“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala

sábado, 31 de octubre de 2009

¡¡¡VIVA LAS VEGAS!!!

Sí, han acertado ustedes. El título de este artículo es el mismo que el de aquel rock&roll que popularizó, hace unos 50 años, el gran Elvis Presley, “Viva Las Vegas”. Este mismo título era el de una película protagonizada por el “rey del rock&roll”, en el año1963, una de las más exitosas de su carrera, y de cuya banda sonora forma parte este tema dedicado a la capital del estado de Nevada, la que es considerada capital del juego, de los matrimonios rápidos y de los super espectáculos musicales. A mi, este ritmo que venía de Norteamérica y que supondría un cambio absoluto en los gustos musicales del mundo occidental, me cogió en la flor de la juventud y, abierto como he sido siempre con todo tipo de aportaciones e innovaciones que enriquecieran mi bagaje cultural, lo acogí con entusiasmo y, por momentos, con demasiada dedicación. En particular este tema, con su estribillo repetitivo y pegadizo -un compañero de universidad había conseguido el disco por medio de un oficial de la base militar de Zaragoza que era vecino suyo- sonaba sin parar en el tocadiscos de su casa cuando, en ausencia de sus padres, organizábamos algún guateque… Han pasado tantos años y tantas cosas desde entonces… Pero hoy, deambulando por uno de los numerosos Blog que se ocupan en Internet de la fiesta de los toros, me he dado de bruces con unos vídeos de corridas de toros grabados en esa ciudad norteamericana y me han devuelto a la memoria ese viejo rock&roll y una época muy lejana de mi vida a él asociada. Pero no piensen los lectores de este espacio dedicado al mundo de los toros -y que tan gentilmente ponen a mi disposición don José y don Pepe-, que voy a seguir por estos derroteros musicales a lo largo de todo el artículo pues, como no podría ser de otra forma, después de este comienzo traído por la coincidencia entre el nombre de "Las Vegas" y aquel legendario rock&roll que hablaba de ella, quiero escribir de toros.

Centrémonos, pues, en el tema y en pocas palabras, como acostumbro en mis exposiciones, dejar claras las bases y razones en las que se asienta mi tesis. En el Blog “VideoNoticiasTaurinas de LcbTV”, he podido visionar dos pequeños reportajes de las “corridas sin sangre” celebradas en Las Vegas, los pasados 24 y 25 de octubre, con la participación de destacados toreros españoles, lo que supone un buen espaldarazo para este tipo de festejos incruentos que han empezado a realizarse en tierras norteamericanas. Quedó demostrado que la fiesta tiene la misma emoción y el mismo peligro, e incluso más, pues no olvidemos que los toros no se pican y las banderillas son un simple simulacro que no causa herida alguna, de esa forma los animales conservan mayor energía a lo largo de toda la lidia y, como todo toro de lidia que se precie, tiene peligro. Esto se puede comprobar viendo los serios revolcones que toreros tan avezados como Juan José Padilla y Javier Conde sufrieron en sus intervenciones. Pero lo más importante es que algo que se veía, desde los sectores más integristas y conservadores de los aficionados, como un disparate, se ha convertido en una realidad: Se puede ejercer el arte del toreo sin necesidad de hacer sangre a los toros. Para los aficionados anclados en el pasado quizás sea una aberración, pero para los nuevos espectadores del siglo XXI, mucho más sensibles ante el maltrato de los animales y la visión de la sangre, que parten de cero y no saben de cánones ni de reglas eternas, puede ser el comienzo de una nueva y duradera afición.

A lo largo de la historia del toreo muchas han sido las veces que se ha pronosticado, por parte de los aficionados de la época anterior, que de no cambiar las cosas la fiesta estaba abocada a su desaparición, y hasta se apostaba y se hacían cálculos sobre los años que le quedan de vida. Pero las predicciones siempre han fallado y la fiesta siempre ha resurgido. Y esto sucede porque hay un factor que no valoran los aficionados viejos y que es fundamental en el constante resurgir de la fiesta de los toros. Ese factor es la permanente renovación del público que asiste a los espectáculos taurinos. El tiempo pasa y no perdona y, conforme vamos haciéndonos viejos, defendemos como clásica la tauromaquia que nos ha tocado vivir en nuestro tiempo que, nunca sabremos, si ha sido mejor o peor que la de épocas anteriores porque no lo hemos visto. La iniciativa de “corridas sin sangre” que se ha puesto en marcha en “Las Vegas”, por mucho que les duela a los aficionados más intransigentes de ahora, es una apuesta de futuro adaptada a la sensibilidad social del siglo XXI. Dentro de cincuenta años, o ha comienzos del siglo XXII, los conservadores más intransigentes quizás sean los que se aficionaron a este modelo de fiesta incruenta y, como ahora ocurre con los aficionados actuales, la defiendan contra lo que consideren nuevos peligros que pueden acabar con ella y que vienen de la mano de las generaciones de aficionados nuevas. Es ley de vida, el público pasa y con él también se van los gustos, las costumbres, las normas y los cánones. Siempre ocurre lo mismo, antes de que la fiesta se muera desaparecen todos los aficionados que habían pronosticado su muerte.

Pero dejémonos de generalidades y centrémonos un poco más en las diferencias y los detalles de lo acontecido en “Las Vegas” con respecto a una corrida normal española. La mayor diferencia es la desaparición de la suerte de picar. No hay caballo ni picador. Si nos fijamos en lo que sucede en casi todas las corridas que se celebran en España, en donde la mayoría de las veces tan sólo se simula la suerte ante la manifiesta invalidez y falta de fuerza del toro tras las primeras carreras por el ruedo, es muy poca la diferencia. Una suerte violenta que no es del agrado de la mayoría del público que asiste a los toros en la actualidad y que, además, ya no cumple la función que tenía encomendada porque los toros no lo necesitan y encima encarece el espectáculo, es un sin sentido y lo mejor que se puede hacer es suprimirla. Las banderillas, que es una suerte vistosa y que gusta al público, no tienen porque clavarse en la anatomía del animal, lo bonito de la suerte es cuadrar en la cara del toro y poner un par de palos en un sitio determinado. El velcro es la solución, no se nota mucho en el lomo y permite una mayor precisión, con lo que la suerte, a la larga, puede salir ganando. La suerte de matar, que antiguamente era la razón de ser de este espectáculo, ha perdido todo su protagonismo y su importancia en la actualidad. A las nuevas generaciones de aficionados les da igual donde caiga el estoque con tal de que el toro muera rápidamente y, a ser posible, de forma espectacular. Antes era requisito imprescindible para la concesión de un trofeo y ahora es una rutina no muy agradable y que, además, puede dar al traste con los méritos artísticos de la faena de muleta. Se puede simular con una banderilla e incluso, siendo algo más exigentes, puntuar por la ejecución de la suerte y la puntería en dejar los más cerca de la diana el estoque simulado. Por lo tanto, y siendo realistas, la estocada también se puede eliminar del ritual taurino. Quitadas o modificadas estas tres cosas, que cada vez tienen menos importancia en las corridas españolas actuales, la fiesta sale igual o incluso mejor parada, pues toda la atención se puede poner en lo auténticamente importante y artístico de la tauromaquia actual: la faena de muleta.

Como verán ustedes, no son tantas las diferencias. Es lógico que los amantes de esta fiesta observemos con reticencias cambios que afectan al ritual de un espectáculo que tan bien conocemos, pero en vez de cerrarnos en la defensa numantina de formas decimonónicas, mantengamos los ojos abiertos y examinemos con amplitud de miras los cambios y nuevas formas que empiezan a abrirse paso, quizás a nosotros nos parezcan exageradas, pero a los aficionados que nos sustituyan en las plazas de toros en el futuro quizás no les parezcan tanto. La fiesta, para seguir viva, tiene que modernizarse y ponerse a la altura de las circunstancias de cada época y, quizás, con estos festejos de “Las Vegas” estamos asistiendo al principio de un cambio que sirva para que la fiesta de los toros se mantenga en candelero un par de siglos más. Yo, valorando lo poco visto en los reportajes que he comentado, y que sugiero a don Pepe y don José que adjunten con esta entrada para conocimiento de todos sus lectores, considero la iniciativa acertada y, aunque debe cuidarse al máximo su presentación, y más teniendo lugar en el centro mundial del espectáculo, como es la ciudad de “Las Vegas”, y dada la relativa buena acogida por parte de un público novato, creo que puede tener futuro. Un futuro que los que ya somos viejos, atrapados por los recuerdos del pasado, quizás no podemos vislumbrar.

Antes de acabar, dejar constancia de los nombres de los pioneros que, aún a riesgo de jugarse su prestigio entre los aficionados españoles de esta época, han participado en esta valiente incursión hacia la fiesta del siglo XXI: José Ortega Cano, Juan José Padilla, Javier Conde, Antonio Barrera, “El Niño de la Capea” y el mexicano Federico Pizarro. Es interesante escuchar en el vídeo a un artista tan veterano y bregado como el cartagenero rectificar su opinión contraria al evento después de haber participado en él. El siguiente paso anunciado en este novedoso ciclo taurino de “Las Vegas”, y que sin duda redundará en su consolidación, es la presencia de una de las más grandes figuras, si no la que más, de la torería actual, el valenciano Enrique Ponce que esta anunciado para las dos próximas corridas que tendrán lugar los días 20 y 21 de noviembre, en la primera acompañado por los mexicanos Federico Pizarro y Alejandro Amaya, y en la segunda por el portugués “Pedrito de Portugal” y el colombiano Luís Bolivar. Y ya en la recta final, agradecer a mi amigo don José y a su compadre don Pepe, el espacio que me brindan para poder exponer mis razones. Sé que muchas de mis ideas chocan frontalmente con las de don Pepe, aunque don José, de mente más abierta, hace un esfuerzo para comprenderme, por eso es doble mi agradecimiento, aunque también estoy convencido que con mis aportaciones este blog se hace más completo. Y por último, volver sobre esa canción que ocupó un espacio en mi vida -y en la de muchos de mis contemporáneos- y me abrió las puertas del entendimiento hacia un nuevo estilo musical que venía de Estados Unidos y que, con el tiempo, ha llegado ha ser el más importante cambio musical del siglo, esa canción que habla de la misma ciudad que puede, actualmente, ser el origen de un nuevo recorrido de la fiesta de los toros hacia el futuro, hacia el siglo XXII… así que: ¡¡¡Viva Las Vegas!!!

Leandro Gado Más 
Científico jubilado y futurólogo taurino


Nota de don Pepe: Quede claro que las opiniones vertidas en este artículo nada tienen que ver con mi opinión sobre este asunto. Don Leandro Gado, amigo de don José, y al que no tengo el gusto de conocer porque vive a caballo entre Alemania y Las Canarias, como ha dejado escrito en otros artículos en este Blog, tiene unas ideas muy raritas sobre los toros. Ahí quedan expuestas.

miércoles, 21 de octubre de 2009

REBAJAR EL TORO Y EL RIGOR PRESIDENCIAL

Este es el planteamiento que defendía Romito, entre las 2 y las 3 de la madrugada del pasado lunes, en la tertulia radiofónica del programa taurino El Albero que dirige, en la cadena COPE, Rafael Cabrera. Era tema del debate, en ese momento, el balance de la recién terminada Feria del Pilar 2009, y el tertuliano zaragozano estaba convencido, y defendía con ardor y reiteración, que lo que necesitaba la plaza de Zaragoza era ponerse a la altura de otras de primera, como las de Málaga o Valencia, tanto en el toro más terciado que debe lidiarse, como en la actitud más benevolente de los presidentes en la concesión de orejas. Según su opinión, la plaza de Zaragoza no es una plaza torista, como pretenden unos cuantos “iluminados” -palabra utilizada textualmente por el tertuliano- de esta ciudad que así lo pretenden. El sitio de Zaragoza, según Romito, no es el de plaza de primerísima, como las de Madrid, Bilbao o Pamplona, sino en un escalón más bajo, el de las más complacientes en cuanto a la presencia del toro y el rigor presidencial, como la malagueña o la valenciana.

La opinión vertida por José Luís Gran Romito -a quién he aplaudido muchas tardes en La Misericordia cuando actuaba como subalterno y que, desde que empezó por las capeas por los pueblos, y hasta su retirada, ha ejercido en casi todos los campos del negocio taurino- es representativa de la que mantienen buena parte del colectivo de “taurinos” zaragozanos. No es de ahora, ni surge a raíz del fracaso de esta Feria. Ni de cuando, en los últimos años, se programaron corridas de mayor seriedad, sus quejas fueron entonces mucho mayores ya que, para este colectivo, esa sobredosis de “torismo” tenía la culpa de todo lo malo que ocurría en nuestra plaza pues, por la exigencia del ganado, hacía que se retrajesen de acudir las “figuras”, perdiendo atractivo e interés los carteles para los espectadores, esos que van a los toros para ver a los toreros y ha divertirse. Aunque la opinión defendida por Romito es representativa del colectivo del que forma parte, los profesionales en activo o retirados que, lógicamente, apuestan por una dulcificación de la fiesta -“humanización” lo llaman- y con lo que, también lógicamente, nunca han coincidido con los aficionados.

Pero dejando de lado este último punto que entra en el terreno de lo profesional y que ahora no viene al caso, quiero centrarme en la propuesta sobre el modelo de feria que defienden los taurinos zaragozanos. Pocas cosas pero muy claritas. En primer lugar, rebajar el trapío del toro, excesivo para Zaragoza, y asimilarlo al de otras plazas menos exigentes, como las ya mencionadas de Málaga o Valencia. En segundo, y mucho más preocupante, poner en consonancia el nivel de la autoridad, rebajando el listón, tanto en cuanto al ganado, como en la concesión de trofeos, para complacer, por un lado a los “figuras” con sus toritos de pitiminí, y por otro a los espectadores que van a la plaza a divertirse y todo lo valoran según el número de trofeos otorgados por el presidente. Esta es la fórmula que, puesta en boca de Romito, defiende el colectivo de taurinos zaragozanos y con la que pretenden que se solucione los problemas y sea la panacea que vuelva a llenar de público los tendidos de La Misericordia. En términos futbolísticos -tan presente en el lenguaje coloquial actual como hace cien años el lenguaje taurino-, en vez de estar en primera división y defender la categoría con uñas y dientes, es preferible bajar a segunda pues, aunque el espectáculo sea de menor calidad, nos lo pasaremos mucho mejor. Yo, por supuesto, y posiblemente muchos más aficionados de Zaragoza no estarán de acuerdo con esta teoría porque, como queda demostrado cuando se baja a segunda división, no sólo baja la calidad, sino también, y mucho, la afluencia de público.

Defender esta teoría después del fracaso que ha significado la feria de este año en la que, precisamente, ha habido muchos más toros con trapío para “figura” que en las de años anteriores es, cuando menos, desafortunado. Incluso el propio director del programa, Rafael Cabrera, interviene en la tertulia aseverando que el nivel del toro había bajado este año en Zaragoza. El problema para que las “figuras” no vengan a la Feria del Pilar es otro que tiene que ver, mucho más, con la forma en que se gestiona actualmente el negocio taurino. Con el sistema actual que, no lo olvidemos, ya lleva muchos años de vigencia, la última feria importante del año no tiene importancia para nadie y, por lo tanto, no merece la pena hacer un esfuerzo para la poca resonancia que tiene. Cuando lleguen las primeras ferias del próximo año nadie se acordará de lo ocurrido en el ya lejano octubre zaragozano, y aunque alguien se acuerde, da lo mismo, porque los carteles de todo el año ya se habrán confeccionado según los intereses de los que controlan el negocio durante el invierno. Para que lo que suceda en nuestra plaza tenga importancia deben buscarse otros alicientes y los que vengan a torear, sean quién sean, que lo hagan con todas las de la ley, no ha justificarse -muchos, ni eso- y llevárselo calentito. ¿Qué alicientes buscar para revitalizar una plaza como La Misericordia? Yo no lo sé, pero entre los profesionales que se dedican al negocio taurino y los políticos que gestionan la plaza, después de analizar los pros y los contras, deberían buscar una alternativa atractiva y el compromiso de ponerla en practica, aún a riesgo de chocar con algunos intereses establecidos. El modelo actual, como ha quedado demostrado en esta feria, no ha funcionado, es más, nos ha hecho perder categoría.

Aunque el tema que ha generado mayor polémica ha sido la racanería de los presidentes en la concesión de trofeos. Por mantener una postura de seriedad en el palco, en cuanto a la concesión de trofeos, han sido atacados a diestro y siniestro, y de muy mala forma, por periodistas locales y nacionales, de la radio y de la televisión. La cota más alta de la polémica se alcanzó el día de Manzanares, al denegar la segunda oreja al torero alicantino, por considerar, como el mismo diestro reconoció después, que había caído baja la estocada. La polémica se agravó por el hecho de que a El Fandi, esa misma tarde, se le había concedido una oreja, con la espada más baja todavía, en un toro anterior que, comparada con la de Manzanares, era una baratija. Es cierto, el peso de una y otra, según los méritos y lo visto, es muy distinto. La oreja de Manzanares es justa y no consiguió la segunda por caer baja la espada, y la de El Fandi, quizás fuera excesiva. Pero es que las orejas son la vara de medir en el sistema taurino actual, y por su mayor o menor recolección se valora el éxito o el fracaso de un evento. La televisión, para vender, necesita orejas. Los portales taurinos, para ser visitados, necesitan orejas. Los periódicos, para ser leídos, necesitan orejas. Los empresarios, para corroborar el éxito de la feria, necesitan orejas. Cualquier cosa se premia con una oreja… Por más triste que parezca, la oreja se ha convertido en el componente fundamental de la actual fiesta de los toros. ¿Por qué no mantener, entonces, el rigor en el cumplimiento del reglamento para dar verdadero valor a lo que se hace? ¿Por qué pedir, entonces, que se rebajen las exigencias sino es para colaborar con los que mendigan, cada uno en su campo, el apéndice auricular del toro para ir manteniendo sus respectivos negocios? No creo que por este camino encontremos ninguna solución. Además contamos con los resultados de todas las ferias que se han basado en el mismo patrón que la de Zaragoza, en todas se ha repetido el mismo fracaso. Si además contamos con la dificultad añadida de que somos la última feria taurina del año… o buscamos otra cosa… o lo tenemos fatal.

La única solución para Zaragoza, que es como una isla solitaria al final de la temporada, es buscar nuevos alicientes, algo distinto y novedoso con respecto al modelo taurino imperante, algo que ilusione tanto a los aficionados, como a los profesionales, algo que incite la competencia entre los toreros y resulten atractivos para los espectadores. (En el mundo del deporte, por ejemplo en el tenis, se organiza al final del año un torneo donde se ven las caras -y se juegan un importante premio en metálico- los mejores de la temporada.) Pero todo lo que se haga que sea desde el respeto a la Fiesta auténtica y que, como ocurre en el tenis, se cumpla el reglamento a rajatabla. Yo no se cual será la solución, ni la dirección que debe tomar la plaza de toros de Zaragoza en el futuro para salir de la vulgaridad, pero creo que por el camino que apuntaba Romito, en la tertulia del programa El Albero, de la cadena COPE, la madrugada del pasado lunes, no vamos en buena dirección… Más bien pienso que si seguimos por esa senda, antes que tarde, nos encontraremos una autopista hacia Las Vegas.

sábado, 17 de octubre de 2009

¿POR QUÉ SIGO ACUDIENDO A LOS TOROS?

Esta es una pregunta que se me pasa por la cabeza muchas veces. Es una pregunta que tiene que ver con la con la propia coherencia personal y que exige explicaciones sobre la arbitrariedad que supone acudir a un espectáculo que nada, o muy poco, tiene que ver con la idea que tengo de él. La Fiesta a la que me aficioné leyendo y viendo las fotos de las revista taurinas de mi abuelo, o escuchando de su boca las historias y proezas de Bombita o Machaquito; la Fiesta que empecé a comprender con mi padre y sus amigos en remotas novilladas y becerradas nocturnas; la Fiesta que me emocionó y levantó pasiones enfrentadas con otros aficionados por toros o toreros; esa Fiesta que motivo mi afición ya no se parece en nada a la de ahora. Es más, es casi su antítesis. Pero a pesar de esta palpable realidad sigo acudiendo a los toros. ¿Por qué?

Quizás sea por causa de la feria tan horrorosa que estamos padeciendo este año. Cuando ya estamos al final de la misma, a falta solamente de la corrida de Miura, ya podemos decir claramente que ha sido un mayúsculo tostón. Pero ya habrá momento de entrar sobre ello con más detenimiento, porque aún influyendo, y mucho, esta desastrosa feria en la necesidad de encontrar una respuesta, la pregunta se remonta a otros momentos, a otras situaciones, a otras actitudes y a una percepción global de las nuevas formas que pretender consolidarse en todo el tinglado mercantil que se asienta en la Fiesta misma y en sus alrededores. Tienen que existir otros motivos que me hagan mantener un hilo de ilusión, una remota esperanza, una lejana posibilidad de volver a sentir por mi cuerpo la maravillosa emoción del toreo que alguna vez, y en distintas circunstancias, he sentido.

Ya prácticamente no creo en la regeneración de la Fiesta hacia lo que yo entiendo como Fiesta. Lo considero una batalla prácticamente perdida porque de este simulacro que ahora nos proponen no se puede ir hacia ninguna regeneración. La consecución de los objetivos de los taurinos del momento pasan por borrar la imagen del pasado, la memoria histórica de la Fiesta y velar por mantener sus valores eternos. Es preciso enterrar el pasado para poder construir un nuevo presente a la medida de esta época, porque ahora, ni el toro, ni los toreros son como deberían de ser. Si hace 20 años había un buen puñado de ganaderías que conservaban una identidad propia, y un número considerable de toreros que estaban formados en el toreo clásico y trataban de ser fieles a esa concepción, ahora no quedan ni lo uno ni lo otro. Acaso un par de ganaderías y otros tantos toreros que, por lo general, nunca suelen coincidir en los carteles. Para que la cosa cambiase radicalmente tendría que haber un cataclismo y volver a empezar casi desde cero. Algo quimérico o, cuando menos, a largísimo plazo.

Pocas razones van quedando para justificar la presencia en un espectáculo tan alejado y distinto del que me aficioné. Tan solo pequeñas pinceladas que, en determinados y escasos momentos, recuerdan y traen a la memoria viejos recuerdos, o te hacen sentir la emoción perdida, o la belleza de un lance: un toro… un torero… una tanda… una vara… Demasiado poco para seguir alimentando una afición como esta y, a pesar de las reiteradas desilusiones una tarde tras otra, sigo acudiendo a la plaza con una chispa de ilusión que se agarra desesperadamente a una última posibilidad, a un nuevo milagro. ¿Qué tendrá esta maldita afición que todavía me lleva a las corridas de toros?

La última razón que me queda para justificar este sin sentido de asistir a un espectáculo tan diferente del que a mi me gusta, aunque de otra índole que las anteriores, y que quizás sea la que más influya en mi decisión de seguir acudiendo a la plaza, sean las personas con las que comparto afición. Porque las personas que asistimos a los toros somos la razón de ser fundamental de esta Fiesta, no en balde somos para quién se organiza y los que pagamos por ello. A pesar de la ínfima calidad del espectáculo actual, acudir a la plaza significa encontrarte con los amigos con los que compartes afición, pasar la tarde, charlar un rato, hacer unas risas y si, por casualidad, en un momento determinado ocurre algo en el ruedo, cosa más rara y difícil cada día, hacer un mismo ejercicio de comprensión, analizar desde la subjetividad de cada uno lo visto, coincidir o discrepar... y poco más. Porque según y como esta hoy en día esta Fiesta, casi nada se puede esperar. Aunque no sea una respuesta convincente, porque con lo amigos puedes estar en la plaza o fuera de ella, es la que más peso tiene.

Aunque siempre puede darse el caso extraordinario. El milagro cada vez más difícil de producirse. A veces un retazo, una imagen en la retina... De las corridas de la Feria de este año que yo he presenciado me quedo, hasta el momento, con dos series ligadas, templadas y profundas Manzanares, aunque el toro era del tipo comercial al uso y dejaba bastante que desear. Pero el fenómeno más importante de la temporada, quizás porque hacía mucho que no se veía una cosa así, fue la faena de Luís Francisco Esplá, en Madrid, al toro “Beato” de Victoriano del Río. Me alegro, y siento envidia, de los que lo presenciaron en directo. Yo, desde la frialdad de la tele, sentí una emoción que hace mucho que no siento en ninguna plaza. La medida de lo excepcional del triunfo fue la novedad de lo clásico, del toreo eterno, y la comprobación del triunfo arrollador estuvo en que, en una plaza tan dispar con “Las Ventas”, todos los espectadores, aficionados y legos, se pusieron de acuerdo y, todos a la vez, se volvieron locos. Aunque sea remota la esperanza, y como última razón, aún queda la chispa de la Fiesta que a mí me gusta en acontecimientos como éste y en pequeños detalles aislados que pueden surgir cualquier tarde en cualquier corrida.

En estas pocas razones se afirma todavía mi afición. Quizás no sean muy convincentes y la pregunta que titula este artículo se me presente cada vez con más frecuencia e insistencia entre mis pensamientos, quizás mi ya débil esperanza adelgace todavía más con la cruda realidad de la Fiesta actual, quizás sea una forma de cerrar los ojos y justificar lo injustificable pero, de momento, estas débiles razones siguen conduciendome a las plazas de toros.

sábado, 10 de octubre de 2009

VERGONZOSO

Vergonzoso ha sido el ganado de “La Campana” que ha deambulado por el Coso de “La Misericordia” en la primera corrida de ¿toros? de la Feria del Pilar 2009. Anovillados y con la edad en el límite de lo permitido (casi todos los lidiados en la novillada que abría feria tenían más cuajo, mucho más poder y una edad similar, pues tan solo existía una diferencia de un par de meses entre los novillos de ayer y los toros de hoy); inválidos hasta el punto de querer embestir y no poder mover el escaso esqueleto que lucían, a pesar de que a cuatro de los titulares no les han hecho sangre los picadores, como vulgarmente se dice, ni para una análisis, cosa de la que hablaremos más adelante; y bobalicones en las pocas arrancadas que han tenido, y más si tenemos en cuenta que a ninguno se le ha obligado en la lidia por parte de los matadores de turno, pues esa es otra de las características de esta nueva tauromaquia del toreo hacia fuera y por alto que, según algunos críticos del momento, es el nuevo clasicismo. De los toros poco más se puede decir, acaso que tal era su invalidez y falta de fuerzas que no han “servido” -abonimable palabra del taurinismo andante- ni para realizar el nuevo toreo de acompañamiento que pretenden imponernos como norma clásica en este principio del siglo XXI. Tan sólo decir que, cuando ya la paciencia del público estaba a punto de terminarse, y uno de los febles toros ha rodado por los suelos después de tropezarse con el caballo -el 5º- y el presidente, del que hablaremos más adelante, ha considerado oportuno su devolución, ha salido como sobrero un TORO (lo pongo con mayúsculas para diferenciarlo de los otros) de Abilio Hernández y… lo han matado en el caballo.

Vergonzoso es el papel que juegan los picadores en esta nueva tauromaquia, porque hoy en Zaragoza hemos podido comprobar la inutilidad y la utilidad de los picadores en las corridas modernas. Inutilidad en cuatro de los cinco del hierro titular pues, como apuntábamos anteriormente, no han sido picados. Han entrado al caballo pero no han sido castigados, incluso ha habido dos -y eso que tenían capas claras en donde resalta más la sangre- que no les han atravesado ni la piel y han sangrado más con las banderillas que con la pica. Lo normal ha sido un ligero picotazo en el primer encuentro levantando rápidamente la puya y dejando al toro romanear en el peto del caballo, y un segundo inexistente, simulando la suerte pero sin apretar nada. Para esto más valdría eliminar definitivamente la suerte de picar, se ahorraría tiempo y dinero. Los toros salen tan débiles e inválidos de los chiqueros que esta suerte es algo superfluo y sin sentido. Pero también hablábamos al comienzo de este párrafo de utilidad, y eso ha quedado demostrado en el sobrero que se ha corrido como 5º bis. Un toro con cara de toro y cinco años y medio que no ha querido ni ver su matador, Matías Tejela, que ha consentido que su picador lo dejara para el arrastre en una primera vara demoledora, barrenando e interminable, en la paletilla izquierda. Por si fuera poco, en la segunda, con el toro ya renqueante, ha vuelto a machacar en el mismo lugar. El toro, que ha empujado con fijeza y metiendola cara, ha quedado para el arrastre. Por si eso fuera poco, el torero -pues en este caso el matador ha sido el picador- ha obligado al animal por bajo y lo ha tirado unas cuantas veces antes de finiquitarlo del todo. Este es el triste y doble cometido de la suerte de varas en la actualidad: fingirla cuando el toro no puede, o aplicarla en toda su brutalidad cuando el toro tiene poder. Pero no debemos olvidar que los picadores son unos simples empleados a las ordenes de sus matadores y, por tanto, la responsabilidad del vergonzoso trabajo que desempeñan debe recaer sobre ellos... pues para ellos trabajan.

Vergonzoso es también, -y mucho, pues su obligación es evitar el fraude y garantizar la autenticidad del espectáculo- el papel que han jugado en el día de hoy el presidente, Sr. Bentué, y los veterinarios antes y durante toda corrida. Para empezar porque al menos cuatro toros de los que han saltado al ruedo de “La Misericordia” nunca debieron haberlo hecho. Es más, cuando he llegado a la plaza me han comentado aficionados -acreditados con la autorización que posibilita el reglamento aragonés- que han estado presentes en el reconocimiento de la mañana, que cuatro de los toros presentados han sido rechazados y luego, por esas cosas de los taurinos y bajo responsabilidad del presidente, repescados. Pero es que luego, en el ruedo, al menos tres debieron de ser devueltos pues, aunque de cabezas pudieron pasar, quedó demostrado que eran totalmente inválidos y, aún sin picar y sin obligarles los matadores a lo largo del simulacro de lidia, se pararon por falta de fuerzas para mover su escuálido esqueleto a las primeras de cambio, quedándose la faena en un aburrido e interminable “quiero y no puedo”. Si la vergonzosa actitud que han demostrado hoy los veterinarios y, fundamentalmente, el presidente sigue a lo largo de toda la feria... apañados vamos.

martes, 6 de octubre de 2009

LA JOTICA

"Antes de que empiece el ajetreo de la Feria de este año, para lo que ya no falta nada, quiero traer a colación un suceso musical que se repite sistemáticamente en cada festejo que se da en mis dependencias desde hace más de un siglo. Es la “Jota de los toros”, a la que yo, como muchos de los asiduos a mis localidades, llamamos familiarmente “la jotica”. La interpretación de esta pieza suele acompañarse con la participación de los espectadores haciendo sonar sus palmas rítmicamente. Pero como todas las tradiciones, tiene un principio y un desarrollo hasta llegar ha adquirir la categoría de tradición y, por lo tanto, ¿quién mejor que yo para contarlo y ponerlo en conocimiento de los que tengan interés en saberlo? Pues vayamos al grano.

La historia se remonta a una lejana tarde de la Feria del Pilar de 1881, concretamente la del 13 de octubre, en la que alternaban en mi ruedo los dos más grandes toreros de aquella época: “Lagartijo” y “Frascuelo”. Era la primera corrida del ciclo, pues en aquello años, y durante muchos más, las corridas de toros empezaban al día siguiente de la fiesta de la patrona, nuestra Virgen del Pilar, que se celebra el 12 de octubre. La corrida discurría de forma monótona y sin interés. A la muerte del 5º toro, quizás aburridos con el espectáculo, una pareja de baturros -se comentó en los tendidos que de las Cinco Villas- se pusieron a bailar una jota en la meseta de toriles. El maestro Frago, que en aquél día dirigía una Banda que amenizaba el festejo, siguió la ocurrencia y ordenó a sus músicos arrancarse con una jota. A partir de ese momento, lo que comenzó como una simple anécdota se fue convirtiendo en costumbre y de ahí hasta nuestros días. Para que quede constancia, el suceso está conmemorado, en una plaza de cerámica de Muel, en las paredes del patio de mayorales de mis dependencias.

Pero para que esa costumbre se convirtiese en tradición hay que detenerse en otro hito de mi historia, que tuvo lugar, justamente, un cuarto de siglo después. Fue en 1906 cuando la dirección de la "Banda de la Diputación" pasó al maestro Ramón Borobia Cetina. Este destacado músico zaragozano, que estuvo al frente de la Banda de la corporación provincial durante cuarenta años, hasta 1946, fue el que le dio cuerpo y consistencia a “la jotica” al hacer el arreglo para banda que se viene interpretando desde entonces a la salida del 6º toro de cada festejo. El motivo tradicional es una jota del repertorio popular de la música aragonesa, que normalmente se interpreta con instrumentos de cuerda. Con el arreglo del maestro Borobia, este pequeño motivo popular, encontró su razón de ser y se convirtió en una pieza imprescindible para todos los músicos que amenizan los festejos taurinos en mis dependencias.

Antes de continuar con la historia de esta pieza, sería oportuno dedicar unas palabras a este insigne músico y compositor zaragozano que tanto tiempo estuvo deambulando por mis pasillos y palcos. A lo largo de este tiempo fui recogiendo algunos datos de su vida, bien por sus propias palabras, como por las de sus compañeros, amigos y ciudadanos que lo tenían en gran estima. Ramón Borobia Cetina había nacido en Zaragoza el 15 de febrero de 1875. A los ocho años entró en el Colegio de los Infanticos del Pilar, lugar que durante muchos años, y hasta no hace tantos, fue el auténtico conservatorio de música de la ciudad para las familias que no podían sufragar estudios musicales a sus hijos. Curso sus primeros estudios de solfeo con Félix Blasco, piano y órgano con Valentín Faura, y armonía y composición con Antonio Lozano. Se le puede considerar discípulo de éste y de Tomás Bretón, con quien amplió estudios. A los dieciocho años obtuvo el numero uno en las oposiciones de director de la Banda de Música de Logroño. En 1900 fue nombrado director del “Orfeón Zaragozano”, y en la etapa que estuvo ostentando ese cargo, hasta 1912, consiguió la estabilización y el éxito de esta formación coral. En los "Juegos Florales" celebrados en 1900 en Zaragoza, fue premiada su obra “Colección de cantos y tonadas populares de Aragón”. Asimismo, en los "Juegos Florales" de Calatayud de 1901, obtuvo un accésit por su Estudio crítico de las causas que han impedido e impiden la creación de la ópera española. En 1902 es nombrado organista del templo del Pilar. En 1906 consigue la plaza de director de la “Banda de Música” y profesor de solfeo y canto en el “Hospicio de la Diputación Provincial de Zaragoza”, popularmente conocido, en honor a su fundador, como “Hogar Pignatelli”, que fue la persona -don Ramón Pignatelli- que también ordenó mi construcción allá por los finales del siglo XIX, no en vano a mi también se me conoce, entre otros, con su nombre, “Coso de Pignatelli”. Sin duda este prohombre aragonés, mi creador, mi padre, por llamarlo de una forma familiar, se merece que lo recuerde algún día y así lo haré cuando se tercie, pero ahora sigamos con lo que estábamos, con algunos datos más del popularmente conocido maestro Borobia. En 1914, la “Escuela de Música de Zaragoza”, le encomienda las clases de armonía y composición, estuvo ejerciendo como profesor hasta 1956. En 1921 obtiene, por oposición, la plaza de organista en la iglesia de San Pablo, muy cerquita de donde yo me encuentro, en el céntrico barrio de “El Gancho”. En 1934, hasta 1946, fue director del “Conservatorio de Música de Zaragoza”.

Y ahora digamos algo de la Banda de Música de la que, durante tantos años, el maestro Borobia fue el titular. Se creó en 1892, pues la "Diputación Provincial de Zaragoza" acordó la formación de una Banda de Música en el seno del "Hogar Pignatelli", que en parte se financiaba con los beneficios que a la institución provincial le revertían con la celebración de festejos taurinos y otros espectáculos en mis dependencias. Para eso fui creada. Su primer director fue don Jacinto Barbosa. A él se le encargó su puesta en marcha, la dirección y organización de las clases musicales que les daban a los hospicianos pues, hasta el final de la década de los sesenta, los integrantes de la Banda eran los huérfanos que allí estaban alojados hasta que se hacían mayores de edad. Eran los albores de lo que luego se conocería como “Academia Provincial de Música”. Merced al empeño y al esfuerzo de todos, nació la “Banda de la Academia Provincial de Música”, que fue su primer nombre, y progresivamente se consolidó como una importante realidad musical en Zaragoza. A don Jacinto Barbosa, le sucederían en la dirección de la Banda, don Enrique Malumbres y don Ramón Borobia. Pero la estirpe de este último seguiría dirigiendo la Banda porque le sucedieron sus propios hijos, José y Ramón. En 1968, siendo director D. Victorino Bel Castell, la Banda dejó de nutrirse de hospicianos y adquirió carácter profesional al convocarse, por vez primera, oposiciones para ingresar en la misma, con lo cual alcanzó mayor nivel artistico. A partir de entonces pasó a denominarse “Banda Provincial de Música”.

Hasta aquí algunos datos de los dos agentes que más contribuyeron en convertir aquella anécdota de dos joteros bailando y una banda que se arrancó con una jota: el arreglista y director, don Ramón Borobia Cetina, y la Banda que interpretó su arreglo y lo popularizó hasta convertirlo en tradición. Pero la vida de esta “Jota de los toros de Zaragoza”, o “Jota del maestro Borobia”, como también se la conoce, no se circunscribió solamente a mi recinto. Con el tiempo pasó a ser costumbre en todos los pueblos de Aragón y en muchos de Navarra, así como en algunas importantes plazas del norte, como en Bilbao y Logroño, en donde se interpreta con dulzaina y tamboril. Es por lo que me siento orgullosa de que algo que nació aquí, en mis dependencias, después de tanto tiempo haya llegado tan lejos. Es por eso por lo que, antes de que comience la semana más importante del año para mi, con festejos mañana, tarde y noche, me he entretenido en contar esta historia. A partir del próximo jueves, cuando dé comienzo la Feria, volverá a sonar cada día -125 años después- cuando la corrida ya esté agonizando y las palmas de los aficionados, ritmicamente tocadas, al margen de los resultados artísticos cosechados durante la tarde, haran retumbar de nuevo mis ya viejos cimientos".

Nota: El vídeo que enlazamos a continuación recoge la interpretación, por Banda de Música, de esta "Jota de los toros". Las imágenes que le dan soporte corresponden a los primeros tercios de la Corrida que José Miguel Arroyo "Joselito" lidió en solitario en la Feria del Pilar de 1994.

domingo, 4 de octubre de 2009

DOMINGO DE PREFERIA

- Hola don Pepe.
- Hola don José.
- Ya tenía ganas de verle. Venía pensando en usted. No estamos juntos desde aquel día que tomamos un refresco en una terraza, era pleno agosto y hacía un calor sofocante.
- Ya lo creo… con lo fresquito que se está en el pueblo.
- Y en la playa…
- Yo no acostumbro… el agua no me va mucho y siempre me ha tirado más el monte.
- Nosotros lo combinamos, unos días los pasamos en la costa y otros tantos en la montaña, pero… dejémonos del veraneo y a lo nuestro, al toro.
- Pues tampoco hay tanto de que hablar porque…
- ¡Como que no hay nada de que hablar! Eso será usted porque yo, el fin de semana pasado, he visto torear como los dioses. Toreo de muchos kilates. Aún se me eriza el bello cuando lo recuerdo… que grande fue aquello, don Pepe…
- Y ¿dónde estuvo usted pues… si puede saberse?
- Pues con motivo de un viaje familiar a Barcelona, y aprovechando que había toros, la última corrida de la Feria de “La Merced”, acudí a la Monumental barcelonesa y aquello fue lo más grandioso que he presenciado en lo que llevamos de siglo.
- No me diga usted…
- Claro que le digo… y bien clarito que se lo digo. José Tomás, en su última corrida en España, dejó bien sentado que, hoy por hoy y sin discusión alguna, es el número uno.
- No será para tanto, toreo perfilero y la emoción de los riesgos que corre sin mucho sentido.
- ¡Que equivocado esta usted, don Pepe! El pasado año quizás tuviera usted alguna razón que esgrimir en ese sentido, pero en este las cosas han cambiado mucho. Se ha asentado, ya no lo cogen tanto los toros y los templa mucho más, y no sólo eso, sino que esta toreando más clásico y con mucha más hondura.
- Y de los toros, que me dice usted…
- De los toros… de los toros… pues toros.
- De todas formas, y se lo digo de corazón, me alegro de que disfrutara y lo pasara bien, don José.
- Bien es poco, fue como un sueño... ¡¡¡que torero!!!
- Pues yo, don José, lo eché en falta en las novilladas del pasado fin de semana, que fueron muy interesantes y, sobre todo, porque hubo un chaval que toreo de verdad, templando, dominando, pudiendo con un eralote que apretaba para los adentros y tenía sus problemas. Estuvo con las ideas claras, firme y con torería. Me gusto y hoy vengo con la ilusión de volver a verlo… ¿Como se llamaba?... Miguel Cuartero.
- Pues yo tambieén me alegro, don Pepe, no es poco que un novillero le haya despertado la ilusión, con lo exigente y estricto que es usted…
- Hizo lo que tenía que hacer, pensar en la cara del novillo y ajustarse a sus condiciones y, de esa forma, consiguió ligar un par de buenas tandas en el centro del ruedo. Eso, ni más ni menos, es torear.
- Informado estoy, lo tendré en cuenta… Pero yo quería pulsar su opinión sobre otro asunto del que no hemos tenido ocasión de hablar todavía, aunque, conociéndole a usted, supongo que no estará muy conforme con los carteles que han anunciado para la Feria que ya está a punto de comenzar.
- ¿Cómo voy a estar conforme? Son una m…
- … No hace falta que diga palabrotas, don Pepe, un poco de urbanidad y buen gusto. Yo, ya me imaginaba su reacción, pero le quiero informar que entre muchos de los aficionados que conozco han sido acogidos mucho mejor que los de años anteriores, menos toros de esos broncos e ilidiables que tanto le gustan a usted y a sus amiguitos los intransigentes, que aburren a la mayoría de los espectadores, y más figuras, con toros acordes a su estilo, en los carteles. Ponga los pies en el suelo, eso es lo que demandan los aficionados sensatos y el público en general.
- Pero si va a pasar lo que en todas las ferias, toros bobalicones, sin poder y sin cuernos, que se derrumban después de un picotazo de nada. Es lo que ha pasado en todas las plazas. Aburrimiento supino. Y luego vienen las excusas. O lo que es peor…
- No se pase usted, don Pepe, que esta archidemostrado que para torear bien, y hacerlo artísticamente, hacen falta toros que tengan la posibilidad de embestir, no esos mastodontes con cuernos que son imposibles...
- ¡Venga ya! No me salga ahora con las monsergas de los taurinos, don José, que con el toro domesticado de hoy en día ni hay emoción, ni nada de nada, en primer lugar porque la mayoría no tienen fuerza para embestir, y los que conservan un poco de energía es porque ni los han picado, ni se han empleado en ningún momento de la lidia.
- Pero para la emoción artística, para el pellizco del arte se necesitan toros…
- … Toros. Usted mismo lo ha dicho, don José, toros con poder e integridad que con su simple presencia den miedo al público y categoría a todo lo que hacen los toreros en el ruedo. No me negará que cuando eso ocurre nadie, ni aficionados ni público, se aburren, y si se consigue el triunfo, si se torea un toro de verdad y con la verdad del toreo, la gente se vuelve loca y…
- …¡Pero deje usted de soñar, don Pepe! Tenga usted en cuenta que estamos en el siglo XXI y los gustos, y los públicos, han cambiado mucho y, ahora…
- … Se consiguen los más grandes triunfos con toros tullidos y toreando de cualquier manera… y no hablemos de la suerte de matar porque eso ya es de vergüenza, como ya da igual que la espada caiga baja, pues nadie se esfuerza en ponerla en su sitio, total, da lo mismo. Aquí, en este modelo de fiesta del siglo XXI que usted preconiza, lo que importa es cortar orejas y rabos, indultar toros que hayan sido “colaboradores” en la faena, y salir a hombros de costaleros por la puerta grande. Para nada cuentan las condiciones de los toros ni las normas clásicas del toreo, eso se ha convertido en accesorio.
- No se pase ni se precipite, ni se meta en camisa de once varas... Yo le preguntaba por los carteles, no por esas teorias suyas ancladas en el siglo XIX. Ya hablaremos de los resultados cuando pase la Feria, no todo es tan negro como usted lo pinta, don Pepe, y cualquier cosa puede ocurrir. Hace un momento me decía usted que hoy venía con la ilusión de ver a un novillero que le gustó el sábado pasado. ¿Por qué no puede ocurrir lo mismo varias tardes en esta feria? No sea tan negativo. Yo, ya me conoce, este año acudo con la ilusión redoblada, y más después de lo visto en Barcelona, de ver grandes cosas a nada que los toros “colaboren”…
- Ve usted, don José, si ya se le ha pegado hasta el lenguaje de los taurinos.
- ¿Qué?...
- Nada.