- Hola don José.
- De nuevo nos encontramos en el mismo sitio.
- Ya lo ve usted, en el mismo sitio y para lo mismo… para pagar.
- Pero pagar por ver algo que te gusta no es mala cosa, don Pepe. Mire usted, yo, cuando cobro la paga extra de enero, la que nivela las pensiones con respecto al aumento del indice de los precios, me la reservo para sacar el abono de los toros, y así, cuando llega el momento de pagar, ¡zas! la saco y la invierto en el abono sin notar merma en mi bolsillo.
- Es que usted es muy previsor y organizado, don José. Yo, de la paga de enero ni me entero, y más en estos tiempos en que la cuesta de enero tiene unas pendientes más pronunciadas que las del Tourmalet…
- No se pase usted, don Pepe, que es un exagerado, con el abono todo son ventajas, tiene su localidad asegurada, le resulta más barato y, además, como dice el refrán: “sarna con gusto no pica”…
- De eso mismo le quería hablar a usted, de picar…
- ¿De picar…?
- Si don José, de la suerte de picar, del tercio de varas, de esa desgracia que se cierne sobre nuestra bien amada Fiesta de los Toros y amenaza con aplastarla bajo el peso mastodóntico que suman el percherón, el peto, el picador y la voluntad de los matadores que los mandan…
- Me asombra la capacidad que muestra usted para coger al vuelo lo que le interesa y desviar la conversación hacia su terreno…
- Es que los picadores, ejecutando las órdenes de sus jefes de cuadrilla, no lo olvidemos, son los mayores culpables de la situación en que se encuentra
- No exagere usted, a los toros hay que picarlos y dejarlos aptos para que los artistas se luzcan con la muleta…
- ¿Y como se pueden lucir con un marmolillo? Es una contradicción… luego los toreros se quejan de que no se ha movido el toro, que se han tenido que inventar la faena. ¿Y quién tiene la culpa de eso...? Pues ellos mismos que han dejado hacer a su picador. ¡Vaya jefe de cuadrilla, que está a merced de sus subalternos! Aunque lo más probable es que las ordenes sean precisamente esas, una primera vara a saco, que no se escape, y que el toro moribundo quede apto para la pantomima.
- ¡Usted delira, don Pepe! Vive en otra época. A los toros de ahora hay que picarlos en la primera vara, que seguro que el toro, por se la primera, la toma. Los matadores de hoy en día, que se juegan su prestigio en la faena de muleta, tienen que tener la seguridad de que su enemigo llega en condiciones aptas a ese tercio y no se pueden arriesgar a que el toro se quede crudo…
- Me da usted la razón, don José. Una primera vara demoledora, caiga donde caiga, sin miramientos, encerrando al toro, manteniéndolo un tiempo interminable bajo el peto inexpugnable y soportando un castigo carnicero, barrenando, rectificando y administrando media docena de puyazos en uno… ¡Qué no escape!... El toro es lo que menos importa en estos tiempos, y esa es la verdadera desgracia de nuestra Fiesta en la actualidad. El toro debe llegar al tercio de muleta triturado, inválido, agonizante… no vaya a ser que se acuerde de su raza, que le quede un gramo de fuerza, que le aflore su casta y ponga en evidencia al fenómeno de turno.
- Pero es que…
- ¡Que no hay pero que valga, don José…! Además, con esa forma de actuar, nos birlan uno de los momentos más emocionantes de la lidia, como es la suerte de varas, y poder comprobar la bravura del toro, que es su mayor galardón, y que, sería imperdonable olvidarlo, puede ser el pasaporte para su salvación, para conservar la vida y poder preñar con su simiente de bravura el futuro de su ganadería. De seguro que buena falta le haría a su ganadería y, por ende, al resto de las que componen nuestra “cabaña brava” que se esta convirtiendo en “cabaña morucha”.
- No… si razón no le falta, pero, ya que una vez más se ha enzarzado en estos terrenos que tanto le apasionan. ¿Qué soluciones plantea usted?
- Para empezar, acortaría el tamaño de las puyas, porque, tal como se pica hoy en día, es un arma destructiva que produce lesiones irreparables y definitivas. En segundo lugar, exigiría que los encuentros con los montados fueran cortos, picar y sacar al toro, y no dejarles que se duerman bajo el peto del caballo, para eso, además, existe el recurso de los quites, que tantos momentos de gloria han dado a la historia del toreo. Y en tercer lugar, y más tratándose de un gremio de especialistas, pediría a los picadores que se esforzaran, que se entrenaran, que practicaran y se preparan todo lo posible para realizar la suerte por derecho, según lo cánones, y con certeza. De esa forma, al recibir un castigo más proporcionado, más medido, y más certero, los toros podrían acudir más veces al caballo, incluso las tres que son recomendables para certificar su bravura, y podríamos observar sus cualidades y calidades de forma más nítida. Además, recuperaríamos un tercio en vías de extinción y que, bien hecho, resulta uno de los más bonitos y emocionantes de la corrida. Y lo más importante para el toreo moderno, que como usted bien dice se fundamenta en la muleta, el toro llegaría boyante, o no tan inválido como ahora, y se prestaría mucho mejor para que el lucimiento del matador y…
- ¡Pare usted, don Pepe…! Que me esta contando el cuento de “
-¿Y…?
- Y… pase usted que ya hemos llegado a la taquilla.
- ¡A pagar… y a callar!
- ¿Callar usted…?