Centrémonos, pues, en el tema y en pocas palabras, como acostumbro en mis exposiciones, dejar claras las bases y razones en las que se asienta mi tesis. En el Blog “VideoNoticiasTaurinas de LcbTV”, he podido visionar dos pequeños reportajes de las “corridas sin sangre” celebradas en Las Vegas, los pasados 24 y 25 de octubre, con la participación de destacados toreros españoles, lo que supone un buen espaldarazo para este tipo de festejos incruentos que han empezado a realizarse en tierras norteamericanas. Quedó demostrado que la fiesta tiene la misma emoción y el mismo peligro, e incluso más, pues no olvidemos que los toros no se pican y las banderillas son un simple simulacro que no causa herida alguna, de esa forma los animales conservan mayor energía a lo largo de toda la lidia y, como todo toro de lidia que se precie, tiene peligro. Esto se puede comprobar viendo los serios revolcones que toreros tan avezados como Juan José Padilla y Javier Conde sufrieron en sus intervenciones. Pero lo más importante es que algo que se veía, desde los sectores más integristas y conservadores de los aficionados, como un disparate, se ha convertido en una realidad: Se puede ejercer el arte del toreo sin necesidad de hacer sangre a los toros. Para los aficionados anclados en el pasado quizás sea una aberración, pero para los nuevos espectadores del siglo XXI, mucho más sensibles ante el maltrato de los animales y la visión de la sangre, que parten de cero y no saben de cánones ni de reglas eternas, puede ser el comienzo de una nueva y duradera afición.
A lo largo de la historia del toreo muchas han sido las veces que se ha pronosticado, por parte de los aficionados de la época anterior, que de no cambiar las cosas la fiesta estaba abocada a su desaparición, y hasta se apostaba y se hacían cálculos sobre los años que le quedan de vida. Pero las predicciones siempre han fallado y la fiesta siempre ha resurgido. Y esto sucede porque hay un factor que no valoran los aficionados viejos y que es fundamental en el constante resurgir de la fiesta de los toros. Ese factor es la permanente renovación del público que asiste a los espectáculos taurinos. El tiempo pasa y no perdona y, conforme vamos haciéndonos viejos, defendemos como clásica la tauromaquia que nos ha tocado vivir en nuestro tiempo que, nunca sabremos, si ha sido mejor o peor que la de épocas anteriores porque no lo hemos visto. La iniciativa de “corridas sin sangre” que se ha puesto en marcha en “Las Vegas”, por mucho que les duela a los aficionados más intransigentes de ahora, es una apuesta de futuro adaptada a la sensibilidad social del siglo XXI. Dentro de cincuenta años, o ha comienzos del siglo XXII, los conservadores más intransigentes quizás sean los que se aficionaron a este modelo de fiesta incruenta y, como ahora ocurre con los aficionados actuales, la defiendan contra lo que consideren nuevos peligros que pueden acabar con ella y que vienen de la mano de las generaciones de aficionados nuevas. Es ley de vida, el público pasa y con él también se van los gustos, las costumbres, las normas y los cánones. Siempre ocurre lo mismo, antes de que la fiesta se muera desaparecen todos los aficionados que habían pronosticado su muerte.
Pero dejémonos de generalidades y centrémonos un poco más en las diferencias y los detalles de lo acontecido en “Las Vegas” con respecto a una corrida normal española. La mayor diferencia es la desaparición de la suerte de picar. No hay caballo ni picador. Si nos fijamos en lo que sucede en casi todas las corridas que se celebran en España, en donde la mayoría de las veces tan sólo se simula la suerte ante la manifiesta invalidez y falta de fuerza del toro tras las primeras carreras por el ruedo, es muy poca la diferencia. Una suerte violenta que no es del agrado de la mayoría del público que asiste a los toros en la actualidad y que, además, ya no cumple la función que tenía encomendada porque los toros no lo necesitan y encima encarece el espectáculo, es un sin sentido y lo mejor que se puede hacer es suprimirla. Las banderillas, que es una suerte vistosa y que gusta al público, no tienen porque clavarse en la anatomía del animal, lo bonito de la suerte es cuadrar en la cara del toro y poner un par de palos en un sitio determinado. El velcro es la solución, no se nota mucho en el lomo y permite una mayor precisión, con lo que la suerte, a la larga, puede salir ganando. La suerte de matar, que antiguamente era la razón de ser de este espectáculo, ha perdido todo su protagonismo y su importancia en la actualidad. A las nuevas generaciones de aficionados les da igual donde caiga el estoque con tal de que el toro muera rápidamente y, a ser posible, de forma espectacular. Antes era requisito imprescindible para la concesión de un trofeo y ahora es una rutina no muy agradable y que, además, puede dar al traste con los méritos artísticos de la faena de muleta. Se puede simular con una banderilla e incluso, siendo algo más exigentes, puntuar por la ejecución de la suerte y la puntería en dejar los más cerca de la diana el estoque simulado. Por lo tanto, y siendo realistas, la estocada también se puede eliminar del ritual taurino. Quitadas o modificadas estas tres cosas, que cada vez tienen menos importancia en las corridas españolas actuales, la fiesta sale igual o incluso mejor parada, pues toda la atención se puede poner en lo auténticamente importante y artístico de la tauromaquia actual: la faena de muleta.
Como verán ustedes, no son tantas las diferencias. Es lógico que los amantes de esta fiesta observemos con reticencias cambios que afectan al ritual de un espectáculo que tan bien conocemos, pero en vez de cerrarnos en la defensa numantina de formas decimonónicas, mantengamos los ojos abiertos y examinemos con amplitud de miras los cambios y nuevas formas que empiezan a abrirse paso, quizás a nosotros nos parezcan exageradas, pero a los aficionados que nos sustituyan en las plazas de toros en el futuro quizás no les parezcan tanto. La fiesta, para seguir viva, tiene que modernizarse y ponerse a la altura de las circunstancias de cada época y, quizás, con estos festejos de “Las Vegas” estamos asistiendo al principio de un cambio que sirva para que la fiesta de los toros se mantenga en candelero un par de siglos más. Yo, valorando lo poco visto en los reportajes que he comentado, y que sugiero a don Pepe y don José que adjunten con esta entrada para conocimiento de todos sus lectores, considero la iniciativa acertada y, aunque debe cuidarse al máximo su presentación, y más teniendo lugar en el centro mundial del espectáculo, como es la ciudad de “Las Vegas”, y dada la relativa buena acogida por parte de un público novato, creo que puede tener futuro. Un futuro que los que ya somos viejos, atrapados por los recuerdos del pasado, quizás no podemos vislumbrar.
Antes de acabar, dejar constancia de los nombres de los pioneros que, aún a riesgo de jugarse su prestigio entre los aficionados españoles de esta época, han participado en esta valiente incursión hacia la fiesta del siglo XXI: José Ortega Cano, Juan José Padilla, Javier Conde, Antonio Barrera, “El Niño de la Capea” y el mexicano Federico Pizarro. Es interesante escuchar en el vídeo a un artista tan veterano y bregado como el cartagenero rectificar su opinión contraria al evento después de haber participado en él. El siguiente paso anunciado en este novedoso ciclo taurino de “Las Vegas”, y que sin duda redundará en su consolidación, es la presencia de una de las más grandes figuras, si no la que más, de la torería actual, el valenciano Enrique Ponce que esta anunciado para las dos próximas corridas que tendrán lugar los días 20 y 21 de noviembre, en la primera acompañado por los mexicanos Federico Pizarro y Alejandro Amaya, y en la segunda por el portugués “Pedrito de Portugal” y el colombiano Luís Bolivar. Y ya en la recta final, agradecer a mi amigo don José y a su compadre don Pepe, el espacio que me brindan para poder exponer mis razones. Sé que muchas de mis ideas chocan frontalmente con las de don Pepe, aunque don José, de mente más abierta, hace un esfuerzo para comprenderme, por eso es doble mi agradecimiento, aunque también estoy convencido que con mis aportaciones este blog se hace más completo. Y por último, volver sobre esa canción que ocupó un espacio en mi vida -y en la de muchos de mis contemporáneos- y me abrió las puertas del entendimiento hacia un nuevo estilo musical que venía de Estados Unidos y que, con el tiempo, ha llegado ha ser el más importante cambio musical del siglo, esa canción que habla de la misma ciudad que puede, actualmente, ser el origen de un nuevo recorrido de la fiesta de los toros hacia el futuro, hacia el siglo XXII… así que: ¡¡¡Viva Las Vegas!!!
Leandro Gado Más
Científico jubilado y futurólogo taurino
Nota de don Pepe: Quede claro que las opiniones vertidas en este artículo nada tienen que ver con mi opinión sobre este asunto. Don Leandro Gado, amigo de don José, y al que no tengo el gusto de conocer porque vive a caballo entre Alemania y Las Canarias, como ha dejado escrito en otros artículos en este Blog, tiene unas ideas muy raritas sobre los toros. Ahí quedan expuestas.