORERO POR UN DÍA

El gran humorista Miguel Gila, de cuya muerte se cumplirán 10 años el próximo 14 de julio, confiesa en sus memorias para desmemoriados, "Y entonces nací yo", que no le gustaban los toros, que ha pesar de haber tenido muchos amigos toreros, nunca se había sentido atraído por el arte del toreo, ni como espectador, ni como practicante. En este libro cuenta alguna anécdota relacionada con este mundillo, de sus encuentros con toreros, de su participación en la Monumental de México en un festival benéfico con diversos cantantes mexicanos y con "Cantinflas", que acostumbraba a torear en estos eventos y le invitó a torear, ante los 50.000 espectadores que llenaban los tendidos, pero prefirió cambiar la muleta por un micro y contar un monólogo desde el centro del ruedo, o de sus visitas a la ganadería de los Cembrano, en tierras extremeñas, y de las bromas que ha estos ganaderos les gustaba gastar a sus invitados. Pero sobre todo se extiende en la narración de lo sucedido en Segovia, pues a requerimiento de su representante, y acuciado por las deudas, firmó un contrato, para participar en un festival taurino en la ciudad castellana. Esto ocurrió después de regresar de México y Cuba, en donde pasó buena parte del año 1959 haciendo actuaciones en salas de fiesta, radio y televisión. Pero su incursión en el "Arte de Cúchares", siendo torero por un día, mejor que nos la cuente el propio Gila:

"El primer contrato que me consiguió Luis Méndez fue en una sala llamada El Biombo Chino. Era el año sesenta y aquel trabajo empezó a resolver de alguna manera mis necesidades económicas. Miguel, el dueño de El Biombo Chino, era muy aficionado a los toros, incluso había sido novillero. Un día me propuso torear un becerro en Segovia. Me pagarían cincuenta mil pesetas. A pesar de mi amistad con los toreros y de haber pasado algunos días en la finca de los Cembrano, yo no tenía ni la menor idea de lo que era torear. Me convencieron de que la cosa era muy sencilla, que me echarían un becerro de sesenta kilos, que aunque me diera un revolcón no pasaría nada grave. Así, con esas observaciones y pensando en conseguir cincuenta mil pesetas, me presté a torear, pero se hacía necesario tener algún conocimiento de tauromaquia. Me llevaron a una finca cerca de El Escorial, me dieron un capote y durante varios días estuve ensayando con un becerrito el arte taurino. Y llegó el día de la corrida en la plaza de toros de Segovia. 
Me había alquilado un traje de luces, un capote de paseo y en el Citroen de Luis Méndez llegamos a Segovia, donde me esperaba la afición. En aquella becerrada toreaban también El Bombero Torero y su cuadrilla. Yo sería el espectáculo. Tenía un ayudante, de nombre Santitos, un personaje conocido en todo Madrid, que había sido “chorizo” y que cuando le preguntaban cuánto tiempo había estado en la cárcel, él preguntaba: “¿En qué país?” Conocía las cárceles de Francia, de Alemania, de Italia y las de España. Hablaba francés, italiano y alemán. Había sido chófer de Laso de la Vega y peón de confianza de algunos toreros, era bajito, barbilampiño y sordo, siempre con gorra de visera y hablaba en caló. Cuando me traía en un papel la cuenta de lo que había gastado se podía leer: “Trujas 12 calas. Roda para ir a por los trujas 23 calas. Tralla del peluco 28 calas”. Y así con su manejo del caló me entregaba las cuentas. Cuando se enteró de que yo iba a torear se llevó una de las mayores alegrías de su vida. Tenía un gran respeto por todo lo que tuviera que ver con la fiesta de los toros. Cuando llegamos a Segovia nos alojaron en un hotel, y Santitos, tal como mandan los cánones taurinos, cuando terminamos de comer me dijo:
–Maestro, tírese en la cama y duerma una siesta. ¿A qué hora le llamo? Le pregunté:
–¿A qué hora empieza la corrida?
–A las cinco.
–Muy bien. Despiértame a las siete.
  Y se fue. Volvió de inmediato.
–Maestro, si la corrida empieza a las cinco, ¿cómo le voy a despertar a las siete?
–Porque a las siete ya habrá terminado la corrida.
Santitos quedó desconcertado con mi respuesta. Era tan devoto de la fiesta taurina que no entendía mi humor.
–Está bien, despiértame a las cuatro.
–De acuerdo, maestro.
Ya me llamaba maestro como si yo fuese Antonio Bienvenida.
Y llegó la hora de ponerme el traje de luces. Yo, que conocía esa devoción de Santitos por la tauromaquia, de manera intencionada, le cambiaba el nombre a todas las prendas de mi traje de torear. Santitos se emberrinchinaba cuando a la taleguilla la llamaba la cazadora, a las medias los calcetines rosa, a la montera el gorro y a las zapatillas las alpargatas de torero. Se ponía furioso y me rectificaba: La taleguilla, maestro; las medias, maestro; la montera, maestro. Finalmente terminé de vestirme. El Citroen de Luis Méndez tenía en la parte trasera uno de esos asientos que llamaban ahí te pudras, y sentado en ese asiento, de manera que me viese el público, llegamos a la plaza de toros y entramos.
 Había un ambiente como si se tratara de un mano a mano entre Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín.
Mi salida con el resto de los que iban a participar en la lidia, acompañada de un pasodoble, levantó el aplauso de toda aquella gente que llenaba la plaza. Me situé detrás de la barrera. Sonó el clarín, se abrió una puerta y apareció el becerro. El Bombero Torero y su cuadrilla hacían con aquel becerro cosas insólitas, desde saltar por encima cuando les embestía, a darle agua con un botijo. Viendo aquello y escuchando las carcajadas del público y los constantes olés, empecé a pensar qué haría yo para estar gracioso. Llegué al convencimiento de que lo único que me podía salvar era la palabra, pedí un micrófono y desde un burladero hice un comentario divertido sobre lo que iba a hacer con el becerro. Cuando terminaron su faena los de El Bombero Torero me tocó salir. El becerro tenía un solo cuerno, el derecho, pero a mí me daba la impresión de que tenía los dos, pero que alguien había empujado el de la izquierda para que le saliera por el lado derecho un solo cuerno, largo y afilado. Hubiera dado cualquier cosa por deshacerme de aquel compromiso, pero la cosa estaba firmada, la plaza llena y no había forma de evadirme, así que con la cara de color verde aceituna y un tremendo cagazo me lancé al ruedo. Extendí el capote como había visto hacer a los grandes toreros y grité: ¡Eh, toro! El becerro me miró como diciendo: Qué mierda querrá este gilipollas Tomó carrerilla, se vino hacia mí, y aunque alargué el brazo como mandan los cánones taurinos, me golpeó en la mano con la testuz. A punto estuvo de que la mano se me desprendiera del brazo. Sentí un dolor tan fuerte que me dieron ganas de tirar el capote y ponerme a llorar, pero en la plaza se escuchó un olé colectivo y eso me animó a seguir en pie. Por segunda vez dije, ya muy crecido: ¡Eh, toro! Y otra vez el becerro que me miró. Esta vez como pensando: Pero otra vez este gilipollas, y de nuevo emprendió una carrera hacia mí. Tuve tiempo de levantar el capote y le di un pase y otro y otro y dos más y el de pecho, la gente aplaudía entusiasmada. Yo esperaba que después de aquella faena saliera un picador y acabara con el becerro, pero aquello era sin picadores. Me acerqué a la barrera y Santitos me cambió el capote por la muleta y una espada. Como hacía algo de viento, Santitos mojó el pequeño capote rojo con agua del botijo. Aquel trapo rojo con un palo que en la punta tenía un clavo afilado y un estoque de madera, debía pesar como doce kilos. Por más esfuerzos que hacía para levantar aquello no lo conseguía, lo tenía pegado al cuerpo, y cada intento duraba unos segundos. El becerro debió adivinar mi dificultad para sujetar aquellas cosas, creo que hasta vi en sus ojos una sonrisa como si pensara: Te vas a enterar; tomó carrera y se vino hacia mí, creo que con exceso de velocidad. ¿Cómo pasó junto a mí? Ni lo sé. Cerré los ojos y sentí el aire desplazado por su pasada, la repitió y una de dos, o sentía compasión por mí o tenía mal sentido de la orientación, porque milagrosamente no me llevó por delante. La gente entre divertida y emocionada, más divertida que emocionada, aplaudía y gritaba olés. Santitos me dijo desde la barrera: Vamos maestro, acabe la faena y me cambió el estoque de madera por uno de verdad. Ya me habían explicado dónde tenía que clavar el estoque, pero sólo en teoría. Cuando me disponía a matar, vi en las primeras filas del tendido un aficionado con ganas de saltar al ruedo. Tenía en la mano un bocadillo. Le grité:
–Te cambio el bocadillo por el estoque. 
Y entusiasmado saltó al ruedo, le di el estoque, él me dio el bocadillo y mientras me lo comía, él se encargó de matar al becerro. Tal vez el público pensó que aquello estaba preparado, el caso es que nos salió bien y fuimos muy aplaudidos. Lo peor vino después. Llegamos a Madrid a la hora en que yo tenía que empezar mi actuación en El Biombo Chino. Méndez no encontraba un hueco donde aparcar y finalmente tuvimos que dejar el coche en la calle de Princesa. Tuve que ir corriendo desde Princesa, cruzar la plaza de España, subir por la Gran Vía y entrar en Isabel la Católica, donde estaba El Biombo Chino, con el asombro de la gente que no podía imaginar qué hacía un torero corriendo por la Gran Vía. Miraban hacia atrás, tal vez pensando que me seguía un toro o la Guardia Civil. No me dio tiempo a cambiarme de ropa, así que sobre la marcha  me tuve que inventar un monólogo taurino. La gente se divirtió mucho con aquel monólogo y yo salí bien parado del trance. Compré un traje de torero y un capote de paseo y seguí haciendo aquel monólogo que a la gente le había divertido tanto. Años después, cuando estaba rodando con Fernando Fernán Gómez en Barcelona ¿Dónde pongo este muerto?, una noche que estábamos en la estación de Francia, había entre la gente que nos rodeaba un muchacho joven. No llevaba abrigo y le castañeteaban los dientes de frío. Por su rostro adiviné que era mexicano. 
–¿Eres mexicano? 
–Sí, señor. De Yucatán. 
La noticia había sido publicada en los periódicos, y me dije: Dos jóvenes han viajado de polizones desde Venezuela hasta Madrid, ocultos en el tren de aterrizaje de un avión de pasajeros, uno de ellos ha muerto, éste es el que ha sobrevivido. Uní mi amor por México con mi tristeza por aquel muchacho que no dejaba de tiritar. Le invité a comer algo en el bar de la estación, se comió tres bocadillos, pero no dejaba de tiritar, se me ocurrió una idea. Le dije al hombre de la barra que le pusiera un carajillo doble. 
–¡Tómate esto! Estaba caliente, pero se lo volcó de un trago y se le acabó la tiritona. 
–¿Cómo estás? 
–¡Ora sí, ya ni frío siento! Me hizo bien el sacachismes ese que me dio.
Después hablamos, le pregunté con qué intención había venido a España. Me dijo que quería ser torero, que lo hacía bien y esperaba una oportunidad. No tenía dónde dormir. Tal vez porque yo había vivido una experiencia parecida cuando en 1951 llegué a Madrid, le llevé a una pensión y le dejé allí con el encargo de que la cuenta me la pasaran a mí. Le compré varios números de El Ruedo, le regalé algo de ropa, le di una carta para los Cembrano y le saqué un billete de tren para Mérida. Al año siguiente recibí un pequeño cartel de toros donde, junto a otros dos novilleros, venía anunciado "El Tigre de Yucatán", y con el pequeño cartel de la novillada una carta hermosa, en la que me daba las gracias por lo que había hecho por él y donde decía que le pedía a la Virgen de Guadalupe me diera salud y mucha suerte. Nunca volví a saber nada de "El Tigre de Yucatán". 
El capote de paseo se lo regalé a Manolo Montolíu, gran persona, con el que coincidí en algunas ocasiones y sin lugar a dudas uno de los mejores banderilleros. Murió en Sevilla de una cornada en el corazón."

jueves, 30 de junio de 2011

LOS MARGINADOS DEL G-10, LA GRAN MAYORÍA... CALLAN

La temporada va como se suponía. Los taurinos, con lo que se ha dado en denominar el G-10 a la cabeza, que no son otros que los que cortan el bacalao y se lo llevan crudo -los “figuras” del momento y sus mentores- decidieron al final de la pasada temporada, con la excusa y el acicate del traspaso de los toros al Ministerio de Cultura, que la fiesta debía resurgir en base a la propaganda y el triunfalismo más desaforando. Conscientes de que los aficionados, aburridos, cada vez son menos en los tendidos y, por lo tanto, es menor su influencia, e imbuidos por la convicción de que los que acuden a las corridas de toros son espectadores ocasionales que ni entienden ni les interesa comprender la riqueza de la fiesta de los toros y juzgan lo sucedido en el ruedo por los resultados -orejas cortadas, salidas a hombros e indultos de toros a porrillo- decidieron que había que dar una vuelta más a la tuerca y rebajar todavía más la condición del toro. En esas estamos. Solo hace falta echar a una ojeada a las fotos que circulan por Internet de los animales -porque ya no se les puede llamar toros- que les sueltan por todas las plazas, que son casi todas, por las que pasan. La crisis de público en los tendidos, que empieza a ser alarmante y más que preocupante, debían pensar que se solucionaría con esos ingredientes, publicidad y triunfalismo, pero parece ser que ese diagnostico no fue el correcto y su estrategia esta cosechando el más grande de los fracasos porque cada vez es más el cemento que se ve en las plazas de toros.

No se hasta cuando seguirán manteniendo esta estrategia que se ha mostrado totalmente equivocada, pero no puede ser por mucho tiempo pues no se puede aguantar demasiado perdiendo dinero. El espectáculo que se ofrece es pobre, monótono, aburrido y con fundadas sospechas de manipulación fraudulenta. Ha sido despojado de su mayor valor, el de la emoción, como consecuencia de la desvirtualización que ha sufrido el toro de lidia y, sin el toro en toda su integridad, con poder y con todo su peligro, poco de lo que se haga ante el sucedáneo que hacen pasar por toro, tiene importancia y, en consecuencia, no tiene sentido ni valor el triunfalismo que se pretende propagar. Es mentira, y hasta los profanos que pueblan los tendidos, cada vez menos, se dan cuenta. Los espectadores ocasionales, que acuden a las plazas porque son las fiestas de su localidad, no le dan importancia a lo que sucede en el ruedo, porque no la tiene, y se olvidan de los visto nada más que salen de las mismas, de esa forma los triunfos conseguidos de poco valen. Por lo tanto, si no se rectifica esta estrategia y se vuelve a la verdad, poco es el futuro que le queda a esta fiesta que nada tiene que ver con la auténtica Fiesta de los Toros.

Pero lo que no entiendo es que, en estos tiempos de revueltas populares, los marginados del negocio; que son todos los toreros menos los 10 que cortan el bacalao; los empresarios modestos, que se tienen que plegar a las condiciones de los 10 y que, irremediablemente, tienen que perder dinero o mangonear para sobrevivir; y los ganaderos que ven como sus toros se los tienen que comer con patatas porque los 10, salvo los de las ganaderías que exigen, no quieren verlos ni en pintura; están condenados sin remedio -toreros, empresarios y ganaderos ajenos al circulo de los 10- a la bancarrota más absoluta si las cosas siguen por el curso que llevan. En esta situación no entiendo porque no muestren su indignación, porque no se revelan contra este sistema controlado por tan pocos que tan poco les dejan para repartir y que están convirtiendo esta fiesta, de la que siempre han vivido muchos, en un coto privado y exclusivo. Ellos, los marginados, son los más perjudicados. Ellos, si no se conforman con las migajas que les dan, tienen la palabra y el poder de dar un vuelco a la situación o, al menos, intentarlo. Los aficionados, aparte de predicar en el desierto, poco podemos hacer. Necesitamos un gesto, alguna iniciativa por parte del colectivo de marginados, que son mayoría apabullante en la profesión, una disposición para recuperar la verdad de la Fiesta, una decisión que nos de argumentos y razones para seguir en la lucha. Puede parecer una quimera embarcarse en una cruzada contra el sistema establecido, puede ser un camino duro, largo y difícil, pero no imposible si se va con la verdad por delante… torres más altas han caído.

lunes, 20 de junio de 2011

JOSÉ TOMÁS TIRA MÁS DEL ABONO QUE TODAS LAS "FIGURAS" JUNTAS ¿POR QUÉ SERÁ?

Escuchado en la noche de ayer el programa taurino “Clarín” me llamó poderosamente la atención una noticia. Decía el corresponsal de Valencia que, de momento, ya se habían vendido más abonos para la “Feria de Julio”, en la que reaparece José Tomás, que para la pasada de “Feria de Fallas”. Una Feria que desde hace muchos años es la segunda de la capital del Turia, con gran diferencia de asistencia de público con respecto a la de marzo, por la sola presencia de un torero en los carteles, se pone por delante. ¿Por qué será?

Ya se demostró antes de la retirada del torero de Galapagar, tras su gravísima cogida en Aguascalientes que lo ha mantenido fuera de los ruedos algo más de un año, que su presencia tiraba del abono tanto que suponía, a pesar de los altos honorarios que exige cobrar, una tabla de salvación para los empresarios. Al anunciar su reaparición este año, los empresarios hacen cola ante su representante para conseguir una actuación suya que signifique, ante las paupérrimas entradas de público en la mayor parte de los festejos, un revulsivo para sacarse el abono, pues aunque el día que actúa José Tomás pierdan dinero, lo recuperan e incrementan sus ganancias con la venta de abonos para el resto de los festejos de la feria que se dispara.

A tal extremo ha llegado la grave situación que atraviesa la Fiesta de los Toros, que depende de la presencia de un solo torero para llevar público a las plazas, cosa que el resto de toreros -“figuras” les llaman- por más empeño y triunfalismo que pongan los medios de comunicación a su servicio al narrar sus ¿hazañas?, no lo consiguen y, en consecuencia, solo reportan pérdidas a los empresarios que, además, se ven obligados a contratarlos para que los informadores cataloguen la feria como buena y el ente televisivo que trata de hacer negocio televisándolas les aporte algo de dinero.

Pero vamos a la pregunta del título de esta entrada y lo quiero hacer con otra pregunta: ¿No será porque José Tomás pone en el ruedo, con el mismo tipo de toro que quieren torear todos, lo que no ponen el resto de toreros considerados “figuras”? Ustedes mismos, queridos lectores, pueden poner la palabra que yo me callo.

martes, 7 de junio de 2011

EL BAREMO DE LAS PIPAS

En la última tertulia “En el Café de Chinitas”, hablando de la pasada Feria de “San Isidro” y de los días en que el aburrimiento -por el juego de los toros y la labor de los toreros- se apoderaba de los espectadores, Rafa sostenía que cuando esto sucede los vendedores de pipas hacen su agosto y los trabajadores del servicio de limpieza ven multiplicado su trabajo por la cantidad de cáscaras que se acumulan en los tendidos. Es algo que no ocurre, continuaba diciendo, en los días en que la emoción -por el juego de los toros y la labor de los toreros- predomina pues, entonces, con la atención y la mirada puesta en lo que sucede en el ruedo nadie se acuerda de los vendedores de pipas y demás productos de consumo que llevan en sus cestillos.

El tema venía a cuento por lo que mantenía David sobre las “dos fiestas” que conviven en las plazas de toros en la actualidad; las corridas mal llamadas "toristas", que por su dureza y complicaciones, cuando los toros sacan a relucir su casta y con ella sus problemas y actitudes cambiantes a lo largo de la lidia -ante los cuales la mayoría del escalafón actual se encuentra a la deriva por falta de conocimientos para resolver los problemas que presenta dicho ganado- y los espectadores, por el peligro y la emoción que conlleva enfrentarse a un enemigo poderoso, concentran su atención en lo que sucede en el ruedo; y las "otras", las también mal llamadas "comerciales", las que con un ganado descastado, flojo, previsible y colaborador, prefieren los toreros para realizar la faena que se traen preparada desde el hotel, siempre la misma, y que suele traer consigo, salvo contadísimas excepciones, el aburrimiento.

En el pasado “San Isidro” hemos tenido ejemplos de “ambas fiestas”. En la inmensa mayoría de las corridas, salvo momentos muy puntuales, con el “ganado de garantía” que reclaman los toreros, cundió el aburrimiento entre los espectadores y, con ello, el consumo de pipas y productos similares se multiplicó, y en las corridas denominadas duras, de las que tan solo se han lidiado dos en todo el ciclo ferial madrileño -la de Escolar y la de Cuadri- nadie se aburrió y, por consiguiente, los vendedores de pipas hicieron un mal negocio y el servicio de limpieza tuvo mucho menos trabajo.

lunes, 23 de mayo de 2011

EL DÍA Y LA NOCHE

En Zaragoza, este pasado fin de semana, en cuanto a lo taurino, podríamos decir que hemos vivido dos días en uno. Me explico. En “La Misericordia” se lidiaban dos novilladas que resultaron, como la noche y el día, contrarias en todo. Una de un hierro legendario, en cuanto al nombre, con la vitola de ser, además, el que más veces ha lidiado en nuestra plaza a lo largo de toda su historia, el de “Concha y Sierra”, que resultó negro como la noche más oscura que pueda imaginarse; y otro de una ganadería aragonesa de reciente creación, “Los Maños”, por la que corre sangre santacolomeña, que venía destacando en las novillas sin picadores de los últimos años y que, por méritos propios, se había ganado la oportunidad de dar un paso adelante y lidiar una novillada picada, que resultó como un rayo de luz claro y diáfano en un panorama en que las ganaderías, las unas y las otras, se hallan en uno de los peores momentos de la historia de la Fiesta de los Toros.

El día fue el sábado, 21 de mayo. Se lidiaba una novillada de “Los Maños”, ganadería aragonesa con poco más de 20 años de historia que, desde el comienzo, apostó por el encaste “santacoloma”. Primero con ganado de Pablo Mayoral, y desde hace cosa de un lustro con un refrescamiento de sangre de “Bucaré”. Entre lo aficionados zaragozanos había expectación por ver los resultados del cruce, y más después de las eraladas lidiadas en los dos últimos años que daban margen para la esperanza. Los 6 novillos lidiados fueron una buena y variada muestra de la evolución de esta ganadería, pues hubo de todo: 3 de procedencia “mayoral”, 1 de procedencia “bucaré” y 2 producto de la mezcla de ambas líneas. Personalmente, y sin entrar en detalles, me gustaron los productos del cruce, que se lidiaron en 2º y 6º lugar y que, si no se tuerce la cosa, puede ser un buen camino para seguir adelante. En general fue una novillada que, a pesar de andar justa de edad y, en consecuencia, de trapío (el propio ganadero lo decía en la entrevista concedida a “LcbTV”, cuando afirmaba que hubiera preferido lidiarla en Octubre, para la Feria del Pilar, porque hubiera estado rematada… pero se la habían comprado para lidiarla en mayo), fue brava, encastada y ofreció posibilidades de triunfo a los novilleros. En general, el juego de los utreros de “Los Maños”, 4 de 6, más que aprobado. El tiempo paso rápido, no hubo tregua, todos los novillos tuvieron sus cosas, buenas y malas, y los novilleros posibilidades. A la salida tertulia que se extendió más de lo habitual pues había muchas cosas de las que hablar. Esta novillada fue el día, un claro y transparente día en donde se respira aire fresco y los aficionados ven reconfortada su afición, y sus esperanzas, porque han conseguido ver algo de lo que buscan y que, cada vez, es más difícil de encontrar. 

Pero tras el día llega la noche, y eso fue la tarde del domingo, 22 de mayo, noche cerrada en "La Misericordia", negra como las fauces de un lobo. La novillada de “Concha y Sierra” fue un tostón tan grande y presentó tales carencia que, por más historia que tenga a sus espaldas, su recuperación parece una tarea imposible. Falta absoluta de fuerza y, lo que es más definitivo, de casta. Mala solución tiene esta ganadería que, en la pasada corrida concurso de Zaragoza, presentó un toro de las mismas características que sus hermanos pequeños lidiados ayer. En consecuencia, aburrimiento en los graderios en una tarde que, al contrario del día de antes, se alargaba y se alargaba y parecía que nunca iba a terminar. Una muestra, cuando “el de la jota” fue devuelto por invalidez total, ya se solicitó su devolución con desgana, y cuando el sobrero se derrumbó escandalosamente, ya no había ganas más que de que aquello acabase de una vez. Es lo que tiene el aburrimiento, que produce somnolencia y te dan ganas de echarte a dormir, y la noche, en la plaza de Toros de Zaragoza, había comenzado a las dieciocho horas y diez minutos de la tarde.

Pdata: A raíz de este escrito, me ha venido a la memoria la última crónica de Paco Apaolaza que reproduje en este mismo Blog tal día como hoy de hace, exactamente, 4 años, el 23 de mayo de 2007 -haciéndome eco del homenaje que se le tributó en Madrid con motivo de la presentación de la Vª edición de premio periodistico taurino que lleva su nombre- que llevaba por título "Roncando y sin manta". No se si será una coincidencia o cosas del azar, pero el mismo día de cuatro años después, y tras el sopor producido por la novillada del pasado domingo en Zaragoza, esa crónica ha vuelto a mi memoria, y con ella, el recuerdo de un periodista taurino que nos haría falta en estos tiempos tan escasos de crítica independiente y comprometida. 

jueves, 19 de mayo de 2011

JIMÉNEZ FORTES Y VÍCTOR BARRIO: NO CAMBIÉIS

Lo que con más nitidez recuerdo de cuando, siendo niño, mi padre me llevaba a las novilladas que se daban en la Plaza de “La Misericordia”, es la imagen de los novilleros cuando terminaba el festejo -si no acababan antes en la enfermería- con el traje destrozado y manchado de sangre. Esa imagen está en los cimientos de mi afición a los toros, sin tener una idea clara de los que era esta Fiesta en aquellos momentos, quedaba grabada a fuego en mi memoria, la entrega, las ganas, la desesperación, la heroicidad… de aquellos muchachos por forjarse un nombre de torero. Es algo que, arrinconado por el montón de banalidades en la que se ha convertido la Fiesta de los Toros en la actualidad, casi tenía olvidado. La ceguera producida por el espejismo mentiroso de la tauromaquia, vacía, falsa y aburrida del momento, casi había conseguido que olvidara aquellas imágenes legendarias de novilleros con el traje echo harapos, magullados y ensangrentados. Por sorpresa, esa imagen la volví a recuperar hace un par de días viendo a dos aspirantes a ser toreros, Jiménez Fortes y Víctor Barrio, que salieron a la plaza de Madrid como deben salir los novilleros, a jugarse la vida para conseguir un triunfo y que su nombre suene.

Es un soplo de esperanza. Viendo como esta el actual escalafón de toreros, instalados en la comodidad del toro moderno, ver novilleros que vienen empujando y jugándose el tipo, sabiendo que para llegar de verdad a los tendidos hay que generar emoción y, para que ello ocurra, es preciso un toro que embista, mejor o peor, pero que embista con algo de codicia y poder, no como el semoviente que se lidia en la gran mayoría de las corridas que, más que miedo, da pena. Para llegar al tendido, es preciso que el espectador advierta el riesgo de ponerse delante de un toro de verdad y tratar de torearlo, ese es el ingrediente fundamental de la emoción. Que el espectador sienta miedo de ver al diestro enfrentarse a un enemigo poderoso, con sus peculiaridades y características determinadas, y se juegue la vida para conseguir dominarlo y torearlo. Eso es la emoción. Y de este ingrediente, imprescindible y fundamental para fijar la atención del público, es de los que anda más que escasa la “nueva tauromaquia”. El tipo de toro requerido para este tipo de fiesta es el contrario del que puede ofrecerla. La emoción tiene que ver con la casta y el poder, cosa de la que huyen, como de la peste, los toreros actuales. En lo que llevamos de temporada, es mínimo el bagaje de lo ensalzable, demasiado escaso para las exigencias e imposiciones de los “profesionales del toro”, lo abultado del precio de las entradas y la escasa rentabilidad que saca el público que acude a la plaza de toros.

Es por lo que titulo este artículo con una petición, porque el soplo de aire fresco para mi afición que significó ver a Jiménez Fortes y Víctor Barrio jugarse el tipo a cara o cruz, el pasado 16 de mayo en Madrid -91 años después de la muerte de “Joselito”, por el que, siguiendo la tradición, se guardó un minuto de silencio al comienzo de la novillada-, ante una difícil y exigente novillada santacolemeña de “Flor de Jara”, además de hacerme recuperar imágenes y sensaciones casi olvidadas, significó un soplo de esperanza de cara al futuro. La emoción la debe poner el toro, pero el torero también debe poner de su parte, en el actual escalafón de figuras, acomodado al toro colaborador, es algo olvidado… el simulacro es demasiado flagrante, las excusas demasiadas y demasiadas las facilidades… les da lo mismo porque tienen la temporada repleta de fechas desde antes de empezar. Pero el público se aburre una y otra tarde, y eso es mala cosa, lo peor que le puede ocurrir a quien va a los toros. Por eso pido a Jiménez Fortes y Víctor Barrio que no cambien, que se olviden de los cantos de sirena de los apologistas del toreo moderno, que sin duda alcanzaran sus oídos, y que sigan por el camino que se trazaron en el coso venteño en su actuación del pasado 16 de mayo del 2011, donde nadie se aburrió, porque ese es, no sólo el camino de su éxito personal, si no el que debe de seguir la Fiesta de los Toros para recuperar el favor y la atención del público y de los aficionados.

Aunque el gesto de este par de novilleros haya quedado sepultado por el triunfalismo de los días posteriores con la aparición de los "figuras" y "sus toros", quiero volver a recordarlo pues, ver su actuación, significó una vuelta a los orígenes de mi afición taurina, cuando desde la andanada de "La Misericordia" contemplaba a esos novilleros de entonces volver una y otra vez ante la cara del novillo, sin preocuparse de su integridad física ni mirarse el traje una sola vez, con la única obsesión de conseguir el triunfo al precio que fuese.

miércoles, 11 de mayo de 2011

LAS CLAVES DEL TOREO MODERNO

En Sevilla, en su recién terminada Feria Taurina de Abril, han quedado establecidas las bases del toreo del siglo XXI. Era preciso establecer las leyes del toreo moderno, el nuevo patrón en el que basarse para juzgar lo que sucede en el ruedo, y Sevilla era el sitio ideal. El beneplácito de una “catedral” del toreo, como lo es la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, ha significado la pontificación de unas nuevas normas sobre las que se pretender atraer un nuevo público a las plazas y la posibilidad de que la Fiesta de los Toros se consolide y retome el vuelo y el favor del público. Si una de las estrategias establecidas por el “taurinismo” para afrontar la crisis de público en las plazas es la del triunfalismo, de lo que ya escribí en su día en este mismo Blog, en Sevilla, en su recién terminada Feria Taurina de Abril, se han dado un par de circunstancias que han venido a consolidar esta estrategia y han servido para consagrar las formas de la tauromaquia del nuevo siglo, tanto en el tipo de toro requerido como en la forma de torearlo.

Resumiendo lo ocurrido en Sevilla, en su recién terminada Feria Taurina de Abril, en donde se prima el “toro bonito” antes que el trapío, tenemos que sacar la conclusión de que los toros que se han prestado al lucimiento estaban todos en la edad de novillo, cuatro años recién cumplidos, por lo que podemos deducir que el toro necesario para que se produzca el “nuevo arte del toreo” debe ser un novillo que parezca un toro. Casualmente este tipo de toro sale al ruedo con unos pitones que al primer roce con el peto del caballo ser convierten en auténticas brochas -si no es que pierde parte de un pitón y el comentarista televisivo, con fina ironía, dice que “ahora el pitón queda más corto pero más astifino”-. Otra de las conclusiones con respecto al toro, después de ver los momentos más brillantes de la recién termina Feria Taurina de Abril de Sevilla, es la necesidad de “cuidarlo”, como aseguraba el “sumo pontífice” de la tauromaquia moderna, don Enrique Ponce, tras matar uno de sus toros: “he tenido que cuidarlo desde el principio”. Lo mismo decía, con las mismas o parecidas palabras, el beatificado J. M. Manzanares, al comentar su famosa faena del indulto a un “cuvillo”. En esta nueva tauromaquia del siglo XXI, todo lo que se le hace al toro desde que salta al ruedo, debe estar en función de la faena de muleta.

Estas nuevas formas de la tauromaquia moderna conllevan la desaparición de la suerte de varas, antaño piedra angular para calibrar la bravura del toro. Todos los toros que han posibilitado el triunfo en la recién terminada Feria Taurina de Abril han pasado por el caballo con dos “puyacitos” de puro trámite. El toro moderno ya sale listo para la lidia desde que salta al ruedo, la suerte de varas es innecesaria salvo -por eso todavía no ha desaparecido del todo- en los toros que aún conservan algo de poder y, por su movilidad, ofrecen dificultades a los toreros, entonces se utiliza para aniquilarlos. La función que desempeñaba antiguamente, en que era considerada el “eje de la lidia”, para calibrar la bravura y el poder del toro y, a partir de ahí, valorar la forma de resolver la ecuación por parte de su lidiador, ya no es la norma. Del toro ya no se busca que sea bravo, la bravura conlleva numerosos problemas que resolver, se busca que aguante el tiempo suficiente sin derrumbarse y colabore en la faena de muleta, que pase de un lado a otro acudiendo al cite dócilmente cuando se lo solicite el “artista” encargado de lucirse con él.

Pero el toro siempre ha estado en función del toreo imperante en cada época, en esta de principios del siglo XXI nos esta tocando vivir la de la “estética”. El nuevo toreo se basa en componer la figura y una vez compuesta esperar que el toro atienda el requerimiento del cite y acuda solícito y con rectitud al encuentro. El último gran descubrimiento de los “figuras” del momento es que descargando la suerte -echando la pata atrás- se alarga el recorrido del animal, aunque no se le somete. Un animal que se presta a este juego del “voy y vengo” es algo muy distinto a un toro que defiende su vida en el ruedo. Aunque sean animales parecidos en la forma, en el fondo son muy distintos. Un toro bravo que lucha por su vida en el ruedo y no se entrega hasta el final, y un torero que le planta cara y se juega la suya para dominarlo y, si es posible, torearlo con arte, propicia la “emoción” en los espectadores. El tipo de toro actual, dócil y previsible, a la medida de los nuevos “pontífices” del toreo moderno, ha erradicado el fuego de la “emoción” de las plazas de toros, que era el valor más seguro de la Fiesta, sustituyéndolo por la frialdad de la “estética” y el aburrimiento. No creo que sea bueno el cambio ni que el triunfalismo desmedido lo remedie, porque la gente que se emociona en un espectáculo vuelve, la que tan solo se entretiene un día, quizás no vuelva jamás. En la recién terminada Feria Taurina de Abril ha pasado, aun a pesar de haber vivido momentos que deberán quedar grabados con letras de oro en la historia de la Real Maestranza de Caballería, el público se aburrió muchas tardes... y eso es mala cosa. 

martes, 26 de abril de 2011

EL AFICIONADO Nº 33 YA ESTA DISPONIBLE PARA DESCARGAR

El Fanzine nº 33 "El Aficionado", órgano de expresión de la A.C. "La Cabaña Brava" correspondiente al mes de abril del 2011, que se publica semestralmente, ya esta listo para DESCARGAR desde su página web. En esta ocasión, y teniendo en cuenta los continuos adelantos de la tecnología,  se han realizado dos versiones del archivo PDF, una con formato para imprimir, como todos los números que se han colgado hasta el momento, y otra con todos los artículos  dispuestos correlativamente para leer directamente en el ordenador o en libro electrónico, previa conversión al formato del eBook que cada uno tenga.

sábado, 23 de abril de 2011

EN FRANCIA NOS TOMAN LA DELANTERA CON LOS TOROS

A propósito de la declaración de la Fiesta de los Toros como “Patrimonio Cultural Inmaterial” en Francia, me viene a la memoria el “Himno a la libertad torera” que, en 1904, compuso el insigne periodista aragonés Mariano de Cavia, gran aficionado a los toros y una de los primeros cronistas taurinos que firmaba, cuando escribía de toros, como "Sobaquillo", en donde ya hacía referencia al país vecino como un lugar donde el Arte del Toreo estaba empezando a consolidarse.

Es una buena noticia para la Tauromaquia en general el que en Francia se haya dado un paso para defensa y conservación de una cultura importada de España, cuando en el país que tiene el honor de haberla inventado nos debatimos entre el “sí” o el “no” a las corridas de toros. Debemos tener en cuanta que en el país vecino se dan toros allí donde existe tradición, y que los aficionados son tenidos en cuenta, como consumidores que son, y participan activamente en el montaje y difusión de los festejos, sobre todo en pequeñas localidades que organizan sus festejos con la colaboración de los poderes municipales, las comisiones de aficionados, y la gestión del papeleo por parte de algún taurino contratado a tal efecto. Es, paradójicamente, en los lugares en que la organización de los festejos se rigen por los patrones similares a los de los taurinos españoles, donde más cojea la Fiesta, tanto por el ganado que se lidia, los toreros que se acartelan, como por la respuesta del público.

En cambio, en España, acomplejados desde hace siglos con respecto a Europa, e incapaces de defender nuestra cultura y nuestra particular idiosincrasia, el debate sobre los toros se ha recrudecido a raíz de la prohibición de la Corridas en Cataluña. Parte de culpa de que este proceso de debate haya tomado fuerza es consecuencia de la decadencia de las Corridas de Toros en nuestro país. Decadencia visible, sobre todo, por la escasa presencia de publico en las plazas de toros, que tiene relación muy directa con la escasa presencia social de la Fiesta en la actualidad. Una cultura que ha sido seña de identidad de nuestro país, hasta el extremo de que se conoce en el mundo como “la piel de toro” y considerar los toros como “fiesta nacional”, la estamos dejando perder por el acomplejamiento y el querer ser, sin poder, los más modernos del planeta. Pero no quiero entrar en este debate del que, en mi opinión, los mayores culpables son los taurinos y todos los que les han consentido, desde el poder que tenían en sus manos para controlarlos, los desmanes que han venido haciendo y que, como en otros espacios de este Blog se dice con reiteración, han conseguido convertir una FIESTA, con mayúsculas, en una pantomima carente de sentido.

A lo que venía este artículo, a propósito de la declaración de la Tauromaquia como “Patrimonio Inmaterial Cultural” de Francia, era para recordar el “Himno a la libertad torera”, que compuso el ilustre periodista aragonés don Mariano de Cavia, para hacer frente a una “Ley de descanso dominical”, aprobada por el gobierno de entonces, y con la cual se intentaban abolir las corridas de toros. Un numero grupo de artistas, intelectuales y políticos levantaron “Acta de Defensa de la Fiesta Nacional” y don Mariano de Cavia, proclive a incluir algún verso en sus crónicas, colaboró con la composición de este Himno que, en una de sus primeras estrofas, ya hace mención del creciente interés que se percibía en Francia por la Fiesta Española de los Toros. A más de cien años vista, resulta casi profético. A continuación reproduzco el primer fragmento de este “Himno a la libertad torera”. La música con la que se cantaba esta letra, por si alguno de los lectores quiere entonarlo, era la del “Himno de Riego”:

Cuando el arte de Montes y “El Tato” 
hasta en Francia se ve prosperar, 
en España un puñado de ilusos 
con el arte pretende acabar. 
Pero el chasco que van a llevarse 
los del figle va a ser de chipén, 
por un cuerno que ahora nos quiten, 
la afición les pondrá más de cien.

viernes, 22 de abril de 2011

EL PROBLEMA DE LA ESCASEZ DE PÚBLICO ES LA FIESTA MISMA

A raíz del comienzo de la temporada en Zaragoza el pasado fin de semana, con una Corrida Concurso de Ganaderías, que se celebró el día 16 de abril, con resultados más que aceptables, y con otra de Parladé, el día 17, en la que participaron Juan Mora, triunfador de la temporada madrileña del 2010, Morenito de Aranda, una firme promesa con proyección de futuro, y Daniel Luque que, según dicen los taurinos, es uno los jóvenes que ya es una realidad, y viendo el desolador estado de los tendidos de la plaza de “La Misericordia”, que no pasaron en ninguno de los dos días de los 2000 espectadores, varios han sido los aficionados que han mostrado su preocupación por el futuro del primer ciclo zaragozano. Sus reflexiones han ido encaminadas hacía la falta de promoción del espectáculo, la falta de imaginación por parte de la empresa, el alto precio de las entradas o, entre otras cuestiones, la anticuada forma de gestionar la adquisición de entradas que posibilitan los nuevos medios.

No digo que todas estas razones tengan su importancia y, en muchas ocasiones, sean determinantes para el buen fin del espectáculo taurino pero, en mi opinión, estos no son los factores determinantes. Aunque para un aficionado sea duro reconocerlo, la razón es otra y de más difícil solución que la imaginación, las modernas formas de gestión, o el aprovechamiento de los cauces que nos posibilitan las nuevas tecnologías. Tampoco es un problema que se circunscriba solamente a Zaragoza, ni siquiera a su primer ciclo taurino de primavera. Lo mismo ocurre en la que se conoce como “primera plaza del mundo” cuando no es la Feria de San Isidro, con unas entradas paupérrimas, o en la taurinísima Sevilla, si no es en la que se denomina “feria de farolillos”, cosa que podremos comprobar durante los festejos de la primera parte de la Feria de Abril a partir del próximo lunes y durante el resto de la temporada, como lo hemos podido ver en la recién terminada feria de Fallas, que salvando un par de días, se han registrado entradas más cercanas del cuarto o la media plaza que del lleno, así como en la Magdalena de Castellón. Y lo mismo veremos en todas las ferias que se programen en plazas de primera, de segunda o de tercera a lo largo de todo el año, un par de buenas entradas en los días señalados y mucho cemento el resto. Ni el empresario de Zaragoza, ni el de Madrid, ni el de Sevilla, ni el de Valencia tienen, o quieren, la solución. Tampoco los empresarios más modestos o nuevos que se encuentran con los mismos o más graves problemas. No es una cosa de este año, ni del pasado, ni de hace diez, es algo que desde hace mucho tiempo ya viene incubándose.

Si la gente no va a los toros tiene que ser por otras causas. O porque es un espectáculo desfasado que no va con los tiempos actuales; o porque ha dejado de lado su esencia y ya no interesa más que a unos pocos, insuficientes para mantenerlo vivo, y tan sólo en días festivos señalados se mantiene todavía, más como una costumbre que como una afición, la tradición de ir a los toros; o porque es demasiado evidente el engaño que pretende hacer pasar gato por liebre… Es esto realmente lo que hay que platearse. Porqué la Fiesta de los Toros, santo y seña de este país durante siglos, ha dejado de serlo y se está convirtiendo en algo periférico o anecdótico. Ahí esta el quid de la cuestión, lo que los taurinos -toreros, empresarios, ganaderos y todos los que viven de la Fiesta-, por miedo a enfrentarse con la cruda realidad cara a cara, no quieren ver y tratan de ir parcheando el asunto para seguir llevándose lo que puedan antes de que este negocio sea totalmente ruinoso. Ellos, en general, son los máximos culpables de haber arruinado esta Fiesta de la Emoción por un espectáculo monótono, repetitivo, aburrido y previsible que está perdiendo clientes a pasos agigantados.

La Fiesta de los Toros lleva un estocada en todo lo alto y los que somos sus mayores defensores, los aficionados, no tenemos argumentos para defenderla, porque nos los han robado en pos de la maldita comodidad que quieren los taurinos. ¿Cómo puede ser cómoda una Fiesta en la que se debería poner en juego la vida? Es una mentira y las mentiras no tienen justificación alguna. ¿Con qué argumentos podemos defender y promocionar una farsa tan burda? La gente no es tonta, y los aficionados incondicionales somos cada vez menos, insuficientes para mantener rentabilidad de la Fiesta, y lo que es más grave, los que se van desencantados jamás vuelven, son pérdidas irremediables. En la actualidad, las plazas de temporada, las que realizan festejos fuera de los periodos feriales, son una ruina que se salva por lo que se gana, o se ganaba, durante la Feria. Si hay que regirse por la cuenta de resultados, las plazas de temporada están condenadas, sin remedio, a la desaparición.

El tema tiene mala solución y, aunque se diese un giro a favor del toro íntegro, de los toreros que no le hagan ascos, del riesgo y de la emoción, el resurgir de la Fiesta, si es que no es ya demasiado tarde para que se produzca, tardaría muchos años en dar resultados porque, son tantas cosas las que se han perdido que su recuperación parece una tarea de gigantes y de mucho tiempo. El último dato alentador que tenemos cercano, y que nos puede traer un rayo de esperanza, es el de José Tomás que, después de su última reaparición, consiguió llenar las plazas que visitaba y crear expectación en el ruedo y en la sociedad en general. A la vera del tirón del torero de Galapagar, varios empresarios consiguieron capear sus temporadas y vender más abonos de los habituales en sus plazas, pero no supieron sacar las conclusiones necesarias para cambiar el rumbo de la Fiesta. José Tomás llevaba público a la plaza porque su presencia, con más toro o con menos, conllevaba la emoción y, al reclamo de la misma, la gente se congregaba en la plaza. Después de un año de baja, a raíz de la cogida de Aguascalientes, todos esperan que sea la panacea de nuevo, pero durante su ausencia, nadie ha movido un dedo para corregir el rumbo que lleva a la Fiesta hacia la indiferencia de la gente. Aunque la imaginación, la adaptación a los tiempos y los medios modernos, el trabajo publicitario y todos esos asuntos sean capitales para el buen funcionamiento de la Fiesta en la actualidad, el problema es más profundo y mucho más grave que todo eso. Si tienen solución los problemas que aquejan a la Fiesta, lo primero que deben de hacer los que tienen la manija de la misma es quitarse la venda de los ojos -si es que lo que les impide ver es una venda- y coger el toro por los cuernos, porque si no es así y pretenden seguir por el mismo camino, esto no tiene arreglo. La Fiesta, aquejada de una anemia galopante, irá adelgazando hasta que se consuma del todo.