Tuve la oportunidad de ver la corrida de
Jandilla que estoqueó en solitario
El Juli en Bilbao. Ha sido la única corrida de la feria bilbaína que he podido ver este año. Tengo que decir, antes de nada, que tanto el uno como los otros, así como la propia plaza, me decepcionaron. Bilbao, porque no se merece -o quizás sí- que salgan a su grisáceo ruedo toros como los que salieron esa tarde; los
“jandillas” porque no tuvieron el trapío requerido -o según se mire, quizás sí- para una plaza como la de
Vista Alegre; y
El Juli porque no supo -o quizás no pudo- aprovechar las bonancibles embestidas de alguno de los toros a los que tuvo que hacer frente esa tarde. Pero vayamos por partes.
Ha sido comentario general de aficionados y de algunos periodistas que han presenciado las
Corridas Generales de este año que ha bajado el trapío del
“toro de Bilbao”. Yo solo he podido ver el festejo en el que se centra este artículo y tengo que decir que los animales que salieron al ruedo ese día, con las exigencias de hace unos pocos años, nunca hubieran debido de saltado al ruedo bilbaíno, es más, el ganadero nunca se hubiera atrevido a presentar este ganado porque, con toda seguridad, habría sido rechazado en el reconociendo de la mañana. Las cosas parecen que han cambiado en los últimos tiempos y, desde hace algunos años, toros como estos y aún más chicos se lidian en una plaza que era considerada, en términos ciclistas, el
“Tourmalet” de la temporada. Es más, en un programa taurino de la noche del domingo, el presidente de la
Junta Administrativa admitía esta crítica y se defendía diciendo que, por el contrario, los
“jandillas” habían embestido mucho y bien, con lo que podemos deducir que antes que el trapío -que era santo y seña de la plaza de Bilbao hasta no mucho tiempo- lo que se busca en la actualidad es la comodidad, el toro comercial y
“a modo” que no disguste a los denominados
“figuras” y evitarles, de esa forma, el mal trago que suponía su paso por la capital vizcaína. Quizás ahora se consigan carteles más redondos en cuanto a los nombres de los toreros, pero a costa de perder la identidad de lo que durante muchos años ha sido el
“toro de Bilbao”.
Quizás, porque los criterios en cuanto al toro han cambiado en la primera plaza del norte, pasaron el reconocimiento matinal los
“jandillas” que, en general, salieron anovillados, cómodos, noblotes y embestidores. Tampoco fueron excesivamente castigados en varas -cosa ya habitual en esta plaza con el asentimiento de la mayoría del público que se enfada si se alarga demasiado el castigo en este tercio- por lo que tuvieron recorrido en la muleta, sobre todo el 5º, y el sobrero que sustituyó, por manifiesta invalidez, al 6º de la tarde. Estos dos ejemplares destacaron, además, sobre sus hermanos por la nobleza y bondad de su embestida que hacían vislumbrar faenas de éxito para un matador,
El Juli, que está entre los que más bregados y que más cartel tiene entre los profesionales del momento. En general fue una corrida bien presentada para una plaza de segunda pero, según los criterios que regían hasta hace muy poco en este coso, no para la de Bilbao.
Con semejante material podríamos pensar que
El Juli, acostumbrado al éxito en muchas de las plazas que visita y con marchamo de
“gran figura” entre la torería actual, lo bordó y salió triunfante de su
“encerrona” en el coso de
Vista Alegre. No fue así. Durante toda la tarde estuvo voluntarioso pero no consiguió redondear ninguna faena, o al menos no consiguió interesar a la mayoría del público -unos tres cuartos del aforo- que asistió al evento. Quizás fuera porque los enemigos a los que se enfrentó no dieron importancia a lo que hizo aunque, por la entrega y las ganas de los espectadores, puede ser más acertado pensar que su labor se quedó por debajo de las condiciones de los
“jandillas” de plaza de segunda que le tocaron en suerte.
En mi opinión fueron ambas cosas. Pero haciendo caso omiso de que se encontraba en Bilbao y que la presentación de los toros estaba muy por debajo de las exigencias que hasta hace poco tiempo mantenía esta plaza, hay que decir que tuvo toros para hacer
“el toreo” y lo que hizo fue dar pases, que son cosas muy distintas. Una vez más, por pequeños y cómodos que fueran, sobró toro. En concreto, los mencionados 5º y 6º bis eran propicios para el triunfo: eran nobles, se venían de lejos, metían la cara y humillaban. ¿Qué más puede pedir una pretendida
“figura” del toreo para triunfar? Como demostró Luís Francisco Esplá hace poco más de dos meses en
Las Ventas de Madrid, lo que hay que hacer para llegar al tendido y poner la plaza boca abajo es torear, ni más ni menos. Torear como mandan los cánones.
El Juli, en cambio, en tarde de tanta responsabilidad, se perdió en un sinfín de pases y medios pases, enganchones, dudas, trompicones, carreras para volver a colocarse en el sitio y, por si fuera poco, estuvo desacertado con la espada.
Es lo que tiene el
“toreo moderno” -o quizás sería mejor llamarlo
"destoreo" a secas- que se le hace al
“toro bobo y colaborador” que exigen los
“figuras” del momento para anunciarse en los carteles de las grandes ferias: que no emociona, que no engancha, que aburre y que, al fin y a la postre, se olvida, se borra de la memoria de los espectadores en cuanto termina la corrida. Eso es lo que pasó, siempre según mi opinión, con la actuación de
El Juli en Bilbao. Pero si además consideramos la categoría de la plaza en la que estábamos, en donde hasta hace muy poco tiempo nunca hubieran saltado al ruedo los
"jandillas" que lo hicieron en esa tarde del 21 de agosto de 2009, la decepción es mucho más grande.