El número de novilladas ha descendido en los dos últimos años de forma drástica, tanto es así que el número de festejos acumulados este año por quién ha encabezado el escalafón novilleril no ha pasado de las cuarenta tardes, y el que lo hizo el año pasado no pasó de las cincuenta novilladas, muy poco comparándolo con los números de este tipo de festejos hace no muchos años. Se puede aducir que hay que tener en cuenta la crisis económica y como ha afectado a la Fiesta y, sobre todo, a los festejos menores; se puede argumentar que lo que han desaparecido, fundamentalmente, han sido los montajes de ponedores y que eso no es malo; se puede apuntar que no hay novilleros que interesen como en otras épocas; se puede decir lo que se quiera, pero lo cierto es que el número de novilladas ha caído en picado y esa caída puede conducir a la Fiesta de los Toros a su mayor y más profunda crisis.
Pero no es algo que se ha producido de pronto en estos dos últimos años. Es una tendencia que viene de lejos y que se ha visto agravada por la actitud de todos los estamentos de los taurinos, incluidos los medios de comunicación que se ocupan de los toros, con respecto a este tipo de festejos menores. Podría extenderme en los porqués de esta situación y como se ha llegado hasta la crítica situación actual, y quizás en otro momento lo haga, pero prefiero dedicar estas reflexiones a las consecuencias negativas que puede acarrear esta situación al futuro de la Fiesta. Al contrario de lo que sucede en todas las profesiones artísticas, deportivas o culturales, en los toros son muchos más los que están arriba, en el escalafón de matadores, y muy pocos los que están abajo, en la base de la pirámide. Tomando el ejemplo del fútbol, el espectáculo de masas más seguido en esta época en donde, para que vayan surgiendo futuros fenómenos que tomen el relevo de las actuales figuras, hay que mantener una amplísima red de equipos de base en donde aprender el oficio, desarrollar la personalidad y ganar la experiencia necesaria para, en su momento, cuajar como uno de los elegidos y seguir alimentado las plantillas de los mejores equipos. La del fútbol es una pirámide normal, con una base muy amplia y una élite muy selecta; la de los toros, en cambio, es una pirámide invertida en donde el peso de los que están arriba, que son muchos y en su inmensa mayoría vulgares, puede aplastar el futuro.
No nos falta razón a los aficionados cuando decimos que el protagonista principal de la Fiesta es el toro: el toro íntegro, con edad, trapío y poder. Pero cuando este toro sale al ruedo, el torero de turno, normalmente, no está a la altura de las circunstancia. ¡Cuantas tardes hemos visto repetirse esta historia! Por desconocimiento de los fundamentos de la lidia, por la falta de experiencia, por que se sale del guión de lo aprendido en la escuela, o por lo que sea… cuando sale un toro que pide el carné de torero, casi ninguno de los que pueblan el escalafón de maestros lo puede presentar. El toro se va sin torear y los aficionados y espectadores, una vez más, perdemos la oportunidad de contemplar en toda su dimensión la emoción del toreo. Los toreros de hoy en día llegan al escalafón de matadores crudos y, si no tienen padrinos, antecedentes o repercusión social, los pocos que lo consiguen, tienen que cuajarse en toreros y aprender el oficio a sangre y fuego. Este es un déficit que arrastra la Fiesta desde hace tiempo y sería preciso subsanarlo con el consentimiento y la colaboración de todos los estamentos que se benefician de ella, es algo que ellos mismos deberían contemplar, pero por lo visto no es así. Como siempre, el mundo de los toros gira al revés que el resto de los mundos… y así nos va.
Lo lógico seria que los que accedieran a la élite lo hicieran con la lección bien aprendida, la experiencia de muchos festejos toreados y como consecuencia de una selección estricta y rigurosa. Las corridas de toros deberían salir de la vulgaridad actual en base al conocimiento de las técnicas de la lidia y la calidad artística de los toreros y eso solo se consigue si hay mucho material para seleccionar. En la actualidad sobran corridas de toros y faltan novilladas, de la misma forma que sobran matadores y faltan novilleros. Es preciso que los novilleros se forjen toreando novilladas, ante la realidad que significa verse en un ruedo encerrado con un animal al que debes dominar y matar con solvencia. Lo aprendido en las Escuelas Taurinas debe ponerse en practica delante de toro y allí, en ese preciso momento, solventar los problemas y sacarle el máximo partido, y eso no se aprende con teoría sino con practica. Solo toreando muchos festejos pueden los aspirantes desarrollar su personalidad en base a los conocimientos adquiridos y conocer el cambiante comportamiento de las reses durante la lidia. Solo enfrentándose, in situ, a los diferentes encastes de la cabaña brava se puede conocer sus características y la técnica adecuada para hacerles frente. Solo toreando se puede adquirir la experiencia necesaria para poder circular con solvencia por el escalafón de los elegidos, y cuando salga un toro con poder, plantarle cara y, como mínimo, estar a su altura.
Y lo mismo que ocurre con los novilleros pasa con las ganaderías. Muchos de los toros que se lidian como tales no deberían pasar de novillos. Igual que la vulgaridad invade el escalafón de matadores, los ganaderos ofrecen una mercancía vulgar que poca emoción puede brindar al espectador. De la misma forma que los toreros deberían pasar por un estricto control de calidad, las ganaderías deberían ganarse su derecho a lidiar corridas de toros según los méritos conseguidos en novilladas. Esto mismo debería servir a los ganaderos para ser más exigentes con su ganadería y extremar los criterios de selección. ¿Qué mejor tienta para un ganadero que las novilladas? Es la mejor forma de afinar su ganadería y saber lo que se lleva entre manos, viendo el resultado de sus astados en una lidia de verdad y con tiempo para corregir o acentuar lo malo o lo bueno.
Lo lógico sería poner las cosas en su sitio, que de una vez por todas el planeta de los toros girara en el mismo sentido que todos los planetas y hacer las cosas con cabeza, lo primera, darle la vuelta a la pirámide y colocarla en su posición normal. En este cometido tendrían que comprometerse todos los estamentos que viven de la Fiesta de los Toros, desde la administración que legisla y reglamenta, pasando por los empresarios a los que habría que exigir visión de futuro, continuando por los ganaderos que deben criar el toro de lidia encastado y con poder, siguiendo por los toreros que deberian llegar a la élite con los fundamentos de la lidia bien aprendidos en base a la experiencia que da torear y, como no, los periodistas y medios de comunicación taurinos que deberían velar, como en otros campos deportivos y artísticos, por la verdad, la pureza y la difusión de la Fiesta auténtica y en todas sus esferas. Si esto fuera así, sin duda, habría muchas más novilladas que corridas de toros, pero estas -el espectáculo rey para los aficionados y espectadores- serían de mucha más calidad y, lo que es más importante, ante la Fiesta de los Toros se abriría un horizonte de esperanza.
“El toro no es un animal para nosotros; es muchísimo más: un símbolo, un tótem, una aspiración, una eucaristía con los de alrededor y los antepasados. Al toro lo pulimos, lo alimentamos, lo sacralizamos, lo picamos, lo banderilleamos, lo matamos, lo aplaudimos o pitamos tras su muerte, lo descuartizamos, nos lo comemos y lo poetizamos y lo pintamos y lo musicamos. Quítese el toro de aquí y veremos qué queda. ¿Nos reconoceríamos sin la pasión en su pro o en su contra?” Antonio Gala
martes, 1 de diciembre de 2009
martes, 17 de noviembre de 2009
LA HEMEROTECA DE "ABC" EN LA RED
Un buen ejercicio para los aficionados internautas amantes de las crónicas antiguas, y más de cara al inviernos que se avecina, sea bucear por la "Hemeroteca de ABC" que ya está disponible en la web del periódico. Para los aficionados a los toros puede ser de interés leer -en su medio y con su propia tipografía- las crónicas taurinas de los más prestigiosos crónistas que se han ocupado de los toros en este periodico desde su aparición el primer día del año 1903. Pura historia del toreo. Más de un siglo de crónicas e información de primera mano, y en su momento, por parte de grandes periodistas entre los que destacan Gregorio Corrochano y Antonio Díaz-Cañabate. Para buscar, entretenerse y aprender.
sábado, 31 de octubre de 2009
¡¡¡VIVA LAS VEGAS!!!
Sí, han acertado ustedes. El título de este artículo es el mismo que el de aquel rock&roll que popularizó, hace unos 50 años, el gran Elvis Presley, “Viva Las Vegas”. Este mismo título era el de una película protagonizada por el “rey del rock&roll”, en el año1963, una de las más exitosas de su carrera, y de cuya banda sonora forma parte este tema dedicado a la capital del estado de Nevada, la que es considerada capital del juego, de los matrimonios rápidos y de los super espectáculos musicales. A mi, este ritmo que venía de Norteamérica y que supondría un cambio absoluto en los gustos musicales del mundo occidental, me cogió en la flor de la juventud y, abierto como he sido siempre con todo tipo de aportaciones e innovaciones que enriquecieran mi bagaje cultural, lo acogí con entusiasmo y, por momentos, con demasiada dedicación. En particular este tema, con su estribillo repetitivo y pegadizo -un compañero de universidad había conseguido el disco por medio de un oficial de la base militar de Zaragoza que era vecino suyo- sonaba sin parar en el tocadiscos de su casa cuando, en ausencia de sus padres, organizábamos algún guateque… Han pasado tantos años y tantas cosas desde entonces… Pero hoy, deambulando por uno de los numerosos Blog que se ocupan en Internet de la fiesta de los toros, me he dado de bruces con unos vídeos de corridas de toros grabados en esa ciudad norteamericana y me han devuelto a la memoria ese viejo rock&roll y una época muy lejana de mi vida a él asociada. Pero no piensen los lectores de este espacio dedicado al mundo de los toros -y que tan gentilmente ponen a mi disposición don José y don Pepe-, que voy a seguir por estos derroteros musicales a lo largo de todo el artículo pues, como no podría ser de otra forma, después de este comienzo traído por la coincidencia entre el nombre de "Las Vegas" y aquel legendario rock&roll que hablaba de ella, quiero escribir de toros.
Centrémonos, pues, en el tema y en pocas palabras, como acostumbro en mis exposiciones, dejar claras las bases y razones en las que se asienta mi tesis. En el Blog “VideoNoticiasTaurinas de LcbTV”, he podido visionar dos pequeños reportajes de las “corridas sin sangre” celebradas en Las Vegas, los pasados 24 y 25 de octubre, con la participación de destacados toreros españoles, lo que supone un buen espaldarazo para este tipo de festejos incruentos que han empezado a realizarse en tierras norteamericanas. Quedó demostrado que la fiesta tiene la misma emoción y el mismo peligro, e incluso más, pues no olvidemos que los toros no se pican y las banderillas son un simple simulacro que no causa herida alguna, de esa forma los animales conservan mayor energía a lo largo de toda la lidia y, como todo toro de lidia que se precie, tiene peligro. Esto se puede comprobar viendo los serios revolcones que toreros tan avezados como Juan José Padilla y Javier Conde sufrieron en sus intervenciones. Pero lo más importante es que algo que se veía, desde los sectores más integristas y conservadores de los aficionados, como un disparate, se ha convertido en una realidad: Se puede ejercer el arte del toreo sin necesidad de hacer sangre a los toros. Para los aficionados anclados en el pasado quizás sea una aberración, pero para los nuevos espectadores del siglo XXI, mucho más sensibles ante el maltrato de los animales y la visión de la sangre, que parten de cero y no saben de cánones ni de reglas eternas, puede ser el comienzo de una nueva y duradera afición.
A lo largo de la historia del toreo muchas han sido las veces que se ha pronosticado, por parte de los aficionados de la época anterior, que de no cambiar las cosas la fiesta estaba abocada a su desaparición, y hasta se apostaba y se hacían cálculos sobre los años que le quedan de vida. Pero las predicciones siempre han fallado y la fiesta siempre ha resurgido. Y esto sucede porque hay un factor que no valoran los aficionados viejos y que es fundamental en el constante resurgir de la fiesta de los toros. Ese factor es la permanente renovación del público que asiste a los espectáculos taurinos. El tiempo pasa y no perdona y, conforme vamos haciéndonos viejos, defendemos como clásica la tauromaquia que nos ha tocado vivir en nuestro tiempo que, nunca sabremos, si ha sido mejor o peor que la de épocas anteriores porque no lo hemos visto. La iniciativa de “corridas sin sangre” que se ha puesto en marcha en “Las Vegas”, por mucho que les duela a los aficionados más intransigentes de ahora, es una apuesta de futuro adaptada a la sensibilidad social del siglo XXI. Dentro de cincuenta años, o ha comienzos del siglo XXII, los conservadores más intransigentes quizás sean los que se aficionaron a este modelo de fiesta incruenta y, como ahora ocurre con los aficionados actuales, la defiendan contra lo que consideren nuevos peligros que pueden acabar con ella y que vienen de la mano de las generaciones de aficionados nuevas. Es ley de vida, el público pasa y con él también se van los gustos, las costumbres, las normas y los cánones. Siempre ocurre lo mismo, antes de que la fiesta se muera desaparecen todos los aficionados que habían pronosticado su muerte.
Pero dejémonos de generalidades y centrémonos un poco más en las diferencias y los detalles de lo acontecido en “Las Vegas” con respecto a una corrida normal española. La mayor diferencia es la desaparición de la suerte de picar. No hay caballo ni picador. Si nos fijamos en lo que sucede en casi todas las corridas que se celebran en España, en donde la mayoría de las veces tan sólo se simula la suerte ante la manifiesta invalidez y falta de fuerza del toro tras las primeras carreras por el ruedo, es muy poca la diferencia. Una suerte violenta que no es del agrado de la mayoría del público que asiste a los toros en la actualidad y que, además, ya no cumple la función que tenía encomendada porque los toros no lo necesitan y encima encarece el espectáculo, es un sin sentido y lo mejor que se puede hacer es suprimirla. Las banderillas, que es una suerte vistosa y que gusta al público, no tienen porque clavarse en la anatomía del animal, lo bonito de la suerte es cuadrar en la cara del toro y poner un par de palos en un sitio determinado. El velcro es la solución, no se nota mucho en el lomo y permite una mayor precisión, con lo que la suerte, a la larga, puede salir ganando. La suerte de matar, que antiguamente era la razón de ser de este espectáculo, ha perdido todo su protagonismo y su importancia en la actualidad. A las nuevas generaciones de aficionados les da igual donde caiga el estoque con tal de que el toro muera rápidamente y, a ser posible, de forma espectacular. Antes era requisito imprescindible para la concesión de un trofeo y ahora es una rutina no muy agradable y que, además, puede dar al traste con los méritos artísticos de la faena de muleta. Se puede simular con una banderilla e incluso, siendo algo más exigentes, puntuar por la ejecución de la suerte y la puntería en dejar los más cerca de la diana el estoque simulado. Por lo tanto, y siendo realistas, la estocada también se puede eliminar del ritual taurino. Quitadas o modificadas estas tres cosas, que cada vez tienen menos importancia en las corridas españolas actuales, la fiesta sale igual o incluso mejor parada, pues toda la atención se puede poner en lo auténticamente importante y artístico de la tauromaquia actual: la faena de muleta.
Como verán ustedes, no son tantas las diferencias. Es lógico que los amantes de esta fiesta observemos con reticencias cambios que afectan al ritual de un espectáculo que tan bien conocemos, pero en vez de cerrarnos en la defensa numantina de formas decimonónicas, mantengamos los ojos abiertos y examinemos con amplitud de miras los cambios y nuevas formas que empiezan a abrirse paso, quizás a nosotros nos parezcan exageradas, pero a los aficionados que nos sustituyan en las plazas de toros en el futuro quizás no les parezcan tanto. La fiesta, para seguir viva, tiene que modernizarse y ponerse a la altura de las circunstancias de cada época y, quizás, con estos festejos de “Las Vegas” estamos asistiendo al principio de un cambio que sirva para que la fiesta de los toros se mantenga en candelero un par de siglos más. Yo, valorando lo poco visto en los reportajes que he comentado, y que sugiero a don Pepe y don José que adjunten con esta entrada para conocimiento de todos sus lectores, considero la iniciativa acertada y, aunque debe cuidarse al máximo su presentación, y más teniendo lugar en el centro mundial del espectáculo, como es la ciudad de “Las Vegas”, y dada la relativa buena acogida por parte de un público novato, creo que puede tener futuro. Un futuro que los que ya somos viejos, atrapados por los recuerdos del pasado, quizás no podemos vislumbrar.
Antes de acabar, dejar constancia de los nombres de los pioneros que, aún a riesgo de jugarse su prestigio entre los aficionados españoles de esta época, han participado en esta valiente incursión hacia la fiesta del siglo XXI: José Ortega Cano, Juan José Padilla, Javier Conde, Antonio Barrera, “El Niño de la Capea” y el mexicano Federico Pizarro. Es interesante escuchar en el vídeo a un artista tan veterano y bregado como el cartagenero rectificar su opinión contraria al evento después de haber participado en él. El siguiente paso anunciado en este novedoso ciclo taurino de “Las Vegas”, y que sin duda redundará en su consolidación, es la presencia de una de las más grandes figuras, si no la que más, de la torería actual, el valenciano Enrique Ponce que esta anunciado para las dos próximas corridas que tendrán lugar los días 20 y 21 de noviembre, en la primera acompañado por los mexicanos Federico Pizarro y Alejandro Amaya, y en la segunda por el portugués “Pedrito de Portugal” y el colombiano Luís Bolivar. Y ya en la recta final, agradecer a mi amigo don José y a su compadre don Pepe, el espacio que me brindan para poder exponer mis razones. Sé que muchas de mis ideas chocan frontalmente con las de don Pepe, aunque don José, de mente más abierta, hace un esfuerzo para comprenderme, por eso es doble mi agradecimiento, aunque también estoy convencido que con mis aportaciones este blog se hace más completo. Y por último, volver sobre esa canción que ocupó un espacio en mi vida -y en la de muchos de mis contemporáneos- y me abrió las puertas del entendimiento hacia un nuevo estilo musical que venía de Estados Unidos y que, con el tiempo, ha llegado ha ser el más importante cambio musical del siglo, esa canción que habla de la misma ciudad que puede, actualmente, ser el origen de un nuevo recorrido de la fiesta de los toros hacia el futuro, hacia el siglo XXII… así que: ¡¡¡Viva Las Vegas!!!
Nota de don Pepe: Quede claro que las opiniones vertidas en este artículo nada tienen que ver con mi opinión sobre este asunto. Don Leandro Gado, amigo de don José, y al que no tengo el gusto de conocer porque vive a caballo entre Alemania y Las Canarias, como ha dejado escrito en otros artículos en este Blog, tiene unas ideas muy raritas sobre los toros. Ahí quedan expuestas.
Centrémonos, pues, en el tema y en pocas palabras, como acostumbro en mis exposiciones, dejar claras las bases y razones en las que se asienta mi tesis. En el Blog “VideoNoticiasTaurinas de LcbTV”, he podido visionar dos pequeños reportajes de las “corridas sin sangre” celebradas en Las Vegas, los pasados 24 y 25 de octubre, con la participación de destacados toreros españoles, lo que supone un buen espaldarazo para este tipo de festejos incruentos que han empezado a realizarse en tierras norteamericanas. Quedó demostrado que la fiesta tiene la misma emoción y el mismo peligro, e incluso más, pues no olvidemos que los toros no se pican y las banderillas son un simple simulacro que no causa herida alguna, de esa forma los animales conservan mayor energía a lo largo de toda la lidia y, como todo toro de lidia que se precie, tiene peligro. Esto se puede comprobar viendo los serios revolcones que toreros tan avezados como Juan José Padilla y Javier Conde sufrieron en sus intervenciones. Pero lo más importante es que algo que se veía, desde los sectores más integristas y conservadores de los aficionados, como un disparate, se ha convertido en una realidad: Se puede ejercer el arte del toreo sin necesidad de hacer sangre a los toros. Para los aficionados anclados en el pasado quizás sea una aberración, pero para los nuevos espectadores del siglo XXI, mucho más sensibles ante el maltrato de los animales y la visión de la sangre, que parten de cero y no saben de cánones ni de reglas eternas, puede ser el comienzo de una nueva y duradera afición.
A lo largo de la historia del toreo muchas han sido las veces que se ha pronosticado, por parte de los aficionados de la época anterior, que de no cambiar las cosas la fiesta estaba abocada a su desaparición, y hasta se apostaba y se hacían cálculos sobre los años que le quedan de vida. Pero las predicciones siempre han fallado y la fiesta siempre ha resurgido. Y esto sucede porque hay un factor que no valoran los aficionados viejos y que es fundamental en el constante resurgir de la fiesta de los toros. Ese factor es la permanente renovación del público que asiste a los espectáculos taurinos. El tiempo pasa y no perdona y, conforme vamos haciéndonos viejos, defendemos como clásica la tauromaquia que nos ha tocado vivir en nuestro tiempo que, nunca sabremos, si ha sido mejor o peor que la de épocas anteriores porque no lo hemos visto. La iniciativa de “corridas sin sangre” que se ha puesto en marcha en “Las Vegas”, por mucho que les duela a los aficionados más intransigentes de ahora, es una apuesta de futuro adaptada a la sensibilidad social del siglo XXI. Dentro de cincuenta años, o ha comienzos del siglo XXII, los conservadores más intransigentes quizás sean los que se aficionaron a este modelo de fiesta incruenta y, como ahora ocurre con los aficionados actuales, la defiendan contra lo que consideren nuevos peligros que pueden acabar con ella y que vienen de la mano de las generaciones de aficionados nuevas. Es ley de vida, el público pasa y con él también se van los gustos, las costumbres, las normas y los cánones. Siempre ocurre lo mismo, antes de que la fiesta se muera desaparecen todos los aficionados que habían pronosticado su muerte.
Pero dejémonos de generalidades y centrémonos un poco más en las diferencias y los detalles de lo acontecido en “Las Vegas” con respecto a una corrida normal española. La mayor diferencia es la desaparición de la suerte de picar. No hay caballo ni picador. Si nos fijamos en lo que sucede en casi todas las corridas que se celebran en España, en donde la mayoría de las veces tan sólo se simula la suerte ante la manifiesta invalidez y falta de fuerza del toro tras las primeras carreras por el ruedo, es muy poca la diferencia. Una suerte violenta que no es del agrado de la mayoría del público que asiste a los toros en la actualidad y que, además, ya no cumple la función que tenía encomendada porque los toros no lo necesitan y encima encarece el espectáculo, es un sin sentido y lo mejor que se puede hacer es suprimirla. Las banderillas, que es una suerte vistosa y que gusta al público, no tienen porque clavarse en la anatomía del animal, lo bonito de la suerte es cuadrar en la cara del toro y poner un par de palos en un sitio determinado. El velcro es la solución, no se nota mucho en el lomo y permite una mayor precisión, con lo que la suerte, a la larga, puede salir ganando. La suerte de matar, que antiguamente era la razón de ser de este espectáculo, ha perdido todo su protagonismo y su importancia en la actualidad. A las nuevas generaciones de aficionados les da igual donde caiga el estoque con tal de que el toro muera rápidamente y, a ser posible, de forma espectacular. Antes era requisito imprescindible para la concesión de un trofeo y ahora es una rutina no muy agradable y que, además, puede dar al traste con los méritos artísticos de la faena de muleta. Se puede simular con una banderilla e incluso, siendo algo más exigentes, puntuar por la ejecución de la suerte y la puntería en dejar los más cerca de la diana el estoque simulado. Por lo tanto, y siendo realistas, la estocada también se puede eliminar del ritual taurino. Quitadas o modificadas estas tres cosas, que cada vez tienen menos importancia en las corridas españolas actuales, la fiesta sale igual o incluso mejor parada, pues toda la atención se puede poner en lo auténticamente importante y artístico de la tauromaquia actual: la faena de muleta.
Como verán ustedes, no son tantas las diferencias. Es lógico que los amantes de esta fiesta observemos con reticencias cambios que afectan al ritual de un espectáculo que tan bien conocemos, pero en vez de cerrarnos en la defensa numantina de formas decimonónicas, mantengamos los ojos abiertos y examinemos con amplitud de miras los cambios y nuevas formas que empiezan a abrirse paso, quizás a nosotros nos parezcan exageradas, pero a los aficionados que nos sustituyan en las plazas de toros en el futuro quizás no les parezcan tanto. La fiesta, para seguir viva, tiene que modernizarse y ponerse a la altura de las circunstancias de cada época y, quizás, con estos festejos de “Las Vegas” estamos asistiendo al principio de un cambio que sirva para que la fiesta de los toros se mantenga en candelero un par de siglos más. Yo, valorando lo poco visto en los reportajes que he comentado, y que sugiero a don Pepe y don José que adjunten con esta entrada para conocimiento de todos sus lectores, considero la iniciativa acertada y, aunque debe cuidarse al máximo su presentación, y más teniendo lugar en el centro mundial del espectáculo, como es la ciudad de “Las Vegas”, y dada la relativa buena acogida por parte de un público novato, creo que puede tener futuro. Un futuro que los que ya somos viejos, atrapados por los recuerdos del pasado, quizás no podemos vislumbrar.
Antes de acabar, dejar constancia de los nombres de los pioneros que, aún a riesgo de jugarse su prestigio entre los aficionados españoles de esta época, han participado en esta valiente incursión hacia la fiesta del siglo XXI: José Ortega Cano, Juan José Padilla, Javier Conde, Antonio Barrera, “El Niño de la Capea” y el mexicano Federico Pizarro. Es interesante escuchar en el vídeo a un artista tan veterano y bregado como el cartagenero rectificar su opinión contraria al evento después de haber participado en él. El siguiente paso anunciado en este novedoso ciclo taurino de “Las Vegas”, y que sin duda redundará en su consolidación, es la presencia de una de las más grandes figuras, si no la que más, de la torería actual, el valenciano Enrique Ponce que esta anunciado para las dos próximas corridas que tendrán lugar los días 20 y 21 de noviembre, en la primera acompañado por los mexicanos Federico Pizarro y Alejandro Amaya, y en la segunda por el portugués “Pedrito de Portugal” y el colombiano Luís Bolivar. Y ya en la recta final, agradecer a mi amigo don José y a su compadre don Pepe, el espacio que me brindan para poder exponer mis razones. Sé que muchas de mis ideas chocan frontalmente con las de don Pepe, aunque don José, de mente más abierta, hace un esfuerzo para comprenderme, por eso es doble mi agradecimiento, aunque también estoy convencido que con mis aportaciones este blog se hace más completo. Y por último, volver sobre esa canción que ocupó un espacio en mi vida -y en la de muchos de mis contemporáneos- y me abrió las puertas del entendimiento hacia un nuevo estilo musical que venía de Estados Unidos y que, con el tiempo, ha llegado ha ser el más importante cambio musical del siglo, esa canción que habla de la misma ciudad que puede, actualmente, ser el origen de un nuevo recorrido de la fiesta de los toros hacia el futuro, hacia el siglo XXII… así que: ¡¡¡Viva Las Vegas!!!
Leandro Gado Más
Científico jubilado y futurólogo taurino
Nota de don Pepe: Quede claro que las opiniones vertidas en este artículo nada tienen que ver con mi opinión sobre este asunto. Don Leandro Gado, amigo de don José, y al que no tengo el gusto de conocer porque vive a caballo entre Alemania y Las Canarias, como ha dejado escrito en otros artículos en este Blog, tiene unas ideas muy raritas sobre los toros. Ahí quedan expuestas.
miércoles, 21 de octubre de 2009
REBAJAR EL TORO Y EL RIGOR PRESIDENCIAL
Este es el planteamiento que defendía Romito, entre las 2 y las 3 de la madrugada del pasado lunes, en la tertulia radiofónica del programa taurino El Albero que dirige, en la cadena COPE, Rafael Cabrera. Era tema del debate, en ese momento, el balance de la recién terminada Feria del Pilar 2009, y el tertuliano zaragozano estaba convencido, y defendía con ardor y reiteración, que lo que necesitaba la plaza de Zaragoza era ponerse a la altura de otras de primera, como las de Málaga o Valencia, tanto en el toro más terciado que debe lidiarse, como en la actitud más benevolente de los presidentes en la concesión de orejas. Según su opinión, la plaza de Zaragoza no es una plaza torista, como pretenden unos cuantos “iluminados” -palabra utilizada textualmente por el tertuliano- de esta ciudad que así lo pretenden. El sitio de Zaragoza, según Romito, no es el de plaza de primerísima, como las de Madrid, Bilbao o Pamplona, sino en un escalón más bajo, el de las más complacientes en cuanto a la presencia del toro y el rigor presidencial, como la malagueña o la valenciana.
La opinión vertida por José Luís Gran Romito -a quién he aplaudido muchas tardes en La Misericordia cuando actuaba como subalterno y que, desde que empezó por las capeas por los pueblos, y hasta su retirada, ha ejercido en casi todos los campos del negocio taurino- es representativa de la que mantienen buena parte del colectivo de “taurinos” zaragozanos. No es de ahora, ni surge a raíz del fracaso de esta Feria. Ni de cuando, en los últimos años, se programaron corridas de mayor seriedad, sus quejas fueron entonces mucho mayores ya que, para este colectivo, esa sobredosis de “torismo” tenía la culpa de todo lo malo que ocurría en nuestra plaza pues, por la exigencia del ganado, hacía que se retrajesen de acudir las “figuras”, perdiendo atractivo e interés los carteles para los espectadores, esos que van a los toros para ver a los toreros y ha divertirse. Aunque la opinión defendida por Romito es representativa del colectivo del que forma parte, los profesionales en activo o retirados que, lógicamente, apuestan por una dulcificación de la fiesta -“humanización” lo llaman- y con lo que, también lógicamente, nunca han coincidido con los aficionados.
Pero dejando de lado este último punto que entra en el terreno de lo profesional y que ahora no viene al caso, quiero centrarme en la propuesta sobre el modelo de feria que defienden los taurinos zaragozanos. Pocas cosas pero muy claritas. En primer lugar, rebajar el trapío del toro, excesivo para Zaragoza, y asimilarlo al de otras plazas menos exigentes, como las ya mencionadas de Málaga o Valencia. En segundo, y mucho más preocupante, poner en consonancia el nivel de la autoridad, rebajando el listón, tanto en cuanto al ganado, como en la concesión de trofeos, para complacer, por un lado a los “figuras” con sus toritos de pitiminí, y por otro a los espectadores que van a la plaza a divertirse y todo lo valoran según el número de trofeos otorgados por el presidente. Esta es la fórmula que, puesta en boca de Romito, defiende el colectivo de taurinos zaragozanos y con la que pretenden que se solucione los problemas y sea la panacea que vuelva a llenar de público los tendidos de La Misericordia. En términos futbolísticos -tan presente en el lenguaje coloquial actual como hace cien años el lenguaje taurino-, en vez de estar en primera división y defender la categoría con uñas y dientes, es preferible bajar a segunda pues, aunque el espectáculo sea de menor calidad, nos lo pasaremos mucho mejor. Yo, por supuesto, y posiblemente muchos más aficionados de Zaragoza no estarán de acuerdo con esta teoría porque, como queda demostrado cuando se baja a segunda división, no sólo baja la calidad, sino también, y mucho, la afluencia de público.
Defender esta teoría después del fracaso que ha significado la feria de este año en la que, precisamente, ha habido muchos más toros con trapío para “figura” que en las de años anteriores es, cuando menos, desafortunado. Incluso el propio director del programa, Rafael Cabrera, interviene en la tertulia aseverando que el nivel del toro había bajado este año en Zaragoza. El problema para que las “figuras” no vengan a la Feria del Pilar es otro que tiene que ver, mucho más, con la forma en que se gestiona actualmente el negocio taurino. Con el sistema actual que, no lo olvidemos, ya lleva muchos años de vigencia, la última feria importante del año no tiene importancia para nadie y, por lo tanto, no merece la pena hacer un esfuerzo para la poca resonancia que tiene. Cuando lleguen las primeras ferias del próximo año nadie se acordará de lo ocurrido en el ya lejano octubre zaragozano, y aunque alguien se acuerde, da lo mismo, porque los carteles de todo el año ya se habrán confeccionado según los intereses de los que controlan el negocio durante el invierno. Para que lo que suceda en nuestra plaza tenga importancia deben buscarse otros alicientes y los que vengan a torear, sean quién sean, que lo hagan con todas las de la ley, no ha justificarse -muchos, ni eso- y llevárselo calentito. ¿Qué alicientes buscar para revitalizar una plaza como La Misericordia? Yo no lo sé, pero entre los profesionales que se dedican al negocio taurino y los políticos que gestionan la plaza, después de analizar los pros y los contras, deberían buscar una alternativa atractiva y el compromiso de ponerla en practica, aún a riesgo de chocar con algunos intereses establecidos. El modelo actual, como ha quedado demostrado en esta feria, no ha funcionado, es más, nos ha hecho perder categoría.
Aunque el tema que ha generado mayor polémica ha sido la racanería de los presidentes en la concesión de trofeos. Por mantener una postura de seriedad en el palco, en cuanto a la concesión de trofeos, han sido atacados a diestro y siniestro, y de muy mala forma, por periodistas locales y nacionales, de la radio y de la televisión. La cota más alta de la polémica se alcanzó el día de Manzanares, al denegar la segunda oreja al torero alicantino, por considerar, como el mismo diestro reconoció después, que había caído baja la estocada. La polémica se agravó por el hecho de que a El Fandi, esa misma tarde, se le había concedido una oreja, con la espada más baja todavía, en un toro anterior que, comparada con la de Manzanares, era una baratija. Es cierto, el peso de una y otra, según los méritos y lo visto, es muy distinto. La oreja de Manzanares es justa y no consiguió la segunda por caer baja la espada, y la de El Fandi, quizás fuera excesiva. Pero es que las orejas son la vara de medir en el sistema taurino actual, y por su mayor o menor recolección se valora el éxito o el fracaso de un evento. La televisión, para vender, necesita orejas. Los portales taurinos, para ser visitados, necesitan orejas. Los periódicos, para ser leídos, necesitan orejas. Los empresarios, para corroborar el éxito de la feria, necesitan orejas. Cualquier cosa se premia con una oreja… Por más triste que parezca, la oreja se ha convertido en el componente fundamental de la actual fiesta de los toros. ¿Por qué no mantener, entonces, el rigor en el cumplimiento del reglamento para dar verdadero valor a lo que se hace? ¿Por qué pedir, entonces, que se rebajen las exigencias sino es para colaborar con los que mendigan, cada uno en su campo, el apéndice auricular del toro para ir manteniendo sus respectivos negocios? No creo que por este camino encontremos ninguna solución. Además contamos con los resultados de todas las ferias que se han basado en el mismo patrón que la de Zaragoza, en todas se ha repetido el mismo fracaso. Si además contamos con la dificultad añadida de que somos la última feria taurina del año… o buscamos otra cosa… o lo tenemos fatal.
La única solución para Zaragoza, que es como una isla solitaria al final de la temporada, es buscar nuevos alicientes, algo distinto y novedoso con respecto al modelo taurino imperante, algo que ilusione tanto a los aficionados, como a los profesionales, algo que incite la competencia entre los toreros y resulten atractivos para los espectadores. (En el mundo del deporte, por ejemplo en el tenis, se organiza al final del año un torneo donde se ven las caras -y se juegan un importante premio en metálico- los mejores de la temporada.) Pero todo lo que se haga que sea desde el respeto a la Fiesta auténtica y que, como ocurre en el tenis, se cumpla el reglamento a rajatabla. Yo no se cual será la solución, ni la dirección que debe tomar la plaza de toros de Zaragoza en el futuro para salir de la vulgaridad, pero creo que por el camino que apuntaba Romito, en la tertulia del programa El Albero, de la cadena COPE, la madrugada del pasado lunes, no vamos en buena dirección… Más bien pienso que si seguimos por esa senda, antes que tarde, nos encontraremos una autopista hacia Las Vegas.
La opinión vertida por José Luís Gran Romito -a quién he aplaudido muchas tardes en La Misericordia cuando actuaba como subalterno y que, desde que empezó por las capeas por los pueblos, y hasta su retirada, ha ejercido en casi todos los campos del negocio taurino- es representativa de la que mantienen buena parte del colectivo de “taurinos” zaragozanos. No es de ahora, ni surge a raíz del fracaso de esta Feria. Ni de cuando, en los últimos años, se programaron corridas de mayor seriedad, sus quejas fueron entonces mucho mayores ya que, para este colectivo, esa sobredosis de “torismo” tenía la culpa de todo lo malo que ocurría en nuestra plaza pues, por la exigencia del ganado, hacía que se retrajesen de acudir las “figuras”, perdiendo atractivo e interés los carteles para los espectadores, esos que van a los toros para ver a los toreros y ha divertirse. Aunque la opinión defendida por Romito es representativa del colectivo del que forma parte, los profesionales en activo o retirados que, lógicamente, apuestan por una dulcificación de la fiesta -“humanización” lo llaman- y con lo que, también lógicamente, nunca han coincidido con los aficionados.
Pero dejando de lado este último punto que entra en el terreno de lo profesional y que ahora no viene al caso, quiero centrarme en la propuesta sobre el modelo de feria que defienden los taurinos zaragozanos. Pocas cosas pero muy claritas. En primer lugar, rebajar el trapío del toro, excesivo para Zaragoza, y asimilarlo al de otras plazas menos exigentes, como las ya mencionadas de Málaga o Valencia. En segundo, y mucho más preocupante, poner en consonancia el nivel de la autoridad, rebajando el listón, tanto en cuanto al ganado, como en la concesión de trofeos, para complacer, por un lado a los “figuras” con sus toritos de pitiminí, y por otro a los espectadores que van a la plaza a divertirse y todo lo valoran según el número de trofeos otorgados por el presidente. Esta es la fórmula que, puesta en boca de Romito, defiende el colectivo de taurinos zaragozanos y con la que pretenden que se solucione los problemas y sea la panacea que vuelva a llenar de público los tendidos de La Misericordia. En términos futbolísticos -tan presente en el lenguaje coloquial actual como hace cien años el lenguaje taurino-, en vez de estar en primera división y defender la categoría con uñas y dientes, es preferible bajar a segunda pues, aunque el espectáculo sea de menor calidad, nos lo pasaremos mucho mejor. Yo, por supuesto, y posiblemente muchos más aficionados de Zaragoza no estarán de acuerdo con esta teoría porque, como queda demostrado cuando se baja a segunda división, no sólo baja la calidad, sino también, y mucho, la afluencia de público.
Defender esta teoría después del fracaso que ha significado la feria de este año en la que, precisamente, ha habido muchos más toros con trapío para “figura” que en las de años anteriores es, cuando menos, desafortunado. Incluso el propio director del programa, Rafael Cabrera, interviene en la tertulia aseverando que el nivel del toro había bajado este año en Zaragoza. El problema para que las “figuras” no vengan a la Feria del Pilar es otro que tiene que ver, mucho más, con la forma en que se gestiona actualmente el negocio taurino. Con el sistema actual que, no lo olvidemos, ya lleva muchos años de vigencia, la última feria importante del año no tiene importancia para nadie y, por lo tanto, no merece la pena hacer un esfuerzo para la poca resonancia que tiene. Cuando lleguen las primeras ferias del próximo año nadie se acordará de lo ocurrido en el ya lejano octubre zaragozano, y aunque alguien se acuerde, da lo mismo, porque los carteles de todo el año ya se habrán confeccionado según los intereses de los que controlan el negocio durante el invierno. Para que lo que suceda en nuestra plaza tenga importancia deben buscarse otros alicientes y los que vengan a torear, sean quién sean, que lo hagan con todas las de la ley, no ha justificarse -muchos, ni eso- y llevárselo calentito. ¿Qué alicientes buscar para revitalizar una plaza como La Misericordia? Yo no lo sé, pero entre los profesionales que se dedican al negocio taurino y los políticos que gestionan la plaza, después de analizar los pros y los contras, deberían buscar una alternativa atractiva y el compromiso de ponerla en practica, aún a riesgo de chocar con algunos intereses establecidos. El modelo actual, como ha quedado demostrado en esta feria, no ha funcionado, es más, nos ha hecho perder categoría.
Aunque el tema que ha generado mayor polémica ha sido la racanería de los presidentes en la concesión de trofeos. Por mantener una postura de seriedad en el palco, en cuanto a la concesión de trofeos, han sido atacados a diestro y siniestro, y de muy mala forma, por periodistas locales y nacionales, de la radio y de la televisión. La cota más alta de la polémica se alcanzó el día de Manzanares, al denegar la segunda oreja al torero alicantino, por considerar, como el mismo diestro reconoció después, que había caído baja la estocada. La polémica se agravó por el hecho de que a El Fandi, esa misma tarde, se le había concedido una oreja, con la espada más baja todavía, en un toro anterior que, comparada con la de Manzanares, era una baratija. Es cierto, el peso de una y otra, según los méritos y lo visto, es muy distinto. La oreja de Manzanares es justa y no consiguió la segunda por caer baja la espada, y la de El Fandi, quizás fuera excesiva. Pero es que las orejas son la vara de medir en el sistema taurino actual, y por su mayor o menor recolección se valora el éxito o el fracaso de un evento. La televisión, para vender, necesita orejas. Los portales taurinos, para ser visitados, necesitan orejas. Los periódicos, para ser leídos, necesitan orejas. Los empresarios, para corroborar el éxito de la feria, necesitan orejas. Cualquier cosa se premia con una oreja… Por más triste que parezca, la oreja se ha convertido en el componente fundamental de la actual fiesta de los toros. ¿Por qué no mantener, entonces, el rigor en el cumplimiento del reglamento para dar verdadero valor a lo que se hace? ¿Por qué pedir, entonces, que se rebajen las exigencias sino es para colaborar con los que mendigan, cada uno en su campo, el apéndice auricular del toro para ir manteniendo sus respectivos negocios? No creo que por este camino encontremos ninguna solución. Además contamos con los resultados de todas las ferias que se han basado en el mismo patrón que la de Zaragoza, en todas se ha repetido el mismo fracaso. Si además contamos con la dificultad añadida de que somos la última feria taurina del año… o buscamos otra cosa… o lo tenemos fatal.
La única solución para Zaragoza, que es como una isla solitaria al final de la temporada, es buscar nuevos alicientes, algo distinto y novedoso con respecto al modelo taurino imperante, algo que ilusione tanto a los aficionados, como a los profesionales, algo que incite la competencia entre los toreros y resulten atractivos para los espectadores. (En el mundo del deporte, por ejemplo en el tenis, se organiza al final del año un torneo donde se ven las caras -y se juegan un importante premio en metálico- los mejores de la temporada.) Pero todo lo que se haga que sea desde el respeto a la Fiesta auténtica y que, como ocurre en el tenis, se cumpla el reglamento a rajatabla. Yo no se cual será la solución, ni la dirección que debe tomar la plaza de toros de Zaragoza en el futuro para salir de la vulgaridad, pero creo que por el camino que apuntaba Romito, en la tertulia del programa El Albero, de la cadena COPE, la madrugada del pasado lunes, no vamos en buena dirección… Más bien pienso que si seguimos por esa senda, antes que tarde, nos encontraremos una autopista hacia Las Vegas.
sábado, 17 de octubre de 2009
¿POR QUÉ SIGO ACUDIENDO A LOS TOROS?
Esta es una pregunta que se me pasa por la cabeza muchas veces. Es una pregunta que tiene que ver con la con la propia coherencia personal y que exige explicaciones sobre la arbitrariedad que supone acudir a un espectáculo que nada, o muy poco, tiene que ver con la idea que tengo de él. La Fiesta a la que me aficioné leyendo y viendo las fotos de las revista taurinas de mi abuelo, o escuchando de su boca las historias y proezas de Bombita o Machaquito; la Fiesta que empecé a comprender con mi padre y sus amigos en remotas novilladas y becerradas nocturnas; la Fiesta que me emocionó y levantó pasiones enfrentadas con otros aficionados por toros o toreros; esa Fiesta que motivo mi afición ya no se parece en nada a la de ahora. Es más, es casi su antítesis. Pero a pesar de esta palpable realidad sigo acudiendo a los toros. ¿Por qué?
Quizás sea por causa de la feria tan horrorosa que estamos padeciendo este año. Cuando ya estamos al final de la misma, a falta solamente de la corrida de Miura, ya podemos decir claramente que ha sido un mayúsculo tostón. Pero ya habrá momento de entrar sobre ello con más detenimiento, porque aún influyendo, y mucho, esta desastrosa feria en la necesidad de encontrar una respuesta, la pregunta se remonta a otros momentos, a otras situaciones, a otras actitudes y a una percepción global de las nuevas formas que pretender consolidarse en todo el tinglado mercantil que se asienta en la Fiesta misma y en sus alrededores. Tienen que existir otros motivos que me hagan mantener un hilo de ilusión, una remota esperanza, una lejana posibilidad de volver a sentir por mi cuerpo la maravillosa emoción del toreo que alguna vez, y en distintas circunstancias, he sentido.
Ya prácticamente no creo en la regeneración de la Fiesta hacia lo que yo entiendo como Fiesta. Lo considero una batalla prácticamente perdida porque de este simulacro que ahora nos proponen no se puede ir hacia ninguna regeneración. La consecución de los objetivos de los taurinos del momento pasan por borrar la imagen del pasado, la memoria histórica de la Fiesta y velar por mantener sus valores eternos. Es preciso enterrar el pasado para poder construir un nuevo presente a la medida de esta época, porque ahora, ni el toro, ni los toreros son como deberían de ser. Si hace 20 años había un buen puñado de ganaderías que conservaban una identidad propia, y un número considerable de toreros que estaban formados en el toreo clásico y trataban de ser fieles a esa concepción, ahora no quedan ni lo uno ni lo otro. Acaso un par de ganaderías y otros tantos toreros que, por lo general, nunca suelen coincidir en los carteles. Para que la cosa cambiase radicalmente tendría que haber un cataclismo y volver a empezar casi desde cero. Algo quimérico o, cuando menos, a largísimo plazo.
Pocas razones van quedando para justificar la presencia en un espectáculo tan alejado y distinto del que me aficioné. Tan solo pequeñas pinceladas que, en determinados y escasos momentos, recuerdan y traen a la memoria viejos recuerdos, o te hacen sentir la emoción perdida, o la belleza de un lance: un toro… un torero… una tanda… una vara… Demasiado poco para seguir alimentando una afición como esta y, a pesar de las reiteradas desilusiones una tarde tras otra, sigo acudiendo a la plaza con una chispa de ilusión que se agarra desesperadamente a una última posibilidad, a un nuevo milagro. ¿Qué tendrá esta maldita afición que todavía me lleva a las corridas de toros?
La última razón que me queda para justificar este sin sentido de asistir a un espectáculo tan diferente del que a mi me gusta, aunque de otra índole que las anteriores, y que quizás sea la que más influya en mi decisión de seguir acudiendo a la plaza, sean las personas con las que comparto afición. Porque las personas que asistimos a los toros somos la razón de ser fundamental de esta Fiesta, no en balde somos para quién se organiza y los que pagamos por ello. A pesar de la ínfima calidad del espectáculo actual, acudir a la plaza significa encontrarte con los amigos con los que compartes afición, pasar la tarde, charlar un rato, hacer unas risas y si, por casualidad, en un momento determinado ocurre algo en el ruedo, cosa más rara y difícil cada día, hacer un mismo ejercicio de comprensión, analizar desde la subjetividad de cada uno lo visto, coincidir o discrepar... y poco más. Porque según y como esta hoy en día esta Fiesta, casi nada se puede esperar. Aunque no sea una respuesta convincente, porque con lo amigos puedes estar en la plaza o fuera de ella, es la que más peso tiene.
Aunque siempre puede darse el caso extraordinario. El milagro cada vez más difícil de producirse. A veces un retazo, una imagen en la retina... De las corridas de la Feria de este año que yo he presenciado me quedo, hasta el momento, con dos series ligadas, templadas y profundas Manzanares, aunque el toro era del tipo comercial al uso y dejaba bastante que desear. Pero el fenómeno más importante de la temporada, quizás porque hacía mucho que no se veía una cosa así, fue la faena de Luís Francisco Esplá, en Madrid, al toro “Beato” de Victoriano del Río. Me alegro, y siento envidia, de los que lo presenciaron en directo. Yo, desde la frialdad de la tele, sentí una emoción que hace mucho que no siento en ninguna plaza. La medida de lo excepcional del triunfo fue la novedad de lo clásico, del toreo eterno, y la comprobación del triunfo arrollador estuvo en que, en una plaza tan dispar con “Las Ventas”, todos los espectadores, aficionados y legos, se pusieron de acuerdo y, todos a la vez, se volvieron locos. Aunque sea remota la esperanza, y como última razón, aún queda la chispa de la Fiesta que a mí me gusta en acontecimientos como éste y en pequeños detalles aislados que pueden surgir cualquier tarde en cualquier corrida.
En estas pocas razones se afirma todavía mi afición. Quizás no sean muy convincentes y la pregunta que titula este artículo se me presente cada vez con más frecuencia e insistencia entre mis pensamientos, quizás mi ya débil esperanza adelgace todavía más con la cruda realidad de la Fiesta actual, quizás sea una forma de cerrar los ojos y justificar lo injustificable pero, de momento, estas débiles razones siguen conduciendome a las plazas de toros.
Quizás sea por causa de la feria tan horrorosa que estamos padeciendo este año. Cuando ya estamos al final de la misma, a falta solamente de la corrida de Miura, ya podemos decir claramente que ha sido un mayúsculo tostón. Pero ya habrá momento de entrar sobre ello con más detenimiento, porque aún influyendo, y mucho, esta desastrosa feria en la necesidad de encontrar una respuesta, la pregunta se remonta a otros momentos, a otras situaciones, a otras actitudes y a una percepción global de las nuevas formas que pretender consolidarse en todo el tinglado mercantil que se asienta en la Fiesta misma y en sus alrededores. Tienen que existir otros motivos que me hagan mantener un hilo de ilusión, una remota esperanza, una lejana posibilidad de volver a sentir por mi cuerpo la maravillosa emoción del toreo que alguna vez, y en distintas circunstancias, he sentido.
Ya prácticamente no creo en la regeneración de la Fiesta hacia lo que yo entiendo como Fiesta. Lo considero una batalla prácticamente perdida porque de este simulacro que ahora nos proponen no se puede ir hacia ninguna regeneración. La consecución de los objetivos de los taurinos del momento pasan por borrar la imagen del pasado, la memoria histórica de la Fiesta y velar por mantener sus valores eternos. Es preciso enterrar el pasado para poder construir un nuevo presente a la medida de esta época, porque ahora, ni el toro, ni los toreros son como deberían de ser. Si hace 20 años había un buen puñado de ganaderías que conservaban una identidad propia, y un número considerable de toreros que estaban formados en el toreo clásico y trataban de ser fieles a esa concepción, ahora no quedan ni lo uno ni lo otro. Acaso un par de ganaderías y otros tantos toreros que, por lo general, nunca suelen coincidir en los carteles. Para que la cosa cambiase radicalmente tendría que haber un cataclismo y volver a empezar casi desde cero. Algo quimérico o, cuando menos, a largísimo plazo.
Pocas razones van quedando para justificar la presencia en un espectáculo tan alejado y distinto del que me aficioné. Tan solo pequeñas pinceladas que, en determinados y escasos momentos, recuerdan y traen a la memoria viejos recuerdos, o te hacen sentir la emoción perdida, o la belleza de un lance: un toro… un torero… una tanda… una vara… Demasiado poco para seguir alimentando una afición como esta y, a pesar de las reiteradas desilusiones una tarde tras otra, sigo acudiendo a la plaza con una chispa de ilusión que se agarra desesperadamente a una última posibilidad, a un nuevo milagro. ¿Qué tendrá esta maldita afición que todavía me lleva a las corridas de toros?
La última razón que me queda para justificar este sin sentido de asistir a un espectáculo tan diferente del que a mi me gusta, aunque de otra índole que las anteriores, y que quizás sea la que más influya en mi decisión de seguir acudiendo a la plaza, sean las personas con las que comparto afición. Porque las personas que asistimos a los toros somos la razón de ser fundamental de esta Fiesta, no en balde somos para quién se organiza y los que pagamos por ello. A pesar de la ínfima calidad del espectáculo actual, acudir a la plaza significa encontrarte con los amigos con los que compartes afición, pasar la tarde, charlar un rato, hacer unas risas y si, por casualidad, en un momento determinado ocurre algo en el ruedo, cosa más rara y difícil cada día, hacer un mismo ejercicio de comprensión, analizar desde la subjetividad de cada uno lo visto, coincidir o discrepar... y poco más. Porque según y como esta hoy en día esta Fiesta, casi nada se puede esperar. Aunque no sea una respuesta convincente, porque con lo amigos puedes estar en la plaza o fuera de ella, es la que más peso tiene.
Aunque siempre puede darse el caso extraordinario. El milagro cada vez más difícil de producirse. A veces un retazo, una imagen en la retina... De las corridas de la Feria de este año que yo he presenciado me quedo, hasta el momento, con dos series ligadas, templadas y profundas Manzanares, aunque el toro era del tipo comercial al uso y dejaba bastante que desear. Pero el fenómeno más importante de la temporada, quizás porque hacía mucho que no se veía una cosa así, fue la faena de Luís Francisco Esplá, en Madrid, al toro “Beato” de Victoriano del Río. Me alegro, y siento envidia, de los que lo presenciaron en directo. Yo, desde la frialdad de la tele, sentí una emoción que hace mucho que no siento en ninguna plaza. La medida de lo excepcional del triunfo fue la novedad de lo clásico, del toreo eterno, y la comprobación del triunfo arrollador estuvo en que, en una plaza tan dispar con “Las Ventas”, todos los espectadores, aficionados y legos, se pusieron de acuerdo y, todos a la vez, se volvieron locos. Aunque sea remota la esperanza, y como última razón, aún queda la chispa de la Fiesta que a mí me gusta en acontecimientos como éste y en pequeños detalles aislados que pueden surgir cualquier tarde en cualquier corrida.
En estas pocas razones se afirma todavía mi afición. Quizás no sean muy convincentes y la pregunta que titula este artículo se me presente cada vez con más frecuencia e insistencia entre mis pensamientos, quizás mi ya débil esperanza adelgace todavía más con la cruda realidad de la Fiesta actual, quizás sea una forma de cerrar los ojos y justificar lo injustificable pero, de momento, estas débiles razones siguen conduciendome a las plazas de toros.
sábado, 10 de octubre de 2009
VERGONZOSO
Vergonzoso ha sido el ganado de “La Campana” que ha deambulado por el Coso de “La Misericordia” en la primera corrida de ¿toros? de la Feria del Pilar 2009. Anovillados y con la edad en el límite de lo permitido (casi todos los lidiados en la novillada que abría feria tenían más cuajo, mucho más poder y una edad similar, pues tan solo existía una diferencia de un par de meses entre los novillos de ayer y los toros de hoy); inválidos hasta el punto de querer embestir y no poder mover el escaso esqueleto que lucían, a pesar de que a cuatro de los titulares no les han hecho sangre los picadores, como vulgarmente se dice, ni para una análisis, cosa de la que hablaremos más adelante; y bobalicones en las pocas arrancadas que han tenido, y más si tenemos en cuenta que a ninguno se le ha obligado en la lidia por parte de los matadores de turno, pues esa es otra de las características de esta nueva tauromaquia del toreo hacia fuera y por alto que, según algunos críticos del momento, es el nuevo clasicismo. De los toros poco más se puede decir, acaso que tal era su invalidez y falta de fuerzas que no han “servido” -abonimable palabra del taurinismo andante- ni para realizar el nuevo toreo de acompañamiento que pretenden imponernos como norma clásica en este principio del siglo XXI. Tan sólo decir que, cuando ya la paciencia del público estaba a punto de terminarse, y uno de los febles toros ha rodado por los suelos después de tropezarse con el caballo -el 5º- y el presidente, del que hablaremos más adelante, ha considerado oportuno su devolución, ha salido como sobrero un TORO (lo pongo con mayúsculas para diferenciarlo de los otros) de Abilio Hernández y… lo han matado en el caballo.
Vergonzoso es el papel que juegan los picadores en esta nueva tauromaquia, porque hoy en Zaragoza hemos podido comprobar la inutilidad y la utilidad de los picadores en las corridas modernas. Inutilidad en cuatro de los cinco del hierro titular pues, como apuntábamos anteriormente, no han sido picados. Han entrado al caballo pero no han sido castigados, incluso ha habido dos -y eso que tenían capas claras en donde resalta más la sangre- que no les han atravesado ni la piel y han sangrado más con las banderillas que con la pica. Lo normal ha sido un ligero picotazo en el primer encuentro levantando rápidamente la puya y dejando al toro romanear en el peto del caballo, y un segundo inexistente, simulando la suerte pero sin apretar nada. Para esto más valdría eliminar definitivamente la suerte de picar, se ahorraría tiempo y dinero. Los toros salen tan débiles e inválidos de los chiqueros que esta suerte es algo superfluo y sin sentido. Pero también hablábamos al comienzo de este párrafo de utilidad, y eso ha quedado demostrado en el sobrero que se ha corrido como 5º bis. Un toro con cara de toro y cinco años y medio que no ha querido ni ver su matador, Matías Tejela, que ha consentido que su picador lo dejara para el arrastre en una primera vara demoledora, barrenando e interminable, en la paletilla izquierda. Por si fuera poco, en la segunda, con el toro ya renqueante, ha vuelto a machacar en el mismo lugar. El toro, que ha empujado con fijeza y metiendola cara, ha quedado para el arrastre. Por si eso fuera poco, el torero -pues en este caso el matador ha sido el picador- ha obligado al animal por bajo y lo ha tirado unas cuantas veces antes de finiquitarlo del todo. Este es el triste y doble cometido de la suerte de varas en la actualidad: fingirla cuando el toro no puede, o aplicarla en toda su brutalidad cuando el toro tiene poder. Pero no debemos olvidar que los picadores son unos simples empleados a las ordenes de sus matadores y, por tanto, la responsabilidad del vergonzoso trabajo que desempeñan debe recaer sobre ellos... pues para ellos trabajan.
Vergonzoso es también, -y mucho, pues su obligación es evitar el fraude y garantizar la autenticidad del espectáculo- el papel que han jugado en el día de hoy el presidente, Sr. Bentué, y los veterinarios antes y durante toda corrida. Para empezar porque al menos cuatro toros de los que han saltado al ruedo de “La Misericordia” nunca debieron haberlo hecho. Es más, cuando he llegado a la plaza me han comentado aficionados -acreditados con la autorización que posibilita el reglamento aragonés- que han estado presentes en el reconocimiento de la mañana, que cuatro de los toros presentados han sido rechazados y luego, por esas cosas de los taurinos y bajo responsabilidad del presidente, repescados. Pero es que luego, en el ruedo, al menos tres debieron de ser devueltos pues, aunque de cabezas pudieron pasar, quedó demostrado que eran totalmente inválidos y, aún sin picar y sin obligarles los matadores a lo largo del simulacro de lidia, se pararon por falta de fuerzas para mover su escuálido esqueleto a las primeras de cambio, quedándose la faena en un aburrido e interminable “quiero y no puedo”. Si la vergonzosa actitud que han demostrado hoy los veterinarios y, fundamentalmente, el presidente sigue a lo largo de toda la feria... apañados vamos.
Vergonzoso es el papel que juegan los picadores en esta nueva tauromaquia, porque hoy en Zaragoza hemos podido comprobar la inutilidad y la utilidad de los picadores en las corridas modernas. Inutilidad en cuatro de los cinco del hierro titular pues, como apuntábamos anteriormente, no han sido picados. Han entrado al caballo pero no han sido castigados, incluso ha habido dos -y eso que tenían capas claras en donde resalta más la sangre- que no les han atravesado ni la piel y han sangrado más con las banderillas que con la pica. Lo normal ha sido un ligero picotazo en el primer encuentro levantando rápidamente la puya y dejando al toro romanear en el peto del caballo, y un segundo inexistente, simulando la suerte pero sin apretar nada. Para esto más valdría eliminar definitivamente la suerte de picar, se ahorraría tiempo y dinero. Los toros salen tan débiles e inválidos de los chiqueros que esta suerte es algo superfluo y sin sentido. Pero también hablábamos al comienzo de este párrafo de utilidad, y eso ha quedado demostrado en el sobrero que se ha corrido como 5º bis. Un toro con cara de toro y cinco años y medio que no ha querido ni ver su matador, Matías Tejela, que ha consentido que su picador lo dejara para el arrastre en una primera vara demoledora, barrenando e interminable, en la paletilla izquierda. Por si fuera poco, en la segunda, con el toro ya renqueante, ha vuelto a machacar en el mismo lugar. El toro, que ha empujado con fijeza y metiendola cara, ha quedado para el arrastre. Por si eso fuera poco, el torero -pues en este caso el matador ha sido el picador- ha obligado al animal por bajo y lo ha tirado unas cuantas veces antes de finiquitarlo del todo. Este es el triste y doble cometido de la suerte de varas en la actualidad: fingirla cuando el toro no puede, o aplicarla en toda su brutalidad cuando el toro tiene poder. Pero no debemos olvidar que los picadores son unos simples empleados a las ordenes de sus matadores y, por tanto, la responsabilidad del vergonzoso trabajo que desempeñan debe recaer sobre ellos... pues para ellos trabajan.
Vergonzoso es también, -y mucho, pues su obligación es evitar el fraude y garantizar la autenticidad del espectáculo- el papel que han jugado en el día de hoy el presidente, Sr. Bentué, y los veterinarios antes y durante toda corrida. Para empezar porque al menos cuatro toros de los que han saltado al ruedo de “La Misericordia” nunca debieron haberlo hecho. Es más, cuando he llegado a la plaza me han comentado aficionados -acreditados con la autorización que posibilita el reglamento aragonés- que han estado presentes en el reconocimiento de la mañana, que cuatro de los toros presentados han sido rechazados y luego, por esas cosas de los taurinos y bajo responsabilidad del presidente, repescados. Pero es que luego, en el ruedo, al menos tres debieron de ser devueltos pues, aunque de cabezas pudieron pasar, quedó demostrado que eran totalmente inválidos y, aún sin picar y sin obligarles los matadores a lo largo del simulacro de lidia, se pararon por falta de fuerzas para mover su escuálido esqueleto a las primeras de cambio, quedándose la faena en un aburrido e interminable “quiero y no puedo”. Si la vergonzosa actitud que han demostrado hoy los veterinarios y, fundamentalmente, el presidente sigue a lo largo de toda la feria... apañados vamos.
martes, 6 de octubre de 2009
LA JOTICA
"Antes de que empiece el ajetreo de la Feria de este año, para lo que ya no falta nada, quiero traer a colación un suceso musical que se repite sistemáticamente en cada festejo que se da en mis dependencias desde hace más de un siglo. Es la “Jota de los toros”, a la que yo, como muchos de los asiduos a mis localidades, llamamos familiarmente “la jotica”. La interpretación de esta pieza suele acompañarse con la participación de los espectadores haciendo sonar sus palmas rítmicamente. Pero como todas las tradiciones, tiene un principio y un desarrollo hasta llegar ha adquirir la categoría de tradición y, por lo tanto, ¿quién mejor que yo para contarlo y ponerlo en conocimiento de los que tengan interés en saberlo? Pues vayamos al grano.
La historia se remonta a una lejana tarde de la Feria del Pilar de 1881, concretamente la del 13 de octubre, en la que alternaban en mi ruedo los dos más grandes toreros de aquella época: “Lagartijo” y “Frascuelo”. Era la primera corrida del ciclo, pues en aquello años, y durante muchos más, las corridas de toros empezaban al día siguiente de la fiesta de la patrona, nuestra Virgen del Pilar, que se celebra el 12 de octubre. La corrida discurría de forma monótona y sin interés. A la muerte del 5º toro, quizás aburridos con el espectáculo, una pareja de baturros -se comentó en los tendidos que de las Cinco Villas- se pusieron a bailar una jota en la meseta de toriles. El maestro Frago, que en aquél día dirigía una Banda que amenizaba el festejo, siguió la ocurrencia y ordenó a sus músicos arrancarse con una jota. A partir de ese momento, lo que comenzó como una simple anécdota se fue convirtiendo en costumbre y de ahí hasta nuestros días. Para que quede constancia, el suceso está conmemorado, en una plaza de cerámica de Muel, en las paredes del patio de mayorales de mis dependencias.
Pero para que esa costumbre se convirtiese en tradición hay que detenerse en otro hito de mi historia, que tuvo lugar, justamente, un cuarto de siglo después. Fue en 1906 cuando la dirección de la "Banda de la Diputación" pasó al maestro Ramón Borobia Cetina. Este destacado músico zaragozano, que estuvo al frente de la Banda de la corporación provincial durante cuarenta años, hasta 1946, fue el que le dio cuerpo y consistencia a “la jotica” al hacer el arreglo para banda que se viene interpretando desde entonces a la salida del 6º toro de cada festejo. El motivo tradicional es una jota del repertorio popular de la música aragonesa, que normalmente se interpreta con instrumentos de cuerda. Con el arreglo del maestro Borobia, este pequeño motivo popular, encontró su razón de ser y se convirtió en una pieza imprescindible para todos los músicos que amenizan los festejos taurinos en mis dependencias.
Antes de continuar con la historia de esta pieza, sería oportuno dedicar unas palabras a este insigne músico y compositor zaragozano que tanto tiempo estuvo deambulando por mis pasillos y palcos. A lo largo de este tiempo fui recogiendo algunos datos de su vida, bien por sus propias palabras, como por las de sus compañeros, amigos y ciudadanos que lo tenían en gran estima. Ramón Borobia Cetina había nacido en Zaragoza el 15 de febrero de 1875. A los ocho años entró en el Colegio de los Infanticos del Pilar, lugar que durante muchos años, y hasta no hace tantos, fue el auténtico conservatorio de música de la ciudad para las familias que no podían sufragar estudios musicales a sus hijos. Curso sus primeros estudios de solfeo con Félix Blasco, piano y órgano con Valentín Faura, y armonía y composición con Antonio Lozano. Se le puede considerar discípulo de éste y de Tomás Bretón, con quien amplió estudios. A los dieciocho años obtuvo el numero uno en las oposiciones de director de la Banda de Música de Logroño. En 1900 fue nombrado director del “Orfeón Zaragozano”, y en la etapa que estuvo ostentando ese cargo, hasta 1912, consiguió la estabilización y el éxito de esta formación coral. En los "Juegos Florales" celebrados en 1900 en Zaragoza, fue premiada su obra “Colección de cantos y tonadas populares de Aragón”. Asimismo, en los "Juegos Florales" de Calatayud de 1901, obtuvo un accésit por su Estudio crítico de las causas que han impedido e impiden la creación de la ópera española. En 1902 es nombrado organista del templo del Pilar. En 1906 consigue la plaza de director de la “Banda de Música” y profesor de solfeo y canto en el “Hospicio de la Diputación Provincial de Zaragoza”, popularmente conocido, en honor a su fundador, como “Hogar Pignatelli”, que fue la persona -don Ramón Pignatelli- que también ordenó mi construcción allá por los finales del siglo XIX, no en vano a mi también se me conoce, entre otros, con su nombre, “Coso de Pignatelli”. Sin duda este prohombre aragonés, mi creador, mi padre, por llamarlo de una forma familiar, se merece que lo recuerde algún día y así lo haré cuando se tercie, pero ahora sigamos con lo que estábamos, con algunos datos más del popularmente conocido maestro Borobia. En 1914, la “Escuela de Música de Zaragoza”, le encomienda las clases de armonía y composición, estuvo ejerciendo como profesor hasta 1956. En 1921 obtiene, por oposición, la plaza de organista en la iglesia de San Pablo, muy cerquita de donde yo me encuentro, en el céntrico barrio de “El Gancho”. En 1934, hasta 1946, fue director del “Conservatorio de Música de Zaragoza”.
Y ahora digamos algo de la Banda de Música de la que, durante tantos años, el maestro Borobia fue el titular. Se creó en 1892, pues la "Diputación Provincial de Zaragoza" acordó la formación de una Banda de Música en el seno del "Hogar Pignatelli", que en parte se financiaba con los beneficios que a la institución provincial le revertían con la celebración de festejos taurinos y otros espectáculos en mis dependencias. Para eso fui creada. Su primer director fue don Jacinto Barbosa. A él se le encargó su puesta en marcha, la dirección y organización de las clases musicales que les daban a los hospicianos pues, hasta el final de la década de los sesenta, los integrantes de la Banda eran los huérfanos que allí estaban alojados hasta que se hacían mayores de edad. Eran los albores de lo que luego se conocería como “Academia Provincial de Música”. Merced al empeño y al esfuerzo de todos, nació la “Banda de la Academia Provincial de Música”, que fue su primer nombre, y progresivamente se consolidó como una importante realidad musical en Zaragoza. A don Jacinto Barbosa, le sucederían en la dirección de la Banda, don Enrique Malumbres y don Ramón Borobia. Pero la estirpe de este último seguiría dirigiendo la Banda porque le sucedieron sus propios hijos, José y Ramón. En 1968, siendo director D. Victorino Bel Castell, la Banda dejó de nutrirse de hospicianos y adquirió carácter profesional al convocarse, por vez primera, oposiciones para ingresar en la misma, con lo cual alcanzó mayor nivel artistico. A partir de entonces pasó a denominarse “Banda Provincial de Música”.
Hasta aquí algunos datos de los dos agentes que más contribuyeron en convertir aquella anécdota de dos joteros bailando y una banda que se arrancó con una jota: el arreglista y director, don Ramón Borobia Cetina, y la Banda que interpretó su arreglo y lo popularizó hasta convertirlo en tradición. Pero la vida de esta “Jota de los toros de Zaragoza”, o “Jota del maestro Borobia”, como también se la conoce, no se circunscribió solamente a mi recinto. Con el tiempo pasó a ser costumbre en todos los pueblos de Aragón y en muchos de Navarra, así como en algunas importantes plazas del norte, como en Bilbao y Logroño, en donde se interpreta con dulzaina y tamboril. Es por lo que me siento orgullosa de que algo que nació aquí, en mis dependencias, después de tanto tiempo haya llegado tan lejos. Es por eso por lo que, antes de que comience la semana más importante del año para mi, con festejos mañana, tarde y noche, me he entretenido en contar esta historia. A partir del próximo jueves, cuando dé comienzo la Feria, volverá a sonar cada día -125 años después- cuando la corrida ya esté agonizando y las palmas de los aficionados, ritmicamente tocadas, al margen de los resultados artísticos cosechados durante la tarde, haran retumbar de nuevo mis ya viejos cimientos".
Nota: El vídeo que enlazamos a continuación recoge la interpretación, por Banda de Música, de esta "Jota de los toros". Las imágenes que le dan soporte corresponden a los primeros tercios de la Corrida que José Miguel Arroyo "Joselito" lidió en solitario en la Feria del Pilar de 1994.
domingo, 4 de octubre de 2009
DOMINGO DE PREFERIA
- Hola don Pepe.
- Hola don José.
- Ya tenía ganas de verle. Venía pensando en usted. No estamos juntos desde aquel día que tomamos un refresco en una terraza, era pleno agosto y hacía un calor sofocante.
- Ya lo creo… con lo fresquito que se está en el pueblo.
- Y en la playa…
- Yo no acostumbro… el agua no me va mucho y siempre me ha tirado más el monte.
- Nosotros lo combinamos, unos días los pasamos en la costa y otros tantos en la montaña, pero… dejémonos del veraneo y a lo nuestro, al toro.
- Pues tampoco hay tanto de que hablar porque…
- ¡Como que no hay nada de que hablar! Eso será usted porque yo, el fin de semana pasado, he visto torear como los dioses. Toreo de muchos kilates. Aún se me eriza el bello cuando lo recuerdo… que grande fue aquello, don Pepe…
- Y ¿dónde estuvo usted pues… si puede saberse?
- Pues con motivo de un viaje familiar a Barcelona, y aprovechando que había toros, la última corrida de la Feria de “La Merced”, acudí a la Monumental barcelonesa y aquello fue lo más grandioso que he presenciado en lo que llevamos de siglo.
- No me diga usted…
- Claro que le digo… y bien clarito que se lo digo. José Tomás, en su última corrida en España, dejó bien sentado que, hoy por hoy y sin discusión alguna, es el número uno.
- No será para tanto, toreo perfilero y la emoción de los riesgos que corre sin mucho sentido.
- ¡Que equivocado esta usted, don Pepe! El pasado año quizás tuviera usted alguna razón que esgrimir en ese sentido, pero en este las cosas han cambiado mucho. Se ha asentado, ya no lo cogen tanto los toros y los templa mucho más, y no sólo eso, sino que esta toreando más clásico y con mucha más hondura.
- Y de los toros, que me dice usted…
- De los toros… de los toros… pues toros.
- De todas formas, y se lo digo de corazón, me alegro de que disfrutara y lo pasara bien, don José.
- Bien es poco, fue como un sueño... ¡¡¡que torero!!!
- Pues yo, don José, lo eché en falta en las novilladas del pasado fin de semana, que fueron muy interesantes y, sobre todo, porque hubo un chaval que toreo de verdad, templando, dominando, pudiendo con un eralote que apretaba para los adentros y tenía sus problemas. Estuvo con las ideas claras, firme y con torería. Me gusto y hoy vengo con la ilusión de volver a verlo… ¿Como se llamaba?... Miguel Cuartero.
- Pues yo tambieén me alegro, don Pepe, no es poco que un novillero le haya despertado la ilusión, con lo exigente y estricto que es usted…
- Hizo lo que tenía que hacer, pensar en la cara del novillo y ajustarse a sus condiciones y, de esa forma, consiguió ligar un par de buenas tandas en el centro del ruedo. Eso, ni más ni menos, es torear.
- Informado estoy, lo tendré en cuenta… Pero yo quería pulsar su opinión sobre otro asunto del que no hemos tenido ocasión de hablar todavía, aunque, conociéndole a usted, supongo que no estará muy conforme con los carteles que han anunciado para la Feria que ya está a punto de comenzar.
- ¿Cómo voy a estar conforme? Son una m…
- … No hace falta que diga palabrotas, don Pepe, un poco de urbanidad y buen gusto. Yo, ya me imaginaba su reacción, pero le quiero informar que entre muchos de los aficionados que conozco han sido acogidos mucho mejor que los de años anteriores, menos toros de esos broncos e ilidiables que tanto le gustan a usted y a sus amiguitos los intransigentes, que aburren a la mayoría de los espectadores, y más figuras, con toros acordes a su estilo, en los carteles. Ponga los pies en el suelo, eso es lo que demandan los aficionados sensatos y el público en general.
- Pero si va a pasar lo que en todas las ferias, toros bobalicones, sin poder y sin cuernos, que se derrumban después de un picotazo de nada. Es lo que ha pasado en todas las plazas. Aburrimiento supino. Y luego vienen las excusas. O lo que es peor…
- No se pase usted, don Pepe, que esta archidemostrado que para torear bien, y hacerlo artísticamente, hacen falta toros que tengan la posibilidad de embestir, no esos mastodontes con cuernos que son imposibles...
- ¡Venga ya! No me salga ahora con las monsergas de los taurinos, don José, que con el toro domesticado de hoy en día ni hay emoción, ni nada de nada, en primer lugar porque la mayoría no tienen fuerza para embestir, y los que conservan un poco de energía es porque ni los han picado, ni se han empleado en ningún momento de la lidia.
- Pero para la emoción artística, para el pellizco del arte se necesitan toros…
- … Toros. Usted mismo lo ha dicho, don José, toros con poder e integridad que con su simple presencia den miedo al público y categoría a todo lo que hacen los toreros en el ruedo. No me negará que cuando eso ocurre nadie, ni aficionados ni público, se aburren, y si se consigue el triunfo, si se torea un toro de verdad y con la verdad del toreo, la gente se vuelve loca y…
- …¡Pero deje usted de soñar, don Pepe! Tenga usted en cuenta que estamos en el siglo XXI y los gustos, y los públicos, han cambiado mucho y, ahora…
- … Se consiguen los más grandes triunfos con toros tullidos y toreando de cualquier manera… y no hablemos de la suerte de matar porque eso ya es de vergüenza, como ya da igual que la espada caiga baja, pues nadie se esfuerza en ponerla en su sitio, total, da lo mismo. Aquí, en este modelo de fiesta del siglo XXI que usted preconiza, lo que importa es cortar orejas y rabos, indultar toros que hayan sido “colaboradores” en la faena, y salir a hombros de costaleros por la puerta grande. Para nada cuentan las condiciones de los toros ni las normas clásicas del toreo, eso se ha convertido en accesorio.
- No se pase ni se precipite, ni se meta en camisa de once varas... Yo le preguntaba por los carteles, no por esas teorias suyas ancladas en el siglo XIX. Ya hablaremos de los resultados cuando pase la Feria, no todo es tan negro como usted lo pinta, don Pepe, y cualquier cosa puede ocurrir. Hace un momento me decía usted que hoy venía con la ilusión de ver a un novillero que le gustó el sábado pasado. ¿Por qué no puede ocurrir lo mismo varias tardes en esta feria? No sea tan negativo. Yo, ya me conoce, este año acudo con la ilusión redoblada, y más después de lo visto en Barcelona, de ver grandes cosas a nada que los toros “colaboren”…
- Ve usted, don José, si ya se le ha pegado hasta el lenguaje de los taurinos.
- ¿Qué?...
- Nada.
- Hola don José.
- Ya tenía ganas de verle. Venía pensando en usted. No estamos juntos desde aquel día que tomamos un refresco en una terraza, era pleno agosto y hacía un calor sofocante.
- Ya lo creo… con lo fresquito que se está en el pueblo.
- Y en la playa…
- Yo no acostumbro… el agua no me va mucho y siempre me ha tirado más el monte.
- Nosotros lo combinamos, unos días los pasamos en la costa y otros tantos en la montaña, pero… dejémonos del veraneo y a lo nuestro, al toro.
- Pues tampoco hay tanto de que hablar porque…
- ¡Como que no hay nada de que hablar! Eso será usted porque yo, el fin de semana pasado, he visto torear como los dioses. Toreo de muchos kilates. Aún se me eriza el bello cuando lo recuerdo… que grande fue aquello, don Pepe…
- Y ¿dónde estuvo usted pues… si puede saberse?
- Pues con motivo de un viaje familiar a Barcelona, y aprovechando que había toros, la última corrida de la Feria de “La Merced”, acudí a la Monumental barcelonesa y aquello fue lo más grandioso que he presenciado en lo que llevamos de siglo.
- No me diga usted…
- Claro que le digo… y bien clarito que se lo digo. José Tomás, en su última corrida en España, dejó bien sentado que, hoy por hoy y sin discusión alguna, es el número uno.
- No será para tanto, toreo perfilero y la emoción de los riesgos que corre sin mucho sentido.
- ¡Que equivocado esta usted, don Pepe! El pasado año quizás tuviera usted alguna razón que esgrimir en ese sentido, pero en este las cosas han cambiado mucho. Se ha asentado, ya no lo cogen tanto los toros y los templa mucho más, y no sólo eso, sino que esta toreando más clásico y con mucha más hondura.
- Y de los toros, que me dice usted…
- De los toros… de los toros… pues toros.
- De todas formas, y se lo digo de corazón, me alegro de que disfrutara y lo pasara bien, don José.
- Bien es poco, fue como un sueño... ¡¡¡que torero!!!
- Pues yo, don José, lo eché en falta en las novilladas del pasado fin de semana, que fueron muy interesantes y, sobre todo, porque hubo un chaval que toreo de verdad, templando, dominando, pudiendo con un eralote que apretaba para los adentros y tenía sus problemas. Estuvo con las ideas claras, firme y con torería. Me gusto y hoy vengo con la ilusión de volver a verlo… ¿Como se llamaba?... Miguel Cuartero.
- Pues yo tambieén me alegro, don Pepe, no es poco que un novillero le haya despertado la ilusión, con lo exigente y estricto que es usted…
- Hizo lo que tenía que hacer, pensar en la cara del novillo y ajustarse a sus condiciones y, de esa forma, consiguió ligar un par de buenas tandas en el centro del ruedo. Eso, ni más ni menos, es torear.
- Informado estoy, lo tendré en cuenta… Pero yo quería pulsar su opinión sobre otro asunto del que no hemos tenido ocasión de hablar todavía, aunque, conociéndole a usted, supongo que no estará muy conforme con los carteles que han anunciado para la Feria que ya está a punto de comenzar.
- ¿Cómo voy a estar conforme? Son una m…
- … No hace falta que diga palabrotas, don Pepe, un poco de urbanidad y buen gusto. Yo, ya me imaginaba su reacción, pero le quiero informar que entre muchos de los aficionados que conozco han sido acogidos mucho mejor que los de años anteriores, menos toros de esos broncos e ilidiables que tanto le gustan a usted y a sus amiguitos los intransigentes, que aburren a la mayoría de los espectadores, y más figuras, con toros acordes a su estilo, en los carteles. Ponga los pies en el suelo, eso es lo que demandan los aficionados sensatos y el público en general.
- Pero si va a pasar lo que en todas las ferias, toros bobalicones, sin poder y sin cuernos, que se derrumban después de un picotazo de nada. Es lo que ha pasado en todas las plazas. Aburrimiento supino. Y luego vienen las excusas. O lo que es peor…
- No se pase usted, don Pepe, que esta archidemostrado que para torear bien, y hacerlo artísticamente, hacen falta toros que tengan la posibilidad de embestir, no esos mastodontes con cuernos que son imposibles...
- ¡Venga ya! No me salga ahora con las monsergas de los taurinos, don José, que con el toro domesticado de hoy en día ni hay emoción, ni nada de nada, en primer lugar porque la mayoría no tienen fuerza para embestir, y los que conservan un poco de energía es porque ni los han picado, ni se han empleado en ningún momento de la lidia.
- Pero para la emoción artística, para el pellizco del arte se necesitan toros…
- … Toros. Usted mismo lo ha dicho, don José, toros con poder e integridad que con su simple presencia den miedo al público y categoría a todo lo que hacen los toreros en el ruedo. No me negará que cuando eso ocurre nadie, ni aficionados ni público, se aburren, y si se consigue el triunfo, si se torea un toro de verdad y con la verdad del toreo, la gente se vuelve loca y…
- …¡Pero deje usted de soñar, don Pepe! Tenga usted en cuenta que estamos en el siglo XXI y los gustos, y los públicos, han cambiado mucho y, ahora…
- … Se consiguen los más grandes triunfos con toros tullidos y toreando de cualquier manera… y no hablemos de la suerte de matar porque eso ya es de vergüenza, como ya da igual que la espada caiga baja, pues nadie se esfuerza en ponerla en su sitio, total, da lo mismo. Aquí, en este modelo de fiesta del siglo XXI que usted preconiza, lo que importa es cortar orejas y rabos, indultar toros que hayan sido “colaboradores” en la faena, y salir a hombros de costaleros por la puerta grande. Para nada cuentan las condiciones de los toros ni las normas clásicas del toreo, eso se ha convertido en accesorio.
- No se pase ni se precipite, ni se meta en camisa de once varas... Yo le preguntaba por los carteles, no por esas teorias suyas ancladas en el siglo XIX. Ya hablaremos de los resultados cuando pase la Feria, no todo es tan negro como usted lo pinta, don Pepe, y cualquier cosa puede ocurrir. Hace un momento me decía usted que hoy venía con la ilusión de ver a un novillero que le gustó el sábado pasado. ¿Por qué no puede ocurrir lo mismo varias tardes en esta feria? No sea tan negativo. Yo, ya me conoce, este año acudo con la ilusión redoblada, y más después de lo visto en Barcelona, de ver grandes cosas a nada que los toros “colaboren”…
- Ve usted, don José, si ya se le ha pegado hasta el lenguaje de los taurinos.
- ¿Qué?...
- Nada.
martes, 29 de septiembre de 2009
UNA PEQUEÑA RECOMPENSA
El pasado fin de semana, los aficionados que asistimos al coso de “La Misericordia” de Zaragoza, nos vimos recompensados con varios momentos felices, de los que te reconcilian con esta bendita afición de los toros. No fueron festejos mayores, pues se trataba de un par de novilladas sin picadores, pero aunque eran festejos de tercera categoría, para principiantes, contuvieron ingredientes suficientes para que saliéramos de la plaza satisfechos, esperanzados y hablando de toros, que no es poco.
Porque no es poco que un novillero, de nombre Miguel Cuartero, toreó. Pero toreó de verdad, dominando primero al novillo por bajo -un ejemplar encastado de la ganadería de “Torrenueva”, de nombre “Terapeuta”, que planteó dificultades porque apretaba para los adentros-, se lo sacó a los medios por bajo y con torería y consiguió ligar varias tandas, con temple, profundidad y lentitud, en el centro del ruedo. El mayor mérito, y la prueba del dominio sobre el novillo, consistió en frenar su acometividad, mantenerlo en los medios y obligarle a circular a su alrededor a la velocidad impuesta por el novillero. Cuando eso ocurre, al público, sea aficionado o simple espectador, impulsado por el resorte que dispara en nuestros sentidos el toreo auténtico, le surge de la garganta, casi sin quererlo, el óle. Así ocurrió durante la faena realizada a su primer novillo, el pasado sábado, 26 de septiembre, por Miguel Cuartero. Está todavía en tiempo de aprendizaje y debe limar muchas asperezas, pero lo que apuntó -capacidad para pensar delante del toro y temple en la ejecución de las suertes,- es bueno e ilusionante. El próximo domingo, 4 de octubre, repite y tengo ganas de volver a verlo.
Tampoco es poco, en estos tiempos de escasez, ver un novillo de bandera, bravo, encastado y noble que embistió por ambos pitones con largura y humillado. Así fue “Toledano”, de la ganadería de “Los Maños”, un ejemplar en la línea santacolomeña, bien hecho, bajito y algo escaso de pitones, que salió en la segunda novillada sin picadores que tuvo lugar el domingo, 27 de octubre. Destacó tanto el novillo que eclipsó la labor de su matador, Emilio Huertas, que tuvo el mérito de plantarle cara en los medios y salir airoso. Pero este novillero, en el quinto, “Churrerón”, un eral con menos fuerza que su hermano que se vino arriba en la faena de muleta y un pitón derecho por el que se quedaba corto, dejó constancia de sus posibilidades porque supo ver las condiciones del novillo y consiguió un par de tandas con la izquierda con lentitud y mando. Pero, por fortuna, no se quedo ahí lo bueno de la novillada de “Los Manos”, porque hubo otros erales que dieron juego y revitalizan una ganadería que el pasado año defraudó en esta misma plaza. El tercero, “Cachito”, ha sido otro gran novillo, bravo y noble. Y el sexto, “Corbeto”, que a pesar de acusar escasez de fuerza, también se creció a lo largo de la lidia y embistió hasta su muerte con nobleza. La novillada, en su conjunto, estuvo bien presentada aunque algo escasa de pitones y dio buen juego en general, pero hay que tener presente que estábamos ante erales que no pasaron la prueba de la vara y hay que ser comedidos en su juicio.
Es de aplaudir el formato de este pequeño ciclo de novilladas sin picadores, pues al tratarse de dos semifinales con el premio de la final para los que mejor quedaron -que se celebrará el día 4, como aperitivo a la Feria del Pilar-, hubo competencia, que en estos tiempos es mucho, entre los novilleros participantes. Porque esa es una de las mayores lacras del mundo del toro actual, la falta de competencia, lo poco que importan los méritos cosechados ante el toro, de poco los triunfos, de nada el jugarse la vida, pues ya están confeccionados los carteles desde antes de comenzar la temporada, lo que acomoda a los agraciados que se anuncia en todas las ferias y desespera a los que hagan lo que hagan de poco les sirve. En este caso, quizás como excepción a la regla, no fue así y los que estuvimos presentes en el coso de “La Misericordia” el pasado fin de semana salimos contentos y con las ganas de ver la final. El tercero en discordia será Juan Cervera, que actuó el sábado ante erales de “Torrenueva” y se mostró como un novillero con empaque y plasticidad pero muy encorsetado en una idea preconcebida de la faena.
Al menos, y no es poco, el próximo domingo, 4 de octubre, acudiré a la plaza con la ilusión de volver a ver a Miguel Cuartero, que tan grata impresión me dejó con su labor, esperando que Emilio Huertas concrete los detalles que dejó apuntados, y deseando que Juan Cervera se ajuste más a los novillos que le toquen en suerte y se olvide un poco de su faena preconcebida. Esperar que los novillos que salten al ruedo, de la ganadería que luce el hierro más antiguo de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, que se anuncia con el nombre de “José Vázquez”, estén a la altura de las circunstancias y no nos defrauden.
Porque no es poco que un novillero, de nombre Miguel Cuartero, toreó. Pero toreó de verdad, dominando primero al novillo por bajo -un ejemplar encastado de la ganadería de “Torrenueva”, de nombre “Terapeuta”, que planteó dificultades porque apretaba para los adentros-, se lo sacó a los medios por bajo y con torería y consiguió ligar varias tandas, con temple, profundidad y lentitud, en el centro del ruedo. El mayor mérito, y la prueba del dominio sobre el novillo, consistió en frenar su acometividad, mantenerlo en los medios y obligarle a circular a su alrededor a la velocidad impuesta por el novillero. Cuando eso ocurre, al público, sea aficionado o simple espectador, impulsado por el resorte que dispara en nuestros sentidos el toreo auténtico, le surge de la garganta, casi sin quererlo, el óle. Así ocurrió durante la faena realizada a su primer novillo, el pasado sábado, 26 de septiembre, por Miguel Cuartero. Está todavía en tiempo de aprendizaje y debe limar muchas asperezas, pero lo que apuntó -capacidad para pensar delante del toro y temple en la ejecución de las suertes,- es bueno e ilusionante. El próximo domingo, 4 de octubre, repite y tengo ganas de volver a verlo.
Tampoco es poco, en estos tiempos de escasez, ver un novillo de bandera, bravo, encastado y noble que embistió por ambos pitones con largura y humillado. Así fue “Toledano”, de la ganadería de “Los Maños”, un ejemplar en la línea santacolomeña, bien hecho, bajito y algo escaso de pitones, que salió en la segunda novillada sin picadores que tuvo lugar el domingo, 27 de octubre. Destacó tanto el novillo que eclipsó la labor de su matador, Emilio Huertas, que tuvo el mérito de plantarle cara en los medios y salir airoso. Pero este novillero, en el quinto, “Churrerón”, un eral con menos fuerza que su hermano que se vino arriba en la faena de muleta y un pitón derecho por el que se quedaba corto, dejó constancia de sus posibilidades porque supo ver las condiciones del novillo y consiguió un par de tandas con la izquierda con lentitud y mando. Pero, por fortuna, no se quedo ahí lo bueno de la novillada de “Los Manos”, porque hubo otros erales que dieron juego y revitalizan una ganadería que el pasado año defraudó en esta misma plaza. El tercero, “Cachito”, ha sido otro gran novillo, bravo y noble. Y el sexto, “Corbeto”, que a pesar de acusar escasez de fuerza, también se creció a lo largo de la lidia y embistió hasta su muerte con nobleza. La novillada, en su conjunto, estuvo bien presentada aunque algo escasa de pitones y dio buen juego en general, pero hay que tener presente que estábamos ante erales que no pasaron la prueba de la vara y hay que ser comedidos en su juicio.
Es de aplaudir el formato de este pequeño ciclo de novilladas sin picadores, pues al tratarse de dos semifinales con el premio de la final para los que mejor quedaron -que se celebrará el día 4, como aperitivo a la Feria del Pilar-, hubo competencia, que en estos tiempos es mucho, entre los novilleros participantes. Porque esa es una de las mayores lacras del mundo del toro actual, la falta de competencia, lo poco que importan los méritos cosechados ante el toro, de poco los triunfos, de nada el jugarse la vida, pues ya están confeccionados los carteles desde antes de comenzar la temporada, lo que acomoda a los agraciados que se anuncia en todas las ferias y desespera a los que hagan lo que hagan de poco les sirve. En este caso, quizás como excepción a la regla, no fue así y los que estuvimos presentes en el coso de “La Misericordia” el pasado fin de semana salimos contentos y con las ganas de ver la final. El tercero en discordia será Juan Cervera, que actuó el sábado ante erales de “Torrenueva” y se mostró como un novillero con empaque y plasticidad pero muy encorsetado en una idea preconcebida de la faena.
Al menos, y no es poco, el próximo domingo, 4 de octubre, acudiré a la plaza con la ilusión de volver a ver a Miguel Cuartero, que tan grata impresión me dejó con su labor, esperando que Emilio Huertas concrete los detalles que dejó apuntados, y deseando que Juan Cervera se ajuste más a los novillos que le toquen en suerte y se olvide un poco de su faena preconcebida. Esperar que los novillos que salten al ruedo, de la ganadería que luce el hierro más antiguo de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, que se anuncia con el nombre de “José Vázquez”, estén a la altura de las circunstancias y no nos defrauden.
domingo, 20 de septiembre de 2009
RODOLFO CRUZ PANDO "PANDILLO"
A la hora en que Rodolfo Cruz Pando partía hacia su último viaje camino de Arnedo, yo lo hacía en dirección contraria y con objeto muy diferente. No pude acompañarle en ese tránsito, pero su recuerdo me acompañó durante toda la jornada, y ahora, dos días después, todavía me sigue golpeando, como necesitando expresar de alguna forma mi sentimiento. Vayan pues estas líneas en su memoria.
Rodolfo era un aficionado de los de verdad, de los que acudían a cada festejo con la ilusión de contemplar, ese día, el milagro del arte del toreo, pero era un aficionado cabal y sabía que, para que eso ocurriera, era imprescindible la presencia del protagonista principal de esta Fiesta en plenitud de facultades: el toro. Por eso, y consciente del rumbo negativo de la Fiesta, era un aficionado comprometido y, como tal, aportaba su granito de arena, allá en donde estuviese, para reivindicar el espectáculo taurino en su total integridad, sabedor de que sólo así se pueden dar las circunstancias para que se pueda producir “el arte del toreo” y, de esa forma, poder saciar la sed que produce la afición a la Fiesta de los Toros.
En Internet, en donde fue uno de los pioneros, Rodolfo era “Pandillo”. Era miembro, desde sus comienzos, de la Asociación “El Toreo en Red-Hondo”. Defendía la utilidad de este medio para la defensa de la Fiesta auténtica y la unidad de los aficionados en pos de esta reivindicación. Pero la auténtica dimensión, como persona y aficionado, de Rodolfo, sólo se podía conocer estando personalmente con él. En “La Cabaña Brava” pudimos disfrutar de su compañía desde el principio de nuestra andadura. Aún lo recuerdo cuando estaba en la plenitud de sus facultades. La misma entereza y disposición en defensa de la Fiesta objeto de su afición ha puesto en su particular lucha con la enfermedad que le tocó lidiar. Con valentía y torería, alargó la faena durante mucho tiempo pero al final, como siempre ocurre con el toro negro de la muerte, acabó perdiendo la pelea. Es ley de vida. Un buen aficionado y, lo que es mucho más importante, una buena persona, Rodolfo Cruz Pando “Pandillo”, nos ha dejado para siempre. Descanse en paz.
Como recuerdo, y en su memoria, quiero rescatar sus propias palabras que reflejan claramente su forma de entender, y defender, esta Afición. Un artículo publicado en “El Aficionado” nº 23, órgano de expresión de su Asociación, en abril de 2006, en el que expresa sus pensamientos de aficionado.
Rodolfo era un aficionado de los de verdad, de los que acudían a cada festejo con la ilusión de contemplar, ese día, el milagro del arte del toreo, pero era un aficionado cabal y sabía que, para que eso ocurriera, era imprescindible la presencia del protagonista principal de esta Fiesta en plenitud de facultades: el toro. Por eso, y consciente del rumbo negativo de la Fiesta, era un aficionado comprometido y, como tal, aportaba su granito de arena, allá en donde estuviese, para reivindicar el espectáculo taurino en su total integridad, sabedor de que sólo así se pueden dar las circunstancias para que se pueda producir “el arte del toreo” y, de esa forma, poder saciar la sed que produce la afición a la Fiesta de los Toros.
En Internet, en donde fue uno de los pioneros, Rodolfo era “Pandillo”. Era miembro, desde sus comienzos, de la Asociación “El Toreo en Red-Hondo”. Defendía la utilidad de este medio para la defensa de la Fiesta auténtica y la unidad de los aficionados en pos de esta reivindicación. Pero la auténtica dimensión, como persona y aficionado, de Rodolfo, sólo se podía conocer estando personalmente con él. En “La Cabaña Brava” pudimos disfrutar de su compañía desde el principio de nuestra andadura. Aún lo recuerdo cuando estaba en la plenitud de sus facultades. La misma entereza y disposición en defensa de la Fiesta objeto de su afición ha puesto en su particular lucha con la enfermedad que le tocó lidiar. Con valentía y torería, alargó la faena durante mucho tiempo pero al final, como siempre ocurre con el toro negro de la muerte, acabó perdiendo la pelea. Es ley de vida. Un buen aficionado y, lo que es mucho más importante, una buena persona, Rodolfo Cruz Pando “Pandillo”, nos ha dejado para siempre. Descanse en paz.
Como recuerdo, y en su memoria, quiero rescatar sus propias palabras que reflejan claramente su forma de entender, y defender, esta Afición. Un artículo publicado en “El Aficionado” nº 23, órgano de expresión de su Asociación, en abril de 2006, en el que expresa sus pensamientos de aficionado.
Pensamientos de un Aficionado
Rodolfo Cruz Pando
Rodolfo Cruz Pando
“Voy a referirme en este artículo al Aficionado, viendo en el mismo a todas aquellas personas que en la fiesta de los toros (no me refiero en este caso más que a novilladas y a corridas de toros) encuentran su mayor y principal afición.
Partiendo de la base de que nos encontramos hablando de un evento en el que se conjugan una serie de cosas tales como son la belleza, el arte, el peligro y la emoción, creo que con estos ingredientes debería salir un espectáculo tan maravilloso y digno como para que el Aficionado encontrara en él lo que busca. Lamentablemente, por culpa de ganaderos, empresarios, toreros, apoderados, etc… (léase los taurinos) este espectáculo cada vez se encuentra en peor situación. Pero vamos a analizar brevemente las claves del mismo:
Belleza: Seguramente el Aficionado identifica esta palabra pensando en un animal con unas buenas hechuras, tanto de cuerpo como de cabeza, íntegro de pitones y con una edad comprendida entre los 3 y 4 años para los novillos y de 4 a 5 años para los toros.
Arte: Puede ser aquello que realiza el torero ante un animal bravo y encastado, ayudado por sus herramientas (capote, muleta, banderillas, estoque y puya en el caso de los picadores), pases y encuentros que por su ejecución perduren en la memoria de los Aficionados.
Peligro: Es lo que, sin duda ninguna, sabe el Aficionado que existe en cada una de las novilladas-corridas.
Emoción: Dimana la misma de las tres anteriores. Cuando un buen Aficionado ve un toro como el descrito en Belleza “se emociona”, cuando en la realización de los distintos pases ve Arte “se emociona” y cuando ve a un torero que despreciando el Peligro intenta hacer bien las cosas también "se emociona”.
Si en la práctica estas cosas ocurrieran así sin duda que todas las plazas colgarían siempre el cartel de “no hay billetes”. Pero veamos ahora la parte negativa y que por desgracia para el Aficionado es de la que hoy en día “disfruta”:
Belleza: El Aficionado está viendo salir por la puerta de toriles animales sin presencia, drogados, enfermos, afeitados, etc... Y así tarde tras tarde (salvo alguna rara excepción). Los culpables de esta situación son ganaderos, empresarios, toreros y apoderados.
Arte: Para el buen Aficionado es muy difícil relacionar el Arte con novillos-toros como los citados anteriormente.
Peligro: Pues lo mismo que en el Arte. El Aficionado no lo detecta como tal aunque si sabe que la cornada o el percance pueden ocurrir también.
Emoción: Pues simplemente no existe.
CONCLUSIONES
Cada vez más, en casi todas las tertulias de Aficionados los comentarios están basados en el mal momento que está atravesando la Cabaña del ganado bravo.
Cada vez más, los comentarios son de que a los ganaderos, empresarios, toreros y apoderados lo único que les interesa es el dinero rápido y fácil, sin pensar que posiblemente estén consiguiendo “pan para hoy y hambre para mañana”, amén de hacernos pasar de un espectáculo digno a otro totalmente denigrado sin tener en cuenta para nada a los Aficionados.
Cada vez más, se oye decir que la relación calidad-precio en este espectáculo no está justificada.
Cada vez más, los comentarios se acaban antes al no tener materia prima para el diálogo (no hay buenos toros, no hay buenas faenas).
Cada vez más, en todas las tertulias se oye decir “pues yo este año no voy a coger el abono, total para lo que vamos a ver”.
En cuanto a los medios con que cuentan los Aficionados para defenderse de tanto atropello, decir que quizás el único que tenemos hoy día es INTERNET, donde existen gran cantidad de páginas web dedicadas a nuestra Fiesta. Unas son muy buenas -con un bonito y ágil diseño para recorrerlas-, agradables de ver por su contenido y otras lo son menos. Pero todas tienen algo en común: están dedicadas a nuestra Fiesta.
En este medio existen los portales taurinos, que cuentan con una sección llamada foros en los que cada día con más frecuencia dejan sus comentarios los Aficionados, en algunos de ellos “posiblemente” previa censura (estos no merecen la pena). Otros permiten a los foristas verter sus opiniones con total libertad, siendo los que escriben responsables de lo que dicen. También en estos medios existen chat’s de conversación simultánea (igual que las tertulias, sólo que escrito), en los que los Aficionados intercambian opiniones y sucesos con la ventaja de que cualquier cosa que se produzca en esa jornada es trasmitida inmediatamente.
Pues bien Aficionados, quizás deberíamos utilizar más este medio que es Internet para buscar soluciones, para denunciar lo denunciable, criticar lo criticable o alabar lo alabable, y sobre todo para estar más informados de aquello que interesa.
Como podéis imaginar los que leáis estas líneas, solo soy un Aficionado y detallo en ellas las cosas que yo siento, por lo que seguro que me dejo muchas cosas sin decir. Tampoco se trata de aburrir, aunque en esto del toro cada uno tiene su manera de pensar. Pues nada, "que cada cual piense como quiera.”
lunes, 7 de septiembre de 2009
UNA FERIA COMO TODAS
Los carteles de la Feria del Pilar 2009 ya son los definitivos desde que el pasado viernes, 4 de septiembre, los anunciara la empresa “Taurodelta S.A.” con la aprobación de la entidad propietaria de la plaza, la Diputación Provincial de Zaragoza. Los que pensaban que del rumor a la realidad hay un trecho y que, como todavía no eran oficiales las combinaciones, se podrían producir cambios favorables, no preveían que si algo cambia, por muy malo que sea lo cambiable, no siempre cambia a mejor, sino que, y eso es lo que ha ocurrido, también puede cambiar a peor. Los carteles han cambiado, pero a peor.
De los rumoreados, que yo recuerde, se han caído: Encabo en la tarde de los “miuras”; Castella en su segunda tarde, la del 14 de octubre; y Hermoso de Mendoza en la de rejones que cerrará la Feria. Entre los sustitutos está Antonio Barrera -supongamos que por el torero francés-, lo cual es una injusticia ya que el pasado año, este mismo diestro, se dejó escapar el que, quizás, fuera el mejor toro de la feria, un toro de “Valdefresno” lidiado en 5º lugar, noble y repetidor, que lastimosamente se fue sin torear. Que vuelva “Joselillo” después de que el año pasado se justificó con la corrida de Dolores Aguirre es justo, pero bien podría haber sido por otro diestro con menos merecimiento que el de Alcalá de Henares que, al menos, ha demostrado muchas veces que no se arruga y sabe torear, cosa que, por ejemplo, dudo del continuador del “salto de la rana”. Con la sustitución del rejoneador de Estella supongo que -aunque no entiendo nada de rejoneo- el cartel se habrá devaluado bastante. En estos tres casos la Feria Taurina de Zaragoza sale perdiendo. Aunque el mayor problema de los carteles de este año no son los toreros -que son los mismo de todas las demás ferias y que se podrían haber anunciado, sin temor ha equivocarse mucho, al principio de temporada, porque el sistema taurino actual para nada tiene en cuenta los merecimientos adquiridos por los diferentes toreros en el transcurso de la temporada-, sino los toros.
En el tema de los toros, que es donde se podía haber producido algún cambio positivo, no ha cambiado nada. De las nueve corridas de toros tan sólo una, la de Núñez del Cuvillo, podríamos considerarla -dentro de las ganaderías denominadas comerciales- de primera categoría, las otras cinco: La Campana, Montalvo, Garcigrande, Parladé y Puerto de San Lorenzo; no creo que estén a la altura de una Feria que pretenda ser considerada de primera, tanto por sus resultados en las distintas plazas en los últimos años, como por el juego demostrado en nuestra plaza, como es el caso de la ganadería de La Campana, de la que en la Corrida Goyesca del pasado año, con la participación de Morante de la Puebla, tan solo pasaron tres el reconocimiento, y mejor hubiera sido que no lo hubiese pasado ninguno. De cuatro corridas serias -de ocho- el pasado año, hemos pasado a dos -más del 50 % menos-, este año: la de Miura y la de Dolores Aguirre. El equilibrio ganadero, que le daba seriedad a la feria taurina de Zaragoza, ha quedado roto y nos encontramos ante una feria previsible, vulgar y, como la mayoría de las ganaderías reseñadas, de segunda categoría.
Esto es lo hay. La Feria del Pilar 2009 es una feria más, muy parecida a las que se dan en el resto de plazas del territorio español, en donde los conocidos como “figuras” imponen su poder: sus toros, sus días y sus compañeros de cartel. Lo que podía ir consolidándose en Zaragoza como una alternativa a la vulgaridad común de todas las ferias, con la inclusión de un buen porcentaje de corridas serias en el serial taurino, había que cortarlo de raíz y así se ha hecho. Ahora tendremos una feria normal, vulgar, como casi todas las demás y… “que Dios nos coja confesados”.
De los rumoreados, que yo recuerde, se han caído: Encabo en la tarde de los “miuras”; Castella en su segunda tarde, la del 14 de octubre; y Hermoso de Mendoza en la de rejones que cerrará la Feria. Entre los sustitutos está Antonio Barrera -supongamos que por el torero francés-, lo cual es una injusticia ya que el pasado año, este mismo diestro, se dejó escapar el que, quizás, fuera el mejor toro de la feria, un toro de “Valdefresno” lidiado en 5º lugar, noble y repetidor, que lastimosamente se fue sin torear. Que vuelva “Joselillo” después de que el año pasado se justificó con la corrida de Dolores Aguirre es justo, pero bien podría haber sido por otro diestro con menos merecimiento que el de Alcalá de Henares que, al menos, ha demostrado muchas veces que no se arruga y sabe torear, cosa que, por ejemplo, dudo del continuador del “salto de la rana”. Con la sustitución del rejoneador de Estella supongo que -aunque no entiendo nada de rejoneo- el cartel se habrá devaluado bastante. En estos tres casos la Feria Taurina de Zaragoza sale perdiendo. Aunque el mayor problema de los carteles de este año no son los toreros -que son los mismo de todas las demás ferias y que se podrían haber anunciado, sin temor ha equivocarse mucho, al principio de temporada, porque el sistema taurino actual para nada tiene en cuenta los merecimientos adquiridos por los diferentes toreros en el transcurso de la temporada-, sino los toros.
En el tema de los toros, que es donde se podía haber producido algún cambio positivo, no ha cambiado nada. De las nueve corridas de toros tan sólo una, la de Núñez del Cuvillo, podríamos considerarla -dentro de las ganaderías denominadas comerciales- de primera categoría, las otras cinco: La Campana, Montalvo, Garcigrande, Parladé y Puerto de San Lorenzo; no creo que estén a la altura de una Feria que pretenda ser considerada de primera, tanto por sus resultados en las distintas plazas en los últimos años, como por el juego demostrado en nuestra plaza, como es el caso de la ganadería de La Campana, de la que en la Corrida Goyesca del pasado año, con la participación de Morante de la Puebla, tan solo pasaron tres el reconocimiento, y mejor hubiera sido que no lo hubiese pasado ninguno. De cuatro corridas serias -de ocho- el pasado año, hemos pasado a dos -más del 50 % menos-, este año: la de Miura y la de Dolores Aguirre. El equilibrio ganadero, que le daba seriedad a la feria taurina de Zaragoza, ha quedado roto y nos encontramos ante una feria previsible, vulgar y, como la mayoría de las ganaderías reseñadas, de segunda categoría.
Esto es lo hay. La Feria del Pilar 2009 es una feria más, muy parecida a las que se dan en el resto de plazas del territorio español, en donde los conocidos como “figuras” imponen su poder: sus toros, sus días y sus compañeros de cartel. Lo que podía ir consolidándose en Zaragoza como una alternativa a la vulgaridad común de todas las ferias, con la inclusión de un buen porcentaje de corridas serias en el serial taurino, había que cortarlo de raíz y así se ha hecho. Ahora tendremos una feria normal, vulgar, como casi todas las demás y… “que Dios nos coja confesados”.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
SI LOS CARTELES DE LA FERIA DEL PILAR SON LOS QUE SE ANUNCIAN…
Si los carteles de la Feria Taurina del Pilar son los que se anuncian… Se habrá dado un gran paso atrás en Zaragoza porque, en los últimos años, se había conseguido un equilibrio entre las denominadas ganaderías duras y comerciales que hacían posible presenciar en el coso de “La Misericordia”, junto a los toritos que exigen los figuras para su acartelamiento -por lo general, blandos y sospechosos de casi todo-, toros que por su integridad y trapío hacían que la fiesta auténtica, con sus grandezas y sus miserias, se pudiera vivir en nuestra plaza, al menos, la mitad de los días de Feria. Ello había hecho posible que nuestra plaza recobrara parte del prestigio perdido entre los aficionados locales y de fuera de nuestra ciudad, cosa que se tira por tierra con las posibles combinaciones que se han adelantado.
Si los carteles de la Feria Taurina del Pilar son los que se anuncian… Los aficionados que sacaron, y pagaron, su abono al comienzo de la temporada, necesariamente, tendrán que sentirse engañados porque, en carta enviada al principio de la temporada a todos los abonados del año 2008, para animarles a renovar su abono, el empresario actual, sr. Martínez Uranga, prometió nombres muy distintos -en cuanto a las ganaderías que se pensaban contratar para el ciclo taurino del presente año- de los que ahora se han hecho públicos en algunos medios de comunicación como posibles carteles de la Feria del Pilar 2009. De los cuatro encierros serios que prometió en su carta de presentación a los abonados se han quedado tan sólo en dos, pero lo más grave es que de las nueve corridas que figuran en la programación adelantada, al menos cuatro son de ganaderías que han fracasado en las últimas dos temporadas allá donde se han lidiado, alguna de ellas en nuestra propia plaza.
Si los carteles de la Feria Taurina del Pilar son los que se anuncian… La Diputación Provincial de Zaragoza, con su presidente, don Javier Lambán, a la cabeza, que después de un oscuro y farragoso proceso de adjudicación concedió la gestión de la plaza a la empresa “Taurodelta”, si de verdad tienen algún interés por la Fiesta de los Toros y por lo que se programa en una plaza que es de su propiedad, y si son ciertos los rumores que apuntan hacía la programación anunciada por algunos medios de información taurina, velando por los intereses de los consumidores, tendrían que mostrar su disconformidad, porque está entre sus atribuciones, y rechazar los carteles que le serán presentados en breve para su aprobación -por cierto, con tres meses de retraso- por los actuales empresarios por no ajustarse ni parecerse en nada a lo prometido.
Si los carteles de la Feria Taurina del Pilar son los que se anuncian… Quedará demostrado que a “Taurodelta” le importan un pito, tanto los abonados, como ya se ha podido comprobar en otras plazas que gestiona, como la palabra dada. Igualmente quedará de manifiesto que a la Diputación Provincial de Zaragoza, con su presidente a la cabeza, se la suda la Fiesta de los Toros, la plaza de toros que es de su propiedad y, lo que es mucho más grave, los consumidores de los espectáculos taurinos que en ella se programan y que, no lo deberían olvidar, son los que les votan para ocupar las poltronas que ocupan. Así mismo, los aficionados deberemos asumir, una vez más, que de poco sirven las promesas y las buenas palabras cuando lo que esta en juego es el negocio que supone el actual sistema taurino, ya que a los que viven de él, aunque sea un contrasentido, les importa un bledo nuestra opinión y la Fiesta misma. Pero también debemos sacar en claro que nuestra voz, con los medios que tengamos a nuestro alcance, deberá oírse, tanto en la plaza como fuera de ella, en denuncia de los abusos y los fraudes, contra las imposturas y los malos usos que tratan de corromper nuestra querida Fiesta, porque -como dice en la introducción de su libro “Tauromagia” el periodista Guillermo Sureda- “…mientras exista la arrogancia fiera de un toro auténtico y la gallardía indómita de un auténtico torero, la fiesta taurina seguirá siendo algo que vale la pena defender”.
Nota: Para ver las combinaciones de los posibles carteles de la Feria del Pilar 2009, picar aquí.
Si los carteles de la Feria Taurina del Pilar son los que se anuncian… Los aficionados que sacaron, y pagaron, su abono al comienzo de la temporada, necesariamente, tendrán que sentirse engañados porque, en carta enviada al principio de la temporada a todos los abonados del año 2008, para animarles a renovar su abono, el empresario actual, sr. Martínez Uranga, prometió nombres muy distintos -en cuanto a las ganaderías que se pensaban contratar para el ciclo taurino del presente año- de los que ahora se han hecho públicos en algunos medios de comunicación como posibles carteles de la Feria del Pilar 2009. De los cuatro encierros serios que prometió en su carta de presentación a los abonados se han quedado tan sólo en dos, pero lo más grave es que de las nueve corridas que figuran en la programación adelantada, al menos cuatro son de ganaderías que han fracasado en las últimas dos temporadas allá donde se han lidiado, alguna de ellas en nuestra propia plaza.
Si los carteles de la Feria Taurina del Pilar son los que se anuncian… La Diputación Provincial de Zaragoza, con su presidente, don Javier Lambán, a la cabeza, que después de un oscuro y farragoso proceso de adjudicación concedió la gestión de la plaza a la empresa “Taurodelta”, si de verdad tienen algún interés por la Fiesta de los Toros y por lo que se programa en una plaza que es de su propiedad, y si son ciertos los rumores que apuntan hacía la programación anunciada por algunos medios de información taurina, velando por los intereses de los consumidores, tendrían que mostrar su disconformidad, porque está entre sus atribuciones, y rechazar los carteles que le serán presentados en breve para su aprobación -por cierto, con tres meses de retraso- por los actuales empresarios por no ajustarse ni parecerse en nada a lo prometido.
Si los carteles de la Feria Taurina del Pilar son los que se anuncian… Quedará demostrado que a “Taurodelta” le importan un pito, tanto los abonados, como ya se ha podido comprobar en otras plazas que gestiona, como la palabra dada. Igualmente quedará de manifiesto que a la Diputación Provincial de Zaragoza, con su presidente a la cabeza, se la suda la Fiesta de los Toros, la plaza de toros que es de su propiedad y, lo que es mucho más grave, los consumidores de los espectáculos taurinos que en ella se programan y que, no lo deberían olvidar, son los que les votan para ocupar las poltronas que ocupan. Así mismo, los aficionados deberemos asumir, una vez más, que de poco sirven las promesas y las buenas palabras cuando lo que esta en juego es el negocio que supone el actual sistema taurino, ya que a los que viven de él, aunque sea un contrasentido, les importa un bledo nuestra opinión y la Fiesta misma. Pero también debemos sacar en claro que nuestra voz, con los medios que tengamos a nuestro alcance, deberá oírse, tanto en la plaza como fuera de ella, en denuncia de los abusos y los fraudes, contra las imposturas y los malos usos que tratan de corromper nuestra querida Fiesta, porque -como dice en la introducción de su libro “Tauromagia” el periodista Guillermo Sureda- “…mientras exista la arrogancia fiera de un toro auténtico y la gallardía indómita de un auténtico torero, la fiesta taurina seguirá siendo algo que vale la pena defender”.
Nota: Para ver las combinaciones de los posibles carteles de la Feria del Pilar 2009, picar aquí.
jueves, 27 de agosto de 2009
EN MEMORIA DE MANOLETE
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El azar, a veces, te conduce hacia encuentros inesperados. Algo así me ha ocurrido hoy cuando estaba visionando viejos archivos de vídeo con la simple intención de pasar el rato. Ello ha hecho que me vinieran a la memoria el recuerdo de Manolete y de un pasodoble que le fue dedicado a su muerte. La historia ya la conté en una entrada que se remonta dos años atrás y no tenía la intención de volver sobre ella, en todo caso hubiera elegido otra de las innumerables canciones que se dedicaron a la muerte del diestro cordobés, pero por sí misma se hizo un hueco en mi pensamiento y, ni corto ni perezoso, me he puesto manos a la obra.
El caso es que, como decía anteriormente, visionando viejos vídeos, ha aparecido Juanita Reina, la interprete que solicitó a Rafael de León un pasodoble en memoria Manuel Rodríguez Manolete, explicando la historia. Así nació “Capote de grana y oro”, una joya de la música taurina compuesta por esa fabulosa cuadrilla de la copla que formaban Quintero, León y Quiroga. Al documento gráfico en el que aparece la tonadillera explicando esta historia, he sumado la versión completa de la canción interpretada por ella misma, que fue su creadora, y que desde el primer momento, además de ser uno de los pasodobles más bellos que se han escrito, se convirtió en un gran éxito y en uno de los temas clásicos de cancionero taurino.
De esta forma, por casualidad, ha tomado cuerpo esta entrada que quiere ser un recuerdo de aquel nefasto 28 de agosto de 1947 en que un toro de Miura, Islero de nombre, segó la vida del torero más famoso de su tiempo en la plaza de Linares. Para los que estén interesados en más detalles sobre la canción les remito a la entrada que ya escribí hace un par de años recordando esta efeméride bajo el titular de “Capote de grana y oro” y en la que el pasodoble es interpretado, con acompañamiento de banda, por Eva Román.
El caso es que, como decía anteriormente, visionando viejos vídeos, ha aparecido Juanita Reina, la interprete que solicitó a Rafael de León un pasodoble en memoria Manuel Rodríguez Manolete, explicando la historia. Así nació “Capote de grana y oro”, una joya de la música taurina compuesta por esa fabulosa cuadrilla de la copla que formaban Quintero, León y Quiroga. Al documento gráfico en el que aparece la tonadillera explicando esta historia, he sumado la versión completa de la canción interpretada por ella misma, que fue su creadora, y que desde el primer momento, además de ser uno de los pasodobles más bellos que se han escrito, se convirtió en un gran éxito y en uno de los temas clásicos de cancionero taurino.
De esta forma, por casualidad, ha tomado cuerpo esta entrada que quiere ser un recuerdo de aquel nefasto 28 de agosto de 1947 en que un toro de Miura, Islero de nombre, segó la vida del torero más famoso de su tiempo en la plaza de Linares. Para los que estén interesados en más detalles sobre la canción les remito a la entrada que ya escribí hace un par de años recordando esta efeméride bajo el titular de “Capote de grana y oro” y en la que el pasodoble es interpretado, con acompañamiento de banda, por Eva Román.
lunes, 24 de agosto de 2009
EL JULI, "LOS JANDILLAS" Y BILBAO
Tuve la oportunidad de ver la corrida de Jandilla que estoqueó en solitario El Juli en Bilbao. Ha sido la única corrida de la feria bilbaína que he podido ver este año. Tengo que decir, antes de nada, que tanto el uno como los otros, así como la propia plaza, me decepcionaron. Bilbao, porque no se merece -o quizás sí- que salgan a su grisáceo ruedo toros como los que salieron esa tarde; los “jandillas” porque no tuvieron el trapío requerido -o según se mire, quizás sí- para una plaza como la de Vista Alegre; y El Juli porque no supo -o quizás no pudo- aprovechar las bonancibles embestidas de alguno de los toros a los que tuvo que hacer frente esa tarde. Pero vayamos por partes.
Ha sido comentario general de aficionados y de algunos periodistas que han presenciado las Corridas Generales de este año que ha bajado el trapío del “toro de Bilbao”. Yo solo he podido ver el festejo en el que se centra este artículo y tengo que decir que los animales que salieron al ruedo ese día, con las exigencias de hace unos pocos años, nunca hubieran debido de saltado al ruedo bilbaíno, es más, el ganadero nunca se hubiera atrevido a presentar este ganado porque, con toda seguridad, habría sido rechazado en el reconociendo de la mañana. Las cosas parecen que han cambiado en los últimos tiempos y, desde hace algunos años, toros como estos y aún más chicos se lidian en una plaza que era considerada, en términos ciclistas, el “Tourmalet” de la temporada. Es más, en un programa taurino de la noche del domingo, el presidente de la Junta Administrativa admitía esta crítica y se defendía diciendo que, por el contrario, los “jandillas” habían embestido mucho y bien, con lo que podemos deducir que antes que el trapío -que era santo y seña de la plaza de Bilbao hasta no mucho tiempo- lo que se busca en la actualidad es la comodidad, el toro comercial y “a modo” que no disguste a los denominados “figuras” y evitarles, de esa forma, el mal trago que suponía su paso por la capital vizcaína. Quizás ahora se consigan carteles más redondos en cuanto a los nombres de los toreros, pero a costa de perder la identidad de lo que durante muchos años ha sido el “toro de Bilbao”.
Quizás, porque los criterios en cuanto al toro han cambiado en la primera plaza del norte, pasaron el reconocimiento matinal los “jandillas” que, en general, salieron anovillados, cómodos, noblotes y embestidores. Tampoco fueron excesivamente castigados en varas -cosa ya habitual en esta plaza con el asentimiento de la mayoría del público que se enfada si se alarga demasiado el castigo en este tercio- por lo que tuvieron recorrido en la muleta, sobre todo el 5º, y el sobrero que sustituyó, por manifiesta invalidez, al 6º de la tarde. Estos dos ejemplares destacaron, además, sobre sus hermanos por la nobleza y bondad de su embestida que hacían vislumbrar faenas de éxito para un matador, El Juli, que está entre los que más bregados y que más cartel tiene entre los profesionales del momento. En general fue una corrida bien presentada para una plaza de segunda pero, según los criterios que regían hasta hace muy poco en este coso, no para la de Bilbao.
Con semejante material podríamos pensar que El Juli, acostumbrado al éxito en muchas de las plazas que visita y con marchamo de “gran figura” entre la torería actual, lo bordó y salió triunfante de su “encerrona” en el coso de Vista Alegre. No fue así. Durante toda la tarde estuvo voluntarioso pero no consiguió redondear ninguna faena, o al menos no consiguió interesar a la mayoría del público -unos tres cuartos del aforo- que asistió al evento. Quizás fuera porque los enemigos a los que se enfrentó no dieron importancia a lo que hizo aunque, por la entrega y las ganas de los espectadores, puede ser más acertado pensar que su labor se quedó por debajo de las condiciones de los “jandillas” de plaza de segunda que le tocaron en suerte.
En mi opinión fueron ambas cosas. Pero haciendo caso omiso de que se encontraba en Bilbao y que la presentación de los toros estaba muy por debajo de las exigencias que hasta hace poco tiempo mantenía esta plaza, hay que decir que tuvo toros para hacer “el toreo” y lo que hizo fue dar pases, que son cosas muy distintas. Una vez más, por pequeños y cómodos que fueran, sobró toro. En concreto, los mencionados 5º y 6º bis eran propicios para el triunfo: eran nobles, se venían de lejos, metían la cara y humillaban. ¿Qué más puede pedir una pretendida “figura” del toreo para triunfar? Como demostró Luís Francisco Esplá hace poco más de dos meses en Las Ventas de Madrid, lo que hay que hacer para llegar al tendido y poner la plaza boca abajo es torear, ni más ni menos. Torear como mandan los cánones. El Juli, en cambio, en tarde de tanta responsabilidad, se perdió en un sinfín de pases y medios pases, enganchones, dudas, trompicones, carreras para volver a colocarse en el sitio y, por si fuera poco, estuvo desacertado con la espada.
Es lo que tiene el “toreo moderno” -o quizás sería mejor llamarlo "destoreo" a secas- que se le hace al “toro bobo y colaborador” que exigen los “figuras” del momento para anunciarse en los carteles de las grandes ferias: que no emociona, que no engancha, que aburre y que, al fin y a la postre, se olvida, se borra de la memoria de los espectadores en cuanto termina la corrida. Eso es lo que pasó, siempre según mi opinión, con la actuación de El Juli en Bilbao. Pero si además consideramos la categoría de la plaza en la que estábamos, en donde hasta hace muy poco tiempo nunca hubieran saltado al ruedo los "jandillas" que lo hicieron en esa tarde del 21 de agosto de 2009, la decepción es mucho más grande.
Ha sido comentario general de aficionados y de algunos periodistas que han presenciado las Corridas Generales de este año que ha bajado el trapío del “toro de Bilbao”. Yo solo he podido ver el festejo en el que se centra este artículo y tengo que decir que los animales que salieron al ruedo ese día, con las exigencias de hace unos pocos años, nunca hubieran debido de saltado al ruedo bilbaíno, es más, el ganadero nunca se hubiera atrevido a presentar este ganado porque, con toda seguridad, habría sido rechazado en el reconociendo de la mañana. Las cosas parecen que han cambiado en los últimos tiempos y, desde hace algunos años, toros como estos y aún más chicos se lidian en una plaza que era considerada, en términos ciclistas, el “Tourmalet” de la temporada. Es más, en un programa taurino de la noche del domingo, el presidente de la Junta Administrativa admitía esta crítica y se defendía diciendo que, por el contrario, los “jandillas” habían embestido mucho y bien, con lo que podemos deducir que antes que el trapío -que era santo y seña de la plaza de Bilbao hasta no mucho tiempo- lo que se busca en la actualidad es la comodidad, el toro comercial y “a modo” que no disguste a los denominados “figuras” y evitarles, de esa forma, el mal trago que suponía su paso por la capital vizcaína. Quizás ahora se consigan carteles más redondos en cuanto a los nombres de los toreros, pero a costa de perder la identidad de lo que durante muchos años ha sido el “toro de Bilbao”.
Quizás, porque los criterios en cuanto al toro han cambiado en la primera plaza del norte, pasaron el reconocimiento matinal los “jandillas” que, en general, salieron anovillados, cómodos, noblotes y embestidores. Tampoco fueron excesivamente castigados en varas -cosa ya habitual en esta plaza con el asentimiento de la mayoría del público que se enfada si se alarga demasiado el castigo en este tercio- por lo que tuvieron recorrido en la muleta, sobre todo el 5º, y el sobrero que sustituyó, por manifiesta invalidez, al 6º de la tarde. Estos dos ejemplares destacaron, además, sobre sus hermanos por la nobleza y bondad de su embestida que hacían vislumbrar faenas de éxito para un matador, El Juli, que está entre los que más bregados y que más cartel tiene entre los profesionales del momento. En general fue una corrida bien presentada para una plaza de segunda pero, según los criterios que regían hasta hace muy poco en este coso, no para la de Bilbao.
Con semejante material podríamos pensar que El Juli, acostumbrado al éxito en muchas de las plazas que visita y con marchamo de “gran figura” entre la torería actual, lo bordó y salió triunfante de su “encerrona” en el coso de Vista Alegre. No fue así. Durante toda la tarde estuvo voluntarioso pero no consiguió redondear ninguna faena, o al menos no consiguió interesar a la mayoría del público -unos tres cuartos del aforo- que asistió al evento. Quizás fuera porque los enemigos a los que se enfrentó no dieron importancia a lo que hizo aunque, por la entrega y las ganas de los espectadores, puede ser más acertado pensar que su labor se quedó por debajo de las condiciones de los “jandillas” de plaza de segunda que le tocaron en suerte.
En mi opinión fueron ambas cosas. Pero haciendo caso omiso de que se encontraba en Bilbao y que la presentación de los toros estaba muy por debajo de las exigencias que hasta hace poco tiempo mantenía esta plaza, hay que decir que tuvo toros para hacer “el toreo” y lo que hizo fue dar pases, que son cosas muy distintas. Una vez más, por pequeños y cómodos que fueran, sobró toro. En concreto, los mencionados 5º y 6º bis eran propicios para el triunfo: eran nobles, se venían de lejos, metían la cara y humillaban. ¿Qué más puede pedir una pretendida “figura” del toreo para triunfar? Como demostró Luís Francisco Esplá hace poco más de dos meses en Las Ventas de Madrid, lo que hay que hacer para llegar al tendido y poner la plaza boca abajo es torear, ni más ni menos. Torear como mandan los cánones. El Juli, en cambio, en tarde de tanta responsabilidad, se perdió en un sinfín de pases y medios pases, enganchones, dudas, trompicones, carreras para volver a colocarse en el sitio y, por si fuera poco, estuvo desacertado con la espada.
Es lo que tiene el “toreo moderno” -o quizás sería mejor llamarlo "destoreo" a secas- que se le hace al “toro bobo y colaborador” que exigen los “figuras” del momento para anunciarse en los carteles de las grandes ferias: que no emociona, que no engancha, que aburre y que, al fin y a la postre, se olvida, se borra de la memoria de los espectadores en cuanto termina la corrida. Eso es lo que pasó, siempre según mi opinión, con la actuación de El Juli en Bilbao. Pero si además consideramos la categoría de la plaza en la que estábamos, en donde hasta hace muy poco tiempo nunca hubieran saltado al ruedo los "jandillas" que lo hicieron en esa tarde del 21 de agosto de 2009, la decepción es mucho más grande.
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