En algunas plazas, muy pocas, y la mayoría de ellas en territorio francés, aún se intenta realizar la suerte de varas según mandan los cánones, convirtiéndose ese tercio, tan determinante en el desarrollo de la lidia, en un espectáculo que se entiende, se valora y, lo que es más importante, es exigido y esperado por el público que asiste al festejo sabiendo a lo que va. Ello obliga a los “profesionales” que se encargan de la lidia, picadores y banderilleros, a tratar de hacer las cosas bien, y a veces lo consiguen. Y la conjunción de unas cosas y otras hacen que se vivan unos tercios de varas vibrantes en los que participa activamente el público emitiendo su juicio.
Por el contrario, en la mayoría de las plazas españolas esta suerte es un puro trámite; o los toros ya salen inválidos de los chiqueros y, entonces, es innecesaria; o se utiliza para machacar a los que muestran algún poder. Por supuesto, los “profesionales” que se ocupan de este trámite, a veces, los mismos que lo hacen bien en Francia, realizan la suerte de cualquier manera y sin prestar la atención debida a las reglas que la deben regir. Todo ello, y esa es la razón fundamental, porque el público español “pasa”, consiente, es más, no le interesa la suerte de varas, ni la valora, ni la exige... muchas veces, hasta el propio picador se convierte en objeto de escarnio y mofa.
El público que acude a los festejos es el factor determinante para que se pueda dar esa diferencia tan enorme en un mismo espectáculo. La vulgaridad con se realizada en la mayoría de las plazas españolas contrasta fuertemente con el respeto a la ortodoxia y el cumplimiento de las reglas en algunas plazas francesas. En la mayoría de las plazas españolas hay que soportar la denigración de una suerte tan bella y determinante para la lidia, mientras que en unas pocas plazas del país vecino disfrutan de la grandeza y la pureza de este tercio.
La diferencia está en el público. El público español, que suele acordarse de los toros durante las fiestas patronales de su localidad, llena los tendidos con la única pretensión de divertirse, de pasar una tarde de las fiestas y, a ser posible, que se corten muchas orejas, y que pueda “uno” pavonearse ante los amigos, conocidos y compañeros de trabajo de haber presenciado la mejor corrida de la historia. El público español “pasa” de la suerte de varas, es un estorbo; como “pasa” de la lidia, porque no lo entiende. No va a los toros a pensar, va a divertirse y, en una época tan precipitada como la que nos ha tocado vivir, sobra lo accesorio y sólo interesa la “faena” y las “orejas”.
En cambio, en algunas plazas francesas, como muestran las imagenes del vídeo que enlazo al final de esta entrada -y que es lo que ha motivado esta reflexión-, la suerte de varas en un auténtico espectáculo, el público la vive con pasión y, lo que es más importante, participa, valora, juzga, tanto la bravura de la res, como la forma de ejecutar la suerte. Los mismos "profesionales” que en España nos ofrecen un espectáculo denigrante en este tercio, porque, seguramente, así se lo demandara su "jefe de cuadrilla", tratan de hacer las cosa bien y, a veces, lo consiguen en algunas plazas del pais vecino.
Ahí esta la diferencia, en el nivel de exigencia del público, en la actitud con la que se acude al festejo, en los objetivos que se persiguen en un día de toros. Mientras unos acuden a participar de una fiesta en la que son "juez y parte", otros van a pasar el rato, a divertirse y dejarse ver.
Nota: El vídeo presenta la suerte de varas de la novillada de "Raso del Portillo", lidiada en Parentís en Born durante su feria de agosto de 2008. Está alojado, en DailyMotion, por jpc33000. En dicha página hay una buena colección de vídeos de festejos taurinos celebrados por el sud-oeste francés.